Reinad, yo y la Profesora
Una azotina nos esperó a mi y a mi amigo un día de clases.
Reinad, yo y la Profesora
La historia que relato es verdadera me sucedió a mi y a un amigo al que le cambio el nombre para proteger su integridad.
Todo comenzó cuando él y yo teníamos unas doce años aproximadamente, e íbamos a la escuela como cualquier niño de esa edad, pero no era una escuela cualquiera era muy tradicionalista, casi de la época del porfirismo burgués. Allí a los alumnos nos pegaban y nos daban una dosis de buenos sacazos con unas reatas de cuero. La historia se desarrolla en México, era el tercer día de sexto año y él y yo estábamos retrasados, casi cerraban la puerta cuando casi brincamos para entrar, pero eso no le gustó a la directora y decidió llevarnos ante nuestra profesora, la cual siempre le molestaba que le interrumpieran en clase, y más tratándose de alumnos insurrectos y desobedientes.
-Maestra Claudia- dijo la directora, ella volteó y al vernos puso cara de cólera y de desagrado.
-Le traigo dos de sus alumnos que llegaron tarde, y que en lugar de entrar directo a sus clases llegaron jugueteando, a ver si puede corregirlos-
El siseo que hicieron los otros alumnos se escuchó y la maestra les dijo que se pusieran a hacer sus apuntes que había dejado en el pizarrón. Luego nos tomó de una oreja a cada uno y nos llevó a una sala en la dirección que tenía un letrero en frente: "Cuarto de castigos". Nos quedamos helados sentí como mi cuerpo vibraba con temor, el cuarto de los castigos, era un lugar donde más de un alumno ya había estado con anterioridad, pero yo en mis seis años casi, de estar en esa escuela jamás había estado allí y la sola idea de entrar para recibir una zurra me daba una angustia que no podía soportar, el pobre de Reinad, estaba llorando cuando entramos, no era la gran cosa pero tenía un ambiente que asustaba, había solamente un sofá negro de piel rugosa en donde mi profesora me sentó de un empellón. A Reinad le iba a tocar primero, le bajó bruscamente los pantalones mientras le decía:
-¡Ustedes dos par de demonios me las van a pagar!-
-¿Pero que hicimos?- preguntó Reinad, con unos ojos agrandados por el miedo, ya se imaginaba la tunda que le iban a propinar, la maestra le soltó un tremendo bofetón que Reinad volteó con brusquedad la cabeza.
-¿Te parece poco-le gritó-el haberme insultado delante de la maestra directora?-
De improviso le quitó los calzones blancos que tenía y tomó una caña de bambú muy larga y delgada. Yo traté de detenerle la mano y ella me pegó en la cara y me gritó:
-¡Ah, con que no te parece! ¿Eh?- Me miró de pronto y dijo:
-Después de darle su merecido a este malcriado ¡Seguirás tu!-
Y comenzó a azotar a Reinad, el primero resonó en la cabeza de mi amigo pero sólo pudo apretar los dientes, los sacazos se escuchaban a afuera y los demás que pasaban por allí temblaban con cada azote sonado. Zaas, zaas, zaas, zaas, se escuchaba en el cuarto Reinad estaba retorciéndose y gritaba y suplicaba que la maestra detuviera el castigo.
-¡¡Maestra por favor, por favor ya no me pegue, ya no me pegue!!- Pero no se le movió el corazón a esta y le propinó más de treinta sacazos. El culo de Reinad, estaba abierto en cada sacazo propinado le salieron ampollas y le salía sangre por las aberturas de las nalgas. Sollozando, lo hincó sin ropa debajo de la cintura sobre una escalonada y le hizo abrir los brazos en recto para sostener un puñado de libros. Luego se volvió a mi y me dijo con un tono de deleite y goce:
-Es tu turno- y comenzó con los sacazos. Primero me tiró al sofá en el que estaba, y de estómago, empezó recio como si le gustara la sensación de hacer sentir humillado y torturado a alguien, me sentía morir con los tremendos surcos hechos en mis infantiles nalgas, yo no pude gritar pero me quejaba, y cada quejido que daba hacía que resonara más y más en mi cabeza, no podía aguantarlo, y por si fuera poco la maestra me decía después de cada azote:
-¡Toma, toma, para que aprendas a respetarme!-
Me faltaba el aire, no podía tolerarlo más y empecé a llorar lo más fuerte que podía después de unos instantes para el castigo y me pone del lado de Reinad. Estando los dos en esa posición, se pone enfrente de nosotros con las manos en la cintura y con una cara de desdén nos dice:
-¿Les duele? Que pena, pero esto se lo hubieran evitado si no me hubieran faltado al respeto, pero en fin esas marcas se lo recordará muy bien- y salió como si nada pasó. Reinad me dijo que no tenía por que haberlo defendido, pero ya estando en eso le dije era mi amigo y que ninguna bruja escaldufa le iba azotar sin meterme yo. Después nos salimos de esa escuela por consejo de una tutora -de la que les hablaré en otra ocasión-pero en una cosa tuvo razón la maestra Claudia, esa azotaina me iba a durar el reto de mi vida.