Rehaciendo nuestras vidas

Después de un trágico accidente, hubo de cuidar de su cuñada y su sobrina para a acabar rehaciendo su vida con ellas, con una completa felicidad para todos.

Rehaciendo nuestras vidas

Después de un trágico accidente, hubo de cuidar de su cuñada y su sobrina para a acabar rehaciendo su vida con ellas, con una completa felicidad para todos.

Nuestras vidas cambiaron en el fatídico año 2.002, ese año comenzó bien pues recibimos al nuevo año con una gran celebración familiar que se celebró en casa de mis cuñados, lo típico en navidades de una típica familia que se lleva bien, allí nos encontramos con mis suegros, mis cuñados, mi mujer yo.

Marta y yo llevábamos casados un poco más de dos años, y antes de eso estuvimos saliendo juntos y luego conviviendo casi seis años, por eso creo que en aquel momento; ambos teníamos 32 años; estábamos preparados para ser padres, y por eso en las típicas bromas; sobre todo de mi suegra, ambos riéndonos decíamos que lo estábamos intentando.

Pero esa primavera el destino nos puso su marca funesta.

Mi mujer con su hermana y el marido de esta, junto a mis suegros fueron a ver un sábado en la tarde al hijo recién nacido de un familiar lejano. Y a la vuelta un borracho que se saltó una señal de Stop se llevo el coche por delante.

Mi cuñado, mi mujer y su padre murieron en el acto, quedando en estado muy grave mi cuñada y su madre.

Fue un palo gordísimo, en el funeral el único presente fui yo junto a mi sobrina, que también se llamaba Marta como mi esposa. Entonces a sus escasos 13 años, no era muy consciente de lo que realmente estaba pasando.

Todavía hoy veo pasar las imágenes de esos días como rebobinadas a toda velocidad, pues hube de multiplicarme para atender a mi sobrina, en el hospital con mi cuñada y mi suegra, y gracias a que mi trabajo de funcionario me permitió pedir una licencia para el tiempo necesario.

Mi suegra no superó el accidente y en mes y medio también falleció, no así mi cuñada que poco a poco comenzó a mejorar de sus graves lesiones.

Mis cuñados eran muy apreciados por todo el mundo y sus amigos y el circulo de amistades de desvivieron por echar una mano, pero el tiempo acaba pasando y al poco era yo el único que estaba para tirar del carro.

Hacía de padre y protector con Marta, mi sobrina; que estaba en una edad muy difícil y a la que las circunstancias no le ayudaron, así que ahí estaba su tío para aconsejarla, presionarla lo justo para que estudiase y no se descarriase demasiado. Supongo que yo era su único tío y por tanto siempre había estado muy unida a mí.

Y a la vez debía de ayudar a mi cuñada que seguía en el hospital recuperándose poco a poco y ya en rehabilitación para intentar volver a andar. Y a la vez tres casas abiertas era una locura.

Por suerte la situación económica no era mala, pues entre los seguros, y los ahorros de mis suegros, los nuestros y los de mis cuñados no pasamos apuros.

Cuando por fin Mercedes recibió el alta, y volvió a su casa, al llegar se le cayó el mundo encima, pues todo el tiempo pasado en el hospital había sido como un intermedio en la tragedia, pero llegar a casa y hundirse fue todo uno.

Se bloqueó, incapaz de hacer nada, ni moverse, solo lloraba. Entre mi sobrina y yo conseguimos llevarla a la cama, no a la de matrimonio, que se negó en redondo sino a la de la habitación de invitados, estuvimos calmándola y se durmió.

Yo había pedido tres meses de licencia y todavía me quedaban casi diez días para empezar de nuevo el trabajo, por eso en esos días me quedé a vivir en su casa pues ella era incapaz de hacer nada.

Un amigo de la familia nos aconsejó que vendiésemos los dos pisos, el de mis cuñados y el mío propio y que empezásemos de nuevo en otro lugar, que esa fuera la única opción de que Mercedes se fuese recuperando. Pero lo que hice, con el consentimiento de Mercedes y Marta fue poner a la venta su piso, y trasladarnos los tres a vivir a la casa de sus padres.

Ya en la casa de sus padres Mercedes se fue tranquilizando poco a poco y volvió a ser la gran mujer que siempre había sido.

Cuando ya estaba centrada, (pasaron unos cuantos meses) le planteé que yo debería volverme a vivir a mi casa, que teníamos que intentar seguir con nuestras vidas.

Mercedes llorando me suplicó que no lo hiciese, que había sido su único apoyo y que aún no estaba preparada para quedarse sola.

Además no se de donde le salió, pero me dijo que si algún fin de semana desaparecía o alguna noche no me quedaba a dormir lo entendería, que haber perdido a su hermana como esposa no me evitaba tener necesidades de hombre y que no me preocupase si eso pasaba.

Reconozco que en los últimos meses no había practicado sexo, y creo que ni me lo había planteado y así se lo dije. A lo que Mercedes me contestó que antes o después volvería a pensar en ello.

Estábamos en la mesa de la cocina, charlando muy bajito y creo que fue ese clima de complicidad lo que me animo a contestarle que ella también era lo suficientemente joven y que antes o después también tendría que buscarse un apaño.

Por primera vez en mucho tiempo le salió una tímida sonrisa, y me confeso que a su edad (entonces tenía 42 años), sus circunstancias personales y tener que pensar en su hija ni se le pasaba por la cabeza buscar otro marido.

Yo le dije que no pensaba en que se volviese a casar, sino que suponía que antes o después se buscaría un “amigo” con el que compartir ratos de cama, ella me dijo que no estaba para esas cosas.

Tanto insistió, que me quede a vivir con ellas, y poco a poco la situación era casi definitiva.

En ese tiempo consiguió vender a muy buen precio su antiguo piso, y el de sus padres se puso a nombre de ellas dos.

Yo entre tanto y visto que se mantuvieron muy firmes en que me quedase lo que hice fue trasladar mis cosas a su casa y poner mi piso en alquiler, pero delante de ellas dos les saqué el compromiso de que si encontraba pareja, o la convivencia se enturbiaba, me tenían que dar un tiempo prudencial para poder recuperar mi antigua casa.

Nuestra convivencia era perfecta, Mercedes volvió a su trabajo después de casi un año,  y poco a poco recuperó la confianza en ella misma.

Los fines de semana parecíamos un matrimonio, íbamos al supermercado, de compras  n Marta y  nosotros; cuando buscábamos ropa para Mercedes entre Marta y yo teníamos que convencerla que se vistiese más joven pues ella siempre elegía ropas de “abuela”; a veces también al cine y en un par de veces un sábado a cenar los tres.

En ese tiempo mi vida sexual se limitaba a meneármela muchas mañanas en la ducha.

Cuando llegó el verano y el calor; todos en casa nos fuimos aligerando de ropas y Mercedes todavía físicamente estaba muy buena, y yo involuntariamente me excitaba con ella, así que casi todas mis pajas matutinas en la ducha se las dedicaba a ella.

Y lo que precipitó todo fue que en mi departamento se planteó una cena de los que allí trabajábamos, por supuesto con los consortes, en total éramos ocho personas, todos casados menos yo, así que como no me podía negar a acudir le pedía Mercedes que si quería acompañarme y así no aburrirme demasiado.

No lo tenía muy claro pero accedió.

Entre Marta y yo conseguimos que se vistiese de forma espectacular, estaba guapísima, y bromeando le dije que menos mal que todos iban en pareja que sino seguro que intentaban ligar con ella.

En la cena la presente como mi cuñada y como todos estaban al tanto de mi situación personal lo entendieron, todo fue perfecto, Mercedes se entendió perfectamente con el grupo y estaba encantada.

Acabada la cena estuvimos de copas y del primer pub se marcharon tres matrimonios, y del segundo otros tres, quedábamos otra pareja y nosotros, cuando ellos dijeron que también se retiraban, decidimos que nosotros también nos íbamos.

Cuando Mercedes y yo volvíamos de camino a buscar el coche; pasamos por delante de otro pub que tenía la puerta abierta y la música que sonaba (española) hizo que ella se quedase como escuchándola, así que le dije que nos tomábamos la última y disfrutásemos un poco de la música y del ruido. Sonriendo entramos y con una copa en las manos charlamos un rato, pero la música estaba demasiado alta y para poder escucharnos teníamos que estar casi pegados.

Yo olía su perfume y me estaba poniendo nervioso, y supongo que el Whisky me aligeró la lengua porque una de las veces que estábamos tan juntos me atreví a decirle que sino fuese mi cuñada, y la mujer tan importante para mi que era, hacía ya rato que habría intentado besarla.

Lo que hizo Mercedes fue increíble y su valentía nos ha compensado de parte de los malos momentos anteriores; se giró, puso su cara pegada a la mía, mirándome con sus ojos abiertos y puso sus labios en los míos.

Nuestros labios se abrieron y nos fundimos en un beso largísimo, y cuando nos separamos seguíamos mirándonos fijamente, y volvió a ocurrir, nos volvimos a besar pero ahora no fue un beso, fue fuego.

No se el tiempo que estuvimos en aquel pub, pero todo el tiempo fue un puro abrazo, sin casi hablar, tan solo comiéndonos y acariciándonos.

Cuando fue inevitable y teníamos que irnos. Cogiendo su mano y mirándole de nuevo fijamente a los ojos le pregunté que era lo que iba a pasar ahora.

Mercedes sin dudar me apretó junto a ella y me dijo que pasase lo que pasase le daba igual, pero que quería hacer el amor conmigo, pues creía que era la única persona con la que podía compartir algo tan íntimo sin sentir que traicionaba a su hermana o a su marido.

No se cuanto tardamos en volver a casa, se que no hablamos mas que lo justo pero al llegar a casa yo supuse que se volvería atrás, pero no lo hizo, al entrar al piso me tomó de la mano y me dijo que fuese al baño y le dejase 10 minutos para prepararse y luego fuese a su habitación.

Yo la miré inquieto como preguntando si estaba segura de lo que hacía, pero totalmente segura de si misma me besó, y me repitió que en diez minutos fuese a su cuarto.

En esos diez minutos fui al baño, me lave los dientes, meé, me puse el pijama e intenté pensar en frió, pero no fui capaz, tan solo pasaban por mi cabeza los besos y la calidez de su abrazo, y me fui a su dormitorio.

La habitación estaba con una luz suave, y Mercedes dentro de la cama, yo llegue hasta ella y por instinto me quité el pijama quedando tan solo con mi slip, y una erección terrible.

Ella destapó las sabanas para hacerme hueco a su lado y pude comprobar que estaba tan solo en ropa interior, y peinada y perfumada.

Me tumbé a su lado, y al momento estábamos fundidos en un beso de esos de los que es difícil de soltarse.

Nos besamos, nos comimos, nos acariciamos y cuando quisimos darnos cuenta estábamos desnudos y abrazados dejándonos sentir piel con piel.

Saboreé sus pechos golosamente, jugando con sus pezones que demostraban lo excitada que estaba ella. Mi mano recorrió su espalda, haciendo que con cada caricia se estremeciese buscándome.

Y abrió sus piernas y me insinuó que me subiese encima, mi palo estaba como nunca.

Me entretuve jugando en la entrada de sus labios y luego fui entrando poco a poco en su vagina que chorreaba.

Cuando entró toda y me deje caer, y mis huevos chocaron con su pubis, Mercedes soltó un pequeño gemido y comenzó a agitarse como loca.

Yo no me movía, ella aprisionada por mi peso, maniobraba con sus caderas y su cara se trasfiguró corriéndose en un orgasmo interminable y sin dejar de moverse.

Cuando ella se quedó quieta, intentando recuperarse; fui yo el que empezó a culear, inicié un acompasado movimiento de caderas, clavándole mi polla hasta el fondo, primero despacio y al poco como un loco. Yo sudaba, berreaba y me movía dentro y fuera sin control, fueron unos escasos minutos hasta que me corrí gritando y dejándome caer encima de Mercedes que me aprisionaba entre sus brazos.

Fue un polvo brutal, supongo que los dos lo necesitábamos y haber roto esa barrera nos calmó y nos unió aún mas.

Esa noche me quedé a dormir en su cama, y de madrugada cuando malamente desperté me fui a toda prisa a mi cama, pues tampoco era plan de que mi sobrina me pillase acostado con su madre. Mercedes ni se enteró cuando me fui.

El Domingo en la mañana los tres teníamos cara de cansados, Mercedes y yo lo achacamos a la falta de costumbre y haber bebido un poco más de lo normal, y mi sobrina al botellón. Pasamos una mañana normal, de vaguear en casa, así que salí a comprar el periódico y el pan, pero ya de vuelta les propuse irnos a comer por ahí.

Sin muchas ganas, las dos accedieron, y comimos en un bar al que solemos ir de vez en cuando, después de comer y dar un paseo Marta nos dijo que había quedado con sus amigas y se marchó, así que Mercedes y yo seguimos de paseo, tranquilamente y casi sin hablar, como muy relajados.

Buscamos un café, que tiene un gran mirador y nos sentamos, frente a frente ninguno de los dos sabía como empezar, y después de un rato de huirnos fue Mercedes la que abrió la boca y empezó a hablar.

En alto y como hablando para si misma, sin mirarme y sonrojada me dijo que para nada se arrepentía de haber hecho el amor conmigo la pasada noche, que la había hecho muy feliz y la había hecho recordar los buenos momentos con su marido, y que solo por eso había merecido la pena, pero que al día siguiente se dio cuenta de que no habíamos usado ningún método contraceptivo, ella no tomaba la píldora pues desde que murió su marido no había vuelto a practicar sexo, incluso confeso en baja voz que ni siquiera se había masturbado, y tenía el temor de haber podido quedarse embarazada.

Junto a esta inquietud también tenía la comezón de cómo podía afectar a Marta, y menos mal que no se dio cuenta de nada.

Yo mientras Mercedes hablaba, yo estaba callado, cuando acabó la tomé de las manos, la miré a los ojos y le aseguré que yo también había sido feliz, por lo menos por un rato, y que sentía lo de no haber tomado medidas pero que no estaba previsto, y dije que para la próxima vez no ocurriría, ella me miró asustada como negando la opción, así que apostillé “si ocurría” y los dos nos reímos como aliviados.

Intentamos hablar de otras cosas, pero claramente teníamos hay un “algo” que por un lado nos unía y nos atraía y por otro lado nos daba miedo.

En un par de meses no volvió a pasar nada destacable, parecíamos una familia normal, con la salvedad de que Mercedes y yo dormíamos separados.

Pero un sábado noche que Marta estaba por ahí, y nosotros dos aburridos en el sofá viendo una mala película en la tele nos pusimos a hablar, primero del día a día hasta que sin querer “queriendo” llegamos a temas un poco más íntimos, primero de Marta, que iba creciendo y era ya una joven muy guapa, que habría que hablar con ella de que cuando se iniciase en el sexo tuviera y pusiera precauciones.

Yo me reí y dije que éramos un mal ejemplo, que como para dar consejos nosotros, y sino que se acordase de cierto día; Mercedes estaba colorada y preciosa en ese momento, y solo dijo que no éramos un buen ejemplo para nada.

Me atrevía a preguntar si después de nuestro encuentro no hubo retrasos, y ella me dijo que gracias a Dios, le bajó la regla con puntualidad, y que hasta ese día casi no pudo dormir.

Me permití bromear diciendo que yo tampoco pude dormir bien, y que a diferencia a ella yo si que había recurrido a la masturbación para calmarme, y más cuando no podía sacarme de la cabeza lo ocurrido esa noche.

Ambos nos callamos, dejando morir la conversación, hasta que acabó la película, en que ambos nos levantamos para irnos a dormir. Yo fui al baño, me aseé y antes de meterme a la cama pasé por la cocina con intención de tomarme un vaso de agua, y el destino de nuevo quiso jugar con nosotros, pues allí estaba también Mercedes abriendo la nevera, todavía vestida con su chándal de andar por casa, me acerqué y pedí que me pasase un vaso para mi, ella cogió un vaso y llenándolo me lo acercó.

Fueron unos escasos segundos en los que nuestras miradas se cruzaron, mantuvimos los ojos fijos el uno en el otro, y fue inevitable; me acerqué a ella, Mercedes cerró los ojos y abrió su boca. Yo entonces puse mis labios en los suyos y deje que mi lengua buscase la suya, a la vez que la abrazaba.

Nos besamos desesperados, buscando el aire que nos faltaba en la boca del otro, hasta que tuvimos que reposarnos, y fue cuando Mercedes me dijo que estábamos locos por estar haciendo aquello, yo intenté tranquilizarla diciendo que no hacíamos nada malo a nadie, y que a los únicos que afectaba era a nosotros mismos y quizás a Marta.

Ella bajo los ojos, cohibida, y fue entonces cuando tome su mano y la llevé a su habitación, la hice recostarse en la cama, mientras que yo me desnudé quedándome tan solo en calzoncillos, cuando subí a la cama nos fundimos en un gran beso, y Mercedes incorporándose un poco, soltó su sujetador quitándoselo por debajo de la camiseta.

Sus tetas grandes, pero no exageradas, quedaron libres y bailaban con nuestros movimientos, mi mano busco sus pezones subiendo por debajo de su camiseta, hasta apretarlos y pellizcarlos haciéndola temblar.

Nos abrazamos, nos besamos, nos comimos las lenguas y no nos dimos ni un respiro, y ya desnudos Mercedes no tuvo que pedírmelo, pues sus ojos lo hacían por ella, y con mis manos empujando sus muslos y abriendo sus piernas me coloqué encima de ella, poniendo mi rabo justo a las puertas de su coño.

Mi cabezota, amoratada de la excitación se entretuvo en jugar con los pliegues de sus labios y dar pequeños empujones en su botoncito que ya estaba totalmente erecto, Mercedes se mordía los labios para no gritar mientras se convulsionaba bajo mi peso.

Tuve un momento de lucidez y le dije que me dejase un momento que iba a mi cuarto a por un preservativo, Mercedes en ese momento pareció reaccionar y como que se le cortaba el momento, por eso me solté, desnudo como estaba salí corriendo y volví con una caja de condones que había comprado justo después de nuestro anterior encuentro, con la esperanza secreta de poder utilizarlos algún día con ella.

Me tumbé boca arriba mientras sacaba un condón y se lo ofrecí. Ella me miraba entre apenada y temerosa, pero no lo cogió. Vi las dudas y el temor en sus ojos, por eso la bese y le dije que a mi me daba igual pero creía que no era bueno correr riesgos de nuevo y no porque no estaría encantado de preñarla sino porque quizás no era el momento ahora.

No se si fueron mis palabras, o que estuve acariciándola con mucho tiento, pero noté que se relajaba de nuevo y se dejaba hacer, conseguí que abriera el condón y con total delicadeza y riéndose me lo puso en mi polla que estaba tiesa, pero muy tiesa.

Seguía sonriéndose para si misma y pregunté a que se debía y me contó que le recordaba los tiempos de novios con su marido, la primera vez que lo hicieron, un poco antes de  casarse, el miedo que tenían y la novedad de usar un condón, también me confeso que ya de casados estuvieron buscando un hijo y ya no los volvieron a usar, y que solo una vez nacida Marta decidieron volver a usar otros métodos, y recurrieron al DIU, pero que le traía buenos recuerdos de juventud y sobre todo de todo lo que había querido y disfrutado con su marido.

Me lo estaba contando y lloraba, así que yo la abracé fuerte junto a mi pecho y la bese dándole mi calor y dejando que sintiese la fuerza de mi abrazo, poco a poco se dejó ir y con su mano busco mi rabo con el condón puesto.

Volvimos a buscarnos con los labios, volvimos a besarnos sin tregua, nos volvimos a fundir el uno en el otro, y cuando ella estaba preparada me lo hizo saber, al apartarse lo justo, y abriendo bien los muslos, sin palabras, pidiéndome que la montase, yo estaba que me moría y sin dudar entre suave al principio pero sin pausa hasta bien dentro.

Cuando Mercedes estaba bien ensartada comencé a culearla como un animal, en unas embestidas brutales y que hacía que más allá de nuestros sonidos se oyese el tipo golpeo de carne con carne, hasta que ella ya no pudo mas y explotó, para entonces sus piernas ya se enroscaban en mi espalda, intentando empujarme hasta todo lo dentro que pudiese, y sus manos me abrazaban, me apretaban y cuando se corrió sus uñas se clavaron en mi espalda a la vez que soltaba un grito de furia contenida.

Cuando acabó de correrse, lo hizo dando un montón de estertores e hipando como ida, se dejó caer, vencida y con los ojos cerrados, como muerta. Yo frene mis embestidas pese a que no me había corrido y me acomodé de tal forma de no pesarle mucho.

Cuando volvió en si y abrió los ojos, me besó y me abrazó dándome las gracias por hacerla tan feliz, y yo que seguía empaladísimo inicié de nuevo un suave metisaca, ella se dejaba hacer, un poco agotada y ya satisfecha, por eso con su complicidad y su pasividad me dedique a culearla a tope, como una perforadora; fueron un par de minutos de meter y sacar a tope hasta que me corrí gritando incoherencias, y mientras ella me abrazaba y yo me quedaba reventado encima de ella.

Cuando me salí de su coño, me quite el condón y haciéndole un nudo lo dejé en la mesilla, ya mas tranquilos nos abrazamos y sin hablar, solo oyéndonos respirar el uno al otro nos adormilamos, no oímos llegar a Marta, pues nos quedamos totalmente dormidos, pero ya bien de mañana despertó Mercedes, me dio un beso de completo amor y me dijo que debería irme a mi cama, que me deseaba en la suya pero de momento así eran las cosas, me vestí y fui directamente al baño, y de allí a mi cama.

Me volví a levantarme casi al mediodía y con una sonrisa de oreja a oreja, “de bien follado” que se dice, madre e hija bromearon de mi pereza, y yo en la mesa comiendo no hacía mas que bostezar, fue acabar de comer y sentarme en el sofá y quedarme frito otra vez.

Era de risa pues ellas dos estaban viendo la tele y yo roncando, cuando medio me espabilé me dijo Mercedes que me fuese a la cama y descansase que parecía que esa  noche no había descansado bien, que ella entre tanto se pondría a leer un rato, así lo hice y a la vez que yo me iba la cama, Marta dijo que se iba que había quedado con gente para ir al cine y dar una vuelta.

Yo me metí en la cama y me quede dormido casi al momento, solo desperté cuando note que me tocaban, y fue increíble pues allí estaba en mi cama Mercedes, totalmente desnuda y con su pecho apoyado en mi espalda, a la vez que una de sus manos acariciaba mi culo y otra recorría mi verga por dentro del pijama.

Desperté y ya estaba empalmado, ella se rió de mi rápida respuesta, así que tal cual y mientras me mordía el cuello y me dejaba sentir su aliento en mi nuca, con una mano seguía recorriendo mis nalgas, llegó incluso a entrar con uno de sus dedos en mi culito y con la otra empezó a pajearme.

Tuve que pedirle que parase porque no quería correrme ni así, ni tan pronto, porque deseaba otros placeres, me di la vuelta quedamos frente a frente, nos besamos, nos abrazamos y buscamos una postura en que de medio frente y medio de lado, mi polla quedaba a la entrada de su coño, yo estaba quieto, pero ella agarró mi tallo posicionándolo pegado a su clítoris y se comenzó a masturbar como si mi polla fuese un vibrador.

Estaba muy caliente y muy excitada, tanto que forzando un poco la postura, y levantando y abriendo bien sus piernas acabe enterrándosela hasta el fondo, y me quedé quieto, Mercedes también se paró, solo contraía el coño, no se si voluntariamente o fruto de la excitación y del placer. Nos besamos y como si eso hubiese sido el pistoletazo para empezar de nuevo comenzamos los dos a buscar nuestras pelvis, a luchar vientre a vientre.

No duré ni dos minutos y me corrí dentro de su coño, gritando de gusto, para entonces Mercedes ya estaba encadenando un orgasmo con otro, no se si fueron varios o uno tan grande que se alargaba.

Quedamos rotos y abrazados nos adormilamos.  A medio despertar bromeé y dije que si seguía así iba a acabar conmigo, pues follaba como una diosa.

Vagueamos un rato en la cama, hasta que decidimos levantarnos, era necesario una ducha pues no es que oliésemos a sexo, desprendíamos sexo de cada poro de nuestra piel.

Entramos junto a la ducha y allí nos entretuvimos debajo del agua, besándonos y dejándonos sentir piel con piel, al salir nos secamos y vestimos y dijimos de dar un pequeño paseo por donde vivimos haciendo tiempo para cenar.

Estaba preciosa, supongo que la felicidad volvía a sus ojos, y eso se notaba, aunque en la calle nos manteníamos separados, sin poder ir de la mano, cuando podíamos nos buscábamos y nos rozábamos para hacerle sentir al otro que estaba allí.

Cuando volvimos a casa Marta ya estaba allí toda tirada en el sofá viendo la tele, en alto preguntó si no cenábamos y su madre se puso a preparar algo.

Después de cenar estábamos en el sofá medio dormitando, nosotros dos esperando a que Marta se fuese a dormir para poder buscarnos y cuando lo hizo yo me aparté un poco haciéndole sitio a Mercedes a mi lado, que se dejo acunar entre mis brazos. Estuvimos dejándonos estar en el sofá, besándonos y hablando de todo y de nada.

A la hora de ir a dormir, me dio un beso de los que no se olvidan, fue como una promesa de futuro, de complicidad, de agradecimiento, lo decíamos todo en un solo beso a la puerta de su habitación.

Ni siquiera hice mención de entrar a dormir con ella, pues sabía que no era el momento.

Al día siguiente cada uno de nosotros seguimos nuestros ritmos, yo soy el último en llegar a casa al mediodía y ellas para entonces ya han comido, por las tardes Marta, si no ha salido suele estar estudiando y Mercedes y yo o bien hacemos algo de la casa o dependiendo del clima paseamos un rato o nos dedicamos a la lectura y al ver la tele.

Esa tarde Marta salió, y Mercedes y yo, sin disimulo nos levantamos, en la cocina mientras ella se apoyaba en la puerta cerrada yo la besaba, y mis manos la buscaban haciéndole cosquillas.

Al poco estaba sin camiseta con sus tetorras al aire mientras yo mordía sus pezones y con una de mis manos buscaba el agujero de su culo y con la otra acariciaba su coño por encima de las bragas. Mercedes gemía en mi oído y me decía cositas como, “muérdeme” “cómeme las tetas”  y cuando ya no podía mas me ronroneo al oído “follame”.

Estuve desnudo en quince segundos, y a la vez con movimientos bruscos le acabe de quitar el pantalón del chándal y las bragas, que para entonces ya estaban empapadas. La hice apoyarse en la mesa y dije que esperase un segundo, corriendo fui a mi habitación y a la carrera cogí un condón y de vuelta ya me lo estaba poniendo, al verme puso cara de zorra y me dijo que mejor porque el otro día nos habíamos vuelto a dejar ir y no lo habíamos usado. Mercedes estaba con su popa ofrecida y yo desde atrás de un único envite se la clave hasta las pelotas, Mercedes movía la grupa en mi busca mientras mis manos se agarraban a su caderas y la movían delante y detrás.

Estaba incomoda pues sus tetas estaban apretujadas en la tabla de la mesa, por  eso se volvió me hizo sentarme en un taburete y abriendo sus piernas con una agilidad que no le suponía se dejo caer y se clavó en mi polla. Estaba sentada frente a mí subiendo y bajando mientras sus tetas golpeaban en mi pecho y yo como podía con mis manos la sujetaba para que no cayese. Se corrió casi enseguida y con sus últimos golpes de cadera también me corrí yo.

Quedamos exhaustos y al levantarnos nos fuimos a su habitación, donde mas calmados y ya tumbados en la cama nos abrazamos, no besamos y volvimos a comenzar con nuestros juegos.

Me estuvo meneando la polla con suavidad y cuando notaba que me aceleraba más de la cuenta paraba y se dedicaba a besarme y a rozarme con sus tetas en mi pecho.

Cuando yo ya no podía más, se espatarró en la cama y me dejó montarla, el condón hacía un buen rato que ya no lo tenía y así se lo dije, pero no me dejo levantarme y me dijo que la follase de todas formas, y así lo hice, la clave hasta dentro sin que ella se inmutase y comencé a bombear dentro de ella como desesperado.

Mercedes con sus piernas me apretaba aún mas a la vez que me aullaba guarradas junto a mi oído, y me corrí llenándole el coño otra vez con mi leche, pese a mi corrida seguí un par de minutos bombeando hasta que empecé a perder dureza, pero Mercedes quedó al borde de otro orgasmo, así que me baje de ella, y abrazándola y con tres de mis dedos en su coño, la masturbe, esparciendo mi leche por todo su coño, y cuando acabó entre convulsiones de placer y gritos saque mi mano pringosa de mi semen y sus caldos y se la hice chupar, dejándola limpita y reluciente.

Nos quedamos abrazados en la cama y después de un rato de descanso y silencio, hablamos de nuestra posición como pareja, yo dije que estaba a gusto con ella y si quería podíamos dar un paso adelante y aclarar nuestra posición ante la gente.

Mercedes dijo que de momento no le parecía oportuno darle publicidad, pero si que quería compartir conmigo todo como pareja, incluido el sexo me confirmó, pero que no había porque publicarlo, con la única excepción de Marta su hija y mi sobrina, a la que creía que no se lo debíamos ocultar. Por eso decidimos que esa misma noche cuando volviese a casa se lo diríamos.

Cuando nos medio recuperamos salimos a dar un pequeño paseo por el barrio, con Mercedes apoyada en mi, aunque no de la mano que era lo que me pedía el cuerpo.

Cuando llegó Marta, y sentados en la mesa cenando, Mercedes se puso muy seria y le dijo a su hija que teníamos que hablar con ella, Marta se preocupo pensando en algo que le podía incumbir a ella, y preguntó que era lo que pasaba.

Mercedes entró a saco, le dijo a su hija que desde el accidente su situación personal había sido muy dura, que ella quería a su padre con locura pero que también había que pensar en el futuro. Cuando se lo estaba contando, Marta me miraba a mi como interrogándome donde quería llegar su madre con su discurso y cuando dijo que pese a todo lo pasado y lo que quiso a su padre y lo que le echaba de menos también tenía derecho a rehacer su vida, Marta me miró preocupada.

Por eso cuando le dijo que ella y yo habíamos decidió compartir cosas como pareja, dio un pequeño suspiro de alivio, luego charlando mas relajados nos confesó que llegó a pensar que su madre se había buscando un “novio” por ahí, y claro no le cuadraba, pues aunque nosotros no nos dábamos cuenta parece que nos comportábamos como adolescentes enamorados, y nos echábamos unas miradas de lo más expresivas, además dice que un día vio restos del envoltorio de un condón y supuso que nos habíamos encamado ya. Cuando lo oyó, Mercedes se puso roja como un tomate lo que confirmo ante su hija este hecho.

Fui yo quien le pidió su aprobación para mantener una relación de pareja, y Marta se levantó vino donde mi, me abrazó y me besó diciéndome que si había alguien que fuese capaz de hacer feliz a su madre ese era yo y que ella era feliz de tenerme en casa con ellas.

Le dijimos que de cara al resto de la gente la situación seguiría siendo la misma, y solo en casa y con ella, cambiaríamos de roles.

Acepto encantada y Mercedes y yo quedamos contentos.

Estuvimos un rato en el sofá viendo la tele, y marta dijo que se iba a dormir, y riendo nos pidió que tardásemos un rato en ir a dormir, pues así ella ya estaría dormida “por si nos daba por recuperar el tiempo perdido y la desvelábamos con nuestros juegos” Mercedes estaba colorada, pues su hija daba por supuesto que nos íbamos a acostar juntos, cosa que de hecho hicimos.

Esa noche no follamos, y casi ni dormimos, simplemente nos estuvimos acostumbrando el uno al otro, y supongo que ninguno de los dos estábamos acostumbrados a dormir acompañados después de tanto tiempo.

Desde ese día lo compartimos todo, cama, vida y Marta estaba encantada pues nuestra relación que siempre había sido buena, se estrechó aún más y era más que una hija para mí.

En vacaciones, que compartimos con Marta, fuimos como un matrimonio y donde nadie nos conocía fuimos felices. Fueron quince días maravillosos.

De vuelta a casa más unidos que nunca, Mercedes dijo que nos podríamos plantear tener un hijo pues a ella el tiempo biológico se le estaba echando encima, dije que deberíamos hacer participe de ello a Marta y cuando lo hicimos le encantó la idea.

Después de un tiempo, preocupados por posibles embarazos, ahora nos preocupaba que este no llegara, después de varias consultas médicas y confirmar que no había problemas físicos, lo intentamos, y lo intentamos y al final Mercedes se quedó embarazada. Nos reíamos pues Marta decía que no podía ser que con tanto ahínco que poníamos no llegase, pues Mercedes le hizo participe de sus desvelos y problemas desde el primer día y ella nos animaba a intentarlo, y muchas tardes salía para dejarnos tranquilos y que pusiésemos follar a gusto.

El embarazo fue fenomenal y pese a que cierta gente se extrañó de ello, como ninguno de nosotros soltaba prenda, y como a Mercedes no se le conocían otras amistades todo el mundo supuso que yo algo tenía que ver con aquello, pero nada dijimos.

El niño fue registrado como hijo mío y aunque a nosotros por temas económicos no nos interesa casarnos, somos un perfecto matrimonio, y después de varios años, cada vez estamos más unidos, no ha llegado esa etapa que dicen del aburrimiento pues por lo menos en el sexo no nos cansamos el uno del otro y nuestras folladas son gloriosas.

Marta sigue sus estudios, ahora estudia y vive fuera y es feliz con su madre y “su querido tío” y tiene conmigo una confianza absoluta; más como amigos que como padre e hija.

Esta es nuestra vida y así somos felices,…………….