Regreso casa por Navidad

Por fin este año puedo pasar las navidades en casa...

Me despedí de mi amiga en el andén, y subí al tren que me llevaría a pasar las navidades a casa de mis padres, por primera vez en más de cinco años, ya que por cuestiones laborales, nunca podía esos días.

Vi a papa, nada más bajar del tren y me acerqué, dejando que ese hombretón me abrazara, como si no hubiera mañana.

—Hola princesa, que bien que hayas podido venir, tu madre nos espera en casa.

Nada más entrar, el calor, el olor y la sensación de estar en casa, me acogieron, antes de que mi madre, apareciera para abrazarme.

—Hola cariño, como te echaba de menos.

—Yo también a vosotros…y además huele genial…

—Sube a dejar tus cosas y ponte cómoda, la cena casi esta lista.

Cuando regresé al salón, oí a mi padre hablar con alguien y reconocí la voz de Fernando, mi hermano, fruto del primer matrimonio de mi padre.

Al principio, no se tomó nada bien la relación de su padre, con mi madre; ya que era casi de su edad. Pero con el tiempo, terminó haciéndose a la idea, sobre todo después de que mi nacimiento consolidara su relación.

Conmigo apenas hubo trato, por la diferencia de edad, porque él estudiaba fuera y cuando volvió, para hacerse cargo de la empresa familiar, fui yo quien se fue a estudiar fuera, y hasta hoy, nuestra relación había sido casi inexistente, ya que apenas coincidíamos unos días al año, al principio y casi nada en los últimos años, ya que casi cada vez que había vuelto para pasar unos días con mis padres él estaba fuera de la ciudad.

—Hola nena, pasa. Ya ha llegado Fernando, está pasando un tiempo con nosotros.

—Hola Fernando –me puse de puntillas para besar sus mejillas

—Alex, ¿qué tal?

—Este año, por fin va a pasar las vacaciones con sus padres –dijo mi madre entrando al salón.

Durante la relajada cena, comprobé que entre Fernando y mi madre, parecía no quedar ningún rencor del pasado, y su relación era de lo más normal. Además eran los dos más afines en edad, ya que mama tenía ahora casi sesenta años y él cincuenta y pico; ya que mi padre le llevaba dieciocho años a mama.

—Estoy cansadísima, ayer salí con mis amigas, para despedirme y el viaje de hoy…

Al día siguiente, me desperté como nueva en mi enorme cama, bajé a la cocina donde se escuchaban ruiditos, y me encontré con mama.

—Buenos días cariño, ¿porque no te das un bañito en la piscina, mientras termino tu desayuno?

La piscina climatizada, había sido el capricho de papa y también era mi rincón preferido de la casa.

—Te dejo aquí el desayuno –dijo mama, poniendo la bandeja en la mesa redonda frente a la enorme cristalera.

— ¿No te quedas?

—Tu padre y yo, habíamos quedado con unos amigos cielo.

—No pongas morritos princesa, ahora baja Fernando. Luego hemos quedado para comer –dijo mi padre desde la puerta

Lo que me faltaba, que obligaran a susodicho a hacer de canguro, como si tuviera diez años.

—Me han dicho que aquí dan desayuno

—Lo siento, te han pillado de canguro

—Tranquila, es sábado y no tenía planes –dijo, abriendo el periódico, mientras yo me dirigía a la escalera

Me incliné para coger el albornoz, mientras seguía hablándole:

—Esto es una gozada, ¿llevas mucho viviendo aquí?

Como no respondía, me giré un poco para comprobar que no se había ido, y lo que vi me dejó sin habla. Mi serio y más bien hosco hermanito, estaba con el periódico entre las manos, pero mirando embelesado…mi culo.

—lo siento me había despistado –dijo fingiendo leer el periódico

Repetí la pregunta, sin dejar de darle vueltas a lo sucedido, y a como había reaccionado mi cuerpo, excitándose ante el morbo, que me producía su lobuna mirada.

Durante la comida, me levanté para ir al baño, y cuando entre las mesas me giré, volví a pillarle mirando, y a pesar de apartar la mirada al instante, no fue lo suficientemente rápido, para evitar que viera la oscuridad en sus ojos, y eso volviera a calentarme como en la piscina.

Nadie se dio cuenta en los días sucesivos, de cómo la tensión subía cada vez que estábamos juntos, en la misma habitación, ni siquiera nosotros éramos del todo conscientes, de como buscábamos el más mínimo roce, para seguir alimentando la obsesión y el deseo, que surgía sin cordura entre ambos; tras esa mirada que había destapado la caja de los truenos para ambos; metiéndonos de lleno y sin palabras en una espiral de miraditas y roces que ya ninguno de los dos era capaz de evitar. Disfrutaba consiguiendo captar esa atención, que sabía que él evitaba, a sabiendas que no estaba bien.

La mañana del viernes, le oí salir de su habitación, y vi que bajaba a la piscina, me puse el bañador y baje tras él.

—Buenos días –le dije quitándome el albornoz y metiéndome el agua.

Nos cruzamos y me rozó al intentar salir por donde yo entraba.

— ¿Te doy miedo? –le dije, pegando mi cuerpo al suyo

—Más que una caja de bombas, y papa está haciendo café

—Pues razón de más, para que no descubra dos cosas –le dije, colgándome a su cuello

— ¿Que?

—Sabrá que huyes de tu hermana pequeña. y con una erección –le dije, frotando mi cuerpo con la evidencia.

—Va a entrar pequeña –dijo mientras enroscaba mis piernas a sus caderas

—Solo un besito… -pedí juguetona

Entonces, bajó la cabeza y nada me había preparado, para las sensaciones que recorrieron mi columna, cuando mi hermano se apoderó con furia de mi boca, empotrándome contra la pared de la piscina. Cuando su boca se apartó de la mía, apenas me tenía en pie.

—Joder, casi nos caza –le oí murmurar, mientras mi padre hacia aparición

Durante el desayuno, se habló de la fiesta del día siguiente, era la fiesta de navidad de la empresa, en la que todos, incluida la mujercita de mi hermano, venían a casa de mis padres como cada año.

Al día siguiente, antes de la fiesta, me quedé un momento a solas con mi hermano.

—No podemos seguir jugando con fuego, o terminaremos quemándonos

— ¿Te da miedo el infierno?

—No puede pasar, no va a pasar

—Pues tú te lo pierdes hermanito

Esa noche, decidí vestirme de femme fatale. Vestido negro anudado a mi nuca con la espalda al aire y sin sujetador, medias a medio muslo y taconazos. Me maquillé con esmero y bajé, feliz de captar su mirada al instante, a pesar de estar alternando con un grupito que ya había llegado.

Durante toda la noche, sin dejar de mirarnos a hurtadillas, me reí y lo pasé en grande con las gentes que me iban presentado, sobre todo mis padres y cuando una pareja y otro salieron a fumar les acompañé, para que me diera el aire. Mientras la pareja apuraba sus pitillos, acompañé al otro a su coche cuando dijo haber olvidado su móvil, me arrepentí cuando me di cuenta que había aparcado fuera del vallado, ya que me dolían los pies, y más cuando al llegar al coche, el susodicho intento besarme comportándose de repente como un pulpo.

— ¿Qué haces? Para, lo siento pero no…

—Venga nena…

En ese momento, algo o más bien alguien, lo apartó de mí

— ¿No entiendes un no?

—Yo…lo siento…

—Anda vete de mí vista, invéntate algo ante el resto y desaparece antes de que...

Mientras él volvía y entraba dentro con la pareja, mi hermano me llevaba de la muñeca, pero en vez de seguir sus pasos, me llevó hacia la parte de atrás.

—¿Dónde vamos?

—A que te arregles un poco antes de que te vean así, tu madre y papa –dijo enfadado llevándome hacia la puerta de atrás

Justo ante la puerta de la cocina, rebuscó en el bolsillo de su pantalón, y vi una manera de recriminarle al menos algo, a don perfecto.

—Vaya don perfecto ha olvidado las llaves, y ahora voy a tener que volver a dar toda la vuelta con estos tacones que me están matando –le dije con sorna

—Haber avisado

Y para mi sorpresa, me agarró de la cintura y sentándome en el poyete, que había ante la ventana, se puso en cuclillas y me quitó los zapatos.

—Problema resuelto, ahora a la nena ya no le duelen los zapatos –dijo también con burla

Pero entonces, al subir la mirada, descubrió que la falda de mi vestido se había subido, y desde su postura, podía ver casi la totalidad de mis piernas, y no pudo evitar que su mirada, volviera a oscurecerse, al igual que yo no pude ni quise evitar, añadir más leña a ese fuego, separando más mis muslos.

—Alex, se buena –dijo, apoyando sus manos en mis rodillas sin moverse, sin dejar de mirar hipnotizado entre mis piernas.

— ¿De verdad quieres que sea buena? –le dije, apoyando mis pies en sus rodillas, para abrirme aún mas

Sus dedos, ya resbalaban sobre mis medias, subiendo hasta llegar al final donde sus yemas, se encontraron con la piel de mis muslos.

—Tu olor, ver tus braguitas húmedas mientras mis dedos acarician tu suave piel, hace que me olvide hasta de quien soy –y dicho esto, pasó su lengua por la tela húmeda de mis bragas

Gemí al notar el calor de su aliento sobre la tela, mientras sus dedos, se colaban debajo, suspiré cuando su lengua caliente, trazó mil caminos húmedos en mis muslos, antes de apartar la tela y lamer directamente mi sexo hambriento. Dios, su boca me devoraba con un hambre voraz, volviéndome loca, haciendo que me corriera en cero-coma.

—Que rica estás pequeña –dijo, relamiéndose aun con la boca pegada a mi sexo… besándolo

Apenas podía pensar con claridad, sintiendo esos labios sobre mi sexo aun palpitante, pero tenía algo muy claro

—Necesito que me folles, hermanito –supliqué, poniéndole morritos

—joder Alex, sabes lo que más sensato sería dejarlo aquí, creo que ya hemos sobrepasado con creces, la barrera de lo que está bien y mal –dijo, unos segundos después poniéndose en pie

—Pues si ya hemos sobrepasado la barrera, quedémonos en el lado oscuro hermanito –le dije, acariciando su evidente erección

Entonces sacó las llaves de su bolsillo, y cuando creí que me dejaría allí, volvió a agarrarme, esta vez de la mano, y me llevó dentro de la cocina, la cruzamos a oscuras, y abriendo la puerta del pequeño trastero me metió dentro, cerrando la puerta tras él.

Mientras encendía la luz con una mano, tiró con la que me agarraba y cuando choqué con su cuerpo, su boca se apodero de la mía. Podía notar mi sabor en sus labios, y esa lengua que me había enloquecido, tomo posesión de mi boca, derritiéndome.

No quería que cambiara de opinión, que se escabullera y busqué su cinturón, el botón de su pantalón y por fin liberé su polla. El gimió, sin dejar mi boca y yo empecé a tallarla sin prisas. Sus manos desabrocharon en mi nuca, el cierre del vestido y el cuerpo cayó, él retrocedió para mirar mis pechos desnudos. Suspiró antes de agarrarlos y amasarlos, luego agarró los pezones entre dos dedos cada uno, frotándolos, haciendo que se endurecieran más de lo que ya estaban, justo antes de bajar a lamerlos, morderlos… mis braguitas, chorreaban cuando las arrastró por mis muslos, sin dejar de mordisquear mis tetas. Tiró al suelo las cestas, en las que había ropa para planchar, y me sentó en la mesa estrecha para ese menester, y colocándose entre mis piernas, agarró su falo y lo paseó entre los pliegues de mi vulva, lo colocó en la entrada, y agarrándome del culo con ambas manos, fue entrando lentamente, llenándome como nadie me había llenado jamás.

—Ummm, que rico –jadeé desesperada

Desbroché su camisa con prisas, me aferré a su cuello y pegando mis pechos a su pecho, me dejé llevar por el vaivén de sus lentas acometidas, que poco a poco iban acrecentándose, a medida que nuestros cuerpos demandaban más, para terminar con un ritmo endiablado, que nos llevaba a un inminente orgasmo doble. Salía casi por completo, y se hundía de un golpe, en dos veces o incluso rebotaba dentro. Los dos jadeábamos, pegados el uno a la otra… rozándonos, yo frotaba mi pubis contra el suyo, y cada vez sentía los escalofríos que me indicaban que estaba más que apunto.

—No pares, voy a correrme…

—Si pequeña, quiero que te corras, hazlo ahora con mi polla nena, me vuelves loco…

—Córrete conmigo, quiero volver a esa fiesta con el coñito lleno de tu semen… -gemí

Mordió mis labios, y me folló endiabladamente, hasta que mi cuerpo tembló y sobre su boca, gemí que me corría, mientras los espasmos de mi orgasmo, apretaban su falo enhiesto, que en una última y potente estocada, empezó a descargar con furia su lava caliente, realzando mi orgasmo ya en ciernes de nuevo, mientras casi sollozaba, besándonos como salvajes en ese diminuto habitáculo.

—Tenemos que volver o mandaran una partida a por nosotros –le dije, cuando nuestras respiraciones empezaban a relajarse.

— ¿Como algo que esta tan mal, puede dejarte tan buen sabor de boca? –dijo, arreglándose la ropa

Le sonreí, colocándome el vestido y haciéndole una señal, para que abriera la puerta y volvimos por separado a la fiesta. Yo la abandoné primero, dejándole hablando con el último grupito que quedaba, en el que estaba también su mujer y subí a mi habitación, tras despedirme de mis padres.

Me di una ducha, y aun desnuda abrí la puerta de mi habitación, como clara invitación para cuando subiera, y me metí en la cama. Había oído como todos se habían ido y él se había despedido de mis padres, luego sus pasos subiendo, parándose frente a mi puerta abierta unos segundos y luego pasos alejándose.

No podía dormirme, oí la ducha en su habitación, luego pasos de nuevo en el pasillo, que me devolvieron la esperanza, de nuevo se paró frente a mi puerta abierta y al momento esta se cerró.

—Iba a meterme en la cama, y pensé que a lo mejor necesitabas que te arropara.

No le contesté, simplemente destapé mi cuerpo desnudo, retirando el edredón.

—Antes cuando pasé, olí ese gel que usas que huele a caramelo, y decidí darme una ducha, bajo el chorro, recordando tu olor, me dije mil veces que lo mejor sería, que me metiera en la cama. Pero sorprendentemente, por segunda vez en unas horas, mi soldadito no está de acuerdo con mi cerebro –dijo arrodillándose a los pies de mi cama

Noté su lengua en la planta de mis pies, entre mis dedos, en el empeine y subiendo por mis piernas, dejando un reguero húmedo a caliente a su paso.

—Dios que rica estas hermanita –susurró empapándose en mi coñito

Tras regalarme así otro orgasmo instantáneo, subió por mi tripa, mi torso y devoró una vez más mis pechos y mis pezones, para terminar en mi boca.

—Me toca –exclamé escabulléndome y haciendo que se tumbara

Pasé mis dedos por el vello fino de sus piernas; tras mis yemas, mi lengua… evitando su sexo subí su torso y frotando mi sexo mojado en uno de sus muslos, seguí lamiendo la piel de su torso, buscando sus tetillas…

Bajé resbalando mi sexo por su pierna, enredé mis dedos en su vello púbico, luego lamí sus pelotas, mientras agarraba su polla por la base, y empezaba a tallarla.

—Si nena, que rico…

Me encantaba menear sus pelotas con mi lengua, antes de chupetearlas, metiéndolas en mi boca, succionándolas, mientras frotaba mi vulva en el empeine de su pie, que el movía ligeramente, dándome aún más placer.

Pasé mi lengua por todo el tronco, relamí la punta ya húmeda, y succioné con ganas el glande unos segundos, antes de dejarla entrar hasta mi garganta.

—Nena tienes que dejar de hacer eso…

— ¿No te gusta?

—Demasiado

Mamé un poquito más, disfrutando de sus gemidos, antes de volver a reptar por su cuerpo, cerrando sus piernas y abriendo las mías. Su polla rozó mi sexo y volví a bajar clavándomela, con las manos apoyadas en su pecho, sentándome, para así cabalgar.

Él, aferró mis tetas entre gemidos, y las estrujó; yo meneaba las caderas, subía y bajaba, sin dejar de mirarle a los ojos en la penumbra, gimiendo mientras me relamía sintiéndole muy adentro…

—Vas a hacer que me corra, si no dejas de mirarme y moverte así zorrita…

El orgasmo me sorprendió en ese mismo instante, y mientras me retorcía, él apoyando los talones subía el culo, golpeando más nuestros cuerpos, profundizando en cada arremetida, mientras mi cuerpo caía sobre el suyo, su boca amortiguaba mis jadeos y sus manos en mis caderas, me seguían meneando como a una muñeca de trapo, hasta que entre las brumas de mi orgasmo, noté la tensión de su cuerpo, y su propio orgasmo bañó de fuego liquido mi interior.

—Llenarte de semen, se está convirtiendo en una interesante costumbre

—Muy interesante hermanito

No sé en qué momento volvió a su cama, pero desperté sola y cuando bajé, aun en pijama a desayunar ya estaban los tres.

—Buenos días familia –y todos me saludaron

Tras el desayuno, mis padres y yo fuimos a ver a unos amigos y luego comimos con ellos, ya que Fernando, pasó todo el día intentando evitarme. Cuando papa le invitó a cenar por la noche, intento zafarse sin éxito y terminamos cenando fuera. Ya casi al final de la cena, se nos unieron a tomar café, dos parejas amigas que cenaban en el mismo restaurante, y cuando mi hermano se fue al baño, yo aproveché y le pedí las llaves del coche a papa, fingiendo haberme dejado el móvil.

— ¿Estás loca, que haces aquí? –preguntó, al verme entrar en el baño de hombres

—No vas poder evitarme siempre, dime que no me deseas y no volveré insistir

La puerta crujió y con rapidez me metió en uno de los reservados, nuestros cuerpos volvían a estar pegados.

—Esto no puedes evitarlo, ni negar la evidencia –le dije, acariciando sobre el pantalón su evidente erección

Me tapó la boca con la mano, y lamí su palma, le mordisqueé y apartándola bajó la cabeza y me besó con la furia de quien se siente atrapado, y al momento olvidamos donde estábamos.

Sus manos desabrochaban mis vaqueros, y las mías su pantalón de pinzas, sus dedos recorrían mi vulva encharcada ya, y los míos liberaban su soldadito en pie de guerra, un minuto antes de darme la vuelta y cara a las baldosas, tiró de mis caderas, flexionó ligeramente las rodillas y me la metió de un solo golpe.

—Ya tienes tu evidencia bien adentro golfa, ¿así la quieres?

—si dame duro hermanito, fóllame

Unos minutos después, un hombre con canas me sonreía desde el espejo, lavándose la manos al verme salir del reservado, y saliendo tras de mí. Salí fuera antes de volver a entrar, para encontrarme ya a mi hermano en su sitio.

—Si papa se entera, me matara por hacerle esto a su niña y ti te repudiara por golfa –me dijo al día siguiente mientras me follaba duro en mi camita

—Pues será mejor que no se entere –sonrei antes de meterme su soldadito en la boca y la llenara de lechita espesa

Al día siguiente se fue de viaje, iba a estar un día, pero no volvió hasta el viernes.

Al mediodía, le pedí a mi padre que me dejara en el centro, para comprar los últimos regalos y cuando me comentó que iba a pasar a ver a mi hermano antes de irse a comer con sus amigos, ya que iba a estar todo el día en la oficina, le dije que yo pasaría por la tarde para darle una sorpresa y así volvería con él a casa.

Llevaba diez minutos esperándole, cuando salió de su reunión con cuatro tíos más igual de trajeados que él y me vio.

—Hola hermanita, que sorpresa

—Quería comentar contigo lo de los regalos en los que seguro no has pensado, pero puedo esperar a que termines –le dije, señalándole las bolsas

—Pasa, le doy unos papeles a él y hablamos.

Me paseé, observando cada detalle de su pulcro despacho, mientras él buscaba entre el papeleo y hablaba con el otro hombre; a pesar de no haber pasado por casa, iba impoluto con su traje, sin desentonar en ese ambiente en el que yo, con mi corta falda vaquera, mis medias de hello kitty y mis botas militares si desentonábamos, pensé con una sonrisa.

—Ni había pensado en los regalos, mi mujer siempre se ha encargado de eso.

—Pues si quieres compartimos, ¿quieres verlos?

—Prefiero verte a ti

—Pues hace un momento, me sentía rara en este despacho, contigo así vestido y yo con estas pintas… con mis hello kitty –le dije señalándolas en mis medias

—Estas para comerte y me pregunto si tus braguitas también llevaran algún dibujillo…

—Pues no lo recuerdo –le sonreí juguetona

Alentada por su mirada hambrienta, me acerqué y subí mi faldita. Él sin pensárselo, agarró el elástico de las medias y las bajó, descubriendo mis braguitas rosa chicle.

—Me encanta el color, sobre todo aquí que está más oscurito –masculló, presionando la tela ya húmeda que cubría mi sexo

Sus dedos, frotaban la tela contra mi sexo mojándola más sin dejar de mirarme.

—Luego creen que los hombres, preferimos el negro y el encaje –murmuró mirando la tela mojada

Sus dedos, su voz profunda…sería capaz de llevarme al orgasmo, sin quitarme ni las bragas, pensé cuando apartó la silla, y poniéndose en pie, me pidió que no me moviera, fue tranquilamente a la puerta y echo el pestillo antes de regresar, y darme la vuelta para poner mis manos junto al teclado de su ordenador, y colocándose detrás de mí, de un tirón bajó mis bragas descubriendo mi culo, mientras oía el sonido inequívoco de su bragueta. Al momento su polla, pugnaba por entrar, sus manos aferraron mis caderas y de un solo envite, me la metió hasta los huevos, mientras me decía al oído:

—Como he echado de menos tu coñito prieto golfa, dime que has venido a por polla –balbució empezando a follarme con furia

—sabes que sí, no podía esperar…

—Ni yo, no he dejado de pensar en volver a follarte, ¿Te gusta así putita?

—Sí, me encanta que me folles con rabia, me encanta ser tu putita…

Me corrí dos veces mientras me follaba salvajemente, luego me sentó en su silla y mientras mamaba su polla, él me quitaba la camiseta y sacaba mis tetas por encima del sujetador.

—uff pequeña, como me gusta lo que haces con mis pelotas…

Entonces dejé de lamerle, coloqué las susodichas entre mis pechos subidos por el sujetador, y aplastándolas con mis tetas, empecé a mamar el glande, succionándolo con fuerza mientras meneaba mis tetas.

—Nena me corro –dijo llenando mi cara y mis pechos de espesa y caliente lechita.

De camino a casa parecía más taciturno que de costumbre, contestando con monosílabos a lo que hablábamos sobre los regalos.

— ¿Porque me da la sensación que estas enfadado?

—No estoy enfadado, solo que en este viaje te he echado de menos y me he dado cuenta, que solo ha sido el preludio, a lo que pasara en unos días, cuando vuelvas a tu vida y a ese trabajo que no te permitirá otras vacaciones así en años.

—No hay trabajo al que volver, me he despedido –le dije entrando ya en casa.

Para nuestra sorpresa apareció su mujer y mi padre tras ella, anunciando que se quedaba a cenar.

—No te vayas la semana que viene, quédate –me dijo cuándo coincidimos en mitad de la cena buscando algo en la cocina.

Mientras yo preparaba el bol con fruta, sus dedos se metieron dentro de mis bragas, buscó la humedad de mi rajita, la entrada y me penetró sin piedad con dos dedos.

—Van a entrar

—No verían lo que pasa –dijo a mi lado tras la isla

Sus dedos entraban y salían de mi vagina ya encharcada, mientras su pulgar frotaba mi clítoris.

—Si no quieres que nos pillen, córrete; porque no sacaré mis dedos hasta que lo hagas

Me aferré excitadísima al borde y un tercer dedo invadió mi cueva, cerré los ojos y mi cuerpo se sacudió con el orgasmo. Saco los dedos y los lamió, mientras mi faldita bajaba, y la puerta se abría, justo cuando él ya se había apartado, sin dejar de lamérselos.

— ¿Os ayudo en algo? –pidió su mujer

—Sí, me sacas la nata de la nevera –no podía evitar que la situación, siguiera excitándome

Como no la encontraba, me acerqué para decirle donde estaba, y al hacerlo mi camiseta holgada, de esas que llevan un hombro al aire, cayó más al indicarle donde estaba, y para mi sorpresa, sorprendí a mi cuñada, mirando mis tetas dentro de la camiseta, un segundo antes de apartar la mirada.

Esa noche, cuando mi hermano entró a arroparme le esperaba desnuda y ardiendo en deseos.

— ¿Me esperabas putita? –dijo tumbándose en mi cama

—Si –casi grite al notar su polla taladrando mi coñito una vez más

Los dos estábamos excitadísimos esa noche después de todo lo acontecido follamos como posesos hasta saciarnos.

—Ella y ellos esperan y desean que vuelvas, hasta para ti era solo un paréntesis, tras el cual, sabias que terminarías volviendo a casa y hasta yo creo que sería lo más acertado

—Putita, ahora no puedes pedirme que vuelva a la frialdad de mi tálamo conyugal…

—Si puedes hacerlo, yo te ayudare

—Ahora recuerdo una frase ideal pequeña, no vas a poderme ayudar… porque no se puede olvidar a la reina jugando a las damas… –susurró con voz triste