Regreso a casa (epílogo)
Despues de las peticiones en los comentarios, aquí tenéis el epílogo... Es verdad que había dejado muchos interrogantes pendientes y, seguramente, después de esto también quedaran. Sólo espero haber sido capaz de no estropear la historia de unos personajes a los que he cogido tantisimo cariño...
El zumbido al abrirse la cancela resonó en todo el pasillo haciendo que el chico mirara aturdido a la puerta; llevaba la mochila que le acababan de dar sobre el hombro y las lágrimas saltadas producto de una mezcla de emoción y miedo por lo que le esperaba… Se quedó un momento allí parado en mitad del pasillo de salida.
- Chaval, ¿estás bien?- dijo Manuel, el guarda que tan bien lo había tratado en los últimos meses.
- Nada, Manuel… Sólo que…
- Da vértigo salir ahí fuera, ¿eh?
- Muchas gracias por todo, Manuel…
- Agradécemelo no volviendo nunca más aquí dentro.
El chico asintió con la mano en el pecho que si de un solemne juramento se tratara. Después le dio un sentido abrazo al alguacil y se dirigió a la puerta hasta ver la luz de la calle. Entrecerró los ojos, como si le deslumbrara la luz natural, cuando nuca había dejado de verla en sus casi dos años y medio de prisión.
Pincho se quedó mirando aquella zona peatonal que se extendía delante de prisión y los coches pasando por la carretera que había justo delante. Ahora le enfrentaba a la parte más dura de la realidad porque no tenía donde ir y ni siquiera sabía por donde empezar a construir su nueva vida.
Entonces escuchó un fuerte chiflido que llamó su atención, y que provenía del aparcamiento cercano… Miró al ver que no había nadie más en la plaza y allí lo vio: un chaval de unos 24 años con rastas en el pelo, vestido con una camiseta de color verde y unos vaqueros desaliñados.
- ¡Rafa!- gritó el chico echando a correr hacía su amigo y tirando la mochila al suelo.
Pincho , con lagrimas en los ojos, se abalanzó sobre Rafa para colgarse de su cuello como si de un koala se tratara. Los dos amigos casi caen al suelo del impulso de Pincho.
- ¡Joder, tío1 ¡Que me tiras!- dijo Rafa tratando de mantener el equilibrio, para al final caer de culo, con su amigo encima.
- ¿Pero qué haces aquí? ¿Cómo sabías que salía hoy?- dijo el chaval quitándose de encima de su amigo
- Bueno, me enteré por Manuel que me tenía informado de tus avances.
- ¿Y qué coño haces aquí?
- Pues venir a por ti… Me acuerdo que un día me dijiste que no te esperaba nadie fuera; sólo gente a la que le debías pasta… Pues mira tú por donde, te espera alguien y no le debes pasta…
- No, te debo mucho más que eso, tío… ¡Aprobé el puto examen!- gritó el chico que estaba exultante de alegría.
- ¡No me jodas! ¡De eso no sabía nada!- dijo Rafa abrazando de nuevo a su amigo.- Pero el que tiene más cosas que agradecerte soy yo a ti.
- Sí, por ese maravilloso corte de pelo que te hice, ¿no?- bromeó Pincho, haciendo referencia a que fue él quien le cortó sus rastas.
- Bueno, por eso también…- dijo Rafa atusándose sus rastas.- Pero ponte de pie, quiero presentarte a alguien…
Los dos chicos se levantaron del suelo donde habían permanecidos sentados tras la caída. Cuando Pincho estuvo de pie la vio: una preciosa chica de ojos verdes con un pelo moreno que llegaba a los hombros y una sonrisa tan espectacular como radiante; llevaba puesta una falta de tablas que dejaban a la vista unas torneadas piernas y una camisa casi desabotonada que sugerían un apetecible escote.
- Pincho te presento a Verónica; Verónica este es Pincho - presentó Rafa a los dos.
- ¡Vaya! ¿sabes que te llamas igual que mi perro?- dijo Vero bromeando, porque Rafa le había contado hace tiempo la anécdota.
El chico miró a Rafa con los ojos como platos y un gesto de simulado enfado.
- ¿Qué quieres? Fue idea tuya, querías que un perro llevara tu nombre, jajaja… Y, además, Lazarillo ya estaba pillado.
- ¡Que cabrón eres!- rió el chico para inmediatamente después centrar la atención en la chica.- Bueno, encantado yo soy… Javi, me tendré que llamar Javi.
El amigo de Rafa ofreció su mano a la chica, como si quisiera mantener la distancia para no incomodar a la muchacha. Vero observó sorprendida la mano de Javi y echó una sonrisa a Rafa.
- Anda, no seas tonto, dame dos besos… Eres como de la familia…- dijo la chica dando dos sonoros besos en las mejillas al recién liberado amigo de su novio.
- Bueno, hora de irse, ¿no?- dijo Rafa recogiendo la mochila de Javi del suelo.
- Pero, ¿dónde vamos?- preguntó un poco desconcertado el chico.
- Verás, Rafa ha pensado que como no tenías donde ir, te podías venir un tiempo con nosotros al pueblo y, tranquilamente, ordenas tus ideas.- dijo Vero que se había enganchado del brazo de su hermano.
- Joder, no sé… Me da cosa, ¿qué van a pensar vuestra familia?
- No seas gilipollas… Hay sitio de sobra en casa y, además, creo que ya están curados de espanto, jaja- dijo Rafa mientras abría la puerta del coche y le daba las llaves a Vero para que condujera.
Los tres se montaron en el coche y dejaban el poco equipaje de Javi en la parte de atrás de un Seat Ibiza nuevo de color negro metalizado. Verónica arrancó el coche y se puso el cinturón.
- Agárrate fuerte, Pincho que mi novia lleva menos de un mes con el carnet de conducir, jaja.- rió Rafa, mientras esquivaba un golpe de Vero.
- Joder, el coche está nuevo, tío…
- Sí, es de ella… Se lo compró ella con su primer sueldo; aquí donde la vez es una señorita diplomada en Magisterio.
- Vaya, enhorabuena… Yo me he sacado el graduado escolar ahora, ¿sabes? Si lo llego a saber…
- Si lo llegas a saber, ¿qué?- preguntó Rafa mirando hacia atrás mientras Verónica conducía.
- Bueno, pues me hubiera esperado y que me diera clases ella; no te ofendas pero es bastante más guapa que tú…- bromeó Javi, que seguía con el mismo sentido del humos de siempre.
- Serás cabrón…- le golpeó Rafa.
- Bueno, no te enfades, jajaja… Además hacéis una pareja cojonuda, y con eso de ser her…
De repente, Javi se calló como si hubiera estado a punto de meter la pata y no se atrevió a terminar la frase… No sabía si Verónica sabía algo o, en el caso de que lo supiera, si conocía que él sabía su secreto. La mirada por el espejo retrovisor central de aquellos dos ojazos verdes con una sonrisa le dio a entender que sí lo sabía.
- ¿Hermanos? No te preocupes, lo sé…- dijo Verónica mientras Rafa tocaba su pelo.
- Tuvo que ser duro, ¿no?
- Bueno, digamos que tarde o temprano teníamos que sincerarnos, así que…
De cómo Verónica se enteró de que eran hermanos…
Tras esa primera noche de pasión tras el reencuentro de Nochebuena, decidieron ser sutiles hasta que, al menos pasaran las fiestas… Convencieron tanto a Oscar como a Maite de que no dijeran nada de su relación que pudiera llegar a oídos de sus padres; lo que la verdad no entendían, porque sabían que tanto Fale como Rosa habían sido participes del reencuentro de sus hijos…
Pero, Rafa no era completamente feliz porque tenía la angustia de que su ya novia no sabía toda la verdad del parentesco que les unía y eso de mentirle le sentaba fatal.
Nada más pasar las fiestas, Vero volvía charlando con Maite desde la universidad, donde había mejorado muchísimo sus evaluaciones en esos meses; no hay nada como la plena felicidad, para rendir más en otras facetas de tu vida... Quedaron para esa noche, para tomar algo; Verónica estaba deseando de salir con su novio y Maite seguía en un tonteo con Oscar, del que nunca había dicho se había ido a algo más.
Subió a su casa deseando de darse una ducha e ir a casa de su abuela para ver a Rafa; abrió la puerta de su casa y se sorprendió de ver allí, en su sofá, a Rafa mientras su madre estaba en la cocina… Bueno, tampoco era tan extraño habida cuenta de que eran tía y sobrino; era la parte buena de que Rafa fuera de la familia, se ahorraba el trago de tener que presentarlo a sus padres.
- Nene, ¿qué haces aquí?- dijo Vero no pudiendo ocultar su alegría y dándole dos besos en las mejillas, puesto que seguían disimulando su relación incluso ante Rosa.
- Peque, he venido porque tu madre quiere hablar algo contigo… Y es muy, muy importante…
- No me asustes, por favor…
- No, por eso estoy aquí, para que veas que no hay ningún problema… Pero tienes que ser muy consciente de lo que te va a decir…- le dijo cogiendo su cabeza y besándola en la frente.
Vero lo miraba como si la mandara al matadero y Rafa, acariciando sus labios con una sonrisa trató de tranquilizarla.
- Me quedaré en tu habitación, esperándote, ¿vale? Para bien o para mal, esto es necesario…
- Eso no me tranquiliza…
- Créeme, enana… Si pasar por esto no fuera necesario para mí, no lo permitiría, pero lo es… Confía en mí…
- Vale…- dijo Verónica con un tierno gesto en las rastas de Rafa.
Dicho esto, Rafa se dio la vuelta y se metió por el pasillo hacia la habitación de su novia; Vero no pudo evitar clavar sus ojos en el culo de su primo mientras se alejaba…
Su madre llegó al salón con gesto intranquilo, limpiándose de forma compulsiva las manos mojadas de haber fregado los platos… Trató de esbozar una sonrisa que se convirtió en un gesto nerviosa, que puso aún más en alerta a Verónica.
- Siéntate conmigo, cariño…- dijo Rosa cogiendo de la mano a su hija y sentándola en el sofá a su lado.
- ¿Ocurre algo, mamá? Sé que quizás deberíamos haberte…
- Cariño, no te preocupes; ya sé que Rafa y tú estáis juntos y lo respeto, incluso tengo que admitir que me gusta.- dijo con una sonrisa haciendo que Verónica riera también.- Pero, hay cosas que debes saber y con las que ni Rafa ni yo podíamos vivir…
- No sé si reír o llorar…
- Bueno, hablemos y luego ya decides lo que haces, ¿vale?- dijo riendo su madre.- Prométeme que me dejarás hablar y solo después preguntarás.
Verónica se sentó sin pegar la espalda al respaldo como si tuviera que echar a correr de un momento a otro.
- Te lo prometo.
Rafa, mientras tanto, estaba en la habitación de Vero, sentado en la cama sin poder evitar el temblor de sus piernas, al no poder saber lo que estaba ocurriendo en el salón… Esa mañana se había encontrado a su tía Rosa en la panadería de su abuela y Rafa no había podido evitar sacar el tema de la preocupación que le atormentaba de que Vero no supiera la verdad; tras unos minutos hablando con Rosa, ésta entendió la postura de su sobrino y sabía que no era justo que hiciera cargar al chico con una culpa que era suya. Sólo le pidió que buscaran la mejor forma de decírselo y que, por supuesto, tenía que ser ella la que se lo dijera.
El chico lo entendió perfectamente y planearon su estrategia que era que, aprovechando que Martín estaba trabajando cuando Verónica llegaba de la universidad se lo contarían.
La verdad que en la teoría el plan parecía perfecto, pero en la practica… Allí estaba Rafa sin saber lo que pasaba en el salón, porque le parecía poco ético espiar a su tía y a su novia. ¿Qué opinaría Verónica de todo eso? ¿Rompería el amor que sentía por él, el hecho de que fueran hermanos? Los minutos se le hacían eternos y su corazón latía a mil por hora; no escuchaba ninguna voz, ningún golpe, ningún llanto… Pero, ¿eso era bueno o era malo?
Se levantó de la cama, al no poder estar ni un segundo más sentado, y se puso a pasear por la habitación como un león enjaulado; a cada pequeño ruido que escuchaba proveniente del salón, él se detenía petrificado como tratando de analizar su procedencia y su significado. Y fue en ese momento, cuando escuchó abrirse la puerta y entrar su tía Rosa; venía con los llorosos y una media sonrisa en los labios… Rafa la miraba como esperando que le dijera algo, porque el hecho de que no fuera Verónica la que hubiera entrado lo empezaba a asustar.
- Tranquilo, Rafa…- dijo su tía, acercándose a su sobrino que no reaccionaba y abrazándolo.- Ya acabó todo…
- Tía, ¿qué ha dicho? ¿dónde está?- preguntaba Rafa al borde de un ataque de pánico.
Entonces, vio que la puerta se abrió de nuevo y allí estaba ella: Verónica, su novia, su hermana, el amor de su vida… Lo miraba con una mirada extraña, entre compasiva e inquisidora; entre culposa y lastimera. Rafa, por primera vez, no era capaz de desentrañar lo que decían los ojos de su novia.
- Bueno os dejo solos, creo que tenéis cosas que hablar… Iré al mercado mientras, así tendréis intimidad.- dijo Rosa cerrando la puerta del dormitorio.
Verónica siguió de pie, en mitad de la habitación mirando fijamente al rostro de Rafa; el chico no sabía si podría aguantar mucha más la mirada, porque se sentía tremendamente culpable por haber dado el paso antes de contarle nada… Pero, ¡la quería tanto!
- ¿Tú sabias esto?- dijo la chica en las primeras palabras que salían de su boca.
- Sí, bueno quiero decir que no desde el principio pero…
- ¿Lo supiste estando en la cárcel?- decía Vero cortando a su hermano y acercándose muy lentamente a él.
- Sí y no sabes lo que me atormentaba la idea de perderte por eso…
- Debiste decírmelo…- dijo Vero ya a menos de un metro de él.
- Lo sé, pero tenía miedo; y, además, creí que debía hacerlo tu madre…
- ¿Y ahora qué?
- No sé, Verónica… No lo sé.
- Eres mi hermano pero…
Rafa la miró deseando que acabara esa frase, para bien o para mal; que terminara esa tortura que le estaba destrozando el alma.
- Rafa, no sé si esto está bien o mal; pero me importa una mierda que seas mi hermano… Es duro saber que mi tío es mi padre y que mi padre… Bueno tú me entiendes…- dijo la chica que no sabía muy bien como explicar como se sentía.- Ahí fuera con mi madre he llorado, he reído y he vuelto a llorar, pero, ¿sabes una cosa?
- ¿Q…Qué?
- Que en ningún momento he dudado de lo que siento por ti…- dijo Verónica colgándose del cuello de Rafa.- Te quiero, seas quien seas, porque para mí, eres mi novio, mi vida y mi aliento…
Verónica besó a Rafa muy suavemente en los labios y acarició su pecho; el chico cogió a su novia en brazos y la llevó a la cama donde se quitó la camiseta dejando a la vista sus abdominales marcadas… Ella se puso de pie para, levantando los brazos, sacarse el jersey que llevaba para dejar sus dos…
- ¡Joder, tío! No cortes ahí… ¡Que estabas en lo más interesante!- dijo Pincho desde la parte de atrás del coche.
- ¡Oye! ¡Que estás hablando de mi novia!
- Pero si yo la respeto; ni se me ocurriría… Y menos tras ver las hostias que pegas. Pero, tío llevo tres años allí dentro así que, entiéndeme…
- Mira, ya hemos encontrado un amigo para Oscar y sus salidas nocturnas…- dijo Vero sin dejar de mirar la carretera.
- Jajaja, pues mira… No te digo que no…
- Oye, volviendo al tema de vuestro… Bueno, de que seáis hermanos… ¿Y tu padre?- dijo mirando a Rafa.
- Bueno, esa es la única parte que queda, pero porque en eso ya tiene algo que ver su madre.- dijo señalando a Verónica.
- Sí, ella dice que eso no significaría nada mas que problemas, porque ella es una mujer casada, ha pasado mucho tiempo desde entonces y que, al fin y al cabo, nada cambiaria…
- Él siempre ha tratado a Verónica como si fuera una hija, así que preferimos no causarle más problemas…
- Vale, es bueno saberlo…Que no vaya a meter la pata.- dijo Javi echándose atrás en el coche.- ¿Y cómo os va la vida en el pueblo?
- Bueno, nosotros volvimos hace unos meses de Barcelona… Yo tenía trabajo y Verónica se matriculó allí de su carrera universitaria; preferíamos alejarnos de las habladurías del pueblo, al menos por un tiempo.
- ¿Sigues con eso de las fotos?- dijo Javi volviendo a meter la cabeza entre los dos asientos delanteros.
- Sí, Pincho, sí… Sigo con eso de las fotos, jaja.- dijo Rafa pasándole a su amigo una revista que había en la guantera.
Pincho ojeó la revista, National Geographic España se llamaba… En ella un reportaje sobre Túnez y las rutas de las especias; un reportaje de casi diez paginas ilustrado con fotos de Rafa Guzmán.
- ¡Joder! ¿Has estado allí?
- Sí, claro… A eso me dedico yo.
- ¿Y tú dejas que se vaya tan lejos?
- Bueno, a todo se acostumbra una…- dijo Verónica acariciando el muslo de su novio, mientras conducía.- Además cuando mi trabajo me lo permite me voy con él…
- ¡Acabamos de llegar de Finlandia!- dijo Rafa señalando las maletas que había junto a la de Javi.
- Madre mía, como te cundido la vida en estos dos años y medio que llevas fuera.
- Tampoco todo han sido momentos buenos…
- ¿Y eso?
- ¿Nunca te hablé de nuestra abuela?
- Sí, claro… La Guzmana ; la panadera…
- Bueno, pues…
Del día que murió la abuela Isabel…
Era una de las pocas condiciones que ponía Rosa, y era que la abuela no se enterase de la relación entre los chicos; Rafa y Vero sabían que era la única persona que sabía que eran hermanos aparte de Rosa, Martín y ellos, y llegaron a la conclusión que debido a su edad y a su carácter era mejor no darle ningún disgusto.
Por una parte era incomodo para ellos tener que mentirle a su abuela, una persona tan cariñosa con ellos, pero por otra les divertía el juego de tener que disimular delante de ella cualquier muestra de cariño que tuvieran… De hecho, salvo delante de Rosa, no solían ser muy expresivos delante de la familia, como si quisieran guardar un respeto que, por supuesto, no hacía falta a esas alturas.
Estando ellos en Barcelona recibieron la noticia de que la abuela Isabel estaba muy enferma y que, si podían, deberían volver al pueblo… Por supuesto, los chicos dejaron aparcados trabajo y clases universitarias para acudir junto a su familia.
Rafa aún tiene grabado en su memoria el gesto de hundimiento de su padre cuando llegó a la casa familiar; Fale era un hombre deshecho, y es que siempre había estado bajo el amparo de una mujer enérgica y activa como su madre, y verla tan débil postrada en una cama, lo hacía morir por dentro. Padre e hijo se abrazaron nada más verse, porque a pesar de los años que habían estado separados, todo el tema de su encarcelamiento y el apoyo en la relación con Verónica los habían unido muchísimo.
- ¿Cómo está, papá?- dijo Rafa acariciando la cara de su padre.
- Muy mal, Rafa… Se nos muere… Dice el medico que tiene una neumonía de caballo y como nunca se ha querido cuidar, pues que no hay muchas esperanzas.
Verónica mientras seguía llorando desconsoladamente abrazada a su padre, Martín, que trataba de calmarla acariciándole el pelo. Rafa miraba a su novia y sentía que, hasta en momentos así, se enorgullecía de ella; de cómo había madurado, de lo cerca que sentía a su familia y del trato tan especial que tenía con Martín, a pesar de saber que no era su padre biológico… Martín fijó la vista en Rafa y esbozó una mueca de pésame; Rafa interrumpió el abrazo con Fale para acercarse a su tío y darle, también, un sentido abrazo.
- Tenías ganas de verte, chaval…- dijo el hombre dándole uno de sus golpes en la espalda sin soltar a Verónica de la cintura.- Tenéis que ser fuertes y apoyad a vuestros padres… Esto no es fácil para nadie, pero mucho menos para ellos.
- ¿Dónde está mamá?- preguntó Vero tratando de sujetar sus lágrimas.
- Está dentro con la abuela Isabel y con el medico…
- Voy a entrar, ¿puedo?- preguntó Rafa.
- Claro, hijo… Estará deseando de verte…- dijo Martín dando un nuevo golpe al muchacho.
Rafa se dirigió a la habitación y, al pasar por al lado de su padre que se había sentado en su sillón le tocó el hombro… Al entrar en la habitación le sorprendió mucho la imagen que vio: el medico guardaba sus cosas en una maletín de piel, mientras su tía Rosa estaba junto a la cabecera de la cama de su “madre”… Su abuela Isabel respiraba con dificultad pero, al verlo aparecer, esbozó una tierna sonrisa llena de paz y serenidad. La pobre había perdido mucho peso y su cara, surcada por las arrugas de los años, contenía les efectos del cansancio por la enfermedad.
No sabe como lo hizo, pero Rafa contuvo las lágrimas y sonrió para sentarse en el otro lado de la cama de su abuela.
- Has venido, Rafa…- dijo la anciana cogiendo su mano.
- Claro, abuela… Creo que ya falté en muchos momentos.- dijo el chico besando la arrugada mano de Isabel.
- Pero, no tenias que haber venido desde Barcelona por una vieja como yo…
- De Barcelona y del fin del mundo si hace falta, abuela… Tengo mucho que agradecerte.
- Cof, cof, cof…- se echó la mano a la boca la abuela con un ataque de tos.
- ¡Mamá! No hables, por favor…- dijo Rosa que no se separaba de su lado y que seguía llamandola “mamá”.
- Déjame, Rosita, tengo poco tiempo y muchas cosas que decir… Rafa, ¿has venido solo?
- No abuela; Verónica ha venido conmigo, está ahí fuera…
La mujer volvió a hacer una mueca parecida a una sonrisa y, apretando la mano de Rosa, le dijo:
- Rosa, cariño… Sal y dile a la niña que entre, que su abuela quiere verla…
La madre de Verónica se levantó y se dirigió a la puerta, secándose las lágrimas, para salir a la sala. Rafa y su abuela se quedaron a solas unos instantes.
- ¿Por qué no has ido al hospital, abuela?
- No, mi niño… En esta casa di a luz a todos mis hijos, he cuidado a mi familia y, aquí, quiero que el Señor me encuentre cuando venga a buscarme.- dijo la anciana con un fervor religioso digno de las gentes de pueblos antiguos.
- Orgullosa como siempre…- rió Rafa, quitándole dramatismo a la situación.
- Guzmán hasta la muerte…- continuó la mujer postrada en la cama.
En ese momento, Verónica entró en la habitación; a la chica le temblaba el mentón de aguantar el llanto delante de su abuela y se quedó parada en la puerta sin ser capaz de dar un paso y mirando a su novio con su abuela.
- Hola, mi niña… Acércate que esta vieja pueda verte…- dijo Isabel haciendo un gesto con la mano a Vero.
La chica se abalanzó casi al lado de la mujer explotando en un incontenible llanto y abrazándola:
- No llores, guapa… No quiero que se empañen esos ojos verdes tan bonitos que tienes.- decía la mujer sin soltar de la mano a Rafa que miraba la escena en silencio.- Gracias a Dios que me ha permitido veros antes de marcharme…
- No digas eso, abuela… Te pondrás mejor.- dijo Rafa.
- Sabes que no, nene… Y no tengo miedo porque he tenido todo lo que he deseado… Pero déjame hablar…- dijo la mujer cogiendo a sus dos nietos de las manos.- Rafa, un día me prometiste que ibas a cuidar de Verónica y doy fe de que cumples tu palabra… He guardado silencio todo este tiempo porque no sé lo que tratabais de hacer, pero sé que estáis enamorados…
- Abuela, yo…- dijo Rafa mientras Verónica cortaba el llanto de la impresión.
- No me interrumpas, hijo mío… No estoy enfadada, porque sé que no habrá mejor hombre para mi niña, ni mejor mujer para ti… Sé que la gente puede poneros zancadillas, pero solo os debéis el uno al otro… Sólo Dios puede juzgaros y seguro que el amor que os tenéis no es pecado… He visto como os miráis, como os escondéis de mí y esta vieja sabe mucho, mis niños…Sólo quiero que sepáis que me voy en paz de saber que mi niña va a estar cuidada y que os doy mi bendición para que seáis tan felices como yo lo fui con vuestro abuelo, los años que lo tuve a mi lado…
- Muchas gracias, abuela…- dijo Rafa que no pudo evitar que le temblara la voz.
- Cuida mucho a tu padre, Rafa…Porque Rosa tiene a Martín, pero tu padre se quedará solo aquí. Y ahora, dejadme sola que descanse un poco, ¿vale?
Los dos chicos se levantaron tras darle dos besos a la anciana que seguía esbozando esa sonrisa; después, delante de ella se cogieron de la mano y salieron de la habitación, para desde la puerta ver a su abuela que seguía con esa gesto de aprobación.
- La abuela murió unas horas después y nosotros decidimos no ocultar más nuestra relación delante de nadie del pueblo.- explicó Rafa a Javi que seguía escuchando.
- Me hubiera encantado conocer a la vieja…- dijo el chico visiblemente emocionado.
- Más de un guantazo suyo te habrías llevado.- dijo Rafa pensando en el carácter de su difunta abuela.
Llegaron al pueblo una media hora después; al aparcar frente a casa de la Guzmana , Fale salió a su encuentro con las manos llenas de harina y una sonrisa de alegría en los labios.
- Ya era hora de que llegarais…
- Papá, este es Javi, el amigo del que te hablé.
- Perdona que no te dé la mano hijo pero…
- No se preocupe, Don Rafael…- dijo el chico dando un abrazo al hombre lo que hizo que una nube de harina llenara la calle.
- ¿Y que haces lleno de harina, papá?- dijo Rafa mientras Verónica daba dos besos a Fale.
- Preparando pedidos de mañana… Ya sabes que desde que la abuela no está, nos desborda el trabajo… No sé como esa mujer podía llevar ese ritmo.
- Oye… Estaba pensando que…- dijo Pincho mirando la escena.- que como me vais a acoger un tiempo, yo podía ayudar con el pan; sería una forma de pagar el favor.
Padre e hijo se miraron mientras Verónica sonreía ante la idea del amigo de su novio; Javi se quedó callado como temeroso de haber dicho algo malo.
- ¿Qué dices, papá?- preguntó Rafa queriendo saber la opinión de su padre.
- Pues que si mi hijo confía en alguien, yo también confío… - dijo Fale estrechando la mano de Pincho .
De cómo continua todo tres años después
Sé que la vida es un cúmulo de circunstancias que te llevan a conseguir o no la felicidad; siempre luchamos para ser mejores personas aunque dejemos algunos sueños por el camino… Yo me puedo considerar feliz por tener a las personas que más quiero a mi alrededor y siempre en el recuerdo a aquellas que nos faltan.
Han pasado ya tres años de la llegada de Pincho al pueblo –ahora lo llamamos por su nombre para que no se le confunda con el perro- y, para alegría de todos, decidió quedarse y establecerse con mi padre en casa de la abuela; ahora trabaja en la panadería familiar junto a Oscar, Martín y, por supuesto, mi padre.
Yo sigo trabajando de fotógrafo para diversas revistas, pero vivimos aquí en el pueblo porque Verónica consiguió plaza fija en el colegio del pueblo como profesora…
Y ahora solo quiero pediros una cosa: cuando algún día estéis en cualquier pueblo de la amplia geografía de nuestro país y os sentéis a almorzar en un restaurante… Pensad que detrás de ese pan que os pongan, puede haber una historia tan apasionante como la de la familia Guzmán… Mi familia.
Un abrazo muy fuerte para todos
y, ante todo, mucha salud y amor
Rafa
P.D: Como siempre, las cosas las hacemos al revés en esta familia… Y Verónica y yo nos casaremos dentro de un mes, justo seis meses antes de que llegué nuestra primera hija… Se llamará Isabel, como su bisabuela.
(FIN)