Regreso a casa (capítulo 9: Consecuencias)
Noveno capítulo de la saga; empiezan a resolverse algunos problemas, pero comienzan a surgir otros... Nada es fácil para nuestros protagonistas
El chico se miró al espejo del baño tras salir de la ducha, para comprobar que el moratón que tenía en la parte inferior del pómulo, no era tan grande como cabía suponer por la inflamación del día anterior… Por la noche, esperó junto a Oscar para que su abuela estuviera acostada al llegar y que no viera el aspecto de su cara magullada. Al llegar a la casa, donde todos incluido su padre dormían, se quitó la ropa sucia de arena y sangre y la metió en el fondo de su mochila en una bolsa para irse después a la cama.
Puso el despertador y bajó las escaleras siendo aún muy temprano; en la panadería se escuchaban el ruido que su padre y su tío Martín hacían al cargar la furgoneta para el reparto. Al pasar por el salón, su abuela estaba en la cocina metiendo los primeros bollos recién horneados y trató de pasar desapercibido para que la anciana no lo escuchara salir.
- Tienes el desayuno preparado, Rafa…- dijo la mujer aún dándole la espalda, y sorprendiendo al chico por haberlo descubierto.
- Gra… Gracias, abuela…- dijo el chico un poco nervioso por la reacción que pudiera tener su abuela al ver el golpe que llevaba en la cara.
La mujer salió de la cocina con uno de los bollos y una taza de café para dejarlo en la mesa del salón. Aunque Rafa intentó disimular, agachando su mirada, Isabel observó la marca que tenía su nieto en la cara. Con su arrugada mano, cogió de la barbilla al chico levantando la cara de éste y observó el moratón del pómulo y muy seria.
- No te voy a preguntar que ha pasado, porque ese es cosa de hombres…- dijo la mujer en otra de sus sentencias marcadas por el machismo de la época en la que se habían criado.- Pero nunca intentes ocultarme cosas así…
- Lo siento, abuela, yo…- trató de justificarse Rafa.
- He dicho que no quiero saber lo que ha pasado… Y no te preocupes cariño que no estoy enfadada.
- ¡No se preocupe abuela! El otro quedó mucho peor…- dijo Oscar entrando en la casa como un elefante en una cacharrería.
- ¡Cómo no he supuesto que tú tenías algo que ver en esto!- dijo la abuela volviendo en la cocina.
- Buenos días, “bruce lee”…- saludó Oscar dando una palmada en la espalda de su amigo.- No pongas esa cara, que tampoco ha sido tanto, casi no se te nota.
- ¿Ya se ha ido mi padre?
- No, está acabando de cargar la furgoneta de tu tío… ¿Qué haces levantado tan temprano y vestido? Son las seis de la mañana…
- Hoy voy a echaros una mano…
- ¡No me jodas, que el hippie se ha levantado con ganas de trabajar! ¡Joder, pues si que te han dado fuerte!
- ¡Vete a la mierda, tío!
- Oye, que por mí, de puta madre… Que tu padre y Martín siempre van juntos en la furgo grande y me tengo que ir yo sólo en la pequeña y me aburro como una oveja.- dijo Oscar cogiendo un trozo del bolo que había en el plato de Rafa y devorándolo.
- Pues vámonos ya…- dijo el chico dirigiéndose a la cocina para despedirse de su abuela con un beso en la mejilla, gesto al que Isabel contestó con una preocupada sonrisa.
Cuando iban a salir hacía la puerta contigua que daba a la panadería donde estaban cargando la furgoneta de reparto, Oscar agarró un momento del brazo a su amigo:
- Martín ha llegado diciendo que Verónica se cayó ayer con la moto de Maite… Te lo digo para que nos inventemos otra excusa sobre tu moratón… Que no sepa que en la pelea estuvo ella metida, o su padre la mete a monja de clausura.
Rafa miró preocupado a su amigo, porque como él decía las mentiras se le notaban en la cara y no tenía la suficiente malicia como para inventarse las cosas sobre la marcha.
- No te preocupes, tu tío es muy inocente y se lo creerá… Además, ya has oído a tu abuela, saliendo conmigo no les resultará extraño una pelea.
Al entrar en la panadería, su padre estaba cerrando ya las puertas de la furgoneta y, sacudiéndose las manos, se giró para encontrarse de frente con su hijo. La sorpresa inicial fue superada enseguida por el golpe que Rafa llevaba en su cara.
- Rafa, ¿qué coño te ha pasado?- dijo el padre acercándose a él tras dejar caer el trapo que llevaba en las manos llenas de harina reseca.
- No te preocupes, Rafael sólo fue una pelea tonta…- intercedió Oscar para echar un cable a su amigo que se había quedado mudo.- Un borracho se puso chulo y tu hijo le atizó, después el portero de la discoteca nos echó y Rafa se llevó un golpe… Pero no es nada…
- La madre que os parió, que vais como locos…- dijo Martín que había entrado en ese momento.- Tu prima también llegó ayer magullada; mira que le tengo dicho que no se monte en la moto de noche con Maite, pero nada…
- ¿Se cayó?- dijo Rafa interpretando el papel de que no sabía nada de su prima.
- Sí, pero está bien… Sólo dos rasguños en el codo y la rodilla…
- Luego me llegaré a verla…- dijo Rafa disimulando.
Fale escuchaba la escena apoyado en el lateral de la furgoneta, sin creerse mucho la historia de Oscar y empezando a relacionar el “accidente” de su sobrina con la pelea de su hijo.
- ¡Ah! Hoy no voy sólo… Rafa dice que viene a hacer el reparto con nosotros. Asó por lo menos no me aburro.
Rafa vio como su padre le miraba muy serio desde aquel lateral de su furgoneta y tragó saliva porque no quería enfrentarse a él… Aún no se había ganado su confianza y ya había metido la pata.
- Martín, que Oscar vaya contigo en la grande; yo me voy con mi hijo en la pequeña…- dijo el padre lanzándole las llaves a su compadre que las cogió al vuelo.
- Por mí, perfecto…- dijo el padre de Verónica mirando a Oscar con una sonrisa en los labios.- Hoy sí que vas a trabajar, nene…
- Joder, al final el perjudicado soy yo…- protestó entre risas Oscar, a la vez que Martín le daba una palmada en la espalda para que subiera a la furgoneta.
Sin mediar palabra alguna, Fale se montó en el asiento de conductor de la otra furgoneta y, desde dentro, abrió la puerta del copiloto para que su hijo Rafa entrara, mientras arrancaba el motor. Justo cuando se estaba subiendo, Martín tocó el claxon de la otra furgoneta al pasar a su lado.
- Fale, nos vemos a las doce y media en la taberna…- dijo a voz en grito por la ventanilla, conduciendo hasta perderse por la esquina de la calle.
Fale pisó el acelerador tras levantar el píe del embrague para dirigirse calle arriba, en dirección contraria de donde había salido Martín; el silencio en el habitáculo de la furgoneta era inquietante. El padre miraba hacía delante por el parabrisas, mientras Rafa se miraba nervioso los nudillos entrelazados de sus manos.
- ¿Y ahora qué se supone que tengo que decirte, Rafa?- empezó Fale, sin desviar la mirada de la carretera.
- ¿Qué?- dijo Rafa sin entender las palabras de su padre.
- Estás aquí después de años sin verte, y no eres capaz de ser sincero conmigo… ¿Qué hago? ¿Debo de reñirte y provocar que nos enfademos? Yo no sé ser padre, Rafa… Nunca lo he sido como tal y no sé que hacer…
- Papá, yo…
- Déjame acabar, Rafa…- interrumpió Fale la explicación de su hijo.- Si has tenido un problema me gustaría saberlo; no eres un niño, para no saber lo que está bien y lo que está mal…
- Lo sé, pero es complicado…
- ¿Qué tiene que ver Verónica en todo esto?- soltó el padre mirando esta vez a su hijo.
Rafa se puso nervioso al pensar en que su padre nunca imaginaría todo lo que Verónica tenía que ver en “esto”, como lo llamaba él… Por supuesto, sabía que su padre se refería a la pelea, pero el sólo hecho de que nombrara a su prima le hacía perder los papeles.
- No se cayó de una moto, ¿verdad?- dijo el padre mientras aparcaba el coche cerca del primer punto de reparto.
- No… Estaba metida en una pelea con unos tíos que buscaban a Tomás…
- ¿Qué tíos?- preguntó girándose hacía su hijo.
- No lo sé, papá… No conozco a nadie en el pueblo… Pero, eran viejos, quiero decir, mayores… Más o menos de tu edad.
- No debiste meterte…
- ¡Papá! ¡Tenían agarrada a la prima! ¿Qué querías que hiciera?
- ¡Pues cualquier cosa menos pegarte! ¿Sabes el lío en el que te puedes meter? ¡Tienes antecedentes!
En ese momento, Rafa se dio cuenta que su padre sabía muchas más cosas de él de las que pensaba… Fue hace mucho tiempo, cuando estudiaba en un colegio de pago y tenía 17 años; en aquel momento era un chico totalmente diferente al que era ahora. Se creía mejor que cualquier persona y, según dijo luego el psicólogo, quería llamar la atención por el divorcio de sus padres y el nuevo matrimonio de su madre se causaba una ansiedad que desembocaron en una serie de ataques de furia…
Se metió en una banda e hizo muchas cosas de las que se arrepentiría toda la vida: robos, agresiones, peleas… Pero, como suele pasar, tarde o temprano te pillan y a él le pillaron en la más gorda que hizo y pasó cerca de nueve meses en un centro de internamiento correccional…
Esa experiencia le hizo madurar y conocer los chicos que, metidos tras las paredes de esos centros, se quedan en proyectos de personas sin llegar nunca a ser nada más de delincuentes sin ningún futuro… No se quiso ver así, y tras salir de allí y ante la vergüenza que pasó delante de su madre, decidió aceptar la primera de las becas para estudiar en el extranjero.
Se demostró a sí mismo que podía dar la vuelta a la situación y que nunca más caería en algo así… Los deportes de contacto le ayudaban a liberar esa rabia que a veces le dominaba; cuando volvió, pudo pedir perdón a su madre y demostrarle que había cambiado… Por supuesto, su madre le perdonó pero, para Rafa ese ya no era su hogar y regresó a Londres para aceptar otra beca.
Así fue como pasaron los últimos cuatro años de su vida, hasta que decidió volver al pueblo para terminar de cerrar el círculo, volviendo a ver a su padre.
- Yo… Yo no sabía que tú…
- Que yo, ¿qué? ¿Qué no sabía lo del internamiento? Por supuesto que lo sabía… Tu madre estaba desesperada y me llamó para contármelo; me pidió que te trajera aquí para evitar que te encerraran, pero me negué.
Rafa miró a su padre sorprendido aunque sin ningún rencor por algo que pasó hace tantos años.
- Y he pasado muchas noches atormentándome por no traerte… Tu madre dejó de hablarme, porque yo le dije que tenías que pagar lo que habías hecho. Y yo no sabía nada de ti. Hasta que me llamaste desde Londres casi un año y medio después…
- Papá, quizás tuvieras razón; tenía que pagar las cosas que hice… Y esa lección me ayudó a ser mejor persona… No hiciste nada mal…
- Un padre hubiera traído a su hijo, y hubieras empezado aquí de nuevo…
- Y quizás no hubiera logrado nada de lo que tú te sientes tan orgulloso…
Fale guardó silencio como si estuviera analizando las palabras de su hijo; en parte tenía razón que si hubiera ido al pueblo, ni habría aprendido aquella valiosa lección y, quizás, se hubiera convertido en alguien parecido a él, un conformista irremediable.
- Bueno, pues no tenías que haberte peleado y punto… Te puede traer problemas y lo sabes…
- Sí, lo siento…
- Sólo me faltaba ahora que las cosas con tu madre vuelven a estar más o menos bien, que tú te metas en un lío estando en el pueblo…
- No te preocupes, no lo haré más… Además pronto me iré…
- ¿Ves? Ese es otro de los motivos por los que me dan miedo los follones; tendrías que largarte… Rafa, ¿no estás cansado de huir de un lado para otro de tu pasado?
- ¿Me estás pidiendo que me quede?
- No, te estoy diciendo que llega un momento en el que tienes que elegir un sitio, donde sentar la cabeza…
- Bueno, nunca se me ha dado bien sentar la cabeza…
- Vamos a repartir anda, que ya hemos perdido bastante tiempo…
Se bajaron de la furgoneta y empezaron a descargar el pedido correspondiente a aquella primera panadería. Justo en ese instante, manchado de harina hasta los ojos mientras descargaba las cajas en aquel restaurante junto a la carretera, Rafa se encontró más unido que nunca a su padre.
Verónica estaba tumbada en la cama de la habitación de sus padres con la pierna en alto, para que el tobillo no le doliera; llevaba una aparatosa venda en esa zona y solo llevaba puesto un sujetador y la parte de debajo de un pijama de verano, para dejar que les diera el aire a su herida del costado.
Jugueteaba con su móvil mientras veía una estúpida serie de dibujos animados en el pequeño televisor que colgada del techo… Su madre había salido a la compra y su padre estaría a esas horas trabajando o quizás llegando a la taberna, después del trabajo. Pero ella solo pensaba en su primo Rafa; como se fue de enfadado y como, por mucho que dijera Maite, era difícil que la perdonara.
Aparte de todo, estaba lo que la asustó la cara de su primo que estaba totalmente transformada, borrando cualquier rastro de la ternura que siempre tenían sus ojos. La miraba con preocupación pero a la vez con odio, con rencor… Y después estaba la forma de pegar a ese hombre; si no llega a ser por Oscar podría haberlo matado con sus propias manos y todo había sido por su culpa, porque Rafa reaccionó así por defenderla.
Comenzó a llorar mientras pensaba en como arreglar las cosas con su primo; porque tendría que ser ella la que diera el paso. Como decía Maite, si de verdad le importaba su primo, tenía que luchar por su perdón y no limitarse a encerrarse en su habitación.
Se incorporó en la cama y se puso de pie sin apoyar el pie herido; cojeando se fue a su habitación y abrió el armario… Se puso una minifalda que la prenda que podía ponerse sin hacer mucho esfuerzo con su tobillo; luego cogió la primera camiseta que pilló del primer cajón de la cómoda y se la puso, a pesar de estar bastante arrugada.
Gruñó al notar que al ponerse la camiseta se había dado en la herida del codo y empezó a sangrar un poco otra vez. Pero le daba igual, tenía que hablar con Rafa o se arrepentiría toda su vida. Andando casi sin apoyar el peso en su maltrecho tobillo, cogió su bolso del sofá y se dirigió a la puerta aguantando el dolor. Si su madre se entera de que ha salido la mataría en el momento…
Abrió la puerta mientras trataba de limpiarse las gotas de sangra que adornaban su codo.
- ¿Dónde crees que vas?- escuchó la voz de Rafa en la puerta que acababa de abrir. Levantó la mirada y allí estaba su primo, mirándola con cara de simulado enfado por verla saliendo de casa.
- ¡Rafa!- dijo Vero, lanzándose a sus brazos que la sujetaron como si fuera una pluma para que no se apoyara en el suelo.
- Anda, entra en casa… ¿Dónde ibas con la pierna así?
- Tenía que verte, quería pedirte perdón, no podía dejar que…
- Calla, calla, calla…- le dijo Rafa poniéndole el dedo en los labios para que guardara silencio.- Tienes que sentarte…
Rafa la cogió en brazos y la llevó hacia el sofá del salón donde la dejo tumbada para sentarse él en el suelo.
- Déjame que te cure eso, ¿dónde tienes agua oxigenada y algodón?
- En el botiquín, pero déjalo que escuece mucho y ya me lo limpio yo.
- No seas quejica…- rió Rafa mostrándole de nueva a Vero esa mirada llena de ternura.
Rafa se levantó para ir al baño y traer los utensilios para curar a su prima, que lo miraba enfurruñada desde el sofá.
- Me da igual como te pongas… Te voy a curar eso.- dijo Rafa sentándose en el sofá junto a las piernas de Verónica.- A ver, trae…
Verónica acercó el brazo herido hacia su primo que, sin mirarla a los ojos, se afanaba en mojar el algodón en agua oxigenada, para limpiar la rozadura del codo de la muchacha.
- ¡AAuuuuhh!- se quejó Vero al sentir el contacto del apósito.
- Lo siento, pero tengo que limpiarte bien esto…
- ¿Por qué…Ayyy… has venido?- preguntó la chica haciendo el amago de retirar el brazo y siendo sujetada con fuerza por Rafa.
- ¿Necesito una razón para querer verte? Esto ya está, dame la rodilla…
La chica, obediente, puso la rodilla sobre las piernas de su primo; debido a la corta minifalda que se había puesto, la prenda se subió para descubrir casi todos sus muslos y el triangulito azul del tanga. Por supuesto, no hizo ningún amago de taparse, puesto que aquel chico era su Rafa… Se sorprendió pensando en que era “su Rafa” y que no quería que eso cambiase; veía que Rafa había venido sin estar enfadado por lo del día anterior, al menos en apariencia.
Pero ella tenía que hablar con él, porque quería que Rafa le dijera lo que sentía; romper esa coraza que parecía llevar y que le impedía incluso enfadarse con ella.
- Siento mucho lo de ayer… No debí…
- Ya pasó, ¿vale?- cortó Rafa con su eterna sonrisa, lo importante es que estás bien.
- Gracias a ti… Si no llegas a aparecer.
- No, Verónica… Por mi culpa podía haberte pasado algo…
- No digas eso, nene.- le dijo estirando su manos para acariciarle las rastas.- La culpa fue mía; no sé porque estaba allí con Tomás…
- No tienes que darme explicaciones, guapa…
- ¡Sí! ¡Tengo que dártelas…! Soy tu…- se cortó antes de terminar la frase. Rafa la miró sonriendo e interesado en lo que iba a decir.
- Eres mi, ¿qué?- dijo Rafa, mientras Verónica bajaba la mirada avergonzada.- ¿Mi novia?
Verónica levantó la mirada rápidamente con los ojos como platos; escuchar esa palabra en boca de su primo, hizo que se le pusiera la piel de gallina.
- Mira, Verónica… Ayer entendí lo mucho que me importas, pero no puedo reaccionar así…
- Yo fui un idiota que traté de ponerte celoso; sé que no tenía que hacerlo, pero quería sentirte más cerca y no sé me ocurrió mejor forma que darte celos con Tomás.
- La verdad que un poco idiota si que has sido…- dijo Rafa entre risas mientras su prima la miraba.- Pero, digamos que he pensado con filosofía… Que no me gusta verte con Tomás, eso ya lo sabes; pero no puedo ni quiero impedirte que seas su amiga. El hecho de que no esté mas cerca de ti es por lo que nos rodea: la familia, el pueblo… Pero no creas que no me apetece estar pegado a ti siempre.
- Entonces, ¿no estás enfadado?
- Claro que lo estoy; no quiero que hagas eso nunca más… Darme celos y meterte en un coche con un tío que te ridiculizó hace años; pero no quiero que no lo hagas por mí, sino por ti…
- Sólo me importas tú… Quiero estar contigo y no quiero perderte; sé que te irás dentro de unos días y te tendré lejos.
- Bueno, Verónica, pues razón de más para que confiemos el uno en el otro, ¿no crees?-dijo Rafa afanándose en limpiar la rodilla de su prima con agua oxigenada.
- ¡Ay, ay, ay…! ¡Duele, duele!- se quejó la chica al contacto del algodón en la herida, replegando la pierna.
Rafa, muy suavemente, la cogió del tobillo y tiró hacia él para devolver la pierna a su sitio; guardó silencio mientras acariciaba el muslo de Verónica hasta debajo de la minifalda.
- Estaba muy asustada, ¿sabes? Creí que te había perdido.
- Pues vivimos en un pueblo de 400 habitantes… Es difícil perderme.- bromeó Rafa que seguía acariciando la pierna de Verónica.
- ¡No seas tonto!
- La que no tienes que ser tonta eres tú… Es la parte buena de que seamos primos; no somos una pareja cualquiera y no nos tomamos la cosa tan a la ligera… Ni para acercarnos, ni para alejarnos, ¿entiendes? Nuestra relación será difícil y tiene que basarse en la confianza mutua. Nunca te haré daño, enana.
- ¿Enana?
- Bueno, eres más pequeña que yo, ¿no?
- Pues con el jodido algodoncito, le estás haciendo daño a la enana, grandullón…
- ¡Cállate ya, gruñona!- le dijo para lanzarse a su boca y besarla con pasión.
Verónica sentaba y con las piernas apoyadas sobre él, echó los brazos alrededor de su cuello, para jugar con su pelo mientras recibía ese beso. La lengua del chico entraba en su boca y conseguía, como siempre erizarle la piel. Las manos de ella fueron a parar a la bragueta de Rafa que se separó con una sonrisa en los labios:
- ¿Estás loca? ¡Estamos en el salón de tu casa!
- Bueno, pero no hay nadie y parece que “eso” no piensa que está loca.- dijo la chica señalando el bultazo del pantalón de su primo.
- “Eso” piensa por sí solo, pero nos pueden pillar…
- Mi madre ha ido a comprar y siempre me llama desde el móvil para que la ayude a subir las bolsas…
- Sigo diciendo que estás como una cabra…- dijo Rafa, cogiendo a su prima en vilo.
Rafa besó nuevamente a su prima, mientras la llevaba en brazos a su dormitorio. La dejó suavemente en la cama, y ella lo miraba mordiéndose un dedo… Levantó las piernas de Vero, para quitarle los coloridos calcetines que llevaba y comenzó a jugar con sus pequeños pies desnudos, provocando la risa de la chica.
Besaba los pies de Vero, sin dejar de acariciarle las piernas desnudas; la falda se había subido hasta mostrar el pequeño tanga que antes insinuaba. Verónica, con uno de sus pies libres, apretó el bulto del pantalón de Rafa, haciendo que él sonriera. Se desabrochó el pantalón dejando a la vista el boxer a punto de reventar por la gran erección que tenía.
Sin saber muy bien como lo había hecho, Rafa notó que su prima bajó el calzoncillo usando los pequeños dedos de sus pies, dejando que su polla saltara como un resorte. Y estando tumbada, con su primo a los pies de la cama, comenzó a masturbarlo usando tan solo sus pies. Rafa resopló, echando la cabeza hacia atrás, para después mirar a su prima que sonreía sin dejar sin morderse el dedo.
- ¿Dónde has aprendido esto?
- Esas cosas no se preguntan a una señorita…- rió Vero sin dejar de acariciar el miembro de Rafa con sus tobillos.
- Ten cuidado con el tobillo, te puedes hacer daño…
- ¿Quieres dejar de preocuparte por mí y dejarte llevar?- dijo su prima esbozando una sonrisa.
Rafa se concentró en disfrutar de las caricias de Verónica mientras cerraba los ojos; por un momento dejó de sentir el contacto y gruñó en señal de protesta. Cuando abrió los ojos, pudo ver a su prima incorporaba y cogiendo su polla con la mano.
- ¿Me dejas que le de un besito?- rió divertida aquella ninfa de ojos verdes.
Rafa se limitó a asentir porque, si bien no estaba acostumbrado a dejarse llevar en este tipo de situaciones, estaba disfrutando de lo morboso de la situación. Cuando sintió los labios de su prima en esa zona tan sensible, le temblaron las piernas. Y cuando esos mismos labios rodearon su glande, él agarró su cabeza para acariciarse el pelo.
- Ufff… Joder…- suspiró Rafa causando la risa de Verónica, aún teniendo la boca ocupada.
Las manos de la chica subieron por el vientre fibroso del muchacho hasta su pecho, por debajo de la camiseta que aún llevaba puesta, mientras chupaba su miembro con glotonería sin dejar de mirarle a los ojos. Rafa tenía que desviar la mirada de la cara de su prima si no quería acabar en pocos segundos; no es que haya sido nunca un semental con un aguante tremendo, pero lo que le pasaba con Verónica era absurdo… No sabía si era por el morbo de que fueran familia o por estar colgado de ella, pero era capaz de correrse con tan solo el contacto de su boca.
Dio un paso atrás haciendo que su miembro saliera de la boca de Vero, que lo miró extrañada, arqueando las cejas.
- ¿Qué pasa? ¿No te gusta?
- Sí, sí… El problema es que me gusta demasiado.- rió Rafa haciendo que Vero esbozara también una sonrisa y se mordiera el labio inferior con sus blanquísimos dientes.
Rafa miró en la distancia a su prima, sentada sobre sus propios pies en la cama y con la falda subida hasta mostrar el tanga; era la misma imagen de la sensualidad y se quedó absorto mirando a la mujer que había tambalear toda su vida en los últimos días.
- Rafa, ¿te pasa algo?- dijo Vero preocupada por el silencio de su primo.
- Nada, nada, sólo te miraba.- dijo acercándose a la cama para tumbarse a su lado, haciéndola tumbarse con él.
Colocándose de lado en la cama y Rafa situado a su espalda, comenzó a besar su cuello mientras Vero echaba las manos hacia atrás para tocar su cabeza. Podía sentir la dureza de su polla pegada a sus muslos, lo que la excitaba más aún. La lengua de Rafa jugaba con su cuello y la zona detrás de las orejas, a la vez que sus manos acariciaban sus pechos por encima de la ropa y su empapado tanga, indistintamente.
Cuando la mano izquierda de su primo llegó a su coñito retirando el tanga a un lado, no pudo evitar un prolongado gemido al sentir que casi llega al orgasmo; los dedos de Rafa jugaban con su clítoris y sus labios mayores sin dejar de besar su cuello ni un instante. La mano que tenía libre Rafa, la llevó a la boca de su prima como si quisiera tapar los gemidos que llenaban la habitación… Ese gesto de dominación excitó más aún a Verónica, porque no había ningún atisbo de rudeza en él.
Rafa sentía la lengua de Verónica tocar la mano con la que tapaba su boca e introdujo un dedo en la misma, que ella chupó como si se tratara del miembro del chico.
- Hazlo, Rafa… Uff…Por favor, no aguanto más…- dijo Vero sacando el dedo de su boca.
- ¿Qué quieres que haga?- preguntó con picardía su primo mientras cogía su polla para acariciar con ella el sexo de su prima.
- Ufff… Fóllame… Por favor, hazme el amor…- dijo entornando los ojos y tirando del pelo de su amante por la excitación.
Desde atrás, con ella de lado sobre la cama, comenzó a penetrarla con una parsimonia que casi lleva a Verónica a la locura, al sentir cada centímetro que aquella barra de carne entrando en su coñito.
- Uffff… Arghhh… ¡Que rico, mi vida!- se sacudía la chica quedándose inmóvil ante la invasión.
- Me tiraría toda la vida así, Verónica…
- Pues sería poca, porque creo que podrías matarme de gusto… Oooohh…
Rafa llegando hasta el fondo y agarrado a las caderas de su prima, comenzó un vaivén sin dejar de besar su cuello. En esa posición y con las piernas de Vero cerradas, sentía una estrechez que le llevaba al limbo. La falda de ella remangada en la cintura, su pantalón en los tobillos; la camiseta de ella subida mientras su otra mano abarcaba esos pechos tapados por el sujetador… Todo tan imprevisto, sin esperar a ponerse cómodos, llevados por la pasión del momento.
- Sigue, mi vida, sigue…- pedía la chica echando su culito hacía atrás para hacer más profunda la penetración.
Rafa empezó a acelerar el ritmo poco a poco, separándose un poco de ella para coger más impulso… Sus sexos chocaban creando un chapoteo que daba muestras de la excitación de la pareja; el silencio de la habitación, impregnada por el característico olor a sexo, se rompía por el eco de los gemidos de los dos chicos y por el leve crujir de la cama.
- Así, así… Rafaaa… Te quiero…Ummm- dijo Verónica.
El chico se emocionó al oír esas palabras de su prima, porque era la primera vez que se las decía; el miedo que tenía a dar el paso de querer escucharlas se esfumó en el momento que salieron de la boca de su ángel de ojos verdes, que disfrutaba haciendo el amor con él… Comenzó a oscilar las caderas para hacer más pausada, aunque más profunda la penetración; Verónica mordió la almohada para no gritar desesperada ante la llegada de uno de los mayores orgasmos de su vida y, echando las manos hacía atrás arañó las caderas de su primo mientras se corría.
- Arghhh, jooooder…- gritó Rafa en esa mezcla de placer y dolor, mientra sentía endurecerse su polla, lo que anunciaba la llegaba de su corrida.
- Me… Me estoy corriendo… Primooooohhh…- gritó Verónica fuera de sí.
La palabra “primo” fue un chasquido en el cerebro del muchacho, que no sabía si el morbo de la parentela entre ellos le hizo casi correrse al instante.
- Yo también me voy a correr… Arghhh, joder…- dijo haciendo el amago de salirse.
Verónica reaccionó rápido y cogiendo las caderas de su primo con las manos hacia atrás, de nuevo, pegó su culo a la polla de su primo que no pudo salir a tiempo; Rafa sintió como se corría en la calidez del sexo de Verónica, mientras su prima notaba las andanadas de semen entrando en su vagina. Ya estaba todo hecho, así que Rafa empujó para terminar de correrse en el útero de su prima, olvidando cualquier precaución posible, con dos soberanas embestidas que cortaron la respiración de su amante.
Quedaron los dos exhaustos, con los cuerpos pegados y el sexo de Rafa aún dentro de Verónica. Las manos del chico acariciaban los muslos de la chica y su ombligo, jugando con el piercing que lo adornaba.
- ¿Qué hemos hecho, nena?- dijo con algo de preocupación el chico.- Puedo dejarte embarazada…
- Bueno, no podías llenar la cama, sino como se lo explico a mi madre, jaja.
- Pero, nos la estamos jugando…- dijo Rafa sin dejar de acariciar y de besar el cuerpo de su prima.
- No te preocupes, tonto… La madre de Maite es farmacéutica, y me podrá dar la píldora del día después.
- ¿Y qué le vas a decir a Maite cuando se la pidas?
- Bueno, la verdad…- dijo sin ser capaz de mirar a su primo.- Porque ya sabe que estamos juntos y que nos hemos acostado…
Rafa guardó silencio unos instantes pero sin separarse de su prima, aún abrazándola por la espalda. Verónica, también callada, aguardaba la reprimenda de Rafa por haberle dicho a Maite que se habían acostado.
- No pasa nada…- dijo Rafa sin dejar de besar su espalda.
- ¿Ah no?- dijo sorprendida Vero, que se giró rompiendo la unión para quedarse cara a cara con su pareja.- ¿No estás enfadado?
- No puedo enfadarme… Cuando yo también se lo he dicho a Oscar…
- Jajajaja.- Verónica rompió a reír besando a Rafa en los labios.- Así que lo de la tranquilidad y el secretismo se va a la mierda, ¿no?
- Eso parece…- rió Rafa.- Pero sólo con ellos, ¿vale?
- A sus órdenes, mi sargento…- dijo Verónica con un simpático saludo militar.
Estuvieron un rato más retozando en la cama de la chica, besándose tranquilamente, y riendo de las cosquillas que Rafa le hacía. La chica se levantó de la cama y se quitó la minifalda y la camiseta quedándose en ropa interior.
- ¿Qué estás haciendo?- preguntó extrañado Rafa.
- Ponerme el pijama… Mi madre no quiere que salga con la caída y si me pilla con ropa de calle puesta…
- Jajaja… La madre que te parió, si es que estás loca…
- Anda vamos a la habitación de mis padres; estaba allí antes de que llegaras.
- Vale, lo que tú digas…- dijo el chico levantándose y subiéndose los pantalones que aún tenía en los tobillos.
Verónica salió de la habitación moviendo aquel culito que volvía loco a su primo, sabiendo que él venía detrás; de inmediato, sintió el azote de Rafa.
- ¡Ayyyy! ¡Eres un bruto!
- Eso no me lo decías antes…- rió Rafa abrazándola mientras entraban en la habitación de sus tíos.
Rosa llegó cargada de bolsas a aparcar el coche en el garaje y llevó como pudo la compra al portal porque, a pesar de que siempre llamaba desde el móvil a su hija Verónica para que bajara a ayudarla, ésta vez pensó en dejarla tranquila por el golpe que tenía la pobre en el tobillo.
Ayudándose del tambor de detergente que había comprado, como freno para la puerta del ascensor, fue metiendo la compra en el mismo como buenamente pudo… Pulsó en botón de la planta y repitió la operación para dejar las bolsas en la puerta de su piso. Pensó en llamar al timbre pero, de nuevo, pensó en su hija que estaría sentaba en su cama, como la dejó; así que buscó las llaves en su abarrotado bolso y metió las llaves en la cerradura… Le extrañó que solo dieran una vuelta, cuando ella había dejado cerrado con el cerrojo; por un momento, se enfadó al pensar que Verónica hubiera desobedecido y hubiera salido a la calle… Pero, al abrir la puerta, escuchó los gritos que venían de la habitación. Dejando las bolsas en la puerta se acercó temerosa de lo que pudiera encontrarse en aquella habitación y abrió la puerta muy despacio para escuchar, de repente gritar desesperada a su hija Verónica:
- ¡Mamáaaaaaa…! ¿¿Qué haces?? Un poco más y me matas del susto…- gritó la chica metida en la cama y con la sabana casi tapándola por completo.
Rosa miró a su hija en la cama y a su sobrino Rafa, sentado en una butaca al lado de la cama, que Martín usaba para leer cuando no podía dormir. Sin abrir la boca, miró al televisor de donde provenían los gritos desesperados de una chica perseguida por un monstruo…
- ¿Qué hago? ¡Casi me matas del susto con los gritos de la tele…! ¡Baja eso ahora mismo!- dijo señalando la televisión.
- Lo siento, mamá… Rafa ha venido a verme y hemos puesto una peli de miedo…
Rosa miró con cara de enfado a su sobrino, pero no podía enfadarse con él porque no había hecho nada malo; de hecho, le parecía un detalle que se preocupara por su prima, pero no sabía como se estaba tomando ella esa preocupación… Tenía que hablar con él para hacerle ver que tenía que hablar con Verónica y dejarle claro que no quería nada con ella.
- Hola, Rafa… Muchas gracias por cuidar de ella.- dijo Rosa acercándose al chico para darle dos besos en las mejillas.
- No hay de qué, tía… Para mí es un placer…- dijo el chico con media sonrisa, mientras Verónica se ponía roja, por el doble sentido de la frase de su primo.
- Y tú, ya te he dicho que no veas películas de miedo, que luego no duermes por las noches…- dijo mirando a su hija que seguía tapada con la sábana, por el miedo de la película.
- ¡Mamá! ¡No digas eso delante del primo!- protestó Verónica avergonzada y simulando un llanto.
- ¿Qué más da? Bueno os dejo, que voy a colocar las bolsas de la compra, ya que tú no puedes ayudarme.
- Yo te ayudo, tía Rosa…- dijo Rafa levantándose de la silla para dirigirse a la puerta; pero antes de salir se giró hacía su prima y le dijo.-¡Cobardica!
- ¡Ahhhhh!- protestó Vero tirando un cojín a su primo, que lo esquivó cerrando la puerta.
Rafa ayudó a su tía a meter todas las bolsas en la cocina y a ir sacando las cosas y ponerlas en la encimera para que ella las colocara. En un momento dado, su tía se subió a una escalerita de tres peldaños para colocar las legumbres en el armario de arriba; Rafa no pudo evitar mirar el culo marcado en el vaquero juvenil que llevaba su tía. Ahora sabía de donde venía el cuerpazo de su prima… Sonrió pensando en lo raro que era que estuviera viendo a su tía y, a la vez, a la madre de su amante. También pensó por un momento en lo que hubiera pasado si hubiera llegado tan solo media hora antes a la casa y abierto sin avisar…
- Oye, Rafa… Tengo que hablar contigo una cosa.- dijo Rosa en voz baja para que su hija no lo oyera.
- Dime, tita…- dijo el chico mientras le hacía llegar productos de las bolsas de plástico.
- Tengo que pedirte una cosa y es muy importante que me escuches.
- Claro, dime lo que es…- decía Rafa con una tímida sonrisa.
- Creo que Verónica se está confundiendo contigo… Ella cree que muestras interés por ella, como mujer; está confundiendo el cariño de primo con otra cosa…
Rafa se quedó petrificado, porque no se esperaba que esa fuera la conversación que su tía quisiera tener con él… Disimuló dándose la vuelta para coger más cosas de las bolsas.
- Lo que quiero pedirte es que hables con ella, para dejárselo claro o si es demasiado violento para ti, pues aléjate un poco de ella… Sé que lo haces por cariño por nosotros, tras estar tantos años fuera, pero ella puede no verlo así.
- Bueno, no sé…- decía Rafa que no sabía muy bien que decir; pensó en un momento si decirle todo a su tía: que estaba con Verónica, que le gustaba y que querían intentarlo.- Tía, yo…
Justo en ese instante sonó en timbre del portero automático; Rosa miró extrañada a Rafa, porque no era muy normal que llamaran a esa hora a la puerta. Por su parte, Rafa respiró aliviado porque había sido salvado por la campana, en este caso por el timbre del automático. Ella se fue a contestar y él se quedó en la cocina, mirando la puerta cerrada de la habitación donde estaba su prima y sopesando la posibilidad de dar el paso de contarlo todo.
- Que raro, es tu padre…- dijo Rosa entrando de nuevo en la cocina.- Dice que sube…
- Vendrá a ver a la prima por lo del accidente.
- Puede ser…
Por la puerta del piso, que Rosa había dejado abierta al contestar al portero, entró Fale que directamente entró en la cocina:
- Hola guapa…- dijo dando un beso en la frente a su prima Rosa.
- Hola Fale…- dijo cogiéndose de su cintura como muestra de cariño.- ¿Vienes a ver a la niña? Está en mi habitación…
Por un momento, Rosa pensó en lo especial de aquella reunión… Por segunda vez en pocos días, estaban juntos los que podían haber sido una familia al completo. Su primo Fale, ella, el hijo de él y la hija de ambos… Sabía que aquello estaba superado, pero la sensación no le era desagradable a pesar de haber aprendido a amar a Martín con toda su alma.
- No, bueno sí… Pero venía, sobre todo, a buscar a Rafa… Tenemos que irnos, nene.
- ¿Qué pasa, papá?- dijo Rafa poniendo la mano en el hombre de su padre para tranquilizarlo.
- Ahora te lo cuento abajo… Vámonos.
- Me estáis poniendo nerviosa…- dijo Rosa soltándose de la cintura de su primo para mirar la escena cruzada de brazos.- Rafael, dime que está pasando…
Fale miró a su prima apretando la mandíbula; sabía que cuando lo llamaba “Rafael” es porque estaba enfadada y, también sabía, que no era justo irse dejándola tan preocupada. Miró a su hijo, que también estaba algo preocupado por no saber de que iba el asunto. Respiró hondo, se sentó en un taburete de la cocina y mirando a su hijo…
- Ha estadola GuardiaCivilen casa de la abuela… Buscándote…- soltó Fale dejando helado a Rafa.
- ¡Ay Dios mío! ¿Pero qué ha pasado?- gritó Rosa echándose las manos a la boca.
- Ayer me metí en una pelea en un bar…- se adelantó Rafa a la explicación de su padre, para que no delatara a Verónica.
- ¡Madre mía! Pero, Rafa, por dios…- seguía lamentándose Rosa con las lágrimas saltadas.- ¿Qué querían, Fale?
- Pues detenerlo… Por lo visto en tío ese te ha denunciado y los testigos sabían quien eras… Le has partido la nariz y tres costillas…
- ¿Qué pasa?- dijo Verónica que llegó a la cocina sin apoyar su pie lesionado, alertada por los gritos de su madre.
- ¡No pasa nada! ¡Vuelve al cuarto!- gritó su madre, dejando callada a Verónica que miraba la escena con pánico.
La chica se quedó petrificada sin saber que hacer; miró a Rafa, que le asintió en señal de que le hiciera caso a su madre… Sabía que pasaba algo, pero si su primo le decía que se fuera a su habitación, ella lo haría porque sabía que era lo mejor.
Por unos segundos, se imaginó que quizás Rafa les había contado a los dos que estaba con ella; pero, no era probable porque sino su madre no la habría mandado al dormitorio. Se encerró pegando el oído tratando de escuchar lo que decían, pero no podía oír nada.
- ¿Y qué vais a hacer?- dijo Rosa tratando de controlar su llanto.
- Lo voy a llevar a la estación… Se va a ir del pueblo, no quiero que lo cojan.
- Pero papá, yo…
- ¡Cállate!- dijo Fale, soltando un bofetón que cruzó la cara de su hijo, para inmediatamente ponerse a llorar desconsolado.
Rafa se quedó tocándose la mejilla golpeada por su padre, pero mirándolo con ternura al ver el estado de nervios en el que estaba… Él no había venido al pueblo para esto; para complicarse a Fale, su vida apacible sin problemas de ningún tipo; no sólo su padre sufría, sino que todos sufriría al saber si su relación con Verónica.
- Lo siento, hijo… No quería pegarte.- dijo Fale mientras su prima Rosa lo agarraba por el brazo.
- Lo sé, papá… No pasa nada.
- Sí que pasa, Rafa… No soy un buen padre y no quiero que vayas a la cárcel por no haber sabido estar a tu lado. En mi vida solo he querido tenerte a mi lado y ahora que te tengo aquí, tengo que ver como te quieren detener… Tienes que marcharte… Por favor.- decía sollozando el cuarentón totalmente roto por el desasosiego.
- Papá, haré lo que tú digas que haga; pero no quiero que pienses que eres un mal padre, ¿vale?- dijo Rafa abrazando a su padre.- he aprendido más de ti en estos días que en todos los años que me he tirado estudiando. Anda vámonos…
- Pero, ¿por qué tiene que irse?- preguntaba Rosa.- ¿Por qué va a ir a la cárcel por una pelea?
Rosa no sabía nada del pasado de su sobrino, que Fale siempre había mantenido en secreto para que la familia no tuviera un mal concepto de él porque, al fin y al cabo, era su hijo.
- Es complicado de explicar, tita… Ya te lo contará mi padre.- dijo Rafa acercándose a su tía para abrazarla con ternura.- Prométeme que no le vas a decir nada a Verónica, por favor…
- De acuerdo, cariño, no le diré nada…- dijo Rosa abrazando otra vez a su sobrino.
- Vámonos, papá…- le dijo dándole la mano para levantarlo del taburete donde se había vuelvo a sentar.
Padre e hijo se besaron en la mejilla y se dirigieron a la puerta, donde se volvieron a despedir de su tía.
En el momento en el que la puerta se cerró, Verónica volvió a salir del cuarto sorprendida de que Rafa se hubiera ido así, sin despedirse… Y, mucho menos, que su tío Fale no hubiera ido a verla.
- Mamá, ¿qué está pasando?- preguntó la chica visiblemente preocupada al ver a su madre limpiándose las lágrimas con un paño de cocina.
- Nada, mi niña… Tu primo Rafa que le han llamado urgente del trabajo y tiene que irse a Barcelona…- mintió Rosa, sin saber el daño que esas palabras le hacían a su hija.
- Pero… ¿Pero cuando se va? ¿Quién lo ha llamado? ¿Por qué no me ha dicho nada?- preguntaba sin parar la chica que comenzó a llorar inmediatamente.
- Ven aquí, cariño…- su madre la abrazó intentando consolarla; sabía lo que era un amor no correspondido y que Rafa pusiera tierra de por medio, pero era lo mejor para los dos, dado el oscuro secreto que los separaba.
- Tengo que verlo, antes de que se vaya…- dijo tratando de separarse de su madre.
- No, cariño… Ya iba a la estación.- dijo Rosa para tratar de convencer a su desengañada hija.
- Pero tengo que verle, mamá… Es muy importante para mí…
- Verónica, ya te dije que esto podía pasar; tu primo te ve a como a un familiar más y no tenías que haberte colgado de él… Has confundido las cosas y…
- ¡Estamos juntos!- gritó Verónica sin saber muy bien porqué había dicho eso.
Rosa se quedó de piedra sin saber muy bien como reaccionar; dio dos pasos hacía atrás mirando a su hija como si estuviera a kilómetros de ella.
- ¿Qué has dicho?- susurró con el hilo de voz que le dejaba salir su seca garganta.
- Estamos juntos, mamá… Nos queremos y no voy a dejar que me separen de él.
- Tú no puedes… Tú no…- tartamudeaba Rosa, cuya peor pesadilla se había hecho realidad.
- ¿Por qué os oponéis a nuestra felicidad? Es por eso, ¿verdad?- dedujo Verónica.- Os lo ha contado y queréis que se aleje de mí…
Rosa tenía que contarle la verdad del motivo por el que Rafa huía, porque era mucho mejor que el verdadero motivo que los separaba… Gracias a dios, Rafa ya estaría camino de la estación.
- Siéntate, Verónica, tenemos que hablar…
Rafa iba con su padre en la misma furgoneta en la que hicieron el reparto esa mañana; el chico miraba a su padre, por cuyo rostro seguían escurriéndose algunas lágrimas:
- Siento mucho haberte pegado, hijo.
- Ya te he dicho que no pasa nada, papá… Ha sido fruto de los nervios.- decía Rafa mirando por la ventanilla del vehiculo.
- He metido en tu mochila toda la ropa que he encontrado en tu habitación… Si echas algo de menos, me lo dices y te lo enviaré.
- Las cosas que voy a echar de menos, no caben en un paquete de correos…
- Hijo, sabes que es lo mejor para ti…
- No, papá… No es lo mejor para mí; es lo mejor para todos.
Fale puso el intermitente para parar el coche en el arcén, entrando en un camino de tierra. Se desabrochó el cinturón de seguridad para poder girarse hacía su hijo, que seguía mirando por la ventana, a pesar de que el coche se había detenido.
- ¡Esto no es egoísmo, hijo! Esto lo hago por ti; has empezado una nueva vida y, por una estúpida pelea la puedes estropear.
Rafa abrió la puerta de la furgoneta y bajó, mientras su padre lo observaba desde el asiento del conductor. El chico caminó unos pasos sin alejarse del vehiculo; miró el paisaje lleno de aquellos olivares y aquellos caminos que había recorrido con su padre el día de antes. Fale bajó del coche y apoyado en el capó, se limitó a mirar a su hijo.
- Papá… Tú me dijiste que un tío tiene que ser un tío… No puedo estar huyendo toda la vida… Este pueblo me ha cambiado la vida y he encontrado aquí que llevaba mucho tiempo buscando: mi identidad…- dijo Rafa mirando a su padre desde una distancia prudente.- Puede que no estés de acuerdo con lo que te voy a decir y lo entenderé; de hecho, si me dices que no, me iré pero quiero que escuches la razón por la que no puede irme…
Fale seguía escuchando y guardando silencio, cruzado de brazos y mirando preocupado a su hijo:
- Papá, es Verónica… La quiero; sé que es una locura, que no está bien, pero la quiero con toda mi alma… Y no puedo irme así. Sé que a a ti no puedo hablarte de las cosas del corazón, porque mamá te hizo mucho daño, pero entiende el daño que yo le haré a ella si me voy sin darle explicaciones.
- Pe…Pero Rafa… Es tu prima…- dijo confuso su padre.
- Lo sé y no creas que esa idea no me ha atormentado, pero no he podido evitarlo; me he enamorado de ella y no sé si saldrá bien o mal… Pero no se merece que me marche así. Si me entrego, pagaré mi pena… Daré la cara y no huiré jamás; entonces, sí empezaré una nueva vida…
Los dos hombres guardaron silencio mirándose a los ojos; Fale se levantó del capó y se dirigió de nuevo en la furgoneta.
- Rafa, sube a la furgoneta… Nos tenemos que ir.- dijo Fale con lágrimas en los ojos.
- Sí, papá… Lo que tú digas…
Caminó hacía el coche mus despacio mirando hacía el suelo; abrió la puerta del copiloto y se sentó junto a su padre. Fale arrancó el vehiculo y se puso el cinturón.
- Espero que sepas lo que estás haciendo…- dijo el padre muy emocionado, mirando a través del parabrisas y poniendo el intermitente para dar la vuelta.
- ¿Qué haces papá?
- Te llevo al cuartel dela GuardiaCivil…
Rafa sonrió con pena y poniendo la mano sobre la rodilla de su padre le dijo:
- Gracias, papá… Muchas gracias…
(CONTINUARÁ)