Regreso a casa (capítulo 8: El error)

Octavo capítulo de la saga... El acercamiento de Rafa y Verónica no es tan fácil como piensan; sin conocer aún el gran obstáculo que hay entre ellos, se disponen a cometer errores que sustentan una relación... Pero hay errores imperdonables, ¿o no?...

Rafa se levantó de su cama y se puso una camiseta que había sobre la silla de al lado de la cama, y que hacía las veces de mesilla; echó un último al cuerpo semidesnudo de su prima dormida, que se había puesto de nuevo la ropa interior para evitar suspicacias –aunque no sabía que pensarían si la encontraran así metida en su cama-, y se dirigió a la puerta de su habitación.

Llegó al salón y todavía no había nadie, aunque la puerta de entrada a la casa seguía entornada, cosa que seguía sorprendiendo al chico. Un extraño sentimiento se apoderaba de él, por una parte el deseo y tremendo amor que sentía por Verónica, ese ángel de ojos verdes que dormía en su cama, y por otro lado una sensación de culpabilidad por estar dilapidando la confianza de su familia.

Se quedó apoyado en el marco de la puerta, viendo pasar a algunos niños darle patadas a un balón rumbo a la plaza.

-         ¿Qué haces aquí solo?- escuchó la voz de su padre, detrás de él.

Rafa se volvió para ver a su padre, despeinado de estar recién levantado y estirando los músculos de la espalda para desentumecerse.

-         Nada, estaba viendo la gente del pueblo…- dijo Rafa que seguía sorprendido por las diferencias entre ese pequeño pueblo y las grandes ciudades.

-         ¿Se ha ido sola tu prima Verónica?

-         No, no… Se ha quedado; estaba cansada y le he dejado mi cama para dormir. Yo me he bajado al salón.- mintió Rafa sin ser capaz de mirar a su padre.

Fale se dejó caer en el sofá que había pegado a la pared sur del salón y, sacando un paquete de tabaco del bolsillo de su camisa, le ofreció uno a su hijo. El chico se acercó para coger el cigarro y se sentó al lado de su progenitor, que le dio un cariñoso cachete en la cara.

-         ¿Y que tienes pensado hacer este año?- dijo el padre para empezar una conversación.

-         Pues no sé, papá… Tengo alguna oferta para trabajar en revistas como fotógrafo, creo que ya está bien de estudiar… Me lo voy a tomar con más calma.- dijo Rafa, dejando caer la posibilidad de estar algún tiempo más en el pueblo.

-         Oye, Rafa, quería decirte, que si te hace falta dinero para algún curso o algo, me lo puedes decir… Aunque ya no tenga que pasarle manutención a tu madre porque eres mayor de edad, tengo algunos ahorrillos guardados.

-         No, papá, muchas gracias; también tengo algo ahorrado… No es cuestión de dinero, sino de que tengo ganas de empezar a trabajar, de disponer de unos ingresos fijos, en lugar de aceptar trabajos esporádicos…

-         ¿Sabes, hijo? Estoy muy orgulloso de ti; si te digo la verdad, cuando tu madre me contó que te habías ido a Londres a estudiar fotografía, pensé que era ridículo y una perdida de tiempo, pero gracias a dios nunca traté de impedírtelo…

-         Te hubiera escuchado…

-         Pues entonces hice bien en no decírtelo… Mírate, eres un tío que tiene claro su futuro y que ha sido valiente en lo que querías hacer. Gracias a eso serás feliz…

-         Papá, la felicidad no está en un buen trabajo o en desarrollarte como fotógrafo.

-         Rafa, no me refiero a lo de fotógrafo; lo que querías hacer era conocer mundo, ver otros países, sentir inquietudes por lo que te rodea…

-         Las cosas por las que mamá te dejó…- dijo Rafa que inmediatamente se arrepintió de decir eso.- Lo… Lo siento, papá… No quería decir eso.

-         No pasa nada, nene… Es la verdad; de hecho me refería a eso, siempre es un orgullo para un padre que su hijo sea capaz de hacer aquello que uno mismo no se atrevió a hacer.

-         Bueno, no te culpo… La verdad que el pueblo es un lugar increíble para vivir.

-         Son diferentes formas de vida, hijo… Pero la vida debería ser una mezcla de ambas. La emoción de una vida fuera de estas paredes y…

-         La tranquilidad de esta gente…- completó la frase el chico.

Hubo un silencio en el salón; Fale se levantó a la nevera y trajo un par de cervezas, entregándole una a su hijo, que la cogió gustosamente.

-         ¿Hasta cuando tienes pensado quedarte?- continuó el padre.

-         ¿Ya quieres que me vaya?

-         No seas idiota… Si de mí dependiera te ataba a la pata de la cama para que no te fueras nunca…

Un nuevo momento vacío de palabras, mientras el chico pasaba el dedo por el frío cuello del botellín de cerveza. No sabía como empezar el tema de conversación que llevaba horas meditando:

-         Papá, el otro día conocí a Tomás…

-         Ah, sí… Ya te dije que no es mal chico, ¿verdad?

-         ¿Hablaste con él?- soltó Rafa sin que su padre supiera a que se refería.

-         ¿Yo? Llevo meses sin ver a ese chico…

-         No me refiero a ahora; Oscar me lo contó, papá.

Fale miró a su hijo como escudriñando sus reacciones… Ese Oscar era como un hjo para él pero, a veces, no sabía tener la boca cerrada.

-         Bueno, digamos que le hice un favor… Si llega a ser Martín quien se entera lo hubiera matado…

-         ¿Tan violento es tío Martín?- dijo Rafa, pensado en las posibles consecuencias de hacer pública su relación con su hija.

-         ¿Pero qué dices? Martín no es violento, pero el honor de una hija en un pueblo es algo sagrado.- dijo su padre con una sonrisa.- Además lo que decía ese chico era mentira…

-         ¿Cómo sabes que era mentira, papá?

-         Bueno, me da igual si era verdad o mentira; un tío debe ser un tío y no ir diciendo esas cosas de una chica decente… La mujer puede ser puta con su marido, pero eso queda en casa.

Rafa rió con otra de esas sentencias de pueblo; no es que fueran muy descabelladas, porque eran entendibles en el ámbito en el que se encontraba… Había una serie de pautas de respeto y educación por las costumbres que los hacían mejores personas. Desde siempre se hacía; y si alguien se salía de ellas, siempre habría algún adulto para llamar al orden.

-         Sí, eso lo entiendo… Pero me llamó la atención que fueras tú, que siempre has sido… Ya sabes…- dijo Rafa, haciendo alusión al carácter calmado y tranquilo, que había provocado la ruptura con su madre.

-         Jaja, bueno la fama no siempre es lo que es…- dijo Fale riendo.- Mira, hijo, yo soy un hombre calmado, porque nunca he tenido razón para dar voces ni golpes en la mesa… A veces más vale razonar y hablar bien, que liarte a golpes para defender tus intereses.

El chico miraba a su padre con respeto; estaba conociendo a un hombre, totalmente, distinto del que le había descrito su madre… Y no es que su madre hablara mal de él, porque nunca había dicho una palabra malsonante sobre su exmarido, sino que siempre le había catalogado como un hombre falta del carácter suficiente para encarrillar su vida más allá de las faldas de su madre.

-         O sea, que no le diste dos hostias a Tomás.- sentenció riendo Rafa.

-         Jajaja, no, no… Sólo hablé con él y le dije que no podía decir esas cosas de Verónica. Que esas cosas no se hacen en un pueblo y que tenía que portarse como un hombre y desmentirlo todo…

-         Y lo hizo…

-         Ya lo sé que lo hizo; vino a verme para decírmelo… Ya te he dicho que es un buen chico; un poco bocazas y chulito, pero muy buen chico. No quiero que te pelees con él, esto es historia pasada… Y la mejor muestra de ello, es que tu prima Verónica sigue saliendo en pandilla con él.

-         Sí, papá, no te preocupes… En eso quizás he salido a ti más que a mamá: tampoco me gustan las peleas.

Justo en ese instante, bajó de la planta de arriba Verónica, totalmente vestida por supuesto.

-         Hola tito…- dijo Vero acercándose a Fale para darle dos besos.

-         ¡Hombre! Ya está aquí la dormilona… ¿Es cómoda la cama de Rafa?- dijo Fale, sorprendiendo a Vero que no sabía muy bien que decir.

Rafa intervino rápidamente, para sacar del apuro a su prima que, por supuesto, no sabía que excusa le habría puesto su primo a Fale:

-         ¡Encima que la dejo dormir en mi cama y me bajo yo al salón! Como para que se queje la niña…

-         ¡Oye, que yo no he quejado!- bromeó Vero, comprendiendo la excusa de Rafa, pero deseando que lo suyo fuera una relación normal para no tener que mentir a  su familia.

-         Anda, dejadlo ya… Que parecéis un perro y un gato…- dijo Fale, riendo por la discusión de los dos.

-         ¿Ésta un gato? Una leona, más bien…- dijo Rafa cogiendo a su prima, a la que le dio un vuelco el corazón al sentir el contacto de su primo delante de su tío.

-         Pues cuidado, que las gatas arañan, pero las leonas muerden…- dijo Verónica siguiendo con la broma.

-         Bueno, te acompaño a casa que tus padres me van a matar…- dijo Rafa soltándose de la cintura de su prima.

-         No te preocupes, tu tía Rosa sabe que estaba con nosotros…- dijo Fale mientras se dirigía a la cocina.

-         Voy a acompañarla a su casa… Papá, ¿vas a estar aquí?

-         Sí, voy a despertar a tu abuela y me iba a ir al campo a dar un paseo…

-         Vale, pues si me esperas iré contigo…- dijo Rafa que seguía con la espina clavada de pasar más tiempo con su padre.

-         Pues sí, te espero; tengo ganas de enseñarte la zona del monte…

-         Pues ahora nos vemos…

Los dos primos salieron de la casa y Rafa, aprovechando que su padre ya no los veía porque estaba dentro de la casa, dio un azote en aquel culo embutido en los vaqueros que llevaba su prima Vero.

-         ¡Ayyy!- protestó Verónica revolviéndose.- ¡Oye, que nos pueden ver!

-         Vaya por dios; la que se ha metido en mi cama, estando media familia en casa se ha vuelvo, de repente, una precavida.- dijo mientras seguía caminando tras ella, que iba unos pasos por delante.

-         Pues si tanto te ha molestado no lo hago más…- dijo Verónica, un poco molesta con la acusación de Rafa.

El chico, viendo la reacción de su prima, la cogió de la muñeca y metiéndose en un callejón estrecho junto a la calle principal, se pegó a ella y contra la pared.

-         No seas tonta… Era broma…- dijo dejando la espalda de su prima pegada a la pared.- Sabes que me ha encantado que seas tan loca…

-         Bueno, no sé… Es que me cuesta trabajo tenerte delante y tratarte como si nada ocurriera…

-         Pero Verónica,- espetó Rafa, haciendo que ella sintiera un cosquilleo al volver a escuchar su nombre completo en su boca.- sabes que no somos una pareja normal, que tenemos que ir despacio…

-         Sí, ya lo sé… Esa fue tu condición y la respeto…

-         ¿Cómo?- dijo Rafa molesto y separándose de ella. ¡No fue una condición mía! Tú tenías miedo de que esto saliera mal, y decidimos que lo mejor era ir despacio…

Hubo un silencio entre los dos; Rafa la miraba muy serio, mientras Verónica desviaba su mirada hacía el suelo y jugaba nerviosa con el pico de su camiseta.

-         Lo siento, Rafa…- susurró Vero.- No quería decir eso, es que es verdad que tengo miedo de perder lo que más quiero sin ni siquiera tener tiempo para aprovecharlo.

-         Yo también lo siento, nena…- sonrió Rafa, acercándose a su prima para besarla suavemente en los labios.

Sus lenguas se encontraron de nuevo y la pasión se fue desatando en aquel rincón oscuro del callejón; las manos de Rafa se afanaron en agarrar el culo de su amante a la que se le aceleraba la respiración de sentir el cuerpo de Rafa pegado al suyo.

-         Para, Rafa, para… ¡Que estamos en mitad de la calle!- protestó Verónica riendo mientras empujaba a su primo para alejarlo de ella.

-         Vale, vale, jaja…- rió Rafa, recuperándose del empujón de su prima.

Se acercó, de nuevo, a ella muy despacio para besarla otra vez en los labios… Suaves, tiernos, jugosos… Eran un vicio para él; había besado otros muchos labios en su vida, pero no sabía si era por la peculiaridad de que fuera su prima, pero sentía algo muy extraño al besarlos… Y le gustaba eso que sentía.

-         Quiero que me esperes…- dijo Rafa, separando los labios, para pegar la frente a la de su primo sintiendo el aliento en la cara..

-         ¿Qué?- sonrió la chica de ojos verdes que tenía hipnotizado a Rafa.

-         Sé que tienes miedo, porque tendré que marcharme y voy a estar lejos… Pero, quiero que me esperes; te quiero en mi vida… No sé si saldrá bien o mal, pero no quiero levantarme dentro de veinte años y preguntarme que hubiera pasado si estuvieras a mi lado…

La chica se quedó callada con cara de sorpresa y una tímida sonrisa emocionada en su rostro; jugueteó con los dedos de su primo que acariciaban su pelo, sintiendo la calidez de su abrazo… Tenía miedo de entregarse, porque ya le habían roto el corazón antes, pero Rafa tenía un algo especial en sus gestos, sus abrazos y sus caricias.

-         ¿Te me estás declarando, primo?- susurró Verónica mirando los brillantes ojos de Rafa.

-         ¿Hace falta que lo haga?- sonrió el chico.

-         Bueno, sé que no quiero ser tu amante nada más y que, ahora mismo, no puedes ser mi novio… Pero sí, esperaré a que podamos estar juntos, si tú me lo pides.

El chico la volvió a besar con esa ternura que la volvía loca; después, separándose de ella, la cogió de la mano y volvieron ala calle principal. Sus dedos entrelazados fueron soltándose, poco a poco, para guardar las apariencias a las que, de momento estaba condenada su relación.

-         Esto va a ser difícil…- dijo Rafa como si hablara consigo mismo.

-         ¿El qué?- le contestó Vero curiosa.

-         Disimular y tenerte al lado…

-         Y dejando que otros tíos se acerquen a mí, jaja…

-         No te pases, nena, jaja…

-         Ya, ya… Y si me paso, les ganas en un pulso.- dijo refiriéndose a Tomás.

-         Cállate anda, que me dan ganas de estrujarte aquí mismo…

-         Jajaja, sabes que cuando quieras… Primito…- soltó provocándome más aún.

Con Verónica andando unos pasos delante, contoneando su culo en aquellos vaqueros y Rafa con los ojos clavados en ella, llegaron al portal de la casa de ella.

-         ¿Vas a subir a ver a mi madre?- dijo Verónica.

-         No, no… He quedado con mi padre. Dale un beso de mi parte, mañana me llegaré a verla.

-         Si me das un beso para ella, me lo quedo para mí…

-         ¿Sabes que te estás soltando mucho?

-         Cariño, hace una hora y algo que me has follado… Creo que es normal que me suelte un poco…

-         Jajaja, la madre que te parió…- rió Rafa dándole un azote en el culo, mientras ella entraba en el portal.

Rafa se alejó de allí a la vez que Verónica desaparecía en el portal; en el camino de vuelta, no paraba de pensar en lo que estaba cambiando su vida en los últimos días… De estar totalmente perdido en aquella gran ciudad que era Londres, agobiado y estresado, a tener esta cura de tranquilidad en el pueblo. Y no sólo eso, sino que tras más de dos años sin empezar una relación que durara más de un mes, se enfrentaba a lo que sentía por esa chica de 19 años, que lo estaba volviendo loco.

No sabía como afrontar lo que venía ahora, porque si no quería renunciar a Verónica, tendría que dar la cara ante su familia y no sabía como reaccionaría su padre a la noticia…Por eso no quería precipitarse; su prima Verónica había sufrido un gran desengaño en la única relación que había tenido hasta el momento, pero él había vivido algunas historias más y sabía que, tan pronto como empezaban, podían acabar… Lo primero, era asegurarse de que todo era tan ideal como veían en ese primer momento.

Estaba llegando a la puerta de su abuela, cuando vió a su padre salir a su encuentro; de nuevo, volvieron a él las dudas de cómo se tomaría su padre la relación con su prima Vero. “Un tío tiene que ser un tío” decía su padre… ¿Sería capaz de portarse como un “tío” y confesarle todo a su padre?


-         Hola mamá.- saludó Vero a Rosa al entrar en la cocina, dándole un beso en la mejilla.

-         Hola, nena… ¿Has estado con el primo Rafa?- preguntó Rosa, que seguía preocupaba por la posibilidad de que su hija se estuviera enamorando de su sobrino Rafa.

-         Sí…- contestó secamente Vero, que se preocupó un poco por el interés de su madre por la compañía de su primo.

Verónica se puso de puntillas para coger unas galletas del armario de la cocina y se sentó en la mesa de la cocina para ir comiéndolas una a una, observando en silencio a su madre.

-         ¿Qué estás mirando?- dijo sonriendo su madre.

-         Nada, ¿no puedo mirar a mi madre?

-         Sí que puedes, pero me resulta raro… Algo quieres, seguro.

-         Bueno, he estado hablando con la abuela de cómo conoció al abuelo Antonio…

-         ¿Ah si? ¿La abuela Isabel te ha contado eso?- dijo extrañada Rosa, que sabía de lo reservada que era su tía en ese asunto.

-         Sí, y es una historia muy triste pero preciosa…- dijo Vero, mordiendo una galleta mientras miraba el suelo de la cocina.

-         Me gusta que te intereses por las cosas de la familia, pero eso pasó hace mucho tiempo, ¿a que viene ese repentino interés?

-         No sé… Creo que ha sido al llegar Rafa…

-         ¿Qué tiene que ver Rafa en todo esto?- dijo Rosa, acentuando su preocupación.

-         Pues no él en sí…- dijo Vero, que se dio cuenta de que quizás había metido la pata al nombrar a su amante.- Es el hecho de que aparezca aquí un primo que no conocía… Me ha hecho pensar en la familia y como erais todos antes… Solo eso.

Rosa se secó las manos tras meter los platos en el lavavajillas, se giró muy despacio hacía su hija y, con el trapo aún en contacto con sus manos, se sentó en la otra silla de la cocina:

-         ¿Te gusta tu primo Rafa?- soltó con una contundencia que dejó perpleja a la chica.

-         ¿Có…Cómo?- tartamudeó Vero, mirando a su madre.

-         Ya me has oído… Quiero saber si te gusta tu primo Rafa…

Verónica no podía articular palabra porque en su cabeza retumbaban las advertencias de Rafa, de que nadie se podía enterar de lo suyo… ¿Y si el hecho de que su madre lo hubiera averiguado lo estropeaba todo?

-         Se te nota mucho, nena… Soy tu madre y cuando estuviste con ese otro chico se te veía igual… No quiero que te desengañes; tu primo es mayor que tú, viene a pasar unos días y no te mira con esos mismos ojos con los que tú lo miras a él…

Verónica se sorprendió más aún, aunque por dentro de tranquilizó: su madre creía que estaba colgada por Rafa, pero no sospechaba que era correspondida y que ya había pasado algo entre ellos. Trató de arreglar las cosas, lo más posible…

-         Mamá, Rafa es muy guapo y bueno, pues o te voy a decir que no me atrae, pero no soy tonta…- dijo Verónica, doliéndole el tener que mentir a su madre.

-         Mira, todo el mundo se puede sentir atraído por la persona no indicada, pero debes de saber analizar lo que te juegas…

-         Por favor, mamá, no me sermonees…- dijo incómoda, Vero que se movía en la silla como se le quemara.

-         No te sermoneo, sólo te lo advierto…

-         Mamá, nunca me he ido liando con el primero que he pillado, siempre sé esperar al chico que me gusta y no cometo locuras…

-         Mi niña, si yo confío en ti, pero no quiero que te dejes llevar por una ilusiones y confundas las atenciones que tu primo te presta como familia con las que presta como mujer…

Verónica intentaba aguantar una sonrisa; aunque por una parte, se sentía ofendida de que su madre sugiriera que era imposible que Rafa se sintiera atraído por ella… Por un instante, estuvo a punto de soltarlo todo, pero sabía que era una reacción infantil que podría traer consecuencias irreparables.

-         ¿No confías en Rafa?- dijo Vero tratando de averiguar la opinión que tenía su madre de él.

-         Por supuesto que sí… Es un buen chico y te quiere muchísimo, pero sólo como primo…

-         Vale, mamá… No te preocupes, no me haré ninguna ilusión.- volvió a mentir la chica.- Ahora me voy a la ducha, ¿vale?

-         Vale, mi amor… Ven aquí…- dijo Rosa y cogiendo a su hija de la cara con las dos manos, la besó en una de sus mejillas con mucha ternura.- Te quiero mucho, Verónica… Nunca lo olvides, que todo lo hago por tu bien.

-         Lo sé, mamá…- dijo Vero yéndose por el pasillo hacia la ducha.


Rafa llegó junto a su padre a casa de su abuela cerca de las diez de la noche, tras dar un paseo por el monte; disfrutó con las enseñanzas de su padre sobre las lindes del terreno, los cotos de caza de los señoritos y los distintos tipos de flora que había por aquellos cerros… De hecho, no sabía sin disfrutaba más por todo lo nuevo que estaba aprendiendo o por ver a su padre, de un lado a otro, mostrándole cada rincón de esas tierras, como un niño enseña sus regalos de cumpleaños.

Viendo como se desarrolló la tarde-noche con su progenitor, no se atrevió a sacar el tema de su relación con Verónica: ya habría tiempo si las cosas seguían su curso.

Al entrar en la casa, ya estaba ésta impregnada del sabroso olor de un guiso preparado por la abuela para la cena. Se sentaron a la mesa mientras la anciana servía los platos y Fale contaba a su madre las cosas que había enseñado a su hijo, que escuchaba con atención.

-         ¡Ah, nene! Ha llamado tu prima Verónica…- dijo la abuela cortando la conversación del padre.- Que habían quedado con Oscar en la plaza para estar allí un rato.

-         ¿Oscar?- dijo extrañado el padre.- Qué extraño, no suele salir los domingos por la noche, porque le cuesta la misma vida madrugar los lunes…

Rafa sabía perfectamente que lo que su prima había dicho era una excusa para poder verlo, sin llamar la atención de la familia. Aunque no tuviera que resultar extraño que dos primos quedasen para tomar algo, le resultó gracioso que su prima llevara a  esos extremos sus precauciones.

-         No creo que salga hoy, abuela… Me voy a ir a la cama, estoy cansado.- dijo Rafa, que estaba agotado de la caminata campo a través que le había dado su padre.

-         Pues llama a tu prima que no me gusta que se quede esperando allí, que después no quiero que vuelva sola a casa…- dijo la abuela, protestando como siempre en protección de su nieta.

-         ¡Deja a la chica en paz, mamá! Siempre ha ido solo de un sitio para otro y no ha pasado nada… Además Oscar está con ella…- dijo Fale tratando de calmar los ánimos de su madre.

El chico pensó que si lo de que Oscar estaba era una excusa y él no iba a ir, Verónica podía molestarse y levantándonos tras recoger de la mesa su plato, se dirigió a la puerta de la casa.

-         ¿Dónde vas, Rafa?- dijo el padre que ponía en ese momento el televisor.

-         Papá me voy a llegar un momento a la plaza y así dejo tranquila a la abuela… Y de paso veo a Oscar, que llevo todo el día sin verlo.- se excusó el muchacho.

-         Bueno, pero no tardes mucho… Y le dices a Oscar que como mañana llegué tarde, le cortó los huevos.

-         No te preocupes, papá.

Rafa salió de la casa acelerando el ritmo hacía la plaza, se sorprendía a sí mismo de la necesidad que tenía de ver a su prima Verónica; sonreía al pensar en lo que esa nena había causado en él.

Llegó a la plaza, donde no estaban las chicas sentadas en el banco que solían estar, porque suponía que Maite sí estaría con su prima. Caminó a lo largo de la plaza, casi hasta el final de la zona peatonal, en el aparcamiento donde estuvo con Oscar y que era otro punto de reunión de la pandilla de Verónica.

Entonces, a lo lejos, pudo ver un grupo de coches y un ruido de gritos y aplausos en un tumulto de gente; se acercó sin saber muy bien lo que era, pero al ver el coche de Tomás entre los que había aparcados supo que iba en la dirección correcta, aunque sin saber aún que ocurría.

Pero al estar lo suficientemente cerca, se percató que la gente estaba jaleando una pelea en el centro del circulo, sin poder ver lo que pasaba en el interior; entonces, entre las casi veinte personas que rodeaban el “espectáculo”, observó a Maite que no era capaz de entrar y se mostraba muy nerviosa y desesperada.

-         ¿Qué pasa, Maite?- preguntó Rafa en voz alta, cogiéndola por ambos hombros, para que la chica lo escuchara por encima de los gritos de la gente.

-         ¡Es Tomás! Lo van a matar, Rafa…- decía entre sollozos la chica abrazada al primo de su amiga.

-         ¿Y que coño hacéis aquí?- dijo nervioso, Rafa.

-         ¡Han sido ellos…! ¡Son de la aldea de al lado, han venido a buscarlo…! ¡No sé!- decía fuera de sí Maite, agitando la cabeza y atropellándose en las palabras.

-         ¡¿Dónde está Verónica?!- gritó preocupado Rafa, sacudiendo con fuerza por los hombro a aquella chica.

Maite no era casi capaz de articular palabras por las lágrimas, pero con un simple gesto de cabeza le indicó a Rafa que su prima estaba en mitad de la pelea…

-         Estaba en el coche con Tomás, cuando han llegado…- dijo con un hilillo de voz mientras miraba con súplica a Rafa.

A Rafa se le nubló la vista; sintió su pecho palpitar y notaba como los ojos se le iban a salir de las orbitas. Miró hacía el tumulto que seguía jaleando la pelea y apretando los puños le dijo a Maite:

  • ¡No te muevas de aquí!

  • ¡No, por favor…! ¡No me dejes sola!- decía mientras se aferraba al brazo del chico con un ataque de pánico.

El chico casi arrastraba a la chica mientras se abría paso entre empujones a la gente que  le impedía el paso; estaba furioso, nervioso pero sobre todo, preocupado por Verónica. Cuando llegó al centro del circulo, vio la escena al completo: Tomás estaba en el suelo tumbado recibiendo patadas en el estomago de un hombre que rondaría los treinta y pico años. Raúl, el amigo de Tomás, estaba siendo agarrado por otro hombre sin posibilidad de ayudar a su amigo y sangrando aparatosamente por la nariz. Otro hombre de unos cuarenta años, sujetaba firmemente de la cintura a Verónica que se retorcía llorando tratando de liberarse.

Los ojos de Rafa se clavaron en su prima que, en su fragilidad, parecía poder partirse en dos en brazos de ese hombre… La chica, por un momento, vio a su primo viendo la escena y no sabe si estaba más asustada por lo que le estaba pasando o por saber que Rafa se iba a meter en la pelea.

Si mediar palabra, Rafa se libró del abrazo de Maite y, pasando por detrás del hombre que seguía pateando a Tomás, se dirigió como con paso firme al hombre que agarraba a su prima.

-         Suéltala…- dijo sin dejar de caminar hacía él.

-         ¿Qué coño dices, niñato?- dijo el hombre que estrujaba entre sus brazos a Verónica.

Ni un segundo después de que aquel tío dijera esa última palabra, Vero tuvo que cerrar los ojos al ver el puño de su primo Rafa venir directamente hacía ella. Después solo notó un chasquido tras un tremendo golpe y como esa presa que la sujetaba se soltaba, pero ella caía atrás por el impulso. Sin embargo, antes de que pudiera tocar el suelo, una fuerte brazo la agarró de la camiseta para incorporarla… Rafa la tenía pegada a él y la llevaba en volandas hacía fuera del circulo de personas que se iba abriendo.

-         Rafa, por favor, Rafa… Tomás, Tomás…- repetía Vero mientras lloraba arrastrada por su primo que se detuvo a mirarla con una cara de enfado que asustó a la chica.

Pero Verónica no podía dejar que dieran esa paliza a Tomás; puede que fuera un chulo, un capullo y, a veces, se lo mereciera, pero lo iban a matar y solo había alguien que podía ayudarlo: Rafa, que seguía mirándola con algo parecido a decepción según podía interpretar Verónica.

-         ¡CUIDADOOO!- escucharon los dos un grito de Maite a sus espaldas.

Justo cuando Rafa se dio la vuelta, le dio el tiempo justo para empujar a Verónica a un lado y recibir un placaje digno de un partido de futbol americano a la altura del estomago. Mientras Verónica miraba, Rafa peleaba con otro de los hombros rodando por el suelo, hasta que su contrincante ganó la posición situándose sobre él y asestándole dos fuertes puñetazos en la cara, sujetándolo por el pecho.

La chica no paraba de gritar mientras veía a su amante, recibir esos golpes en la cara, mientras trataba de taparse el rostro con las manos. En ese momento, Oscar llegó de entre el tumulto y dando una patada en el costado del agresor, se lo quitó de encima a Rafa.

Dándole la mano a su amigo, le ayudó a incorporarse y le sacudía la camiseta de la arena del parque que tenía mientras reía:

-         ¿Tú no te puedes estar quieto mientras no estoy yo?-bromeó Oscar que sacó una sonrisa a Rafa, que buscó con la mirada a su prima para asegurarse de que estaba bien.

-         ¿Estás bien?- preguntó con la voz grave y guardando una distancia que dolió más a Vero que cualquier golpe que pudiera recibir.

-         S…Sí…- dijo la chica aguantando las lágrimas que fluían por sus mejillas.

En ese momento el tío que estaba pateando a Tomás se detuvo y miró hacia donde estaban los chicos… Tomás seguía tumbado en el suelo sin poder levantarse por la paliza que había recibido. El otro hombre, al que Oscar había quitado de encima de Rafa se levantó enfrentándose a al propio Oscar.

-         ¡Vamos valiente!- decía el hombre de pie junto al cuerpo de Tomás.

Rafa apretó los puños con rabia, echándose una mano al moratón que tenía junto al ojo derecho por los puñetazos recibidos. Miró a Verónica con el gesto serio; su prima llevaba la camiseta rota dejando ver una parte su sujetador y tenía la cara y los brazos magullados. Volvió de nuevo a mirar a aquel hombre.

-         Te voy a matar…- susurró pudiendo solo oírlo, Oscar que se sorprendió por el tono de Rafa.

Todo fue cuestión de segundos otra vez; Rafa corrió hacia aquel hombre y, dando un salto, le asestó una patada en el pecho que lanzó al hombre por los aires; al volver a levantarse  y tratar de golpear al primo de Vero, éste esquivó el puñetazo e impactó de nuevo en el rostro de aquel hombre que otra vez cayó de espaldas… Y, entonces, Rafa se subió sobre él y empezó a descargar puñetazos en la cara del hombre que ya estaba inconciente.

-         ¡Para, para…!- gritó Oscar llegando a su altura y tratando de separar a su amigo de aquel tipo.

El amigo de los otros agarró por las axilas a la victima para sacarlo de allí y lo montó en un coche donde ya lo esperaba el otro compañero. La gente gritaba y se burlaba de los que huían e, incluso, aplaudían a Rafa que, aunque estaba mucho más tranquilo, aún era sujetado por Oscar.

-         ¡Queréis callaros de una puta vez!- gritó Rafa, fuera de sí.- ¿Os parece divertido? ¡Le estaban dando una paliza a un amigo vuestro y estabais mirando y aplaudiendo! ¡Iros a la mierda!

Algunos guardaron silencio, mientras otros disolvían el tumulto entre murmullos que no decían cosas agradables sobre el primo de Verónica. Rafa, sin importarle lo que podían pensar los demás, se volvió hacia donde estaba su prima, que seguía sentada en el suelo sollozando con Maite a su lado abrazándola.

-         Maite, llévala a su casa…- dijo sin acercarse a su prima.

Verónica no paraba de llorar al darse cuenta lo enfadado que estaba su primo con ella. Maite la ayudó a levantarse, ya que no podía apoyar el tobillo, y caminó hacia un banco mientras Rafa le daba la espalda y se alejaba con Oscar detrás.

-         Oye, tío…- escuchó Rafa la voz de Tomás a su espalda.- Muchas gracias…

Al girarse vio a Tomás que, sujeto al hombro de su amigo Raúl, se mantenía en pie como podía y se echaba mano al costado, seguramente con alguna costilla rota. A Rafa lo embargó de nuevo una rabia difícil de controlar… En un rápido movimiento cogió del mentón a Tomás que se quedó congelado por el miedo.

-         Me da igual lo que hagas con tu vida, pero como se te ocurra meter a mi prima en otro de tus follones, te juro que te mato… ¿Lo has entendido? ¡Te mato!

-         S… Sí…- tartamudeó Tomás temblándole las piernas y agarrado por su amigo Raúl.

-         Vamos, déjalo en paz…- dijo Oscar, cogiendo otra vez de la cintura a Rafa para alejarlo del sitio.

Verónica, que había conseguido con la ayuda de Maite llegar al banco más cercano, vio la escena entre Tomás y Rafa desde lejos…

-         Joder, cómo la he cagado… Dios.- comenzó de nuevo a llorar la chica a que Maite abrazó de nuevo.

-         Sí, la verdad que muy bien no lo has hecho… Pero, ¿cómo ibas a saber que tu primo se iba a presentar?

-         Yo lo sabía, yo lo he llamado diciendo que estaba en la plaza…

-         ¿Qué tú lo has llamado? ¿Lo llamas y después te metes en el coche de Tomás?- dijo sorprendida Maite, que no entendía a su amiga.

-         Quería darle celos…

-         ¿Celos? ¿Pero en qué coño piensas?- dijo Maite escandalizada.- A tu primo le gustas porque me lo dijo, pero a ningún tío lo vas a provocar si te ve montada con otro tío en un coche…

Maite no sabía nada de que entre su amiga Verónica y Rafa ya había ocurrido algo y que, en la cabeza de Vero, el hecho de que Rafa la viera cerca de Tomás quizás lo empujaba a hacer pública su relación… Verónica podía ver ahora perfectamente que había sido una gilipollez; ella no tenía culpa de que esos tíos se hubieran presentado a dar una paliza a su ex novio, pero aún así no tenía que haber intentado provocar a Rafa. Ahora pagaría las consecuencias de no hacerle caso en su petición de ir despacio… Pero tenía tanto miedo de perderle que no se le ocurrió otra forma de hacer que diera el paso.

-         Maite… Me he…- comenzó a decir Verónica, sacando las palabras poco a poco, para confesarse y buscar apoyo en su mejor amiga.- Me he acostado con Rafa…

-         No… Me… Jodas…- dijo Maite con los ojos como platos y la mandíbula casi desencajada.

-         Sí, y me pidió que lo esperase, que le diera tiempo… Que fuéramos despacio y…

-         No… Me… Jodas…- repitió Maite que seguía alucinada.

-         ¿Quieres dejar de hacer la gilipollas? ¡Lo he jodido!- dijo sollozando Verónica.

-         No… M… Perdón, perdón… ¿Pero en que coño estabas pensando? Joder, joder… A un tío como tu primo no se le dan celos, sobre todo si ha dado el paso… Eso no son celos, eso es traicionar su confianza… Joder, Vero, siempre te ha pasado lo mismo: quieres ir más rápido de lo que se debe y acabas dándote la hostia…

Las dos amigas guardaron silencio; después Maite volvió a abrazar a su amiga, pegándola a su pecho:

-         Menuda cara ha puesto Tomás, jaja- rió Maite acordándose de la escena con Rafa.- Oye, ¿has hecho algo en el coche?

-         Por supuesto que no, joder… ¿Por quien me tomas?

-         No sé, con la forma tan rara que tienes de dar celos a tu primo…

-         Vete a la mierda… Solo estábamos hablando. Él si trataba de seducirme pero no pensaba caer, sólo quería que Rafa nos viera, para ver si reaccionaba.

-         Una idea brillante por la que te van a dar el Premio Nobel, que lo sepas…

-         ¿Me piensas ayudar o criticar?- protestó Verónica.

-         Bueno, por otra parte, Rafa sí que ha reaccionado: ¡menudas hostias pega el primito!, jaja…

-         ¿Sigues?

-         Perdón, perdón… Mira, por lo menos sabes que le ha molestado verte con él, pero creo que más le ha molestado que te hayas metido en ese lío…

-         Yo no…

-         Cállate, guapa… No importa si es verdad o no. Ahora tendrás que pedirle perdón o seguir con tu juego…

-         ¿Seguir con mi juego?- preguntó Verónica que no entendía nada.

-         Dejar que sea él quien venga a pedirte explicaciones…


-         ¿Se puede saber que coño pasaba ahí?- decía Oscar mientras seguía a su amigo que no aminoraba el paso.- ¿Me puedes esperar?

Rafa se detuvo en seco para sentarse en un banco del otro extremo del parque. Oscar se sentó a su lado y trató de recuperar la respiración, agitada por la carrera que había tenido que dar para alcanzar a Rafa.

-         He llegado a tu casa para recoger las llaves de la furgo y tu padre me ha dicho que estabas en la plaza… Conmigo…

-         ¿Y qué le has dicho?

-         Pues que sí, pero que había ido a por las llaves; que me acordé cuando te vi en la plaza… ¿Me he perdido algo? Porque después llego aquí y te estás liando a hostias con esos tíos…

-         Verónica estaba metido en la pelea…

Oscar resopló de imaginarse que hubiera hecho él en su lugar: seguramente, lo mismo… Después volvió a mirar a Rafa, que sentado en el banco y apoyando los codos en sus rodillas, se echaba las manos a la cabeza.

-         ¿Hay algo más? ¿Por qué decía tu padre que estaba contigo?

-         Ha sido cosa de mi prima, que le ha dicho a mi abuela que estaba contigo en la plaza…

-         ¿Y para que cojones tiene que inventarse tu prima que está en la plaza conmigo?

-         Pues porque quería verme y tenía que guardar las apariencias, supongo…

-         ¿Las apariencias? ¿Quería verte?- preguntaba Oscar que empezaba aver las cosas con cierta claridad.- Rafa…

-         ¿Qué?- dijo con desgana sin levantar la mirada del suelo.

-         ¿Te has liado con tu prima?

Rafa le limitó a levantar la cabeza para mirar a Oscar; no hubo palabras, sólo una sonrisa medio de culpabilidad. Oscar resopló de nuevo y ahora fue él quien se echó las manos a la cabeza…

-         ¿No dices nada?- dijo Rafa, intrigado por la reacción de su amigo.

-         Pues que, según tu abuela, ahora tendría que partirte la cara…- rió Oscar mirando a su amigo.- Pero viendo que das hostias como panes, mejor me estoy quieto, ¿no?

Oscar sonrió y abrazó a su amigo.

-         Estoy contigo en esto, Rafa… Lo que decidas, bueno es…- dijo el amigo de Rafa, echando la mano sobre su hombro.

-         Ya nada, Oscar… Estaba en el coche con Tomás… Antes de la pelea se había metido con él en el coche.- dijo Rafa mientras Oscar se sorprendía por lo que había dicho.

-         Mira, Rafa… Tu prima es gilipollas, porque hay que admitir que un poco gilipollas es…- dijo Oscar riendo haciendo que Rafa lo mirara de forma furibunda.

-         ¡No te pases!

-         ¡Déjame terminar! Decía que Verónica es gilipollas, pero tú eres bastante más gilipollas que ella… Serás muy ligón, muy guapo y todo lo que quieras, pero tienes menos luces que un barco pirata…

-         No te entiendo…

-         Ya, ya se ve…- rió Oscar, orgulloso de ir un paso por delante de su despistado amigo.- Si te has liado con ella y luego te hace ella venir aquí… ¿No te parece un poco absurdo que se meta en el coche de otro tío, si te ha dicho que vengas a la plaza?

-         Supongo…

-         Se llama inseguridad, y de eso tu prima tiene mucha…

Rafa seguía enfadado por la pelea, por la jugada de su prima y por la que se había organizado; pero se sorprendió mirando en la dirección en la que se suponía que estaba su prima, aunque desde esa distancia era imposible verla.

-         ¿La quieres?- preguntó Oscar que había visto la mirada de Rafa.

El chico se limitó a mirar a su amigo Oscar mientras con gesto serio, trataba de ordenar sus pensamientos.

-         Tiene que tener cuidado, tío… O yo soy muy bueno en esto, o a ti se te ven las cosas en los ojos desde lejos.- le dijo Oscar echándole de nuevo la mano sobre el hombro.

(CONTINUARÁ, Valeeeee, se alargará un poco...)

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