Regreso a casa (capítulo 7: Verónica)

Séptimo episodio de esta complicada relación entre Rafa y Verónica... Cuando creen que todo es difícil, para ellos aún puede ser más...

Rafa se dirigió a la taberna, donde le había dicho su abuela que estaría su padre. A pesar de lo que había sucedido anoche con su prima Verónica, tenía que guardar las distancias porque era lo que habían hablado. Además no quería que nada se distrajera de pasar tiempo con su padre en el día libre de éste.

Entró por la puerta principal y pudo observar a su padre y a Martín enfrascados en una de sus partidas de dominó con otros dos parroquianos; se acercó a ellos y saludó a su padre poniéndole la mano en el hombro.

-         ¡Hombre! ¡Ya está aquí el dormilón!- dijo su padre como saludo.

-         Deja al chico tranquilo, Fale… Tiene edad de divertirse por ahí- añadió Martín guiñándole un ojo.- Además estuvo con Oscar, así que te puedes imaginar la nochecita que pasaría.

-         Sí, tío, pero después estuvimos con Verónica.- dijo Rafa, que quería que Martín supiera que estaba pendiente de ella.

Nada más terminar la frase, se dio cuenta de que estaba rompiendo la confianza que su tío pudiera tener en él; sí, estaba protegiendo a Verónica de cualquier chico, pero a costa de ser él, el chico que estaba con ella. Bueno, en eso no podía hacer nada, porque algo le impulsaba a estar con su prima, como no había deseado estar antes con nadie.

-         Siéntate, nene, y te tomas una cerveza…- dijo su padre haciendo un gesto con la cabeza para señalarle una silla vacía que había a su lado.

-         No, tranquilo, estaré en la barra que he visto a Genaro…- dijo Rafa refriéndose al anciano al que conoció el primer día de llegar al pueblo.

-         Ah, si… Me ha preguntado por ti al llegar; lo que pasa que no te habrá visto entrar porque no ve nada de lejos, jaja…- dijo Martín para seguir con la partida.

Rafa se dirigió a la barra y pidió a José, el tabernero, una cerveza fría; tenía ganas de pasar un rato con Genaro que estaba distraído hablando con otro anciano.

-         Buenas, Genaro… ¿Cómo va el día?- dijo Rafa.

-         ¡Hombre! Mi “nieto”, jeje… Le he preguntado a tu padre por ti…

-         Ya me lo ha dicho; es que ayer salí por ahí y me he levantado tarde…

-         Dí que sí, nene… Aprovecha que todavía se te levanta, que después todo va cuesta abajo y sin frenos.

Así era Genaro: un filosofo en potencia que, de haber escrito un libro, estaría entre los más vendido del humor cañí. El otro anciano se despidió y dejó solos a los dos conocidos.

-         Bueno, ¿y que tal con la abuela?- dijo el viejo con una sonrisa cómplice, aludiendo al difícil carácter de la Guzmana .

-         La tengo controlada… No es mala mujer.- dijo Rafa dándole un sorbo a la cerveza.

-         ¿Y que tal con las mozas del pueblo?- rió el anciano, deseoso de escuchar detalles escabrosos.

-         La verdad que bien, son muy guapas…- dijo algo despreocupado el chico.

-         ¡Ay, madre mía! A ti te pasa algo…- dijo el hombre riendo y dando un golpe en el hombro de Rafa.- Que más sabe el diablo por viejo, que por diablo…

-         Bueno, Genaro… ¿A usted nunca le ha parecido que una mujer le puede traer problemas, pero no puede evitar el acercarse a ella?

Genaro se atusó la barba de tres días que tenía, dio dos golpes con el bastón al suelo como si le sirvieran de apoyo para lanzarse a hablar:

-         Mira, nene, a lo mejor los consejos de un viejo no te valen para nada, pero los problemas siempre existen con las mujeres… Pero es que eso e el quid de la cuestión; tiene que ser difícil, doloroso, extraño y, a la vez, fácil, gustoso y normal…

Rafa lo miró con los ojos como platos, porque no llegaba a entender lo que aquel hombre quería decirle, aunque de por sí se quedó sorprendido por la capacidad de desentrañar problemas del anciano.

-         No me he explicao muy bien, ¿verdad?- bromeó Genaro al ver la expresión del muchacho.- Te quiero decir que vale la pena los problemas que te traiga si esa mujer te gusta… La familia de mi mujer me rechazó muchas veces, porque era un pobre desgraciado sin dote ni familia; pero no desistí y me fui a Alemania a trabajar para volver con suficiente dinero, como para pedir la mano a su padre… Después, 40 años de felicidad hasta que se me murió en mis brazos.

El hombre aguantó estoicamente la emoción cuando parecía que iba a derramar alguna lágrima; Rafa puso la mano en su hombro y lo apretó mostrándole cariño.

-         Bueno, pero eso ya ha pasado, y te digo que la vida son los momentos en que eres feliz con esa persona al lado, sin importar lo que hayas tenido que hacer para conseguirlo.- rió Genaro, que devolvió el golpe en el hombro al muchacho.- Y ahora invítame a un fino, que casi me haces llorar.

Rafa hizo un gesto al tabernero señalándole el vaso del anciano y José llenó el vaso con una botella sin etiqueta.

-         Muchas gracias, Genaro… Y vamos a brindar porque siga usted tan fuerte como siempre, que casi me saca los hombros de los golpes que me ha dado.

-         Jajaja… Eso es que la gente de ciudad sois muy flojos.- dijo el hombre chocando el catavinos con el tercio de cerveza que llevaba Rafa.


Verónica llegó a la puerta de casa de su abuela y, echando la cortina que cubría la puerta hacía un lado, entró. Hoy era más tarde que el otro día, cuando vino también a por el pan, por lo que la abuela ya no esperaría que se presentara.

-         Abuela, soy Verónica… He venido a por el pan.- dijo Vero denotando la felicidad que le embargaba esa mañana.

-         ¡Vaya! Ahora resulta que te vas  a volver responsable y todo… Creí que ya no vendrías. Siendo tan tarde se lo podía llevar tu padre al salir de la taberna.

-         Bueno, supongo que mamá me quiere quitar de en medio para limpiar la casa.

Isabel pensó, por un momento, en lo orgullosa que estaba de su sobrina Rosa; como se había sabido sobreponer a todos los problemas que le había planteado la vida, para llevar una familia adelante y, encima, con una sonrisa siempre en la cara.

-         Ay, hija mía, que mayor está ya tu abuela…- dijo la anciana, dejándose caer en una de las sillas del salón, resoplando.

-         Abuela, tienes que cuidarte… ¡Ya está bien de madrugar tanto para hacer el pan!- dijo Vero, preocupada por el bajón que su abuela había dado en los últimos meses.- Llevas 50 años levantándote a las cinco de la mañana.

-         Mi niña, cansan más los achaques del corazón que los del cuerpo.- dijo la abuela cogiendo de la mano a su nieta.

-         Bueno, ahora no te puedes quejar… Estamos todos muy bien; incluso el tío Fale está feliz porque Rafa ha vuelto…

-         Sí, tienes razón… Aunque mi Fale siempre ha tenido aquí a su familia…

-         Claro, abuela… Pero un hijo es un hijo… No es lo mismo vivir, sin saber nada de tu hijo.- dijo Verónica.

Isabel miró a su nieta con curiosidad, porque la pobre no sabía que el hombre del que estaba hablando era su verdadero padre y que siempre había tenido a su hija al lado sin saberlo… Pero ese era un secreto que se llevaría a la tumba.

-         ¿¿Qué vas a saber tú de hijos??- gritó la abuela riendo y levantándose de la silla, para romper el tono serio de la conversación.- ¡Y más te vale no saber nada de críos por unos pocos años!

-         ¡Abuela, por favor!- rió la chica, levantándose también.

La anciana se dirigió a la cocina, con su nieta siguiéndola de cerca; comenzó a recoger los platos del desayuno y a limpiar la cocina.

-         Abuela, ¿cómo conociste al abuelo?- preguntó Vero que llevaba un rato callada.

-         ¿Qué preguntas son esas?- dijo Isabel sorprendida por el súbito interés de la chiquilla.

-         No sé, nunca me han hablado del abuelo, pero si no quieres contarme…

-         No pasa nada, Verónica.- dijo la abuela, lo que llamó la atención de su nieta, porque nunca solía llamarla por su nombre de pila.

Isabel cogió un taburete de la cocina y se sentó, de nuevo, para contar la historia que quizás llevaba muchísimo tiempo sin contar a nadie. Tenía que admitir que le había hecho ilusión que su nieta le preguntara por eso, porque quería decir que a la pequeña le interesaba la vida de la familia y no era una de esas jóvenes pasotas que olvidan los sacrificios que la gente ha hecho para que ellos tengan lo que tienen.

-         Tú abuelo y yo nos conocíamos desde niños; él era el hijo mayor del panadero y yo ayudaba a mi madre en el taller de costura… Desde siempre habíamos jugado juntos y crecido el uno al lado del otro, aunque él era casi ocho años mayor que yo; te estoy hablando de los años 40 y habíamos pasado una guerra y mucha hambre… Mi padre murió fusilado y la familia de tu abuelo se ocupó de nosotras, porque su padre y el mío eran compadres…

La abuela se detuvo un instante como si los recuerdos se le agolparan en la garganta y les costara trabajo salir; la emoción la embargaba conforme explicaba la historia.

-         La cosa es que llegada una edad, nos enamoramos y nos casamos… Siempre tuve al hombre de mi vida tan cerca que no pude darme cuenta que era él.

-         Pero… ¿Qué pasó después?- dijo Verónica que estaba fascinada con la historia.

-         Hija mía, esa ya es la parte dura de la historia y no creo que te guste…

-         Abuela, me encantaría escucharla…- dijo la chica cogiendo de la mano a su abuela.

-         Bueno, tu abuelo fue un maqui … A lo mejor no sabes lo que es eso, pero eran unos guerrilleros que se echaron al monte para luchar contra los franquistas. Con 13 años se fue con muchos jóvenes del pueblo a luchar a las montañas…

-         ¿¿Con 13 años??

-         Sí, cariño, no es por menospreciar a los de ahora, pero la juventud de antes era mucho más madura y comprometida…- dijo la abuela Isabel.- Volvió cerca de cinco años después y pasado un tiempo, cuando yo cumplí 16, nos casamos…

-         ¡Vaya! ¿Con 16 años te casaste, abuela?

-         Sí hija; eso era una cosa normal en la época y mucho más en los pueblos… Tu abuelo tenía entonces 24 años y era uno de los muchachos más guapos del pueblo.

La chica pensó por un instante en la insignificante diferencia de edad entre su primo y ella; porque sabía que, nada ni nadie, podría interponerse entre ellos.

-         ¿No te daba miedo que tuviera que marcharse otra vez?- preguntó Verónica, pensando en su situación con Rafa aunque no tenía ni punto de comparación.

-         Pues claro que me daba miedo, mi niña… Pero te voy a explicar una cosa: siempre estuve de acuerdo con tu abuelo, yo lo conocí siendo un luchador y nunca renunció a sus ideales. Se marchaba porque sabía que estar cerca mía cuando vinieran a buscarlo, podía ponerme en peligro.

-         Es triste, abuela…- dijo la muchacha.

-         No hay nada más fuerte que el cariño y el amor, mi niña… No ha habido guerra lo suficientemente grande, para dejar que querer a ese hombre…

Verónica casi se emociona al escuchar hablar a su abuela así de su marido, casi 50 años después… Era como si, por primera vez, se percatara de que aquella mujer podía tener sentimientos hacía un hombre.

-         Una vez acabada la guerra, los perdedores eran perseguidos, pasaran los años que pasaban y, sobre todo, si eran tan rebeldes como era tu abuelo Antonio… La posguerra fue muy dura, se alistó de nuevo en los maquis, para defender a muchas aldeas de los abusos de los terratenientes, simpatizantes de Franco.

-         ¿Y tú te quedabas aquí, sola?- decía Verónica fascinada con una historia que no conocía.

-         Claro, niña… Sería, más o menos, el año 62 la segunda vez que se fue, y yo tenía que cuidar de tu tío Antonio que ya tenía 2 años…

Verónica se acordaba de su tío Antonio a duras penas porque se marchó a Francia cuando ella era pequeña y, aunque había vuelto muchas veces al pueblo, se había instalado allí con su familia.

-         Volvió unos meses después para quedarse definitivamente y fue en esos años cuando nació tu tío Fale…- dijo emocionada la anciana a la que su nieta no soltaba la mano.

-         ¡Buff! ¡Que fuerte, abuela! Es una historia preciosa…

-         Sí, mi hija, pero muy triste… Cuando tu tío Fale tenía meses, nada más, un señorito denunció a tu abuelo por rencillas del pasado yla GuardiaCivilvino a buscarlo… Me lo mataron en el monte como a un perro; pero no lograron lo que pretendían que pidiera perdón.

La chica se quedó anonadada por el final trágico de la historia… No sabía del final de su abuelo, porque era un tema que nunca se trataba en casa. De hecho, no sabía como la abuela se había lanzado a contarle todo esa con tanta facilidad; puede que necesitara desahogarse y nadie se preocupara de preguntarle nunca.

-         Bueno, pero ya está bien de tragedias y guerras, que eso es el pasado y ahora gracias a dios, estamos todos muy sanos y muy felices…- dijo la abuela levantándose como un resorte y cambiando de humor de repente.- ¿Tú no venias a por el pan?

-         Sí, pero me da igual quedarme un rato contigo… Me lo han encargado para la hora de comer.

-         Nada de eso, tú comes hoy aquí con nosotros. ¡Que tu padre le lleve el pan a tu madre!- dijo la mujer con gestos que dejaban claro que su palabra va a misa.

-         Vale, abuela… ¿Te ayudo a algo?

-         ¿Qué me vas a ayudar ni leches? ¡Vete ya a la calle y deja sola a esta vieja hacer la comida, que eres muy joven para estar metida en casa!

-         Vale, vale… ¿Sabes donde está Rafa?- dijo Verónica tratando de ocultar cuando rastro de deseo en su pregunta.

-         Pues estará en la taberna con los hombres… Pero, ¡ni se te ocurra ir allí a buscarlo! Ya sabes que no me gusta que a las mujeres os vean allí; ya sabes lo cerdos que son esos viejos…

-         No, abuela, no iré…- dijo la chica poniendo los ojos en blanco.- Pero, dile a Rafa que he estado aquí, ¿vale? Que estaremos en la plaza…

-         Sí, mi niña, si viene se lo diré.- dijo la abuela volviendo a sus quehaceres domésticos.

Verónica salió de la casa de su abuela y en pocos minutos pasó por delante de la taberna, camino ineludible para llegar a la plaza… Se detuvo justo ante la puerta y tuvo la tentación de entrar para llamar a Rafa, su Rafa… Desde el lugar de la calle en el que estaba, y al estar la puerta de la taberna abierta, podía observar a su primo hablando con el viejo Genaro mientras reían; en ese momento, Rafa levantó la mirada hacía la puerta y se encontraron sus miradas. Una leve sonrisa en su cara hizo que el corazón de Verónica palpitara de forma descontrolada… Tan cerca y tan lejos.

La chica le guiñó un ojo a su primo y le devolvió el guiño mientras retomaba la conversación con Genaro. Verónica prosiguió su camino hacia la plaza canturreando y con una sonrisa en los labios.


-         Mamá, ya estamos aquí…- dijo Fale al entrar en la casa con Martín y Rafa detrás.

-         ¡Pues menos mal! Que la comida ya está hecha… Iba a tener que ir a la taberna a sacaros…- dijo la abuela con su malhumor de “siempre”

-         Buenas tardes, Isabel…- saludó Martín al ver a la tía de su mujer.

-         “Buenas tardes, buenas tardes…”- repetía la mujer mientras ponía la mesa.- Anda coge el pan que lo tienes que llevar a tu casa, que la niña se queda a comer hoy con nosotros…

Rafa abrió los ojos como platos al escuchar que su prima iba a estar esa tarde con ellos; no puede decir, por supuesto, que esa idea le desagradara pero era poner a prueba el aguante de estar tan cerca y disimular lo que estaba ocurriendo entre ellos… Por un momento, pensó en que había sido idea de Verónica y frunció el entrecejo, porque no quería provocar más encuentros de los necesarios delante de la familia, aún.

-         ¿La niña? Pero, ¿cómo se le ocurre quedarse aquí sin avisar a su madre?- protestó Martín.

-         La he invitado yo y se ha acabao … ¿No puedo disfrutar un día de mi nieta?

Martín sonrió porque aunque pasaran mil años, era imposible rebatir a esa mujer… Siempre los había tratado estupendamente y se merecía todo su respeto, a pesar del genio que tenía, de vez en cuando.

-         Vale, abuela, no se ponga usted así… Que se quede, pero si después va para casa que la acompañe Rafa, que no me gusta que ande sola por el pueblo…- dijo Martín, dándole un manotazo en el hombro a su sobrino.

-         No te preocupes, tío… No la dejaré sola…- dijo Rafa, simulando no mostrar interés.

Justo en ese instante, apareció en la puerta de la casa, Verónica:

-         Hola papi… ¿Te ha dicho la abuela que me quedo aquí a comer?- dijo la chica que no pudo evitar echar una fugaz mirada a su primo que la observaba embelesado y dándole un beso en la mejilla a su padre

-         Sí, me lo ha dicho, pero ¿se lo has dicho a tu madre?- dijo el padre, más preocupado por la bronca de su mujer que porque él se opusiera a que su hija se quedara.

-         Sí, he estado en la plaza con unas amigas y me he llegado a decírselo… Dice que no tardaras, que la comida está lista.

-         Bueno, pues me voy Fale… Nos vemos esta tarde, si quieres tomar algo…

-         ¡Y dale con la taberna! Cualquier día le meto fuego…- protestó la abuela desde los fogones de la cocina.

Todos rieron mientras Fale acompañaba a su compadre a la puerta de la casa… Por un momento, Rafa y Vero se quedaron solos en el salón mirándose como si algo les impidiera acercarse. Fue el primo el que rompió esa distancia para acercarse a Verónica y, con un suave gesto, acariciarle los labios con su dedo pulgar.

-         Hola guapísima…- susurró Rafa en su primer encuentro desde anoche.

-         Hola primito…- contestó Vero dando un toquecito con la lengua a aquel dedo que la acariciaba.

Tuvieron que separarse al escuchar la puerta de la calle cerrarse lo que indicaba que el padre de Rafa volvía al salón.

-         Bueno, mamá… ¿Vamos a comer?

-         Va, vaaaaa…- protestó la abuela mientras llevaba platos al salón.

El almuerzo fue largo y con una agradable conversación sobre las ciudades que Rafa había visitado en sus estudios… La abuela se escandalizaba con algunas de las costumbres de aquellos “locos forasteros” como decía ella… Verónica no paraba de reír con las anécdotas de su primo, sobre las formas de vestir tan extrañas en Londres y sobre las comidas de sabor extraño; pero, sobre todas las cosas, Rafael miraba a su hijo con un gesto casi reverencial, orgulloso de las cosas que había vivido.

Un rato después, la victima de las críticas de la abuela era el pelo de Rafa, al que amenazaba con raparlo cuando estuviera dormido.

-         Pero si está muy guapo…- dijo Verónica mirando a su primo con los ojos brillantes, mientras el se ponía colorado ante la intensidad de las palabras de su prima y lo que podían hacer pensar a su familia.

-         Tú calla, que ese cacharro del ombligo tampoco me gusta…- dijo la abuela, mientras todos reían.

Una vez acabada la opípara comida, Fale se disculpó, poniéndose de pie, para irse a su dormitorio en la planta de abajo. Rafa se dispuso a ayudar a recoger los platos junto a su prima y su abuela.

-         ¡Deja eso a las mujeres!- dijo la abuela en una actitud muy machista típica de los pueblos.

Rafa soltó los platos sobre la mesa y se dirigió a la planta de arriba, sonriendo antes a su prima Vero que le miraba mordiéndose el labio inferior.

Llegó a su habitación, se quitó la camiseta y se tumbó en la cama para descansar; poco a poco, sus ojos se fueron entornando para ir cerrándose, vencido por el sueño.


Subió muy despacio las escaleras hacia la planta de arriba, para encontrase en aquel pasillo donde hace tan solo un día, cuando parecía una eternidad, había visto a Rafa desnudo en la ducha. Verónica se acercó a la puerta entornada de la habitación y pudo ver a su primo, tumbado en la cama…

Sin camiseta, con los brazos tras la nuca y los ojos cerrados; sus abdominales marcadas y perladas por unas gotas de sudor por el calor de la habitación… Estaba guapísimo y no podía dejar de mirarlo desde el marco de la puerta…

Entró, quitándose las zapatillas de deporte que llevaba en la puerta, para acercarse a la cama donde descansaba ese chico que la estaba volviendo loca y hacía tambalear toda su existencia. Se sentó en la cama y pasó la mano por el pecho desnudo de su primo; a éste, a pesar de estar dormido se le ponía la carne de gallina, mientras movía la cabeza hacía un lado.

Verónica se acercó, más aún, y lo besó en los labios de forma muy suave… Rafa, al sentir ese calido tacto en su boca, abrió los ojos lentamente, aturdido por el sueño, para encontrarse a su prima a centímetros de él.

-         ¿Qué haces aquí? ¿Estás loca?- susurró asustado Rafa de que pudieran descubrirlos.

-         Están durmiendo, y no podía más…Tenía que besarte…- dijo Verónica con ese brillo especial en los ojos.

-         Pero, peque, si nos pillan nos matan, ¿no te das cuenta?

Verónica parecía no escuchar sus palabras y volvía a acariciar su fuerte pecho desnudo; su pequeña mano acariciaba el cuello y los pectorales de Rafa, que la miraba embobado. Se retiró un instante y, sacándose la camiseta de tirantes por la cabeza, se quedó ante él en un precioso sujetador de encaje verde, que casi no podían esconder las preciosas tetas de la muchacha.

-         ¿Quieres que me vaya?- dijo Vero mordiéndose un dedo mientras miraba a su primo.

-         ¡Esto no vale, primita!- dijo Rafa, incorporándose sobre sus codos para abrazarse a Vero y comenzar a besarla.

Verónica entrecerró los ojos al sentir los tan ansiados labios de su primo besando su cuello; echó la cabeza hacia atrás, dejándose llevar, y sentándose a horcajadas sobre el cuerpo de Rafa… Las manos del chico acariciaban su espalda para, en una milésima de segundo y ante la sorpresa de Vero, abrir el cierre del sujetador, para dejarse con sus pechos al descubierto.

-         Vaya… Parece que tienes experiencia en esto.- sonrió Verónica buscando los ojos de su primo que devolvió la sonrisa por toda respuesta.

Cuando la lengua de Rafa, jugó con uno de sus botoncitos, estalló la tempestad… Toda la parsimonia de los primeros momentos, todo el aguante durante el almuerzo, quedó relegado por una pasión donde los dos cuerpos se tocaron se besaron e, incluso, se mordieron.

Sus lenguas luchaban dentro de sus bocas mientras las manos de Rafa agarraban con suavidad las tetas de Vero y las uñas de ésta jugaban el la espalda de su primo… El chico hizo rodar a su prima, para poner su espalda contra el colchon, quedando entre sus piernas. Ahora, Verónica notaba el peso de Rafa sobre su cuerpo y sentía que en ese instante no le importaría morir, allí mismo, para hacer eterno ese momento.

Mientras Rafa devoraba con ansía sus pechos, Verónica tratando de ahogar sus gemidos para que no fueran escuchados fuera de la habitación,  cogió la cabeza de su primo con ambas manos para separarlo un momento de ella…

-         Quiero que me hagas el amor…- susurró con los ojos brillantes por la emoción.

-         Estamos locos, ¿lo sabes?- sonrió Rafa mirando de reojo hacía la puerta.

-         Me da igual, quiero sentirte…- dijo abrazando a su primo otra vez.

Rafa bajó sus manos despacio y desabrochó el botón del pantalón de su prima… Le levantó las piernas, para sacarle la prenda por los tobillos, dejándola sólo con un precioso tanga del mismo color verde del sujetador que ya había volado. Pasó la mano por encima de su prenda interior, notando la humedad de su coñito.

-         Estás empapada…

-         Cállate, me da vergüenza…

-         Tranquila… Aquí no hay vergüenza, ni miedos… Confía en mí.

-         Creo que lo hago desde la primera vez que te ví…

Rafa sonrió, para comenzar a besar a Verónica en los labios e ir bajando hacía sus pechos, su vientre, su ombligo y colocarse, por fin, entre sus piernas…

Verónica tuvo que morder con fuerza la almohada, para no gritar cuando, echando el tanga a un lado la lengua de Rafa acarició su coñito… Nunca le habían practicado sexo oral y la suavidad con la que su primo lo estaba haciendo la estaba llevando al cielo… Las manos de su primo no paraban quietas y acariciaban sus muslos, que se cerraban alrededor de ese invasor. Ella no podía evitar agarrar con fuerza esas rastas que adornaban el pelo de su primo.

Comenzó a sentir un quemazón increíble en sus ovarios, lo que le indicaba que estaba apunto de correrse, tan solo con la boca de su amante. Sus suspiros iban creciendo y casi no podía aguantar el temblor de sus piernas.

-         Rafa, por dios, me voy a… Yo…- avisaba la chica, sin que su primo hiciera ningún gesto de que fuera a parar de devorar con suavidad ese coñito inundado de jugos.- Me corrooo… Diooooos…

Hizo un esfuerzo inmenso para no gritar desaforadamente sin importarle las consecuencias que ello pudieran tener… Mientras las manos de Rafa volvían a sus pechos y su lengua bebía el elixir que salía de su palpitante coñito.

-         Ven, por favor, ven conmigo…- dijo acelerada Verónica, atrayendo a su primo hacía arriba que se colocó entre sus piernas.

La chica bajó sus manos para desabrochar el pantalón de su compañero, que levantando un poco el trasero, se bajó la prenda hasta los tobillos. Por primera vez sintió en su mano la dureza del miembro de su primo, que dejó escapar un gemido al notar el tacto de esa mano. Con parsimonia, Verónica frotó la cabeza de aquel mástil con la entrada de su sexo, para que notara la humedad que había provocado. Después lo colocó justo a la entrada, casi abriendo sus labios mayores.

-         Hazlo…- susurró mirándolo con todo el deseo que podían albergar esos ojazos verdes.

Y Rafa empujó muy despacio, para ir penetrando el coñito de su amante… Los dos guardaron silencio mientras sus sexos se acoplaban, como si estuvieran hechos para estar así siempre. Volvía a besarla en los labios, para comenzar a mover sus caderas haciendo un movimiento que hacia desfallecer a Verónica.

Por fin, estaba sintiendo amor y ternura en una relación sexual; Vero estaba en el cielo y eso solo acababa de empezar, tenía toda la vida para disfrutarlo… Porque ahora sí estaba segura de que el destino le había regalado al hombre de su vida.

El chico fue penetrándola profundamente pero despacio, haciendo que cada movimiento causara una oleada de placer en los dos; Verónica cruzó las piernas tras la espalda de su primo para sentirlo más dentro… Era suyo, y quería que lo sintiera.

Durante diez minutos en la posición del misionero, se amaron, se acariciaron y, por momentos, follaron dejándose llevar por la pasión del momento… Vero comenzó, de nuevo, a sentir ese calor inundándole el alma, a la vez que Rafa aceleraba las, ya, embestidas.

-         Cariño, me voy a… Correr… Ufff… Otra vez…- anunció Verónica agarrada con fuerza a la espalda desnuda de su amante.

-         Yo también, peque… No aguanto más…- contestó Rafa.

Se precipitó todo como si hubieran roto cualquier atisbo de cordura que les quedara; los movimientos se hicieron frenéticos, haciendo crujir la cama… Trataban de disimular los gemidos, besándose con furia y pasión. Y, justo cuando Verónica comenzó a correrse, Rafa tuvo que salirse para empezar a eyacular sobre el vientre y el monte de Venus de su prima, perfectamente depilado.

A ella se le nubló la vista con la llegada de ese orgasmo y la calida esencia de su amante en contacto con su cuerpo… Rafa se dejó caer sobre ella, sin importarle llenarse de su propio semen.

Se besaron muy suave, comiéndose con los ojos antes que con la boca… Rafa hizo el amago de retirarse del cuerpo de su prima, pero ella se lo impidió:

-         No te vayas… Quédate, por favor…- le susurró mordiendo su labio inferior.

-         Todo el tiempo que quieras, Verónica…

Ella se sorprendió al pensar lo bien que sonaba su nombre en los labios de su primo; cree que es la primera vez que la llamaba por su nombre completo… Y podría acostumbrarse a que fuera así, para siempre…

(CONTINUARÁ en quizás el último capítulo de la serie)