Regreso a casa (capítulo 6: La consecuencia)

Sexto episodio de la relación entre Rafa y su prima Verónica; empiezan las sorpresas, porque todo comportamiento tiene una consecuencia...

-         ¿Pero me puedes explicar que ha pasado?- decía Maite al oído de Verónica en mitad de la pista de baile, mientras las dos bailaban entre el bullicio.

-         No pasa nada… ¿No puedo tener ganas de bailar?- contestó visiblemente molesta, Vero que no podía disimular su enfado.

Maite paró de bailar, provocando que su amiga la mirase; negó con la cabeza con desprecio, y acercándose de nuevo a su oído, le dijo:

-         Paso… Si no me cuentas las cosas, no te puedo ayudar… Así que, cuando estés dispuesta a dejar de hacer la gilipollas y contármelo, me buscas…

Una vez dicho esto, Maite se marchó de la pista dejando a Verónica sola… La chica se dio cuenta de que había metido la pata con su amiga, porque ella no tenía culpa de nada. Salió tras ella y la alcanzó casi a la salida de la zona de terraza.

-         Maite, espera por favor…- dijo Vero compungida cogiendo del brazo a su amiga.- Perdóname, tú no tienes culpa de nada.

-         Eso ya lo sé… ¿te has enfadado por crees que le he tirado los trastos a tu primo?

-         ¡Noo! Nunca pensaría eso de ti… Al contrario, puede…

-         ¿Cómo? ¿puedes explicarme eso?- dijo Maite muy sorprendida mientras se sentaba en uno de los bancos.

-         No sé… El hecho de que Oscar sea el que haya sugerido que os dejemos solos a ti y a Rafa… Pero no estoy enfadada por eso, porque confío en ti y sé que me lo contarías…- se confesó Vero sentándose pesadamente al lado de su amiga.

-         No lo ha hecho… En ningún momento he hecho algún intento de tirarme los trastos…

-         Ya lo sé, os estaba viendo…

-         ¿Nos estabas espiando? ¡Que fuerte eres!- rió Maite, escandalizada con su amiga.

-         ¡No os espiaba, tía! Sólo os observaba…- dijo Vero mirando al suelo.- Pero, no ha sido eso lo que me ha enfadado.

-         ¿Entonces?- interrogó Maite buscando la mirada de su amiga,. levantándole el mentón.

-         Ha aparecido una chica preguntando por mi primo… Brenda.- dijo Verónica.

-         ¿Una chica?- preguntó de nuevo Maite, que no entendía nada.

-         Una chica, una tía, un pibón…- contestó atropelladamente Verónica.

-         ¿Y por eso te has largado de allí dejando tirado a tu primo?

-         Tú no has visto a esa tía, Maite… Ni sabes la cara que ha puesto Oscar cuando la tía ha preguntado por Rafa… Conozco a Oscar desde que eramos niños y, por la cara que ha puesto, sé que entre esa chica y mi primo ha pasado algo…

-         Espera, espera… Joder… ¿Me estás diciendo que has dejado plantado al tío que te gusta, y con el que te recuerdo que no tienes nada, por una estúpida escena de celos?

Por un momento, Verónica se detuvo a razonar lo impetuoso de su reacción… ¿Tenía razón Maite al decir que había metido la pata con su primo?

-         Pero, ¿de verdad no te acuerdas quien es esa Brenda?- dijo Vero que seguía en sus trece.

-         Pues no… Tiene nombre de muñeca, pero no me suena…- rió Maite para restarle dramatismo.

-         Joder… La fiesta de éstos hace un año; yo estaba con Tomás entonces y se fueron a aquel bar de putas a que les hicieran un striptease… Se tiraron un mes hablando de…

-         Brenda…- terminó la frase, Maite, que empezaba de repente a atar cabos.

Las dos amigas guardaron silencio un instante, como si estuvieran ordenando sus pensamientos para saber como proseguir la conversación. Maite miraba a Vero que miraba hacía el suelo con los ojos llorosos.

-         ¿Está buena?- soltó Maite.

-         ¡Vete a la mierda, tía! ¿No te puedes tomar nada en serio? Resulta que, cosas del destino, una de las tías a las que Tomás se folló viene y pregunta por Rafa como si lo conociera de toda la vida… ¿No te dice nada eso?

-         ¡Buff! Pues no sé, que la tal Brenda y tú, tenéis los mismos gustos, jaja…- bromeó Maite, provocando que Vero hiciera el amago de levantarse; la agarró del hombro para volver a sentarla.- Vale, vale… Ya paro…

-         Tía, de Tomás me lo esperaba pero de Rafa…

-         Pero a ver estás suponiendo dos cosas que no sabes con certeza…

Verónica miró a Maite con cara de alucinada, porque la chica parecía hasta ilustrada cuando daba consejos.

-         ¿Has dicho “certeza”? Joder, Maite… ¿Te has tragado un diccionario?

-         Si quieres te digo “cómeme el coño”… A ver si lo entiendes…- soltó Maite enfadada con su amiga.

-         Bueno, vale… Lo siento… Sigue, por favor…

Maite se quedó mirando a su amiga con caras de pocos amigos, valga la redundancia; pero, a esas alturas, era imposible que se enfadaran entre ellas por las salidas de tono que tenían la una con la otra.

-         Vale… Supones que… Primero: que es verdad que lo que decía Tomás de que se había tirado a esa tal Brenda…. Segundo…

-         Bueno lo primero es bastante probable, ya sabes como es Tomás…- cortó Verónica para puntualizar la afirmación de su amiga.

-         ¡Segundoooo…!- continuó Maite sin hacer caso a lo que había dicho Verónica.- Supones que entre esa chica y tu primo ha habido algo…

-         Quizás la conoce de la taberna del pueblo, no te jode…

-         Bueno, ahora después de las gilipolleces que has dicho piensa bien una cosa… Según Tomás, se ha tirado a la mitad de las tías de la provincia; incluso, ya sabes las cosas que contó que había probado contigo y eran mentira… Porque eran mentira, ¿no?

-         ¡Claro que eran mentira!- dijo Vero dándole un golpe en el hombro a su amiga.

-         O sea, que puede ser que, sabiendo que esa tía no iba a poder rebatir lo que él decía de ella, se pusiera la medalla de que se la había tirado, siendo mentira…- dijo Maite muy segura de sí misma.

Verónica se paró a pensar en lo que su amiga había dicho; es verdad que Tomás era un bocazas, pero la verdad le importaba poco si eso era verdad o no.

-         Eso ya me da igual… Cómo si se la está follando ahora mismo…- dijo Verónica.

-         Vale, lo que tú digas, sólo era para que no prejuzgues a esa tía por lo que diga un mentiroso compulsivo… Si la gente te hubiera juzgado por lo que contó a sus amigos.

-         Bueno, después admitió que era mentira…- dijo Verónica recordando, que por primera vez, Tomás reculó en algo que había dicho y sabía que mucho que ver la propia Maite. Nunca le contó como lo hizo…

-         Eso es otra historia…- dijo Maite que quiso olvidar ese tema para no volver otra vez sobre lo mismo.- A lo que íbamos: tu primo…

Verónica levantó la mirada hacía su amiga, interesada en la justificación que pudiera darle y que le hiciera olvidar la idea que había en su cabeza, de que esa Brenda y Rafa habían tenido algo.

-         No te digo que no la conozca, porque si Brenda a preguntado por él, es porque la conoce…- dijo Maite que intentaba explicar su idea a Vero.- Pero eso no quiere decir que se la haya follado, ni que le guste, ni nada de eso… Además te vuelvo a recordar que no tienes nada con él, como para montarle esa escena de celos.

-         Pero, ¿por qué no le va a gustar? ¿Quién te ha dicho que no ha estado con ella?

-         A la primera no te puedo contestar, porque… Porque no puedo…- dijo Maite dejando perpleja a su amiga.- Y la segunda lo sé, porque si Rafa hubiera estado con ella y una tía así viene a buscarlo, se iría con ella… Y esa Brenda está ahí sola en la barra con unas amigas…

Verónica miró hacía la barra, en la dirección que Maite le había indicado y pudo ver a  aquella espectacular mujer charlando en la barra con dos amigas y un hombre mayor que ellas.

-         Un momento… ¿Cómo sabías que esa era Brenda si no la conocías?

-         No sabía su nombre, pero si conocía a la famosa stripper por los videos que me enseñaron los tíos… Créeme en ninguno salía follando con ellos, jajaja.

Verónica tuvo que reír ante la ocurrencia de su amiga, y poco a poco fue entendiendo que había metido la pata con Rafa porque, efectivamente, no estaba allí con esa chica.

-         La he cagado, ¿verdad?- dijo Verónica visiblemente afectada.

-         Bueno, puedes hacer dos cosas: o buscas a tu primo para tratar de hablar las cosas; o, si sigues siendo tan gilipollas para dudar de él, te levantas y hablas con la tía esa…

La prima de Rafa miró a su amiga y después a la chica aquella que reía y bromeaba con la gente que la acompañaba en la barra. Se levantó, poniéndose bien el pantaloncito, y preguntó a Maite:

-         ¿Dónde está Rafa?


-         Tío. Sabes que no me quiero meter en tus asuntos, pero, ¿de verdad largarnos sin despedirte es la mejor forma de arreglar las cosas con Vero?- dijo Oscar mientras conducía el coche y se acercaban a la carretera de acceso al pueblo.

-         Es mejor dejar que se relaje…- dijo algo triste Rafa, que no sabía como su prima había reaccionado así.

-         Bueno, en realidad quizás tengo algo de culpa yo…- dijo Oscar mirando hacía delante sin ser capaz de mirar a Rafa que le observó inmediatamente.

Oscar aparcó el coche en un lado de la carretera, en un camino rural cerca de la avenida principal del pueblo. Paró el motor del coche y se giró hacía su amigo.

-         Mira tío… Brenda apareció y me preguntó por ti y a mi me cambió la cara; no soy capaz de disimular cuando algo me preocupa… Y que quieres que te diga, que esa tía apareciera justo cuando estaba hablando con Verónica.

-         ¿Pero tú le dijiste algo? ¿O Brenda dijo algo fuera de lugar?- dijo Rafa mientras sacaba su paquete de tabaco de liar y el papel.

-         No, no… Ella sólo preguntó por ti, nada más… Quizás Verónica, al ver mi reacción supuso que había algo más… Ya te digo que me pongo muy nervioso…

-         Mira, Oscar… Da igual como te pusieras; Vero no tenía que ponerse así, por ella no es nada mío…

-         Bueno es tu prima…- rió Oscar.

-         Joder, tú me entiendes…

-         Sí, sí… Es que me sigue resultando raro; me he tirado media vida peleando para que ningún se acerque a ella y ahora estoy ayudando a su propio primo.

Los dos amigos rieron; Rafa se encendió el cigarro y miró hacía el parabrisas, mientras expulsaba el humo de sus pulmones.

-         Tío, pero me merece la pena que te enfades con ella… Entiéndela, viene de lo de Tomás y no quiere que le hagan daño.

-         No estoy enfadado, solo triste…-dijo Rafa.- No me gusta como ha reaccionado, pero no le quito parte de razón…

-         Bueno, cambiando de tema… ¿Qué has hablado con Maite?- dijo Oscar, mientras echaba el asiento hacía atrás.

-         Me ha cantado las cuarenta por tirarle los tejos a mi prima… Me ha dicho que no quiere que juegue con ella y eso…

-         Jajajaja… Maite es una tía muy especial; no le tengas en cuenta si alguna vez te sube el tono.

Rafa miró con los ojos entornados a su amigo, al que se le iluminaba la cara al hablar de la amiga de su prima, Maite.

-         Oscar… ¿Hay algo que no sé entre Maite y tú?- soltó Rafa disfrutando del cambio de color en la cara de su amigo.

-         Hey, tío… No… No empieces… Estábamos hablando de ti y de tu prima. No me líes.

-         Vale, vale…- rió Rafa, que sabía que había dado en el clavo.

-         Entonces, ¿todo bien con Verónica?

-         Si por bien te refieres a que seguiré tratándola como a mi prima y…

-         No, no me jodas; me refiero a si estás enfadado con ella…

-         Mira Oscar, puedo llegar a entender su reacción si tú me dices que lo pasó tan mal con Tomás… Pero yo no soy Tomás.

-         No, eres bastante mejor que él; sobre todo, en los pulsos…- rió Oscar.- Mira. Tengo que confesarte algo: cuando tu prima lo dejó con Tomás… Bueno, más bien, cuando Tomás dejó a tu prima, fue diciendo sosas sobre ella.

-         ¿Cosas sobre ella? ¿A que te refieres?.

-         Bueno, cosas… Ya sabes, cosas que supuestamente tu prima hacía con él… Cómo follaba, como mamaba… Cosas.

-         ¡Que hijo de puta!

-         Sí, y si esas cosas ya son malas que las digan en cualquier lado, mucho más es que las digan en un pueblo…- razonó Oscar ante la mirada furiosa de su amigo.- Entonces fue cuando Maite vino a verme; tu prima no salía de su casa, porque aparte de destrozada por los cuernos que le había puesto Tomás, estaba avergonzada de que la pandilla supiera esas cosas…

-         ¿Maite fue a buscarte?- preguntó sorprendido Rafa.

-         Sí… Me vino a buscar para que yo hiciera que Tomás retirara lo que había dicho. Le dije que no, porque me había pedido que no me metiera en sus asuntos con Tomás y que no hablara con él…

-         ¿¿Le dijiste que no??

-         Sí, se que me porté como un gilipollas pero es lo que hice… Y es otra de las cosas por las que dejé de juntarme con la pandilla.

-         Y si Tomás dijo esas cosas de ella, ¿cómo es que siguen hablándose así?

-         Pues, porque Tomás se echó atrás…

-         O sea, que sí hablaste con él, ¿no?- sonrió Rafa dando un golpe en el hombro a Oscar.

-         No, no lo hice… Fue tu padre…

Rafa se quedó blanco como la pared y no podía articular palabra; ¿su padre había puesto en orden aquel chaval? ¿Aquel hombre tan inofensivo, al que su madre dejó por ser tan pusilánime?

-         Mi… ¿Mi padre…?- tartamudeó Rafa mirando a los ojos a Oscar.

-         Si, lo siento… Tu padre para mí es como un padre también; y la culpa me reconcomía por dentro y no se me ocurrió otra cosa que contárselo.- confesó Oscar un poco avergonzado.- Pero te juro que lo hice más por desahogarme que por pretender que él hiciera algo… Sólo cuando Maite me dio las gracias una semana después, me dí cuenta de lo que había pasado.

-         ¿Y nunca le preguntaste a mi padre lo que pasó?

-         Nunca… No me atreví; él nunca sacó el tema… De hecho creo que él hecho de que Tomás trate de llevarse bien contigo, tiene mucho que ver con eso.

Rafa sonrió ante la imagen de su padre amenazando a aquel chaval; le hacía sentirse extrañamente orgulloso de su recuperado padre…

-         Bueno, y volviendo al tema principal… ¿Qué vas a hacer con Verónica?

-         Esperar… Si es como yo creo que es, vendrá ella a disculparse.

-         Buff, estás muy seguro de ti mismo, ¿no?- dijo Oscar.

-         No, estoy muy seguro de ella… Sé que no me defraudará.- dijo Rafa, para callarse unos segundos dándole una calada al cigarro.- Anda, vamos para el pueblo, que es tarde…

-         ¡Anda ya! Relájate, tío… Que mañana no trabajo y quiero disfrutar de la noche…

-         ¡Pero si son las cuatro y media de la mañana!- gritó Rafa riendo.

Oscar abrió la guantera de su coche y sacó una petaca de ron; abrió el tapón y se la pasó a Rafa.

-         Relájate, tío… Seguro que en Londres no se ve este cielo…

Rafa miró hacía el cielo estrellado; y Oscar tenía razón… En Londres sería imposible ver una noche tan clara y perfecta como ésta. Dio un trago al ron y siguieron hablando de temas intrascendentes…


Verónica no estaba dispuesta a estropear lo poco que le quedara de estar con su primo; Rafa podría irse cualquier día y no quería quedarse sin poder decirle lo que sentía… Quizás el alcohol que corría por sus venas, estimulaban esa valentía que de otra forma no afloraría en ella.

Había caminado desde la plaza donde la dejó Raúl, que es el que conducía el coche, hasta la entrada de la panadería de su abuela… No sabía muy bien como hacer para hablar con Rafa, pero tenía claro que no podía esperar a mañana, porque quizás se acobardaría. Cuando llegó se dio cuenta que la ventana de la habitación de Rafa, en la planta de arriba, estaba cerrada; lo que parecía indicar que él no estaba allí, porque era totalmente imposible dormir en esa habitación con la ventana cerrada.

Sin saber muy bien que hacer, se sentó en el escalón de entrada a la panadería que por supuesto estaba cerrada. Gracias a dios, era ya domingo de madrugada y su padre no trabajaba ese día, porque si Martín llega a encontrarla allí sola, la hubiera castigado de por vida… Pero a ella eso no le importaba ahora, sino ver a Rafa.

-         ¿Verónica?- escuchó la voz de Rafa a sus espaldas.- ¿Qué haces aquí?

Vero se volvió y al encontrarse cara a cara con su primo, todo lo que había pensado decirle se le olvidó; su mentón comenzó a temblar y no era capaz de sujetar las lágrimas.

-         Hey, hey… Tranquila, primita.- dijo Rafa que se apresuró a estrecharla entre sus brazos.

La chica sintió su cabeza pegada al pecho de su primo; podía escuchar los latidos de éste a través de la camisa. Sus brazos la rodeaban y aquel olor penetrante y tan familiar a la vez la hacía encontrar la paz… En ese momento fue cuando se dio cuenta que estaba locamente enamorada de su primo Rafa.

Rafa, por su parte, estaba desconcertado; había llegado desde la carretera donde lo dejó Oscar para encontrarse a Verónica que prácticamente rompió a llorar delante suya… Quizás su idea de hacer que fuera ella la que se disculpara no había sido tan buena como pensaba. Estaba haciendo sufrir a su prima y eso no podía soportarlo.

-         Verónica, tranquila, por favor… Ven, siéntate…- dijo Rafa llevando de la mano a su prima, al escalón del que se había levantado.

Él se puso de cuclillas delante de ella y, con su dedo pulgar, le limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas. Verónica alzó esos ojazos verdes para mirar a su primo sin poder decir, aún, ninguna palabra.

-         ¿Qué te pasa? Tienes que decírmelo tú…- dijo Rafa acariciando su mejilla.

-         Siento haberme ido así… Lo siento…- dijo Vero rompiendo a llorar de nuevo.

-         Oye, no pasa nada… No estoy enfadado, ¿vale?

-         Creí que te había perdido…- decía la chica que, poco a poco, dejaba brotar las palabras de su labios.

-         No puedes perder lo que no tienes, Vero…- soltó Rafa, que inmediatamente se dio cuenta que no había sido la frase más afortunada.- Perdón, no quería decir eso…

-         No, tienes razón, lo sé…- dijo la chica, muy molesta, y levantándose del escalón para empezar a caminar calle abajo, en dirección a la plaza.

Rafa respiró hondo y se levantó, para salir detrás de ella.

-         Espera… Vero, por favor… No te vayas…- decía caminando despacio detrás de ella.

Verónica se detuvo en seco y se giró apretando los puños; dio dos pasos hacia su primo, que se paró al ver su reacción.

-         No voy a esperar nada, Rafa… Estoy harta de que jueguen conmigo; estoy harta de dejar que me peguen palos y lamento mucho el haberme equivocado contigo.- explotó Vero, parándose un instante para tomar aire y continuar.- No tengo derecho a recriminarte con quien andas porque, como bien has dicho, no eres nada mío. Siento el haberme ilusionado con algo que no puede ser, pero no lo he podido evitar; he confundido tu ternura y cariño con otro sentimiento, pero no podía irme a la cama sin decirte que me gustas… Que me gustas mucho, pero que no pienso romper la baraja por ti. Y, ahora, si no te importa y no tienes nada que decir, me voy a mi casa… Que para hacer el gilipollas siempre hay tiempo…

Verónica se calló una vez expulsado todo lo que llevaba dentro de su alma… Se quedó allí de pie, dispuesta a no derramar una sola lágrima más por Rafa ni por ningún hombre. Había equivocado los sentimientos de cariño de Rafa, por algo más y se sentía culpable.

-         Te pones muy fea cuando te enfadas, ¿sabes?- sonrió Rafa dejando a Verónica, totalmente perpleja.

Y, entonces, lo hizo… Rafa cogió del brazo a su prima y, atrayéndola hacía él hasta que sus cuerpos se juntaron, la besó.

Vero sintió la lengua de Rafa entrar en su boca, mientras un calor impresionante se apoderaba de su pecho; se sentía como si lo único que la atara al mundo fueran los labios de su primo. Se acabaron las dudas; no sabía que significaba ese beso, ni que consecuencias tendría, sólo quería que no acabara nunca. Lentamente, Rafa se separó de su boca para mirarla a sus inmensos ojos verdes, sin soltarla de la cintura.

-         Lo siento… Siento haberte hecho daño…- dijo Rafa en un susurro suave.

Ahora fue Verónica la que se lanzó a sus labios, mordiéndolos, mientras pasaba sus brazos alrededor de su cuello.


Verónica se levantó en su cama, con una sonrisa radiante… Se tocó los labios como si todavía pudiera sentir el roce de los de su primo en ellos. Se quitó la parte de arriba del pijama para dejar sus tetas al desnudo y se colocó una camiseta de tirantes, sin ponerse sujetador debajo y unos pantalones vaqueros que marcaban su culo perfectamente.

Su padre estaría en la taberna con su tío y, quizás, con Rafa por lo que no había peligro porque le llamara la atención por la forma de vestir; su madre era bastante más permisiva en ese aspecto.

No sabía como sería su relación con su primo a partir de ahora; el día anterior llegó a casa, casi a las siete de la mañana… Rafa la acompañó hasta al portal, mientras hablaron largo y tendido sobre como hacer las cosas. No perdieron un instante en comerse a besos por cada esquina, y aún sentía el tacto de sus manos en su espalda a la vez que su lengua rozaba su cuello.

Aunque le apetecía gritar a los cuatro vientos que estaban empezando algo juntos, estuvo de acuerdo con él, en que las cosas debían de hacerse despacio… No todo el mundo entendería que dos primos se gustaran.

Por otra parte, era entendible que su primo no pudiera prometerle nada, porque no sabía lo que pasaría y por nada del mundo quería perderla… Lo que más trabajo le iba a costar, sin duda, era estar delante de él y no abalanzarse a sus brazos. Eso, y no decirle nada, por ahora a Maite… Había sido una decisión de los dos, el hecho de ir despacio y no prometerse nada

Salió de la habitación con mucha energía, lo que sorprendió a su madre y, más aún cuando entró en la cocina, para darle un beso fuertísimo en la mejilla.

-         Buenos días, mami…- dijo abrazándola tras el beso.

-         ¡Por dios! ¿Qué te pasa? Parece que has dormido bien, ¿no?

-         Si mamá… Hoy estoy guerrera, jaja…

-         Ya veo, ya…- espetó la madre viendo los pezones de su hija marcados en la camiseta.- Desde luego… ¿Por qué no vas a por el pan a casa de tu abuela?

-         Vale…- dijo saliendo de la cocina.

-         ¿Vale? ¿Sin “joder mamá, no tengo ganas”, ni “está muy lejos para ir”?

-         No sé… Tengo ganas de salir…

-         Bueno, pero si vas a ir a por el pan, ponte un sujetador; no querrás matar a la abuela de un infarto, ¿no?

-         Jajaja… Vale, lo siento…- se disculpó Vero, mientras entraba de nuevo en su habitación.

La madre comenzó a recoger la cocina de las cosas del desayuno que había preparado para Martín antes de que se fuera a trabajar.

-         Oye, ¿a qué hora llegaste ayer?- dijo la madre, desde la cocina, recogiendo la cafetera, cuando Verónica salió de nuevo hacia el salón, ya con el sujetador puesto, que disimulaba un  poco la forma de sus grandes pechos.

-         Tarde, mamá; pero no te preocupes, el primo Rafa me acompañó hasta la puerta… Adiós.- dijo cerrando la puerta.

Rosa sí se preocupó, porque todo parecía encajar; desde la llegada de Rafa al pueblo, el carácter de su hija había cambiado y eso podía tener relación… Se frotó la cara con desgana, porque sabía que una cosa así podía traer problemas. Tendría que hablar con Rafa.


Un fuerte ruido en el pasillo la despertó; salió de su cama y, abriendo con mucho cuidado la puerta vio a su primo sentado en la cama de su habitación… Lloraba desconsoladamente con evidentes síntomas de haber bebido demasiado.

Desde su regreso, hace ya algún tiempo, era bastante frecuente que llegará a altas horas de la noche con alguna copa de más, lo que tenía preocupada a la familia entera… Ya no quedaba nada de ese chico que llamaba la atención de todas las chicas del pueblo.

Y no se puede sentir que sintiera lastima por él, porque siempre discutían en que la vida hay que saber afrontarla y nunca darse por vencido… Entró en su habitación y se sentó junto a él en la cama, que ni tan siquiera la miraba.

Acarició su pelo y enjugó sus lágrimas con la misma tela de su pequeño camisón; los sollozos se fueron calmando, a la vez que se tumbaba en la cama a todo lo largo.

Ella comenzó a desvestirlo, luchando contra el peso muerto de su cuerpo desvencijado; no quería que nadie lo viera en ese estado, porque ya estaba agotando la paciencia en la casa y sabía que podía traer consecuencias…  Quitó sus zapato; sus pantalones, dejando ver sus fuertes piernas de marcados músculos; desabotonó, como pudo,  la camisa y lo incorporó, agarrándolo a su cuello para poder sacársela de los brazos…

Podía sentir el aliento a alcohol de su primo golpeándole la cara, con los ojos cerrados… De nuevo acarició su pelo, haciendo eterno ese extraño abrazo mientras algunas lágrimas se escapaban de sus ojos… ¿Cómo podía haber llegado a esto?

Y entonces sucedió; notó sus labios en el cuello, tímidos besos que la dejaron helada, caricias torpes por los efectos del alcohol que despertaban desde el instinto. Cómo un volcán de recobrada fuerza, su primo la hizo rodar por la cama situándose encima suya y metiendo las manos por debajo del camisón para sacarle sus bragas por los tobillos, mientras no paraba de besarle el cuello y la cara de forma impulsiva.

- Fale, no por favor, para…- susurraba para no hacer ruido y tratando de que su primo recuperara la poca conciencia que tenía en ese momento.

Pero no había nada en el mundo que parara a ese hombre dominado por el alcohol y la lujuria; pudo sentir cuando su polla rozó la entrada de su coñito y agarrándose a él y mordiendo la almohada, aguantó el grito al sentirse penetrada sin ningún cuidado.

Plof, plof, plof… El sonido de los sexos al chocar casi con violencia retumbaba en el silencio de aquella gran casa. Ella trataba de ahogar los gemidos, entre la culpabilidad de lo que estaba haciendo y el tremendo placer que su primo le estaba proporcionando.

Con fuerza agarraba su culo, estrujaba sus pechos, mordía su cuello; estaba preocupaba por si le dejaba alguna marca y se preguntaba si Fale era conciente de lo que estaba haciendo… Se estaba follando a su prima.

Entonces, comenzó a sentir como él bufaba y aumentaba el ritmo, fuerte pero pausado, de las penetraciones y se dio cuenta de lo que iba suceder…

- Car…Carmen…- balbuceó Fale, nombrando a su mujer.

Rosa no podía creer lo que estaba oyendo, pero con lágrimas en los ojos, ocupó el lugar de la mujer de su primo en su cama, sin que este se diera cuando de lo que realmente estaba haciendo… Y no pudo evitar correrse al notar como el semen de su primo Fale la inundaba como si se desatara una tormenta allí abajo.

Tras correrse, Fale quedó como muerto sobre el cuerpo de su prima, que le acariciaba, de nuevo, el pelo… Quedó un instante así, besándole la mejilla, estando él ya dormido; después se lo quitó de encima como pudo y lo arropó en la cama.

Cogió su ropa interior destrozada por el ímpetu del polvo y se fue hacia su habitación, no sin antes mirar otra vez a su primo que dormía placidamente en la cama.

A partir de esa noche, de la que Fale no recordaba nada, era como si todo hubiera cambiado; su mujer volvió de nuevo con el pequeño Rafa para intentarlo otra vez… Ella cuidaba de su sobrino de tres años mientras la pareja vivía una nueva luna de miel, sin que ella dijera nada de lo que había pasado esa noche.

Aún recuerda como su tía – que hacía las veces de madre- no le recriminó nada ni le levantó la voz, cuando no tuvo más remedio que decirle que estaba embarazada y contarle la verdad.

- ¿Cuánto tienes de retraso?- decía Isabel sentada en la mesa del salón observando a su sobrina Rosa.

- Unas semanas, nada más…

- Está bien… Sabes que esto no se puede saber, ¿verdad?- dijo la “madre” cogiendo de la mano a Rosa, que estaba a punto de estallar en un llanto.

- Sí… Lo sé… Lo siento, yo no quería que esto pasara, mamá- trató de disculparse Rosa, que ya no podía aguantar las lágrimas en sus ojos.

- Bueno, lo hecho, hecho está… Y si Fale no se ha enterado de nada, mejor. Una mujer tiene que salir a delante con lo que le toque y, más aún, si es una Guzmán.- dijo en un razonamiento bastante machista, pero muy normal en un pueblo como aquel.- Vas a aceptar la propuesta de matrimonio que te hizo Martín, el hijo de la Jacinta.

Rosa la miraba con resignación; no es que Martín no fuera un buen hombre, porque era un chico trabajador, romántico y, encima amigo de su primo Fale. Pero se sentía mal al empezar el matrimonio engañándolo, haciéndole creer que el hijo que esperaba era suyo.

- Los hombres no entienden de eso, no saben llevar cálculos de embarazo… Y él te quiere y te va a cuidar…

- Mamá, haré lo que tú me pidas…- dijo Rosa mientras besaba las manos de su tía Isabel.

El matrimonio se celebró unas semanas después, y no extrañó tanta prisa porque como Martín trabajaba en la almazara del pueblo de al lado, quería que Rosa se fuera a vivir con él… Pero en aquella época, sólo había una forma de que una mujer saliera de su casa con un hombre: casándose.

Lo que más le dolía era tener que perder de vista a su familia y a su pequeño sobrino Rafa, con el que había estrenado su papel de madre, al cuidarlo durante años.

Ocho meses después de la boda, con la excusa de que venía adelantado, nació una niña preciosa de ojos verdes, a la que llamaron Verónica…

(CONTINUARÁ)