Regreso a casa (capítulo 2: Volver a sentir)

Sigue la historia de Rafa en su regreso al pueblo donde pasó su infancia... En este capítulo, conoceremos un poco más a su familia; mientras, Maite tratará de que Verónica se sincere con ella.

-         Joder, tía… ¿No sabías que era tu primo?- protestó Maite aún emocionada por la noticia.

Verónica tardó en contestar, porque tampoco había asimilado que aquel chico al que no podía parar de mirar fuera su primo Rafa… A veces, había escuchado a su abuela hablar de él, pero como algo lejano; de hecho, ella casi no lo recordaba de cuando vivía en el pueblo, y es que tenía menos de cuatro años cuando se marchó con su madre.

-         ¿Me estás escuchando, Vero?- insistió Maite dándole un golpe en la coronilla que sacó a su amiga de sus pensamientos.

-         ¡Joder! Que sí tía… Te estoy oyendo… ¿Cómo iba a saber que era mi primo? Casi no lo he visto en mi vida.

-         Que cabrón… Como nos tomó el pelo con lo que era de fuera, y yo haciendo la gilipollas hablando despacio.

-         Jajaja, sí, sí… ¿Ves? Eso me ha hecho gracia.

-         ¿Y hasta cuando se va a quedar?- preguntó Maite con un interés que empezó a incomodar a la prima de Rafa.

-         ¡Yo que coño sé! Te recuerdo que hemos salido casi corriendo de la panadería de mi abuela… Sé, exactamente, lo mismo que tú.

-         ¿Y cuantos años tiene?- seguía la amiga con su pertinaz interrogatorio.

-         Pues no sé… Tendrá unos 24 o 25 años, creo…

-         ¿Y se va a quedar a dormir en casa de tu abuela?

-         Pues claro, no se va a quedar en mi casa, ¿no?

-         Eso es lo que tú quisieras, guarra…

-         Pero, ¿Qué dices?

-         Venga, tía… ¿te crees que no me daba cuenta como mirabas a tu primito?

-         Anda, vámonos… Que hemos quedado dentro de una hora en la plaza…- dijo Verónica tratando de cambiar de tema.

-         Podrías invitar a tu primo Rafa, jajaja…

-         ¡Vete a la mierda, Maite!- se enfadó Verónica mientras aceleraba el paso para dejar atrás a su amiga.

-         ¡No te pongas así! Jaja… Sólo lo decía porque no estuviera encerrado todo el día en casa de tu abuela… Pero, ¡espérame!


Se sorprendía a sí mismo, mirando a su abuela recogiendo la cocina, mientras él le ayudaba a recoger los platos de la cena de encima de la mesa. Parecía mentira la agilidad que tenía aquella anciana a pesar de sus, no menos, de 70 años… Empezaba a creer que la vitalidad de los viejos del pueblo tendría que ver algo con el clima, porque Genaro también se había tomado ese medio de vino sin pestañear, cuando él todavía tenía el estomago revuelto.

-         ¿Quieres que vayamos a ver tu tía Rosa ahora?- dijo su padre que veía la televisión en el salón de la casa.

-         Buff, madre mía… De la tía Rosa si que me acuerdo; siempre me quedaba en casa de la abuela con ella, mientras mamá y tú ibais a la vendimia… Perdón- trató de disculparse al nombrar a su madre de nuevo.

Ya sabía que su abuela había dejado claro que no aguantaría que nadie hablara mal de ella en su presencia, pero el hecho es que Rafa creía que hacerla presente en sus conversaciones con su padre, era doloroso para su progenitor… Rafa, si bien no recordaba el motivo de la separación, si que intuía algo; su madre había decidido empezar una nueva vida en la ciudad, porque “ella no estaba hecha para pasar su vida encerrada en un pueblo”. Ésta razón fue la que le había explicado su madre y la negativa de su padre a abandonar el pueblo provocó la ruptura de aquel matrimonio, que de todas formas hacía aguas por muchos motivos… Nunca entendió lo de los “muchos motivos” pero, por supuesto, no estaba allí para preguntarle nada de eso a su padre. El pasado, pasado está…

-         Mira, nene… Como ha dicho la abuela, aquí no hay nada que recriminar a tu madre, así que puedes hablar libremente de ella, ¿vale?- contestó su padre como si estuviera leyendo su pensamiento.- Fuimos dos personas que se quisieron muchísimo y gracias a eso, naciste tú… Después por cosas de la vida cada uno decidió seguir su camino y ya está… Nunca he tenido ningún problema con tu madre, ni lo voy a empezar a tener ahora, porque hables de ella.

-         Vale papá…

-         Tu tía Rosa es mi sobrina, aunque casi la siento como mi hija.- entró la abuela en la conversación como si quisiera cambiar el rumbo de la charla.- Su madre, que era mi hermana, murió muy joven y yo me hice cargo de ella, porque en aquellos tiempos, en un pueblo, un hombre no se podía hacer cargo de una hija. Su padre, nunca la abandonó, y venía cada vez que podía a verla, aunque se fue a Alemania y fundó una nueva familia… Pero siempre supo que, aquí, estaría muy bien atendida; para mí ha sido la hija que nunca tuve. Tu padre fue, incluso, el padrino de su boda con Martín

Rafa escuchaba anonadado la historia de su familia; porque de esa parte no sabía nada. De hecho, siempre se acordaba de la tía tan joven que tenía que le ayudaba con las tareas del colegio y que cuidaba de él. Y, tenía que admitir, que estaba deseando de verla.

-         Vaya, siento como si hubiera estado un siglo fuera del pueblo…- dijo Rafa un poco apesadumbrado.

-         Bueno, nene, en verdad casi has estado 20 años fuera, pero en estos días te pondrás al día de todo lo que merezca la pena que sepas de tu familia.- dijo la anciana sonriendo y dándole otro de esos pellizcos en la mejilla.

-         Entonces, mi prima Verónica es la hija de Rosa, ¿no?- preguntó para aclarar su árbol genealógico.

-         ¡Ah! ¿Ya has conocido a la niña?- dijo Isabel y sonriendo orgullosa de lo más parecido que había tenido hasta ahora a una nieta.- Eso está bien; así cuidarás de la niña, mientras estés aquí… No me gusta que ande con el Tomás y sus amigos.

-         Mamá, por favor, que la niña sabe cuidarse sola; además Tomás es un buen chico y sabes que Oscar no dejaría que le hicieran nada malo…- intercedió su padre tratando de calmar a su madre.

-         Tranquila abuela… Yo cuidaré de ella.- dijo Rafa guiñándole un ojo a la anciana, mientras reía de la cara que había puesto su padre.

-         Bueno, vamos… Iros ya, si vais a ir a casa de Rosita, que se hace tarde y no son horas de ir a casa de nadie.- protestó la abuela poniendo fin a la conversación para casi echarlos de la casa.

Padre e hijo comenzaron a andar camino de casa de su tía; Rafael saludaba a la gente que se cruzaba mientras su brazo derecho rodeaba los fornidos hombros de su hijo. Se notaba que estaba orgulloso de tenerlo allí y quería que la gente lo viera.

-         Mañana si quieres no tienes porque madrugar… Si oyes ruido abajo no te preocupes, es que empezamos desde muy temprano con el reparto del pan para las aldeas de al lado… Ya te presentaré a Oscar, porque veo que no te acuerdas de él.

-         Pues no, no lo recuerdo…- admitió Rafa que se esforzaba por archivar toda la información posible en su cabeza.

-         Bueno, es normal… Oscar jugaba contigo cuando erais pequeños, erais de los pocos chicos de vuestra edad que había en el pueblo… Desde los 14 años, como no servía para estudiar, su padre lo puso a trabajar con nosotros y ahí sigue… Es muy buen chico, por eso le digo a tu abuela que esté tranquila con Veronica.

-         Pero ellos… O sea, son…- dijo Rafa haciendo gestos con sus manos, dando a entender de si estaban liados o eran pareja.

-         No, que yo sepa… Lo que pasa que tu abuela cree que Oscar pretende a tu prima, pero no creo que eso sea así… La conoce casi desde que nació y nunca ha hecho un mal gesto con ella.

-         ¿Y ese tal Tomás? ¿Quién es?

-         Jajaja… ¿Tomasito? Ese si es un buen elemento… Siempre está metido en líos con la gente de otras aldeas y con chicas…

-         O sea, que es verdad lo que dice la abuela Isabel: la prima debería tener cuidado con él, ¿no?

-         No creo… Ya le he dicho a tu abuela que Oscar nunca dejaría que Tomás se propasara con tu prima; además Tomasito sabe muy bien que conmigo no se juega. En los pueblos las cosas son distintas, se respeta mucho a la gente mayor.

-         Jajaja… Mi padre es mayor…- rió a carcajadas Rafa por la ocurrencia de su padre.

-         Pues sí, hijo mío, ya mismo soy un adorable anciano…

-         Por dios, papá… ¿Qué edad tienes? ¿44? ¿45?

-         42… Te tuve con 19 años…- dijo orgulloso su padre y emocionado como si recordara aquellos felices momentos junto a su mujer.

-         Pues eso, un anciano, jajaja…- bromeó Rafa dándole una palmada en la espalda recia de su padre.

Los dos hombres siguieron bromeando cuando llegaron a la zona nueva del pueblo, una vez cruzada la plaza donde había visto por primera vez a su prima. Se acercaron a uno de los portales y Rafael pulsó el botón del portero automático, correspondiente al piso de la tía Rosa. Ella contestó con una voz dulce y abrió inmediatamente al escuchar que era su “hermano” Rafael.

-         Vaya, dichosos los ojos, Fale…- dijo Rosa dándole un beso al padre de Rafa en la mejilla.- ¡No me digas que éste tiarrón es mi enano Rafa!

-         Pues sí, aunque de enano tiene ya poco…- rió mi padre mostrando de nuevo su orgullo.- ¿Y Martín? ¿no está?

-         No, no está… Se fue hace un rato a la taberna, ¡como no has avisado de que venias!

-         Bueno, luego iremos a buscarlo…

-         Pero, pasad…- dijo la tía Rosa que se enganchó del brazo de su sobrino Rafa.

El chico se quedó muy sorprendido por el aspecto juvenil de su tía. Por supuesto, se acordaba de ella, pero no la recordaba tan joven, porque no aparentaba tener más de 30 y pocos años; aparte ya podía asegurar de donde había heredado su prima Verónica aquella belleza que lo había obnubilado.

-         Sentaros… ¿Queréis una cerveza? ¡Que alegría que vengas al pueblo, enano! No sabes cuanto he pensado en ti… ¿Cómo te va la vida? Tu padre me ha enseñado las postales que le mandas desde media Europa…- relataba sin parar la mujer sentada en el sofá, cruzando las piernas en una postura muy sexy que dejaba buena parte de sus preciosas piernas a la vista de su sobrino.

-         Bueno, nene, ya ves que ha salido a tu abuela en lo charlatana, jajaja.- cortó su padre, para hacer reír a su hijo, que sin embargo estaba un poco cortado porque no podía quitar la mirada de las piernas de su tía Rosa.

-         ¡Que tonto eres!- dijo su tía lanzándole un cojín a Rafael, mientras se levantaba para ir a la cocina a por las cervezas.

-         Venga mujer, no te enfades… Encima que venimos a verte, jaja- dijo el padre levantándose tras su prima y siguiéndola a la cocina para pedirle perdón.

Rafa se quedó un momento sólo en el salón observando las fotos familiares; por supuesto, en ninguna salía ni él ni su madre, pero pudo ver fotos de su tía con su prima de pequeña y fotos del padre de ella, ese tal Martín que para él era desconocido.

-         Mamá, ¿dónde has puesto mi falda plisada?- escuchó la voz de su prima a sus espaldas mientras miraba una de las fotos.

La escena que vio casi hace que se caiga de espaldas en ese momento; su prima Verónica con la cara tapada, porque se estaba secando la cabeza con una toalla. Tan sólo llevaba puesto un pequeñísimo tanga de color blanco que dejaba a la vista uno de los mejores culos que Rafa había visto en su vida. Sus pechos tapados por un escueto sujetador de encaje blanco que no podían disimular el tamaño considerable que escondían bajo sus copas. Cuando la chica se quitó la toalla que le cubría el rostro para escuchar la respuesta de su madre casi le da un infarto.

Allí estaba su recién conocido primo Rafa, observándola con una sonrisa en los labios, pero con gesto simpático más que pervertido. Por supuesto, su madre no estaba en el salón y, por supuesto también, no le había avisado de que habría visita… Durante unos segundos, que para Rafa fueron eternos, Verónica se quedó congelada en el salón con aquella toalla en la mano sin saber muy bien como reaccionar ante aquella metedura de pata.

-         Lo siento…- dijo Rafa, dándose la vuelta para no mirar, mientras la chica se tapaba como podía y corría hacia su habitación.

Unos segundos después, su padre y su tía llegaron al salón, de nuevo, con las cervezas y algunos platos de aperitivos que Rosa se había empeñado en preparar.

-         Tía… Creo que la prima Verónica te estaba buscando…- dijo Rafa sonriendo.

-         Seguro que busca algo de ropa; esta niña no sabe donde tiene la cabeza…- dijo levantándose  otra vez para ir a la habitación de su hija.

-         Bueno, nene… No tardaré mucho en irme, que quiero que me quiero pasar por la taberna a saludar a Martín.- dijo su padre.

-         Papá, yo me voy contigo… Mañana me levantaré contigo a repartir el pan y…

-         ¿Pero qué dices? ¡Ni hablar! Tú estás de vacaciones y no voy a consentir que madrugues…

-         Pero papá, ¿qué más da?

-         Da mucho… Para eso está Oscar y ya nos apañamos, además así no se queda sola la abuela…

-         ¿Ya estáis discutiendo?- dijo riendo la tía Rosa, que había vuelto a entrar al salón…

-         Este hijo mío que es tonto; quiero mañana venirse a repartir el pan…

La mujer miró a Rafa con cara de orgullo; además de guapo, su querido sobrino había salido responsable y trabajador.

-         La verdad, Rafa, tengo que darle la razón a tu padre, sin que sirva de precedente, que después se lo cree… No creo que, para unos días que vas a estar en el pueblo, tengas que ponerte a trabajar…

En ese momento, y cuando Rafa ya estaba a punto de replicar, apareció Verónica en el salón; Rafa se quedó sin palabras, porque su prima estaba espectacular… La famosa falda plisada la había encontrado y llevaba una blusa de color blanco que marcaba la forma de sus caderas y de sus insinuantes pechos.

-         Mamá, yo me voy, ¿vale? Que he quedado con Maite…- dijo sin atreverse  a mirar a la cara a su primo, tras el encuentro de antes- Hola, tito…

-         Hola preciosa…- dijo su padre que atrajo a su sobrina hacia sus rodillas para sentarla y besarla en la mejilla.- ¿No llevas una falda muy corta?

-         Por favor, tito… Ya tengo bastante con mi padre, para que empieces tú también.- bromeó la joven dándole otro beso en la mejilla a su tío.

-         ¿Has saludado al primo?- dijo su madre, que sonreía porque sabía la escenita de antes porque se la había recriminado su hija en la habitación.- ¿Por qué no sale esta noche contigo? Supongo que no le apetecerá encerrarse en casa de la abuela, ¿no?

Los dos chicos se miraron en silencio; la situación era un poco incomoda, porque las miradas entre los dos eran cualquier cosa menos inocentes miradas entre primos. Verónica no sabía porque aquel chico despertaba esa sensación en ella y, ahora mucho más, porque la había visto medio desnuda.

-         Déjalo, tía… Ella ha quedado con sus amigas y, la verdad, estoy un poco cansado por el viaje; otro día, ¿vale?- dijo Rafa, tratando de romper la incomoda situación en la que se encontraba aquella chica que había visto medio desnuda.

-         Por mí no hay problema si te quieres venir, Rafa…- dijo ella tratando de no sentirse culpable, aunque hasta que ordenara sus pensamientos lo que le apetecía era alejarse lo más posible de aquel chico.

-         Muchas gracias, primita… Pero ya habrá tiempo de que me enseñes las discotecas…

-         ¿Las discotecas?- rió Rosa.- Nene, que esto no es Ibiza, aquí hay una sola discoteca y a las afueras del pueblo, jaja.

-         Bueno, mamá entonces me voy, ¿vale?- dijo Verónica.

Besó a su madre en la mejilla, después se acercó, de nuevo, a su tío Rafael para despedirse y, por fin, a su primo Rafa… El chico pudo observar que su prima estaba pasando un mal rato, porque no sabía como afrontar ese momento, así que fue él quien dio el paso.

-         Pásatelo, muy bien guapa…- le dijo dándole un abrazo y besando muy suave cada una de sus mejillas

-         Va…Vale- dijo la chica, totalmente, colorada.- Me voy ya, que llego tarde.

Verónica, poco menos que, salió huyendo de la casa sin querer siquiera mirar atrás; Rafa pudo adivinar una sonrisa en la cara de su tía, que parecía divertida con la situación.

Tras casi una hora charlando los tres, donde su tía se interesó por los estudios y los viajes de Rafa, puesto que ella siempre había querido salir del pueblo para ver mundo. Rafa le decía que cuando quisiera podía venir su marido y ella a Londres y él se ocuparía de enseñarle la ciudad. La idea le gustó a Rosa, aunque sabía que su marido no era muy dado a salir fuera del pueblo.

-         Martín es como tu padre, un animal de pueblo… No hay forma de sacar a estos hombres de su taberna y sus partidas de dominó.- rió Rosa, provocando la protesta de Rafael.

-         Bueno, pues veniros Verónica y tú… El piso no es muy grande pero para unos días nos apañamos.

-         O sea, que acabas de llegar al pueblo y ya estás planeando irte…- dijo su padre con una sombra de tristeza en la mirada.

-         Por dios, Fale… Que el chico sólo está diciendo que algún día vayamos…- rió Rosa, sorprendida con la actitud de su “hermano”.

La conversación siguió por otros derroteros, contándole al chico anécdotas de cuando él era pequeño y no recordaba; de nuevo, Rafa podía observar como la relación entre las personas en los pueblos, en este caso su padre y su tía Rosa, era mucho más sana que la de la gente de la ciudad.

-         Bueno, Rosita, nos vamos a ir ya… Que mañana hay que madrugar, que hoy es viernes- aseguró el padre.

-         Sí, claro… Cuéntaselo a otra; que sabiendo que mi marido está en la taberna, seguro que no te paras con él.- sonrió Rosa, escarmentada por otras escapadas de los “cuñados”.

-         Jajaja… Un poquito nada más, no te enfades…- dijo Rafael, dándole un azote en el culo a su prima.

-         No, si yo no me enfado… Si estáis hecho tal para cual.

El golpe que su padre dio en el culo a su tía, hizo que Rafa prestara, de nuevo, atención al cuerpo de su tía, que era la mismísima personificación del morbo; por un momento, se sintió mal por tener esos pensamientos con aquella entrañable mujer.

Tras despedirse los dos salieron de la casa, rumbo a casa de la abuela, pero con la parada que había preparada en la taberna… Por el camino, su padre contaba tantas maravillas de su compadre Martín, que a Rafa le apetecía conocer aquel hombre, que tenía la suerte de estar casado con su tía Rosa y tener una hija tan preciosa como Verónica.


-         ¿¿Qué dices??- preguntó sorprendida Maite echándose las manos a la boca para ocultar la risa que trataba de aguantar.

-         Sí , tía… Joder, salgo al salón creyendo que no había nadie nada más que mi madre y me encuentro allí a Rafa.

-         Pero, ¿desnuda?- seguía preguntando su amiga mientras apuraba la copa que se había servido del botellón donde estaban.

-         Casi, en ropa interior… Pero, vamos que le he dado un buen espectáculo…

-         ¿Y que ha hecho él?

-         Pues se ha dado la vuelta y me ha pedido perdón…

-         Pero antes te ha mirado bien, ¿no?

-         ¡Yo que sé, tía!

-         ¡No me jodas, Vero! Que nosotras sabemos muy bien cuando un tío nos folla con la mirada.

-         Bueno, mirar, ha mirado… Pero no sé no creo que…

-         Sí, seguro, que no le ha gustado lo que ha visto, ¡no te jode!- dijo Maite a voz en grito.- Si estas buenísima, niña… Si no me gustaran tanto los tíos, te ibas a enterar.

-         No seas guarra, nena…

-         ¿Eso crees? Jajaja. Ahora verás…- dijo Maite girándose para la pandilla de chicos, amigos de ellas, que había justo a su lado.- ¡Tomás!

-         ¡Cállate, tía!- trató de parar a su amiga, aunque sabía que cuando algo se le metía en la cabeza era imposible.

-         Dime, loca…- contestó Tomás acercándose a ellas.

Tomás era el tío por el que suspiraba casi toda la pandilla; Verónica, muy a su pesar, ya había caido un par de veces en las redes de aquel chico e, incluso, Maite había tenido un par de noches locas con él. Un chico fuerte, con piercing y el pelo rapado excepto una llamativa cresta muy corta, que adornaba el centro de su cabeza y siempre metido en follones, tanto de faldas, como de peleas.

-         ¿Tú te follarías a mi amiga?- soltó Maite, provocando la sonrisa de Tomás y un pescozón por parte de Verónica.

-         Por supuesto, jajajaja… Ya sabe que cuando ella quiera…- dijo el chaval guiñándole un ojo a las dos chicas.

-         Sí, claro; teniendo en cuenta en que te follarías a media comarca, es un halago…- dijo Verónica.

-         Sabes que tú eres especial, mi amol- dijo imitando un sórdido acento cubano.

-         Pues te ha salido un competidor…- dijo Maite riendo.

-         ¡Te quieres callar, tía! ¡Te has pasado!- dijo Verónica marchándose de aquella reunión con esos dos personajes.

Maite sabía perfectamente que había metido la pata, pero era la clásica chica que no medía sus bromas y, a veces, se le iba de las manos. Se despidió de Tomás con un beso en los labios, lo que hizo sonreír al macarra y salió en busca de su amiga.

-         Venga, Vero, por favor… Perdóname…- decía Maite cuando llegó a la altura de su amiga que no bajaba el ritmo.

-         ¿Por qué tienes que meter siempre la pata? ¿Por qué has tenido que decirle a Tomás que tenía un competidor?- reprochó Verónica muy enfadada.

La amiga de Verónica cogió a ésta de la mano y la llevó a sentarse dentro de uno de los coches de los chicos que había en el botellón.

-         Vale, perdóname… Además, Tomás estaba demasiado ocupado mirándote las tetas como para prestar atención a tus palabras. No sabía que te importara tanto lo que ese tío pensara de ti… ¿Todavía…?

Ese “todavía” implicaba un reproche hacía su amiga Verónica; porque la chica hacía mucho tiempo se colgó de Tomás y éste aprovecha para acostarse con ella un par de veces. De hecho, fue él quien la desvirgó y Verónica, como una tonta, se enamoró locamente de la palabrería de aquel chico… Hasta que descubrió que Tomás hacía lo mismo con todas; fue un gran desengaño y se tiró un buen tiempo sin salir de casa, creyendo que el mundo se le caía encima: entonces tenía 16 años y no sabía analizar las cosas con claridad…

Fue en ese tiempo cuando empezó su amistad con Maite: una vivaz muchacha que le enseñó que la vida es más que un tío que te lleve en la parte de atrás de su moto, aunque ella no cumplía muy bien con sus propios consejos, pues siempre estaba con un chico o con otro… Pero aún así recordaba la frase que un día le dijo, cuando ella estaba hundida por Tomás: “Las que mandamos somos nosotras, no te dejes engañar por lo que te imponen desde pequeña; tú eres la que puede decir sí´ ono´”

-         ¿Pero que dices? Ni de broma… Tomás es el tío más despreciable que hay en el pueblo.

-         Bueno, tampoco es eso, nena… No es mal chaval, lo que pasa que no te lo puedes tomar en serio, como hiciste tú.

-         Eso lo dices tú, porque te lo estás tirando…- la acusó Verónica causando la risa de su amiga Maite.

-         Jajaja… Puede ser, pero ese no es el motivo… Tomás no vale un euro como novio, pero como rollete no está nada mal… Ahora no me estoy acostando con él, pero se puede hablar con él.

-         Bueno, pues no…- cortó la conversación Vero, un poco enfadada aún.

-         ¿No, qué?- dijo Maite que no sabía a que se refería.

-         Que no hay ningún “todavía”… Lo que pasa que no me gusta que Tomás me trate con una de sus putitas; desde que volví a hablar con él, lo he tratado bien… He vuelto a retomar una relación normal con él, porque vivimos en un pueblo y no vale la pena ir huyendo de las personas que forman parte de mi pandilla, pero…

-         Vale, vale, lo entiendo que no sientes nada por él…

-         Nada… Cero… Nothing - dijo Verónica poniéndose la mano en el pecho a modo de juramento.

-         Entonces, la verdad, no entiendo porque te has puesto así…

-         Pues porque has metido en medio a mi primo. ¿Cómo se te ocurre decir a Tomás que tiene un competidor?

-         Y. ¿Quién te ha dicho a ti que ese competidor del que hablaba era tu primo Rafa?

Verónica se quedó en silencio, creyendo que había metido la pata, hasta que empezó a escuchar las risas de su amiga Maite. En ese momento, se dio cuenta de que su amiga le había vuelto a tomar el pelo, haciéndola caer en la trampa.

-         Pues claro que te referías a él, si era de Rafa de quien estábamos hablando; además, de que otro ibas a hablar.

-         Lo sé… Jajaja. Sólo quería ver la cara que ponías… Te gusta…

-         No…

-         Bueno, sólo dime una cosa…- dijo Maite con las piernas cruzadas en el asiento de piloto de aquel coche aparcado.- ¿Te gustó que te mirase cuando estabas desnuda?

-         No estaba desnuda, tía…

-         Bueno, ¡que me digas si te gustó, coño!- se impacientó Maite con la respuesta como una niña con un caramelo.

-         Me gustó más que se diera la vuelta…

Maite se quedó callada, cosa muy extraña en ella; pero es que la respuesta de su amiga la había dejado anonadada… De hecho, por un momento se dio cuenta lo que aquel chico había hecho: se había dado la vuelta para no incomodar a su prima, que no era otra cosa que una mujer semidesnuda delante de él.

-         Nena, creo que tu primo te gusta a rabiar…

-         No…- dijo Verónica poco convencida.

-         Oye, que es lo más normal, que el chico no está nada mal…

-         ¡Qué te he dicho que no me gusta! Sólo es mi primo y siento cariño por él…- mintió Verónica, más tratando de convencerse ella que de convencer a su acompañante.

-         ¡Ah vale! O sea que, entonces, no te importa que me lo tire…- soltó Maite.

Verónica la miró con una mirada fría y asesina, sintió  como los poros de su piel se abrían y como un cosquilleo le recorría la nuca de imaginarse a su amiga conquistando a su primo. Entonces, vio como su amiga esbozaba una simpática sonrisa que le hacía entender que había caído, de nuevo, en una de sus trampas dialécticas.

-         ¿Ves? Te gusta… No has podido soportar el hecho de imaginarme con él, pero sabes muy bien que si te gusta de verdad, yo no sería capaz de hacer eso…

-         Lo sé, pero es que no me gusta, joder…- seguía Verónica en su búsqueda de autoconvencimiento.

-         ¡Ah vale! Entonces no te asustarás, porque tu querido primito acaba de llegar y está en la pandilla con los chicos…- dijo Maite que tenía la muchedumbre mucho más a la vista que su amiga.

-         ¿¿QUÉEEEE??- se le escapó un grito a Verónica que miró por la ventanilla de su lado, buscando a su primo Rafa entre la gente.

-         Es mentira, pero no hay más preguntas, su señoría… Es usted culpable.- dijo Maite, dándole un beso a su amiga en la mejilla.- Tu primo te gusta y punto…

Verónica centró su mirada en el parabrisas y, sin mirar a su amiga a la cara y con las manos entre las piernas, dijo:

-         Puede ser… No sé que me pasa, pero supongo que puede ser que me guste mi primo…

(CONTINUARÁ)