Regreso a casa (capítulo 12: Soluciones)
Llega el final de la historia entre Rafa y Vero; es bastante más extenso que los otros capítulos pero todos me decían que quedaban muchas cosas por cerrar... Muchas gracias por todo y a todos (especialmente a la musa que me alienta a seguir escribiendo)
Oscar llevaba la calefacción del coche a tope, cuando llegó a la puerta de la estación de autobuses. Ni los dos cafés que se había tomado le habían servido para espabilarse tras la noche de fiesta que se había metido entre pecho y espalda; aparcó el coche justo frente al banco donde encontró a aquellos dos personajes conocidos sentados. Se bajó dando muestras de cansancio y sueño.
- ¡Ya era hora!- dijo Rafa que seguía sentado al lado de Genaro.
- ¡No te quejes que encima que vengo a buscarte…!- protestó Oscar antes de mostrar una tremenda sonrisa.- ¡Ven aquí, cabronazo!
Los dos chicos se levantaron para darse un fuerte abrazo, dando palmadas el uno en la espalda del otro. La mano de Oscar fue a la nuca de Rafa y pegó su frente con la suya, no pudiéndose creer que ese tío, al que conocía de menos de una semana de relación, pudiera haber llegado a significar tanto para él.
- ¡Madre mía! No me digas que sois sarasas…- dijo Genaro, viendo la cariñoso escena desde su banco.
- Ande, Genaro… Eso es que usted todavía no ha probado.- bromeó Oscar mientras tocaba de broma la rodilla del anciano.
- ¡Como me toques, te meto un bastonazo que te saco la quijá !- se quejó Genaro con un gesto amenazante de su bastón, provocando las risas de los dos chicos.
- ¡Joder! ¡Cómo os echaba de menos!- dijo Rafa, abrazando de nuevo a Genaro, que esta vez no hizo ningún gesto de contrariedad.
- ¿A él no le das un bastonazo?- protestó entre risas, Oscar.
- De él me fío mas que de ti…- dijo el anciano recibiendo el abrazo.
- Bueno, Genaro… Encantado de verlo de nuevo; espero que nos veamos estos días por aquí.
- Por supuesto, hijo… Y que dios te bendiga.
El chico se despidió del hombre, mientras Oscar esquivaba el bastonazo por la ultima broma que se le había ocurrido; echó la mochila en la parte de atrás del coche y se montó en el asiento del acompañante.
Oscar entró en el coche huyendo del frío y puso, otra vez, la calefacción al máximo; dio un golpe en la rodilla a Rafa, mordiéndose la lengua y pisó el acelerador para salir de la plaza de la estación.
- ¿Sabes que no sabía si darte un abrazo o dos hostias cuando te viera?- dijo Oscar mirando a su amigo mientras conducía.
- Bueno, jaja… No digo que no me las mereciera.
- ¡Joder! ¿Por qué no me dijiste nada de que estabas en ese lío?
- No sé, tío, entiéndeme… Te conocía de unos días y no sabía como podías reaccionar; además eres amigo de Verónica y no quería ponerte en el apuro de tener que ocultarle nada.
- Pero, tío… ¡Que has estado en la cárcel, no de putas! Sigo sin entender porque no le dijiste nada a Vero…
- Bueno, ahora yo tampoco lo entiendo porqué lo hice… Pero en su momento creí que era lo mejor: cumplir mi condena y acabar mi pasado y empezar de cero con ella… Pero no contaba con la oposición de mi tía Rosa.
- ¿Rosa? ¿La madre de Verónica lo sabía todo?
- Sí, sabe mucho más de lo que imaginas… Vino a verme y me hizo ver que no era de su agrado que yo estuviera con su hija.
- ¿Qué no era de su agrado? Tío, con todo el respeto hacía tu tía… ¿Qué coño le importa a ella?
- Bueno, cosas de familia; digamos que tiene sus motivos y yo creí por un tiempo que eran buenos.
- No me estoy enterando de una mierda…- se quejó Oscar que seguía conduciendo rumbo a su casa.
- Da igual, lo que importa es que estoy aquí y vengo decidido a jugármela…- dijo Rafa dando una palmada en el hombro a Oscar.
- Pues sí que te la vas a jugar… Cuando me llamaste hace una semana, no me lo podía creer; la verdad que la historia tiene cojones…
- Te dije que le preguntaras a mi padre, porque sabía que podía ser que creyeras que te estaba engañando…
- Hablé con él, pero para que se desahogara… Lo ha pasado mal, ¿sabes?- dijo apesadumbrado Oscar.- Después de hablar contigo, pude entender su actitud de los últimos meses.
- Eso es lo más siento… Estando allí dentro no podía ver lo que pasaba aquí; me encerré en joderme la vida sin saber que se la estaba jodiendo a las personas que más me querían.
- Yo te quiero, tío…- bromeó Oscar lanzando un beso a su amigo para romper la gravedad de la conversación.
Los dos amigos rieron a carcajadas mientras llegaban a casa de Oscar, donde Rafa se iba a quedar esa mañana.
- Echaba de menos tus bromas…
- Anda, seguro que te has echado amiguitos por allí…
- Si yo te contara…- dijo Rafa acordándose de Pincho , al que había dejado en prisión.
- Bueno ya tendrás tiempo de contarme, si no sales corriendo otra vez…- dijo abriendo la puerta de la casa.- Entra, estás en tu casa, hasta esta noche… Aunque no sé porqué lo de esconderte.
- Supongo que antes de que Verónica me vea, tengo que arreglar algunas cosas.- dijo Rafa entrando en la casa y dejando la mochila sobre el sofá de un pequeño salón.
Oscar hacía algún tiempo que se había quedado con la casa de al lado de sus padres, que había pertenecido a sus abuelos… Era una pequeña casa de solo un dormitorio, pero lo justo para darle al chico un poco de independencia. Un pequeño cuarto de baño, una habitación, un saloncito donde había un frigorifico y un patio interior que comunicaba con el de la casa de sus padres… No tenía cocina, porque para almorzar y cenar “no quería ser tan independiente” afirmaba.
- Oye, ¿conseguiste hacer eso que te pedí?- dijo Rafa mientras cogía al vuelo una lata de cerveza que le había lanzado Oscar.
- Sí, sí… Sus ordenes fueron cumplidas, mi sargento.
- ¿Y qué dijo cuando la vio?
- No lo sé…
- ¿No lo sabes?- arqueó las cejas Rafa sin saber a que se refería Oscar.
- No, porque le dí un abrazo y se la puse en el bolsillo del abrigo…
- La madre que te parió, Oscar.
- Pues aquí al lado vive, jeje…- rió Oscar dándole un sorbo a su cerveza.
Verónica se levantó en la cama de Maite, con su amiga echándole una de sus piernas por encima; se desperezó estirando los brazos y miró la hora en el despertador que había en la mesilla… Se levantó de la cama con cuidado de no despertar a su amiga y fue hacia la silla donde había dejado doblada la ropa la noche anterior, cogiendo los pantalones para ponérselos. Se sentó en la silla y, al ponerse la primera pernera del pantalón, tiró el abrigo al suelo.
Se acabó de poner el pantalón y, estando aún con la parte de arriba de un pijama que le había prestado Maite, cogió el abrigo del suelo; entonces, fue cuando vio un sobre, sobresalir de uno de los bolsillos… Extrañada, porque no recordaba que le hubieran dado ninguna invitación ni flyer, sacó el sobre y lo observó detenidamente: de color blanco, cerrado totalmente, sin ningún remitente ni nota que le aclarara lo que podía ser.
Se sentó en la cama, junto al cuerpo dormido de su amiga, y cogió una pluma estilográfica que había sobre la mesa para abrir el sobre con mucho cuidado para no estropearlo, vaya que no fuera para ella; extrajo el papel con mucho cuidado y lo desdobló con parsimonia… Leyó las primeras palabras de la carta:
“Hola peque”
Abrió los ojos como platos, el corazón le latía como si fuera a salírsele del pecho… Pensó en despertar a Maite porque sentía que le faltaba el aire pero, de repente, se dio cuenta que la carta que tenía en sus manos era la que llevaba esperando tanto tiempo; ni siquiera, se planteó de donde pudo haber salido.
Dejó a su amiga dormir y, sentándose en el suelo, comenzó a leer:
“Hola peque
Tengo tantas cosas que decirte que no sé por donde empezar, porque me he propuesto contártelo todo, sin dejarme atrás ni una sola coma… Sé que te he hecho daño, mucho daño, pero créeme que nunca fue mi intención hacerlo porque, aunque no te lo creas, te quiero con toda mi alma.
Si de algo he pecado en estos meses ha sido de cobardía, porque he sido un cobarde contigo, por miedo a que al saber la verdad sobre dejaras de quererme en tu vida, como algo más que familia.
Mejor empiezo por el principio, ¿no? Porque un buen amigo me ha dicho que toda relación debe basarse en la sinceridad, y si no me quieres mirar más a la cara por lo que voy a decirte lo entenderé, pero yo tengo que sacarme este dolor del alma de haberte tratado tan mal sin darte explicación alguna.
Hace muchos años, me metí en muchos líos… Líos de los que me arrepiento ahora y que hicieran mella en mi personalidad; no siempre he sido el chico ejemplar que ha querido presentar mi padre… Con 16 años empecé a estar en una banda que se dedicaba a abusar de ancianos indefensos, de destrozar la propiedad privada e incluso de organizar robos y palizas por dinero. Supongo que, como decía el psicólogo, lo hacía para llamar la atención de mis padres separados o no sé porqué. El hecho es que estaba desbocado y cada vez la espiral de delincuencia y violencia iba en aumento, lo que unido a las drogas de diseño que consumía hicieron de mí una autentica bomba de relojería…
Y todo estalló una noche, que nos metimos en un chalet para hacer barbaridades de las nuestras y nos sorprendió el dueño… No sé en que estaba pensando pero me ensañé con ese hombre, pegándole hasta casi matarlo y, por supuesto, me detuvieron al llegar la policía que había avisado su mujer.
Me encerraron en un reformatorio durante casi un año y mi vida cambió para siempre… Esa experiencia me enseñó a valorar lo que tenía y, además de desintoxicarme, me dio tiempo a pensar en las prioridades que tenía en mi vida: la primera, hacer que mi familia volviera a estar orgullosa de mí; y la segunda, volver a sentir respeto por mi mismo…
Estudié, me formé y viajé al extranjero con becas conseguidas con mi esfuerzo al estudiar… Vivir fuera, alejado de los míos me enseñó a valorar la vida mucho más y a sentir que solo el esfuerzo te lleva a tus propósitos… Aunque luego me diera cuenta que lo que había hecho era huir para que mi familia no me juzgara por lo que hice
Dirás que porqué te cuento todo esto ahora, pero creo que es necesario para que sepas con quien has estado y quien soy, para después ser libre de juzgarme…
La cosa es que llegué al pueblo con el objetivo de reencontrarme con mi padre y reentablar mi relación con él; lo que no sabía es que, aquí, iba a encontrar a otra persona mucho más importante para el resto de mi vida: tú.
Estaba dispuesto a romper todos los tabús contigo, porque no me importaba nada, pero esa pelea lo estropeó todo… Aquel último día que estuve contigo en tu casa, vino mi padre a buscarme para decirme que la Guardia Civil me buscaba por una denuncia de los hombres a los que pegué la noche anterior y tenía que huir o, con mis antecedentes, lo tenía difícil…
Sé que tuve que decírtelo, pero ya te he dicho que soy un cobarde y no me atreví a que me juzgaras… Por eso camino de la estación, donde mi padre me llevaba para huir, decidí que nunca más iba a evadirme de mis responsabilidades y decidí entregarme y afrontar las consecuencias porque, puede que yo no empezara esa pelea, pero no debí haber reaccionado así hasta el punto de asustarte a ti también…
No quiero que te culpes por esto, porque fue todo responsabilidad mía… Mi idea era afrontar mi castigo y, libre de todo, volver para empezar contigo; pero en lugar de decirte la verdad, te la oculté… No he estado en el extranjero, ni en Kosovo como te dije en mis cartas. Verónica estoy en la cárcel, pensando en como hacer para que algún día me puedas perdonar…”
- ¡Oh, Dios mío!- exclamó Verónica al leer esta parte de la carta despertando a su amiga Maite que con cara de sueño se asomó al borde de la cama para ver a su amiga.
- ¿Qué pasa…?- dijo con los ojos aún a medio abrir.
- Espera un momento, por favor…- dijo Vero para seguir leyendo la carta.
“Supongo que necesitaba otra lección como esta para aprender a valorar lo que tengo… Después recibí algunas visitas que me hicieron ver lo que te estaba haciendo sufrir y me rendí… Y ahora me maldigo por haberlo hecho tan pronto y renunciar a ti, al menos, a tu perdón… A explicarte las cosas…
Pero hubo alguien que me hizo creer, que me dijo que daban igual los obstáculos que hubiera si de verdad te quería y que casi me pone el bolígrafo en la mano para que te escribiera esta carta… No me rindo, Verónica, porque te quiero y aunque no te vuelva a ver más en la vida, seguiré pensando que eres mi ángel de ojos verdes…
Lo primero decirte la verdad para poder dormir tranquilo y lo siguiente salir de aquí en cuanto pueda… Te quiero, peque…
Rafa”
Verónica se levantó como un resorte del suelo y comenzó a dar vueltas por la habitación sin saber muy bien que hacer.
-¡Dios mío! ¡Dios mío! – repetía sin cesar, echándose las manos a la cabeza.
- ¡Joder! ¿Qué pasa?- dijo Maite incorporándose nerviosa.- Me estás acojonando.
Maite se levantó de la cama y quitó aquel papel de las manos de su amiga para empezar a leer, pero antes de que llegara a leer siquiera el primer párrafo, se adelantó Verónica.
- Está en la cárcel…- dijo sentándose en la silla y comenzando a ponerse los zapatos.
- ¿Qué está donde…?- dijo perpleja Maite.
- La pelea, el reformatorio… Él daba palizas y… ¡Joder!- decía de forma atropellada Vero.
- ¿Te quieres tranquilizar? ¡No entiendo nada!- dijo Maite zarandeando a Vero.- Déjame leer la carta de una vez.
Antes de que Maite pudiera concentrarse en leer la carta, Verónica empezó a respirar dificultosamente, victima de un ataque de ansiedad echándose las manos al pecho.
- ¡Vero!- se asustó su amiga, yendo hacía ella.- Siéntate y relájate, por favor…
Cogió una bolsa de plástico de un cajón y se la puso en la boca a su amiga para que le ayudara a recuperar el control de la respiración. Le acariciaba el pelo mientras trataba de tranquilizarla, marcándole ella misma la respiración.
Cuando, mas o menos recobró la normalidad, la ayudó a levantarse y la tumbó en la cama. Verónica comenzó a llorar como si las lágrimas se le derramaran; no era un llanto descontrolado, sino una forma de llorar resignada. Maite aprovechó para leer la carta, mientras su amiga se limpiaba las lagrimas con las sábanas y pegaba sus rodillas al pecho, haciéndose un ovillo.
- Bueno, ahora vamos a relajarnos…- dijo Maite, aunque tuviera la cara desencajada por lo que acababa de leer.- La parte buena de esto es que sabes que no te abandonó sin razón.
- Pero me mintió…- dijo Vero tratando de sacar palabras de su seca garganta.
- Sí, la verdad que muy bien no hizo las cosas.- susurró Maite.
Las dos amigas se quedaron calladas unos segundos, como si quisieran analizar la situación con perspectiva; Maite miró a su amiga a la que le empezaba a temblar el mentón, anunciando un nuevo mar de lágrimas y se lanzó a abrazarla.
- Ven aquí, nena…- dijo abrazándola fuerte y sintiendo los sollozos de su amiga en el hombro.
- Tengo que verlo…- dijo Vero apoyada aún en el hombro de Maite tras unos segundos.
Maite la retiró de su hombro sorprendida y la miró a los ojos.
- ¿Hoy?
- Hoy o mañana o no sé… Pero tengo que volver a verlo, al menos una vez más… Y decirle que lo siento.
- ¿Qué lo sientes?
- Sí, por haber pensado todas esas cosas malas que pensé de él.
- Bueno, pero tú misma has dicho que te mintió…
- Sí, lo hizo y no creas que no tengo ganas de darle un guantazo por eso… Pero, no puedo remediarlo, tengo que verlo.- dijo Vero levantándose de nuevo de la cama y comenzando a ponerse la parte de arriba, una camiseta de color verde con un generoso escote.
- O sea que lo sigues queriendo…- dejó caer Maite esperando una respuesta favorable.
- Con toda mi alma…
- ¡Dí que sí!- gritó Maite, lanzándose a por su amiga y tirándose las dos sobre la cama.
Y es que no sabía por qué, pero a Maite siempre le había caído bien Rafa; ni en los momentos en los que todo parecía indicar que había abandonado a su amiga después de echar dos polvos, pudo dudar de él… No le cuadraba esa actitud en el chico con el que había hablado en la discoteca. La forma que tenía de mirar a Vero, como se enfrentó a Tomás y, sobre todo, la cara que puso cuando se enteró que su prima estaba en peligro en aquella pelea… Y no es que se alegrara de que estuviera en la carcel, pero era otra cosa a tener en cuenta que no hubiera querido decir nada para no decepcionar a Vero; era un buen chico y no se merecía ser infeliz…
Tengo que hablar con mi tío; él tiene que saber donde está…
Supongo, es su hijo… ¿Y tu madre no sabía nada de esto?- dijo Maite mientras se ponía un pantalón.
Pues no lo sé… Pero también tengo que hablar con ella… ¡Vamos!
Maite le hizo un gesto a Vero, para que se esperara porque aún estaba medio desnuda… La amiga sonrió pero no paraba de dar vueltas en la habitación como una leona enjaulada.
- Oye, ¿Quién te dio la carta esa?- preguntó Maite mientras se ataba los cordones.
- No sé, la tenía en el abrigo…- dijo Vero empezando a darse cuenta de lo extraño de la situación.- Alguien… Alguien la puso allí.
La amiga de Verónica levantó la mirada sorprendida por las palabras de la muchacha; la cara de Verónica estaba desencajada mientras trataba de atar cabos, repasando toda la noche para saber como pudo llegar la carta a su abrigo.
Entonces se acordó… Como la cogió del brazo y la sacó a la terraza; como le dio ese abrazo tan fuerte, cuando él no era de gestos tan cariñosos…
- ¡Oscar!
- Pues tío, sigo sin saber porque coño no estás en tu casa.- dijo Oscar mientras Rafa se ponía una sudadera tras haber salido de la ducha.- Y no es que me molestes aquí, pero tu padre puede matarme…
- Mi padre sabe que he salido de la cárcel y que iba a venir en Nochebuena, no te preocupes…- dijo Rafa poniéndose ahora unos pantalones.
- ¿Y cómo que no ha ido a recogerte él?
- Bueno, sabía que iba a venir pero no le dije la hora… Tengo algunas cosas que arreglar antes…
- Por tus muertos, Rafa… No te metas en más lios.
- ¿Pero qué dices?- exclamó Rafa riendo y dando un golpe en el hombro a su amigo.- Solo quiero hablar antes con mi tía Rosa…
- ¿Tu tía Rosa? ¿Le vas a pedir la mano de su hija? Jejeje.- bromeó Oscar.
- No, pero si necesito que me de su permiso… Es muy importante para mí; además de pedirle perdón.
- ¿Perdón? Creo que me estoy perdiendo…
- Bueno, ella es de la opinión de que es una locura que Verónica y yo estemos juntos… Y tiene razones para pensarlo; quiero hablar con ella para decirle que he vuelto para intentarlo con ella… Y si se niega, te juro por dios que renunciaré y me iré antes de que Verónica me vea…
- Buff, pues ya me dirás como hablas con ella sin que Verónica te vea antes…
Rafa miró con una sonrisa en los labios a su amigo Oscar; éste, que se dio cuenta de cómo lo miraba e intuía la razón, casi se atraganta con el sorbo que le estaba dando a la segunda lata de cerveza que se tomaba, a pesar de no ser ni las doce de la mañana.
- No, no, no… A mí no me lies; demasiado mal lo pasé ayer para darle la cartita de los cojones…
- Yo no te he dicho nada…- seguía riendo Rafa.
- Pero te conozco, cabrón… Esa risa y esa mirada. Además, ¿con que excusa quedo yo con Vero por segunda vez, cuando llevaba tanto tiempo sin verla?
- Resulta que el hecho de que ayer fueses un cobarde nos va a venir de perlas…
- ¿Yo? ¿Cuándo?- dijo un poco ofendido Oscar, ante la insinuación de Rafa.
- Bueno, en lugar de darle la carta en mano ayer, se la metiste en el bolsillo… ¿Quién crees que pensará que la puso allí cuando la lea? Te llamará.
Oscar se quedó callado mientras su cabeza le daba vueltas a lo inevitable; tendría que cubrirle las espaldas a su amigo… Hace una semana, tras su llamada de teléfono para explicarle todo lo que había pasado, recibió una carta de Rafa, que incluía otro sobre dentro. En la carta destinada a él, le decía que tenía que entregar ese sobre a Verónica el día antes de Nochebuena, que es cuando él llegaría… Que no podía decirle nada de que había salido de la cárcel, ni que había tenido contacto con él; simplemente, había recibido la carta, como las otras, en el apartado de correos.
Pero Oscar tuvo miedo de meter la pata; porque se alegraba mucho de saber que Rafa estaba libre, que iba a venir al pueblo y no quería que, ante las insistentes preguntas de Vero, se le escapara algo. Por eso, optó por meterle la carta en el abrigo sin que se diera cuenta.
- Vale, lo haré… Pero me va a pillar, tío… Yo no sé mentir y ella me conoce muy bien.
- Jajaja… Vamos tío, no te va a pillar… Sólo tienes que decir la verdad, más o menos…
- ¿La verdad?
- Bueno, parte de la verdad… Que tú no sabias nada de esto, ni que yo estaba en la cárcel que te has enterado a la misma vez que ella y que le diste la carta porque no querías influir con tu opinión en lo que ella pensara al leerla.
- ¡Parte de la verdad dice el cabrón! Si te lo has inventado todo…
- No es tan difícil, puedes hacerlo…
Oscar seguía pensando en la petición de su amigo, aunque sabía que aceptaría porque de ello dependía que el plan de Rafa saliera bien; digno de una película de serie B, pero su plan al fin y al cabo…
- Lo haré…- se resignó Oscar.- Pero que sepas que eres un hijo puta…
- Sí, pero me quieres…- bromeó Rafa con una carcajada.
- Te quiero, sí, dar dos hostias…- rió Oscar abrazando a su amigo.
En ese momento empezó a vibrar el móvil de Oscar que interrumpió la muestra de cariño para mirar la pantalla para reconocer la llamada.
- Vero…- dijo leyendo el nombre iluminado en la pequeña pantalla.- Joder, ¿cómo coño sabías que iba a llamarme? A veces, me asustas…
- Cosillas que aprendes en la cárcel, jaja…
- Anda, cállate que no te vaya a oir…- dijo alejándose de Rafa.
Oscar se sentó en el sofá, tapando el auricular del móvil tras aceptar la llamada para que no se escuchara algún sonido de la sala.
- Dime Vero…- contestó Oscar como si no supiera el motivo de la llamada.- Sí…Sí fui yo… No te enfades, te juro que no lo hice para… Vale, vale… Te escucho.
El chico, incomodo desde el sofá, echaba miradas asesinas a Rafa mientras seguía escuchando todo lo que Verónica le decía en el Mobil y que Rafa no podía escuchar; al mismo tiempo Rafa sonreía divertido con la situación que estaba haciendo pasar a su amigo.
- ¿Qué? ¿Qué venís para mi casa?- dijo Oscar incorporándose del sofá, mientras a Rafa le cambiaba la cara y le hacía ostensibles gestos a su amigo para que tratara de evitarlo.- ¡No, no…! Es que están mis tíos aquí con mis padres y han cogido mi casa para dormir… Sí, sí… Yo voy a la plaza, ¿vale? Te lo juro, Vero… Te lo contaré todo… Adiós, síiiiiii… Ya sé que no te enfadas conmigo…Yo también te quiero mucho… Hasta ahora…
Oscar colgó el teléfono y lo dejó caer sobre el sofá, mientras resoplaba y se echaba las manos a la cabeza… Después miró a Rafa que lo miraba con un gesto simpático.
- Me debes una muy gorda, que lo sepas.- dijo Oscar levantándose del sofá y cogiendo el abrigo.
- Con un par de cervezas…
- Ni de coña… Vas a estar pagándome cervezas hasta que me haga viejo…- dijo Oscar mientras se acercaba a la puerta.- La tendré entretenida en la plaza y así tú podrás ir donde quieras.
- Muchas gracias, Oscar… De verdad…
- Bah, déjalo… Lo de las cervezas lo digo en serio…- contestó antes de cerrar la puerta e irse dejando a Rafa solo en la casa.
Rafa se quedó en aquel saloncito sólo, pero en ningún momento echó de menos la compañía de nadie; quizás fuese por el tiempo que estuvo recluido… Aunque allí tenía la compañía de Pincho , una de las personas más especiales que había conocido en su vida.
Se sentó en el sofá donde antes había estado Oscar y sacó el paquete de tabaco de liar para liarse un cigarrillo; entonces le dio por pensar en la ayuda tan grande que había sido Pincho en los últimos dos meses que pasó en prisión.
Un mes y medio antes antes…
- ¡Me da igual que no me lo quieras contar, tío!- dijo Pincho bajando de su litera de un salto y amenazando con su dedo a Rafa.- ¡Te estás hundiendo en la mierda y no me pienso quedar quieto a mirar! ¿Se puede saber que coño te pasa?
- Nada que te interese…
- ¡Y una mierda, nada que me interese! Esto me afecta a mí, porque estar con un muerto en la celda es lo peor que te puede pasar… Mira la vida te da muchos palos, pero ahí estamos nosotros para levantarnos… ¿De verdad te piensas quedar aquí metido, teniendo una vida por delante?
- Bueno, ya no tengo motivos para salir de aquí y…
- ¡Pobrecitoooo! ¡Que la tía que le gustaba no le contesta a las cartas! ¿Has probado a ahorcarte? Así al menos me pondrían un compañero nuevo…- le acusó echándose las manos al cuello.
Rafa seguía tumbado en su camastro sin ni siquiera mirar a su compañero, pero con su última acusación se levantó de la cama y dio dos pasos hacia él.
- ¿Vas a pegarme Rafa? Mira, quizás sea buena idea… Haces otra vez el capullo y nos meten otra vez en aislamiento…
El chico miró hacía abajo desviando la mirada de su amigo; Pincho, sin embargo, no dejaba de mirarlo con un enfado considerable… La última semana había sido un suplicio compartir celda con Rafa. El chico alegre, motivador y que se relaciona con él como si lo conociera de toda la vida había desaparecido para dejar su lugar a un tío deprimido, triste y huraño que casi no salía al patio, que no asistía a ninguna clase y que, por supuesto, no le ayudaba a prepararse para sacarse el graduado escolar.
- No pienso salir de esta celda hasta que no me cuentes que pasa; porque me considero tu amigo y estamos en esto solos… Aquí no hay familia, ni psicólogos; estamos tú y yo.
- Lo siento… Yo…
- ¿Es por Verónica? Se llamaba así, ¿no? Tu prima…
- No puedo estar con ella; lo nuestro es imposible…
- ¿Ha muerto?
- ¿Otra vez? ¡Qué no digas eso, tío!
- Entonces, sí puedes estar con ella…- dijo el compañero sentándose en el suelo.- A no ser que sigas dando palizas a pandilleros y al que maten sea a ti, aquí dentro.
- Bueno, resulta que no es mi prima… Me acabo de enterar que es mi hermana…
- ¿Tu hermana? ¡Joder! ¡Tu familia es digna de un culebrón venezolano!- dijo Pincho esbozando una sonrisa, de la que se arrepintió al ver el gesto grave de Rafa.- Perdón, sigue contando…
- ¿Qué mas quieres que te cuente? ¿Qué sentirías si la tía que te gusta fuera inalcanzable? Se ha acabado… Era la razón por la que tenía prisa en salir de aquí
- ¿Inalcanzable? ¿Por qué es tu hermana?
- ¡Joder, creo que es un detalle a tener en cuenta!
- ¿Ha dejado de gustarte cuando te han dicho que es tu hermana?
Rafa miró a su amigo y, tras unos segundos pensando en el significado de esa frase, negó con la cabeza.
- ¿Y a ella has dejado de gustarle?
- No lo sé, porque creo que no lo sabe…
- Bueno, pues si la sigues queriendo, no veo el problema…
- La familia, tío… Su madre es mi tía y a la vez se acostó con mi padre.
- Joder, pues que se arreglen ellos… Esa no es razón para que tú arruines lo que sientes.
Rafa sabía perfectamente que los consejos de Pincho no eran muy realistas, pero quizás eran un clavo ardiendo al que agarrarse porque le hacían sentir mejor.
- Sé que lo que te diga no te servirá o que lo verás como una locura.- dijo Pincho como si estuviera leyendo su pensamiento.- Pero la vida nos ha puesto demasiados obstáculos, para ponernos nosotros zancadillas a nosotros mismos también…
- Pero la cosa es difícil… El hecho de que seamos hermanos sólo lo sabe mi tía y mi abuela; ni mi padre lo sabe…
- Pero, tío, lo que te atormenta no es no poder estar con ella, sino el haberle mentido… Que al menos sepa quien eres y que ella decida… No eres un cobarde y te ha costado mucho encontrar tu lugar para perderlo ahora. Yo nunca he tenido nada que defender; me he tirado la mitad de mi vida entre reformatorios y orfanatos y la otra mitad en la cárcel… No sigas mi ejemplo, lucha por lo que quieres.
Pincho resopló al terminar de hablar, como si se hubiera quitado un peso de encima; Rafa, por su parte, sorprendido por la contundencia de su amigo esbozó una sonrisa a la vez que se levantaba de la cama… Estaba dispuesto a quemarse con ese clavo ardiendo.
- Joder, menudo discurso…- dijo Rafa sonriendo y dando una palmada en el hombro a su compañero de celda.
- Llevo todo el día preparándolo en clase y en la ducha…- bromeó Pincho enseñando su deteriorada dentadura.
- Muchas gracias, tío… Necesitaba esto para despertar…- dijo Rafa y se fundió en un abrazo con su amigo.- No sé como podré agradecértelo…
- Yo sí…- dijo el chico rompiendo el abrazo y enseñándole uno de los libros de su mesa.-Quedan tres meses para el examen y me tienes que ayudar.
Rosa llegó a casa de su tía Isabel con la seguridad de querer arreglar las cosas; había pasado una de las noches más felices de su matrimonio, no solo por el sexo desenfrenado sino por el nivel de confianza que había recuperado con Martín.
Había sido capaz de comprender que él tenía razón al decir que no podía interponerse en la vida de los dos chicos, por muy hermanos que fueran; y que era lógico que, Fale se sintiera ofendido por el rechazo que parecía sentir ella por Rafa como pareja de su hija… Pero estaba claro que no podía contarle la verdad, porque no se sabía las consecuencias de podía tener una cosa que había ocurrido hace tantos años.
Lo que sí tenía decidido es que tenía que pedirle perdón a su primo y recuperar su cariño, porque había aprendido a vivir con él y lo echaba de menos como el aire que respiraba. Al entrar en el salón de la casa, dio la casualidad que Fale estaba sentado tomando un vaso de zumo, con la televisión apagada y la mirada perdida..
- Hola, Fale…- rompió el silencio Rosa desde la puerta del salón sin atreverse a pasar.
El hombre levantó su mirada del vaso para encontrar los ojos de su prima mirándolo con una mezcla de culpa y lastima. En la última semana, Fale estaba pendiendo de un hilo; fue a recoger a Rafa a la salida de prisión, sin decirle nada a nadie… Nadie sabía que el chico salía excepto él, porque hacía tiempo que había decidido que la vida de su hijo solo le tenía que importar a él y al propio Rafa.
El abrazo entre los dos a las puertas de la cárcel fue de película; no hubo reproches ni explicaciones, tan solo una muestra de cariño entre un padre y un hijo… Fale le dijo que le apoyaría en todo lo que fuera hacer y que volviera con él al pueblo o que, si quería irse, él se marcharía con él donde fuera.
Hablaron tomando un café en una terraza y Fale se sorprendió de la actitud calmada de su hijo, que no parecía el chico destruido moralmente que él pensaba encontrar… Le dijo que ya estaba bien de mentiras y que tenía que contarle la verdad a Verónica y que no podía volver aún al pueblo, aunque le prometió pasar allí las fiestas navideñas. Juró que volvería pronto y que nunca más perderían el contacto.
Fale no podía decirle que no, porque ese brillo en los ojos de su hijo sólo lo vio hace unos meses en aquella furgoneta cuando renunció a fugarse y quiso entregarse a las autoridades… El chico tenía una extraña forma de demostrar la personalidad de los Guzmán, pero Fale estaba orgulloso de él. Le dio dinero que tuvo que obligar a Rafa a coger y se despidieron tras pasar el día entero juntos en la ciudad.
Pero ahora estaba allí, sentado en el salón de la casa del pueblo y llevaba desde aquel día sin tener noticias de Rafa y empezaba a dudar si se habría marchado lejos para no volver.
- He venido a hablar contigo, Fale. No podemos seguir así…- dijo Rosa acercándose a su “hermano mayor” y sentándose en el brazo del mismo sillón donde estaba sentado él.
- No te preocupes, Rosita… No hay nada de lo que hablar…
- Sí que lo hay y me vas a escuchar; vas a dejar de ser un cabezota por una vez en la vida como tu madre y me vas a oir…
Fale dejó el vaso sobre la mesilla y miró a Rosa con los ojos llorosos; había perdido muchas cosas en su vida, pero lo de su hijo lo machacaba por dentro, porque se sentía culpable por no haberlo apoyado en su momento… Y, quizás por eso, lo había perdido para siempre.
- He sido una idiota por tener prejuicios absurdos sobre los chicos y, me duele, porque casi pierdo mi familia por ello.- empezó Rosa cogiendo de la mano al padre de Rafa.- Créeme si te digo que tenía mis razones, pero Martín me ha hecho ver que es una estupidez oponerse a lo que, si ellos quieren, harán a nuestras espaldas. Son dos chicos jóvenes y, Rafa, quizás el mejor chico que pueda encontrar Verónica. Sólo quiero que seamos felices juntos, porque nos lo merecemos sobre todo tú… No es justo que ahora que has reencontrado a tu hijo, tenga que marcharse por unas estúpidas normas de moralidad.
Fale comenzó a llorar desconsoladamente abrazándose a su prima; Rosa se sorprendió porque nunca había visto ningún signo de debilidad en su primo, pero correspondió a ese abrazo besándole la frente, mientras tenía la cabeza de Fale pegada a su pecho.
- No te preocupes, todo se va a arreglar; iré a la cárcel y hablaré con él para arreglarlo todo, que sepa que es bienvenido aquí… Y, luego ya será cosa de ellos.
- Rosa, tengo que decirte que…
- Calla, déjame… Sólo quiero decirte que siento muchísimo el daño que te he causado porque, aunque no lo creas, eres una parte muy importante de mi vida… Y cuando Rafa salga de allí, será tan importante como tú…
- Rosa, ya ha salido…
- ¿Cómo?- dijo la mujer echándose las manos a la boca por la sorpresa.
- Sí, pero desde el día que salió que estuve con él no he tenido noticias de él; me dijo que me tranquilizara que no podía volver aún y que me quería y nunca más se alejaría de mí.
- ¿Y donde está?
- No lo sé… No sé nada de él desde entonces… Rosa, creo que se estaba despidiendo de mí… No va a volver.- dijo comenzando de nuevo a llorar.
- ¡Pero eso no puede ser! ¡Tenemos que encontrarlo, Fale! ¡Yo tengo que decirle que…! ¡Dios mío! ¿Qué he hecho?- dijo Rosa para justo después resoplar vaciando sus pulmones de aire.- Vale, lo encontraremos, Fale… Lo vamos a hacer y le diré que todo está bien, que lo que le dije de Verónica ha cambiado… Tú tranquilo, ¿vale? Conseguiré hablar con él y arreglarlo todo…
Los dos “hermanos” se quedaron abrazados mientras Fale iba, poco a poco, tranquilizándose escuchando los latidos de Rosa, al tener su oído pegado a su pecho, de nuevo.
- Creo que ya lo has arreglado, tía.- escucharan la voz de Rafa a sus espaldas.
Se dieron la vuelta sorprendidos para ver al chico apoyado en el dintel de la puerta observando la escena.
- Hola papá…- dijo el chico con una sonrisa en los labios.
- ¡Rafa!- gritó Rosa para abalanzarse a sus brazos llorando.
La mujer besaba sin parar al chico en la cara, mientras acariciaba sus rastas y Fale estalló de nuevo en un llanto, esta vez de emoción, echándose las manos a la cara como si avergonzara.
- Lo siento, mi niño, lo siento tanto…- decía Rosa agarrando la cara de Rafa y pegando su frente a la suya.
- No, tía… Quien tengo que pedirte perdón soy yo; al meterme en aquel lío en prisión hice que te sintieras culpable y eso no me lo perdono.- dijo el chico entristeciendo un poco el gesto.- Además, vengo a ver a mi padre y a contarle la verdad, sobre donde he estado, a Verónica; pero si tú me pides que me aleje de ella, lo haré… Te lo juro.
- Rafa, lo he hablado con tu tío Martín y me ha hecho ver las cosas de otra forma… Eres parte de mi familia desde que naciste y si, de verdad, quieres a Verónica…
- ¡Con toda mi alma, tía!
- Pues eso, si de verdad quieres a tu prima, estaré encantada de daros mi bendición.
- Gracias, ahora sólo me queda que ella me perdone…
- Si es la mitad de inteligente que su madre… Lo hará.- rió Rosa mientras acariciaba el rostro de su sobrino.
Rafa dejó a su tía a un lado y se acercó al sillón donde seguía sollozando su padre; le cogió de la barbilla para elevarle el rostro y él se puso de cuclillas.
- Papá, un día me dijiste que nunca habías sabido ser padre, pero quiero que sepas que para mí eres el mejor del mundo… Me has educado en la distancia y me has enseñado que, a veces hay que renunciar a todo por lo que se quiere. Sé que quizás desde que he llegado al pueblo, te he complicado un poco la vida pero no has tenido un mal gesto conmigo… Dije que nunca te dejaría otra vez y aquí estoy; por muy lejos que la vida me llevé me tendrás aquí cuando me necesites.
- Muchas gracias, hijo…
El chico se levantó ayudando a su padre y cogiéndolo de la cintura y mirando a su tía dijo:
- Ahora necesito que me ayudéis en una última cosa con Verónica…
Los dos adultos se miraron entre sí un poco intrigados, mientras Rafa esbozaba una picara sonrisa.
Cuando Oscar llegó a la plaza, ya estaban Vero y Maite esperando en el banco; Maite estaba sentada en el respaldo del banco de piedra como solía hacer, con las piernas cruzadas y atrayendo la mirada de Oscar hacía ese pantalón vaquero que parecía parte de su anatomía. Vero, por su parte, estaba de pie dando muestras de su nerviosismo y con el sobre de la carta en la mano…
El chico tragó saliva antes de llegar, sabiendo lo que le esperaba; iba con la lección bien aprendida por Rafa, pero sabía que le iba a costar trabajo engañar a Verónica, que lo conocía de casi toda la vida.
- “Parte de la verdad”… Joder.- susurró Oscar para sí mismo antes de llegar a donde estaban las chicas.
- ¡Oscar!- gritó Verónica al verlo, lanzándose a sus brazos.- Por favor, dime que está bien y donde… ¿Cuándo sale?
- Vale, vale, tranquila, ¿ok?- dijo Oscar tratando de contener a la ansiosa Verónica.- Te lo contaré todo, pero tienes que sentarte…
Oscar ganó así un poco de tiempo para tratar de ordenar el guión que traía aprendido de su casa; la chica se sentó impaciente de escuchar las explicaciones del amigo de su primo.
- Vero, yo no sé donde está…- mintió Oscar tratando de ser lo más convincente posible y provocando que Vero desencajara el rostro, lo que era señal de que estaba haciendo bien.- Es decir, sé que está en la cárcel pero no sé ni cuando sale ni yo sabía nada en todo este tiempo… Te lo juro.
- Pero, ¿y la carta?- preguntó Maite metiéndose en la conversación…
- La recibí ayer en el apartado de correos que abrió Rafa al marcharse para mandarle cartas a Verónica… Llevaba meses sin mandar nada y ayer llegó esa carta.
- ¿Y por qué me la escondiste en el abrigo? ¿Por qué esperaste hasta que estuve en la discoteca para dármela?- dijo Verónica que no alcanzaba a comprender la actitud de Oscar.
- A ver, nena…- empezó Oscar a relatar el guión ensayado.- Yo recibí tu sobre metido dentro de otro, que traía una carta para mí… En ese sobre me explicaba que estaba en la cárcel y las causa de todo. Y me pedía que te diera esa carta en mano, pero no me atreví…
- ¿No te atreviste?
- No, que quieres que te diga… Desde que pasó eso, no me fiaba mucho de Rafa y quería hablar antes con tu tío Fale para confirmar que era todo verdad. Me pensé mucho el darte la carta, porque tampoco sabía lo que decía dentro.
Vero guardó silencio un momento y Oscar pudo respirar hondo para que no se le notara el montón de mentiras que estaba diciendo; se sentía mal por engañar a esa niña a la que había protegido desde siempre, pero confiaba ciegamente en Rafa y sabía que todo era por su bien.
- Mira, Verónica… Cuando, por fin, decidí que tenía que dártela, sin importar lo que yo pensara, no quise estar delante cuando la abrieras porque no quería influir en tu decisión…
- ¿Decisión? ¿Qué decisión?- volvió a preguntar Maite poniendo a prueba a Oscar.
- Bueno, si la carta pone más o menos lo mismo que en la mía, tendrá que decidir si lo quiere perdonar o no.
- Muchas gracias de todas formas, Oscar… Te quiero mucho.- dijo Vero abrazándose a él.
- Vero, tú eres más importante de cualquier cosa… Tienes que decidir tú, sin que nadie te influencie; me dí cuenta que ni yo ni nadie tiene que decirte lo que debes hacer…
La chica miró el sobre que aún llevaba en su mano y suspiró; después miró a Oscar y a Maite que la observaban en silencio.
- Bueno, me voy a marchar a casa, ¿vale?- dijo apesadumbrada Vero.
- ¿Estás bien, nena?- preguntó Maite, algo preocupada.
- Sí, sí… Sólo quiero darme una ducha y estar sóla.
- Vero, no voy a dejar que vuelvas a encerrarte.- dijo Maite frunciendo el ceño.
- No, de verdad…- esbozó una forzada sonrisa.- Estoy bien, pero han sido muchas emociones por esta mañana. Nos vemos esta noche después de cenar para salir, ¿vale?
- Vale, como quieras, pero llámame si necesitas algo…
- Sí, no te preocupes…- le dio un beso a cada uno y se marchó camino de su casa mientras volvía a sacar la carta de Rafa para releerla.
Mientras se alejaba, Oscar observaba a la chica y Maite se levantaba del banco; cogiendo a Oscar del brazo se quedó junto a él mirando como Verónica estaba llegando al portal de su casa.
- Bueno, ya está lo suficientemente lejos…- dijo Maite sin dejar de mirar a Vero ya entrando en el portal.- Ahora dime la verdad…
Oscar miró temeroso a Maite que seguía cogida de su brazo con una sonrisa en los labios; ésta giró su cara para mirarlo a los ojos y mientras pegaba la cabeza a su hombro le dijo:
- Sé cuando mientes, arrugas la nariz…-dijo poniendo su dedo en la nariz de Oscar.- Además, ¿vas a buscar una carta al apartado de correos cuando llevas meses sin recibir nada? ¿Y te vas a negar a dar una carta a Verónica que te ha mandado Rafa?
- Vale, vale… Para ya…
- ¿Qué está pasando, Oscar?- preguntó Maite mirándolo con cara picara.
El chico miró de nuevo a la chica; aquella niña tenía un efecto hipnótico sobre él. No se había sentido nunca atraído sexualmente por ella, aunque era como si su personalidad le obnubilara la mente.
- Está aquí… Rafa ha vuelto…
Verónica había almorzado sola en casa, porque al llegar encontró una nota de su madre que le decía que iba de compras con su padre y después a casa de la abuela Isabel a preparar la cena de Nochebuena. Eso le extrañó, porque hacía tiempo que las cosas no estaban bien entre su madre y su tío Fale… Justo al pensar esto, cayó en que ahora sabía la razón del distanciamiento; había estado mirándose todo este tiempo el ombligo sin saber ver que el problema estaba afectando también a la familia.
¿Pero cuál de las dos partes estaría en contra de la relación? No quería pensar en eso, porque como decía Oscar, le podía influir en su decisión… Aunque, ¿qué decisión? Llevaba meses esperando noticias de Rafa y ahora las tenía; quizás, no eran tan buenas como esperaba o puede que no fueran tan malas como imaginaba. El hecho de que Rafa estuviera en la cárcel significaba que no la había abandonado.
“Pero me ha mentido” se repetía una y otra vez; ¿por qué la mantuvo fuera de su vida en un momento como ese? No valía la excusa de que era para no hacerle daño, porque las dificultades en la vida hay que pasarlas junto a la persona que se quiere…
Verónica se quedó dormida en su cama, abrazada a la carta de Rafa y hecha un ovilla, con el pijama puesto tras haberse dado una ducha.
- Oye, nena… Despierta, venga chica, que es tarde…- escuchó la voz de su madre mientras la sacudía del brazo.
La chica abrió los ojos pesadamente, para ella era como si hubiera dormido unos minutos pero, sin embargo, habían pasado casi dos horas. La cara sonriente de su madre la recibió cuando empezó a espabilarse.
- Buenas tardes, preciosa…- le dijo acariciando el rostro mientras Verónica se frotaba los ojos.
- Mamá… Ummm…- dijo frotándose los ojos.- ¿Dónde habéis estado?
- Estuvimos en casa de la abuela, ¿no leíste la nota?
- ¿Vamos a cenar allí?
- Claro, todos los años lo hacemos, ¿no?
- Sí, pero tío Fale y tú estabais enfadados…
- Bueno, cariño siempre hay enfados entre hermanos, pero todo se arregla.
Verónica con los brazos apoyados en la cama, no sabía si atreverse a preguntar aquello que rondaba por su cabeza: ¿su madre sabía que Rafa estaba en la cárcel?. Pero prefirió no hacerlo, porque no era día de discutir temas así.
- Anda ve vistiéndote que tu padre está en la ducha y cuando termine nos vamos que es tarde.
- ¿Qué hora es?
- Pues casi las nueve… Llevas tres horas dormida, que yo sepa.- dijo su madre mientras se levantaba de la cama de su hija y recogía la ropa que ésta había dejado tirada, antes de salir de la habitación.
La chica se levantó de la cama y abrió el armario para ver los modelos que podía ponerse, aunque lo que menos le apetecía era vestirse para salir esa noche… Como si le estuviera leyendo el pensamiento, el móvil sonó apareciendo en la pantalla elk nombre de Maite.
- Dime…- dijo con voz de sueño aún la chica.
- ¿Qué estabas dormida?- preguntó riendo Maite al otro lado de la línea.
- Sí, si… Me dolía la cabeza y me tomé un analgésico y parece que me hizo efecto.
- Eso es porque piensas demasiado, tienes que dejarte llevar más… Las cosas se acaban solucionando.
- Poca solución le veo yo a esto; ahora sé que no me dejó, pero sigo sin saber donde está…
- Deja ya el temita de Rafa, ¿vale? Cuando pasen las fiestas yo iré contigo a verlo si te empeñas y ya veremos que pasa…- dijo Maite tratando de acabar con el tema y mintiendo a su amiga sabiendo lo que sabía.
- Bueno, ¿Qué querías?
- Asegurarme de que ibas a arreglarte para salir luego.
- Estoy frente al armario…
- Muy bien, pues quiero que te pongas provocadora y arrebatadora.
- ¿Y eso? ¿Vamos a algún lado especial?
- Bueno, como Oscar y yo te vimos irte tan triste, hemos preparado algo para después de cenar.
- Miedo me dais…
- No, mujer… Es que hemos comprado unas bebidas y cosas y empezamos la fiesta en su casa los tres solos… Así no te agobias.
- ¿Y para eso me tengo que vestir provocadora? ¿Para estar en casa de Oscar?
- Bueno después saldremos a algún lado y además…
- Además ¿que…?
Maite tuvo que inventar una mentira para que Verónica no sospechara nada… La idea era que los dos chicos se reencontraran durante la cena en familia y después pudieran estar a solas en casa de Oscar; pero a Maite no le bastaba con que se produjera el encuentro, sino que quería que Verónica dejara a Rafa con la boca abierta.
- Bueno, tenías razón… Oscar me hace tilín… Y si voy yo sola vestida como una loba va a parecer que soy una zorra- mintió Maite.
- ¡Ah! ¿Y entonces es mejor que vayamos las dos vestidas de guerreras para parecerlo las dos?
- ¡No te digo que vayas desnuda! Sólo que te arregles como si fuéramos a salir…
- Vaaaale… Lo haré…- dijo antes de colgar el móvil para preparar la ropa.
Una falda de tubo un poco por encima de la rodilla; una blusa negra y una chaqueta encima… Se miró un momento al espejo y se desabrochó dos botones de la blusa para dejar una buena vista del escote.
Salió hacia el salón y allí estaba su madre ya vestida con un traje de noche; en la familia, como las fiestas eran de los pocos momentos que se podían permitir trasnochar un poco, se lo tomaban como si fuera una noche de gala.
- Vaya mamá estás guapísima…- dijo Vero.
- Gracias, mi niña.
- Está para comérsela…- dijo Martín cogiendo el culo de su mujer mientras pasado por detrás de ella.
- ¡Estate quieto, hombre!- rió Rosa, mientras su hija miraba sorprendida la escena y es que no recordaba a sus padres tan cariñosos desde hace tiempo.
- ¿Le has dado a la niña su regalo?- dijo Martín mientras se anudaba la corbata.
- ¿Qué regalo? ¿Qué regalo?- repitió Verónica, que para ese tipo de cosas seguía siendo una niña pequeña.
- Bueno, parece que Papa Noel te ha dejado un regalo en casa de la abuela, pero debido a su naturaleza hemos preferido traértelo ahora…
- ¿Su naturaleza? ¿Qué es? ¿qué es?- repetía como una loca dando palmas.
Martín entró en el salón con una caja del tamaño de una caja de zapatos grande con una lazada roja y la puso encima de la mesa del salón muy despacio.
- Ten cuidado, cariño, es muy frágil…
Verónica se acercó a la caja con una sonrisa de oreja a oreja, como si por un momento hubiera olvidado todos los problemas que la atormentaban. Rompió la lazada y abrió la caja muy despacio… Dentro había un cachorrito de perro de pelo negro; era un chuchito y tenía los ojos cerrados pues tendrías pocos días de vida.
- ¿Un perrooooo? ¿Me habéis comprado un perro?- gritó alegre Verónica.- ¡Pero si siempre me habéis dicho que no queríais un perro!
- Bueno, ya es hora de que cambiemos de opinión en algunas cosas a las que nos hemos opuesto…- dijo Martín guiñándole un ojo a Rosa.- Has demostrado ser lo suficientemente responsable para que confiemos en tu buen juicio…
- Muchas gracias, papá…- dijo Vero dándole un abrazo a su padre.
- Vale, vale que me vas a arrugar el traje…
- Sólo hay una condición…- dijo Rosa que miraba la escena.- Quien nos ha dado el cachorrito ha insistido en que le pongamos de nombre, Pincho
- ¿ Pincho? - dijo Vero sorprendida y cogiendo al perrito el brazos.- ¿Tú te llamas Pincho ? Me gusta el nombre el gracioso…
Cuando todos llegaron a casa, Fale abrazó a su sobrina Verónica y le dio un abrazo muy sentido; la abuela, como siempre, iba como loca preparando la mesa con la ayuda de Rosa. Mientras, Martín sacaba un par de puros y le ofrecía uno a su cuñado Fale.
Verónica está tan ilusionada con su perrito nuevo que no se percató de un pequeño detalle: había un cubierto de más en la mesa…
- Nena, ¿me puedes hacer un favor?- dijo Fale llamando a su sobrina.
- Claro, tío, dime…
- ¿Puedes subir a la habitación de Rafa que me he dejado los gemelos de la camisa allí?
La chica tragó saliva porque nada más oír el nombre de su primo la hacía temblar, y mucho más tener que subir a la habitación en la que hizo el amor, por primera vez, con él.
- Sí, tío… Yo subo.- dijo ofreciéndole a Pincho para que lo cogiera su padre.
Subió las escaleras y entró en la habitación vacía; vio los gemelos sobre la silla que servía de mesilla y los cogió… Pero no pudo evitar detenerse de pie en mitad de la habitación y observar esa habitación y esa cama. Por mucho que tratara de aguantar sabía que se pondría a llorar, de un momento a otro.
- Menos mal que estás aquí, peque… Porque yo no soy capaz de ponerte esta corbata.- escuchó la voz de Rafa a su espalda.
Verónica se giró como un rayo para encontrarse con su primo de pie en la puerta de la habitación, llevaba un traje oscuro con camisa blanca y corbata sin anudar. El pelo lo tenía más corto que antes, pero aún conservaba sus rastas aunque mucho mas cortas. Se había perfilado la barba hasta dejarla justo por encima del mentón… En definitiva, para ella, estaba guapísimo.
- Ra…Rafa…- tartamudeó Verónica que no sabía como podía seguir en pie.
- Bueno, iba a venir Papa Noel, pero por lo visto esta noche está un poco liado…
Verónica se acercó a él muy decidida y le dio un guantazo que le cruzó la cara; el chico guardó silencio y se echó la mano a la cara… Para él era algo que no descartaba, porque Verónica no tenía porque reaccionar bien a todo su plan. Lo que sí pudo comprobar es que la hija pegaba mejor que la madre, al menos con más rabia.
- Sí, me lo tengo merecido, ya sé que…
Su hermana no lo dejó terminar la frase, porque se colgó de su cuello con los brazos y le besó como si en ese mismo instante se fuera a acabar el mundo. Cuando sus lenguas se encontraron de nuevo, fue que si una descarga de energía los hubiera atravesado a los dos… Aunque el plan era no decirle nada, al menos de momento, Rafa tenía miedo de que sintiera algo distinto al besarla por primera vez, tras saber que era su hermana.
Pero allí no había nada extraño, quería a esa chica y era la mujer de su vida, sin importarle de quien fuera hija, hermana o sobrina… Era Verónica, su Verónica…
Verónica desabrochaba el nudo de la corbata que ella misma había anudado unas horas antes… Ahora estaban los dos solos en la habitación de la casa de Oscar; la chica se había dado cuenta que todo había sido planificado hasta el mínimo detalle por toda la gente de alrededor.
Rafa mantenía las manos en el culo de su amante mientras ella desabotonaba la camisa cada vez más nerviosa… De vez en cuando se paraban para besarse de nuevo; había muchos besos que recuperar. La chica fue bajando besando el pecho de Rafa, mordiendo sus pezones y sin parar de acariciar su vientre. Él suspiraba echando la cabeza hacía atrás cuando notó que el contacto se interrumpía.
Abrió los ojos para ver a Vero, desabrochando la falda de tubo y bajándola para quedarse en un tanga negro de encaje… Cuando quiso acercarse a ella, la chica lo empujó en el pecho para sentarlo en la cama y que observara como se desnudaba. El pobre Rafa casi sufría mas que disfrutaba de ver el cuerpo de Verónica a su alcance y no poder tocarlo, de momento.
- ¿Quieres tenerme?- decía Vero provocativamente mientras se desabrochaba el sujetador para dejar sus tetas al aire.
- Ya sabes que sí… Es lo que más deseo en este mundo.
Verónica se acercó a él poniendo su cara entre sus pechos; Rafa se apresuró a besarlo, morderlos, lamerlos y oler su aroma… Casi llora de la emoción después de todo lo que había esperado. La chica gemía y suspiraba de sentir los labios de aquel chico, que se había convertido en el centro de su universo, besando su cuerpo, tan solo tapado por el tanga.
Ya no aguantó más y atrayendo el cuerpo de Vero hacia la cama la hizo rodar para colocarse sobre ella y empezar a besarla desde sus pechos hasta su ombligo, mientras sus manos recorrían cada centímetro de su piel… Cuando Verónica sintió la boca de Rafa sobre la tela de su tanga, creyó que se corría en ese mismo momento.
- E…Eres malo, nene…- dijo sobrexcitada la chica.- Siempre acabas en el mismo sitio.
- ¿Y no te gusta?- dijo echando el tanga a un lado para dar un suave lametón a todo lo largo de su coñito.
- ¡Síiiiiiiiii! ¡Me gusta!
Rafa comenzó a comerle el sexo su hermana y se dio cuenta que no era tan tierno y suave como otra veces, pero la mezcla de deseo irrefrenable y amor incontenible hacían que no pudiera controlar sus impulsos.
- ¿Estoy siendo muy brusco?
- No pidas permiso, hoy déjate llevar… Ya tendremos tiempo de ser cariñosos.- dijo Verónica subiendo y echando manos a su paquete.
No tardó ni diez segundos en tener la polla del chico en la mano y estar pasándola por la entrada de su coñito; el chico seguía quieto pero sin dejar de besarla en el cuello y la cara.
- Métemela, por favor… ¡Hazlo!.- dijo Vero fuera de sí
Y Rafa entró en ella, como un cuchillo en una tarrina de mantequilla… Caliente, húmedo y muy placentero. Empezó a mover sus caderas para penetrarla mientras sus lenguas se juntaban en un beso interminable.
¡Dios como te he echado de menos!- dijo Vero al sentir las embestidas de su amante.
Eso suena fatal…
Me da igual como suene… ¡Fóllame!
Rafa se sorprendió de la actitud de su prima y sonrió, porque supuso que el deseo era tan indomable en ella como lo era en él. Como si fueran dos autómatas, la cogió y le dio la vuelta colocándola a estilo perrito y le metió la polla muy despacio pero sin pausa hasta el fondo… Vero lanzó un quejido ronco al sentir esa invasión.
- ¡Uffff! ¡Madre mía! ¡Qué rico!- dijo Vero que resistía de nuevo las embestidas de su novio, que le besaba la espalda y agarraba sus tetas que se sacudían con los movimientos pélvicos del chico.
- ¡Me encantas! Estaría dentro tuya para siempre…
- Pues hazlo, soy tuya para siempre… No te vayas nunca…
- No lo haré.- decía el chico mientras aceleraba el ritmo de las penetraciones.
- ¡Ufff me voy a correr, cariño!- gritó Vero que se agarraba a las sábanas de la cama.
En ese momento, Rafa se tumbó sobre ella en su espalda, haciendo mas duras las embestidas y profundas; la chica gemía de forma descontrolada casi a punto de llegar al orgasmo… Cuando Rafa empezó a sentir los síntomas de que la corrida estaba apunto de llegar, puso su cara junto a la de Verónica, sintiendo como sus alientos se mezclaban… Vero liberó sus manos para agarrarlo de esas cortas rastas que la volvían loca.
- ¡Verónica!
- ¡Ummmm! ¡Rafa!
- ¡Te…Te amo!- dijo mirándola a los ojos mientras comenzaba a correrse en su interior a borbotones.
La chica no puso contestar porque al sentir el semen del chico dentro de ella, estalló en el orgasmo más violento que había tenido en su vida. Rafa la besó mientras se corría como si tratara se insuflarle aliento con ese gesto.
Los dos quedaron desmadejados sobre la cama, con Rafa echándose a un lado para quedarse a su lado tumbado. Vero comenzó a acariciar el pecho del chico y le miraba sonriente.
- Yo también te amo y cumplí mi promesa y te esperé…
- Perdóname por todo el daño que te he hecho…
- Bueno, regalándome a Pincho , que ya me ha dicho mi madre que es cosa tuya, te has ganado el perdón.
- Vaya, pues me ha salido barato tu perdón…
- ¿Quién ha dicho que sea lo único que pida?- sonrió maliciosamente mientras su mano bajaba para agarrar de nuevo la polla de Rafa.
- Pues de eso puedes pedir todo lo que quieras…- bromeó el chico mientras la besaba de nuevo, y se subía sobre ella.
- Joder, anda que la idea de dejarles la casa sin pensar en el frío que hace…- dijo Oscar en el asiento de la furgoneta con Maite al lado escuchando música.
- Bueno, no me apetecía estar escuchando los gritos esas dos en tu casa… Además déjalos que tengan intimidad.
- Sí yo estoy de acuerdo con eso… Pero podíamos haber cogido dinero y por lo menos íbamos a la disco mientras.
- Tenemos cervezas…- dijo Maite echando mano a la bolsa que había en el asiento de atrás.
Oscar no pudo evitar mirar el trasero de la chica al subírsele la falda en esa posición en la que estaba.
- Vaya, pues se han acabado…- dijo Maite volviendo a su asiento y viendo de reojo la mirada de Oscar en su trasero.
- ¿Ves? Ahora encerrados aquí fuera y sin cerveza… A ver que hacemos.- dijo el chico mirando por la ventana del coche.
Entonces sintió la mano de Maite en su paquete, sobándole la polla por encima del pantalón; el chico con la cara desencajada se giró para ver a aquella chica sentada en el asiento del copiloto, que con una sola palabra hizo que toda su resistencia estallará en mil pedazos.
- ¿Follamos?
(FIN…Gracias a todos por el seguimiento y espero haber sido capaz de cumplir las expectativas creadas por este final…)