Regreso a casa (capítulo 11: Pasado y futuro)
Penúltimo capítulo de esta serie; las cosas se han ido complicando hasta el punto de que el pasado condiciona el presente y amenaza el futuro... ¿A que estás dispuesto a renunciar por no remover el pasado? ¿O que estás dispuesto a hipotecar para asegurar tu futuro?
Los dos chicos se cruzaban, una y otra vez, por el estrecho callejón aislado, que era el único espacio al aire libre donde les dejarían salir en los próximos seis días… Andaban de una pared a otra, tocando cada una de ellos para estirar un poco las piernas, ya que no podían salir al patio. Aquel angosto lugar era tan estrecho que, al cruzarse, casi podían rozar sus codos.
- No me mires así, yo no te pedí que vinieras conmigo…- dijo Rafa un poco molesto por las miradas que le echaba Pincho , cada vez que pasaba por su lado.
- Yo te miro como me de la gana, idiota…- dijo Pincho mientras seguía caminando.- Además, ¿cómo me iba a quedar solo en la celda? Me aburriría mucho.
- ¿Y cómo se te ocurre decir que empezaste tú la pelea?- dijo Rafa mientras tocaba la pared del fondo para volver a dar la vuelta para caminar al otro extremo.
- Bueno, a mí no creo que me quiten el derecho a reducción de condena, entre otras cosas, porque no tengo, jaja… Pero el tonto eres tú, ¿por qué coño te lías a hostias cuando te quedaban dos meses para salir?
- Supongo que ya no tengo tantas razones para salir como antes…
- ¿Tiene algo que ver con la visita que recibiste? ¿Era tu chica?
- Su madre…
- Bueno, tío… No te enfades; si no quieres contármelo, no pasa nada…- dijo Pincho parándose en seco y cortando el avance a Rafa se quedó frente a él.
- No, Pincho …Que era su madre de verdad… Mi tía.
- Un momento que me he perdido, ¿esa mujer era la madre de Victoria?
- Verónica, se llamaba Verónica.
- ¿Se llamaba? ¿Se ha muerto?
- ¡No, joder! No digas eso… Se llama Verónica, pero para mí como si no existiera ya…
- ¿Y has dicho que es tu tía?
- Sí, porque Verónica y yo somos primos…- dijo Rafa para quedarse callado unos instantes al darse cuenta que le había salido natural ese parentesco, cuando era otro mucho más cercano el que les unía: hermanos.
- Joder, jajaja… “Cuanto más primo, mas te la arrimo”, ¿no?- dijo burlándose Pincho , ganándose una mirada amenazante de Rafa.- Vale, vale, perdona; no me mires así.
Rafa se sentó en el suelo, y Pincho se acercó a su lado para ponerse de cuclillas, para sacar una pelota de goma que tenía en el bolsillo; apoyó la espalda justo al lado de la de Rafa, y lanzó la pelota haciendo rebotar en el otro lado del ancho del pasillo, llegándole otra vez a las manos…
- Oye, novelas … Yo de libros y números no sé mucho; y, quizás, tampoco pueda darte muchos consejos sobre amores y tías, pero si necesitas hablar con alguien, no veo a nadie más por aquí cerca… Por lo menos, en la próxima semana…
- Es algo complicado, Pincho …- dijo Rafa viendo como su amigo jugaba sentado al frontón haciendo rebotar esa pelota de goma, una y otra vez.
- ¿Más complicado que los análisis sintácticos que me obligas a hacer?
Rafa volvió a mirar con mala leche a su compañero; pero la sonrisa de aquel chico le hacía ver que no había maldad ninguna en sus palabras… ¿Cómo podía juzgar a un tío como Pincho que, a pesar de sus antecedentes, era uno de las personas más leales que había conocido nunca?
- Pincho , ahora mismo no tengo muchas ganas de hablar de todo eso…
- Vale, vale… Sólo quiero que sepas que estoy aquí para escuchar; aunque no pueda ayudarte, a veces, es bueno desahogarte con alguien- dijo el amigo en todo filosófico.- Pero, bueno, cambiemos de tema… ¿Dónde has aprendido a dar esas hostias? ¡Madre mía que paliza le has dado al tío ese!
- No me gusta, ¿crees que le habré hecho mucho daño?
- ¿A Brandon ? Poco para lo que se merece… Creo que te has convertido en el héroe de media prisión, tío…- dijo riendo Pincho .- ¿Cuándo me vas a enseñar a pegar así?
Rafa cogió al vuelo la pelota tras uno de los rebotes y entró en el juego, mandándola botar una vez cada uno…
- Primero, sácate el Graduado y luego ya veremos.
- ¿Eso también lo has aprendido en los libros?- bromeó Pincho .- Eres como un mezcla entre Bob Marley y Bruce Lee…
Rafa no pudo evitar sonreír ante la comparativa de Pincho ; la verdad que si quería que lo aislaran para poder encerrarse en sí mismo, había elegido al peor compañero posible: el más charlatán de todo el sistema penitenciario.
- ¿Tú nunca te callas?- bromeó Rafa.
- Supongo que cuando duermo…
Cuando Fale recibió la llamada del abogado para que fuera a su despacho, se puso muy nervioso porque esperaba que fuera para citarlo para la vista de reducción de condena de Rafa; sabía que las cosas eran complicadas en el pueblo, respecto al regreso de su hijo, pero solo quería que Rafa estuviera en libertad y que él mismo eligiera lo que quería hacer.
Le pidió el favor a su prima Rosa de que le acompañara, al ser la única que sabía el tema de Rafa y por si no entendía algo de lo que el letrado tenía que decirle.
Los dos “hermanos” esperaban en la sala de espera, adornada con muebles de diseño y una estrafalaria maquina expendedora de cafés y aperitivos, a que la secretaria les diera paso al despacho.
- Después, ya que estamos en la ciudad me quiero llegar a ver a Rafa, para darle las buenas nuevas.- dijo Fale mirando a su prima con una media sonrisa entre feliz y preocupada.
- Vale, no me importa…- dijo Rosa poniendo su mano en el muslo de Fale, como muestra de apoyo.
Por supuesto, no le había dicho nada de su conversación con Rafa hace ya una semana; le mintió y le dijo que habló con él sobre como le iba y para que viera que todo el mundo en el pueblo le apoyaba. Fale entendía la postura de oposición de su prima a la relación entre los chicos, quizás porque ni él mismo era muy partidario de ella… Había optado por dejar que fuera ella quien hablara con el chico y le contara que la última carta que Rafa mandó desde la cárcel nunca llegó a su destino.
Por otro lado, Rosa se sentía mal por engañar a su primo Fale; porque, de ninguna manera, sabía las verdaderas razones por las que ella se oponía a la relación… Por esa parte, tuvo suerte de que Fale siempre se dejara guiar por sus consejos y aceptara que fuera ella quien llevara los hilos; porque, si en algún momento, su primo se mostrara permisivo con la relación entre los chicos no sabría como explicarle sus motivos para estar en contra… Porque nunca confesaría su secreto; y, esperaba que por el bien de todos, Rafa tampoco lo hiciera…
- Sr. Guzmán… Ya puede pasar, don Enrique le está esperando.- dijo la atractiva secretaría, mirando a Fale con una simpática sonrisa.
- Muchas gracias, guapa…- contestó Fale, mientras avanzaba por el pasillo en dirección al despacho indicado.
- ¿Le has dicho guapa a la secretaria?- preguntó entre sorprendida y divertida, Rosa que no se esperaba esa reacción de su primo.
- Sí, ¿es que no lo es?- sonrió coqueto Fale mientras avanzaba hacia la puerta.
Rosa no pudo evitar sonreír, porque si una cosa era verdad era que, a pesar del encarcelamiento de su hijo, la actitud de su primo había cambiado como la noche y el día desde que Rafa llegó al pueblo… ¡Dichosos chicos que se tuvieron que enamorar!
- Pasa, pasa, Rafael…- invitó Enrique desde detrás de la mesa del despacho dándole un fuerte apretón de manos a su invitado.- Usted tambien señora, por favor…
La pareja de visitantes se sentó en el despacho presidido por un gran mesa de nogal con algunas fotos familiares sobre ella y montones de papeles que mostraban un controlado desorden… Las paredes, con cuadros de paisajes de pintores desconocidos y de dudoso gusto que se mezclaban con algunas titulaciones académicas de diferentes universidades.
- Bueno, Enrique recibí la llamada y supuse que sería porque nos habían concedido la revisión que habíamos solicitado…
- Rafael, hemos tenido un pequeño contratiempo…- dijo el abogado mientras ponía gesto serio y se aflojaba el nudo de la corbata.
- ¿Un contra…tiempo?- dijo Fale más asustado de lo que ya estaba.
- He recibido una notificación del centro penitenciario- dijo Enrique sacando la carta de un sobre que descansaba sobre el montón de papeles de su mesa.- te la leo, ¿de acuerdo?
“Estimado Muy Sr. Mío:
Nos vemos en la obligación de comunicarle de que el recluso con nº 12136 con nombre D. Rafael Guzmán Garrido ha sido internado en el módulo de aislamiento debido a su probada participación en un enfrentamiento físico con otros reclusos del centro.
Debido a su buen comportamiento durante su estancia en este centro y de los alegatos a favor, por parte de los trabajadores del mismo, no se tomaran medidas más drásticas que las de posponer la reunión del comité que analizaría su reducción de condena, hasta que los presos agredidos estén totalmente recuperados de la agresión del preso nº 12316.
Por otro lado, queda suspendido el régimen de visitas, debido a su aislamiento, durante un periodo no superior a diez días a contar desde hoy día 12 de Octubre.
Sin más, y estando a su disposición para lo que usted estime oportuno, me despido:
D. Juan Luis Fremens Cardeñosa
Director Adjunto del C. Penitenciario
El abogado dobló la carta, de nuevo, para meterla en el sobre y dársela a Fale, que había guardado silencio, sin ser capaz de decir una sola palabra… Por su cabeza pasaban miles de ideas, pero en ninguna de ellas podía llegar a razonar que había podido provocar que su hijo reaccionara así; sabía que tenía un gran sentido de la justicia y que eso siempre le había acarreado problemas. De hecho, por defender a Verónica y Tomás, se había visto involucrado en la pelea que había dado con sus huesos en prisión.
En ningún momento dudó que su hijo; quizás otras personas, después de dos peleas como las que había tenido, pudieran empezar a pensar que Rafa tenía verdaderamente un problema de actitud. Pero él, no… Sabía que Rafa era un buen chico; lo veía en sus ojos y en su actitud con la gente que le rodeaba. Por eso le resultaba más duro aceptar este nuevo contratiempo.
- Pero… Pero, ¿qué ha pasado?- preguntó Rosa, tomando el protagonismo que Fale estaba eludiendo.
- En el informe no pone más datos… Pero, según lo que he podido averiguar, Rafa se enfrentó sin provocación ninguna contra un grupo de presos de una banda.
- ¡Dios mío! ¿Le ha ocurrido algo?- seguía preguntando preocupada Rosa, al borde del llanto, mientras su primo continuaba sin reaccionar.
- No hay parte de lesiones, por tanto es de suponer que no ha sufrido ninguna herida…- aclaró el abogado.- Y el hecho de que lo hayan aislado, supone que queda fuera de toda duda que la pelea la provocó él.
- ¿Qué has hecho, Rafa? ¡Por Dios!- se lamentaba Rosa mirando al techo del despacho como si su sobrino pudiera escucharla.
Fale se levantó muy despacio del asiento del despacho y caminó un rato por el despacho como si buscara las palabras oportunas que decir; Rosa lo miraba y se daba cuenta cuanto parecido tenían padre e hijo, porque tenía la misma actitud que Rafa el día de su visita en el vis a vis .
- Entonces, ¿no puedo hablar con él?- dijo el padre con tono serio, en las primeras palabras que pronunciaba.
- Bueno, de momento no… Esto ocurrió hace una semana, por tanto hasta el lunes estará aislado…
- ¿Qué día sucedió esto?- preguntó Fale retomando el ritmo de la conversación.
- Pues, según esto, el sábado pasado…- inquirió Enrique.
El padre de Rafa desvió su mirada hacia su prima Rosa, que seguía sentada en el asiento del despacho; sus ojos se cruzaron un momento y Rosa sintió la mirada inquisidora de su primo, sin saber a qué se debía.
- Y… Esto, ¿puede perjudicar su revisión?- preguntó Rosa volviendo su atención hacia el abogado.
- Bueno, aún no vamos a alarmarnos; la comunicación dice que se aplaza la vista, no que se suspenda… Puede presentar alegaciones, pero solo él desde dentro de prisión; nosotros tenemos las manos atadas…
- O sea, que solo saldrá de allí si él quiere, ¿no?- dijo muy serio Fale, que empezaba a comprender lo que su hijo estaba haciendo.
- Hay que tener en cuenta que Rafa es un preso modelo, incluso está ayudando a compañeros con los estudios… Eso irá a su favor.
Fale cogió la carta de encima de la mesa, donde la había dejado, y la guardó en el bolsillo interior de su chaqueta.
- Muchas gracias por todo, Enrique…- dijo estrechando, de nuevo, la mano del abogado.- Por favor, mantenme informado cuando se pueda visitar a mi hijo.
- Por supuesto, Rafael. Y no te preocupes, verás como todo sale bien…
El padre de Rafa se limitó a esbozar una media sonrisa y se dirigió a la puerta del despacho para salir, dejando a su prima sentada en el sillón del despacho.
Rosa se levantó de inmediato y, despidiéndose también del letrado, salió tras su primo que la estaba dejando atrás. Cuando lo alcanzó estaba ya casi a la puerta del coche.
- Fale, ¿por qué me dejas atrás?- protestó Rosa, visiblemente enfadada con su primo.
El hombre se subió en el coche sn decir una palabra y abrió la puerta del acompañante para que Rosa subiera.
- No te preocupes… Todo se arreglará, habrá sido un malentendido…- dijo Rosa, tratando de calmar a Fale.
- ¿Un malentendido? ¿De verdad crees que ha sido un malentendido, Rosa?- protestó Fale, mientras arrancaba el coche.
- ¿Por qué me hablas así?
- ¿Me puedes explicar por qué el mismo día que visitaste a mi hijo, se lió a golpes con otros presos, sin motivo alguno?
- Pero, ¿qué dices, Fale?
- Digo lo que pienso y pienso lo que digo, Rosa… Estoy desesperado por saber que induce a mi hijo a no querer salir de allí…
- ¿Cómo no va a querer salir de allí? ¿Estás loco?
- ¡Dime que le dijiste!- gritó Fale, golpeando el volante, en el primer arrebato de violencia que Rosa veía en Fale en toda su vida.
La mujer no sabía que decir porque, por supuesto, no podía decirle la verdad. “Fale, le dije que Verónica es hija tuya y que, por tanto, no pueden estar juntos porque son hermanos…”. No, no parecía una buena forma de empezar una conversación… Pero, de repente, la culpabilidad la estaba matando porque sabía perfectamente que no era tan descabellada la idea de Fale: Rafa no quería salir de allí, porque ya nada lo esperaba.
Ante la falta de respuesta de su prima, Fale siguió conduciendo hacia el pueblo en silencio; fue casi una hora de camino en la que el silencio era el gran protagonista, solo roto por el disimulado llanto de Rosa… Pero esta vez no fue como tantas otras, en las que la ternura de Fale afloró para calmarla; esta vez, la crudeza en la mirada de su primo, fija en el parabrisas, no cambió durante todo el trayecto.
Al llegar al pueblo, Fale detuvo el coche ante la puerta de Rosa, para que bajara. Ella lo miró unos instantes como esperando alguna reacción por su parte.
- Fale, por favor… No puedes enfadarte conmigo, nunca lo has hecho; y sabes que esa relación no es buena idea…
El padre de Rafa detuvo el motor del coche y, girándose hacía su prima, se desabrochó el cinturón de seguridad. Rosa estaba nerviosa pero, en ningún momento, tenía miedo de Fale porque sabía que era incapaz de reaccionar de forma violenta contra ella; además, ese halo de serenidad había vuelvo a sus ojos:
- ¿No es una buena idea? ¿Para quién, Rosa?- comenzó a hablar tras suspirar.- Entiendo que tengas que proteger a tu hija, pero es mi hijo el que está hundiendo su vida tras los muros de esa prisión… Me he tirado muchos años sin ejercer mi papel de padre, pero ahora no pienso abandonarlo a su suerte. Y, créeme, me da igual si el apoyar a Rafa significa que no tenga que hablarte más en mi vida, porque juro que lo haré. Rafa es un buen chico y si se ha enamorado de Verónica, no le voy a criticar por ello…
Fale tomó aire mientras desviaba la mirada un momento, en un vano intento por reprimir la emoción; Rosa lo observaba sin saber muy bien que decir.
- No voy a animar esa relación, pero tampoco me da la gana de reprimir esos sentimientos… - continuó Fale.-Primero porque son correspondidos y segundo, porque tener que alejarse ella lo está matando. Ya me da igual la familia y me da igual todo… Es hora de que deje de ser el tonto del pueblo al que abandonó su mujer, para ser el padre de Rafa; y cuando salga nos iremos de este pueblo, él y yo… Porque me tendrá a su lado para lo que necesite…
- Fale, no puedes estar hablando en serio… Yo…
- ¿Me vas a decir que es lo que le dijiste a mi hijo en la cárcel?
- No… No puedo… Yo no…
- Pues entonces bájate del coche…
- ¡Fale!
- Voy a ir en cuanto pueda a hablar con mi hijo y él me lo contará… Ahora bájate del coche, Rosa…
Rosa se bajó del coche ante la intransigencia de su primo; cerró la puerta del coche, justo en el momento en el que Fale arrancó el coche y se alejó sin esperar un segundo… Ella se quedó allí de pie viendo como una parte de su vida se alejaba, por culpa de un secreto que la atormentaría para siempre… O hasta que Rafa lo contara todo…
Verónica estaba sentada en la cama de la habitación de Maite, mientras ella se vestía; habían quedado para salir a tomar algo con la pandilla a la discoteca. Incluso, después de mucho tiempo habían convencido a Oscar de que saliera con ellas… Mientras su amiga se iba probando mil modelitos frente al espejo del armario, ella ojeaba una revista que había sobre la mesa. Pasaba las páginas con desgana, sin prestar mucha atención a ninguno de los artículos, hasta que llegó a uno que llamó su atención.
“ Como hacer tus rastas más autenticas ”, era el nombre del articulo y salían multitud de fotos de chicas y chicos con rastas; sintió una punzada en el estomago y ese cosquilleo que ya casi había olvidado… Tiró la revista a un lado de la cama y trató de recuperar el aliento.
- ¿Qué te pasa ahora?- dijo Maite, que solo llevaba puestos unos vaqueros y un sujetador que realzaba sus turgentes tetas.
- Nada… Déjalo…- dijo Vero entrelazando sus dedos nerviosa.
Maite dio la vuelta a la cama hacia el lado donde había caído la revista, que quedó abierta por la misma página del artículo. La amiga de Verónica vio las fotos de las rastas y le tiró la revista a la cara a su amiga.
- ¿Todavía sigues con esto? ¡Por dios, Verónica! ¡Que hace seis meses que se fue!
- ¡Vale, vale! ¡Ya está! Ya no me acuerdo de él…- mintió Vero.- Pero no es agradable ver un artículos sobre rastas… Le he cogido asco a ese pelo asqueroso…
- ¡Anda ya! ¡Que asco, ni asco! Si estabas loca por su pelo…
- ¡Oye! ¿En qué coño quedamos? ¿Qué tengo que olvidarlo o acordarme de él?
- Ni acordarte, ni olvidarte… Simplemente superarlo.
Maite se dio cuenta que su amiga bajó la mirada al colchón y se sentó en la cama junto a ella, para acariciar su pelo y darle un beso en la mejilla.
- No quería decir eso, Vero, lo siento…
- No, no… Si tienes razón; Rafa solo ha sido una pequeña parte de mi vida y no debo dejar que me hunda como Tomás…
- Mujer, no lo compares con Tomás, por dios…
- ¿Pero por qué sigues defendiéndolo?- protestó Vero mirando a su amiga.
- No lo defiendo, pero compararlo con Tomás, no sé, jaja- rió Maite, provocando que, tras unos segundos de indecisión, Vero también riera.
- Bueno, hoy vamos a salir a bailar y a pasarlo bien…- dijo Vero sorprendiendo a su amiga mientras se levantaba con un salto.
Maite terminó de vestirse y se preparó para salir, cogiendo su bolso y de la mano a su amiga para salir de su cuarto.
- ¡Adiós, mamá…! ¡Volveremos tarde!
- ¡No os paséis! ¡Que mañana es Nochebuena y tendréis tiempo de salir!
- ¡Valeeee!- gritó Maite a la vez que salían por la puerta.
Las chicas bajaron en el ascensor retocándose en el espejo del mismo; en ese momento sonó el móvil de Maite que le había llegado un mensaje de texto. La chica sacó el teléfono del bolso y lo abrió, leyendo el mensaje y mostrando su fastidio.
- ¿Qué pasa?- preguntó Vero viendo la reacción.
- Es Oscar, que no sabe si podrá salir hasta más tarde; que tiene visita familiar para las fiestas y le toca cena…
- Vaya, te veo últimamente muy interesada en Oscar, ¿no?- bromeó Vero dándole un azote en el trasero.
- ¿Pero qué dices?- se ruborizó Maite.- Es muy buen tío y le tengo cariño peor no me gusta.
- Vale, vale, no te pongas así… Pero como te ha fastidiado tanto que no venga y antes no le aguantabas.
- Yo nunca he dicho que no le aguantara, simplemente que me sentó mal una cosa que hizo y, con el tiempo, no lo tengo en cuenta.
- ¿Una cosa que hizo?- dijo Vero intrigada.
- Nada, cosas mías, no seas cotilla…- rió Maite cuando ya salían a la calle.
Por supuesto, Maite se refería a cuando le pidió a Oscar que convenciera a Tomás de que retirara lo que decía de su amiga Verónica; la negativa del chico a inmiscuirse, decepcionó mucho a la muchacha que no se podía creer que un amigo de Verónica se negara a interceder por ella… Pero, cuando unos días después, Tomás se disculpó delante de todos, comprendió que Oscar había hecho algo… No tuvo oportunidad de agradecérselo, porque Oscar desapareció del mapa hasta unos meses después, cuando apareció con Rafa…
- Hoy hemos quedado en el local de Raúl…- dijo Maite, refriéndose a un local vacio que el amigo de Tomás había acondicionado con música, sofás y bebidas.
- Pero, ¿nos vamos a quedar allí todo el rato? ¿No vamos a ir a la disco?- dijo Verónica.
- Vaya, ¿hoy tienes ganas de fiesta? ¡Ya era hora!
- Bueno, eres tú la que me dices que haga vida normal, para olvidar…
- Nena, no debes olvidar sólo…
- Superaaaaarlo… Lo sé…- completó la frase, poniendo los ojos en blanco.
Las dos amigas llegaron al local donde estaba toda la pandilla; desde el día de la pelea, Verónica no se había acercado allí. No tenía ganas de afrontar una conversación con Tomás después de todo aquello, porque no quería revivir aquella situación.
- Bueno, respira hondo; que empieza de nuevo tu vida social…- bromeó Maite antes de entrar en el local, donde había más de diez personas.- ¡Hola a todos! ¡Mirad a quien traigo!
La gente se giró para ver entrar a Verónica, y muchos de ellos se levantaron a saludarla; Susana, Cinthya, Silvia… Muchas amigas que no estaban en clase con ella y que, por tanto, llevaban sin verla desde el día de la pelea y la marcha de Rafa… Para su tranquilidad, nadie sabía nada de su relación con Rafa y creían que el motivo de no salir era bien por la pelea en sí, o bien por un castigo de su padre por la pelea.
Raúl se levantó y le ofreció una cerveza, mientras Tomás ni siquiera se acercó: se mantuvo observándola en la distancia, sentado en un sofá y con una cerveza en la mano. Verónica le miró de reojo, sin querer tampoco dar pie a la tan temida conversación.
- Oye, tu primo se fue del pueblo, ¿no?- soltó Raúl aludiendo al tema que tanto miedo daba a Maite, porque suponía que cualquier referencia a Rafa podía hacer daño a su amiga.
- Sí, sólo vino a pasar unos días.- dijo Vero con toda naturalidad, sorprendiendo a su amiga.
- Pues a ver si viene otra vez de vacaciones; es un buen tío…
La cara de Vero, esta vez sí, era un poema; y Maite que lo vio, cogió del brazo a su amiga y la llevó hacia la otra punta disculpándose con Raúl y haciendo como que otra gente las llamaba.
- No tenía que haber venido…- dijo en voz baja Vero que ya se estaba viniendo abajo.
- ¿Ya estás así? Es normal que te pregunten por él… Es tu primo y tendrás que acostumbrarte.
- Vale, vale… Tienes razón. Pero no me dejes a solas con Tomás…
- Después de la advertencia de Rafa, no creo que tenga muchas ganas de acercarse, jaja…- bromeó Maite, cogiendo a Verónica del mentón como Rafa había hecho con Tomás.
- No seas así, tampoco me gustó que Rafa hiciera eso… Al día siguiente, Rafa se disculpó conmigo por su actitud.
- Sí, sí… Ya me lo contaste; ¡y menudo polvo de disculpa!- rió Maite.
- ¡La madre que parió! No me refería a eso…
- Ya, ya, perdona… Pero, que quieres que te diga; Rafa ha sido el único tío que ha puesto a Tomás en su sitio… Y dos veces seguidas…
Verónica esbozó un sonrisa al recordar la escena del pulso que Rafa le ganó a su ex novio; se le caía la baba al recordar como le guiñó el ojo, aquel día… No, no lo había superado…
- ¿Sabes lo de que “una mancha de mora con otra mora se quita”?- dijo Maite dando un codazo a su amiga.
- ¿A que te refieres?
- A que es hora de ligar, nena…- dijo levantando la barbilla para señalar a un grupo de chicos que había al fondo del local.
Verónica miró a aquellos tres chicos, casi todos de su edad; trató de borrar de su mente cualquier amago comparativo con su obsesión con rastas y sonrió picadamente a uno de los chicos. “El que juega a que lo extrañen, se arriesga a que lo olviden” pensó para sí misma.
La noche fue larga y las chicas charlaron animadas con la música y la bebida; la verdad, poco a poco, Verónica comenzó a sentirse más a gusto en compañía de sus amistades de siempre, a lo que ayudaba que Tomás no se hubiera acercado a ella… Maite tonteaba con dos de los chicos que acababan de conocer, mientras ella no se atrevía a hablar con el tercero que parecía el más tímido de todos; la miraba, de vez en cuando, y ella sentía esa mirada como si la quemara.
- Oye, Vero… Están diciendo que van a ir a la discoteca que si queremos ir con ellos.
- No sé tía, no los conocemos de nada, y…
- Venga, nena, son amigos de Soraya y ¿qué va a pasar? ¿Qué nos violen? Pues si es Luis, me dejo…- dijo señalando a uno de los tres chicos que la miraba desde lejos.
- No seas guarra, yo no sé si estoy preparada para esto…
- ¿Preparada para qué? Vero, que solo vamos a la discoteca con ellos y con Soraya; allí hay cientos de personas y, a lo mejor está Oscar…
El hecho de nombrar a Oscar, tranquilizó a Vero muchísimo; era como si fuera el único vinculo de unión con su primo y hacía tanto tiempo que no lo veía, que le apetecía estar frente a él.
- De acuerdo, iré…- dijo Vero, provocando un desbocado abrazo de su amiga.
Rosa estaba planchando ropa con la mirada perdida en algún punto de la habitación, mientras Martín salía de la ducha; hacía un rato que había llegado de trabajar y, como desde hace algún tiempo, casi no se paraba ahora en la taberna con nadie. Las cosas con Fale habían cambiado mucho en los últimos meses y, aunque su compadre nunca le dijo nada, sabía que había pasado algo que tenía que ver con Rafa.
Fale cada día salía menos, del trabajo a su casa y de su casa al trabajo, y eso preocupaba a su amigo que veía como estaba volviendo a encerrarse en sí mismo como cuando se separó de su mujer.
- Oye, nena…- dijo saliendo al salón con un pantalón de pijama puesto y secándose el pelo con una toalla.- ¿Qué vamos a hacer mañana?
- Perdona… No te estaba escuchando…- dijo Rosa saliendo de su aislamiento.
- Ya me he dado cuenta; ven aquí siéntate conmigo…- le dijo su marido cogiéndola de la mano y llevándola al sofá.
- Tengo mucha ropa que planchar, Martín…- protestó Rosa.
- Me da igual la ropa que haya que planchar, tenemos que hablar y ya está bien de que me calle.
Rosa se sentó en sofá un poco temerosa de la conversación con su marido; no porque él fuera violento ni nada por el estilo, sino precisamente porque no sabía como explicarle algo que no podía confesar a nadie, y mucho menos a él… Su marido sentado en el sofá cogió la mano de su mujer, y acariciaba su cara.
- Mira, te preguntaba por lo que vamos a hacer mañana… Es Nochebuena y siempre hemos cenado en casa de tu tía con tu familia, pero me parece que este año no, ¿verdad?
Rosa desviaba la mirada sin saber que decir; la relación entre Fale y ella estaba complicada, por no decir inexistente desde el percance de Rafa en prisión. Lo peor de todo es que se sentía culpable y responsable de lo que había sucedido pero, aún así, no podía decirle a su primo, el contenido de la conversación con Rafa aquel día.
- ¿Me puedes explicar qué ha pasado? Sabes que nunca me he metido en vuestra vida familiar; he respetado que la llevéis como queráis, pero esto es absurdo.
- No pasa nada, cariño… Sólo hemos discutido porque tenemos diferentes formas de ver las cosas. ¿Te ha dicho él algo?
- ¿Fale? ¿tu primo? Por dios, Rosa, parece que no lo conoces… No abre la boca aunque se esté enterrando en mierda él solo…- dijo Martín arqueando las cejas.- Pero no me voy a quedar de brazos cruzados viendo como una familia tan unida como vosotros os separáis, por una tontería.
- Bueno, amor… Las cosas son más complicadas…
- Tiene que ver con Rafa, ¿no?
- ¿Qué?- dijo sorprendida Rosa, y esperando que su marido no supiera de la relación entre los dos chicos de la familia.
- Mira, algo intuía… Y además, yo estaba con Fale el día que llególa GuardiaCivila buscarlo; y justo ese día, Rafa desaparece…
- Él no tuvo culpa de nada, Martín… No es un mal chico.
- Y si no es mal chico, ¿por qué te opones?- dijo Martín que controlaba totalmente el devenir de la conversación.
- ¿Por qué me opongo a qué?- dijo Rosa haciéndose la despistada.
- A lo del chico con Verónica…
La mujer se removió incomoda en el sofá, sin saber muy bien como reaccionar a la estocada de su marido.
- Sé que el chico está en la cárcel, porque vi una carta en la guantera de la furgoneta; sé que los chicos se quieren porque escuché hablar a Oscar y a tu primo sobre unas cartas o no se qué…
- ¿Y por qué no me has dicho nada?- dijo medio indignada, Rosa.
- Porque ya sabes que nunca me he metido y te dejo llevar a ti las riendas, pero esto ya toca la locura.
- No sabes cuanto…
- Sí lo sé; en el momento que afecta a más personas, a las personas que más quiero, ya tengo que inmiscuirme, lo siento…
- Bueno, todo se arreglará… La niña ya casi no se acuerda de él y todo se olvidará.
- ¿Ah sí? ¿Y que pasará cuando vuelva? Porque algún día volverá al pueblo a ver a su padre…
- Ahora no quiero pensar en eso… ¿Crees que no es duro para mí? Todo esto me atormenta cada noche, porque me siento culpable de tantas cosas que casi no puedo dormir…
- ¿Y te vale la pena estar enfadada con tu primo por no querer aceptar que los chicos pueden amarse?
- No sabes lo que estás diciendo…- dijo Rosa levantándose del sofá y dirigiéndose de nuevo a la tabla de la plancha.
Martín se quedó mirando aquella escena; su mujer se limpiaba disimuladamente las lágrimas con la manga de la bata, dándole la espalda. Él se sentía herido por no poder ayudarla sin hacerle daño.
- Ese chico debe estar sufriendo lo indecible; enamorado, en la cárcel…
- Y es culpa mía, Martín… Fui a hablar con él.
- ¿Y qué le dijiste para que sea culpa tuya?
- Es decir, fui a hablar con él y después cometió la estupidez de pelearse con otros reclusos para que sus pendieran su vista de reducción de pena…
El hombre rió sin poder evitar que se le escapara una sonora carcajada; Rosa se molestó con la actitud de su marido y lo miró sorprendida de que se tomara a broma una cosa tan seria.
- ¿De que te ríes? Yo no le veo la gracia…
- No me rió de ti… Simplemente, me ha gustado los huevos que tiene el chico; se nota que es un Guzmán…
- Pues más le valdría no ser tan Guzmán y estaría en la calle.
- Rosa, ¿qué le dijiste?
- Pues que no podía ser su relación; que es una locura que estén juntos, porque…- dijo Rosa cortando la frase antes de acabarla.
- Porque son hermanos…- terminó Martín con una tranquilidad pasmosa.
El mundo de Rosa parecía que acababa de estallar en mil pedazos o que el suelo había desaparecido bajo sus pies; Martín acababa de decir el secreto que ella llevaba guardando casi 20 años… Sus rodillas temblaron y todo le daba vueltas. Su marido se levantó corriendo para sujetarla, justo en el momento en el que Rosa se desplomaba en el suelo.
Cuando despertó, estaba tumbada en el sofá con Martín a sus pies poniéndole un trapo húmedo en la frente; lo miró nerviosa a pesar de ver la enorme tranquilidad que había en su mirada, donde no había ningún gesto de rencor.
- ¿Có…Cómo sabes eso?
- ¿El qué? ¿Qué Verónica no es hija mía?- dijo Martín con media sonrisa y poniendo de nuevo el paño en la frente de su mujer.- Lo sé desde antes de casarme contigo.
- Pero… Tú… ¿Quién?
- Tu tia Isabel, cariño… Vino a hablar conmigo y me lo explicó todo; sé que es hija de tu primo Fale y que debía casarme contigo, aceptando a esa hija como mía.
- Entonces lo hiciste por…
- Lo hice porque te quería, no dudes nunca eso…- la interrumpió otra vez Martín.- Para mí eras un sueño, y cuando tu abuela me lo contó me dolió, peor no estaba dispuesto a renunciar a ti…
- ¿Y por qué no me habéis dicho nunca nada?
- Porque creerías que lo hice por contentar a tu abuela, o podrías pensar que no querría Verónica de la misma forma…- dijo Martín ya bastante más serio.- Y eso sí que no, mi amor: la niña es mi hija, es parte de mi vida y seguirá siendo mi hija lleve los genes que lleve.
Rosa comenzó a llorar a la vez que se incorporaba para abrazar a su marido; el hombre, visiblemente emocionado, sujetaba a su mujer tratando de calmarla.
- Nunca lo quise, Martín… Te lo juro por dios.- dijo refiriéndose a Fale.
- Y si lo hiciste, fuiste valiente al renunciar a él…
- No renuncié porque nunca lo he visto como algo más que un hermano…
- Porque sabías que era tu primo, casi un hermano para ti…
- Supongo que sí…
- Pero tu hija no lo sabía… ¿Qué culpa tienen los chicos de que nosotros no supiéramos controlar su relación? De hecho, es que no debemos controlar su relación…
- Pero eso es…
- ¿Incesto? ¿Malo?- dijo Martín arqueando las cejas.- Hace tiempo que pienso que el corazón no entiende de obstáculos… Sabes perfectamente que Verónica no va a encontrar a un chico mejor que Rafa.
Rosa miró a su marido volcándose en la ternura de sus ojos; nunca había visto hablar así a Martín, y nunca hubiera pensado que le hiciera ver las cosas de esta forma.
- Pero le he hecho tanto daño al chico, que nunca me perdonará…
- ¿Rafa? Por dios, si le das tu bendición con Verónica será el hombre más feliz del mundo.
- Pero, Verónica no sabe que está en la cárcel; está desengañada con él…
- Eso ya es cosa suya… Rafa tendrá que luchar por ella cuando salga, si de verdad la quiere…
- Pero si nuestra hija descubre que le he estado ocultando todo, me odiará…
- No lo sabrá nunca, te doy mi palabra. Porque la decisión de no decirlo fue de Rafa, en primer lugar…- dijo Martín.- Además lo más importante, ahora mismo, es que tú hables con Fale y arregléis las cosas…
Rosa acariciaba la cara de su marido mientras se limpiaba las lágrimas con la manga, ya húmeda; lo besó en los labios, quedándose pegada a él… De repente, pensó en lo que tenía que haber soportado aquel hombre sabiendo su secreto desde hace tantos años. No podía ni pensar en lo que sentiría al tener a Fale cerca de Verónica sabiendo que eran padre e hija.
- Has sido y serás el mejor padre del mundo.- dijo Rosa aún emocionada.
- ¿Y esposo no?- bromeó Martín que cogió del culo a su mujer.
- ¡Vaya! ¿Ya quieres sacar provecho?- rió la mujer que veía como su marido le abría la bata para admirar sus pechos tapados por un escueto sujetador.
Y allí mismo, encima del sofá como hacía años no lo hacían, Martín de subió sobre el cuerpo de su mujer, que sólo tuvo que abrir las piernas para sentir el bulto de su marido luchando por salir de su prisión de tela.
No puede decir que no disfrutara del sexo con su marido, aunque hace años que no eran tan fogosos como en su juventud, pero el solo hecho de sentirme más unida a él que nunca hizo que se excitara de otra manera… Al sentir a Martín meter su polla en ella, movió imperceptiblemente las caderas, dejando de ser la mujer pasiva que siempre le habían enseñado a ser; por otro lado, la tranquilidad de haber contado lo que sabía, hacían a Martín más duro que de costumbre y buscaba con ahínco el placer de su mujer además del propio.
- Te quiero, Rosa, te quiero… Ohh- decía Martín mientras se follaba a su mujer en aquel sofá donde normalmente hacían vida normal.
- Ahhh… Y yo, mi amor… Dios, no pares…- gemía la mujer, a pesar de que aguantar el pesado cuerpo de su marido le suponía un esfuerzo.
Entonces, un chasquido en sus cabezas llevó a Fale a aquella sesión de sexo marital; sin que ninguno de los dos le dijera nada al otro, en su mente se desarrollaba aquel encuentro en presencia de su primo o cuñado, respectivamente… Sería la fuerza del morbo o del secretismo de tanto tiempo, pero los dos comenzaron a sentir la llegada del orgasmo, nada más recurrir a esa imagen: Martín por, sin pretenderlo, imaginar como hacía hace tiempo el polvo que debieron echar su mujer y su compadre; y Rosa, por saber perfectamente lo que su marido estaría imaginando, para esforzarse en uno de los mejores polvos que habían echado en sus años de casados.
- Ufff, me corrooo, nena… ¡Me estoy corriendo!- bufaba Martín apretando aún más las nalgas de su mujer.
- Sí, síiiii… Lléname, soy tu mujer… Lléname… Arghhh…- gimió Rosa sintiendo un placentero orgasmo.
Era como si la ruptura de ese tabú, hubiera desterrado un bloqueo que ambos sentían desde hace tiempo; sintieron uno de los orgasmos más salvajes de sus vidas… Martín se incorporó pesadamente, y marchó al baño dejando a su mujer con las piernas abierta en el sofá. Se metía en el baño, se lavó la cara y se miró al espejo como tratando de convencerse que a partir de ahora todo iría mejor… Tras lavarse, se metió su polla flácida dentro del pantalón y fue a salir de nuevo al salón.
Su mujer lo esperaba en la puerta del dormitorio de matrimonio, totalmente desnuda… La observó por un momento pensando en la suerte que tenía con que aquella atractiva mujer estuviera casada con él; porque estaba casada con él, no con su amigo Fale.
- ¿Qué haces, Rosa?- dijo sorprendido Martín con una sonrisa en sus labios.
- Bueno, hoy estamos solos, la niña se queda a dormir en casa de Maite…
- Pero, amor, yo ya no estoy para estos trotes…
- Tenemos tiempo de sobra para que esto se recupere.- rió Rosa echando mano al paquete de su marido.
Después, sin decir una sola palabra más, se dio la vuelta y entró en el dormitorio; Martín veía como Rosa movía su culo de forma provocativa y comenzó a andar tras ella para entrar en el cuarto… Y tras él cerró la puerta del dormitorio y, con ella, la de los miedos y los secretos…
Mientras Maite ya se estaba enrollando con uno de los chicos con los que habían ido a la discoteca, Verónica se tomaba un vodka con lima, dando pequeños sorbos a la pajita que había puesto en el vaso. Ni siquiera se había quitado el abrigo, porque quería salir a la terraza lo antes posible, por la cantidad de gente que había. A su lado, su amiga Soraya hablaba de ella de temas intrascendentes para ella, puesto que por el nivel de la música casi no podía oír una sola palabra.
Junto a ellas seguía aquel tímido chico en el que Vero se había fijado en la fiesta y que, si de verdad estaba interesado en ella, tenía una forma muy particular de flirtear. No es que ella estuviera interesada en que el chico le tirara los tejos, por lo que la verdad estaba a gusto, pero si que echaba de menos algo de conversación con aquel muchacho que se dedicaba a mirarla de reojo y dar rápidos sorbos a su copa.
- ¿Me has dicho algo?- dijo Vero rompiendo el silencio, aún sabiendo que el chico no había abierto la boca.
- ¿Yo? No, no…
- Ya, me lo imaginaba…
- Perdón.
- ¿Siempre sueles pedir perdón por no hablar?- dijo Vero, que se sorprendió con la soltura que llevaba le peso de la conversación.
- Verás, no soy un tío de hablar ni nada de eso…
- Bueno, tampoco te pido que ligues conmigo, ¿eh?- aclaró Verónica un poco ofendida.
- No quería decir eso; me refiero a que este no es mi ambiente…
- ¿Sabes? Me recuerdas a alguien…
El chico la miró como si no entendiera ni una sola palabra de lo que decía, cosa que por otra parte era natural… Por un momento, Verónica se dio cuenta de lo pronto que Rafa había vuelto de nuevo a su cabeza y se enfadó consigo misma. ¿Por qué no se abría a aquel tío, para nada desagradable, y así olvidaba por una noche a su primo?
- Tienes que aprender que hablar con una chica no tiene porque ser, siempre, para ligar.- decía Vero acercándose a su oído para que pudiera oírla.
- Yo no he dicho que no quiera ligar contigo…- dejó caer el chico en la primera muestra de flirteo de la noche.
- Y yo no he dicho que no quiera que ligues conmigo.- dijo Vero dispuesta a dar el paso que no se atrevía a dar, y que antes de conocer a Rafa, le costaba tan poco.
En ese instante, alguien la cogió del brazo, retirándola de su pareja; Verónica casi impulsaba como si fuera de papel, fue desplazada hacia un lado.. Miró algo molesta y allí estaba Oscar con cara de pocos amigos.
- ¡Ey, tío!- protestó el muchacho que estaba con Vero levantándose para defenderla.- ¡Qué está conmigo!
- ¡Que más quisieras, chaval!- dijo Oscar poniendo a Vero detrás suya y mirando amenazante al desconocido.- Y ahora, siéntate y estate calladito, que voy a hablar con mi amiga.
Dicho esto, cogió de la mano a Verónica y la sacó, casi en volandas, a la terraza de la discoteca.
- ¿Se puede saber que coño haces?- protestó Verónica soltando con fuerza el brazo de su amigo.
- Hola, ¿no?- dijo riendo Oscar, descolocando totalmente a la chica.
- ¿Hola? ¿me sacas a rastras de la discoteca, cuando estoy hablando con un amigo y me dices “hola”?
- No me digas que te ibas a liar con ese tío…- seguía riendo Oscar
- ¿Pero a ti que te importa?- se mostraba enfadada la chica.
- Pues bastante, ya te he dejado hacer suficientes gilipolleces como para preocuparme ahora de lo que pienses…
- ¿Y que se supone que tengo que hacer? ¿Guardar luto por un tío que se largó sin darme explicaciones?
- No creo que te quede muy bien el negro…
- ¡Vete a la mierda!- dijo Verónica.
Oscar la pilló desprevenida para darle un abrazo fuerte que casi le cruje las costillas; la chica no se lo esperaba y estaba anonadada de las muestras de cariño que un tío tan reservado como Oscar le estaba dando.
- No te enfades conmigo… No estoy aquí para discutir contigo.
- Pues no has empezado muy bien…- dijo Vero, un poco más calmada, por la actitud apaciguadora de su amigo.
- Sólo quería hablar contigo y no iba a esperar a que terminaras de liarte con ese modelito de pasarela…
- Ya sabías tú que me iba a liar con ese chaval…
Oscar miró a su amiga, arqueando las cejas, dándole a entender que todos los indicios mostraban que sí podía llegar a enrollarse con el chaval de la fiesta de Raúl; ella se limitó a sonreír por el gracioso gesto del compañero de trabajo de su padre.
- Vale, lo que tú digas…- bromeó Vero.- ¿Y cómo que has salido hoy? Me ha dicho Maite que llevabas tiempo sin salir…
- Bueno, sabía que venias tú…
- Si no te conociera, diría que me estás tirando los trastos, pero sabes que mi padre te mataría…
- Lo siento, guapa, pero no eres mi tipo.
- ¿Qué no soy tu tipo?- rió Verónica dando un golpe en el hombro al amigo de su primo.
- Las he tenido mejores…- dijo Oscar con una sonrisa para picar más a Verónica.
- Sí, pagando…- soltó la prima de Rafa aguantando la risa.
- Eso no me ha hecho gracia… Zorra.- bromeó el chico dándole un pellizco en el brazo a Vero.
- ¡Putero!- soltó la chica.
Cuando los dos chicos estaban riendo, llegó como un torbellino Maite que se abalanzó a abrazar a Oscar que casi cae de bruces por el ímpetu de la amiga de Vero.
- ¡Oscaaaaar!- gritó colgándose de su cuello.
- ¡Que me tiras, loca!
- Tenía muchas ganas de verte…- decía besándole la cara muchas veces.
- ¿A qué viene esto?- decía el chico sorprendido por la actitud de Maite.
- Creo que le gustas…- dijo Verónica haciendo que su amiga le diera un codazo.
- Bueno, yo me voy que he venido con unos amigos, sólo quería saludaros… Y pasadlo muy bien…- le guiñó un ojo a las chicas.
- Tú también, pero cuidadito que te estaré vigilando…- decía Maite coqueta, cogida del brazo de su amiga.
- Ok, mensaje captado…- dijo Oscar cogiendo con descaro el culo de Maite.- ¡Ah! Verónica, quiero decirte algo…
- Dime…
- Haz lo que quieras esta noche, no te voy a reprochar nada… Pero, sólo quiero decirte que no es malo no poder olvidar…
- ¿No poder alvidar? ¿A qué te refieres?- dijo mientras Oscar se alejaba.- ¿A que se refería?
- Me ha cogido el culo…- dijo Maite viendo marcharse a Oscar y sin prestar atención a su amiga.
- Y te ha gustado, guarra…
- Bueno, me da morbo…- rió Maite.- Anda vamos a la barra que te invito a una copa…
- ¿Y el tío con el que estabas?
- ¡Bah! que se busque otra, hoy te tengo a ti…
- Maite, a veces, me das miedo…- rió Verónica mientras se acercaba a la barra con su amiga.
Eran casi las nueve de la mañana, de un día de Nochebuena muy peculiar, pues hacía tanto frío que amenazaba con empezar a nevar de un momento a otro; como siempre, Genaro estaba sentado leyendo el periódico deportivo en su banco de los últimos años.
- Hace frío, ¿eh?- dijo alguien sentándose a su lado.
- Un poco sí que hace…- dijo el anciano bajando el periódico.
Allí había un chico con un extraño peinado; una barba de tres días y una mochila colgando de su hombro.
- Rafa, ¿eres tú?
- Sí, Genaro, soy yo…- dijo el chico cogiéndose una de las rastas, mucho más cortas que antes, que caía en su frente.- Regreso a casa…
(CONTINUARÁ en el último capítulo de la saga)