Regreso a casa; Cap 2: Incertidumbre

Eran un sin fin de sensaciones que me estaba proporcionando, pero por primera vez en mucho tiempo me sentía feliz y plena, y era gracias a él.

CAROLINA

Me desperté después de unas cuantas horas, o eso pensaba yo. Estaba acurrucada en brazos de Adrián, con la cabeza acomodada en su pecho, sintiendo levemente su respiración. Me levanté un poco, apoyándome por los codos y durante unos minutos me dedique a mirarle como dormía. No se veía con claridad, pero con la poca luz que entraba de las ventanas, era suficiente para poder vislumbrar algunas facciones.

Después de haber estado un rato mirándole, hasta haberle dado un leve beso me levante de la cama, y me encaminé a la ducha. Me quedé bastante tiempo debajo del agua, necesitaba despejarme y poner mis ideas claras, pero lo único en lo que pensaba es que tenía a Adrián en mi cama, y además desnudo, después de un polvo impresionante.

Joder la que había liado, a lo mejor nunca debería de haber pasado, somos amigos desde pequeños, y nuestras familias se conocen ”. Pensé

" Pero ¿porque pienso en eso? Es un polvo, joder, solo eso, y no va a pasar nada, nada se va a estropear " maldije para mis adentros ser tan pesimista y me aclaré lo más rápido que pude.

Salí de la ducha envuelta con la toalla, y me encaminé hacia mi cuarto. Adrián seguí tumbado en la cama bocarriba, con la sábana tapándole aquello que tenía que tapar, pero con el pecho al descubierto. Sonreí al verle así, apoyada en el marco de la puerta, pero no me quede mucho tiempo, y fui al armario intentando hacer poco ruido para coger algo que ponerme. Me fui a los pocos minutos de la habitación con la ropa interior, y una camiseta de tirantes que ponerme por encima.

Cuando llegue al salón, me vestí rápidamente, y me acerque a la cocina para ver si podía picar algo. Se me antojaban unas tortitas, hacía mucho que no las comía, así que cogí los ingredientes y los puse en la encimera. Antes de empezar eché un vistazo al gran reloj que colgaba sobre la pared, no eran más de las 7:30 y ese día había quedado en comer con la familia, así que era una buena hora de comenzar el día. Puse la radio, en una cadena que ni siquiera sabía su nombre, y comencé a cocinar al son de la música. En Nueva York no tenía muchos momentos para mí, ni siquiera para cocinar, había tenido una vida ajetreada, sin parar de un lado para otro, y el estar así, teniendo un rato para cocinar era una delicia.

Los fogones ya estaban calientes, y preparados para las tortitas, así que no me demoré mucho y comencé a hacerlas. Me había pasado con las cantidades, e iba a tener tortitas para una buena temporada, a no ser que mi querido Adrián tuviera un buen estómago. Volví a sonreír al pensar en él, al recordar en sus labios, y sus manos acariciando mi cuerpo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y la piel se me puso de gallina.

Contrólate Carol ” me dije a mi misma, cerrando los ojos y respirando unas cuantas veces. Al final seguí con las tortitas, con un calor espantoso, y la frente comenzaba a sudarme, pero ya quedaba poco, lo que me quedaba me daba para 4 tortitas más, así que pensaba terminarlas hasta que sentí unas manos agarrándome las caderas y un leve beso en la cabeza.

-Buenos días dormilón.

-Buenas días cocinera, pensaba que te quedarías un rato más en la cama.- Dijo con voz melosa, mientras apartaba mis rizos, para tener mejor acceso a mi cuello.

-Iba a quedarme, pero no tenía sueño, y me rugían las tripas.- Susurre mientras sentía sus mordiscos en mi cuello, que empezaban a hacer mella.- Y seguro que tú también tienes hambre.-Terminé de decir, intentando escaquearme y poniendo un poco de masa en la sartén.

-Sí que tengo, pero no es de tortitas precisamente, aunque huelen que alimentan.

Cuando terminó la frase, yo ya estaba al otro lado de los fogones, sentada en la encimera mientras él me miraba. No podía resistirme a él, era casi imposible, así que abrí un poco las piernas, viendo como él ya se acomodaba entre ellas y comenzaba a besarme. Mis piernas ya se ceñían a su cintura, pidiéndole que no se separara de mí, mientras sus manos subían y bajaban por mis muslos, hasta llegar a mi trasero para acercarme hasta llegar al borde de la encimera. Mis manos se entretenían por su espalda, recorriéndola, llegando hasta los hombros y bajando por los brazos.

Note como Adrián se arrimaba a mí, apoyando una erección bastante considerable sobre mis braguitas. Yo ya estaba húmeda, por no decir empapada, pero Adrián no se sacio con eso, y comenzó a restregarse contra mí. Al cabo de un rato, y ya ni sabía cuándo tiempo estábamos así, ya estaba a punto de explotar, jadeando sobre sus labios, aunque seguía besándole con furia mientras él me los devolvía con la misma intensidad. Me quito la camiseta, y el sujetador también desapareció por la cocina. Seguía restregándose contra mí mientras comenzaba a lamerme los pechos, aprisionándolos con las manos y lamiendo los pezones con devoción.

-Adri, la sartén.- Dije gimiendo, casi sin poder hablar, pero es que ya comenzaba a quemarse la tortita.

Adrián solo se despegó un poco de mí, alargando la mano para apagar el fogón y volver de nuevo conmigo, y echarme un vistazo de arriba a abajo.Cuando me miró, aproveche para deslizar mi mano hasta su bóxer, y meter la mano para alcanzar aquello que tanto ansiaba. Suspiro al contacto de mi mano, y apoyo su frente contra la mía, me miraba mientras comenzaba un vaivén muy lento con mi mano. Me gustaba verle así, a mi merced, sabiendo que yo tenía las riendas. Saque su polla por completo, y eche a un lado mi braga. Adrián me acerco más a él, agarrándome fuerte por los muslos, y entonces acerco su cuerpo al mío, entrando por completo en mi interior.

La situación era surrealista pero no me apetecía pensar, solo sentirle dentro de mí, y cuando comenzó a moverse con más fuerza, se me fue cualquier pensamiento que tenía. Sus manos apresaban mis muslos, dándose más impulso cuando volvía a embestirme. Eran un sin fin de sensaciones las que me estaba proporcionando, pero por primera vez en mucho tiempo me sentía feliz y plena, y era gracias a él. Su boca se coló en mi cuello, susurrando mi nombre a la vez que jadeaba y gemía, era una delicia, un amor de chico.

Yo disfrutaba, disfrutaba como lo había hecho la pasada noche, y estaba tan acalorada que ya estaba llegando al ansiado orgasmo. Sus embestidas eran más profundas, más rápidas, sacándome gemidos que me salían del alma, no podía aguantar mucho más, y por lo que notaba él tampoco. Mis uñas se clavaron en su espalda cuando empecé a correrme, mientras que Adrián seguía penetrándome una y otra vez alargando mi orgasmo, hasta que sentí como entraba con todas sus fuerzas y se corría en mi interior. Adrián se quedó un rato más dentro de mí, sintiendo los últimos choques de su leche, mientras mis contracciones se iban asentando, al igual que nuestras respiraciones.

-Eres fantástica.- Susurro Adrián dándome no de sus besos dulces que tanto me gustaban.

Le seguí en el beso, y a la tanda que les siguieron. Aún seguía dentro de mí, así que salió lentamente y se subió el bóxer, se agachó a recoger mi camiseta y me la devolvió para que me la pusiera. Seguía sonriendo, desde que me estaba besando notaba su sonrisa acompañada de pequeños mordiscos en el labio. Me encantaba, me gustaba todo él, pero debía ir con calma si quería que todo saliera bien. Así que únicamente cogí la camiseta y me la puse, el volvió a darme un repaso con la mirada, mientras intentaba arreglarme lo más que podía.

-¿Quieres desayunar ya?-Dije graciosa mientras bajaba de un salto de la encimera, y le correspondía a su sonrisa.

*

La mañana se me pasó rápido, después del magnífico polvo con Adrián desayunamos animadamente. Me contaba que había pasado con mis antiguos amigos, me ponía al corriente de todo ya que en breve tendría que verles a todos ellos.

Cuando terminamos se fue a la ducha y decidí no ir tras él, aunque me moría de ganas de hacerlo, pero preferí dejarle solo y que estuviera tranquilo. Así que me entretuve fregando los cacharros que habíamos manchado, además de dar un repaso a la encimera donde acabábamos de follar. Después de encontrar mi sujetador al otro lado de la cocina fui a mi cuarto y escuché el móvil de Adrián sonar. Me acerqué a él y vi como era una llamada de su madre, así que me apresuré a ir al baño.

-Adrián, te está llamando tu madre.-Dije entrando de sopetón.

Miré a Adrián de arriba abajo, estaba con el bóxer, pero igualmente se me antojaba apetecible, su pelo alborotado, su cuerpo esculpido como tallado en mármol, y esa sonrisa que podía desbaratar a cualquier chica, por muy fría que fuera.

-Tu... Tu madre.-Volví a decir tartamudeando, mientras dejaba el móvil en el mueble y salía lentamente del baño.

Me hubiera tirado a comérmelo, de nuevo, sin pestañear, pero tenía que controlarme, no iba a tirármelo de nuevo, aunque esas ganas fueran infrahumanas. Escuché la voz de Adrián hablando con su madre, ni siquiera presté mucha atención a lo que decían, estaba en el cuarto, andando de un lado para otro intentando hacer algo sin hacer absolutamente nada. Deje su ropa encima de la cama, y me tiré en la cama, cerrando los ojos.

-Tengo que irme.- Le escuche decir mientras sentía que se tumbaba sobre mi.- Se supone que tendría que haber dormido en casa, aunque ha valido la pena no ir.- Concluyó dándome besos por todo el cuello.

No quería que se fuera, así que abrí un poco las piernas, dejándole un sitio, y lo aprovechó colando sus manos por los costados, debajo de la camiseta, recorriendo los dedos haciéndome cosquillas.

-¿De verdad que te tienes que ir ya?- Le susurré mirándole y acariciándole el pelo.

Él despegó la mirada de mi canalillo, y me miró con ojos de tristeza, y se acercó a besarme de nuevo, invadiendo su lengua dentro de mi boca, y terminando el beso con un muerdo.

-Ah.- Gemí, al contacto con sus manos sobre mis braguitas, ya estaba de nuevo al ataque, acariciándome lentamente, recorriendo lentamente mi coño.

-Estás cachonda.-Sentenció, sonriendo sobre mis labios.

-Pero puedo esperar hasta la próxima visita que me hagas.- Replico.- Por hoy he tenido bastante.

se levanto de encima de mí, y mientras que él iba cogiendo sus pantalones y camiseta yo me levanté, acomodandome las bragas y la camiseta. Adri me mira de nuevo con una sonrisa en los labios.

-¿Tu no paras de sonreír?-Le pregunto pasando por su lado, mientras iba al salón.

-Si estoy con una mujer tan guapa como tú no puedo.- Gritó desde el cuarto.

Me hizo gracia su ocurrencia, pero no quise decirle nada .Salió después de unos minutos, llevaba la misma ropa de ayer, pero igualmente iba guapísimo.

-¿Te veré pronto?- Dije acompañándole a la puerta.

-Antes de lo que crees, te lo aseguro.

Abrí la puerta de la entrada y Adrián salió, pero se quedó ahí inmóvil, mirándome mientras estaba apoyada en la puerta, únicamente con la camiseta y unas braguitas, que por cierto, tenía que cambiarlas.

-¿Me das un último beso?

-¿No has dicho que nos veremos pronto?- Dije haciéndome de rogar

Sonrió y se acarició la cabeza, alborotando su pelo. Me acerque a él y le bese. Le di uno de esos besos dulces que están cargados de ternura, con mis manos en su cuello, mientras él acercaba una a mi nuca y otra a mi cintura. Me separe despacio, pero poco, rozando su nariz con la mía, con los ojos cerrados, pero sabía que él estaba sonriendo.

-Otro...- Dijo susurrando.

No podía negarme, tampoco quería hacerlo, así que le di otro, y otro más, no sé ni cuánto tiempo estuvimos besándonos, ahí, en mi puerta, como dos adolescentes, quitando la respiración al otro, hasta que decidí separarme, y seguramente tendríamos los labios rojos.

-Sabes que no me cansaría de hacerlo.- Le oí decir, mientras acariciaba mi pelo.

-Tienes que irte, o llegarás más tarde.- Sentencié mientras me alejaba de él y me mordía el labio.

-¿Y mi beso de despedida?- Dijo como un crío.

-No más besos. La próxima vez que te vea.- Dije mirándole, aunque me puso una mueca que me hizo mucha gracia. Me acerque rápida a él y le di un pico sobre los labios y me separé.- Ahí lo tienes, ahora a casa.

Me miró gracioso, se mordió el labio y se dio la vuelta. Comenzó a bajar las escaleras, y antes de que se fuera completamente de mi vista, se dio la vuelta para sonreírme, y volver a bajar. Me quede escuchando sus pasos hasta oír como la puerta de la calle se cerraba. Entre en casa, cerrando la puerta con la espalda.

Que me pasaba, ¿acaso estaba empezando a enamorarme de él? No, otra vez no. Eso ya había pasado, solamente era eso, sexo, sexo puro y duro. O eso quería pensar.