Regreso a casa; Cap 1: El reencuentro

Desde siempre, hay motivos para volver a casa, y Carolina no ha sido menos de regresar a su ciudad. Un viaje largo en donde tendrá muchas sorpresas, las cuales no la dejarán indiferente.

CAROLINA

Acababa de llegar a la T1 de Barajas. Hacía varios años que no volvía a Madrid, la ciudad que me vio crecer desde mi niñez, y yo me encontraba de vuelta, tirando de una pequeña maleta encaminándome hacia la salida más cercana. Nadie me esperaba en la terminal, tampoco había dicho a mis padres que vinieran a por mí, prefería ir sola hasta casa, ya que todavía tenía una pequeña casa a las afueras de Madrid, aunque llevara cerrada desde que me fui. Continué mi paso, escuchando el ruido de los tacones al pisar, y salí a la calle esperando el primer taxi que pasara.

Madrid no estaba tal como la recordaba, y en el mes de mayo todavía hacia una ligera brisa que me ponía la piel de gallina. Unas nubes negras comenzaron a nublar el cielo, haciendo casi inevitable que presintiéramos la llegada de una gran tormenta. Un taxi paró a unos metros más adelante, y como una autómata fui hasta él, sin darme cuenta del chico que venía en frente mía, que chocó de bruces contra mí.

-Lo…Lo siento.-Dije avergonzada, recogiendo unos papeles que se le habían caído al chico.

-Tranquila, ha sido culpa mía, estaba pensando en mis cosas…- Dijo el chico, recogiendo las hojas que le estaba tendiendo.

Se las devolví y me atreví a ver su cara. Me topé con unos ojos verdes, los cuales me miraban fijamente, investigando mi anatomía sin dejar ningún recoveco. Pero, esos ojos me eran familiares, al igual que esa cabellera morena despeinada que iba tanto con su estilo. Por un segundo mi corazón dio un vuelco, rememorando de pronto los últimos meses antes de irme a Estados Unidos.

-¿Carolina?-Susurro entornando los ojos, pero con un brillo que me erizó la piel.

-¿Cómo has…?-Dije levantándome de golpe, mirando al taxi, sin poder sostenerle la mirada por más tiempo.

-Tu hermana me dijo que vendrías.-Dijo levantándose despacio, y volviéndome a mirar de arriba abajo, pero, esta vez sin ni siquiera disimular.- ¿Qué tal te ha ido Carol?

Volví a mirarle, aún con tacones él seguía siendo un palmo más alto que yo, y ahora estaba luciendo esa sonrisa que me desarmaba por completo.

“Maldita bocazas” pensé, apretando levemente las mandíbulas.

-Me ha ido bien, no puedo quejarme.- Dije con un hilo de voz.- Espero que a ti también te haya ido bien Adrián.

Conseguí sonreír cuando volví a toparme con sus ojos, pero esta vez estaban más cerca. Sentí su respiración, pero enseguida se pasó ya que solo se inclinó a darme dos besos. Una bocanada se escapó de mi boca, y por un instante sentí un cosquilleo, por el simple roce de nuestra piel.

-Le prometí a tu hermana que te acompañaría a tu casa, ya sabes que ella está ocupada con el trabajo y…

-No pasa nada.- Dije interrumpiéndole, sabiendo lo poco que le gustaba.- Puedo irme a casa sola, no está lejos y todavía tengo las llaves.- Le decía mientras le mostraba una amplia sonrisa, intentando convencerle, así como un ligero toque en su brazo izquierdo.

  • Hace mucho que no veo a Patricia, y sabes lo gruñona que se pone si no se le hace caso… Y quiero que me echen por una niña mimada.

-¡Oye!-Dije cruzando los brazos- Hace cuatro años que no me ves y ¿lo primero que me dices es que soy mimada?

Adrián se empezó a reír de forma escandalosa, contagiándome también su risa y relajándome mucho más desde el encontronazo que tuvimos al principio.

-Venga, sube al taxi que te invito a un café cuando lleguemos.

Al final no pude rechazarme, aunque la verdad, tampoco tenía muchas ganas de hacerlo. Adrián cogió la maleta, poniéndola en el maletero, mientras yo entraba en el taxi, a los pocos minutos, ya lo tenía sentado a lado, hablando amenamente sobre todo el tiempo en donde no habíamos hablado.

Desde que me fui a Nueva York, con los 19 recién cumplidos no volví a saber nada de Adrián. Hacía años que habíamos perdido el contacto. Los primeros meses hablábamos por Messenger y Skype, pero al final por una cosa u otra no coincidíamos tanto, haciendo que la relación se enfriase mucho más. Adrián siempre fue un apoyo, lo conozco desde que somos pequeños, y se puede decirse que desde los 16 he estado detrás de él para ver si podría funcionar algo. Pero al final no pudo ocurrir nada, la tensión siempre se palpaba, las miradas furtivas pasaban de uno a otro junto con las sonrisas picaras… Pero eso ocurrió hace mucho tiempo, justo antes de que yo aceptara mi beca para estudiar diseño gráfico en el extranjero y tener que dejar a Adrián y toda mi familia en Madrid.

Pero aquí estaba Adrián, hablándome de nuevo como si nunca me hubiera ido, con una facilidad increíble como él sabe. Siempre se le ha dado bien la gente, la charla, por eso al final se decidió por hacer relaciones públicas, y no derecho como sus padres bien querían.

Su mano se posó delicadamente sobre mis muslos, mientras gesticulaba y movía su otra mano. Por un momento me puse tensa, pero luego me relaje al sentir las suaves caricias que hacía sobre la rodilla, subiendo lentamente. No pude evitar mirarle entornando los ojos, queriendo saber que quería decir con eso, él únicamente subió un poco más acentuando su caricia. Ahora ya no hablaba, su mano se encontraba en mi medio muslo y comenzaba a hacer caricias por el interior, haciendo que me mordiera el labio inferior.

En ese momento el taxi paró justo en frente de mi casa, un pequeño piso de apartamentos de un color cobrizo, y me salvó la vida, ya que no hubiera sabido que hacer en ese momento. Salí rápido del taxi, dejando a Adrián que pagara. Necesitaba alejarme de él y tomar aire, porque en tan solo unos segundos había aumentado mi temperatura. Saqué la maleta del maletero, y al darme la vuelta, ahí estaba Adrián a escasos centímetros de mí, con una mirada juguetona mientras me volvía a sonreír.

¿Qué cojones tiene que me gusta tanto? ” Pensé quedándome embobada mirando sus ojos verdes esmeralda.

-Tengo que irme ya, estoy bastante cansada por el viaje.- Dije como excusa, apartándome de él y encaminándome hacia el apartamento.

Una fina lluvia comenzó a caer sobre nosotros. “ Bien, muy oportuno ” maldije para mí.

Llegamos al portal corriendo, bastante mojados porque la débil lluvia tornó a más fuerte en cuestión de minutos.

-¿Vas a dejarme aquí fuera con la que está cayendo?- Dijo Adrián, sabiendo su convicción que tenía sobre mí, pero además lo dijo con un tono de voz lastimero, aunque se podía ver su sonrisa y un pequeño destello en sus ojos.

-Anda pasa.

Entré en el portal, y me encaminé hacia las escaleras ya que no teníamos ascensor. Nos tocaba subir hasta el tercer piso y yo iba en cabeza. Noté su mirada recorrer mi espalda y posarse sobre mi culo. En definitiva, a este hombre se le iban mucho los ojos, pero igualmente era un bonito halago que aún se siguiera fijando en mí.

Una punzada de deseo recorrió mi cuerpo. Ya había tenido acercamientos con más hombres, pero con Adrián era diferente, podía dejarme sin saber qué hacer con tan solo mirarme, y esta vez quería tener el control, así que comencé a contonear mi culo cada vez que subía un escalón, sabiendo perfectamente que Adrián estaba contemplando todo.

Llegue hasta la puerta, seguida a escasos centímetros de Adrián. Se podía decir que la situación me estaba poniendo y además era mucho. Una pequeña sonrisa asomó por mis labios cuando sentí un pequeño roce de Adrián por mi espalda, una caricia que se sintió sensual, e hizo que cerrara los ojos durante un segundo mientras abría la puerta de casa.

Me giré antes de entrar, le miré viendo en sus ojos el deseo, y yo le sonreí y me mordí el labio inferior, para de nuevo darle la espalda y entrar a mi antigua casa.

ADRIÁN

Acabábamos de entrar al apartamento de Carol, y todavía no me podía creer que estuviera aquí. Entró ella primero, mordiéndose el labio, y por un segundo me incitó a ir detrás de ella y comérmela entera. Se fui directamente a su cuarto con la maleta en mano, mientras yo me quedaba en el salón observándolo todo.

Hacía tres o cuatro años que no la veía, la verdad es que no lo recordaba con exactitud pero, lo que sí sabíamos, era que había pasado mucho tiempo.

No la rememoraba como estaba ahora porque, sinceramente, se ha había vuelto toda una mujer. No pude evitar despegar mis ojos de su cuerpo desde el primer momento en que la vi. Su cuerpo había cambiado, obviamente, pero estaba preciosa. Lucía todavía su larga melena negra, con unos rizos que me volvían loco, y esos ojos … Madre mía, con ellos podía decirlo todo. Unos ojos grandes y negros también, pero expresivos como ningunos otros, y unos labios que debían ser una delicia. Su cuerpo estaba perfecto, con unas medidas que quitarían el hipo a cualquiera, un culo respingón y unas tetas que pugnaban por salir de la camiseta que llevaba.

Paseé por el salón, mirando algunas fotos que todavía estaban ahí. Patricia me había dicho que la acercara a casa, y lo había dejado todo preparado el día anterior para que Carol lo encontrara todo limpio. No podía concentrarme en lo que hacía, iba de un lado a otro, pensando en Carol, mientras me frotaba la cara con las manos, intentando quitármela de la cabeza, ya que un cercano calor empezaba a recorrerme todo el cuerpo.

Escuchaba como Carol hacía ruido, así que me acerque hasta su cuarto. La puerta estaba entre abierta y me asomé por ella con cuidado. Pude contemplar el cuerpo de Carol que me daba la espalda, estaba en ropa interior y su cuerpo hacía unas curvas que me olvidé de respirar por unos segundos. Pasé mi mirada desde los hombros, hasta la terminación de su espalda. Su culo me seguía pareciendo maravilloso, y me fijé en sus piernas, que estaban perfectas y torneadas. Se veía como mi querida amiga no había descuidado ni una pizca su cuerpo desde que estaba en el extranjero.

Estaba guapa, muy guapa, y sensual… Comenzó a girarse, poniéndose de lado y mostrándome un perfil precioso de su figura. Su pecho era grande, pero no excesivo, guardado en un pequeño sujetador negro, con algo de encaje justo en la copa, y una braguitas a juego, casi minúsculas. Mi respiración comenzó a acelerarse, mientras notaba una erección que empezaba a aflorar.

Me fui de ahí cuando vi como abría el armario para ponerse algo. Estaba cachondo, mucho, y no hacía otra cosa que imaginarme que sería que Carol estuviera entre mis brazos.

Dios mío… ” pensé mientras me tiraba en el sofá y cerraba los ojos con fuerza, intentándome quitar su cuerpo de la cabeza.

Cuando por fin me relajé del todo, noté como el sofá se hundía por mi lado derecho. Giré la cabeza abriendo los ojos, y me encontré con Carol. Tenía las piernas sobre el sofá, y llevaba una camisa grande, que la llegaban por la mitad del muslo, pero que en su postura se levantaba un poco más, dejándome ver buena parte de sus maravillosas piernas. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y la paz que tenía se esfumó cuando la vi.

Ella comenzó a hablar, sonriéndome, contándome alguna de sus visitas que hizo en Nueva York, pero no la escuchaba, ahora mismo no podía concentrarme. La sonreía mientras mis ojos se iban solos, mirando sus labios y bajando, fijándome en sus muslos y las piernas. No lo aguantaba más, el calor de tenerla me invadía, y las ganas de besarla eran mucho mayores así que me lancé, después de casi cinco años deseándolo por fin la bese.

Posé mis labios sobre los suyos, apoyando mi mano en su nuca mientras la otra acariciaba uno de sus muslos. Carol se quedó parada un momento, tensa, pero reaccionó devolviéndome el beso. Las ganas que tenía eran tan apremiantes como las mías, devorándome la boca. Nuestras respiraciones se juntaban, la una con la otra, mientras nuestras lenguas invadían la boca del otro. Mi mano la atraía más a mi, apretándola más contra mis labios, mientras ella rodeaba mi cuello con sus brazos. En un movimiento rápido ella se sentó a horcajadas mías, sin dejar de besarme, y entonces no dude en agarrarla los muslos, masajeándolos con mis manos mientras la estrechaba contra mi cuerpo. Sus manos se volvieron rápidas, ya que comenzaron a bajar por mi cuello y mi tórax palpando mis músculos que ya se adivinaban debajo de la camiseta. Bajó hasta los abdominales, tocándolos, hasta llegar al botón del vaquero. En esos momentos yo no podía pensar, solamente quería sentirla de una vez por todas, y la dejé de besar para mirarla.

Carol estaba impresionante, sentada encima de mí con la boca entreabierta intentando coger aire, mientras sentía cómo sus dedos jugueteaban con el botón. Era sexy, y comenzó lentamente a rozar su sexo con el mío. Mi erección era obviamente palpable, y hasta me dolía de estar encerrada. Me apresuré a quitarla la camisa, agarrándola desde el borde y sacándosela por la cabeza. Vi su cuerpo como hacía escasos minutos. Un conjunto negro de encaje se amoldaba perfectamente en su cuerpo, y una sonrisa pícara se acomodó en sus labios mientras me miraba desafiante.

-Te comeré entera.- La dije, contemplando sus tetas que estaban a centímetros de mí.

-Ya estás tardando.- Me susurró, acercándose de nuevo a mi boca para morderme el labio.

La cogí al peso, agarrándola de los muslos, y levantándome del sofá. Ella se agarro con sus piernas a mi cintura, y durante el trayecto hasta que llegamos a su cama, se entretuvo lamiendo y mordiéndome el cuello, momento en el que me puso aún más cachondo. No me costó mucho llegar hasta su cuarto, y cuando llegamos a la cama la puse sobre el colchón.

Carol se puso boca-arriba mientras me miraba, mordiéndose un labio y estirando los brazos hacía atrás, como queriéndome mostrarme mejor su esplendido cuerpo. Me deshice rápidamente de la camiseta y los vaqueros, quedándome únicamente con el bóxer, mostrando la impresionante erección que ya tenía. Carol pasaba mi mirada por los abdominales marcándoos, hasta bajar a mi polla que pugnaba por salir. Me tumbé encima de ella, apoyándome en mis antebrazos mientras volvía a besarla. Su vientre subía y bajaba rápidamente a causa de nuestras respiraciones. Comencé a bajar por su cuello, dándole pequeños mordiscos, continuando mi viaje hasta la clavícula, y de ahí al principio de su canalillo. La hice levantarse un poco, la desabroché el sujetador y lo tiré por algún lugar de la habitación.

Por fin era mía, a mi merced, y no me lo pensé dos veces cuando empecé a chupar el pezón derecho mientras amasaba el otro con la mano. Me cabían perfectamente en la mano, y yo pellizcaba el pezón, lo mordía y succionaba, haciendo que Carol acariciara mi cabeza, emitiendo pequeños gemidos entregándose a mí. La miré cuando me despegue de mis tetas repletas de mi saliva, y continué mi camino por todo el vientre.

-Necesito sentirte ya…- Me susurro, cuando pasé mis dedos sobre su coño todavía con las braguitas.

-¿Cómo has dicho?- La dije haciéndome de rogar, presionando mis dedos sobre sus labios, de arriba bajo, marcándolos con sus fluidos.

Eché sus bragas a un lado, y comencé lentamente a meter un dedo. Estaba empapada, y oía como me rogaba que la follara de una vez. Sus manos pasaban continuamente por mi espalda, acariciándola, y pasándolas también por mis brazos. De un golpe la metí dos dedos en su coñito, y joder… que delicia. Estaba húmeda, caliente y apretada. Mis ganas eran superiores, y me dolía la polla de tenerla en el bóxer todavía, palpitando por entrar en Carol, pero continué masturbándola una y otra vez, escuchando como Carol gemía sin parar, arqueando la espalda y cerrando los ojos.

-Joder Adri… Por… favor.- Me susurro al oído, atrapando el lóbulo con sus dientes, mientras sus manos se posaban en mi polla, acariciándola sobre el bóxer.

En ese momento perdí toda la noción el sentido, y me incorporé, sacándola los dedos de su coño. La miré de pie, lamiendo los dos dedos que tuve antes en ella, y la quité las bragas, dejando totalmente desnuda, y yo hice lo mismo con mi bóxer. Mi polla estaba erecta, dura, y con ganas de entrar en ella, pero me miro con unos ojos de deseo que me bloquearon en seguida pero Carol se acercó a mí, todavía en la cama, mientras se lamía y mordía el labio inferior. Me miro mientras cogía mi polla con su mano, yo cerré los ojos a su tacto y ella comenzó entonces un vaivén que me hizo gemir.

Su mano subía y bajaba por toda mi polla, y no me resistí a acariciarla la cabeza, sus suaves rizos mientras la acercaba a mi polla para que se la comiera. Joder, es que lo necesitaba… No sabéis las ganas que tenía de sentir su boquita sobre mi polla. Y no se resistió, me obligue a abrir los ojos mientras comenzaba a dar lamidas a mi polla hasta llegar a la punta, donde comenzaba a succionar levemente con sus labios mientras hacía círculos con mi lengua. Yo no paraba de emitir gemidos, respirando entrecortadamente, y repitiendo su nombre una y otra vez. Carol la engullía, no la entraba entera, pero lo intentaba, mirándome fijamente mientras lo hacía. Paraba cuando lo necesitaba, porque al ritmo que iba me iba a correr enseguida, y mi polla palpitaba sobre su pequeña boca.

Carol se sacó la polla de su pequeña boquita y se echó atrás en la cama, tumbándose mientras me pedía con la mirada que fuera, y no lo dude. Me situé encima de ella que abría las piernas dejándome sitio, y comencé a pasar la punta de mi polla sobre su coñito empapado, una y otra vez.

-No sabes las ganas que tenía de esto…- La susurré justo antes de metérsela de una vez.

Carol emitió un gemido que retumbó por toda la habitación, y yo cerré los ojos mientras sentía el placer recorriéndome el cuerpo por esa embestida. Su coñito estaba apretado, y hacía que mi polla se estrechará más, haciendo que me muriera del placer. Comencé un lento vaivén, metiéndola y sacándola la polla por completo, gimiendo en su cuello a la vez que sentía sus piernas aferrarse más a mi cintura, intentando que no nos despegáramos.

Me apoyé en el cabecero porque no aguantaba ese ritmo, necesitaba escucharla gemir que jadeara mientras se la metía, y comencé a follarla más rápidamente, embistiéndola una y otra vez, con más fuerza. Veía como sus pechos botaban mientras lo hacía, así que no me lo pensé mucho cuando volví a sumergirme en sus tetas, lamiendo y mordiendo sus pezones con ansia, notando las manos de Carol en mi culo.

La martilleé todo lo que pude, escuchándola gemir, gritar, diciéndome que no parara. La besaba mientras ahogábamos nuestras ansias de más, hasta quedarnos sin aire, que es cuando nos soltábamos el uno del otro. Pero me cansaba de estar encima de ella, así que girándome, la dejé a ella encima mío, todavía con mi polla en su interior.

Se ve que la gustaba tener el control, ya que apoyando sus manos en mi abdomen, comenzó a montarme como una experta. Carol botaba encima de mí clavándose la polla hasta el fondo, una y otra vez, gritando sin compasión. Cerraba los ojos dejándome llevar, notaba las contracciones que hacía Carol voluntariamente, haciendo que me costara aún más no correrme. Su coño estaba empapado, y cuando se clavaba la polla de una vez haciendo círculos notaba sus fluidos y su coñito ardiendo.

Me senté con ella encima, y la besé de nuevo mientras me cabalgaba. Mi mano se centraba en mi culo, y la otra estaba en su espalda.

-No voy a poder aguantar más…-Dijo apremiante, casi sin despegar sus labios de los míos.

-Yo tampoco, y quiero correrme contigo.

Sus ojos se abrieron, y yo volví a darme la vuelta dejándola debajo. Esta vez no iba a ser compasivo, así que puse sus piernas en mi cuello, y comencé a follarmela como un salvaje. El coñito de Carol se contraía cada vez con más fuerza, mientras no dejaba de gritar, y noté como se corría. Sus manos se fueron a mi culo, y yo instintivamente, la embestí de una sola vez con todas mis fuerzas. Las contracciones de Carol mientras se corría, hicieron inminente mi corrida, que empecé a hacerlo, llenándola de mi leche dentro de ella.

Me quedé un rato dentro de ella, terminando de correrme mientras nuestras respiraciones comenzaban a asentarse. Me salí de ella, sin que su hubiera bajado la erección, y me tumbé a su lado. La besé tiernamente, acariciando su rostro con mi mano, cuando nos separamos me despeiné un poco más el pelo, mientras ella me sonreía y nos tapaba con una fina sábana. La aparté un rizo de su cuello, echándolo a la almohada.

-Bienvenida a casa.- La susurré con franqueza, mientras se acurrucaba en mi pecho y nos quedábamos dormidos.