Regreso a casa (14)

Terminó la estancia por razón del congreso, conocimos y gozamos durante esos 20 días a personas deseosas de liberar sus sentimientos sexuales Y LOS APROVECHAMOS.

REGRESO A CASA (14)

Gran parte de la mañana la habíamos pasado en la habitación de Chris, las cuatro, despidiéndonos de las dos chicas. Se hacía tarde y nos arreglamos a la carrera. Las cuatro teníamos que atender compromisos, así que nos despedimos con promesas de nunca olvidarnos una a la otra.

Al pasar frente a la recepción del hotel descubrimos a Horacio, que aún estaba con clientes, pero en ese momento se disponía a retirarse. Al vernos que pasábamos de salida de la habitación de Chris nos alcanzó y juntos regresamos al hotel en donde nos hospedábamos.

Nosotras íbamos en silencio, muy tristes y preocupadas, no nos había llamado la atención lo que habíamos hecho, ni nos había gustado haber estado con las chicas en su habitación probando sexo, más que nada homosexual.

Mañana nos íbamos a separar, Gloria salía en su vuelo a las 2 y nosotros trataríamos de salir poco después, a una hora y media íbamos a estar pasando aduana.

En una situación normal habríamos estado preocupadas de cómo le íbamos a contar a Horacio lo que habíamos hecho, ahora ni lo pensamos y él tampoco preguntó, no me imaginaba cómo iba él a reaccionar al platicarle de nuestra actividad meramente lésbica. Pero tarde o temprano, en alguna ocasión se lo tendré que platicar. Hoy teníamos que darle una muy bonita despedida a Gloria.

Desde antes del inicio del congreso, los preparativos desde casa, y el programar traer y considerar a mi amiga Gloria como parte de las actividades en éste espectáculo que requería belleza femenina ocupó nuestras mentes, y fue ella la buena opción que consideró Horacio. Consideró su gran parecido a mí, su juventud y experiencia en presentarse en público y saber manipularlo. Estas consideraciones las tomaba en cuenta él y a mí me excitaban solo de pensar que a él le gustaban, al grado de que a veces que hacíamos sexo, antes del congreso, la invocábamos y nos ayudábamos a tenerla participando, aunque fuera virtualmente. Me vestía como consideraba que ella iba a vestir. Ropa de dormir, si yo vestía algo, era pensando en cómo se arroparía ella. A media noche Horacio me quitaba sutilmente el negligé o lo que tuviera puesto y, después de acariciarme inocentemente, le mencionaba a Gloria y era la chispa que encendía los actos más eróticos de que gozábamos. ¡Grandes recuerdos!

Mañana tendremos que despedirnos de Gloría, todos regresaremos a nuestras labores cotidianas. Cenamos en nuestro bar que frecuentamos, muy en calma y tuvimos oportunidad de disfrutar la música, que sentíamos que la tocaban para nosotros. Bebimos un vino que nos ofreció nuestra conocida, la dueña del local. Para despedirnos y que recordáramos nuestro viaje al congreso, nos tocaron una Lambada que ya sonaba un poco más auténtica. Nuestro ánimo estaba por los suelos, callados y solo pensativos, así que dejamos pasar la pieza, que sin duda estaba dedicada a nosotros y nos despedimos para regresar al hotel y empacar, aunque la salida de Gloria era hasta la tarde, ya no nos aguantábamos la tristeza.

En el hotel entramos a la habitación y Horacio, para corregir el ánimo, propuso nos bañáramos juntos. El espacio bajo la regadera no era muy amplio, pero ya desnudos era mejor, nos obligaba a juntarnos más y estar más apretados.

Estando en la regadera, Horacio, que había estado acariciándonos nuestros cuerpos a las dos, y succionándonos los pechos preguntó que como tenían un buen sexo entre dos mujeres, él pensaba que ya nosotras lo habíamos experimentado con nuestras amigas del hotel. No lo negamos y Gloria inició la demostración dentro de la regadera, bajando e hincándose frente a mí.

Sentí cómo me mordía mi pubis y bajaba a succionarme el clítoris, que yo ya tenía bien paradito. Me lo jalaba con sus labios y me sobaba con sus dedos a los laditos de mis labios. Mis piernas se me doblaban. Horacio me detenía y a la vez dejaba que Gloria le chupara y jalara sus huevitos. Le sobaba el ano y hasta le llegó a meter un dedo dentro. Horacio se dejó hacer todo lo que Gloria quería. Nos volteábamos a ver los tres, nuestros pensamientos estaban ahí, en lo que Gloria nos estaba dando. En eso Gloria, como que se emocionó y nos jaló con sus uñas de una asentadera a cada uno, clavándonos materialmente las uñas y dejándonos las marcas, que eran leves. Horacio solo dijo:

“¡OUCH .. ¡” Solo la besó y la jalo de la nuca para que su pene le entrara más a la boca, que, aunque corto ya la ahogaba, le  llegaba hasta la garganta. Yo la observaba con algo de envidia, quería yo tener su pene dentro de mí, que corto no es, aunque lo comparo con aquellos que ya conocimos, excepcionales. Horacio lo tiene adorable.

Salimos de la regadera, nos secamos uno al otro. Al ducharnos nos acariciamos y excitamos, pero no llegamos a ningún orgasmo. Ya secos le dije directamente a Gloria que gozara a Horacio totalmente, como quisiera, ya se iba a ir y no tendría otra oportunidad de disfrutar de él, además que pensara que le vendría su temporada de ayuno al regresar a su casa y su club. La cuenta de días SIN empezaría de nuevo a crecer.

“¡Por lo menos llévate unos a favor!”

“¿No te importa que me siente en tu cama?” Le pregunté a Gloria al sentarme en la matrimonial.

¡Ella se sonrió y contestó!

“¡Siente bonito, deberás de quedarte con nosotros, es tu última noche que tendrías que quedarte sola, pero te deseo aquí, juntito los tres!”

Horacio nos observaba sonriente y le preguntó directamente a Gloria:

“¿Desvestimos a Gloria y que nos acompañe? La desnudamos y si le da frio la acurrucamos entre los dos.”

Y empezaron a quitarme la ropa entre los dos. Aunque nos habíamos echado un regaderazo antes, yo aún me olía a Chris, a su sexo, pero no dije nada. Gloria también tenía un olor diferente y Horacio lo percibió. Nadie dijo nada. Extraño, Horacio siempre detectaba olores y me decía a que olía, pero esta vez cayó.

Nos recostamos los tres en la cama grande, habíamos acarreado todas las almohadas disponibles de todas las camas de los dos cuartos. Horacio sentado en el centro, yo sobre sus piernas y Gloria parte sobre su pecho y parte abrazada.

“¿Cómo les fue en la mañana?” preguntó Horacio.

Ya le iba a contestar yo y en eso Gloria le dijo que él nos dijera primero, que al fin nos iba a contar rapidito, además, que la esposa pedía primero y ella era. Me extrañó la actitud de mi amiga, pero me pareció mejor, lo que nosotros le íbamos a contar yo no lo sentía interesante.

Y nos contó:

“Cuando esperaba recibí llamada  del cliente pidiendo que nos viéramos hasta en la tarde. No me quedó otra más que irme a sentar en la recepción y charlar de vez en cuando con Chris o con Ashley o alguno de sus empleados, que ya me conocían, y pasar el rato mientras me llegaba la hora del compromiso a almorzar con el otro cliente.”

“Es aburrido tener  que esperar, pero tuviste la oportunidad de checar un conjunto de brasier y pantis si era de color azulito muy claro, ¿verdad?” le dijo Gloria.

“¿Qué? ¿Cómo saben que tenía que confirmar el color? ¿Quién se los dijo? ¿De quién hablan?” Preguntó Horacio.

“¡Se me ocurrió pensar que no perdiste el tiempo y lo disfrutaste, aprovechándolo!” Le dijo Gloria. Yo, aún no me imaginaba hacia donde iba la plática de ella, pero sonaba a reclamo muy fuerte, de esposa celosa.

“Bueno, no sé de dónde lo saben, o si hablaron con alguien que se los dijo.”

“Puedes creerme que lo supe desde un principio, me recosté en su cama e inmediatamente reconocí el olor de mi Horacio. A Silvia solo le dije que yo sabía que ahí había estado alguien más, con ella, pero a MI Horacio no lo confundo con nadie más, aunque solo sea temporal, ¡lo adoro!”

“¿Tengo muy fuerte olor?” preguntó Horacio

“¡No, es delicioso, solo que la loción que usas solo tú la tienes!”

“Chris, cuando le preguntamos, solo cayó y desvió la plática, yo ya sabía que habías estado tú en esa cama y ella sospechó que yo me di cuenta. Pero que bueno que así te despediste de ella, ahora te tendrás que esforzar y despedirme a mí, pero mejor.”

Aunque hacer sexo no es difícil, iniciarlo de cero si lo es, sin precalentamiento. Claro, Horacio me abrazó con mucho cariño, pero jaló a Gloria y entre las dos lo abrazamos y besamos. Parecía indeciso de cómo empezar. Gloria se adelantó y lo abrazó, le apretó su pecho clavándole sus hermosos pechos, ella sabía que así lo calentaba. Mientras tanto yo los acariciaba. Me encanta sentir la sedosidad de la piel de Gloria de su espalda y debajo de sus axilas junto a sus pechos, así que aproveché que ella se ocupaba del pecho de Horacio, para sobarle esa área. Le besé y le di pequeños mordiscos en el cuello, ella volteó y me succionó mis pechos jalándome mis pezones con lo que me daba una sensación electrizante que me hacía respingar a veces.

Horacio que estaba boca arriba, ya con su pene bien paradito me movió para que quedara colocada y metérmelo. Gloria se colocó de tal manera que él tuviera su pepita directamente al alcance de su lengua. Éste no tardó y, abrazándola de su trasero la jalaba.

Gloria y yo estábamos sentadas al lado de Horacio, él la jaló para que se le montara sobre las piernas. Su pene estaba medio dormido, antes no habíamos terminado en un orgasmo, así que todavía estaba fácil de revivir. Me di cuenta en eso y pensé que todavía le podría dar algo de su semen a Gloria. Se lo tomé y con la boca se lo logré poner bien vivo, se lo enderecé y senté a Gloria que se lo dejó ir lentamente y en intervalos. Cada vez diciendo algo o haciendo algún ruido. Cuando lo sintió que estaba todo adentro nos dijo que lo estaba sintiendo como nunca, como le hizo falta el haberlo sentido cuando no estuvo con nosotros dos. Cabalgaba alocadamente y le jalaba los huevos a Horacio y se los tallaba entre sus piernas. Yo estaba también montada sobre Horacio, dándole mi espalda, pero acariciando a Gloria que estaba gozando el pene, a la vez que yo le masturbaba el clítoris con la mano.

Me enderecé para alcanzar la boca de Gloria y besarla con mucho cariño. Sentí que ella estaba sintiendo como si fuera yo y lo serio era porque traíamos atravesado ese algo.

Al estirarme tuve que pasar por encima de la pierna desnuda de Gloria, me encantó verle el muslo y su pompa lisitos, firmes, bien bonitos.

Viéndole su trasero lisito y bonito hasta se me antojaron besarle esas nalgas preciosas, y hasta mordisqueárselas suavemente.

¡QUE LOCURA, QUE LOCUUURA! ¡Bien bonitas y suavecitas! Horacio me observó y le pidió a Gloria se acostara boca abajo, sin pantis. Queríamos admirarla y gozarla entre los dos, pero Horacio insistió en que a mí también me quería junto de ella.

Se hincó entre las dos, una a cada lado, las dos con las pompas hacia arriba, y empezó a acariciarnos con sus manos, siguió con su cara y luego su lengua. No dejaba ni un lugar sin besarnos o lamernos. Por la tarde habíamos tenido sexo lésbico con las chicas del hotel, pero para ésta hora estábamos que nos derretíamos y estábamos muy ansiosas de Horacio y él de nosotras. Nos enderezamos y atacamos al pobre de Horacio que estaba ya muy rico y paradito. Nos desquitábamos con su pene, una vez ella lo tenía en su boca y yo me concentraba en sus huevitos, los masajeaba y me metía uno en la boca y después el otro. Gloria, en un 69, le chupaba el pene hasta que tuvo miedo de que le fuera a venir su eyaculación. Él estaba enloquecido con sus nalgas y su ano, se lo lamia y le sobaba la rajada entre ellas, ¡a mi más querida amiga!

Gloria quedaba montada sobre Horacio a la altura de su cuello, como la jalaba de sus nalgas se las separaba dándome oportunidad de disfrutar de su ano en forma de rosa. Le metí, primero un dedo y su reacción fue hermosa, se movía de un lado para otro, como untándose en la cara de Horacio, que le metía su lengua y dedos en su vagina.

Ya conocíamos a Gloria que daba gritos y pujidos en voz alta, ésta vez no lo dejó de hacer, pero el tratamiento que le dábamos duró tiempo, así que nos excitó sin quererlo. Le abrí las piernas más y metí mi cara hasta donde pude, ya casi al alcance de sus labios. Sintió cosquillas y apretó las piernas quedando mi boca apretada contra su muslo. Estaba yo ya tan excitada que le chupé muy fuerte su carne y hasta la mordí suavemente. Ella ha de haber sentido algo de dolor, gritó y a la vez me jaló de la nuca para que le siguiera propiciando el dolorcito. La intenté dejar y ella me volvió a empujar para que siguiera succionando en el mismo lugar, ¡que le mordiera! Yo estaba emocionadísima, le abrazaba la pierna y con la otra mano le acariciaba en la rajada y en su culito.

Me disculpé con Gloria por la lastimada que le di, pero ella contestó

“¡Te lo agradezco, sentí terrible y quería me lo hubieras alargado más tiempo para que se me quedara marcado para siempre, así recordar todo esto que han hecho por mí!”

“Un pequeño tatuaje hubiera sido mejor, ¿no te parece?” le dijo Horacio.

“¡Soy enemiga de los tatuajes, que en mi caso me lo tendría que haber aplicado un extraño y no alguien que amo!”

“¿Te lastimé mucho?”

“¡Déjame verte, voltéate!” le dijo Horacio.

“¡Pues sí se te nota una pequeña marca roja, muy cerca de tu preciosa conchita!” y se la besó.

Horacio hizo pausa, nos volteamos boca arriba y nos colocamos para besarnos los tres a la vez, jugar con nuestras lenguas y pasarnos algo de la saliva del otro y noté el moretoncito de la mordidita que le di entre las piernas, a lo mejor sí se le queda para siempre, como ella dijo que le gustaría.

“¡Gracias, mi reina linda, pero me hubiera gustado que me hubieras mordido fuerte y me quedara para siempre, para recordarlos constantemente!”

“Si se te quedara en ese lugar nunca lo podrías ver.” Le dijo Horacio.

“¡No, tienes razón, pero como todo el día traigo trajes para jugar tenis, se me vería por debajo del calzón y, estoy segura de que los muchachos que llegan a jugar se darían cuenta inmediatamente y me identificarían como ‘La instructora con la mordidita entre las piernas’!” ¡¡¡Nos morimos de risa!!!

“¿Qué tal si Silvia te hubiera mordido al centro de tu nalga? ¿cómo la enseñarías?”

“No creas, ya me ingeniaría para que la descubrieran.”

“¡Pobrecita, te ha de doler!” le dije a la vez que la volteaba boca abajo y le abría las piernas.

“¡Si se te ve muy roja, pobrecita, que salvaje soy!” y le besé el moretoncito, Horacio también se inclinó y se lo besó, pero no se detuvo ahí, abrió su boca grande y le mordió en el centro de su nalga, esta vez no fuerte, pero con una mordida enorme como comiéndosela.

“¡Como me gustaría comerte todita, nos gustas mucho!” le dijo Horacio.

Acomodé a Gloria para que se montara sobre su pene, ella ya no lo iba tener para disfrutarlo, se iba a ir, yo me lo quedaría, así que a ella le tocaba esta vez. Ella se levantaba, y se dejaba caer buscando le entrara lo más profundo. Cada vez dejando oír sus expresiones y sus murmullos. En eso se enderezó, la dejó se le saliera y me pidió nos pusiéramos las dos como perritas, una junto a la otra y que Horacio nos bombeara alternadamente a las dos para que al final repartiera su lechita entre ambas, así como Paul había hecho con nosotras.

Él nos embestía con fuerza, ya había aguantado bastante dándonos tiempo para que alcanzaramos y que tuviéramos nosotras nuestros orgasmos cada una, hasta que, de repente,

“¡VENTE, VENTE MI AMORCITO, VENTE EN LAS DOOOOOS, ¡MAAAS …! DÁNOS TOOO   OOODO! ¡MMGGRRRR!”

Los tres caímos rendidos. Después de un rato de respiro, intentamos ir al baño, yo esperé recostada en una de las camas de la otra recamara, mientras se desocupaba un baño, pero me quedé dormida. Gloria y Horacio ya se habían quedado en la cama grande, pero de repente, sentí que Horacio me cargaba y me llevaba a la cama grande y me recostó junto a Gloria, que quedó en medio. Me besó con cariño y se acomodó en su lado.

En la mañana, después de asearnos y prepararnos para los viajes de regreso, fuimos a desayunar, las dos ya vestidas con lo que íbamos a llevar puesto, claro, yo, muy sport y ligera, ella toda formal, con falda, pantimedias y zapatillas con taconcito, algo maquillada, los labios pintados tenuemente. Una blusa muy escotada, pero enseñando la belleza de sus pechos. La falda de ella no tan corta estrecha en las caderas, pero suelta después, las pantimedias llamaban bastante la atención, dejaba ver bastante de sus hermosas piernas. Se había puesto un conjunto de brasier y pantis color de un rosa muy tenue, caladitos, que habíamos escogido entre las dos en la tienda donde compramos los vestidos. Horacio y yo estábamos orgullosos de verla tan bonita y arreglada, toda una mujer ejecutiva.

“¡Te queremos mucho, nos vas a hacer mucha falta, eres parte de nuestras vidas!” le dije.

“¡Te hemos querido siempre, eres una doble de Silvia, casi igualita!

¡Sé feliz, no nos olvides y vamos a vernos con frecuencia!” le dije.

“Así podrán checar si mi marquita aún los extraña. ¡O a lo mejor, para renovarla si es que ha desaparecido!”

Después de desayunar nos sobró tiempo antes de salir al aeropuerto a llevar a Gloria. Fuimos al cuarto, ella, discretamente se sentó en el sillón y cruzó sus piernas dejando ver mucho de sus muslos. Se enderezó y se sentó con las piernas ligeramente abiertas. Horacio y yo estábamos exactamente enfrente de ella, así que nos dejaba que le viéramos su entrepierna, ella a sabiendas de que así excitaba a Horacio que se levantó, fue hacia ella, y sin decirle palabras, la levantó, buscó el zipper y el broche de la falda y se la bajó.

“¡YA NO HAY TIEMPO, YA NO SE PUEDE!” dijo Gloria contoneándose y haciéndose del rogar.

Horacio checó el reloj y, sin hacerle caso, continuó bajándole las pantimedias hasta que se las zafó y luego las pantis, ellas moviéndose y contoneándose para ayudar, yo me encargué de prepararlas para al rato en que ya sabía iban a aparecer las carreras. Le subió la falda y nos encargamos de acariciar y lubricarle a Gloria sus hoyitos, los dos, desconocía las intenciones de Horacio. La colocó en la orilla de la cama, sobre su estómago y le ensalivamos su ano y Horacio, sin decirle nada, se le acercó y después de tallarle su pene sobre la parte interior de la rajada entre las dos nalgas, para hacer que la sintiera más se la fue metiendo por su culito. Al principio le costó trabajo y Gloria se quejaba, pero con mucha calma ya se lo fue dejando ir,

“¡SI, …….. MÉEETELOOOO, …..  ESTOY SINTIENDO MUY RICO, QUE BUENO, ¡QUE RICO!”

Ella decía que gozaba, que era exactamente lo que ella deseaba y que sentía maravilloso y pedía más y más, con sus gritos. Horacio la embestía cada vez con más fuerza y ella solo mugía y pujaba. En eso me hizo espacio para que cupiera mi mano por debajo de su pierna y le ayudara a sentir más al yo hacerle molinito en su clítoris, masturbarla con mis dedos. Hasta que de repente:

“¡AY, MI VIDA, DÉJAMELO AHÍ, TODO, QUE ME LO LLEVO DENTRO Y PENSARÉ SIEMPRE EN TI. MAAAAASS, ¡MAAAAS!” y se ahogaron sus ruegos en un MMMMGRRRR!

Al poco tiempo, Gloria se enderezó se lanzó hacia mí y me agradeció que le dimos todo lo que ella había deseado. A la carrera le checamos la marquita que le había dejado en sus piernas, todavía se le notaba, pero ya muy tenue. Nos besamos los tres. Y se le salieron las lágrimas. La ayudamos a que se vistiera, a la carrera, no dejaba de llorar.

Se le cumplió ese deseo que tanto quería, que se la metieran por el ano y, además, que fuera precisamente Horacio el que se la metiera. Nunca lo olvidará.

“Ahora si me siento medio patizamba de la embestida tan fuerte que me dio éste hombre.” Dijo al salir en camino al aeropuerto.