Regresando de la playa en bus

Después de tres largos baños en el mar, nos tumbamos en la arena para tomar el sol y a la vez se nos secase el bikini, percatándonos que no teníamos mucho tiempo para ello puesto que el autobús no tardaría en llegar y era el ultimo que nos podía llevar a nuestra urbanización. Todas llevábamos poca ropa como sucede en verano. (fotografias)

Regresando de la playa en bus

Estábamos en pleno mes de julio, hacia mucho calor por lo que decidí quedar con mis amigas en la playa para darnos un chapuzón. He de reconocer que a pesar de disfrutar de la recién cumplida mayoría de edad, éramos muy mojigatas, sobre todo yo. Mis amigas ya habían tenido algún escarceo amoroso con chicos, algún rollo esporádico, si es que se puede llamar así, porque lo más que habían hecho era besarse, aunque eso ya era mucho para mí.

Después de tres largos baños en el mar, nos tumbamos en la arena para tomar el sol y a la vez se nos secase el bikini, percatándonos que no teníamos mucho tiempo para ello puesto que el autobús no tardaría en llegar y era el ultimo que nos podía llevar a nuestra urbanización. Todas llevábamos poca ropa como sucede en verano. Mi mejor amiga llevaba shorts y una camiseta en la que se veía el ombligo. Yo llevaba un vestido de tirantes muy mono y corto que realmente me quedaba bastante bien. En aquella época éramos figurines, cosa que cambia con la edad. Era bastante delgada y estaba muy morenita como a mí me gusta. El vestido era de color naranja y eso hacía que resaltara más el moreno. El bikini no se me había secado lo suficiente así que después de pensármelo mucho, mi amiga me dijo que me lo quitara. No tenía ropa para cambiarme y me daba mucha vergüenza quitarme el bañador pero no vi otra solución. El bikini estaba muy mojado y era posible que se me mojara la ropa. Me puse el vestido y me quité la parte de arriba. El vestidito era de una tela muy fina y se llegaban a traslucir las tetas e intuyéndose los pezones. He de decir que tenia unas tetas muy desarrolladas. Mis amigas estaban bastante planas por eso no entendían a veces mi vergüenza. Todas ellas querían tener más pecho y yo en cambio, todo lo contrario. Hoy en día tengo que decir que estoy muy contenta con mis tetas. Tengo los pezones oscuros y muy pero que muy prominentes. Además había bajado la temperatura levemente y al tener el pelo mojado y tan poca ropa, se me erizó la piel y con ello, los pezoncitos se endurecieron. Ya no podía hacer nada pero me daba mucha vergüenza que se marcasen tan descaradamente.

Pero esto no fue todo. La braga del bañador también estaba mojada y me preocupaba coger alguna infección por frío. Cuando lo comenté con mis amigas me dijeron que me la quitase. Yo no me lo podía creer. Estaban diciéndome que no llevase nada debajo del vestido. Me sorprendió su comentario pero también me excitó la idea. Les dije que no era posible porque llevaba falda y que se me podría ver algo. Ellas me dijeron que no era probable que me viesen nada si me andaba con cuidado. Creo que a ellas también les gustaba la idea y por eso les dije que si ellas lo hacían, yo lo haría. No creí que aceptarían pero lo hicieron. Claro, que no me di cuenta que ellas llevaban shorts, y yo vestido. Ya no podía dar marcha atrás, así que con una mezcla de vergüenza y excitación, me bajé las bragas del bikini en la playa mismo.

Nos pusimos en marcha camino al autobús. Tardamos diez minutos en llegar. El camino se me hizo eterno puesto que se había levantado una leve y traicionera brisa y tenía que andar con mucho cuidado. Mis amigas se reían muchísimo pero yo no me encontraba a gusto. Me estaba arrepintiendo. Me sentía como si fuese desnuda por la calle y parte de razón tenía ya que mis pezones delataban mi frío y habían mojado un poco el vestido. Se marcaba la areola oscura a través del vestidito y estaban completamente empitonados.

Cuando llegamos al autobús, había una larga cola. Nos acercamos y enseguida me di cuenta a dónde se dirigían las miradas. Tanto los hombres como las mujeres, se giraban para mirarme y yo me moría de la vergüenza. Había miradas de todo tipo. La de los varones eran miradas lascivas en su mayoría. La de las mujeres variaban más; alguna mirada de odio, alguna de envidia (sobre todo de señoras de cierta edad), otras no las entendía. Había algunas señoras que miraban casi tan descaradamente como los hombres. Hubo una que no olvidaré, me miró de arriba abajo como si me fuese a comer. Me estremecí ya que no estaba acostumbrada a que una mujer me mirase de esa manera. Al estremecerme, mis pezones estuvieron a punto de reventar el vestido y eso que no lo llevaba demasiado apretado. De nuevo se levantó el viento y casi monto el espectáculo en la cola del autobús. Digo casi, porque no llegó a verse mucho pero algo se vio. Miré al suelo esperando que nadie hubiese visto nada pero eso no fue así. Un hombre de unos 35 años, se me acercó disimuladamente y me dijo que tenía un coño maravilloso. Tenía muy poco pelo en él y mis labios menores sobresalen a los labios mayores. Además tengo un lunar en el labio menor. Sé que no es común pero precisamente, eso es lo que le gusta a mi novio. Bueno, a lo que iba. El señor no se movió de mi lado y me iba diciendo cosas al oído. Me dijo que le gustaban mis tetas y sobre todo, mis pezoncitos, duros como piedras a causa del frío. Continuó susurrándome al oído, diciéndome que era muy excitante ver a una niña tan guapa y exhibicionista sin ropa interior.

Yo estaba callada e intenté cambiarme de sitio pero con tanta gente era imposible. Si me adelantaba me decían que no me colase y si retrocedía, mis amigas me lo impedían porque no querían perder el sitio.

El hombre, que estaba enfilando los cincuenta, continuaba susurrándome al oído palabras subiditas de tono. Dentro de mí pensaba que era un viejo verde pero también sabía que me lo tenía merecido por haber hecho caso a mis amigas. El viento seguía aumentando y yo hacía esfuerzos sobrehumanos para que no se me levantara el vestido. La mujer continuaba mirándome y cada vez era una mirada más descarada. Ya no sabía que hacer, excepto sujetarme la falda.

Por fin llegó mi salvación, el autobús. Con tanta gente ya no me tenía que preocupar de sujetarme la falda porque era imposible que se me levantara. Accedí rápidamente al interior y sin darme cuenta, me empujaron hacia atrás. Mis amigas se encontraban a un par de metros. Las veía pero el gentío impedía acercarme. Cuando me di cuenta de quien estaba detrás de mí, ya fue tarde. De repente, sentí una mano debajo de mi falda. Venía de atrás y ni siquiera me podía girar a mirar porque con tanta gente era imposible moverse. Intenté apartar la mano pero de nuevo, resultó imposible. Pensé en chillar pero sentía mucha vergüenza por no llevar ropa interior. No quería que nadie se enterase y menos mis amigas. Intenté moverme, pero nada.

Me encontraba muy nerviosa ya que nadie excepto yo, me había acariciado mi coñito. Fue una sensación muy rara. El autobús giraba de un lado a otro y tuve que sujetarme al agarradero para no caerme. Estaba atrapada con las manos sujetas pegada a la persona que me estaba tocando. Estaba convencida de que se trataba del viejo verde. No era tan viejo y ni siquiera era feo pero en aquel entonces le veía muy mayor. El autobús frenó y caí de espaldas al pervertido notando toda su dureza. Eso me preocupó puesto que no había tocado nunca una polla. Mis pezones estaban respondones y la mano seguía acariciando los muslos. Supongo que al no encontrar una oposición por mi parte, el hombre se relajó y continuó adelante. La mano llegó a su destino. Me estaba tocando suavemente el sexo. Sentí unas cosquillas en el estómago mientras miraba alrededor pensando qué hacer. En cada parada entraba más gente y parecía que nadie se bajaba del autobús lo cual me perjudicaba. Se notaba que mi admirador estaba disfrutando ya que se pegaba a mí para que notara su excitación. La tenía grande y muy dura. Mi miedo iba perdiendo fuerza mientras aumentaba mi excitación. Acariciaba sutilmente mi clítoris. Mi cabeza ya no pensaba. El hombre de la mano se dio cuenta que me iba relajando y aumentó la intensidad del movimiento. De repente, noté cómo me introducía un dedo. El autobús seguía su curso y me resultaba increíble que nadie se diese cuenta. La experiencia más fuerte de mi vida y nadie era consciente. El dedo se introdujo con facilidad ya que sin quererlo, estaba muy mojada. Él se dio cuenta y probó con un segundo dedo. Este último se notó con más intensidad pero no tardó en ceder. La situación era muy complicada.

Mis amigas me miraron alarmadas ya que debieron darse cuenta por mi rostro que algo raro pasaba, así que les sonreí para no delatarme. En ese mismo instante me di cuenta que otra persona me observaba. Cuando dirigí mi mirada hacia la persona, me quedé anonadada. La señora que me miraba descaradamente en la parada del bus aguardando la llegada de este, se estaba dando cuenta de lo que pasaba y estaba disfrutando.

La mujer sonreía mientras depositaba en mí una mirada de lo más lasciva y complice. Le gustaban mis pezones o por lo menos, hacia ellos se dirigía su mirada. Estaba muy cerca de mí pero había una señora entre ambas. De repente el autobús frenó y volví a caer hacia atrás notando aún más la excitación del desconocido. La señora que me separaba de la mujer rubia de mirada impetuosa, se bajó en la parada y con la entrada de nuevos pasajeros, la mujer quedó en frente mio, completamente pegada a mí. Me sonrió sabedora que me tenía al alcance. Comenzó a subirme el vestido por la parte delantera aprovechando el gentío que había en el autobús. Estaba pegada a ella y nadie excepto mis nuevos amigos podían ver mi cuerpo desnudo. La mujer continuaba subiéndome el vestido mientras los dedos continuaban haciendo su trabajo. Me tenían a su alcance y nadie podía evitarlo. La mujer me toco las tetas y acaricio los pezones con la palma de sus manos, después bajo hasta mi clítoris rozándole cariñosamente, el señor aceleraba cada vez más el ritmo. Yo ya estaba muy excitada y cuando la mujer me tocó el clítoris, gemí sin poder remediarlo. Gracias a dios, nadie se dio cuenta porque intenté ahogarlo pero ya no podía evitar disfrutar. Estaba alucinando ya que los orgasmos que me proporcionaba a mi misma no eran tan intensos. Además era mi primera experiencia sexual. La mujer continuaba tocándome las tetas pero no contenta con eso, me hizo moverme un poco para que me situase entre la pared y ella, y poder evitar la mirada de los demás pasajeros. Tras un movimiento brusco del autobús, ella aprovecho para agacharse y chuparme uno de mis pezoncitos. Bajó hasta la rajita y chupó con mucho mimo toda la zona. Debía estar saladito puesto que no me duché después de salir del mar. Estábamos llegando a nuestra parada y no sabía qué hacer. La mujer subió hasta los pezones sin dejar de tocarme el chocho con la mano. Me lamía el pezón mientras me rozaba el clítoris con la mano derecha y el hombre me introducía los dos dedos. Nadie se daba cuenta o eso hacían ver. Las piernas no me sujetaban por lo que estaba colgada literalmente del agarradero. Los dos disfrutaban de mi cuerpo como si no me perteneciese. Estaba fuera de mí. Ahora sólo me importaba terminar e intentar que nadie notara lo que quedaba por venir. Me recorrieron unos escalofríos. La mujer volvió a incorporarse y comenzó a tocarme el pezón sin dejar de mirarme a los ojos. La tenía a un palmo de mí. Ella gozaba con mi respiración y sin duda, estaba absolutamente excitada. El hombre comenzó a acelerar y su respiración también aumentó por lo que supuse que se estaba masturbando. También la mujer lo hacía pero más suavemente como si su intención no fuese correrse en ese momento, simplemente quería disfrutar un poco mas. Mis piernas flojeaban cada vez más y justo cuando llegó el autobús a una nueva parada, exploté. Ya no podía soportarlo más. Mi vagina estaba ardiendo, al instante me corrí. Fue realmente impresionante. Mi cuerpo sufrió unos espasmos muy intensos y durante un instante, que se hizo eterno, traté de ahogar mis gemidos. Agaché la cara porque la tenía colorada pero la mujer la sujetó con la mano. Me imagino que le excitaba ver mi cara al correrme. El hombre también se corrió y por lo que sentí, la mayoría cayó sobre mi redondito y duro trasero. Sentí que el culo se me mojaba, y también mi coño. La mujer se apartó un poco y el vestido cayó tapando mi cuerpo.

Yo estaba alucinando por todo lo que había vivido pero parecía que para el resto, no había pasado nada. Ni siquiera mis nuevos amigos delataban nada de lo sucedido. Actuaban como si nada hubiera ocurrido.

En la siguiente parada se bajaron los dos. Antes de irse, el hombre me tocó el culo mojado por debajo del vestido y la mujer me guiñó el ojo mientras me sonreía lujuriosamente. Mis amigas me llamaron para bajar del autobús. Me incorporé como pude y concluí aquel increíble e inolvidable viaje. Mis amigas hablaban de lo aburrido que había sido el trayecto y yo, simplemente, me mantuve en silencio. No hubiera sabido qué decirles. Aburrido no fue, eso desde luego queda claro. El orgasmo fue impresionante. No tenía ninguna experiencia sexual y de pronto, había estado con un hombre y una mujer a la vez. Yo no lo elegí pero supongo que las circunstancias llevaron a ello. Nunca me sentí como aquel día. Volví a casa agotada, con temblor en las piernas y en estado de shock. Al cabo de unos minutos me masturbe pensando en lo sucedido.