Regio especimen
Es un chavo como de veintitantos años, flor de exuberancia, juventud insultante.
Regio espécimen. Por un lado, los oriundos de esta ciudad se autonombran Regios, por el otro, que carajos, tengo debilidad por ellos, por los norteñotes, señores hábiles y de gran porte, simplemente Regios.
Si, por lo menos, en mi experiencia con ellos, son unas personas bonitas, trabajadoras y bien cachondas.
La mirada del bato, era fija, fija en mis movimientos, en mi cuerpo, en mi cara. Yo había sentido desde hacia rato en la hilera para checar el boleto, que alguien me observaba, nunca determine el origen. Subí a la pre-sala para abordar, llena y atiborrada, esperando la asignación de punto de abordaje definitivo. Yo metido en mi libro, me olvide del sentimiento de observación y continué absorbido por mi mente y por mi libro.
Llego el momento de llegar a la sala y los ciento y pico de pasajeros estábamos ya listos, ahí comencé mi gusto, jóvenes y viejos, mujeres guapas y señoras caderonas. Fue cuando por primera vez identifiqué al alguien que andaba viéndome. Piel exquisita, velludo de todos lados, camiseta reflejando un gran pecho, cintura pequeña, no mucha nalga y unos pantalones de mezclilla amplios y a la vez sexys. Quien sabe porqué sonreí. Quien sabe porqué movió su cabeza, de arriba a abajo y mostró su espléndida dentadura. Eran como dos días de barba que traía, bien podía ser modelo de revista, pestañotas y mucha ceja.
Está bien, una sonrisa no se le niega a cualquiera, pero no me le iba a quedar viendo todo el día, por lo que mi espíritu citadino, me castigó y me puse a ver como ya se preparaba el abordaje. Me formé mecánicamente, sin ser ordenado o requerido. Sin darme cuenta de quien o quienes estaban a mi alrededor.
Pero la curiosidad y la hormona, me hicieron voltear y buscar, así como que nadie se da cuenta. Nada, ya no estaba, voltee para el otro lado, nada. La gente se juntaba más y sentí, al dar un paso para atrás, que pisaba a alguien, mi sorpresa al virar y pedir perdón, pues era el Regio, mi "lo siento", su "yo más", mi risa y su sonrisa. Los nervios me entraron, apoco nunca te ha excitado tener a un ejemplar de más de uno setenta, atrás de ti. Es cachondo, sentir que pudiera pasar que rozara mis nalgas en él y comenzara a sentir su bulto en mis nalgas.
Pues así como que no quiere la cosa, mi maletín y mi calentura, me hacían parar las nalgas y tratar de que su lápiz escribiera su autógrafo en mi piel. El score final, dos veces su mano y uno mas, para la parte frontal de su pantalón. Él no evadía mucho el contacto, pero tampoco se descaró.
Yo pasé primero, me ubique en mi asiento de ventanilla turista y una señora, se ubicó en el pasillo de mi hilera. Avión pequeño con tres asientos y el de en medio, vacío.
Suerte la mía que el Regio fuera el feliz ocupante del asiento a un lado mío, estrecho y presto al contacto. Pero nada, ni él, ni mi estómago vacío.
Comencé a mirar como todavía metían más maletas al avión, perdí la noción de la espera y mis pensamientos rondaban en mis quehaceres en la ciudad norteña, dos días de vago y hasta el lunes trabajar allá.
Oigo un compermiso y su cuerpo irrumpe mi pensamiento. Que agradable sensación, estar a un lado de él, mi Regio. Piernas recias que pretenden no intimidar, brazos peludos que rozan mis brazos lampiños, codo en mi codo, sonrisota la mía.
Durante el trayecto de más o menos una hora, todo un caballero, rozando mis brazos, sus piernas tocando las mías, como si me conociera. Pero nada pasó, solo su calor que me traspasaba y mis ganas de conocerle más.
Llegar y bajar, recorrer pasillos y tomar un taxi, irme al hotel céntrico de una ciudad moderna y bien portada. Salir a caminar y perderme en sus calles, llegar a la gran plaza y tomar fotos. Ir a la parte renovada y meterme en un restaurante, comer y seguir leyendo.
Absorto estaba y con mis entretenimientos mentales, me hundí en mi mismo y oigo una voz, que dice, "que casualidad". Levanto los ojos y si, ahí estaba, con la misma camiseta, viéndome y mi reacción inequívoca de gozo extremo, "hola, cierto, que coincidencias".
Bien educado me pide sentarse, yo sonriente le digo que adelante, porqué no.
Que qué haces en mi ciudad, de donde eres, que te trae por acá. Multitudes de preguntas, saber que estudia en la capital y que llegó a su casa y no había nadie, que no trae llaves y que se le ocurrió venir a este restaurante, que qué voy a hacer, que si me gustan las chelas, que si soy casado, que si tengo hijos.
Demasiadas preguntas y demasiadas desviaciones del camino principal. Cabrón, pienso entre mí, demasiada insistencia, demasiada confianza. Pero mi sentimiento capitalino, cede y mi espíritu de aventura sale, dirigimos nuestros espíritus a conocernos más. Mejor en el bar del lobby del hotel, le digo y él acepta.
Seis de veinte mesas están ocupadas, acudimos a una apartada de los demás y en vez de sentarse frente a mí, se sienta al lado. Su camiseta ya no se encuentra en el pantalón, ahora juega afuera y como que no quiere la cosa, muestra su ombligo, lleno de mucho pelo. En la Universidad privada en la que estudia, tiene la oportunidad de darle al gimnasio y su interés es el pecho y que le crezcan las nalgas. Río de la ocurrencia, exploro con mi mirada su cuerpo, nada que me evite pensar que algo anda mal, en este encuentro y en su cuerpo. Acompaña su plática con ademanes que llegan a mi cuerpo, toques en mi brazo y en mis hombros. Pequeños indicios que le gusta estar aquí y que no sabe que hacer, marca su celular y nadie le contesta.
Es un chavo como de veintitantos años, flor de exuberancia, juventud insultante. La conversación llega al tema de que no tiene donde quedarse y que lo que hará es seguir insistiendo en su casa para ver quien llega. Quería que fuera sorpresa y sorprendido se quedó él.
Comienza una pequeña discusión, yo, diciéndole que no hay pedo, que se quede en el hotel, él defendiéndose a medias de mis insinuaciones. Mi insistencia y mi soledad como pretexto, le dicen que por algo suceden las cosas. Que no se preocupe, que no tengo malas mañas y que si las tuviera, me las aguantaría. Sonríe, pero pone una condición, él paga la parte que le corresponde del bar y no hay bronca.
Desde que lo vi en el Restaurante, mi calor inguinal no ha cedido. Ahora con sus palabras me siento más caliente que nunca y pagamos, yo voy por delante y subimos al elevador al sexto piso. Salgo y me pregunta que tipo de ejercicios hago, que mi cuerpo está bien y que mis nalgas están duras y grandotas. Más intimidad no es posible, le digo que nunca he hecho nada para tener las nalgas así, que solo hago mucha pierna, pecho y abdomen.
Habitación de hotel de ejecutivos, caray, una sola cama y un gran sillón, que ahí estará bien, que me da las gracias de recibir a un desconocido, que no me preocupe y que todo saldrá chingón. Entra al baño con su mochila y yo me lapido por atrevido, que no me haga ilusiones, pero cede mi hormona y me estoy cambiando a unos shorts con camiseta sin mangas, blanca y olorosa.
Prendo la tele y veo lo que pasa. Sale del baño, igual, con unos shorts de lycra y una camiseta como la mía, nada más que de básquetbol. Este chavo se rasura, tiene demasiados parejos los vellos del pecho y nada del mismo en las axilas. Sonrío y le invito a que destape dos chelas del pequeño refrigerador de la habitación. Le cambia al termostato de la habitación y ahora afuera, como adentro de mí hay calor.
No ha quitado la conversación y las preguntas, ahora las mías rondan por averiguar si tiene novia, dice que no, que si tiene amigas, dice que pocas, que de que se mantiene en la ciudad y es donde pongo mis ojos abiertos, me dice que baila. Averiguo más y mi boca se abre de par en par. Es un striper, en varios clubes, tanto gays, como de mujeres y saca buena lana.
Ya se me hacía demasiado buen cuerpo, todo un metrosexual. La curiosidad y mi calentura, hacen que conozca su vida, no tiene pareja y de vez en cuando lo invitan a cenar, tanto hombres como mujeres. Bueno, pues le pongo en un canal de videos musicales y la música de discoteca me hacen pedirle me enseñe sus artes. La segunda chela ya está abierta y me pide me siente en el sillón, que en la cama no se le da.
Orale, voy a tener un show particular. Comienza la música y sus movimientos eróticos, primero para calentar el ambiente, luego para calentarme a mí. Primero a un metro de aquí y luego va acortando la distancia, quitándose la camisa, mostrándome su pecho y veo que la lycra le hace verse sensacional. Baila por delante y por detrás, mi erección se encuentra escondida en mis shorts de mezclilla, pero siento como comienzo a lubricar.
Conoce su chamba, es todo un maestro en el arte erótico del baile, pero ahora la distancia más corta, sus curvas hechas y naturales, se acercan más y más a mí. Como todos los stripers, sabe mover su cadera, que acerca peligrosamente a mi boca, yo aplaudo y emito piropos, que bien te mueves, al decirlo yo, comienza a bajar la lycra y me enseña su pubis rasurado en triángulo. Se voltea y me muestra que en la espalda no tiene nada, más que músculos, sus brazos portentosos hacen movimientos querendones. Mete la mano al short y asoma una cabeza no circuncisa, se está erectando.
Cae en el sillón a un lado mío y me sonríe, no mames cabrón, le digo y toco su brazo, le digo que está chingón. Su mano me paga, pellizcando mis pezones. Me dice que qué buena suerte y que no hay pedo, que ahora anda de vacaciones. Qué me querrá decir, que ahora no cobra, que es de a gratis.
Pues tú no estas mal, me dice y acaricia mi pecho, sus manos lo aprietan, acerca su cara y la deposita en mis piernas. La peda que traemos hace romper inhibiciones, tanto de palabra, como de sentimientos, que se siente muy solo y lo bueno fue ubicarme y encontrarme, todo el tiempo como gato en mi regazo, acumula sus energías en mi vientre, su mano la mete por las piernas de mi short y comienza a acariciar mis nalgas, que sin ropa interior se encuentran. Comienza a morderme la verga encima del pantalón corto, es la antitesis del striper que solo le gusta hacerla de macho.
Al recibir semejante tratamiento, mi mano explora su espalda y acaricio, detecto lo cachondo que es. Comienza a violarme el ombligo con su lengua, no ha dejado que su mano salga de mis nalgas, urga y encuentra mi culo. Cada camino que hace con su boca provoca que mis músculos abdominales se contraigan, soporto con extenuante cara, el trabajito.
Cada quien con sus manos ha llegado a introducir ya un dedo. Sin pena, saca su mano y chupa su dedo, no temo lo peor, soy bastante pulcro, pero eso nunca me había sucedido. La música en la televisión, moderna y electrónica, después de que ya me ha dejado en posición horizontal y ahora está encima de mí, hace que su cuerpo me este culeando, sin culearme. Recorre su lengua mis pechos y mis peludas axilas, aspira y chupa. Muerde levemente sin dolor la parte del bíceps que está a un lado de mi axila. Ubica su boca en mi hombro, mientras observo que se pretende quitar el ajustado medio pantalón.
En vez de irse directo a mi boca ansiosa, me besa el oído, fábula fantástica, su lengua, ahora, pretende penetrar mi cavidad auditiva. Sabe calentar, sabe perfectamente su faena. Mis hombros se contraen, sus dientes muerden mi oreja. Encabronadamente me debilita. No se que hacer, pero le pago con la misma moneda, faltaba más. Tiene mis mismas reacciones, ojos cerrados, boca abierta, hombro contraído y languidez moral.
Ahora si, nos besamos, nos comemos en un beso monumental, con las bocas abiertas y acariciándonos las lenguas, nos abrazamos y no deja de mover su pelvis en la mía.
Me voltea, ya desnudo y me quita todo, introduce su arma viril entre mis piernas, mi sudor como buen lubricante y su tamaño, hacen que la cabeza de su instrumento choque con mis testículos, rígido hasta la chingada, hace como si me estuviera penetrando. Sus manos delante de mí, tocan mi chingona verga. Su cara recrea su contorno en mi cuello, volteo yo la cara y su lengua hace nuevamente el milagro, que yo pierda la conciencia. Claro, momentáneamente, porqué yo no me lo iba a perder.
Mi excitación llega al climax. Momentáneamente deja que un brazo acuda a su mochila, abra un cierre y saque un plástico. Todo esto, sin dejar de moverse. Oigo el zurco del paquetito que se abre y con demasiada habilidad se pone el condón. Yo estoy viendo hacia abajo y siento que mis nalgas se abren y que una enorme presión acude a mi ano. Su mano tapa mi boca y pujo hasta que algo avanza. Arde mi corazón y mi intestino, arde como fuego en mi interior.
Venia preparado, saca un tubo y con una sola mano lo abre y deposita en sus dedos el líquido transparente. Embadurna todo y mi todo. Abre mis piernas con sus piernas y yo proyecto mis nalgas hacia su cuerpo. Ahora ya no siento más ardor, siento la calidez del tubo que avanza y avanza.
Pero algo toca en mi interior y le impide avanzar más, esquiva el impedimento y ahora me ensarta más. Siento el pulso de su verga y mi pulso en él. Siento como sin avanzar expande mi interior. De una posición totalmente acostado, con mis fuerzas lo voy subiendo y sintiendo que entra todo. Su verga es más ancha en su parte más baja, lo que hace que yo ponga los ojos en blanco. Sus manos se ubican en mis hombros y él ahora hincado y yo ahora colmado, recibo la despedida y la bienvenida. Sabe el trayecto que me pone loco.
Caliente y vaporizante situación, como se moviera al bailar, con música apropiada y benéfica, de fondo, sale casi todo y entra totalmente. Ay cabrón, me estás dando placer, hasta donde nunca pensé que sucedería. A veces para arriba se dirige, a veces para abajo. No lo puedo creer, por lo que una de mis manos se van atrás de mis testículos y palpan la magnitud de la abertura, el que me la esté dejando ir todita.
Baja sus manos a mi pecho y me aprieta con sus manos. Me siento exprimido y suculento. Baja más y confirma que estoy evacuando líquidos por mi pene. Su mano acaricia mi pene y mis huevos, me hace abrir más las piernas y ahora incrementa su velocidad. Golpe de su cadera en mis nalgas, interrumpe su mete y saca. No se quiere venir todavía. Hace movimientos en los cuerpos, para que ahora yo esté viendo a la pared, al cuadro marino y que mis manos toquen ese arte.
Lame mi espalda, mi cuello, yo hincado en el sillón y él de pie. Hay un espejo que no había notado, a mi izquierda. Largo, que refleja a un hombre recibiendo y a otro dando. Nos estamos viendo en el espejo, me calienta más observarlo y ver como me acaricia y como se contrae. Comienza el acto final. A una velocidad indómita, me perfora, me pistonea.
Va a llegar, ya se va a venir, lo veo en su cara reflejada, en sus movimientos rápidos, en su profundidad que alcanza. Jadea, casi grita y engorda más su falo. Incrusta en el latex sus mecos, su semen. Y va por el segundo empuje diestro. Casi me alza de tanto que quiere estar en mí. Increíble, pero siento en mis cavidades como su semen recorre desde abajo para arriba, por tercera vez y ya totalmente con su cara en mis espalda, me da el estoque maestro. Chingón me acuesta y no se sale de mi interior. Trata de recuperar la respiración.
Sale del interior, pero el condón queda adentro de mis cavernas. Con una mano, se apiada y lo saca. Me voltea y conserva en su mano el condón. Lo toma de la punta cerrada y lo exprime en mi verga. Comienza a lamer sus mecos en mis testículos y engulle mi pinga.
Su educación y su chamba, le dicen que yo falto. Hace que mi verga se erecte y que y vea al cielo. Poco a poco, sin mucha indiscreción, quiere y logra que yo casi me venga, su boca me sopla y me lubrica, su semen mezclado con su saliva, provocan que yo disponga mis manos a su cabeza, él por otra parte, dirige sus dedos a mis nalgas y mete dos dedos en mi interior. Que placer, masajea mi próstata y saborea mis mieles. No ha dejado espacios de tiempo y yo me endurezco más y le suelto todo en su boca. Dos veces impacto mis líquidos en su paladar y su garganta.
Saborea y me suelta, es un fetichista de semen, porqué sube su cuerpo y me besa conmigo en su boca. No sabe mal, pero tampoco es común que me suceda, que tenga un Regio chingón conmigo y que falten dos días para que lo suelte.