Regalos envenenados, regalos encantados

Así comenzó, mi vida.

Regalos envenenados. Regalos encantados.

Esta historia me sucedió hace un año.

Terminaba el verano, me acababa de trasladar a vivir a Madrid. Mi madre, que había enviudado hacía tres años, se había vuelto a casar con un alemán, más joven que ella, que no me gustaba nada. Eso me motivó a dejar mi querida isla Gran Canaria y con ayuda de parte del dinero que nos dieron del seguro, por el accidente de mi padre, vine a vivir aquí.

Alquilé un pequeño apartamento en un buen edificio de una zona residencial, cerca de la Castellana; me matriculé en una academia, para estudiar informática y electrónica, que me apasionan, y empecé a conocer Madrid.

En la academia, hice amistad con una chica, Eli, con la que empecé a salir algunas veces. Soy tímido y me cuesta mucho profundizar en las relaciones, creo que tengo mucho miedo a que algo de lo que haga no guste; en mi antigua ciudad, también había conocido a muchachas, pero nunca había llegado a nada importante.

A las tres semanas de estar viviendo en mi nuevo apartamento, se mudo al edifico Luis. Yo vivo en la planta baja, y el iba a vivir en el primer piso, justo encima de mí.

Mi nuevo vecino, como luego supe después, se acababa de separar tras doce años de casado.

Llegaba a mi casa, después de la academia, cuando lo vi descargando paquetes, al notarlo un poco apurado, me ofrecí a ayudarlo. Él me agradeció la ayuda y así durante un buen rato colaboré en descargar los bultos que tenía en su coche, un todoterreno grande, totalmente repleto de bolsas y cajas. Cuando terminamos, abrió su cartera y me ofreció unos billetes, yo le dije que no, que era su vecino de abajo, y que lo considerara un favor entre vecinos.

  • Gracias chico, sin tu ayuda me hubiera costado mucho…, realmente estaba muy apurado cuando llegué y pensaba que yo solo me las tenía que arreglar para descargarlo. –Me dijo, y añadió, - ¿Cuál es tu nombre?, yo soy Luís.

  • Soy Alex, encantado, cualquier cosa que necesites… vivo en el piso justo debajo.

Luis me había parecido una persona muy agradable y se le notaba alguien con clase, yo le calculaba unos treinta y cinco años.

Al día siguiente cuando regresé a casa, a la hora de comer, al mirar el buzón, me encontré un sobre; cuando lo abrí, dentro, había una pulsera dentro de una bolsa de piel, y una nota que decía… "gracias por tu ayuda de ayer, Luis". La pulsera, eran dos cordones, uno de oro blanco y otro de oro amarillo, trenzados, era preciosa y cara, pero no era masculina. Ya en el apartamento, me quedé contemplándola un buen rato, era una joya preciosa, como pude, me costó bastante cerrarla, me la puse en la muñeca derecha. ¡Era bella! Después de contemplarla, decidí subir donde Luís, iba a devolvérsela, me parecía demasiado como regalo, y no quería que pensara mal. Llamé a la puerta, pero nadie abrió. Por la tarde tenía que ir a la academia y no se por qué, no pude evitar llevar puesta la pulsera, me encantaba sentirla. Creo que todos los compañeros se dieron cuenta, pero nadie dijo nada, solo Eli que me dijo que no quería seguir saliendo conmigo, no sabía por que lo dijo, pero realmente, por algún motivo, no tenía ganas de luchar por ella y no le dije nada, solo "está bien".

De vuelta otra vez en la casa, decidí de nuevo subir a casa de mi vecino, esta vez abrió la puerta.

  • Hola Alex, ¿Cómo estás?

  • Bien, vine a devolverte tu regalo

  • ¿No te gustó?

  • Bueno, sí; pero es… demasiado. –No quería decirle que no era muy apropiado.

  • Te ruego, que lo aceptes, de verdad, ayer me hiciste un gran favor, además te queda muy linda. Si quieres y puedes, hoy necesito tu ayuda, tengo que colocar los cuadros y colgar unas cosas, te pagaré

  • Te ayudo, pero no tienes que pagarme nada. Te parece que es poco con tu regalo

  • Eso no tiene importancia, de verdad, considéralo un favor entre vecinos. – Repitió la misma frase, que yo le dije el día anterior.

Durante un rato estuve colocándole los cuadros e instalándole un equipo de música, todo era muy valioso. Se notaba que Luís era una persona de una buena posición económica. Cuando hube terminado, de nuevo, intentó darme unos billetes, a lo que me negué.

Al día siguiente, otra vez, cuando abrí el buzón había otro sobre. Esta vez a parte de la nota de agradecimiento, había unos pendientes de aro, a juego con la pulsera. Supongo que como llevo el pelo muy largo, me llega a los hombros, Luís no se había dado cuenta de que no uso pendientes, ni siquiera tenía agujeradas las orejas. Cuando salí hacia la academia, me llevé la cajita con los aros en un bolsillo. Al llegar al edificio, donde estudio, decidí entrar en una tienda de bisutería que hay en el portal de al lado.

  • Señorita, por favor, ¿perforan los lóbulos?

  • Si, claro

  • ¿Puede hacerlo ahora?

  • Por supuesto, - yo era el único cliente que había. Y añadió… ¿Qué pendientes le gustan?

  • Gracias, tengo los míos. – Le dije abriendo el estuche.

  • Son preciosos, -me dijo con una sonrisa cómplice, ella sabía perfectamente que eran de mujer. Y añadió… - Y te hacen juego con la pulsera.

Con un algodoncito, procedió a empaparme de alcohol, la zona de mis lóbulos y con una especie de bolígrafo, procedió a agujerearlo, tan apenas si noté nada. Me los puso.

  • Ahora no te los quites en unos días, o se cerraran los agujeros, como son pequeños, no te molestaran mucho.

Le di las gracias, le di cinco euros y salí. Como llevaba el pelo muy largo, no se veían, pero yo sabía que los llevaba y eso me gustaba.

En la tarde, apenas cinco minutos después de haber llegado a mi casa, sonó el timbre de la puerta, era Luís.

  • Hola, disculpa que vuelva a molestarte, - me dijo.

  • Ahora iba a subir a tu casa, es por lo del regalo… no debiste...

  • No es gran cosa, espero que te haya gustado. Hoy vengo a pedirte otro favor… He traído mis equipos informáticos y quería saber si podrías instalármelos.

  • Claro, subo ahora mismo, es lo menos que puedo hacer.

Me llevó unas tres horas, instalarle y configurarle todo. Eran equipos fabulosos de última generación.

Cuando acabé

  • Alex, me preguntaba si te quedaban bien los pendientes.

Me recogí el pelo con una mano, como si fuera una coleta, enseñándole mis orejas.

  • Sí, son preciosos. – Le contesté.

  • Espera un momento, -me dijo. Y al cabo de un momento volvió con un estuche en su mano. – Es para ti.

En la caja había una gargantilla magnífica, también de dos vueltas trenzadas, una de oro blanco y otra amarillo, a juego con la pulsera y los pendientes.

  • ¡Luís!. - No sabía ni que decir.

  • ¿Me dejas que te la ponga? – Sin decir nada más se colocó detrás de mí, procediendo a colocármela. Yo con una mano me agarraba el pelo, mientras le dejaba hacer. No se por qué, sentirlo, así, cerca, me producía un algo, que no sé como explicarlo, me gustaba.

  • Eres increíble, - le dije.

  • Me gusta que te guste, te queda magnífica.

Le di un beso en su mejilla y me fui, estaba turbado.

Ya en mi apartamento, lo primero fue dirigirme a un espejo, donde estuve un buen rato contemplando mi rostro vestido con los pendientes y el collar. Me encantaba la imagen que allí se reflejaba.

Al día siguiente, fui a la academia, con los regalos de Luís puestos. Toda la gente se quedó mirando, paro nadie dijo nada, solo a la salida se acercó a mí Eli.

  • Estás muy guapa. –me dijo.

  • ¡Oye niña!. –Le dije enojado, y continué… - ¿pero no dijiste que no querías saber nada de mí?

No dijo nada, me dio la espalda y se fue.

Al volver de nuevo al centro de estudios, por la tarde, se acercó otra vez Eli, dándome una cajita.

  • Quiero que seamos "amigas".

  • Y esto. – Le dije señalando el paquete.

  • Un regalo, he estado de compras y me acorde de ti - y volvió a decir- para que seamos amigas.

Mientras ella, terminaba de decir la frase, llegó el profesor y eso puso fin a la conversación. Guarde la caja en mi mochila y me senté en mi lugar.

Por un rato estuve dándole vueltas a la cabeza, acordándome de las palabras de Eli y de su regalo, no pude más, y le pedí permiso al maestro para ir al baño, quería saber que había en la cajita.

  • Según cerré la puerta del aula, abrí la caja. Dentro había unas braguitas, unas braguitas azul oscuro, con el frente transparente con unas flores bordadas, la tela era muy suave y agradable. Continué hacia el baño y allí, no se por qué, me la puse, acaricié con mi mano la tela, puesta sobre mi cuerpo, me gustaba, me puse el pantalón encima y volví a la clase. No se notarán, pensaba. Ya en la clase, cuando entré ví la mirada de Eli, buscando mis ojos, yo procuré no mirarla, estaba avergonzado. A la salida, así mismo la evité, yéndome rápido a mi casa.

Cuando me desperté al día siguiente, advertí que había dormido solo con las bragas puestas, me agradaba. Ese día era sábado y me tocaba lavar y arreglar la casa. En la colada puse las bragas con el resto de la ropa y cuando se terminó de lavar, lo tendí todo en la terraza. Por la tarde, tenía que ir a hacer mis compras de la semana. Las braguitas ya estaban secas, y lo primero que hice fue ponérmelas, terminé de vestirme y salí.

La compra de los sábados, siempre la hacía en un hiper que hay cerca de mi casa. Cuando entré, ya con mi carrito, me dirigí al pasillo de la ropa interior femenina, pasé muy despacio y estuve tentado de comprar algo, pero me daba vergüenza y no lo hice, aunque ganas no me faltaban, yo estaba muy a gusto sabiendo que llevaba puestas mis braguitas y algo me hacía desear probarme otras, pero no me atreví. Así mismo al pasar por el resto de la sección de ropa femenina, empecé a desear esa ropa, los sujetadores, las medias, las faldas, los pantaloncitos ajustados, las blusas, todo me gustaba, pero no para una mujer, me gustaba para mí.

El resto del fin de semana, lo pasé en casa sin salir. Tenía la cabeza loca. Había descubierto satisfacciones nuevas… un algo con Luis, un no sé con Eli y un placer muy fuerte cuando llevaba alguna cosa puesta de mujer. Eran todas cosas tan extrañas, al menos para mi, pero me daba cuenta que estaba disfrutándolas.

El lunes cuando llegué a la academia, se me acercó Eli.

  • Y qué... ¿Quieres ser mi amiga? – me preguntó.

  • Si me gustaría, -le dije bajando mis ojos.

Se acercó y me toco el pantalón, por mi trasero.

  • Llevas puesto mi regalo, eso me gusta.

  • ¿Se nota?

  • No te preocupes, lo he sabido al tocarte. – ¿Te gusta?

  • Sí.

  • Somos amigas… ¿Te gustaría ir de compras conmigo a la salida?

Toda la conversación permanecí sin atreverme a mirarla a los ojos. Me gustaba que me tratara en femenino y me excitaba la idea de ir de compras con ella.

A la salida nos juntamos, ella se dirigió donde yo estaba y me dio un beso en la mejilla.

  • Alexa, guapa, vas a ver que bien nos lo pasamos.

Fui caminando a su lado, hasta que llegamos al corte inglés. Yo iba fijándome en sus movimientos, en sus gestos… ¡quería aprender de ella!

En el centro comercial, subimos directamente a la planta de ropa juvenil y allí a la sección de chicas.

  • ¿Te gusta? – me dijo refiriéndose a una falda azul corta plisada.

  • Si es muy linda, - le contesté.

  • Y verás que es muy cómoda para llevarla. Tú serás… una cuarenta, bueno, cogeré también una treinta y ocho.

Se dirigió a los percheros y de allí cogió dos.

  • Ven vamos a que te las pruebes.

  • ¿Y como? – Le dije perplejo.

  • Tú, solo, entra conmigo al probador.

Dejándome llevar entré con ella en el probador. Fui a ponérmela con los pantalones puestos cuando ella

  • Quítatelos, no tengas vergüenza, solo te puedo ver yo, tenemos que asegurarnos que te quede bien.

Procedí a quitarme los pantalones.

  • Te queda linda la braguita, - me dijo y añadió, pero con esos pelos tendremos que hacer algo.

Mientras me ponía la falda, la más chiquita ella me corrigió

  • No te la subas tanto, este modelo es a la cadera, -y procedió a cerrarme la cremallera, que estaba en un lado, y añadió, - Te queda muy bonita… ¿Verdad?

  • Sí, me gusta mucho, - le dije y comencé a quitármela rápidamente, tenía miedo que alguien me pudiera ver.

Cuando salimos la dependienta se dirigió con mucha educación a mi amiga

  • ¿Le queda bien a la señorita?

Y Eli sin cortarse le contestó

  • Si le queda muy linda a ella. – mirándome a mí.

Me comencé a ruborizar, quería que me tragase la tierra, pero la dependienta actuando con mucha profesionalidad, por muy contrariada que estuviera, hacía ver como que todo era normal.

Eli, me dio la falda, que yo llevaba en la mano, mientras continuamos paseando entre los percheros y las estanterías.

  • Mira que linda. – Me dijo al pasar junto a unas camisetas negras, que llevaban grabado en letras rosas "bud girl". Se acercó y cogiendo una talla L, se me acercó con la prenda extendida, colocándola delante de mi torso.

  • Alexa, esta te quedará muy bien, es tu talla, y no es cara.

De nuevo estaba sorprendido por su manera de actuar,

Con las dos prendas nos dirigimos a la caja. Allí estaba la dependienta que nos había atendido antes.

La señorita, con mucho cuidado, procedió a doblar las prendas y las introdujo en una bolsa.

  • Son ventinueve euros.

Con rapidez Eli, sacó una tarjeta de crédito.

  • Te las regalo yo bonita, -me dijo, asegurándose de que la dependienta la oyera bien.

  • Gracias, chicas, intervino la dependienta y dirigiéndose a mi. –Espero que te queden bien. Vuelve cuando quieras.

  • Le has gustado, - me dijo Eli.

  • ¿Tú crees?, - le contesté, mientras pensaba… como chico o como chica.

  • Si Alexa, le has gustado, vamos a la cafetería.

En la cafetería, Eli le pidió al camarero dos batidos de fresa, no me preguntó que quería tomar, pero entendí que era un batido lo que me debía de tomar.

  • Sabes Alexa, este fin de semana empecé a salir con un chico es muy cool.

Realmente Eli se estaba comportando como si yo fuera su amiga, y el papel me gustaba.

  • ¿Sí?.. ¿y te gusta?.

Y así permanecimos mucho rato hablando de nuestras cosas, bueno de sus cosas, yo no me atreví a decirle que yo también había conocido a Luís.

Seguía fijándome mucho en su manera de actuar, de mover sus manos su cuerpo, como se expresaba, incluso al final intenté imitarla un poco. Quería parecerme a ella.

Al salir cogimos un taxi, que me dejó en mi casa, mientras ella continuaba a la suya. Se despidió de mí, con un beso en la mejilla que yo le correspondí.

  • Hasta mañana guapa. –Me dijo.

  • Hasta mañana Eli.

Ya en el apartamento corrí rápido a mi cuarto a ponerme la ropa que habíamos comprado.

Era una sensación maravillosa, conforme me la iba poniendo, notaba como cada vez me iba excitando más, solo tuve que tocarme un poco para correrme, como nunca lo había hecho antes. Con mi leche, ensucié las braguitas y la falda. Me dio mucha pena tener que quitarme esa ropa, pero tenía que lavarla. Una vez que la lavé salí a tenderla, cuando estaba sujetando con una pinza la falda oí a Luis

  • ¡Alex!

Mire hacia arriba y allí estaba él.

  • Hola. – Fue todo lo que fui capaz de decirle.

  • Necesito que me ayudes. Tengo un problema con el ordenador, sube si puedes.

  • Sí ahora subo.

Por un momento pensé en quitar la braguita y la falda del tendedor, para que no pudieran verlas allí puestas; pero al final decidí dejarlas.

  • Gracias por subir, tengo un problema se me ha quedado colgado el ordenador y tengo miedo de que se pierda la información.

El problema era serio tuve que entrar en el sistema y poco a poco ir desmenuzándolo, hasta que al cabo de varias horas conseguí aislar los archivos que necesitaba Luís, era una hoja de cálculo muy compleja.

  • No sabes como te lo agradezco, aquí tengo toda la información teórica de mi empresa; de haberla perdido me hubiera vuelvo loco. Pídeme lo que quieras, está concedido.

  • No Luís, de verdad no me debes nada, el miedo que tenía era que no hubiera sido capaz. No sabes cuanto me agrada ayudarte, has sido tan bueno conmigo.

Esta vez fue él, el que al despedirme me dio un beso en la cara.

Esa noche al dormir, fue la primera noche que dormí sin llevar mis bragas puestas, lamenté mucho no haber comprado otras. Por la noche estuvo lloviendo y al día siguiente tampoco me la pude poner para ir a la academia, me tuve que poner un bóxer, no me agradaba.

En la puerta del edificio donde estudiaba, me esperaba Eli.

Cuando me vio se acercó dándome un beso, y poniendo su mano en mi trasero.

  • Hola, Alexa, cielo. ¿Cómo estás?

  • Bien. ¿Tú?

  • No te has puesto braguitas… ¡ya no te gustan!

  • Sí, pero las he lavado y no estaban secas. No tenía otras.

  • Cielo, si lo hubiera sabido, te hubiera comprado más ayer. Sabes… vamos ahora mismo a comprar, aunque lleguemos tarde, no quiero que estés contrariada.

  • Cariño, no es tan grave… No pasa nada.

  • Cielo, no voy a permitir que no te sientas linda. Vamos.

La acompañé. Muy cerca había una tienda de lencería. Eli se paró allí frente al escaparate.

  • Tienen ropita preciosa, entremos. –Me dijo.

La tienda la atendía una señora de mediana edad, muy arreglada y muy pintada.

  • Buenos días… ¿Qué deseas? – Dijo, dirigiéndose a mi amiga.

  • Buenos días… Estoy buscando unas bragas, que sean cómodas y sexis.

Supongo que la señora de la tienda, estaba un poco extrañada que una muchacha fuera a comprarse sus braguitas con un chico, y que actuara con tanta tranquilidad.

Al cabo de unos segundos puso sobre el mostrador cuatro cajas de charol, y empezó a mostrarle a Eli la primera. Era una braguita, parecida a la que me había regalado Eli, pero ésta era blanca y más transparente en el frente. Mi amiga la cogió entre sus manos.

  • Es muy suave y bonita… ¿Te gusta Alexa? Es muy cómoda y estas costuras no se notaran mucho aunque lleves pantalones o minis ajustadas.

Al oír las palabras de Eli, me quedé confundido, pero a la vez excitado, lo que no esperaba fue la reacción de la dependienta.

  • ¿Qué juego es este? ¿Qué pretendes jovencita reírte de mí?

Mi amiga, mientras yo estaba totalmente avergonzado, con mucha seguridad, le contestó.

  • A mi amiga… le gusta usar bragas, como a cualquier chica. Yo también uso bragas… ¿Y usted? Supongo que también. ¿Porqué ella no puede?

  • ¡Es un chico! – Respondió airada.

  • No crea, todo no es lo que parece, no se da cuenta de su collar y de su pulsera… Alexa, enséñale los pendientes.

Ante la aptitud de mi amiga, me había vuelto más seguro y sin ningún problema, sujeté mi pelo para que pudiera ver mis orejas con sus lindos aros.

  • No sé chica… supongo que cada uno puede hacer lo que quiera y yo estoy aquí para vender… Sabes algunas veces he visto como mujeres compraban ropita que no era para ellas, y he pensado si sería para sus maridos. Incluso hombres han comprado, diciendo que era para un regalo y estaba segura que era para ellos, pero nunca me había pasado que un chico aceptara, abiertamente, que la ropa es para él. ¿Entonces os quedais con esta?

  • Sí. Y muéstrenos otra en negro, todas las chicas tenemos que tener alguna en negro. Le respondió mi amiga.

La dependienta abrió la segunda caja y de allí saco una tanguita negra.

  • No, esta no. –Le dijo Eli y añadió, en esta le costaría más… sentirse segura.

  • Entiendo. –Le contesto la señora, asintiendo con la cabeza.

A continuación, de la tercera cajita, saco unas bragas negras preciosas, muy caladas en el frente, con muchos bordados y puntillas en el contorno.

  • ¿Te gustan? – Me preguntó mi amiga.

  • Sí, son preciosas.

  • Sí lo son, pero con estas tienes que tener cuidado de no ponértelas con pantalones claros y muy ceñidos, pero segura, que te quedan ideales. - Y añadió, dirigiéndose a la dependienta. - Nos las quedamos también. Queremos además unas medias, unas en tono tostado y otras en negro; Alexa se compró ayer una falda y ahora cuando empiece el otoño, no podrá llevarla sin medias.

  • ¿Quieres pantys?

  • No, sueltas con una bonita liga, que sujete bien. Así ella cuando se vea se va a sentir más hermosa.

La señora de la tienda se volvió a la estantería de su espalda de donde cogió dos bolsitas.

  • ¿Te gustan éstas?... Son muy finas, - dijo dirigiéndose a mí.

  • Si son muy bonitas. – Contesté.

  • Son una preciosidad, pero ten mucho cuidado con las uñas al ponértela, son muy finas y delicadas. – Me dijo Eli.

  • ¿Es todo señoritas?

  • Por el momento sí, dijo mi amiga, acercándole su tarjeta de crédito.

Ya en la calle, al pasar junto a una cafetería le dije de entrar a tomar algo, tenía tantas ganas de ponerme mis bragas nuevas, no podía esperar a llegar a la academia.

  • Claro, cielo. Yo voy pidiendo. Ve tu al baño, que sé que estás deseando cambiarte.

Entré en uno de los WC. y rápidamente me despojé de mi pantalón y los calzoncillos, saqué las braguitas blancas y me las puse, estaba totalmente excitado, creo que desde el mismo momento en que me junté con Eli y comenzó a tratarme de chica, me comencé a excitar, ahora con la braguita puesta ya no aguanté más, me arrodillé junto a la taza y sacando mi poya, por un lado de la braguita, me hice una paja riquísima, que duro muy poco, a los pocos segundos ya me había corrido. Me limpié con muchísimo cuidado, me puse el pantalón y salí.

Cuando llegué donde estaba mi amiga, no se que habría notado, me dijo

  • Estabas muy excitada… ¿No? Te gusta ser chica. ¿Verdad, cariño?

  • Me encanta. Es algo increíble.

  • Pues ya verás… cuando te acaricie un chico. ¿No lo has pensado?

Aunque es verdad, que había pensado en Luís, no se lo dije.

  • No, y me da miedo.

  • ¡Ay cariño! No sabes lo que es, cuando sabes que un chico te desea. Tenemos mucho trabajo por delante, pero eres un encanto y estoy segura que serás una chica encantadora, con tu hombre.

Cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue recoger la ropa que estaba tendida. Con mucho cuidado planché la falda, tiene su trabajo planchar una falda plisada, pero quedó muy bien, una vez lista, me la puse junto a mi camiseta de chica mala. Me satisfacía mucho ir por la casa así vestida. En mi cabeza, seguían revoloteando las palabras de Eli, que se mezclaban con mis pensamientos en Luís. Unos minutos después sonó el timbre de la puerta, como pude me puse un albornoz, para que no se viera mi ropa, y salí a abrir.

En la puerta esperaba un mensajero, con un paquete plano, muy grande.

  • Buenas tardes… ¿Alex?

  • Esto es para usted, firme aquí.

Cuando abrí la caja, contemplé absorto, un maravilloso vestido de coctel, negro, con la falda acampanada y brillantitos en el frente. Con el vestido venía una nota….

"Deseo que te guste y te siente bien, te espero a cenar en mi casa a las nueve. Tu Luís"

Cuando leí la nota, el mundo se me venía encima, por una parte me halagaba mucho, la invitación y que dijera "Tu Luís"; pero por otra parte tenía mucho miedo de no estar a la altura de las circunstancias. ¡Y faltaban solo siete horas! Después de reflexionar un poco sobre todo esto, me di cuenta, que mi vecino "Mi Luís", habría notado mi ropita, femenina, tendida, así como la satisfacción que había sentido al recibir sus joyas. Pero… en siete horas, ¡Me quedaba tanto por hacer! Cogí el teléfono y llamé a Eli, como pude, le conté todo lo que había pasado. ¡Increíble! Ella no se sorprendió

  • Alexa, bonita, cuando viniste a la academia con la pulsera, pensé que te la había regalado otra chica, pero cuando te ví con la gargantilla y noté tus aretes, estaba segura que te los había regalado un hombre, un hombre de excelente gusto, y esperaba que siendo amigas encontraras el momento de contármelo. Aunque había quedado con mi nuevo novio, no te preocupes, voy a tu casa. – Tras un breve silencio, continúo. – En unas dos horas estaré allí, tengo que hacer antes unas cosas. Estate tranquila, todo saldrá bien.

Decidí aprovechar la espera, para probarme el vestido. Me entraba muy bien, pero no me gustaba mucho como me quedaba. ¡Ojala, Eli, fuera capaz de hacer un milagro! pensé.

Habían pasado casi tres horas, estaba muy nervioso, cuando llamaron a la puerta. Era mi amiga con una gran bolsa y dos más pequeñas.

  • Alexa, cielo, ¿Cómo te encuentras?

  • Intranquila, no sé, ni que debo de hacer, ni por donde empezar.

  • No te preocupes, bonita, que todo va a salir bien. Ve al baño y dúchate, yo voy preparando unas cosas mientras tanto, espérame allí.

Cuando estaba secándome, entró ella.

  • Alexa… me hará falta una bata. ¿Tienes?

  • Sí, - le dije, señalándole el albornoz.

Sin ningún tipo de recato, como lo más normal, comenzó a quitarse la ropa quedándose solo en bragas y sujetador. Luego se puso la bata.

  • Así no me mancho con la cera. – Me dijo, y añadió. – Ponte solo las braguitas y túmbate en el sofá, he puesto unas toallas para que no se manche, voy a quitarte los pelitos.

Durante más de una hora estuvo aplicándome bandas de cera, los tirones me hacían mucho daño, especialmente entre los muslos y el pecho.

  • Cariño, ser una chica guapa, no es fácil. Te voy a aplicar estas ampollas, que poco a poco harán que te salgan menos. Quítate ahora las braguitas.

Con la cera había conseguido que ningún pelo de mi pubis, sobresaliera.

  • Ahora te voy a recortar un poco los pelitos y darle una forma linda, no te preocupes que le gustará a tu hombre.

Procediendo con unas tijeras y ayudada con un peine, fue dejándome más cortitos los pelos. Cuando acabó parecía el coñito de una chica.

  • Ven siéntate aquí, - me dijo, indicándome una silla frente al espejo del tocador, y continúo. – Ahora te voy a hacer las cejas.

Con mucho cuidado, fue arrancándome los pelitos, más de la parte de abajo, para darle una forma arqueada.

  • No te las voy a dejar tan finas como me gustaría. Pero te van a quedar lindas.

Frente al espejo, mi rostro se iba transformando. ¡Es increíble, lo que pueden hacer unas cejas pequeñas y arregladas! ¡Empezaban a reflejarse dos caras de chica, en el espejo! ¡La de Eli y la mía!

  • Cariño, - me dijo, - ahora voy a enseñarte a maquillarte, presta atención.

Con cada una de sus acciones mi rostro era más y más femenino, femenino y hermoso. Y cada vez, me sentía más mujer, y eso me hacía estar totalmente excitada. Eli lo notó. Cuando terminó de maquillarme

  • Alexa, ahora, lo más importante, te voy a enseñar, como debes de acariciar y saborear el miembro de tu hombre. Lo normal es que no esté tan excitado como el tuyo, por lo que primero deberás acariciarlo, con suavidad, hasta que se ponga duro. Así.

Yo no sabía si ella lo estaba haciendo por enseñarme o también estaba excitada. Estoy seguro que también estaba disfrutando.

Comenzó con su mano a acariciarme, entre las piernas debajo de los testículos, y luego me acarició mi polla con sus manos, aumentando cada vez más el ritmo.

  • Eli, no puedo más.

Al oír mis palabras dejó de hacerlo, no quería que me corriera aún.

  • Alexa, cariño, tienes que aprender a controlarte un poco, intenta pensar en otras cosas, no puedes hacer creer a tu hombre que estás tan deseosa; ellos necesitan saber que te excitan, pero no tanto.

Mi polla seguía tiesa, pero al menos había conseguido no venirme.

Eli, volvió a tocarla, pero esta vez de una manera muy suave, al momento se agachó y comenzó a darme lamidas en los testículos, para metérsela luego en la boca. Durante un momento estuvo chupándomela, con muchísima suavidad y en cuanto comenzó a mover su boca, más rápido de arriba abajo, no pude evitar correrme, entre espasmos, con un placer maravilloso.

  • Vaya chica, como estabas. ¿Te ha gustado?

  • Mucho, ha sido increíble.

  • Eso tienes que hacer que sienta tu macho. Me dijo con una mirada picara y continúo… - Pero yo no me he quedado satisfecha, quiero que ahora me lo comas tú, te voy a enseñar como se lo hace una chica a otra. Ponte las braguitas y la falda, quiero que te sientas muy femenina.

Una vez vestida y cuando me vi en el espejo, con mi carita de niña, contemplaba una muchacha preciosa. ¡Me encantaba! y me sentía mujer.

Eli se quitó el albornoz, y se recostó en el sofá.

  • Ven aquí, preciosa.

Me acerqué a su lado, con su mano acercó mi cabeza a la suya juntando nuestras bocas, su lengua comenzó a recorrer mis labios con movimientos muy rápidos, yo la intentaba atrapar con pequeños besitos, mi amiga cogió mi mano derecha y la introduzco dentro de su braguita, yo comencé a tocarla, no sabía muy bien como ni donde

  • No cariño, más despacio… más arriba… ahí, sí… mueve tu dedito, siempre hay, haz como circulitos… sí, sí… así, lo estas haciendo muy bien, mételo ahora dentro, humedécelo un poco y vuelve donde antes… muy bien cariño.

Se quitó las braguitas y se abrió bien.

  • Ahora lo vas a hacer más cómoda, sigue como antes.

Un par de minutos después noté como cerraba sus piernas y comenzaba a estremecerse, estaba teniendo un orgasmo.

  • Amor mío… creo que vamos a ser algo más que amigas. Me ha encantado.

Poco a poco, fuimos volviendo a la realidad. La realidad era que en menos de una hora tenía mi cita con Luís, y ahora deseaba esa cita más que nada en el mundo.

  • Alexa, bonita. ¿Te encuentras bien?

  • Sí, ¿Tú?

  • Muy bien, me has dejado… Envidio a tu novio esta noche. Vamos a terminar el trabajo te voy a dejar preciosa. Siéntate, vamos a arreglar tus cabellos.

Durante unos minutos estuvo cepillando mi pelo.

  • Creo que para ese vestido, será mejor recogido.

Procedió a recogerme el pelo, en un precioso moño, que se levantaba en la parte de arriba de mi cabeza, dejando unos mechones rizados caer a ambos lados de mi cara. Intenté ir a mirarme al espejo, pero no me dejó.

  • Espera cielo, quiero que te veas completita, vamos a vestirte.

De la bolsa grande, Eli sacó un conjunto de braguitas y sujetador preciosos, blancos, como los de una novia.

Me lo puse, ella me ayudó a cerrar el sujetador. De una de las cajas que había traído, sacó unas prótesis que colocó en mis pechos.

  • ¡Sí! ¡Muy bien! – Dijo entusiasmada. – Cariño, ahora las medias.

Cuando vi mis piernas, recién depiladas, con las medias puestas la imagen y la sensación fue fantástica.

  • Tienes unas piernas hermosas, serían la envidia de muchas mujeres. Ahora el vestido.

Con mucho cuidado me lo introduje por la cabeza, mi amiga me ayudó a cerrar dos cremalleritas que llevaba a ambos lados, que lo ajustaban.

  • Ahora sí, acércate al espejo.

No me lo podía creer, en el espejo había una preciosidad de señorita y era yo. ¡Era increíble! Eli me retocó el maquillaje, dándole brillo a mis labios.

De la otra caja, sacó un bolsito y un par de zapatos negros a juego, preciosos. Eran unas sandalias con la punta cerrada, que se sujetaba al tobillo, con una pequeña correa, como una pulsera, que me costó un poco cerrar; tenían como cuatro dedos de tacón fino.

  • Muévete muy despacio, contra mas despacio y los pasos más cortos, mejor llevarás el equilibrio. Los zapatos, son uno de los mayores problemas que tenemos las mujeres. Pero nos hacen tan hermosas, vale la pena acostumbrarse.

Eli abrió el bolso, e introdujo dentro el labial, la base del maquillaje, el colorete, mi celular y unos pañuelitos.

  • Después de cenar te retocas un poco. Ya es la hora.

Abrió la puerta invitándome a salir, cuando pasé a su lado acercó su boca a la mía dándome con mucho cuidado un besito en los labios.

  • ¡Suerte, cariño!

Muy despacito, subí las escaleras hasta el apartamento de Luís, no es muy fácil andar con zapatos así. Delante de su puerta, contuve la respiración y toqué su timbre.

Cuando Luís abrió la puerta, permaneció un buen rato mirándome, sin poder decir nada, con la boca abierta.

  • Aaaaa

  • Alexa, gracias por tu invitación.

  • Estás increíble, no es posible, no… no, jamás me hubiera imaginado la belleza de vecinita, que tengo. Estás encantadora.

  • Gracias, tenía miedo de no gustarte

  • ¿Gustarme? No te puedes imaginar cuanto.

Se acercó y sujetándome la cara con sus manos me dio un cariñoso beso en mis labios.

  • ¿Alexa…? Cariño, ven siéntate aquí.

Como todo un caballero me acercó la silla y espero que me alisara la falda y me sentara para empujarla hacia la mesa.

La mesa era ideal, todo, las velas, los platos exquisitamente presentados, los cubiertos, todo. El problema es que mi apetito era poco, mi cabeza no estaba para eso. Luís tampoco comió mucho. Durante la cena a muchos silencios se unieron a frases hechas, triviales, creo que solo estábamos intentando que pasara el rato. Mi amigo se comportaba como un perfecto anfitrión, sirviéndome, llenándome la copa. Sus ojos, buscaban los míos a menudo y luego los apartaba con un ligero movimiento de la cara, demostrando satisfacción y aceptación.

Al terminar la cena se dirigió a mí, ofreciéndome su mano, y de la mano me acercó hasta el sofá. Cuando se sentó allí a mi lado, tan cerca, sentí un gran deseo y sabía que él, también me deseaba.

Pasados unos segundos de permanecer en silencio, acercó su cara y comenzó a besarme, yo le dejé, me encantaba sentir sus labios en mis orejas, en mi cuello, estaba muy excitada. El se dio cuenta de mi deseo y comenzó a acariciar mis piernas, al tiempo que no dejaba de besarme ahora con pasión, yo intentaba responder a sus besos, con pequeños besos y abriendo mi boca para sentir, como su lengua la recorría; cuando su mano comenzó a acariciar mi culito encima de las braguitas, ya no podía más. Lo deseaba, lo deseaba muchísimo.

Me hizo sentarme de él, entonces empecé a notar su poya dura en mi culito, me agarró de la cadera y empecé a moverme. ¡Que rico! Luego una de sus manos se introdujo dentro de mi braguita, por detrás, acariciándome.

  • Alexa, mi amor, te deseo tanto. Quiero que seas mía.

  • Soy tuya.

Me ayudó a ponerme en pie y con sus manos dentro de mi falda fue quitándome la braga, muy despacio. Levanté los pies y ví como las braguitas salían por debajo de mis zapatos. Me puso un brazo en la cintura y con el otro debajo de mis muslos, me levantó en vilo y así me llevó al dormitorio, tumbándome en la cama. El se puso a mi lado, de la mesilla sacó un pequeño recipiente donde metió sus dedos, con ellos volvió a acariciarme mi culito y poco a poco los fue introduciendo en mi agujerito. Me cogió una mano y lo acercó a su paquete, que estaba muy duro y grande, le saqué la poya y comencé a acariciársela. Era magnífica, me gustaba sentirla. Él mientras tanto seguía jugando con mi agujerito con sus dedos, que notaba como cada vez se iban introduciendo con más facilidad.

  • Amor mío, voy a hacerte mi mujer.

Me ayudó a arrodillarme sobre la cama, me levantó el vestido dejando que la falda cayera sobre mi espalda, se puso detrás de mí, acercó su miembro, que comencé a notar en mi culito y con mucho cuidado, muy despacio, lo fue introduciendo. Cuando lo noté dentro era increíble, él empezó a moverse, era maravilloso, al poco noté como mi pene empezaba a soltar unas gotitas, poco después y cuando sentí como la leche de mi amor comenzaba a inundarme, solté también mi semen con potencia y comencé a temblar y a estremecerme, estaba teniendo un orgasmo maravilloso.

Me tumbé en la cama, mientras sentía como la leche de mi amor se deslizaba por mis muslos. Él se recostó a mi lado, dándome un beso.

  • Ha sido maravilloso. ¿Te gusto mi amor?

  • Mucho, cariño, ha sido lo mejor de toda mi vida.

  • Quiero que seas siempre mía.

  • Sí, mi amor, quiero ser tu mujer.

  • Te voy a hacer la mujer más feliz y la más maravillosa del mundo.

De la manera más delicada que me podía imaginar, procedió a quitarme el vestido y los zapatos, y a limpiar mi culito con un pañuelo, se levantó, fue a por mis braguitas que me acercó, y yo me puse, se desnudó y apretando mi rostro en su pecho me demostró su cariño, yo me aferré a su cintura con mis brazos. Era su mujer y estaba a su lado. Era muy feliz.