Regalos de papa

La mejor parte de ser follada con papá son los regalos que me da para mantener la boca cerrada.

Todo empezó una noche con mucha tarea. Era ese breve momento de la noche en el que mamá apenas se había ido a trabajar y papá estaba por llegar. Me daba el lujo de quitarme la ropa de la escuela y sólo quedarme en bragas para sentirme sexy. Y no es que no lo fuera, tenía una buena cantidad de tetas, un culo redondo y firme y unas piernas largas que lucían bien en mi uniforme escolar. Tenía el cabello castaño y mi piel era clara y, según mi mamá, envidiable por sus pocas imperfecciones.

Pensé que sería como cualquier otra noche, donde escucharía el auto de papá y yo correría a ponerme algo para después cenar juntos. Pero en vez de eso escuché la puerta de la casa abriéndose y unos pasos apresurados.

No me dio tiempo de vestirme, así que corrí a cerrar la puerta, pero una mano la detuvo y la empujó para abrirla de nuevo.

-          ¡Papá! ¿Qué sucede contigo?

Empujó con la misma mano que detuvo la puerta y vi donde tenía la otra, en sus pantalones. Sostenía su verga mientras se masturbaba.

Me quedé sin habla. Ese no era mi papá. Sólo era alguien muy parecido a él. Sus ojos perdidos y su boca abierta me recordaba la de un zombi, pero su mano moviendo ese enorme trozo de falo me indicaba que no se trataba de un muerto viviente.

Me tomó del cabello y me llevó hacia él. Me besó a la fuerza, y luego me apartó las manos con las que trataba de cubrir mis tetas. Comenzó a lamerlas, babearlas y morderlas. Su boca despedía un penetrante aroma a alcohol. Mis pezones, involuntariamente se comenzaron a poner duros y aunque intentaba convencerlo de lo contrario, me comenzaba a gustar. Mis bragas, mi única ropa, se estaban empapando y mi boca emitía algunos gemidos repentinos. Todo gracias a los labios de papá.

-          Quitate esta mierda – dijo al retirarme, o mejor dicho, arrancarme las bragas. Introdujo un dedo entre mis labiecitos con violencia. Me sobresalté, pero eso pareció gustarle. – Siempre quise hacer esto. – Comenzó a penetrarme con el dedo con más velocidad. Se escuchaba ese ruido viscoso característico de una vagina empapada. Hacía que mi corazón se acelerara todavía más.

-          Papi… por favor.

Me volvió a besar para callarme.

Fue entonces que me tomó de la cadera y me lanzó contra la cama. Caí bocabajo, pero mis piernas seguían en el suelo. Tomó mi culo y volvió a introducir un dedo en mi coño. Esa muestra de dominio sobre mí me había empapado. Me dejó totalmente húmeda y una voz en mí quería que siguiera y siguiera.

Ya antes había tenido fantasías con mi padre, pero jamás las había admitido ni siquiera conmigo misma. Era mi más grande secreto, incluso para mí. Era un hombre alto, fuerte y aunque no totalmente delgado, sí estaba en muy buena forma para andar en sus cuarenta. Las otras madres les coqueteaban cuando pasaba a recogerme a la escuela. Y cuando pensaba en cómo sería mi hombre ideal, imaginaba una versión juvenil de mi propio padre.

Sacó su dedo de mi vagina y una sensación contradictoria de alivio y abandono se apoderaron de mí. Estuve por decir algo, ya fuera gracias o vuélvelo a meter, pero igual no pude hacerlo porque algo lo reemplazó, algo mucho más grueso y apenas accesible en mi agujerito. Grité un poco, pero me alegré cuando por fin mi deseo por él relajó las paredes y lo dejó entrar, aunque con dificultades. Era mi primera verga, la primera real quiero decir (había una de plástico detrás de mi ropero.

Me tomó de las caderas y comenzó a acelerar su movimiento penetratorio. Iba de atrás a adelante sin importarle los ruidos y quejas que yo hiciera. Y la verdad, aunque mi boca dijera no, yo quería decirle sí, más rápido a pesar de que un objeto tan grande me estuviera lastimando un poco. Mi pequeño y delgado cuerpo no estaba hecho para soportar ese calibre y menos la fuerza y velocidad con la que me embestía. Mi vagina era contradictoria, se humedecía más y más, pero sufría al mismo tiempo. Se apretaba alrededor de él como si no quisiera dejarlo ir. Era su primer amor. La verga de mi papá era el más grande romance de mi coñito.

Comencé a gritar más fuerte. Tantos estímulos se estaban acumulando y me hacían querer gritar, explotar. Mi cuerpo se arqueaba y contraía, como si no supiera qué hacer en una situación como esa.

-          PAPI… ME VENGO – grité sólo para que me tapase la boca. Él jadeaba y gruñía mirando al techo. Me sostenía por el cabello, me tapaba la boca con la otra y con su verga me follaba en una posición que recordaba a un semental fecundando a una yegua. Una yegua mucho más pequeña.

Puse los ojos en blanco e incluso creí que me desmayaba al sentir la gran descarga de placer provocada por esa verga. No pude contenerme e incluso me oriné. Me convulsioné y por poco mordí a mi papá en medio de ese caos de emociones.

Y eso le gustó. Su verga se puso más dura de lo normal y la velocidad aumentó. El ritmo era mejor que antes y sus jadeos se convirtieron en gruñidos. Para cuando se vino, yo apenas tenía consciencia de mi propia vida. Me sentía como una muñeca, un juguete al que dejó caer contra la cama. Sacó su verga, dura aun y pude ver cómo se alejaba tratando de volverse a subir los pantalones. Se tambaleaba y, no sé cómo logró llegar a su cama.

Yo, débil y temblorosa, me di vuelta y logré subirme a mi cama por completo. Me dolía, aunque la adrenalina y la excitación lo hacía más llevadero. Me llevé una mano al coño y pasé un dedo por entre mis labiecitos, mucho más empapados de lo que había imaginado. Miré aquella sustancia blanca y espesa en mi dedo. Dios. Su olor era intoxicante, maravilloso. Me lo tuve que llevar a la boca, sólo para excitarme de nuevo y acariciar mi clítoris hasta quedarme dormida.

No terminé la tarea.

Al día siguiente, papá me llevó a la escuela. Parecía actuar amable, pero distante, casi en completo silencio algunas veces. Cuando estábamos a unos cinco minutos de la escuela, finalmente habló.

-          Oye Cintia, quiero disculparme. Ayer estuve muy borracho y creo que no fui amable con nadie.

-          ¿No recuerdas nada? – pregunté, y me mojé. Mi corazón se aceleró.

-          No… bueno, algo. No sé si fue real… como sea. Abre la guantera, hay algo para ti.

Abrí el compartimiento y vi una caja rectangular envuelta en papel dorado. Lo abrí con cuidado y me encontré con una caja blanca. Arriba estaba impresa la imagen de un teléfono con tres cámaras y sobresalía la imagen de una manzana mordida.

-          ¡QUE! – exclamé.

-          Ayer me ascendieron y mi nueva paga será muy grande – continuó hablando. – Así que, digamos, puedo costear esto para que tú y yo nos hagamos buenos amigos. Es un regalo para que guardemos secretos.

Mirar esa caja me mojó todavía más. Era un soborno, me regalaba un iPhone para que no le dijera a nadie que él me había cogido estando borracho. Y lo peor era que eso me gustaba, me encantaba.

-          Detente, papi. – dije cuando estábamos a un par de calles de llegar a la escuela. Usé una voz bastante seria. Se orilló y se detuvo frente a una casa desconocida – No le diré a nadie, pero… – le dediqué una mirada traviesa - ¿Qué me darás si te mamo esa gran verga? ¿Será suficiente para una nueva computadora?

-          Hija… yo…

-          Shhh – le puse un dedo en los labios. – No necesitamos hablar. Sólo debes cogerme y yo no lo diré a mamá. Fuera de eso, seremos padre e hija. ¿te gusta la idea? – Asintió. – Bien, cerremos el trato con una mamada.

-          Pero no será suficiente para una computadora. Para eso… digamos que debo volverte a coger.

-          Pero sobrio esta vez… - dije al inclinarme para recibir su verga.

Abrió sus pantalones y el durísimo falo que me creó me señaló como si me acusara de un crimen. Pero no se equivocaba. Sí había cometido un crimen… chantajear a mi padre. Pero no puede decirse que no lo ama. Soy la hija que más ama a su padre. Al menos la único que conozco.

Hola a todo el mundo. Hace mucho que no escribía, o al menos no con este nombre. Después de varios problemas en mi vida personal, la pandemia y dando clases desde casa decidí dejar de escribir. Ahora quiero volver a hacerlo, pero sólo si me siento cómoda haciendolo. Este relato lo hice en un arranque de cachondez en mi único día libre y quise compartirselos. Si el trabajo aminora, publicaré otro pronto. Muchas gracias por todo. Besos