Regalo navideño

¿Te imaginas recibir como regalo de Navidad un muñeco de carne y hueso? Mmmm...

Regalo navideño

Navidad. Qué fecha tan especial, verdad?. Es una celebración muy espiritual para gran parte del mundo. Pero también, desde hace mucho tiempo ha adquirido un matiz más pagano pero no menos significativo: es la época del año en que llega Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás. La tradición de obsequiar regalos en la Nochebuena, principalmente a los niños, se ha hecho un lugar entre los ritos de esta Festividad. Y en eso han tenido mucho que ver los comercios, que duda cabe.

Sea como fuere, yo soy uno más de los partícipes voluntarios de esa tradición, y con ganas de sorprender a mis sobrinitos días antes de la Nochebuena me armé de paciencia y me sumergí en un Centro Comercial atestado de gente en búsqueda de los presentes navideños.

Nunca imaginé que por hacer esto yo también encontraría mi "regalito" navideño.

Uno de los comercios de ropa deportiva del Centro quiso cumplir con la costumbre de tener un Papá Noel en la puerta del local, pero buscó una forma más original. Y vaya si lo consiguió. Porque en lugar de plantar un hombre disfrazado con un traje cerrado, con barriga y barba postiza, puso un muchacho moreno de ojos verdes con un cuerpo escultural, vestido apenas con una remera roja ceñida al torso que destacaban unos pectorales formidables y dejaban ver unos brazos de ensueño, unos mínimos pantalones cortos que le permitían lucir sus piernas musculosas, unos borceguíes negros y un gorro rojo con pompón.

El muchacho, exhibiendo una sonrisa que derretía hasta el hielo, repartía cupones en donde debías dejar tus datos para participar en el sorteo de una bicicleta y otras cosas como regalos navideños. A los niños el atlético mozo no les llamaba mucho la atención, pero a las madres . . . Muchas se acercaban melosas a retirar el cupón, y sonreían arrobadas cuando el adonis les obsequiaba una mueca pícara o les rozaba la mano al entregarles el papel, para fastidio de muchos maridos.

Yo quedé fascinado. Era la primera vez que veía un Papá Noel rayano en lo erótico, y la idea me pareció excelente. Los pantaloncillos inevitablemente le resaltaban el bulto de la entrepierna, y cuando en cierto momento el muchacho se dio vuelta pude apreciar su culo perfecto, redondo y firme.

Durante unos cuantos segundos me quedé parado haciendo como que miraba la vidriera del local, aunque en realidad mis ojos devoraban la figura del mocito.

Y él lo notó.

Y comenzó a devolverme las miradas.

En ese momento me inquieté un poco porque imaginé que el muchacho podría molestarse y decirme algo, por lo cual empecé a caminar con toda naturalidad como para alejarme del lugar. Pero cuando pasé frente a él me dijo:

" ¿No quieres completar un cupón? Mira que hay buenos premios ".

Aunque tenía más o menos mi edad, el tuteo directo me tomó de sorpresa.

" No, gracias " le respondí amablemente.

" Anda, vamos! Qué tienes que perder? Tal vez Papá Noel sea bueno contigo y te lleve un lindo regalo " dijo mientras me sonría de una manera irresistible.

Yo dudé. ¿El tío me estaba tirando los tejos, o sólo estaba cumpliendo con su rol de promotor encantador?. Pero por desgracia a esa altura mis hormonas decidían por mí, de manera que tomando al pie de la letra eso de " qué tienes que perder " dije sin pensar mientras le miraba descaradamente la entrepierna:

" Es que dudo que me traiga el regalo que yo quiero ".

Entonces me ofreció una sonrisa como para calentar las baldosas, y levantándose sutilmente el diminuto pantalón de manera que se marcase aún más el deseable bulto entre sus piernas me dijo:

" Nunca se sabe. Si dejas tus datos en el cupón, tal vez te llegue lo que deseas ".

Obviamente completé el cupón con mi nombre, mi dirección y mi teléfono, y agregué con total desparpajo a partir de que hora podían encontrarme en casa. Se lo entregué, y el apetitoso Papá Noel sonrió otra vez al leer el papelito . . . que retuvo en su mano en lugar de meterlo en la urna.

Después, gran esfuerzo de voluntad mediante, me alejé del sabroso ejemplar y me dediqué a buscar mis regalos. La tarea me llevó más de una hora y para cuando salí del Centro Comercial la cordura había retomado el control de mi persona, por lo que al recordar la forma en la que me había comportado me sentí un completo estúpido.

Pasaron unos días, y envuelto en la vorágine que siempre acompaña a Diciembre me olvidé del fibroso Santa Claus, del sorteo y todo lo demás. Por eso me extrañé mucho cuando dos días antes de Navidad sonó el timbre de la puerta, y al preguntar quien era una voz joven y masculina me respondió: " Traigo su obsequio de la tienda de deportes ". Espié intrigado por la mirilla, y entonces vi que parado del otro lado estaba el muchachito, sin su disfraz pero igualmente encantador.

Abrí la puerta gratamente sorprendido, y el bombón iluminó su hermoso rostro con una de sus compradoras sonrisas. Después, mientras apoyaba sus dos manos en la entrepierna y balanceaba suavemente la cadera, me dijo jocoso:

" Señor, creo que traigo el regalo que usted quería, no? ".

" Sí, es justo lo que deseaba " contesté a punto de atragantarme con mi propia baba.

Minutos después tenía en mi dormitorio ese cuerpo escultural a mi entera disposición. Claro que ahora podía ver lo que antes había tenido que imaginar: una verga gruesa, venosa y cabezona, que a esta altura ya estaba totalmente empinada.

" ¿Le agrada su obsequio, señor? " me preguntó mientras me rodeaba la cintura con sus nervudos brazos.

" Absolutamente " alcancé a decir antes de que sus labios se uniesen a los míos y empezáramos una ardiente batalla de lenguas. Su boca me devoraba, y mientras con una mano me atraía de la nuca hacia él con la otra me acariciaba las nalgas.

Pero yo quería saborear todo ese manjar, y dejando su boca comencé a besarle el cuello, bajando luego por su pecho en donde me detuve a mordisquearle las tetillas, alternando entre una y otra, arrancándole gemidos de placer. Luego seguí mi camino descendente hasta llegar a su verga, y frente a ese durísimo monumento me arrodillé y lo engullí hasta la raíz. El muchacho dejó escapar un " Ahhh!!! " prolongado, y poniendo sus manos en mi cabeza comenzó a marcar el ritmo de la mamada. Estuvimos así varios minutos, yo babeándome a más no poder con semejante bocado en mis fauces, él gozando como loco con las caricias de mi lengua y mis labios. Pero en un momento dado me detuvo, y cuando lo miré me dijo agitado y sonriente:

" Vas a hacer que me corra!! ".

Entonces me puso de pie y lentamente fue empujándome hasta la cama en donde me hizo recostar boca arriba. Después me separó las piernas, y ubicando su preciosa cabeza entre ellas abrió la boca y comenzó a mamarme la polla.

Uhh!! Qué sensación!! Su lengua hacía maravillas, y mientras subía y bajaba por la dura carne de mi verga sus ojos verdes me miraban con ardor. Bastaron unos segundos para que llevara al borde de la acabada, y con la voz entrecortada por la excitación se lo hice saber. Entonces dejó de mamar, se subió a la cama con un movimiento ágil, y ubicando el hoyito de su hermoso culo en la cabeza de mi tranca comenzó a bajar lentamente hasta engullirla por completo. Luego apoyó las manos en mi pecho, apretó mi cuerpo con sus piernas, y comenzó a cabalgar sobre mi verga.

Yo deliraba de placer. La imagen del bonito muchacho con sus músculos tensionados enterrándose mi verga hasta la raíz, la presión de las nalgas firmes sobre mi palpitante miembro, los gemidos de gozo del efebo. . . eran estímulos alucinantes, y en pocos instantes sentí que la corrida iba a ser inminente.

" Voy a acabar!!! ".

" Sí, sí, adelante, no te detengas!! ".

Francamente no hubiese podido detenerme, y en medio de sordos jadeos dejé escapar un torrente de lefa ardiente que se perdió en las entrañas del chico. Cuando mi verga terminó de esparcir su carga el muchacho la liberó de la exquisita prisión de sus nalgas, y se recostó al lado mío. Su verga estaba durísima, y unas gotas brillaban en la morada cabezota. La tomé con una mano y la apreté suavemente haciéndolo gemir de gozo, y sonriendo le dije:

" Es tu turno ".

Me regaló una de sus irresistibles sonrisas, y después de darme un beso que me encendió en el acto me hizo girar y me acostó boca abajo. Luego acomodó una almohada debajo de mi estómago para alzar mi culo, se ubicó entre mis piernas abiertas, y apoyando la cabeza de su picha comenzó a enterrarla lenta pero firmemente en mis entrañas. Me quejé porque el vergajo era respetable, pero poco a poco me fui acostumbrando al voluminoso intruso y cuando quise acordarme sentí sus peludos huevos acariciando mis nalgas.

" Ya está, ya está " me dijo mi Papá Noel mientras me besaba el cuello. Después recostó su cuerpo plagado de músculos sobre el mío, me tomó de las manos . . . y empezó a bombear.

Era la gloria. Sentía sus muslos pegados a los míos, su pelvis golpeando mi trasero, su verga taladrándome acompasadamente, su potente pecho cargado sobre mi espalda, su boca mordisqueándome el cuello y dejando escapar jadeos entrecortados. Al cabo de unos instantes yo estaba empalmado otra vez, y el movimiento de vaivén que la cogida le daba a mi cuerpo hacía rozar mi endurecida verga contra las sábanas, proporcionándome una excelente pajeada sin necesidad de las manos.

" Voy a correrme!!! " me dijo entonces mi precioso San Nicolás. Y ahora fui yo el que imploró que lo hiciera. Arqueé mi cuerpo para pegarlo más al de él, flexioné una pierna para sentir su tranca clavada hasta el fondo, me aferré a sus manos fuertes . . . y esperé ansioso.

El muchacho acabó en medio de roncos gritos, y una andanada de guasca caliente y espesa escapó de su gruesa verga inundando mi esfínter hasta escurrir por mis nalgas. Fue demasiado, y mientras el tronco aún latía dentro mío, yo también me corrí.

Cuando nuestros corazones recobraron su ritmo normal, el chico me preguntó muy suavemente mientras me lamía el lóbulo de la oreja:

" ¿Satisfecho con su regalo navideño, señor? ".

" Satisfecho no: fascinado ".

Y era verdad. Me sentía como un niño con un juguete nuevo. Sólo que en vez de un soldadito de plástico había recibido un muñeco de carne y hueso con el que tenía ganas de seguir jugando y jugando . . .

. . . tal como hice.

Esta Navidad, Papá Noel me trajo un regalo buenísimo.

Ahora espero ansioso el Día de Reyes.