Regalo navideño
Es navidad y como adulto ya no espero regalos, pero al bajar me encuentro con una inesperada sorpresa.
25 de diciembre, fecha de navidad. Los niños de mi mismo huso horario deben estar ahora mismo reunidos en las salas de sus casas, cerca del árbol navideño, abriendo sus regalos y disfrutando con ellos. Pero claro que no es mi caso.
Soy un adulto más o menos responsable que vive solo en su modesta casita, así que no hay regalos bajo el árbol que puse más por amor a las tradiciones que para llenar de obsequios. Sí, podría haberme auto regalado algo, pero ahora que soy adulto, ¿qué diferencia habría en comprarme algo para hoy cuando me lo puedo comprar cualquier otro día del año? Nah, para hoy lo único que quiero es descansar en este día libre, olvidarme del trabajo de oficina, de redactar relatos y comisiones (¡publicidad descarada, eh!) y aplastarme todo el día en la sala a jugar con mis waifus en Genshin Impact (escuchar gemir a Lisa mientras trepa nunca se vuelve viejo).
Por lo que al fin decido salir de la cama, me pongo mis pantunflas de conejito y bajo a la sala de la casa pensando en qué dominios haré para gastar la resina del juego que tengo acumulada desde ayer.
Desciendo las escaleras y a mitad de estas me detengo, pues algo está mal en mi sala. Al lado del árbol navideño veo una figura. ¿A caso alguien se ha metido a mi casa?
Bajo despacio los últimos escalones para tratar de no alertar al intruso, pero entonces me doy cuenta de que la cosa es más rara de lo que pensé. Sí, hay una persona cerca de mi árbol de navidad, ¡pero es que esta persona está en vuelta en papel celofán de color verde! Y para rematar la visión, tiene un moño escarlata pegado en el culo.
Estupefacto, me acerco al árbol y contemplo esta rara aparición. Es una mujer, eso me lo delata su altura que no es más alta que yo, y su figura marcada en el papel a raíz de que está muy bien atada con este.
La única parte de su anatomía que no está cubierta por el papel son sus ojos, pero eso no es mucha ganancia cuando me doy cuenta de que alguien pegó con cinta justo encima de estos una hoja doblada de papel color rojo.
Retiro la carta y doy un salto de sorpresa: los ojos de esta mujer están totalmente en blanco.
No pudiendo contener ni mi emoción ni mi erección, me apresuro a desdoblar la carta y a leer lo que dice con letras doradas:
Querido Charlie Steele:
¡Feliz navidad! Este año has sido un muy buen niño, llevándole alegría a todos los hipnofetichistas de habla hispana con tus excelentes relatos de control mental. Por eso he pensado que te mereces un buen regalo: ¡Tu propia hipno esclava con el cerebro bien lavado!
¡Que te diviertas!
Tu amigo y fan: Santa Claus
—¡Mi propia hipno esclava! —grito por la emoción, pues no puedo creer mi golpe de suerte.
Arrojo la carta al sofá y con alegría infantil comienzo a desgarrar el envoltorio de mi regalo para conocer a mi hipno esclava.
El papel que la envolvía cae al suelo y al verla ya libre frente a mí, abro los ojos con sorpresa mientras una sonrisa se dibuja en mi rostro y mi polla se pone aún más dura debajo del pantalón de mi pijama, pues estoy frente a una mujer alta y delgada, con senos algo grandes, morena clara y de largo cabello oscuro.
—¡¿Susan Hypno Princesa?! —exclamo al reconocer a la compañera de plataforma.
Miro el rostro de mi esclava, tiene una expresión tan blanca como sus ojos, lo que indica que de verdad su cabeza está completamente vacía. Me pregunto si estará haciendo roleplay o si de verdad mi misterioso benefactor que clama ser Santa Claus le lavó el cerebro a esta chica, por lo que paso la mano por su cara y luego le pellizco uno de sus erectos pezones; en ninguno de los dos casos obtengo respuesta. Es verdad, lo que sea que le hayan hecho a Susan, le han dejado la mente en blanco a la pobre muchacha, ¿pero acatará mis órdenes?
Me aclaro la garganta, listo para hacer pruebas.
—Veamos… esclava: preséntate.
Un leve chispazo de vida regresa al cuerpo inerte de muñeca de Susan y esta comienza a hablar:
—Buen día, mi nombre es Susan. Soy la esclava hipnotizada de mi amo Charlie Steele.
¡Emoción al cien! ¡Mi propia y obediente hipno esclava! Y como bien dice mi descripción laboral en los sitios donde cuelgo mis relatos: obviamente no voy a ponerla a lavar los platos.
Lo primero que hago es acercarme a mi esclava y agarrar esas nalgas con mis manos, disfrutando de sobre manera con la sensación de tener esos dos montes de carne tan firmes entre mis manos.
Pero no me detengo ahí, tomo sus dos tetas con mis manos y las levanto, comenzando a chupar con locura esos dos pezones. Sería bueno que saliera leche de estos, pero no sale nada; quizá más tarde pueda corregir eso si encuentro la manera de meter más sugestiones en su mente vacía para volverla una hucow .
Me detengo, basta de darle placer a un cuerpo que ni siquiera tiene una mente que disfrute lo que estoy haciendo por él, hora de darle el uso que se le debe dar a carne hipnotizada como esta:
—Esclava, ponte en cuatro.
Una vez más, el chispazo de vida llega a ese cuerpo y responde:
—Como ordene, amo.
Susan entonces dobla sus piernas para ponerse de rodillas y luego apoya el resto de su cuerpo sobre sus manos. No puedo evitar mirar una vez más a ese culo divino y no me resisto a darle una fuerte nalgada que resuena por toda la estancia y deja mis dedos pintados en la piel de esta puta con un color rojo carmesí. Mi esclava ni siquiera parpadea por el golpe.
—Sígueme —ordeno y comienzo a caminar hacia la sala de la casa.
—Como ordene, amo —responde Susan y sin variar la posición comienza a seguirme a gatas, como una cachorrita muy bien amaestrada que sigue a su dueño.
Me siento en el sofá con las piernas abiertas, saboreando lo que está por ocurrir mientras mi esclava se sienta enfrente de mí.
—Susan, quiero que me hagas el mejor oral que puedas —ordeno.
—Como ordene, amo —responde mi esclava y entonces abandona esa pose que le puse para acercarse a mí y bajarme un poco el pantalón de mi pijama para liberar mi pene con todo y testículos que para ese momento ya está duro por las pequeñas demostraciones que ha dado esta mujer de estar bajo mi completo y absoluto control.
Comienza por tomar mi verga y besarla con extrema dulzura, como si estuviera enamorada de ella, para luego llevarse mis bolas a su boca y comenzar a chuparlas mientras con su suave mano empieza a masturbarme al tiempo que yo lo único que puedo hacer es gemir por el tratamiento que estoy recibiendo. Susan entonces saca mis bolas de su boca y comienza a pasar su lengua por el tronco de mi verga, mientras ahora soy yo el que está poniendo los ojos en blanco, pero ese es sólo el preludio, pues ahora Susan se levanta un poco y engulle por completo mi pene, para empezar a succionarlo con la fuerza de una aspiradora, mientras yo siento como sus labios suben y bajan por mi verga y como su lengua juega con mi glande.
Pero no quiero confirmar sólo su talento oral, quiero probar otras cosas también.
—¡Detente! —le ordeno a mi esclava antes de que me viniera y nada más escucha la orden, deja de succionar mi verga y la libera de su boca.
Recupero un poco la respiración para alejar el orgasmo y poder darle otra ronda a mi esclava. Pronto se me ocurre otra idea:
—Móntame —ordeno.
—Como ordene, amo —responde la hipnotizada muchacha.
Susan se pone de pie y se sube al sillón, quedando sobre mí. Mientras con una mano me toma del hombro para no perder el equilibrio, con la otra toma mi verga y la apunta a la entrada de su coño de esclava.
Puedo sentir como usa mi glande para juguetear un poco con sus labios vaginales los cuales ya puedo sentir bastante húmedos, y una vez termina de juguetear con “su comida”, empieza a engullir con esa boca de sonrisa vertical mi pene mientras yo poco a poco voy sintiendo la firmeza y calidez de sus paredes vaginales.
Susan finalmente se termina de sentar sobre mí y nuestras entrepiernas se tocan. Puedo ver que mi esclava baja un poco la cabeza, como si todavía dentro de su nublado cerebro pudiera sentir algo de placer, pero sólo es por un instante, ya que de inmediato comienza a saltar sobre mí, montándome tal y como se lo ordené.
Veo el espectáculo y ahora soy yo el hipnotizado: Susan brincando sobre mí, como su cabello negro se agita a cada movimiento, es casi como ver a una gloriosa valkiria cabalgando hacia el Valhala, pero lo que más me llama la atención son sus tetas, como rebotan por los movimientos de mi esclava de una forma que me parece hasta musical.
Susan continua cabalgándome, esta vez mirando al techo y con la boca abierta por la que escapan varios “¡Ah!” de placer, lo que me confirma que mi puta personal todavía puede sentir placer. La tomo de esos pechos para que dejen de distraerme con su rebote y mientras los estrujo entre mis manos, ordeno:
—Detente.
Nada más escuchar la orden, Susan detiene su faena, baja la cabeza y puedo ver que su pecho sube y baja mientras por la boca trata de jalar aire. Aunque está condicionada a cumplir mis órdenes, veo que también le exige mucho a su cuerpo.
Yo mientras tanto me paso la lengua por los labios. Estoy a punto de terminar, pero no quiero que acabe así, por lo que doy mi siguiente orden:
—Ponte de cuatro sobre el sillón.
Entre unos cortos jadeos, Susan responde:
—Como ordene… amo…
Y tras decir eso, se desmonta de mi verga y se pone a un lado de mi, se baja del sillón y apoya las palmas de sus manos en este mientras que con las piernas rectas, levanta su culo lo más que puede previendo lo que está por pasar.
Yo me levanto, me termino de deshacer de mi ropa quedando tan desnudo como mi esclava y me planto detrás de ella, mirando esas magníficas nalgas y ese pequeño ano marrón, que se puede ver porque aparte de ponerse en la posición que le ordené, ella por su cuenta abrió mucho las piernas para facilitarme la vista y la entrada. Se nota que esta mujer tiene experiencia… o le programaron cursos intensivos de posiciones sexuales mientras le lavaban el cerebro.
Meto mis manos entre su entrepierna húmeda por todos sus fluidos vaginales y la masturbo un poco, para asegurar que mi entrada será más fácil, le doy un par de nalgadas para que sus glúteos queden bien rojos y entonces me acomodo, tomo mi pene y lo apunto a la entrada de su coño y poco a poco lo voy introduciendo en las entrañas de mi esclava mientras ella, por inercia, arquea un poco la espalda y da unos pequeños gemidos de placer.
Al fin mi verga llega hasta el fondo de ella, así que me preparo para lo bueno: la tomo de las caderas y comienzo a embestirla con fuerza. La sala pronto se llena del sonido de nuestras carnes chocando y de nuestros gemidos de placer, pues parece que las embestidas han logrado romper un poco del condicionamiento de mi esclava:
—¡Así, así, así, deme más mi amo! ¡Folle a su puta esclava! —grita mi puta tras cada embestida, lo que me motiva para seguirla cogiendo con más fuerza.
Pero el aumento de fuerza y velocidad de mis ataques no pasa sin factura, pues pronto comienzo a sentir como la presión se concentra en mi verga. Sabiendo lo que va a venir, me salgo del interior de mi esclava y comienzo a masturbarme frenéticamente hasta que llega el orgasmo y mi semen comienza a salir a chorros, chorros que caen sobre la espalda de mi esclava.
La ola de placer termina y yo comienzo a respirar para recuperar el aliento. Bajo la mirada y puedo ver mi desastre: mis gotas de semen perlado sobre la piel de Susan. Con el espíritu de las fiestas, no puedo evitar pensar en un campo nevado con capas de hielo por ahí y por allá.
Le agarro una de sus nalgas a mi esclava, me inclino sobre ella y le susurro al oído:
—Feliz navidad, esclava.
—Feliz… navidad… amo —me responde, agotada mi esclava, con una gran sonrisa en la cara.
Y a todos mis lectores, ¡una muy feliz navidad!
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