Regalo de Graduación

¿Cómo culminar cinco años de Carrera en la habitación del capitán del equipo de fútbol de la facultad? Hay muchas formas, sobretodo si él está tan borracho que ni se entera de lo que pasa...

Pues sí, había sido un día importante para todos nosotros, pues nos graduábamos después de cinco años de costosa carrera, en los que realmente nos habíamos visto obligados a hincar los codos de un modo competitivo. No suele pasar, pero cuando un grupo de estudiantes se pica para tratar de sacar las mejores notas, cuando la competición no es beberse más cervezas que el capullo de al lado, si no tener la puntuación más alta, el expediente académico final lo agradece. Y nuestra promoción iba a ser recordada como una de las más preparadas a nivel estudios de las últimas décadas.

Aunque no sólo de estudiar habíamos vivido, pues también participábamos de las actividades deportivas de la universidad, que nos ayudaban a liberar tensiones y a consolidarnos como grupo de trabajo. Un chico poco más deporte podía hacer, aparte de entrar en alguno de los tres equipos de fútbol que teníamos. Yo nunca había sido un gran jugador, mi función consistía básicamente en ejercer de defensa todo lo mejor que podía, y tampoco se me daba demasiado mal. El capitán de mi equipo era Jordi, aunque antes de él lo había sido un tipo llamado Diesel, que se graduó el año anterior a nosotros. Por cierto, a Diesel le llamábamos así porque era un bigardo de 2x2, un armario empotrado con cara de mala ostia y el pelo rasurado al cero. Nos recordaba al actor Vin Diesel, y ese mote le acompañó durante toda la carrera. De hecho, ni siquiera recuerdo cuál era su nombre real. Algún día explicaré el modo en que ese cabronazo ejercía su función como líder, la manera tan peculiar que tenía de levantar la moral de las "tropas"...

Por eso, porque nos lo habíamos ganado a pulso repartiendo esfuerzos entre los estudios y el deporte, tratando de ser los mejores en ambos campos, el último día de clases, aquel en el que se nos entregaron los diplomas y las calificaciones, decidimos montar una buena fiesta en el campus; una fiesta consentida y organizada por los educadores y regidores del centro. Una celebración de cinco años de esfuerzo, en la que no faltaron litros de alcohol, música atronadora y un buen rollo muy agradecido.

Sobre las cinco de la mañana, ya éramos pocos los que seguíamos aguantando el carrete de la juerga. Yo no había compartido demasiado tiempo con Jordi, el capitán del equipo, durante aquella celebración. Pero sí le había observado en la distancia: era muy moreno de piel y se notaba que ya se había pegado sus buenos fines de semana tomando el Sol en la playita, luciendo un cuerpo bastante fibrado por el fútbol. Aquella noche, para la fiesta, se había puesto un polo de color negro ceñido al cuerpo, y unos vaqueros azul cielo con varias rajas hechas por él mismo para provocar, y los dobladillos deshilachados tapando unas deportivas Reebok color marrón. Jordi había acabado completamente borracho. Yo llevaba unos pantalones color verde oscuro de tela muy fina, bastante ajustados a mis muslos, y una camisa marrón medio desabrochada; debajo, una de tirantes color blanco. Y pese a no habernos relacionado demasiado durante la velada, fue a mí a quien pidió que le acompañara a su habitación y le ayudara a acostarse. El aliento le apestaba a pota.

Ya la mayoría de chicos debían estar encerrados en sus cuartos, pues aquella zona del campus estaba prácticamente en silencio. Jordi compartía habitación con Borja, un jodido chulito que estudiaba en segundo y era una auténtica máquina de meter goles. Por eso le habían aceptado en el equipo desde que entró en la universidad, pese a que no solían aceptarse novatos. Por eso y porque Jordi, que entonces era el segundo capitán, perdía el culo por él. Quien no se había dado cuenta de ello era porque no había querido.

No vi a nadie en el pasillo, y tampoco nadie más que nosotros en la habitación. Dejé al cachondo de Jordi tumbado en la cama boca abajo, con media pierna fuera, y ya me marchaba para mi cuarto a sobar la mona, cuando desde el ángulo de la puerta, pude ver que al colega los vaqueros le marcaban un culito delicioso. Poco más abajo de los glúteos, el pantalón tenía una de esas rajas que él mismo había hecho, y se le intuían unos boxer de color blanco bajo la ajustada tela tejana. Me asomé con disimulo al pasillo para comprobar que seguía sin haber nadie.

Ajusté la puerta y me acerqué a la cama despacio. La imagen de aquel tío, indefenso sobre la cama, me había puesto bastante cachondo. Ya empezaba a notar mi polla hinchándose bajo la tela verde del pantalón. Puse con cuidado una mano sobre la pierna de Jordi, a la altura de los gemelos. Moví la mano hacia arriba, apretando un poco para notar la firmeza de aquellas piernas musculosas. Aquellos muslos estaban duros como piedras bajo los vaqueros. Seguí moviendo la mano hasta encontrarme con la raja del pantalón. Era lo suficientemente grande como para introducir la mano con facilidad a través de ella. Lo hice despacio, y mis dedos se encontraron con el elástico de los boxer. Estiré un poco y con cuidado por debajo del elástico en aquella parte de los glúteos, y comprobé que Jordi los tenía perfectamente depilados. Aquello era la ostia.

Pero entonces Jordi se removió en la cama y se dio media vuelta, poniéndose de costado. Inclinó un poco la cabeza, en dirección a mí, que ya había sacado las manos de su pantalón.

-¡Joder, qué susto me has dado! ¿Qué coño haces aquí, tío? –intentó decir, con voz resacosa.

-Nada, colega. Me has pedido que te acompañara a tu habitación, y eso es lo que he hecho...

-Ya... -se volvió a dejar caer-. Ostias, chaval estoy hecho una mierda. Creo que he potado, ¿no? La cabeza me da vueltas, macho -me miró-. Anda, ¿por qué no me traes un poco de agua?

Él era mi capitán, y yo no tenía ningunas ganas de marcharme de allí tal cual estaba, así que obedecí a su petición. Fui al lavabo y llené un vaso con agua. Cuando volví, se había sentado ya a los pies de la cama. Estaba despeinado, y su mala cara cambió cuando se fijó en mis pantalones ligera pero notoriamente abultados.

-Oye, Sergio, ¿qué cojones estabas haciendo en mi habitación con la puerta cerrada? -oteó a nuestro alrededor-. ¿Y Borja?

-Se ha quedado un rato más con Casper y el resto de los chicos.

Casper, ¡guau!, otro maromo de los buenos. Delantero estrella del equipo junto a Jordi, fue el mejor amigo de Diesel cuando éste lo capitaneaba, y como era un "fantasma" de cuidado con respecto al tema de las chicas, aquel infantil mote le venía que ni pintado. Mirándome la entrepierna con cierto descaro, más a causa de la desinhibición del acohol que por otra cosa, Jordi soltó: "Tío, ¿estás empalmado o son imaginaciones mías?", mientras le tendía el vaso de agua.

Me puse colorado, pensando que había llegado el momento de retirarme y dar aquella batalla por perdida. Estaba a punto de hacerlo, dar media vuelta y salir pitando de allí, cuando aquel moreno se echó el vaso de agua por la cabeza. Su pelo, su cara y su polo negro, quedaron totalmente empapados.

-¡Guau, está cojonuda! -sonrió, pasándose una mano por el pelo corto, expulsando a discrección innumerables y minúsculas gotitas de agua-. ¿Por qué no me traes otro vaso, tío? -sugirió, con lo que automáticamente se me pasaron las ganas de largarme de aquel cuarto.

Fui al lavabo y llené rápidamente otro vaso con agua. Al volver a la habitación, Jordi se estaba despegando el polo mojado del cuerpo metiendo las manos por debajo. Cuando el tío me vio, se sacó el polo, dejando al descubierto sus macizos pectorales. "Anda, tíramela tú por encima", me propuso, mientras lanzaba el polo negro y húmedo a mis pies. Obedecí enseguida. Coloqué el vaso a la altura de su cabeza y empecé dejando caer sólo un chorrito. Jordi miraba hacia arriba con los ojos cerrados y la boca abierta. Con la lengua iba humedeciéndose los labios y chupando las gotas que caían cerca. Después, moví un poco el vaso para que el agua le cayera en el pecho y en los abdominales, que se contraían con el contacto del agua fría y se mostraban potentes como máquinas.

Jordi parecía disfrutar como un cabrón con mi cara de deseo, consciente de lo bueno que estaba. Dediqué el último chorro a mojar toda la parte del paquete de los tejanos azul cielo. La cintura del pantalón ya se había mojado con el agua que había resbalado por su cuerpo. Aquella visión me puso cardíaco, sobretodo teniendo en cuenta que aquel morenazo no dejaba de mirarse a sí mismo con gula. Jordi se llevó una mano al paquete y se lo empezó a sobar despacio.

-Con la tontería del agua se me ha puesto dura... como a ti –en voz baja, sin dejar de tocarse.

-Pues hazte una paja, tío –le solté con cierto vacile, para que no se notara demasiado lo cachondo que me ponía aquella situación.

-Sólo si tú también te haces una.

-Yo paso... –me dio corte mostrarme demasiado predispuesto a cumplir sus deseos.

-¿Y por qué coño me estabas tocando el culo, eh? ¿Acaso creías que estaba ya durmiendo, dos minutos después de tirarme sobre la cama? No voy tan borracho, colega, que de algo me tiene que servir haber potado antes -me sentí un poco avergonzado (sólo un poco, pues aunque se había dado cuenta de todo no me daba la impresión de que le importara mucho)-. ¡Quiero que te hagas esa paja aquí y ahora, delante de mí! –demostrando sus dotes de líder, como en el campo de fútbol...

Me llevé la mano a la entrepierna para comprobar el estado de mi polla. No había duda de que estaba totalmente dura. Empecé a acariciarme bajo la atenta mirada de Jordi, que a su vez se cogía el paquete con la mano muy abierta, como mostrándolo, orgulloso de su trofeo. Mientras me frotaba la polla, caminé hacia la cama. Jordi seguía sentado a los pies con la mano derecha sobre su duro paquete; sin quitarme ojo, fue levantando la mano izquierda despacio. Respiré hondo cuando noté aquella mano húmeda junto a la mía, haciendo presión las dos sobre mi apretada verga. "Te la quiero coger", me pidió entonces.

Fui retirando mi mano para dejar que Jordi me acariciara la polla por encima del pantalón, y me acerqué un poco más a la cama, para que el moreno me tuviera más cerca. Él dejó de acariciarse el paquete para atacar el mío con las dos manos. Cogí la cabeza de Jordi, y me acerqué hasta ponerla a pocos centímetros de mi erección. Al muy mamón le moló mi propuesta, porque no dudó un segundo en sacar su lengua para lamer la tela verde y abultada, mientras yo le apretaba cada vez más la cabeza contra el paquete. Las manos de Jordi empezaron a desabrochar el botón y la cremallera del pantalón verde, y pudo comprobar que el slip blanco tenía un gran cerco de humedad en la punta de mi polla cada vez más dura.

Levantó la cabeza para mirarme a los ojos, al tiempo que sacaba y alargaba su lengua. Sin pensárselo mucho, lamió por encima del calzoncillo mi glande húmedo de precum. Con las dos manos, y sin dejar de succionarme la polla por encima de la tela, Jordi me bajó los pantalones hasta abajo, dejando al descubierto mis piernas también potentes. Las apretó por detrás con ambas manos, y fue subiendo hasta llegar a la parte más baja de mi culo, justo hasta donde cubría el slip. Allí, Jordi metió los dedos bajo la tela. Su boca y su lengua seguían lamiendo mi mojado calzoncillo, ahora con más ganas, más caliente, mientras metía sus manos entre mis ardientes nalgas.

Acarició los cuatro pelos rubios de mi culo, y con el dedo corazón de cada mano, después de ensalivarlos, fue abriéndose paso bajo el calzoncillo blanco. Aunque no era sencillo hacerlo mientras me seguía chupando el rabo por encima de la tela, Jordi me fue metiendo los dedos por el culo poco a poco, haciéndolos entrar casi hasta el fondo.

-¿Qué tal, Sergio? ¿Te gusta tu regalo de graduación? – me preguntó con cara de vicioso hijo de puta.

Lancé hacia el techo un par de leves gemidos como respuesta, mientras los dedos de aquel tío me perforaban el ojo del culo. Me metí la mano bajo los huevos, y me saqué el equipo completo. La punta de mi polla estaba mojada. Jordi separó sus manos de mi culo, para que pudiera quitarme la pequeña prenda blanca. El calzoncillo se fue enrollando mientras bajaba por mis piernas. Me deshice rápidamente de las bambas y el pantalón verde, y deslicé el slip hasta que quedó colgando de mi pie derecho; lo lancé sobre la almohada de Jordi, que sonrió con cierta lascivia. A pesar de toda la actividad y el calor del momento, la mirada de él se veía algo perdida, entrecerrando en algún momento los ojos. No era fácil luchar contra la resaca y el sueño acumulado.

Me saqué también la camisa marrón, que él me había ido desabrochando mientras le golpeaba juguetonamente con la punta de mi nabo, manchándole de semen las mejillas. Se limpió con los dedos que me había introducido por el culo, y me los puso en los labios para que los chupara. Tenía un extraño sabor entre dulzón y amargo. Aquellos dedos, que con mi saliva estaban ya bien lubricados, volvieron a la carga, entrando en mi culo con una facilidad increíble. El cabrón demostró ser un experto en preparar las rajas para una buena follada, y yo estaba deseando que llegara el momento, así que me dispuse a quitarme la camiseta de tirantes.

-¡No! ¡No te la quites! –me gritó- Quiero follarte como estás, como si fueras Marlon Brando haciendo de Kowalsky -yo sabía de su fascinación por "Un Tranvía llamado Deseo", y me encantó que quisiera hacerme partícipe de aquella fantasía, y también el papel que en ella me tocaba; la punta de mi polla estaba tan cerca de su boca que, mientras me seguía perforando el culo, moví las caderas hacia adelante y se la intenté clavar entre los dientes.

-Me importa una mierda como me quieras follar, mientras me folles... –le dije, deseoso como estaba de que me la comiera.

Sin perder tiempo, Jordi ya me había metido por el culo más dedos, y los movía de un lado a otro, provocándome contracciones en toda la raja. Intenté meterle al moreno toda mi larga polla en la boca, pero me encontré con su resistencia a tragarse aquel trabuco hasta los cojones. Me la agarró por el tronco con una mano, y se la sacó de la boca para golpear el glande contra su lengua, y para succionarlo entre los labios. Mis espasmos eran cada vez más continuados.

-Joder -le dije-, como sigas así, vas a hacer que me corra en tu cara.

-Eso quisieras, cabrón, pero ni lo sueñes –me sacó los dedos del culo, me soltó la polla y se arrastró hacia atrás, quedando tumbado sobre la cama-. Yo también quiero que me comas un rato el nabo.

Los dos estábamos sudando como perros, porque el ambiente de la habitación estaba más que caldeado a causa de la excitación acumulada y las hormonas en ebullición. Me puse a cuatro patas sobre la cama y me moví hacia él, quedando de rodillas. Jordi, muy macho él, se llevó las manos detrás de la nuca, y allí se topó con mi slip sudado. Se lo puso bajo la nariz, para olerlo, mientras mi polla seguía amenazando con explotar y mojar de un momento a otro, dura como una piedra.

-He fantaseado con comerte la polla en cada partido, imaginando que nos follas a todos después, en las duchas, uno tras otro, mientras te pedimos que sigas dándonos por el culo -le dije, perdida ya cualquier muestra de reparo o vergüenza con él-. Como hacía Diesel, ¿recuerdas?

-Todos los maricas tenéis la misma fantasía de come pollas –vaciló Jordi, con la cara aún medio cubierta por mi calzoncillo blanco.

Se lo quité, y sin moverme de donde estaba, me froté el culo con él antes de volver a lanzárselo a la cara. Ni se inmutó, ni se movió cuando le dije: "Toma, para que huelas bien el culito que te vas a follar esta noche". Jordi tan solo cerró los ojos, y con las manos aún en la nuca, hizo un poco de fuerza para que los abdominales se le marcaran perfectamente. Luego, como si yo fuera su putita, simplemente susurró: "Chúpame la polla y cierra el pico de una vez". Abrí la boca y dejé caer un chorrito de saliva sobre su ombligo. Lo tenía hacia fuera, y estaba enmarcado por sus potentes abdominales. Después acerqué la cara y empecé a chupar y sorber mi propia saliva por toda la zona. Jordi seguía haciendo fuerza para que se le pusieran bien duros.

Mientras me dedicaba a lamerle los pezones, Jordi se llevó las manos al pantalón y desabrochó los botones uno a uno, sin abrir siquiera los ojos. Cuando vi lo que estaba haciendo, le frené y le aparté las manos a los lados. Los vaqueros azul cielo no tardaron en dejar al descubierto los boxer blancos de Jordi. Su polla estaba presionada hacia la cintura por aquellos calzoncillos tan ajustados. Yo seguía de rodillas, cogí las dos piernas de Jordi por los gemelos, y las levanté para quitarle las bambas, y para sacarle los vaqueros. Por fin tenía el cuerpo que tanto había soñado casi en pelotas debajo mío, y el rabo me empezaba a doler por la hinchazón tan brutal que me había provocado aquella escena.

Jordi se dejaba hacer con los ojos aún cerrados. No se había quitado de la cara mi slip sudado, y sus piernas aún apuntaban al techo, cogidas ahora por detrás de las rodillas. Me quedé observando aquel pedazo de nardo que aún se le apretaba contra el boxer blanco. Era una tranca de unos 16 cms., no más, pero con un grosor descomunal, casi como un antiguo Motorola. Se semitransparentaba por el sudor, y se notaba una gran vena en el medio, a lo largo de todo el tronco. Iba a tener que abrir mucho la boca para comerme toda esa verga como un niño bueno.

Le llevé a Jordi las rodillas hasta el pecho, y él las aguantó allí a duras penas. Puse las manos sobre el culo con nalgas contraídas del capitán del equipo. Estaba muy duro, todo en Jordi estaba deliciosamente duro. Guié mis manos a través de aquel culo hasta llegar al elástico de los calzoncillos blancos. Los hice deslizar despacio, saboreando el instante, contemplando como aparecían unas nalgas muy marcadas y la raja del culo, completamente rodeada por unos pelos de color negro azabache. Eran los únicos y apetitosos pelos que quedaban sin depilar en aquel atlético cuerpo. También quedaron sus cojones al descubierto, y al mover los calzoncillos piernas arriba pude ver, por fin, aquella gorda y jugosa polla. Tiré los boxer también sobre la cara de Jordi, que reaccionó como despertando.

Se quitó las dos prendas de la cara y vio en qué punto estaba la situación: él tumbado sobre la cama, en bolas, con el nabo duro al aire libre, y las piernas levantadas hacia el techo por mí, que también en pelotas pero de rodillas, me calzaba una verga de grandes dimensiones. Mi nardo enrojecido parecía a punto de reventar, sobretodo en la punta. Me empezaba a molestar seriamente el dolor de huevos, y Jordi parecía un poco en otro mundo, más dormido que despierto, a causa del alcohol. Miré unos segundos el agujero peludo de aquel culo, y le miré a él a la cara.

Si hubiera estado totalmente despierto y en plenas facultades, a buen seguro que Jordi no permitiría que yo me cogiera el nabo por el glande y moviera las rodillas hasta ponerlo al alcance de su raja. El machito del área, el terror de las fans, el capitán del vestuario... y se iba a dejar "marcar" por un compañero y en propia meta, en su jodida habitación. Sin dejar de hacer presión sobre las piernas de Jordi, deposité la punta de mi polla en la entrada de aquel agujero. Incliné mi cuerpo hacia adelante, apoyando los hombros en las piernas levantadas de aquel morenazo. Mi glande, de un color violáceo ya por la sangre acumulada que lo inflaba, estaba haciendo un poco de presión en el ojo del culo de Jordi, aunque no llegaba a entrar. Me seguí inclinando hacia abajo, hasta que mis manos llegaron a posarse sobre la cama. Estaba en posición de hacer flexiones, aguantándome con las manos y los pies, y mi cara quedó a escasos centímetros de la de Jordi.

-¿Qué coño haces, tío? –me preguntó, como si se acabara de despertar de un sueño agradable y placentero; demasiado placentero.

-Te voy a meter un gol que no vas a olvidar en tu vida...

Jordi debió notar en su culo la presión, pero ya era demasiado tarde para evitarlo. Fui dejando de hacer fuerza con manos y pies, y mi cuerpo atravesó el de Jordi con un golpe seco y violento que nos dolió a los dos. Mi polla se había hundido en aquel culo con precisión y contundencia, casi hasta el fondo. El grito de dolor de Jordi no se hizo esperar, aunque quedó diluido por la mano que puse en su boca. También mi cara dejaba notar el dolor de aquella embestida violenta y profunda. Sin quitar mi mano de su boca, moví mi culo hacia arriba lentamente, y extraje unos centímetros la perforadora, aunque solo para volver al combate con más impulso. La segunda penetración fue menos dolorosa, pero mucho más profunda, porque los cojones me chocaron contra sus nalgas. Jordi lamió el dedo pulgar de su follador, intentando disfrutar del momento, ahora que ya no tenía remedio.

Se la metí y se la saqué cada vez con más facilidad, y sus gritos eran ahora gemidos. Se llevó los brazos a los costados, y estiró de sus nalgas pidiéndome que mi verga perforara su culo virgen más y más adentro. La falta de lubricación hacía que esa fricción fuera dolorosa para ambos, pero no dejé de arremeter contra su retaguardia. Hasta que, tras unas penetraciones veloces, frené el movimiento y Jordi pudo notar cómo el interior de su culo se llenaba de un líquido caliente ahí donde mi polla alcanzaba. El tío me puso las dos manos en el culo y apretó contra sí. Levantó la cabeza y fue en busca de mi cuello, chupando el sudor con sabor a mar de mi hombro, mi clavícula y mi barbilla...

Me buscó la boca con pasión. Había caído rendido a cuatro patas ante las maneras de este rubiales delgadito y desgarbado (yo) que se gasta unas medidas más que considerables. Mi camiseta blanca estaba completamente mojada por el sudor, y sus manos resbalaban sobre mi piel. El culo de Jordi se cerraba poco a poco, debido a que mi pistolón iba perdiendo fuerza. La saqué, chorreando y morcillona, y él pudo por fin bajar las piernas, y apoyarlas sobre la cama. Al ser la primera vez que le enculaban, mi nabo le había destrozado de un modo brutal. Me miró, que de rodillas frente a él me frotaba la polla con la mano, intentando expulsar cualquier resto de semen.

-Oye, maricón, que tengo que dormir entre estas sábanas... -protestó casi sin fuerzas.

-Pues límpiamela con la boca, no te jode –y le pasé la mano llena de lefa por la cara.

-No me toques hijoputa, y lávate la polla en el lavabo.

Me moví para ponerme de pie. Aunque acababa de echar una buena lechada, mi polla no se había dormido, y mientras me la sobaba le invité seriamente a que me la comiera un rato.

-¿Has visto, Jordi? Este es el momento idóneo para una buena mamada, de esas que tanto te gustan.

-Pero bueno, ¿te has pensado que soy una puta? Me acabas de petar el culo, y te aseguro que tienes suerte de que no te patee la cabeza –intentó mantener la dignidad, mientras su rabo seguía morcillón.

-Sabía que lo estabas deseando, porque tu culito pedía a gritos que te la metieran; pero si te hubiera preguntado, me hubieras echado de aquí, ¿verdad? Y aún no te has corrido, veo –insinué.

-Mira tío, estoy reventao de sueño, y me acabas de hacer polvo el culo. Por hoy no tengo más ganas de fiesta. Y si me entero de que cuentas esto a alguien, te juro que...

-Tranqui, brother. ¿Decir que al gran capitán le han metido un bengalón por el culo y ha visto colorines? ¿Para qué estropear las fantasías de cuatro pajilleros como yo?

Jordi hizo un movimiento rápido, y me dio un empujón muy fuerte en el pecho que me hizo caer al suelo.

-Eso para que aprendas, maricón. Te he dicho que te largues y dejes de tocarme las pelotas.

-Joder, me has hecho daño... –protesté-. Lo único que digo es que no haces más que provocar al personal con tus pantaloncitos rotos. Me voy a ir, si es lo que quieres, pero desde ahora me ofrezco voluntario para aliviarte las tensiones tras los partidos. Ese pollón necesita una boca grande como la mía. No cualquier niñato te va a hacer una proposición así.

-Estás completamente chiflado, capullo –y sonrió, aunque sabía que mi proposición iba muy en serio-. Ya hemos acabado la carrera, macho, así que se acabó el equipo y todo lo demás. Incluido "esto".

-Nos queda la final del sábado que viene -le recordé.

Jordi cogió el slip sudado que había medio cubierto su cara mientras le enculaba ferozmente, y me lo lanzó, ignorando mis palabras. Después cogió sus boxer y se los iba a poner, pero como su polla aún estaba algo dura, los dejó caer al suelo y se levantó en busca del pantalón corto de su pijama. Yo, que ya me estaba poniendo la ropa interior sin levantarme del suelo, cogí aquellos boxer blancos sudados y me los guardé en el pantalón verde, que también me puse.

El pijama veraniego de Jordi tenía la parte de abajo ajustada a los muslos y de color azul, y para cubrir su torso utilizaba una camiseta de baloncesto de los Lakers que le llegaba casi hasta las rodillas. Antes de que se la pusiera, pude ver por última vez con claridad lo mucho que le abultaba aquel rabo semierecto bajo el pijama. Me levanté del suelo y me abroché el botón del pantalón de tela fina. También mi entrepierna hacía evidente el estado de excitación en que aún me encontraba. Puede que aquella fuera la última vez que nos viéramos Jordi y yo en una situación semejante, y me jodía pensar que había esperado demasiado tiempo para atreverme a intentar algo con él.

Recogí la camisa marrón y me la puse. Jordi estaba junto a la puerta de la habitación, invitándome a largarme, cuando de repente oyó voces en el pasillo y me dijo que saliera por la ventana, ¡y rápido! Yo ya sabía desde la última vez que me vi en una situación similar a aquella, que las cornisas eran anchas, pues las había pisado antes (una historia larga de contar que algún día caerá), así que salí por la ventana sin temor alguno; pero antes de desaparecer me giré hacia mi compañero, y puede que un poco amigo.

-¿Pensarás en mi oferta? -le pregunté, sin elevar la voz.

-¿Cuál? ¿La de comerme el rabo después de los partidos? Como tú has dicho, sólo nos queda la final -sabía que estaba siendo un poco cruel, pero se lo permití porque, al fin y al cabo, acababa de desvirgarle el trasero-. Lárgate, Sergio, y búscate a otro, que yo estoy bien servido...

-Muy bien, capi. Espero que el ojete no te escueza para la final del sábado.

Le guiñé un ojo, y como toda respuesta Jordi cerró la ventana de golpe. Le vi darse la vuelta y caminar hacia la cama; me quedé observando un momento. El moreno empezó a olisquear la almohada y las sábanas. Por su cara, supuse que olían a una mezcla de semen y sudor que al muy mamón le encantaba. Le gustaba tanto como el de los calzoncillos sudorosos que dejábamos por el suelo al acabar los partidos, mientras nos duchábamos en los vestuarios. Seguro que por eso entraba siempre el último en las duchas, algo más que morcillón, el muy mariconazo.

Bajo el pijama, su gorda polla volvía a estar empinada, pidiendo guerra. Era evidente que no estaba tan cansado como me había hecho creer. La buscó con la mano y se la sacó. Le había agujereado el culo sin compasión, pero lo peor para él era que le había encantado la sensación de ser penetrado. Se la machacó despacio, supongo que pensando en el momento en el que le habían metido aquel cañonazo en propia puerta.

Le observé embobado mientras se la estaba meneando, pero la puerta del cuarto se abrió, y Jordi rápidamente se guardó el nabo y se tapó con la camiseta. Era su querido Borja, el chaval de diecinueve años con el culo más follable de toda la universidad. Y eso que yo podía presumir de haber visto y follado bastantes culos macizos. Pero ninguno tan redondito y marcado bajo el pantalón del uniforme del equipo como el de Borja. Y sólo tenía diecinueve años. Cuando llevara dos o tres más jugando en serio, su culo se iba a convertir en lugar de culto donde "aparcar el tractor" tras los partidos. Borja le miró tras cerrar la puerta con el pasador, y yo me oculté un poco para no ser visto.

-Pensaba que estarías ya durmiendo –le oí decir al chaval con cierta desgana; por suerte, el silencio que reinaba a las cinco y media de la madrugada en el campus me permitía escuchar a través del fino cristal de la ventana.

-Te estaba esperando –Jordi se levantó la camiseta y se bajó un poco el pequeño y estrecho pantalón de pijama, antes de ponerse en pie- No quiero preguntas, chaval. Ahora desnúdate, y ponte a cuatro patas en mi cama.

No pude evitar llevarme las manos al paquete, porque aquello me excitaba muchísimo. ¡El capi y el novato liándose en mis narices...! Algo que todos dábamos por hecho, pero que yo constataba en ese momento con absoluta certeza. Yo también había sido novato, y conocía la sensación.

Borja estiró la mano para coger la polla de Jordi y caminó de espaldas, tirando de ella hasta la cama. Allí se quitó frente a Jordi los pantalones, los calzoncillos y el polo de manga corta. El moreno le cogió por los hombros, le dio media vuelta y un pequeño empujón para que el jovencito se dejara caer sobre la cama. Jordi miró ese culito tierno y delicioso unos segundos. Después, giró la cara hacia la ventana y le vi sonreír, aunque pensé que él no me veía. Pero sí, mirándome fijamente se tumbó encima de la espalda de Borja, y sin lubricarse lo más mínimo hundió su polla de gran diámetro en aquel culo una y otra vez, arrancando del novato unos gemidos ahogados que dejaban en evidencia que estaba siendo muy bien follado.

Supongo que ese fue su segundo regalo de graduación para mí, y yo se lo agradecí corriéndome copiosamente contra su ventana.