Regalo de cumpleaños (I)
Insististe tanto que no te pude decir que no un año más. Al abrir el sobre de tu regalo diste un salto de alegría y te tiraste sobre mi. Me quitaste la ropa con violencia y me follaste en el sofá, mientras los billetes de avión a Nueva York nos miraban desde la mesa.
Insististe tanto que no te pude decir que no un año más. Al abrir el sobre de tu regalo diste un salto de alegría y te tiraste sobre mi. Me quitaste la ropa con violencia y me follaste en el sofá, mientras los billetes de avión a Nueva York nos miraban desde la mesa. Cuando fuiste al baño a ducharte para quitarte el semen de la cara pensé que sería una buena idea por fin saciar tus fantasías.
Ocho años de fiel relación son demasiados para tu inagotable líbido. Recuerdo la primera vez que me hiciste ver que querías ir más allá en el sexo. Lo habíamos practicado todo, y eras una chica aparentemente satisfecha, pero siempre querías probar más. Todas las posturas, todos los lugares, todos los orificios... pero querías más. Cuando llegué a casa llegaban gemidos desde el salón. Al llegar te vi arrodillada sobre el sofá, de espaldas, sólo con el sujetador puesto. En la televisión una chica era salvajemente penetrada por dos enormes negros, uno por el coño y otro por el culo. Ella iba bastante más vestida que tú, pero menos excitada. Gritabas “folladme, folladme” mientras subías y bajabas sobre un gran consolador, como sentada a horcajadas sobre un amante. La visión era excitante. Tu perfecto cuerpo prácticamente desnudo y disfrutando en soledad de las fantasías que tu mente genera. La película porno se convertía en la banda sonora pefecta bajo la cual todavía se escuchaba el húmedo chapoteo de tu coño con el consolador.
- ¡Más, más! - gritabas, mientras clavabas tus uñas en tus glúteos, separándolos, jugando con tu ano.
Me quité la ropa y me acerqué a ti. Habías dejado lubricante en la mesa. Me lo apliqué en mi ya dura polla. Sin girarte, sin hablarme, sin besarme, te limitaste a echar la mano atrás y conducir mi sexo a la entrada de tu culo.
- Fóllame el culo antes de que llegue mi novio- seguías fantaseando.
Nunca te había compartido con tus consoladores, y pude ver cómo la vibración se trasladaba a mi cuerpo a medida que mi polla se perdía en tu ano.
- ¿Notas la polla de tu amigo presionando la tuya? - decías.
Esto seguro que no iba a quedar sólo en un gran polvo.
Destrozadme, cabrones, me corro otra vez - te agitaste con la llegada del orgasmo, el primero conmigo, el último de una larga lista a juzgar por la humedad del sofá. Yo no me detuve. Prácticamente te arranqué el sujetador mientras te la metía hasta el fondo. Te agarraba por los pezones mientras te follaba el culo.
Avisad cuando os vayáis a correr - dijiste a tu imaginario amigo de látex y a mí. A este ritmo no aguantaría mucho más, y lo sabías. Te acariciabas el clítoris, estabas desatada.
Me gustaría que mi novio estuviese aquí para verme con vosotros - jugabas - . Al verme tan cachonda seguro que no se negaba a compartirme con otra polla.
La saqué. Te diste la vuelta, pero seguiste con el consolador en tu coño. Me tiraste en el sofá y te reclinaste sobre mi. Con una mano te acariciabas, con la otra me masturbabas mientras me comías los huevos y el culo, mirándome a los ojos.
Compárteme - me pediste, mientras, finalmente, te la metías en la boca y me concedías correrme en tu boca.
Trágatelo - ordené - y tarde o temprano será otra leche la que te llene la boca.
Me vacié en tu garganta durante una eternidad, llenándote con una corrida como hacía mucho. No abriste la boca. Cerraste los ojos y te seguiste masturbando. Te reclinaste sobre mí. Te acaricié las tetas mientras tu mano aceleraba los movimientos. Gritaste con todas tus fuerzas cuando te corriste pensando en otra verga dentro de tu sexo.
No derramaste una gota.
Me miraste, seria.
- Te amo - dijiste.