Regalo de cumpleaños: follar con un chico virgen

Con motivo de mi cumpleaños mi marido organizó todo para que pudiera satisfacer mi fantasía de follar con un chico virgen.

Mi marido y yo solemos contarnos nuestras fantasías sexuales sin ningún reparo. Esto nos calienta mucho en los momentos más íntimos y hace que nuestras relaciones sexuales sean más intensas. A veces procuramos hacer realidad algunas de estas fantasías. Eso ocurrió, como recordareis, cuando quise satisfacer la fantasía bisexual de mi marido, sus deseos de sentirse como una mujer follada, y que ya os conté (Me follé a mi marido para satisfacer su bisexualidad).

Una de las fantasías que más me excita y es motivo de numerosas masturbaciones placenteras es imaginarme que me folla un chico joven, para el que soy la primera mujer con la que folla. Me vuelve loca de placer imaginar su inexperiencia, sus deseos ansiosos, su nerviosismo. Pienso como agarro su polla inexperta con mi mano y le ayudo a encontrar el camino. Me calienta imaginar que chupo su pene caliente, juvenil, por estrenar. Que paladeo su leche abundante y olorosa que me regala a chorreones.

Mi marido, que es un cielo de hombre y al que quiero mucho a pesar de nuestras aventuras sexuales, y quizá por eso, quiso regalarme por mi pasado cumpleaños el satisfacer mi fantasía. Se propuso regalarme el que follara con un joven para el que yo fuera su primera hembra en la cama.

Todo lo preparó en secreto, sin que yo sospechara nada. A través de chats y del messenger contactó con varios chicos muy jóvenes, pero todos mayores de edad, que manifestaron su deseo de acostarse conmigo y que nunca habían follado antes. Por supuesto les mostró una foto mía que me hizo en casa, en la cama. Por cierto que ahora circula por Internet en una Web de fotos de "pilladas", pero....¡lo siento! No os voy a decir con que nombre aparece. Me da vergüenza.

José hizo un autentico casting entre todos los candidatos y seleccionó a Raúl, un estudiante de 19 años. A lo largo de varios días lo planificaron todo hasta el menor detalle. José es muy minucioso cuando organiza algo.

Festejamos el día de mi cumpleaños un viernes. Después de la cena nos fuimos a una sala de baile que hay cerca de casa. Es muy intima y con música suave en vivo, para bailar bien agarraditos. Un montón de sofás y sillones en torno a mesitas bajas y unas luces muy tenues, permiten achucharse con comodidad entre baile y baile.

Mi marido acordó con Raúl vernos allí. Planeaba decirme que era un alumno de la escuela de enfermería en la que José es profesor y así justificaría el invitarle a tomar una copa con nosotros.

Mientras estábamos sentados apareció. Era un chico alto, fuerte, con cara de crió y unos ojos preciosos y una boca sensual de labios gruesos que resaltaban bajo una sombra de bigote. Llevaba una camisa de mangas largas y se había puesto unos pantalones grises, que seguro que eran los de ir de fiesta.

Nos saludamos, nos sirvieron otra ronda de copas para todos, charlamos y yo bailé unas piezas con mi marido ante la atenta mirada de Raúl. Yo disimulaba aunque sabia que allí había gato encerrado. Raúl no pegaba en aquel sitio y lo de la escuela de enfermería no me lo creía. Así que con esa sospecha decidí dejarlos solos. Fui al baño, para que pudieran hablar con tranquilidad. Según me contó más tarde José, las cosas ocurrieron más o menos así.

José le preguntó a Raúl que le había parecido yo. Raúl le confesó que yo le gustaba más en persona que en la foto. Y añadió: esta muy buena y tiene unas tetas fenomenales.

José, como si no estuviera ya suficientemente excitado aquel crío, lo animó aún más diciéndole cosas como: Ya veras cuando la tengas desnuda entre los brazos, cuando sientas sus tetas pegadas a tu pecho. Además, Luisa, si le gustas, te hará lo que quieras. Chupa la polla como nadie. Va a ser la mejor noche de tu vida. El muchacho estaba alucinado e insistió a José ¿Pero a ti no te importa que yo me folle a tu esposa? ¿y además, delante de tus narices?

José le explicó que nosotros éramos una pareja muy liberal, que asumíamos esos juegos y que antes le había tocado a él. Y concluyó: tu disfruta y fóllatela bien, ya veras como grita cuando le hagas llegar al orgasmo. Quiero que lo pase muy bien contigo. Es su cumple y tú eres su regalo.

Con esta conversación, el muchacho, según me contó luego José, estaba muy excitado y le dijo a mi marido: Me la estas poniendo a reventar. Entonces mi marido le puso la mano sobre su polla a través del pantalón mientras le preguntaba ¿cómo la tienes? Al muchacho le gustaba aquel toqueteo y José siguió sobándole la polla a través del pantalón. El chico gemía y suplicó: Tío, para ya que me corro aquí mismo.

Mi marido dejo de acariciarle y repasaron las últimas instrucciones del plan: Mira, ahora cuando Luisa regrese, tú la sacas a bailar. Yo iré fuera con el pretexto que tengo que buscar algo en el coche. Tú, poco a poco, según vas bailando, te vas pegando a ella, cada vez más. Cuando veas que ella se pega a ti, tú la abrazas más y le clavas esta maravilla de polla que tienes contra ella. Y esperas. Pueden ocurrir dos cosas: que ella se aleje de ti, eso es mala cosa, es señal de que no le gustas y no hay nada que hacer. Luisa es así. Pero si ella se abraza más a ti y si, además, te besa, entonces es tu noche chaval, como dice la canción.

Regresé del baño y al cabo de estar un rato sentados José dijo: Raúl ¿por qué no bailas con Luisa mientras yo voy un momento al coche?

Salimos de la mano a la pista de baile, apenas alumbrada con unas estrellitas de luz que giraban. Mi marido hizo como que se iba pero, como me contó luego, se quedó entre las cortinas de la entrada, para observarnos.

Raúl bailaba muy bien a pesar de su juventud. Me gustaba aquel chico. Su olor, su galantería. Me agradaba la forma en que su mano sujetaba la mía, con delicadeza. Al cabo de unos compases de la música ya sentía el calor de su cuerpo joven pegado al mío. Me agradaba su olor y me deje hacer y avancé mi mano en su hombro.

El se apretó más contra mí y sentí contra mi coño su polla dura como el hierro. Al principio me sorprendió tanto atrevimiento, pero acepté y resistí su ataque.

Continuamos bailando y el se apretó más contra mí. El movimiento del baile hacia danzar la punta de su polla contra mi clítoris. Me estaba calentando mucho. Sentía la humedad empapando mis bragas.

El de vez en cuando miraba, como si quisiera saber si mi marido había regresado. Yo estaba cada vez más excitada. Deseaba a aquel chico, me gustaba como me abrazaba al compás de la música. Así que rodeé su cuello con mis brazos, el puso sus manos sobre mi culo y me apretó contra si.

Nuestras mejillas se rozaban. Le di un beso y luego nuestros labios se buscaron y Raúl me beso apasionadamente. Yo estaba a punto de correrme. Nuestras lenguas se enredaban en un beso interminable mientras yo sentía la polla de Raúl como si quisiera taladar la fina tela de mi pantalón, para follarme allí mismo.

Raúl hizo un gesto como de separarse. Yo miré y vi que entraba mi marido. Lo retuve apretado contra mí y le susurre al oído: No te preocupes.

Cuando regresábamos a nuestros asientos cogidos de la mano mi marido nos preguntó con una sonrisa: ¿Qué tal lo habéis pasado? Yo, también sonriendo y recalcando las palabras le contesté: Lo estamos pasando muy bien.

Raúl y yo nos sentamos juntos en el sofá. Mi marido apuraba su ron en el sillón de enfrente, y nos miraba sonriendo. Yo me abracé a Raúl. El tras mirar a mi marido, comenzó a besarme en la boca y metió su mano entre la abertura de la blusa y comenzó a acariciarme un pecho. Yo sentía sus dedos rozando suavemente mis gruesos pezones que se habían puesto tiesos. Me sentía morir de placer. Aprovechando la intimidad y oscuridad de la zona donde estábamos me atreví a poner mi mano sobre el bulto del pantalón de Raúl. Sentía su polla dura, palpitante de vida y de deseo. Acaricié aquello que deseaba sentir en mi boca y dentro de mi vagina. Estaba empapada y sentía los líquidos en mis bragas. Raúl estaba a punto de correrse y me retiró la mano de encima de su polla. Yo, sin dejar de mirarle, me llevé la mano a la nariz para sentir sus olorcitos, que tanto deseaba disfrutar.

Nos fuimos a casa, donde llegamos enseguida. Les rogué que me dieran unos minutos mientras me preparaba. Ellos se sirvieron una copa en el salón. Yo me desnudé, me lavé y perfumé y me puse un camisoncito picardía, que me regalo José en una ocasión, y que apenas me tapaba nada. Puse una luz tenue en la habitación y me tumbé en la gran cama de matrimonio. El borde del picardías apenas tapaba mi coñito y mis tetas abundantes casi rebosaban por el escote. Les avisé que ya podían venir.

Entraron en la habitación. Raúl al lado de la cama me miraba como hipnotizado. Yo les deje bien clara la situación. Les dije: Yo soy la que manda, que para eso es mi cumpleaños. Y ordené: Quiero que mi marido te desnude.

José comenzó a quitarle la ropa a Raúl le desabrochó la camisa dejando ver un pecho fuerte y musculoso. Luego le bajó los pantalones. Su polla apuntaba debajo de los calzoncillos.

Luego, como sabía que mi marido estaba deseando sentir la polla de aquel chico dentro de su boca, les ordené: Quiero que José te la chupe, porque quiero que se te aplaque ese calentón que tienes, antes de follar conmigo.

Mi marido se arrodilló delante de Raúl. Su cara quedaba delante del bulto que hacia su polla en los boxers. A Raúl no le debió de parecer mal la idea porque inmediatamente se empezó a rozar contra la cara y la boca de José. Mi marido olía y lamía con placer la mancha húmeda de secreciones.

Yo veía la escena mientras me acariciaba. Estaba a punto de correrme pero quería aguantar un poco más.

José le bajo los calzoncillos. Raúl tenia una polla preciosa, juvenil, huinchada a punto de estallar. Circuncidada, tan tiesa que casi rozaba su propio vientre.

José comenzó a chupar y lamer sus testículos. Raúl acariciaba el pelo de mi marido. Luego besó y lamió la polla desde su base hasta la punta. Vi como recogía con la lengua una gota de secreción de la punta y entonces se tragó entera aquella polla que debía estar caliente como el fuego. Yo los observaba y me acariciaba con dos dedos para correrme a la vez que lo haría Raúl en la boca de mi marido.

Raúl comenzó a gemir más fuerte y a mover sus caderas metiendo y sacando la polla como si estuviera follando la boca de José. Raúl cada vez gemía y respiraba más fuerte. Yo seguía frotando mi clítoris. Raúl gritó, como una súplica: ¡No aguanto más¡ yo, que estaba ya a punto del orgasmo le grité: ¡Córrete en su boca!.

Mi marido recibió la recompensa de los numerosos y potentes chorros de semen abundante, caliente, sabroso, que tragó con gusto y apuró hasta las últimas gotas. Yo en ese momento tuve un orgasmo que hizo que me revolcara en la cama como si estuviera sufriendo un ataque.

Pasado ese momento mi marido se puso en pie. Yo le di la mano a Raúl y le invite a acostarse a mi lado. Mi marido se desnudó y se acostó en un extremo de la gran cama, desde donde pensaba disfrutar del espectáculo mientras se masturbaba.

Raúl comenzó a quitarme el camisoncito y me dijo: Quiero ver tus tetas que me tienen loco. Me gustó mucho desnudarme para aquel chico, sentirme admirada y deseada por aquel joven. Me hacía sentir muy mujer. Raúl comenzó a besarme, lamerme y chuparme los pezones. Parecía un bebe glotón. Yo le acariciaba el pelo y le daba mimos. Me estaba volviendo a calentar y yo notaba que la polla de Raúl que se había desinflado tras correrse en la boca de José, ahora comenzaba de nuevo a ponerse durita.

Raúl no paraba de jugar con mis tetas. Mis pezones gruesos y morenos estaban tan tiesos como ya lo estaba su polla. Mi marido acostado de medio lado nos observaba mientras se acariciaba la polla despacio, como si quisiera prolongar y disfrutar su excitación.

Yo de nuevo estaba muy caliente. Deseaba que Raúl me comiera el coño hasta correrme en su boca. Lo puse acostado de espaldas sobre la cama. Comencé a recorrer su cuerpo con mi lengua, saboreando su sudor. Bese y lamí sus testículos rosados, apenas maduros. Saboree su polla que aun conservaba los aromas y sabores de semen. Metí mi lengua en su ombligo, chupe sus pezones y trepé sobre su pecho hasta colocarme de rodillas sobre su cara, mi coño sobre su boca.

Raúl comenzó a besar y a chupar mi coño con excitación, con el hambre del que prueba por primera vez un manjar soñado. Yo le guiaba su lengua para que llegara a todos mis rinconcitos favoritos. Sus caricias me estaban llevando de nuevo al éxtasis. Él percibía mi excitación en mis gemidos y mis apremios: ¡más, más, cielito! Por ahí si si, así, más ahí, más! Y se esforzaba siguiendo mis instrucciones. No parecía cansarse. En un momento puso mi lengua en mi punto especial y sentí como un calambre que me recorrió toda la espalda hasta estallar en mi sexo en un orgasmo brutal, muy largo, acompañado de una descarga de secreciones que empaparon la boca de Raúl y que saboreó con placer.

Fui resbalando sobre su cuerpo hasta tropezar mi coñito con su polla dura, de nuevo dispuesta, expectante. Llegaba su momento especial, por primera vez en su vida iba a cumplirse el gran misterio de meter su polla dentro de la vagina de una mujer; y esa ocasión era mía. Yo era su estreno y él mi regalo. Quise disfrutar del momento y me fui sentando despacito sobre su polla que me iba penetrando palpitando hasta llenarme por completo.

Comencé a moverme mientras veía como la excitación cambiaba la expresión de la cara de Raúl y agitaba su respiración. Sin dejar de moverme me incliné sobre Raúl para que chupara mis pezones. Baje un poco el ritmo para que Raúl no se corriera antes de que yo estuviera de nuevo dispuesta. Le advertí entre jadeos: cielo, dime cuando quieres correrte. Al cabo de unos minutos de refriega Raúl me gritó: ¡Ahora!

Yo estaba dispuesta. Le abracé. Metí la lengua en su boca a la vez que sentía el calor de su semen llenándome la vagina y yo volvía a correrme. Las paredes de mi vagina aprisionaban la polla de Raúl y exprimían toda su leche con sus contracciones.

Mi marido en ese momento, tumbado boca arriba, acababa de correrse. Su esperma le empapaba su vientre y se enredaba entre los pelos abundantes. Yo mientras me movía sobre Raúl, sintiendo aun sus embestidas, alargué la mano, acaricié el vientre de José para untar mi mano en su semen, me llevé los dedos empapados de semen a la boca para saborear la leche de mi marido y para que supiera que también pensaba en él.

Agotados nos quedamos dormidos casi inmediatamente. Pero la noche no terminó ahí. Como a las cuatro de la mañana me desperté porque oí a mi marido que se movía en la cama. Encendí la lamparita de noche. Raúl dormía profundamente boca arriba, con las piernas abiertas. Casi ocupando toda la cama. Su respiración era tranquila, pausada. Su pene reposaba flácido a un lado sobre el muslo y una gotita de secreciones brillaba en la punta.

José estaba medio incorporado al otro lado de la cama; nos miramos. El se acercó a Raúl, se inclino sobre su cuerpo, le cogió con dos dedos su pene flácido y se lo metió en la boca y comenzó a chupar como si se tratase de un caramelo delicioso.

Raúl seguía durmiendo, pero su pene no. Respondía los mimos de José y se iba poniendo cada vez más duro y más largo. Yo me estaba calentando con la escena y quise participar. Entre los dos comenzamos a chupar y lamer la polla y los testículos de Raúl.

Con la excitación provocada Raúl se despertó. Tardó unos segundos en situarse, no sabia donde estaba ni que es lo que le estaba pasando. Y cuando reaccionó se abalanzó sobre mi me separó las piernas y me penetró de un único empujón de riñones.

Yo sentí que me volvía loca al notar el hierro que me quemaba por dentro. Raúl me cabalgaba con entusiasmo mientras me besaba la boca y chupaba mis pezones.

Mi marido se colocó detrás de Raúl y le separaba los cachetes con la mano para lamer el agujerito del culo. Raúl me follaba de una forma trepidante, Mi marido lamía el agujerito de Raúl, y aprovechaba sus movimientos para meterle la lengua dentro de su culo, mientras que con una mano se masturbaba.

Raúl, que ya parecía haber cogido experiencia, me dijo: Luisa, voy a correrme, no aguanto más.

Recibí una vez más el regalo de su leche caliente y abundante, a la vez que yo me corría otra vez. También supe por las gemidos de José que él había disfrutado una vez más.

Raúl, exhausto se quedó dormido sobre mí. Su permaneció dentro de mi vagina y durante un rato lo sentí palpitar en mi interior mientras se desinflaba su excitación. Me gustó mucho sentirme abrazada por Raúl. Me sentía muy mujer por haber sido follada por Raúl y luego por sentirme arropada por sus brazos juveniles pero fuertes. Me daban sensación de seguridad, de protección.

Fue una maravillosa noche de cumpleaños. Y os confieso que no me importarla repetir la experiencia. Pero se que según nuestras reglas, que no pienso romper, ahora es el turno de José. Debo satisfacer alguna de las fantasías de mi marido, como él lo ha hecho con la mía en este maravilloso regalo de cumpleaños.

Un beso para todos de Luisa