Regalo de cumpleaños
Un regalo de cumpleaños diferente para una mujer que quiere a su marido; pero necesita algo más.
La empresa me debía días de vacaciones del año anterior, así que los cogí a principios de abril. Seria una semana de vacaciones de relax, de levantarme tarde y descansar; pero mi mujer tuvo una idea mejor.
- Ya que vas a estar aquí sin hacer nada, porque esos días no llevas tu hija al colegio, andando.
- Para que si tú tienes que ir igualmente.
Mi mujer es profesora en el colegio de nuestra hija de 5 años.
- Así conoces a otros padres y te relacionas con ellos.
- Ya me relaciono bastante el la fiesta de final de curso, y en los cumpleaños. ¿No crees?
- Haz lo que quieras, como siempre.
Y con eso se zanjo la conversación; pero el lunes por la mañana ella salía de casa sola y yo llevaba a la niña al colegio.
Llegamos con tiempo de sobras, por lo que me puse a hablar con el conserje al que conocía, se nos unió a la conversación otro padre, Miguel, que además era cliente de mi empresa.
Cuando los niños entraron en el colegio, me iba a ir, cuando Miguel me invito a tomar el café.
- Como yo no entro a trabajar hasta las diez, nos podemos tomar un café.
- Vale – lo cierto que no tenía muchas ganas pero había que relacionarse.
En la cafetería se nos unieron varias madres, algunas ya las conocía otras me las presentaron, la conversación se extendió, hablando de cosas del pueblo.
Era curioso la conversación degenero en los culebrones de la televisión, hasta que decidimos irnos, cada uno por su lado, dio la casualidad que una de las madres, Charo, coincidía con mi dirección, así que nos fuimos hablando del colegio y de la educación de los hijos. No pudimos hablar mucho pues su casa estaba cerca y llegamos pronto.
- Aquí vivo yo, para lo que quieras, esta es tu casa.
Se dio cuenta de lo que había dicho. Por eso enrojeció. Hubo un silencio.
- Que mal ha sonado eso, parece como si me estuviera ofreciendo para hacer cualquier cosa – dijo Charo sonriendo - que vas a pensar de mi.
Mire a Charo como mujer estaba muy bien, tenía unos 30 años, pelo largo y rubio oscuro, no era muy alta, llevaba puestos unos vaqueros ajustados, marcando culo y una blusa, aunque era amplia permitía imaginar unas buenas tetas, aunque tal vez debería arreglarse algo más.
- Nada ha sido una frase desgraciada.
Pensé debería tomarle la palabra, entrar en la casa y pegarle un polvazo, que parecía estar deseándolo.
- Hasta mañana.
- Hasta luego.
No volví a pensar en ella hasta el día siguiente cuando nos encontramos en la puerta del colegio. Puede que fuera apreciación mía, pero Charo estaba más radiante, se había arreglado. Llevaba un vestido muy ajustado que permitía adivinar su espléndida figura.
Como el día anterior fuimos a tomar un café, llevábamos un rato cuando comenzaron a irse las mujeres y por su puesto Miguel, quedamos Charo y yo.
- Parece ser que nos han dejado solos – dijo Charo.
- Si, pero por poco tiempo.
- ¿Esperas a alguien? – pregunto ella.
- No, pero tendremos que irnos, tú tendrás que hacer cosas.
- Realmente no tengo nada que hacer ¿Y tú?
Aquel “¿Y tu?” había sonado ciertamente provocador. Mire con detenimiento a Charo.
- Yo estoy de vacaciones.
- ¡Que bien! nos podemos quedar un ratito charlando, para conocernos mejor
Las palabras de Charo me seguían pareciendo muy provocativas, o tal vez fuese mi imaginación, que hacia que mi libido se disparara.
- Por mi no hay inconveniente.
- Pues vale – dijo guiñándome un ojo.
Se levanto y se dirigió a la barra, contorneando las caderas descaradamente, tardo unos segundos en volver.
- He pedido otros dos cafés.
- Bien.
- Así que estas de vacaciones. Es raro, en pleno abril.
- Es que son días que me deben del año pasado, o los cogía ahora o los perdía.
- Nosotros cogeremos vacaciones a finales de agosto, unos 15 días, pensamos ir a Grecia.
- Bonito país, yo estuve hace... ¡Uf! demasiados años.
- No serán tantos, eres joven.
- Gracias por lo de joven, tengo ya 46, para 47 años.
- La juventud no la hace los años sino la persona, y tú despides juventud.
Era un piropo, nuevamente me pareció una provocación, no tanto por lo que dijo sino como lo dijo.
- Por ejemplo, mi marido, tiene 36, pero parece que tenga… 50 años, y no me refiero al físico, sino en aptitud mental. Si en las vacaciones vamos algún sitio es por mí. Y no es el unico, es un mal de los nacidos en este pueblo, no hay nada mejor fuera de este pueblo.
- En eso tienes razón, tengo un par de compañeros que son de aquí y su forma de pensar es esa.
- Mi marido es de los de sota, caballo y rey, y de esas tres no lo puedes sacar.
Nos trajeron los cafés, en silencio puse el azúcar y removí con la cuchara. Ella hizo lo mismo, pero al terminar saco la cuchara y la chupo, nuevamente creí ver una provocación. Tome el café rápidamente, ella a pequeños sorbos
- Bueno aunque no tengamos nada que hacer va siendo hora de que nos vayamos – dije.
- Pues si, seguiré con mi aburrida vida, veré la tele. La comida la tengo hecha, pues en casa solo como yo, mi marido come fuera cada día y hasta las seis no tengo que venir a buscar a mi hija, come en el colegio y va a las aulas de la tarde.
Me levante y fui a pagar, me pareció que debía pagar los cafés míos y los de ella.
- Ya están pagados los cafés.
- ¿Has pagado los míos también?
- Si.
- No tenias que haberlo hecho. Gracias. Te debo una.
- No hay de que.
Hubo un momento de indecisión.
- Vas para casa – dijo ella.
- Si.
- Pues vamos.
Comenzamos a andar, cinco minutos estábamos en su casa.
- Mañana nos vemos.
- Hasta mañana.
Seguí mi camino. A diferencia del día anterior, durante el resto del día no deje de pensar en aquella mujer.
Los siguientes días fueron parecidos, llevar a mi hija al colegio, hablar con el conserje, y con Miguel. Ir a tomar el café con Miguel y con las madres, incluyendo Charo. Como el primer día, me quedaba a solas con Charo, nos tomábamos otro café y la acompañaba a su casa.
El viernes, era mi ultimo día de vacaciones, lleve a mi hija al colegio, después fui a tomar el café. Y como los días anteriores terminamos quedándonos solos Charo y yo,
- Como siempre somos los últimos – dijo Charo.
- Si, es cierto, aunque este será el último día – dije esto inconscientemente - el lunes que viene vuelvo al trabajo.
- Si es una lastima... ¡Que tengas que trabajar! Quieres otro café.
- Vale – dije mecánicamente.
- Por ser el último, lo podemos tomar en mi casa, ¿Si te parece bien?
Dude, pero acepte.
- Vale.
Siguiendo la costumbre la acompañe a su casa. Ya en la puerta volví a dudar.
- Entra – dijo ella ante mi indecisión - además hoy tenemos algo que celebrar.
Sonó enigmático, y a la vez sensual.
- ¿Qué celebramos?
- Hoy es mi cumpleaños.
- Felicidades.
- Cumplo 32 años.
- Dentro de unos días también será el mío, 47.
- Felicidades anticipadas.
- Gracias.
- Un segundo voy a ponerme cómoda, siéntate donde quieras, ponte cómodo tu también.
Me quite la chaqueta, y me senté en el sofá. Ella desapareció por el pasillo, hacia el interior de la vivienda. Mire la decoración, las fotos, haciendo tiempo, unos minutos después sentí unos pasos, imagine que seria Charo.
Imagine que vendría con una bata, sin nada debajo. Pondría música lenta, comenzaría a bailar lentamente con movimientos sensuales, se acercaría a mí, se desabrocharía los dos botones superiores de la bata, se agacharía dejando ver sus dos tetas por el escote, pondría un pie encima del sofá, enseñando sus muslos y algo más. De pronto tiraría de las solapas de la bata dejándola caer, exhibiendo su cuerpo desnudo. La abrazaría, agarraría sus pechos, acariciaría sus pezones con los dedos, los besaría, los chuparía y los mordisquearía. Nos iríamos a la habitación a follar…
- Te compro lo que estas pensando.
Era Charo, me había despertado de mis pensamientos, trague saliva al verla, lo único que aparentemente se había cambiado eran las zapatos por unas zapatillas. Instintivamente me puse de pie.
- No, solo estaba pensando que el lunes comenzare a trabajar.
- Siéntate, sin protocolos
Me volví a sentar en el sofá, ella se dirigió a la cocina, pero antes se paro delante de un mueble.
- ¿Te gusta la música ambiental? – sin esperar respuesta puso música lenta.
Se fue a la cocina, y volvió con los dos cafés. Entonces me di cuenta que algo mas había cambiado, se había quitado el sujetador. Se sentó frente a mí, los pezones se le marcaban en la blusa, mi excitación estaba a tope.
Hablamos de cosas del pueblo y de los niños y el colegio. Cuando termine me levante, ella me acompaño a la puerta. Abrió la puerta, extendí la mano ella la estrecho, era una mano suave y cálida, acercamos nuestras caras para darnos un par de besos en la mejillas; pero se quedo a medio camino, nuestras bocas se juntaron, fue un beso pasional y largo.
Ella se separo de mi, me dio la espalda.
- Lo siento, no era mi intención – dije, cerrando la puerta tras de mí.
Ella se dirigió de nuevo al salón-comedor, yo la seguí, puse mi mano en su hombro. Ella se giro y me miro.
- Que pensaras de mí.
- Nada, ha sido culpa mía.
- Pero yo…
Su cara estaba muy cerca de la mía, no me pude contener y la volví a besar. Ella no se opuso. Cuando nos separamos, me miro.
- Estos días atrás estaba muy excitada; pero no me atrevía, después me arrepentía. Hoy estaba indecisa, al decir que era tu último día, pensé que no tendría otra oportunidad.
Hubo un silencio.
- Llevo unas semanas que estoy ardiendo, solo pienso en follar.
- ¿Y tú marido?
- Ese es el problema, como te dije el es de sota, caballo y rey. Llevamos meses sin hacerlo, con la excusa de la niña, yo estoy que me subo por las paredes.
Precisamente mi comentario del último día iba en ese camino, en provocar su reacción.
La abrace y volví a besarla. Estaba temblando.
- ¿Y ahora qué? – pregunto inocentemente – yo quiero a mi marido pero necesito…
Apoye mi frente contra la suya, comencé a desabrochar los botones de su blusa, aparecieron sus pechos, los agarre y estruje, acerque mis labios a los pezones los bese y chupe, ella gimió.
- Ven acompáñame.
La seguí hasta la habitación. Al llegar se quito la blusa, me quito la camisa, se pego a mi sentí el contacto de sus pezones en mi pecho. Se separo de mi, se desnudo y se dejo caer sobre la cama. Yo también me desnude y deje caer sobre ella, acariciando sus pechos y mordisqueando sus pezones, mi polla acariciaba sus muslos.
- Esta grande, esa también quiere marcha.
- Quiere ser tu gran regalo de cumpleaños.
Charo sonrió, sentí como su mano me cogía la polla, y la acariciaba. Deslice mi mano hacia abajo buscando su entrepierna, ella al sentir mi mano cerca de su coño abrió mas las piernas, facilitando que mis dedos acariciase sus labios vaginales y el clítoris. Comenzó a gemir.
- Fóllame, quiero sentir tu polla dentro de mi – decía entre gemido y gemido.
Estaba muy húmeda, lista para la penetración; pero preferí seguir jugando, le metí dos dedos en la vagina, dio un grito, y unos minutos después alcanzaba un primer orgasmo, entre gritos. Cuando se relajo, me situé entre sus piernas, con mi polla comencé a acariciar su raja, su clítoris, ella se agarraba los pechos, se los estrujaba, sus gemidos eran fuertes.
- Métemela, no esperes mas, la necesito dentro.
Y se la metí lentamente, entrecruzo sus piernas en mi espalda, haciendo que la penetración fuese más profunda y fuerte, no tardo en alcanzar otro orgasmo, relajo las piernas dejándome salir, acaricie su clítoris y los labios vaginales húmedos, para seguidamente volver a penetrarla, en esta ocasión puso sus piernas sobre mis hombros, nuevamente sus gemidos y gritos eran fuertes, lo que hizo que me excitara mas aun, hasta que mi leche inundó su vagina haciendo que alcanzara un nuevo orgasmo.
Después de un rato de descanso, aun permanecía sobre ella.
- Creo que ha sido el regalo de cumpleaños más...
No termino la frase, se tapo la cara con las manos. Me deslice a un lado, le cogí las manos apartándoselas de la cara.
- ¿Qué pensaras de mí?
- ¿Qué tengo que pensar?
- Que soy una zorra, una calentorra, que estoy deseando abrirme de piernas. Tú eres el primero con quien lo hago, que no sea mi marido. Me case con 17 años, virgen, sin saber nada del sexo.
- Pero veo que has aprendido – dije, metiendo mi mano en su entrepierna, su cuerpo se volvió a estremecer.
- No gracias a mi marido, lo que he aprendido ha sido por revistas y películas.
Ahora era ella la que me agarro la polla, la acaricio y la movió suavemente. Mi polla reacciono volviéndose a poner tiesa. Me arrime a ella, buscando su boca con la mía. Las bocas se encontraron, nuestras lenguas se tocaron, se acariciaron como si de un baile se tratara.
Al separar nuestras bocas.
- Quiero volver a hacerlo.
- Tan pronto.
- Tengo muchas ganas, quiero aprovechar el tiempo perdido.
Y aprovechamos el tiempo, cuando yo salí de casa de Charo, dejándola sobre la cama desnuda, fue para recoger a mi hija en la puerta del colegio.
No volví a ver a Charo, hasta finales de junio, en el final de curso de nuestras hijas, como era normal ella estaba con su marido y yo con mi mujer; pero pudimos hablar unos minutos.
- ¿Como estas? – me pregunto.
- Bien, ¿Y tu?
- Bien.
Hubo un silencio, roto por Charo.
- Gracias – dijo casi susurrando.
- ¿Por qué?
- Por el regalo de cumpleaños.
- De nada – dije sonriendo.
- Y por ser tan discreto.
- Lo que paso fue... hermoso.
- Si hermoso.
Fue el marido de Charo el que nos interrumpió.
- Charo, ven a ver a la niña veras que graciosa.
- Manu este es José Antonio.
- ¿Un profesor?
La forma de decirlo, como despectivo, me sorprendió. Por eso estuve a punto de decirle que yo era el que se había follado a su mujer el día de su cumpleaños. Pero fue Charo la que intervino.
- Es el padre de una compañera de tu hija.
Me tendió la mano.
- Yo soy Manu.
Se marcharon los dos.
Un año después a principios de abril había visto a Charo en contadas ocasiones, y si habíamos cruzado dos palabras eran muchas.
Era viernes, estaba trabajando, me acorde de Charo, su cumpleaños seria el día siguiente. La hora que era me imagine que ya estaría en casa sola. Nada mas que pensarlo me excitaba, me caían unas gotas de sudor por la frente. Tome una decisión. Puse una excusa y me fui del trabajo. No tarde ni 15 minutos en estar frente a la casa de Charo. Una vez allí, llame a la puerta, me abrió Charo.
- Entra no te quedes, en la puerta – dijo con sorpresa, cogiéndome de la mano haciéndome entrar.
Se me echo encima.
- ¿Qué haces aquí?
- Me acorde de ti, mañana será tu cumpleaños, y no podre venir, Felicidades.
- Ven dame tu regalo.