Regalo de cumpleaños
Helena recibe un regalo de su esposo
1.65m de altura, unos 60kg; melena negra y lisa hasta la altura de media espalda, casi siempre recogida en una cola de caballo; una nariz fina, ojos sonrientes, un poco achinados y de un claro color miel, con grandes pestañas como negros abanicos; labios delgados y rojos como manzanas; su piel suave y ligeramente bronceada. Unos pechos medianos y erguidos, sinuosas caderas y un estómago plano adornado por un bello piercing. Sus piernas delicadas y llamativas, siempre luciéndose en minifaldas o jeans ajustados, lo cual también hace resaltar su hermoso y amplio trasero, digno de una latina de sangre pura como ella. Esa es Helena, mi esposa, una diosa. Nos casamos cuando ella tenía 23 años y llevamos ya 7 años de matrimonio, de ¡feliz y emocionante matrimonio!
Mi nombre es Luis, y seguramente mi descripción no les interesa, por eso no entrare en detalles. Tengo 45 años, y me mantengo en forma ya que soy profesor de educación física en un prestigioso colegio de la ciudad.
Fue allí donde conocí a mi esposa, cuando ella apenas tenía 15 años y yo 30. Tuvimos una relación siempre de profesor y alumna, pero un poco más amistosa que con otras chicas. Cuando cumplió los 18 años y se graduó del colegio fue cuando formalizamos la relación de noviazgo, ya que mi trabajo ya no peligraba y ya no corría riesgo de ir a la cárcel por pervertir a menores de edad. Desde entonces comenzamos a disfrutar las mieles del sexo, a pesar de su edad y del hecho de que yo fui el primer hombre en su vida sexual (aunque no el único, ya que hemos hecho muchas cosas y somos aficionados a las orgías y a los intercambios de pareja) me enseñó más ella a mí de lo que yo pude haberle enseñado a ella.
Para celebrar su último cumpleaños, Helena me hizo una petición muy especial y alocada, que fue un regalo para ambos, ya que era una fantasía en común que compartíamos. Accedí a cumplírsela dado que yo la iba a gozar tanto como ella.
En el chat contacté con 2 chicos, uno de unos 33 años y uno más joven de alrededor de 24, ambos tenían algo en común, algo que era esencial para nosotros: ¡eran negros como noche sin luna y poseían unas vergas que sobrepasaban los 22cm de largo y casi 6cm de grosor, con unos glandes enormes.
Concertamos la cita en un restaurante cercano a nuestra casa, donde la verdadera acción tendría lugar. Mi esposa se vistió muy sexy, como solo ella sabía hacerlo ya que a sus 30 años se conserva fenomenal. Un vestido negro con un escote casi hasta el ombligo, ceñido a su esbelta figura y unos zapatos de tacón que le agregaban unos 5cm de altura. Abajo solo una tanga negra cubría su riquísima vagina. No llevaba sostén.
Cenamos y platicamos amenamente con los chicos que eran bastante simpáticos y agradables. Ambos eran bastante altos, como de 1.90m y fornidos. Bebimos algunas copas, no demasiado porque queríamos disfrutar esa noche en nuestros 5 sentidos. Luego los llevamos a nuestra casa. Allí comenzó el verdadero regalo, algo que ambos deseábamos: ella quería ser fornicada por 2 hombres negros con penes verdaderamente grandes, y yo deseaba verla cogiendo como una puta hasta el punto de casi perder la conciencia de tanto placer.
Me senté en una silla a contemplar la escena. Helena se acercó a los 2 negros que se habían sentado en nuestro sofá grande. Lentamente se arrodilló frente a ellos, sobando sus paquetes por encima de los pantalones, se veían ya aquellos miembros prietos elevarse contra la presión del bóxer. Mi mujer sobo, y acarició lentamente, disfrutando cada sensación, bajó un cierre e introdujo su mano sacando una increíble verga negra, casi morada, gruesa, la sacudía fuertemente y esta se endurecía más, hizo lo mismo al hombre más joven que tenía una pija un poco más corta pero mucho más gruesa. Ambos hombres se deshicieron de sus pantalones y calzoncillos y se pusieron de pie delante de mi mujer que afanosamente pajeaba y mamaba esas serpientes brunas, sacudiéndolas contra su cara y sus labios. Yo ya me había despojado de mi ropa y sobaba con ansias mi propia verga, que tiene también un considerable tamaño.
Los hombres le metieron mano a Helena, despojándola de su vestido y dejándola solo en tanga y tacones, uno de ellos se movió a su espalda y comenzó a besarle el cuello y a manosear sus ricas tetas, mientras su pene chocaba contra la espalda y culo de Helena dependiendo de la posición que tomara el negro. El otro cerraba los ojos y aferraba los cabellos de mi bella esposa, sin duda estaba disfrutando la larga lengua de mi princesa por toda la longitud de su polla. El negro que estaba tras ella la tomó por la cintura y la levantó poniéndola en posición de perrito y colocándose acostado con su boca directo bajo el coño depilado de mi esposa le quito la tanga para brindarle una perfecta chupada de clítoris, su lengua era gruesa y larga y abarcaba toda la raja de Helena que al parecer tuvo su primer orgasmo, ya que con la boca llena del pene del negro más joven, soltó unos gemidos que parecían agónicos, el chico llegó al clímax con semejantes gemidos y descargo un increíble chorro de blanca lefa en la boca de mi querida nena, al punto que le salió por la nariz y entre las comisuras de los labios.
Yo me masturbaba salvajemente, mi pene estaba ridículamente hinchado y rojo por la fricción y ya muy húmedo. El negro que estaba siendo mamado, saco el pene de la boca de mi esposa y le golpeo la cara con él, llenándole sus rosadas mejías con leche, sus ojos estaban llorosos por la atragantada de lefa que acababa de probar. El negro que le lamía el coño se levantó y pidió la misma dosis que su compañero, así que se puso frente a Helena ofreciéndole el pene, ella lo tomó en su mano y le dio un lengüetazo largo desde los huevos, llenándoselos con saliva y leche de su otro amante, para luego introducir todo el rabo en su boca. Comenzó a mamar fuertemente, se podían oír los sonidos de succión, parecía que le iba a arrancar la verga, eventualmente sacaba el falo de la boca para darle unas largas lamidas y besarle el capullo suavemente, lo tomaba y se azotaba ella misma en la cara antes de volver a tragarse todo el prieto pedazo de carne. El otro chico ya se había recuperado y se dirigió hacia el coño de mi mujer, y sin mediar palabra la tomó por la cintura levantándole el culo y poniendo su tieso miembro en dirección de su coño. Dejó ir sus caderas hacia delante con toda fuerza, ensartando a mi bella mujer hasta el fondo de un solo empujón, se pudo oír un sonido como de chapoteo, de gran humedad y la embestida hizo que la verga que era mamada se introdujera más profundo en la garganta de Helena, provocándole arcadas y se inició una cogida salvaje, Helena era arremetida por delante y por atrás, la estaban ensartando como a un jabalí con 2 vergas que casi le atravesaban el cuerpo entero, era una danza impactante, ya que la arremetida de uno de los negros hacía que la verga del otro se ensartara con más fuerza en la vagina o boca de mi princesa, la saliva y el semen bajaba por entre sus labios bañándole el mentón y el cuello, para regarse en sus pechos, poniéndolos lisos y brillantes. Abajo, entre sus piernas, la mezcla era aún más deliciosa: el semen del chico que la cogía, junto con la saliva del otro negro que le había comido la raja y los propios jugos vaginales de mi adorada muñeca se deslizaban por sus muslos, manchando la alfombra, el sudor dejaba perlas en los rostros de los 3 amantes. Parecía que el que estaba recibiendo la mamada estaba por correrse, por lo que se detuvo, saco su negra riata de la boca de mi mujer, brillante de saliva, y se acostó en la alfombra, el otro negro le saco la verga de la raja también y le indicó a mi esposa que se sentara en la verga de su compañero. Helena lo hizo sin rechistar, clavándose los 22cm de carne entre las piernas. Comenzó a cabalgar y mientras el otro negro le acariciaba las caderas por atrás y le mordía la oreja o se la chupaba con su descomunal lengua y jugaba con un dedo en su ano. Helena soltó un grito agónico de placer cuando el negro más joven introdujo de un solo golpe su verga por todo el culo de mi adorada princesa, parecía que la iban a partir por mitad. Me asusté un poco porque era demasiado pene para tan delicada mujer. Pero mi excitación al verla así era tan grande que no podía parar de sobarme el pene, sabía que mi chica era una mujer completa y que sabría aguantar una doble penetración de ese calibre. Y así fue, ambos negros la poseían como bestias salvajes, empujando toda su virilidad contra los hoyos de mi frágil chica, ella gritaba como loca, con angustia pero con ansias, gritaba ¡SI! ¡OH DIOS VAN A PARTIRME EN MITAD! ¡QUE POLLAS! ¡DADMELO TODO CABRONAZOS! Hasta que el aliento no le daba más, se corrió entre gemidos, sus tetas saltaban con descontrol de un lado a otro, era como si una ola del mar la estuviera arrastrando y las pollas negras no se detenían, hasta que el negro viejo que estaba acostado tomó con una de sus grandes manos un pecho de mi mujer y le dijo ¡ME CORRO EN TU COÑO PUTA! Y el otro a su vez ¡TE ESTOY LLENANDO EL CULO DE LECHE ZORRA Y A TU MARIDO LE ENCANTA! Así, entre espasmos, gritos, gemidos e insultos brotaron fuentes interminables de semen directo de las impresionantes vergas hasta lo más profundo de las entraña de aquella linda nena que es mi mujer. Era un manantial impresionante de jugos que salían de entre las piernas de mi amada, manchando el estómago de obsidiana del chico que estaba en el suelo. Helena quedo tirada en el suelo escurriendo semen de su culo y vagina, con los ojos cerrados y una sonrisa enorme en sus labios, yo me levanté de la silla y meneándome la verga con fuerza me dirigí a l rostro de mi mujer y allí descargué un gran torrente de leche que coloreó su rostro, tosió un poco y luego lanzó un último grito de placer y agradecimiento antes de quedarse dormida, desnuda sobre la alfombra