Regalo de cumpleaños 6
El impresentable
El impresentable
Para el fin del verano de mis veintiún años, completé el tercer año. Y durante el curso normal acabé cuarto. Como novedad más destacable, mi algoritmo ya alcanzaba el 75% de efectividad y mis programas actualizados se seguían vendiendo bien.
Debido al continuo cambio de la legislación local, se hizo tan necesaria la actualización de bases, que tuve que contratar un cerebrito de primer año para que se encargue de ellas.
A esa edad, ya disponía de una pequeña fortuna.
Diana rompió con su novio, y a pesar de ya no ser compañeros de curso, nos seguimos viendo sin compromiso formal, tanto en su casa, como en mi departamento del campus. El régimen de folladas a su madre siguió igual, dependiendo de los viajes de su marido.
El verano siguiente, con veintidós años cumplidos, terminé la carrera de informática y dos meses más tarde la de empresariales al rendir libre dos materias pendientes. Ambas carreras las terminé con honores.
Mis buenas calificaciones, mis trabajos con bases de datos y mis desarrollos teóricos en el laboratorio, me abrieron la puerta de entrada de unos de los mayores estudios de inversiones del país. Para ese entonces, mi algoritmo obtenía un índice de aciertos del 90%.
Me asignaron a un grupo de trabajo formado por dos ejecutivos de buen porte de unos treinta y cinco años, dos mujeres muy bien puestas que aparentaban la misma edad y Lisa una gerenta cuarentona de físico muy apetecible. Todos vestían como ejecutivos de manual. De traje impecable los hombres, y vestido apretadito las mujeres con infaltables zapatos de taco aguja.
Y en ese ambiente caí yo con veintidós años, con mi pinta de impresentable y mis anteojos oscuros. La reunión del primer día marcó el inicio de mi futuro. Se trataba de la reunión diagnóstica para el año fiscal entrante. Sentados a una mesa redonda, se hallaban a mi izquierda los dos hombres; a mi derecha las dos mujeres y la gerente al frente.
Me presentaron a mis compañeros, comenzó la reunión y la gerente presentó los pronósticos de marcado estilo conservador, sugeridos por los técnicos más veteranos de la agencia.
Todo lo clásico, bonos del Tesoro Americano, títulos de bancos de Europa, fondos de pensión y una expectativa de utilidades del seis por ciento en dólares para el año fiscal. Los más veteranos en la reunión apoyaron con entusiasmo y prometieron meter mano urgente sugiriendo ese camino a sus carteras.
A continuación Lisa preguntó mi opinión. Sustentado en la información de mi programa, sugerí todo lo contrario. Salirse de los bonos variables de los gobiernos, porque los iban a bajar a valores históricos para incentivar la economía después del ataque a las torres. Invertir en los países productores de materia prima, apuntar a los metales, etc, etc ... y así fui indicando índices, variables, entradas y salidas. En fin, todo lo que pensaba hacer con mi dinero, cuyo monto, excedía ampliamente el valor de mi cartera de cien mil dólares.
Cuando terminé después de una hora, se produjo un silencio profundo, roto minutos después por las profundas carcajadas de mis compañeros, mientras mi gerente me miraba sopesando si hablaba en serio o les estaba tomando el pelo.
Un año después el valor de mi cartera había crecido un promedio del veinticinco por ciento, contra un cinco de la del mejor de mis compañeros.
A mediados de Diciembre, se estaba organizando la reunión de evaluación y presentación de objetivos de fin de año y no se podía faltar. Mi gerente, que a esa altura ya me conocía bastante, me advirtió que había que vestir formal.
Me presenté en el salon de religioso traje negro y camisa del mismo color, corbata azul zafiro y sin lentes. Decir que el ambiente era un asco era quedarse corto.
En una leve recorrida por el salón, pude ver hombres grandes como mis compañeros, degradándose lastimosamente haciéndole la pelota a los directores y mujeres de empleados medios, empeñadas en ser quien muestre más carne a los jefes de sus esposos.
Pasantes acosadas por sus superiores aún en presencia de sus novios y maridos, y pasantes buscando llevarse al huerto a algún jefecito. Esposas buscando escaquearse de sus maridos para echarse un polvo con sus amantes y esposos haciendo lo mismo. Mujeres aburridas mientras sus maridos hablaban de trabajo. Algún borrachín. Un par de tipos normales. Y yo
La sorpresa, fue ver salir de un salón privado a Lisa, mi gerenta, arreglándose la ropa y minutos después al gerente administrativo haciendo lo mismo.
Me sentaron a la misma mesa que mis compañeros varones y sus esposas, dos hermosas damas de treinta años muy bonitas, simpáticas y de físico cultivado en el gimnasio. Típicas esposas florero de ejecutivos VIP.
Terminadas las aburridas evaluaciones, proyecciones y presentaciones de los directivos, se sirvió la cena, al término de la cual pusieron música y mis compañeros salieron disparados a hacer la pelota o a ligar, lo que se cuadre. Yo me quedé solo con las damas.
-. Vaya, vaya, así que tú eres Luis, te hacíamos diferente.
-. ¿ Mejor o peor ?
-. Mejor, creo que sería imposible. Pero cuentan tantas historias sobre tí nuestro maridos, que no sabemos qué creer.
-. Ja,ja. Ja…Y se puede saber qué dicen ?
-. Ja, ja, ja. Si... Básicamente, que eres un enchufado con información privilegiada...Y, tu? ¿ Qué opinas de ellos ?.
-. Ja, ja, ja. Básicamente, que ustedes dos deben ser mujeres muy felices.
-. ¿ Y por qué sería eso ?
Preguntó una de ellas sonriente.
-. Porque, si ellos chupan coños, como chupan medias, deben ser la ostia.
Se quedaron mirándome asombradas con la boca abierta, y estallaron en una violenta carcajada que llamó la atención de las mesas vecinas.
-. Ja, ja, ja, y tu sabes algo de eso ?
-. Ja, ja, ja, por supuesto, y doy demostraciones prácticas gratuitas.
Se miraron entre sí e hicieron un gesto. Una de ellas abrió su cartera y me pasó una llave magnética mirándome con expresión felina.
-. 205, Sube en media hora.
Cuando entré en la habitaciòn, me estaban esperando vestidas con un suave y corto camisoncito de tul cada una, rojo para la rubia, negro para la morena, zapatos de aguja al tono y nada mas, quizás alguna gota de perfume.
Se me acercó por delante la rubia y comiéndome la boca, me empezó a quitar la corbata, mientras la morena, me sacaba el saco. Perfectamente coordinadas, como en una coreografía ensayada -y seguramente ignorada por los estúpidos de sus maridos- me fueron desnudando, mientras no dejaban centímetro de mi cuerpo, sin morder, chupar o besar.
Completamente desnudo me tiraron en la cama y mientras la rubia mirando a mis pies se puso a horcajadas de mi cabeza, entregándome su tesoro para su degustación sin sacarse su leve prenda, la morena se empaló en mi polla igualmente vestida. Sentirlas oscilar sobre mi cuerpo, besándose entre ellas, totalmente entregadas a su placer, me subyugó.
Alcanzaron el orgasmo casi juntas. Cuando se recuperaron, invirtieron posiciones y volvieron a danzar.
Después de acabar por segunda vez, ofrecieron sus grupas arrodilladas sobre el borde la cama, para que, intercambiando tesoros una y otra vez, alcanzara mi éxtasis en la que le tocara.
Estuvimos follando hasta las tres de la mañana, momento en que nos quedamos dormidos en un triple abrazo.
Me levanté temprano y sin despertarlas, fuí a mi habitación, miré por la ventana y observé que el día se presentaba caluroso y con un sol brillante. Decidí ponerme un pantalón de baño, desayunar en la piscina y hacer unos largos.
Tomé el ascensor para bajar al jardín y al recorrer el parque camino al natatorio, me crucé con varios grupos de personas, que como yo, habían decidido aprovechar el lindo día. Entre ellos y sobre un costado, algunos conocidos de otro equipo con sus parejas.
De espaldas a la pared se hallaba Gaby, una rubiecita delgada muy bonita que solía desayunar conmigo en el bar de la oficina. Era una chica muy simpática, de mente abierta y brillante, con la que valía la pena conversar en las mañanas. Vestía un bikini floreado que le quedaba muy bien, a su lado estaba su marido, un muchacho también delgado, que ocupaba un puesto de baja categoría en el área de administración, vestido con pantalón corto y remera.
Ambos rondaban los treinta y cinco años y estaban pasando un momento duro. En un accidente estúpido, su hijo de diez años se hallaba saltando sobre la cama, cuando en un descuido se precipitó al piso lesionandose las vértebras cervicales, quedándole medio cuerpo paralizado.
El costo del personal especializado para sus cuidados era muy elevado y los traía de mal vivir. La única solución final para curarlo, era una operación en un centro especializado de USA con precio prohibitivo. Ya se habían realizado varias colectas para ayudarlos, pero no había plata que alcanzara.
Al lado de Gaby, también de espaldas a la pared, se hallaba Jorge su gerente, un hombre petiso, gordo y medio pelado de unos cincuenta años vestido con bermudas a rayas hasta la rodilla, y sin nada sobre su velludo torso. A su lado su esposa, una mujer elegante de su misma edad, que lucía una malla negra enteriza de mucha calidad. Y todos ellos conversando entretenidos con un grupo de pasantes.
Al acercarme para pasar a su lado, Gaby me vió y estaba por dedicarme una sonrisa, cuando un disimulado gesto de Jorge con el brazo le hizo bajar la mirada avergonzada. Al reparar en el hecho preste más atención y descubrí a Jorge con la mano por todo el culo de Gaby mirándome con gesto sobrador.
Jorge era un negociador implacable y de muy pocos escrúpulos, su grupo había sido líder de rendimientos hasta que me integré a la empresa y el mio lo dejo atrás, básicamente por las metas alcanzadas por mi cartera. Eso hacía que me profesara un odio profundo. Además era un hombre posesivo y muy territorial con su equipo, lo que le provocaba un gran enojo cuando veía a Gaby desayunar conmigo.
Parece que se había decidido a marcar su territorio, a expensas de la pobre Gaby.
Con la bestia agitándose en mi pecho, dejé la toalla en una tumbona doble junto al borde del natatorio y empecé un ida y vuelta furioso para calmarla un poco. Al completar unos treinta circuitos. Salí del agua y me encontré a Lisa vestida con un bikini mínimo y luciendo un cuerpo muy bonito, recostada en la tumbona mirándome asombrada.
-. Increíble que todavía te queden fuerzas.
-. ¿ Y eso a que viene ?
Conteste de malos modos.
-. A que puedas nadar tanto, después de tirarte a dos putas toda la noche.
-. Creo que eso no te incumbe.
-. Lo hace, sin son las esposas de tus compañeros.
-. Compañeros que se tiran a sus colegas, y se pasan toda la noche haciendo la pelota, en vez de atender a sus mujeres.
Seguí diciendo alterado
-. Ja, ja, en eso tienes razón, son muy peloteros. Eres muy directo ja, ja, ja.
-. De todas maneras, las damas no son mucho más putas que las que se tiran al gerente administrativo en el privado, mientras el marido espera en la mesa-
Estaba perdiendo el control pero Lisa no se lo tomó a mal, lo cual me calmo un poco.
-. Eres bueno ja, ja, ja. Eso no te incumbe a tí. Ja, ja, ja
Y se tiró al agua entre risas.
Pasamos toda la mañana tomando sol y conversando más calmados. A la hora del almuerzo, nos dimos una ducha en la flor colocada en el natatorio y nos fuimos a cambiar para almorzar.
Cuando pasamos por la puerta de su habitaciòn, me tomó de la mano y me metió dentro.
-. Niño puto. Me tienes cachonda desde que te vi entrar al salón.
Lisa calmó a la bestia, y yo retomé el control
El lunes, llegué una hora antes del comienzo de las tareas en la oficina. Tenía mucho por hacer y poco tiempo, al terminar, bajé al comedor. Estaba desayunando, cuando apareció Gaby acongojada con la cabeza gacha, se sentó y comenzó a hablar…
-. No quiero que pienses mal, las cosas no son com….
Levantó la vista atemorizada, se levantó y se marchó. Al darme vuelta para ver el motivo, volví a encontrarme con la mirada sobradora de Jorge parado a mis espaldas.
Volví a mi oficina y estaba concentrado en mis cosas, cuando a media mañana comenzó a circular un video por el mail corporativo, que enviado desde la sala de conferencias privadas provocó un sismo de profundos cambios en la empresa. Estaba filmado en la oficina de Jorge.
-. Te dije zorra, que no tenías que hablar con ese hijo de puta !!!
-. Es mi amigo, le debo alguna explicación.
Sollozaba Gaby
-. La única explicación se la debes a esta. Vamos arrodíllate, y no pierdas tiempo. Todavía tengo que romperte ese culo de puta.
Y tirando el sillón para atrás, desenfundó la polla.
-. No, por favor, ya no quiero hacerlo.
-. ¿Y cuando los tire a los dos a la calle, como vas a mantener al puto invalido?
Doblegada, Gaby se arrodilló y comenzó la felación, después de muchos minutos en que le folló la boca con fiereza, la levantó del pelo con desprecio, la tiró de boca contra el escritorio y la empaló, mientras Gaby lloraba desesperada.
En ese momento el video se cortó y nunca se supo el autor.
La reacción fue en cadena. Jorge fue a la calle y no volvería a tener un trabajo de ese nivel en la puta vida. A Gaby y su marido les ofrecieron hacerse cargo de la operación del niño, con todos los gastos de traslado y estadía pagos y una indemnización jugosa si renunciaban sin presentar cargos.
El día que retornaron felices con el niño en franca recuperación, los fui a buscar al aeropuerto y les ofrecí entrar a trabajar en mi incipiente empresa. En el caso de Gaby, on line desde su casa para que pueda cuidar al niño. Aceptaron entre abrazos y un tremendo beso en la boca de parte de Gaby.
Como su marido miraba asombrado con la boca abierta le despaché…
-. Tu no eh... Ni se te ocurra.
Y partimos rumbo al coche entre carcajadas. La bestia ronroneaba satisfecha.
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Para cuando el frío helado de Julio se hizo presente, los locales ya estaban techados, lo que permitía que los trabajos en su interior avanzaran sin tener que soportar el rigor del mal tiempo.
Mi equipo de auditores, después del descubrimiento de las maniobras de Pedro, vigilaba y controlaba atentamente que las facturas emitidas por la sociedad fueran reales y que los sueldos pagados estuvieran registrados, que los seguros fueran pagados a término y las obligaciones fiscales contribuidas.
Con esa tranquilidad, el dinero seguía fluyendo y los socios trabajando con entusiasmo.
A pesar de que esos días no volví a tener relaciones con Juana, nuestra relación se volvió mucho más cercana, aunque rara. Independientemente de la compincheria de dos conocidos que comparten un secreto y no lo pueden ventilar, ella se comportaba como una amiga culpable.
¿Culpable del engaño a su esposo?¿Culpable de no haber disfrutado del calor de una sana amistad?
¿Culpable
de haber creído que la belleza solo se mide por el aspecto del revestimiento, que tarde o temprano ajará el tiempo?
Tenía que hablar con Juana
Finalmente la cité una mañana en nuestro habitual bar de San Agustin y antes que empezara a hablar, comenzó ella...
-. Si quieres saber por qué lo hice, no tengo una explicación. Pero no me arrepiento. Fue una experiencia maravillosa.
-. Quizás un poco fue porque estaba furiosa con Javier por ventilar nuestras cosas. Otro poco, para mostrarme como mujer.
-. Pero creo que la verdadera razón, es que sentía curiosidad de saber por qué, una mujer como Carmen, con el rodaje que tiene, pierde los papeles por ti.
-. Ahora la entiendo y te agradezco que no hayas querido repetir, no me habría podido resistir.
-. Lo que más siento, es haber jodido a un buen tipo por dejarme llevar aquella fatídica noche.
Entendía su agobio y no quise presionarla más.
-. No podemos arreglar el pasado, solo tratar de no repetir errores. Lo que no entiendo es lo de frígida, eres una mujer ardiente.
-.Siempre lo fuimos con Javier, hasta que se obsesionó con el dinero y se metió en esas trapisondas con Pedro. Trato de hacerle entender que eso va a terminar mal. Pero no me escucha. Ahora follo con él, solo lo suficiente para calmar el chichi.
-. Hasta la otra noche creía no necesitar más. Ahora sé que puedo esperar otra cosa de la vida.
Y para mi sorpresa, desde ese momento se hizo mejor persona. Más cercana a la gente de la obra y a la que la rodeaba. Bajó de su templo y se asomó a la vida.
Todo marchaba sobre ruedas y mi proyecto tomaba forma.
Pero como todo lo que pueda joderse, se joderá, -según la Ley de Murphy-. Surgió el primer problema grave y como siempre, causado por mi hermano. El cual no tuvo mejor idea que matarse a mil quinientos kilómetros de su casa.
Un sábado por la mañana, Celeste me llamó llorando asustada porque había encontrado a su madre desmayada con el teléfono en la mano. Localizamos la llamada y había sido realizada desde una comisaría de una capital del interior. Me Identifiqué, y me dieron la noticia de que el impresentable había ido a trabajar borracho y se había caído por el foso del ascensor desde un décimo piso.
Con la intervención de mi equipo de abogados, logramos que le realizaran la autopsia necesaria por ser un accidente de trabajo y así acelerar los trámites para el traslado del cuerpo. No lo pudimos incinerar por haber una causa abierta.
Celeste y Clara, recibieron la noticia con una lógica tristeza, pero no con un gran dolor. Finalmente, lo enterramos sin muchas pompas en la misma tumba que mi padre.
El infierno agradecido por la nueva ofrenda. Dos hijos de puta, al precio de uno.
Los abogados me adelantaron que al haberse producido el accidente estando borracho, no habría pago del seguro ni pensión posible. Para que no queden en la indigencia y sabiendo que Clara rechazaría mi ayuda, armamos un fideicomiso de manutención para ella y su hija y el notario del pueblo se lo presentó la semana siguiente, como si se lo hubiera dejado mi hermano.
Y como el hijo de puta no podía irse sin joder a nadie, el incidente afectó la salud de Clara que terminó internada. Para fin de mes entró en diálisis y unos días después su salud se complicó por una infección intrahospitalaria.
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