Regalo de cumpleaños 3
La bella y la bestia
La bestia
Para cuando comenzaron las clases, mi aspecto era...Por decirlo de forma suave...Curioso.
Mi labor en el laboratorio era muy interesante, estaba rodeado de gente muy capacitada y amable. Gente que iba a la suya, sin meterse en la vida de los demás. Y la tarea no era intensa, estaba pensada para estudiantes, lo que me permitía adelantar muchos trabajos de las asignaturas por la mañana, sin descuidar los objetivos de mi pequeña empresa.
Las carreras no se presentaban difíciles, y tenían muchas materias en común, sobre todo las relacionadas con matemáticas y estadísticas. La diferencia mas notable se notaba en los alumnos, un ambiente mas friki en informática, contra uno muy pija en empresariales.
De entrada, los alumnos comenzaron a agruparse por afinidades en diferentes cofradías. Guaperas y populares, empollones y musculitos con aspiraciones a macarras de Hollywood, conformaban el ambiente clásico de una universidad privada de mucho prestigio.
Y allí estaba yo, el lunar negro. Alto y ancho, pelo largo hasta los hombros y barba de tres meses. Lo único discordante de mi aspecto de bestia, eran mis ojos de color azul topacio heredados de mi madre, que pocos conocían por tenerlos usualmente cubiertos con anteojos oscuros. Costumbre implantada por mi padre, que sostenía, que me daban un aspecto femenino.
Vestía pantalones cargo holgados, buzo suelto con capucha y botas militares. Hablaba lo mínimo necesario y no confraternizaba con nadie. Solo un par de muchachos me generaban cierta confianza, dos chicos de pueblo, humildes, simpáticos y muy inteligentes.
Carlos, era hijo de un camionero, gordito, petiso, moreno y peludo, solía vérselo de la mano de Ana, una rubiecita de su pueblo de preciosos ojos celestes, más alta que él, delgada y simpática. Eso sí, las cosas hay que decirlas, de espaldas ganaba mucho, tenía un culito precioso, con tres preciosos lunares coronando sobre su cintura, que formaban un triángulo invertido indicando el camino del tesoro y se podían apreciar, bajo su corta remera
Jorge en cambio era flaco y espigado, casi tan alto como yo, blanco de piel, pecoso y muy introvertido, usaba lentes de pasta y era hijo de un funcionario público de cierto nivel. Todos eramos becados, y como tales, otra sub especie dentro de esa jungla que era la Universidad.
La segunda semana de clases, los alumnos de los años mayores pasaron por los diferentes cursos, anunciando las novatadas para el próximo fin de semana y augurando males mayores a los que se atrevieran a faltar. Por supuesto ni me dí por enterado.
Sumergido en mis proyectos particulares y mi trabajo en el laboratorio, la actualización de las diferentes plataformas que comercializaba y se vendían como el agua, el desarrollo de un novedoso block de gestión administrativa con todo integrado y sumado al gimnasio y el dojo, no me quedaba tiempo para nada más, ni lo necesitaba. Mantenerme ocupado, era la terapia mas eficiente para mantener al monstruo dormido.
Finalmente pasó la novatada, y además de las vejaciones habituales, despertamos el Lunes con la novedad de la internación de urgencia de Jorge debido a una brutal reacción anafiláctica, producto de la exposición a un agente químico muy agresivo.
La otra novedad de ese Lunes, fué que los alumnos de los cursos mayores comenzaron la caza de los cobardes que se habían escaqueado de las novatadas, infligiéndoles venganzas muy humillantes, desde dejarlos desnudos en medio del patio, hasta raparles media cabeza.
Pasó esa semana y por suerte a mi no me localizaron. El lunes siguiente se me arrimó Luisa, alumna de cuarto año, una escultural rubia de bote con unas tetas y un culo para hacerse un festín, preguntándome por un tema del laboratorio. Estuvimos conversando como dos horas de un problema de bases de datos que le interesaba y surgió el tema de Jorge. Al preguntarme mi opinión le fuí sincero.
-. Que se joda por estúpido, le dije que no fuera.
-. De todas manera fué una salvajada. Si te interesa, un grupo de alumnos de años mayores nos estamos reuniendo, para acabar con esta práctica salvaje.
-. Que bueno...no estaba al tanto.
-. Nos vendría bien la participación de alumnos de cursos menores, te gustaría?
Era una gran oportunidad para contribuir a oponerse a los abusos como los que yo había sufrido y no la podía dejar pasar.
-. Cuenta conmigo, hoy es un buen día para empezar a ajustar cuentas con los abusadores.
Desconociendo mi pasado, miró sin entender y quedamos para esa noche a las ocho, detrás de la cancha de Rugby.
Llegué puntual, Luisa me estaba esperando con dos chicas más y me condujeron a un lateral debajo de la tribuna, donde, de pronto me vi rodeado por cuatro robustos jugadores del equipo de rugby, del cual luego supe, Luisa era la animadora estrella y novia del apertura.
Por lo que más tarde me enteré, el de atrás mío era el tercera línea, los de mis costados los pilares y la voz cantante frente a mi, la tenía el apertura. Me tenían encerrado en un scrum como si fuera la pelota. Eran unos muchachos rudos muy particulares, peinados de peluquería, totalmente depilados y vistiendo ropa deportiva de marca.
A todo nuestro alrededor éramos observados por las animadoras, que vistiendo sus uniformes de remeritas entalladas y polleras cortitas, sonreían extasiadas contemplando a sus ídolos mientras sostenían a una aterrada Ana que también se había escaqueado escuchando mis consejos, querían que viera bien el espectáculo ya que era la siguiente en pagar su atrevimiento.
Finalmente, un alcahuete esmirriado estaba preparado para filmar todo y así registrar la humillación para disuadir a futuros futuros rebeldes.
El apertura me miró fijo con cara sobradora.
-. Bueno...por fin nos vemos la cara rotoso...aunque no es un espectáculo muy agradable. ¿Creías que te ibas a escabullir ?
-.Te dejamos para el final porque serás el que peor la pase, trataste que la gente no participe en la novatada.
-.¿Te desnudas tu, o te denudo yo ?
Preguntó mientras agitaba un aerosol de pintura roja.
-. No creo que tengas huevos.
Le contesté con todos los músculos en tensión, controlando a la bestia.
-. Pero tu nos has visto, imbécil? ¿Sabes contar? Ja ja ja.
Rió chulo, con toda la claque haciéndole coro.
-. Precisamente por eso lo digo... Supongo que es lo mismo que le hicieron a Jorge.
-. No es nuestra culpa que el imbécil fuera alérgico. Y aunque asi hubiera sido, no podíamos hacer una excepción.
-. Esta bien, empezaremos por el pelo.
Alcanzó a decir... y viéndome paralizado, avanzó agitando el envase...
Mi pierna, extendida con violencia, lo recibió con la suela de la bota en plena cara. Quedó duro y paralizado, fue cayendo hacia atrás como un árbol talado, golpeando contra el piso de espaldas plano como una tabla.
Aprovechando el desconcierto, clavé mi codo derecho en la cara del prota del mismo lado, rompiéndole la nariz, y en el impulso de retorno, en una media vuelta de volea alta, le volé la cabeza de una patada al de mi izquierda. Finalmente terminé el giro lentamente y me planté frente al que estaba detrás mío que me miraba paralizado por la sorpresa, me fui acercando despacio mirándolo fijo y cuando menos lo esperaba, le planté tal frentazo entre ojo y ojo, que se desmoronó como un castillo de naipes.
Bajo un silencio absoluto, con los cuatro mamarrachos desparramados en el piso, me acerqué al alcahuete y extendiendo la mano, le solicité la filmadora que me entregó con la mano temblorosa. Con la mano extendida y la máquina en ella lo amenacé
-. Si me llegan a joder...los jodo.
Finalmente, me acerqué despacio a Ana, que se abrazó a mi llorando asustada y agradecida, la tomé en brazos y me fuí de allí. Caminé dos pasos, me detuve y me volví mirando fijamente a una aterrada Luisa...
-.Te dije que hoy era un buen dia para empezar a ajustar cuentas.
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Después de un exhaustivo estudio, acordamos con Maria extender nuestra operación a tres pueblos de alrededor de veinticinco mil habitantes cada uno, equidistantes unos quince kilómetros, con el nuestro como centro de operaciones
Al estar pegados al mar, teníamos a Marasur hacia el Sur, El Marqués hacia el Norte y finalmente San Agustín hacia al Oeste, sobre las sierras. Este último, era el de mejor nivel económico, dada su intensa actividad agropecuaria basada principalmente en los cultivos de papa, y las fábricas procesadoras instaladas entre las sierras. Precisamente, este era el lugar donde nos cruzamos con Carmen, en el albergue del mismo nombre ubicado sobre la peatonal.
Exactamente en el centro de todos estaba la cementera donde trabajaban Javier y Pedro. Alimentada por una granja eólica y las piedras de las canteras de las sierras, era por lejos la empresa mas próspera de la región .
El Viernes, llegué a la cita en horario, con un par de botellas de vino en la mano. El chalet de Javier estaba en el barrio mas acomodado del pueblo y era una casa de dos plantas con entrada para coches y jardin al frente, bastante llamativa para el puesto de administrativo de contrataciones que ocupaba en la empresa junto a Pedro.
Escucharon el sonido del motor de mi auto y salió a recibirme Juana con una sonrisa y envuelta en una pashmina de lana debido al frío de la noche, nos dimos dos besos, me agradeció el presente y me hizo pasar. Javier se encontraba en el fondo preparando un asado en la parrilla.
Juana era una morocha muy bella, delgada, de formas marcadas y unos ojos azules que encandilaban. Se la veía en muy buena forma, producto seguro, de machacarse en el gimnasio.
Posiblemente por su trabajo en la tienda, vestía con mucho estilo unos vaqueros entallados, zapatos de aguja y una remera corta que dejaba su cintura al aire. Al sacarse el abrigo dejó a la vista dos hermosas prominencias, que por su firmeza daban a entender algún tipo de retoque.
Me acerque a saludar a Javier, que debido a que estaba con las manos sucias de carbón, me correspondió con un movimiento de cabeza. Se lo veía grueso, casi gordo, con el cutis y el cabello graso y una buena panza cervecera.
Estábamos conversando recordando viejos tiempos, cuando apareció Pedro y me saludó con un corto abrazo. Al contrario de Javier, a él se lo veía delgado, consumido, con los labios y los dedos manchados de nicotina. Tenía una mirada rapaz, casi huidiza.
Detrás de él salió Carmen, y qué decir... se la veía...rotunda, exuberante...Castaña como era, con esos ojos grandes color miel, estaba para comérsela. Lucía un vestido negro, corto y elastizado, que le marcaban una figura digna de una actriz italiana de los años setenta. Se acercó sinuosa y me plantó dos besos húmedos en la mejilla
-. Quien diría Luisito, volviste y en dos días ya eres toda una celebridad.
-. Ja, ja, ja…¿ Y eso por qué ?
-. Depende. Entre las mujeres, porque estás hecho un bombón, y entre los hombres por tus proyectos de inversión.
-. Ja, ja, ja. ¿Y cómo se han enterado?
-. Parece que te olvidas que José es el remisero del pueblo.
-. Ja, ja, ja. Tienes razón.
Y así de buen clima, entre risas, nos comimos un asado de res que estuvo soberbio, tras el cual, pasamos con los hombres a la sala de estar a tomar un café y un trago, mientras las mujeres se retiraron a hablar de sus cosas.
-. Pedro nos comentó sobre tus ideas, y nos dijo que posiblemente tengas que construir o hacer reformas y quisieramos participar. Comentó Pedro yendo al grano y demostrando que era la voz cantante.
-. Y cual es vuestra idea ?
-. Por el lugar que ocupamos en la empresa, estamos conectados con proveedores de materia prima y constructores con los que tenemos óptimas relaciones. Acotó Javier
-. Y tratándose de alguien de confianza como tú, te podemos confiar que tenemos la capacidad de… digamos, desviar algunas cargas para que lleguen a las obras sin que las empresas lo noten. Comentó Pedro, con una sonrisa vampiresca de dientes amarillos
-. Hmmm... Muy interesante…. Eso abarataría sustancialmente el proyecto...y permitiría ampliarlo. Comenté pensando en voz alta mientras analizaba las posibilidades que esa oferta abría a mi proyecto.
-. Ampliarlo de que forma ? Preguntó Carmen interesada, entrando en la habitación.
-. Podemos aprovechar que ustedes conocen todo lo referente al ramo de las tiendas y desarrollar una red comercial, construyendo una tienda en cada ciudad e interconectadas con Alvarado por el servicio de remises que utilizarìa el gimnasio. De esa manera se podrían armar paseos de compra y visitas turísticas los fines de semana, con una gran proyección, si pensamos en la temporada de verano
La reacción de todos fué explosiva, se superponían ideas a un ritmo vertiginoso. Cuando nos empezamos a calmar, la mente fría y calculadora de Pedro se impuso.
-. Va a ser algo grande y difícil de manejar si no se está organizado. Habría que conformar una sociedad y designar directores.
-. Eso no es problema. Acoté, -. Mi departamento legal le puede dar forma.
-. Con respecto a la constitución de la sociedad, lo veo sencillo. Pedro y Javier serían presidente y vice o viceversa, Carmen y Juana Directoras del departamento de tiendas, José Director de transportes y María Directora del Gimnasio. Cierra perfecto.
-. ¿Y tu no participas ? Acotò Pedro receloso
-. Yo aporto todo el capital, pero no puedo figurar en la sociedad. Tengo contrato de exclusividad con mis socios.
-. Y cual será nuestro aporte ? Preguntó Juana
-. Solo vuestro trabajo y vuestro conocimiento. Yo apenas estuve actualizándome recorriendo los pueblos estos días y donde veo un gran potencial es en San Agustín. Se huele prosperidad.
-. Es así, tienes buen olfato. ¿Cuando anduviste por allí ? Preguntó Carmen repentinamente interesada.
-. Viajé el Domingo y me quedé hasta el Martes.
Y acoté mirándola fijo a los ojos
-. Me alojé en el albergue del centro.
Lo que le produjo una repentina palidez.
-. Solo queda un tema, acotó Pedro, Quien elige al que será presidente o vice?
-. Esa responsabilidad la reservo para mi. Debo evaluar la capacidad, compromiso y responsabilidad de cada uno de ustedes, antes de tomar una decisión tan importante. De arranque ambos serán vice, y al estar todo en
funcionamiento decidiré. Tomenselo como un desafío, ja, ja, ja.
Todos estuvieron de acuerdo, nos dimos la mano y dimos por concluída la reunión.
El sábado, después de una tórrida sesión de sexo y mientras recuperábamos fuerza en la cama, puse a María al tanto de todo. Lo recibió con tanta alegría que me dedicó una mamada que me dejó seco.
El Lunes se acercó al pueblo mi abogado y trajo el contrato redactado según los términos de la reunión, el único requisito de solvencia, era tener el domicilio registrado en vivienda propia, no cambiar o enajenar los mismos sin un acta firmada por todos los socios y no poseer antecedentes de fraude bancario.
Acordamos que yo compraría las propiedades y las equiparía, que contrataría a la sociedad para la construcción y que con todo terminado, tras la inauguración, les concedería la concesión para la explotación. Los sueldos de la sociedad saldrían de la facturación a mi persona. Todos estuvieron de acuerdo y se firmó en la casa de Javier, con un brindis posterior con augurio de éxito. El Martes se distribuyeron las tareas y comenzamos la búsqueda de los locales.
El Miércoles a la tarde, ya cambiado para ir a cenar, recibí la visita de Carmen que volvía de la tienda, me pidió un momento para hablar y la hice pasar.
Venía vestida con tacones rojos de aguja, una pollera roja de tablas sobre la rodilla, cintura al aire y una casaca corta negra que llovía sobre sus tetas sin sujetador aparente. Sobre todo ello, un tapado largo de paño rojo. Estaba decididamente espectacular.
Me dió dos besos, se sacó el tapado y se acercó a la ventana, mirando para afuera en una pose estudiada, antes de comenzar a hablar.
-. ¿Sabes que el único capacitado para la presidencia es Pedro, no es así ?
Me acerque a ella con una sonrisa, y poniéndole las manos sobre la cintura desnuda le pregunté...
-. ¿Te manda Pedro, o vienes por lo de San Agustín?
-. Ambas cosas. Me contestó.
-. ¿Y tú sabes que eres muy puta ? Le repliqué, subiendo mis manos por su abdomen, hasta alcanzar sus soberbias tetas y pellizcar sus pezones empitonados.
-. Estoy completamente convencida. Me contestó retrocediendo hasta chocar con mi cuerpo y apoyar su nuca en mi hombro.
Le giré la cabeza y nos dimos un beso profundo y baboso, jugando con nuestras lenguas. Amasé sus tetas mientras le apoyaba mi falo entre sus duros gluteos, fuí bajando mi mano derecha hasta meterla por la cintura de la pollera, alcanzar su entrepierna y corriendo la tanguita, empezar a jugar con su erguido clítoris, mientras con la otra, le pellizcaba el pezón.
Mientras Carmen gemía frotándose sobre mi rabo, le solté la teta y apoyando la mano en su nuca, la recliné hasta dejarla con las manos sobre la mesita frente a la ventana. Me solté el pantalón que cayó a mis pies junto con mi boxer y le bajé el tanguita hasta las rodillas, el cual finalmente cayó al piso. Ella se liberó de él y cuando abriò las piernas, la fui penetrando suavemente con gestos de profundo placer de su parte.
Empecé a moverme lentamente, excitado por sus crecientes gemidos, hasta alcanzar un ritmo violento. Pocos minutos después, alcanzamos un orgasmo demoledor, entre gritos de placer. Nos quedamos acoplados un rato hasta calmarnos. Una vez recuperados, suavemente, la fui girando y levantando, hasta quedar conectados en un beso sentido.
Terminamos de desnudarnos y nos fuimos a la cama. Entre profundos besos y caricias, me volví a excitar y la volví a penetrar con suavidad, sintiendo su interior centimetro a centimetro. Cuando nuestros pubis chocaron cruzò sus piernas entre las mías y empezamos a embestirnos mutuamente sin dejar de besarnos. Fue un polvo largo y delicioso de mucha pasión, que nos dejó agotados.
Demasiado cansados para vestirnos, nos duchamos rápido, llamamos a recepción y pedimos que nos suban una cena liviana.
Vestidos solo con el albornoz de la habitación, cenamos conversando como dos viejos amigos. Allí me enteré que las muchachas que vi en el cementerio eran su hija y la de Juana, que tenían la misma edad de Celeste, mi sobrina y que estudiaban abogacía en la gran ciudad costera, distante cuarenta y cinco kilómetros de Alvarado.
Para evitar el traslado diario, las chicas vivían durante la semana en un pequeño departamento propiedad de la madre de Juana, pasando luego el fin de semana con las familias respectivas. Lamentablemente, también me enteré que Clara no estaba bien de salud debido a una insuficiencia renal crónica -de ahí su aspecto demacrado-, que vivía malamente en la vieja casa de sus fallecidos padres, con los ingresos del alquiler de un pequeño local céntrico heredado y de algunas clases de inglés que le daba a los chicos del pueblo.
Mi hermano llevaba una vida itinerante, yendo de obra en obra por el país con su oficio de herrero, raramente las visitaba y casi no les pasaba dinero. En resumen, la misma basura de siempre.
La cena se alargó en la sobremesa y Carmen me pidió quedarse a dormir. Extrañado, le pregunté qué diría Pedro, y su respuesta fué contundente…
-. Pedro odia que le mienta...Por lo tanto... no pregunta.
Aclarado el tema, pasamos al baño antes de acostarnos, primero ella, después yo. Me lavé los dientes y me afeité, costumbre que tengo desde hace muchos años y al salir, Carmen ya se había dormido. Ocupaba el centro de la cama, desnuda boca abajo y con las piernas levemente abiertas. Era para pintar un cuadro, y yo tenía el pincel.
Me acerqué silencioso, subí a la cama y comencé a darle besitos y mordisquitos por el interior de sus muslos. Acaricié sus protuberantes nalgas y separándolas inicié una suave caricia en el centro de la diana, golpecitos suaves con la punta de la lengua, acompañados de largos lametones desde su chorreante vagina.
Con la música de fondo de los ronroneos de Carmen, fuí pronunciando la incursión de mi lengua en su delicioso y ácido ojete, hasta hacerla alcanzar un suave orgasmo. Momento en que besito a besito fuí subiendo por su columna hasta llegar a morderle la nuca mientras la penetraba por su golosa vagina.
Carmen, arqueó la columna en un ángulo imposible, y giró la cabeza en busca de mis labios. Un beso largo, profundo, entregado. Martillé su interior lentamente y con el falo suficientemente lubricado, lo saqué, subí un par de centímetros y comencé a conquistar la fortaleza de su formidable culo. Experimentada amante como era y sabiendo lo que venía, relajó los músculos de su esfínter y permitió la incursión.
Suave, lentamente, sin prisa, poco a poco, fuí logrando mi objetivo ante sus leves quejas y suspiros. Fuimos profundizando la entrega lentamente, aumentando la velocidad e incrementado la fuerza de las penetraciones. Yo empujaba, ella buscaba, golpe tras golpe, furiosos, entregados hasta el límite, alcanzamos la meta en una explosión final que no pudimos silenciar, cayendo desarmados, totalmente vencidos por el éxtasis de la infernal cópula.
Descansando agotados, Carmen reposaba recostada sobre mi pecho. Sufriendo todavía las réplicas de su violento orgasmo comentó...
-. ¿Sabes Luis ? Por primera vez en mucho tiempo, tengo miedo.
-.¿ Y eso por qué ?
-. No hay paridad de fuerzas... Tu eres mucho hombre para nosotros.
No le contesté.
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