Regalo de cumpleaños
Me ha regalado este relato que ha escrito y quiero compartirlo pues no escondo que me da cierto morbo. Lo pongo en esta categoría pues está relacionado con los los dos que enviamos hace unos dias
Hace frio, me he abrigado con un grueso batín, he cogido un ordenador del despacho, he bajado al sótano, he encendido el fuego en la chimenea y me pongo a escribir este relato pues así te lo he prometido hace unas horas. Duermes en nuestra cama y yo todavía con restos de humedad entre mis piernas me siento enfrente del teclado para escribirte lo que tantas veces te he susurrado.
Nací en Alemania en 1966, de padre español que había emigrado unos años antes y madre alemana. Cuando tenía 10 años venimos a vivir a España y mis padres que disponían de ahorros compraron una finca en Andalucía que todavía hoy tienen en propiedad. Mi familia es de clase media alta y no hemos tenido jamás problemas económicos entre otros motivos porque mi madre aunque muy adaptada a la vida española siempre ha mantenido el carácter germánico. Cuando cumplí 17 años me enviaron a estudiar a Madrid en un colegio mayor y me matricule en la universidad.
En aquella época era una mujer que destacaba entre el resto de compañeras pues era bastante más alta que la media, hacía 1,75 metros y mi cuerpo estaba perfectamente formado. De mi padre heredé el color oscuro de la piel y el cabello y de mi madre unos ojos grandes de color claro sin ser azules. Los dos primeros años transcurrieron sin hechos importantes que contar. Conocí un compañero de clase que fue mi primer amor y mantuve una relación más o menos formal. Mi vida comenzó a cambiar al tercer año de estudios durante los carnavales. Algunos compañeros de clase me propusieron presentarme a un concurso de belleza que se organizaba en una importante entidad cultural de Madrid ya que el premio para la ganadora era una cantidad de dinero que podríamos destinar al viaje de ecuador de carrera. Gané el concurso y le di tan poca importancia que no comenté nada a mi familia. Cuando faltaban pocos días para finalizar el curso recibí en el colegio mayor la visita de una señora que me propuso asistir a una cita en un despacho del centro de Madrid y el motivo estaba relacionado con el concurso de belleza. Aunque dudando y haciéndome acompañar por mi novio, que por cierto jamás presenté a mis padres, fui a la cita encontrándome con una pareja de hombre y mujer que me propusieron trabajar para ellos en una agencia de modelos. Escuché atentamente la propuesta y rehusé la oferta alegando que era un mundo totalmente desconocido para mí y que mis estudios eran prioritarios. Ahí quedó todo.
Durante aquellos años mi vida era muy normal, salía lo habitual en una estudiante de mi edad, un día a la semana discoteca, otro un pub y un par de días al cine pues me gusta mucho. Y mi novio seguía siendo el único hombre en mi vida. Hablé de él a mis padres el último año de carrera, yo había cumplido 21 años y comenzaba a pensar que haría al terminar los estudios universitarios. En enero de 1987 asistí a una conferencia en la Aula Magna de la facultad y el conferenciante no era otro que el hombre que en su día me propuso la oferta de trabajo en la agencia de modelos. Cuando acabó su exposición esperé a saludarle notando yo que me había reconocido porqué me preguntó por mis estudios y seguidamente citó mi nombre mientras ponía en mis manos una tarjeta de visita. Simplemente dijo: llámame y se despidió.
Guardé su imagen en mi mente y la tarjeta en mi monedero. Pasaron los meses, acabé la carrera y regresé a casa Ya no tenía novio pues lo dejamos de mutuo acuerdo, reconociendo ambos que jamás habíamos estado enamorados. Los primeros días de vacaciones en casa los tuve ocupados con reencuentros con mis excompañeros de escuela y amigos de juventud. Salía poco de fiesta y pensaba continuamente en que me deparaba el futuro en el aspecto laboral aunque no suponía una angustia pues mis padres por su situación me podían ayudar a encontrar un puesto de trabajo entre su círculo de amistades
Un día de muchísimo calor estaba en la piscina de casa y para pasar el rato decidí ordenar el interior del monedero apareciendo la tarjeta. En ese mismo instante recordé aquel hombre y lo retraté en mi mente: Era algo más bajo que yo con un cuerpo que llenaba el traje que llevaba puesto remarcando las anchas espaldas de la que salía una cabeza que brillaba por el reflejo de los focos en la piel ya que estaba totalmente rasurada. Su cara era apretada y los ojos no muy grandes oscuros color azabache hacían que la amplia nariz destacara más en el rostro. Vestía elegantemente con traje y camisa de colores vivos que dejaban entrever una fuerte personalidad. Entré en la casa y marqué el número de teléfono, después de unos segundos un contestador dijo que dejara un mensaje, así lo hice: Soy ………… y deseo hablar con Don Luis…………….. mi número de teléfono es 957……………., le agradeceré que me llame a la mayor brevedad posible. Colgué y me sentí ridícula pues pensé que si me hubieran contestado no habría sabido que decir. A partir de ese momento cada vez que buscaba placer en la soledad de mi habitación lo hacía pensando en él. Un día volviendo del campo mi madre me dice que había llamado un tal Luis preguntando por mí, hice ver que no le daba importancia, corrí hacia mi habitación y me estiré en la cama tapándome la cara con la almohada. Así pasé el tiempo hasta que mi madre vino a buscarme para la cena. Ya en la mesa me preguntó por el tal Luis, conteste que era un compañero de facultad, respondió que tenía voz de persona mayor.
Decidí ignorar la llamada e incluso me deshice de la tarjeta pero unos días más tarde mientras almorzaba con mis padres sonó el teléfono, mi padre contestó y dijo: es Luis. Fui hacia el teléfono:
Dígame
-Hola soy Luis, tú debes ser ……….
Si soy yo (con voz temblorosa).
-Supongo que llamaste por el asunto del trabajo…. ¿ qué tal estas?
¿Qué trabajo ?i Dije bajando la voz
-Tú eres……… y nos conocimos un día en mi despacho y después nos vimos en la Universidad
Si, contesté secamente
-Bien, pues ¿ que se te ofrece?
Para lo del trabajo, contesté como una idiota…
-¿Cuando quieres que nos veamos? Ya he visto que el número de teléfono corresponde a Córdoba y yo estoy en Barcelona pero si quieres me desplazo pues podría aprovechar el viaje….. Le interrumpí
Llámame mañana a las 11 y colgué. A esa hora mis padres estaban en la casa del campo ocupados con el trabajo. Cuando volví a la mesa mis padres no preguntaron absolutamente nada y pensé que no habrían estado atentos a la conversación.
La tarde y la noche fueron interminables. No paraba de pensar que explicación dar en el caso de producirse nuevamente la llamada. A la mañana siguiente, desayuné y fui a sentarme junto al teléfono. Sonó puntualmente y contesté con un hola. Sin tener tiempo a decir nada más mi interlocutor dijo que el próximo jueves había encontrado un motivo para desplazarse a Córdoba y que me llamaría a la misma hora una vez aquí para concertar un encuentro ese mismo día. El jueves llegó y tal como se había comprometido quedamos en una cafetería del centro de la ciudad. Después de un educado saludo nos sentamos y dio inicio a la conversación diciéndome que desde que tuvimos la primera entrevista había pasado demasiado tiempo, que las circunstancias no eran las mismas ya que su idea era hacerme trabajara en su agencia como modelo pero tenía muy buenas referencias sobre mí que había conseguido a través de la universidad y podía ofrecerme entrar a trabajar en su empresa en el departamento financiero. Entre otras cosas valoraba muy positivamente mi conocimiento de idiomas. El encuentro fue cordial y siempre mostró una gran educación haciendo exclusivamente referencia a aspectos laborales.
Nos despedimos con un apretón de manos y durante el trayecto a casa solamente pensaba como plantear a mis padres la posibilidad de aceptar la propuesta. Me había comprometido a dar una respuesta a Luis en pocos días telefónicamente. Durante la entrevista le hice saber que había perdido la tarjeta de visita y me obligó a apuntar el teléfono de su despacho en mi agenda. Aquella misma noche comenté a mis padres la propuesta de Luis y no la recibieron muy bien pero mi padre tenía amigos de Barcelona que venían a cazar a la finca y se comprometió a informarse sobre la empresa. Al día siguiente a la hora de la cena mi padre ya tenía toda la información necesaria y me dijo que yo tomara la decisión pues era una empresa seria y como confiaba en mí podía tomar la decisión que creyera conveniente para mis intereses.
A primeros de octubre viajé con mis padres a Barcelona para alquilar un piso, yo ya tenía 23 años y comencé a trabajar en el departamento financiero de la agencia de modelos. En el área administrativa había siete personas, todas ellas mujeres jóvenes pues la mayor no tenía más de 35 años . A Luis apenas lo veía pues casi siempre estaba de viaje y el ambiente en el despacho era el de una oficina como pudiera ser la de cualquier fábrica o despacho. Solamente se diferenciaba por las paredes cubiertas de fotos de mujeres y hombres con posturas de modelo anunciando productos comerciales. Yo había olvidado mis sentimientos por Luis y cuando recordaba aquellos días venía a mi mente un sentido del ridículo
Volví a casa por Navidad y recibí la noticia que mis padres habían decidido volver a vivir durante algunas temporadas en Alemania. Pasadas las fiestas volví al trabajo y el primer día Luis me citó en su despacho comunicándome que había decidido nombrarme máxima responsable del departamento financiero. Se limitó a darme la noticia sin extenderse más allá. Durante los primeros meses de ese año mi vida transcurrió sin muchos altibajos, estaba contenta en la empresa porque todo funcionaba bien y a nivel personal tenía amigos con los que salía de copas pero sin intimar con alguno. Mi vida sexual solo la compartía conmigo misma y ya tenía 24 años. En Mayo Luis en persona me convidó a una fiesta en su domicilio, era la primera vez que me hacía una propuesta así y acepté.
Era un sábado, me arreglé con la ropa que compré para la ocasión (debo decir que tenía un sueldo bastante alto) y me presenté en la fiesta que era en un ático de la zona alta de Barcelona. En total éramos siete parejas pues aunque yo llegué sola, Luis nada más entrar me presentó a Cristian un estilista de peluquería que trabajaba ocasionalmente para nosotros. El resto de asistentes eran colaboradores externos de la empresa, abogados o asesores que iban acompañados por sus parejas, a Luis le acompañaba una modelo algo más joven que yo que hacía poco formaba parte de su equipo.
La fiesta al principio transcurría dentro de un ambiente alegre y elegante. Cristian se mostraba atento conmigo. Era un hombre de 1,90 de altura, muy delgado, moreno de piel y pelo con aspecto de modelo de pasarela. Calculé su edad antes de que el la confirmara y acerté, tenía 29 años. Durante la cena conversamos tranquilamente y en voz baja me informó de quien era cada uno de los asistentes: un abogado, otro abogado, un asesor fiscal, un diseñador, etc… todos ellos acompañados de bellas mujeres que no siempre eran la esposa. Bailamos y tomamos alguna copa de cava. Cuando sentimos cansancio nos adueñamos de un sofá y conversamos distendidamente. Luis que había estado muy atento conmigo presentándome a todos los asistentes al inicio de la fiesta apenas me volvió a prestar atención. Pasadas cuatro horas del inicio, el ambiente se fue cargando y algunas parejas se daban el lote sin contemplaciones. En un sofá una de ellas se metía mano de tal manera que la mujer parecía estar a punto de sentir un orgasmo de un momento a otro y otra pareja se besaba con pasión en un rincón del salón. Otras bailaban muy pegados.
Después de un silencio durante el que Cristian y yo observábamos el ambiente me preguntó donde vivía que era no muy lejos a 5 minutos de allí, él me dijo que vivía cerca del puerto y que visto el ambiente había decidido marcharse ofreciéndose a acompañarme a mi domicilio si así yo lo deseaba y después él cogería un taxi. Me pareció bien la propuesta y abandonamos la fiesta después de agradecer la invitación a Luis que se despidió de mí con un beso, dándome la sensación que estaba bastante pasado de copas.
Caminábamos lentamente y vimos aparecer un taxi, Cristian hizo ademan de intentar pararlo pero no terminó la acción porque debió pensar que se había comprometido a acompañarme a mi domicilio. El taxi se detuvo justo a nuestro lado y Cristian se disculpó. Desde que nos conocíamos yo no había tenido momento alguno la idea de pasar la noche con él ni tan siquiera había valorado si me gustaba, solamente veía en él un hombre agradable y guapo. Sin saber por qué abrí la puerta del coche, entré y tomé asiento. El miraba extrañado y le dije: vamos a tu casa. El trayecto no duró más de quince minutos pues apenas circulaban automóviles a aquellas horas, nos fundimos en un largo beso que duró todo el viaje y no intercambiamos palabra alguna
Era un pequeño apartamento situado en el tercer piso de un edificio del paseo marítimo, y como pude ver cuando se encendió la luz que permanecería toda la noche encendida estaba decorado de manera muy cálida. Fuimos directamente a la cama y nos ayudamos mutuamente a desvestirnos retozando encima de la colcha. Ya totalmente desnudos sus labios iniciaron un paseo por mi cuerpo como si pretendieran vestirme con un traje de saliva, sentía como sus manos se aferraban a mi deslizándose por la piel buscando algo que parecía no encontraban. Me parecía que todo transcurría demasiado lento pues deseaba sentir un hombre dentro de mí ya que hacía 3 años que no sentía esa sensación, pero Cristian no tenía prisa alguna y yo no sabía lo que me esperaba. No dejó un solo centímetro de mi piel por lamer y como si fuera un adivino pasaba más tiempo en aquellos lugares que sus besos me daban más placer donde además mordía muy suavemente produciéndome dolor que se convertía en dulce placer. Cristian se incorporó, me arrastro fuera de la cama con él, apartó la colcha apareciendo una sábana color negro. No podría decir cuánto tiempo había pasado desde la llegada al piso cuando oí un tic-tac que salía de un despertador de agujas que estaba sobre una mesilla junto a la cama. Eran las 4,30 de la madrugada. Cristian tomó asiento sobre el borde de un lateral de la cama e hizo que yo me sentara sobre sus muslos frente a él buscando mi boca con la suya y entregándome su lengua que llenó toda mi boca, yo le entregué la mía y ambas comenzaron una encarnizada lucha. Noté que entre mis muslos separados lentamente iba creciendo y poniéndose dura su polla pero no tenía prisa por penetrarme a pesar de que yo ya estaba muy mojada. Miré el reloj que marcaba las 4,45, nuestras bocas seguían unidas y solo se separaban de vez en cuando para dejar entrar algo de aire. Cristian se levantó llevándome en volandas y me puso de espaldas sobre la cama, su cuerpo entre mis piernas, su cara sobre la mía y reinició el morreo mientras sus manos enlazadas con las mías arrastraban nuestros brazos hasta que formamos una cruz. Su boca abandonó la mía y buscó mi cuello que mordió suavemente durante el rato que quiso, yo permanecía inerte y en ese momento recordé mi novio de la universidad que aunque me había hecho el amor muchas veces jamás me había dado tanto placer como ya sentía en este instante. El recuerdo se interrumpió cuando los dientes de Cristian mordieron uno de mis pezones y comenzó a intercambiar mordiscos con lametones ahora un pezón y después otro. Mi coño segregaba líquido vaginal y pedía impaciente ser penetrada por aquella polla ya muy dura que estaba llamando a mi puerta. Entre suspiros se escuchaba el tic-tac del reloj, lo miré y marcaba las 4,55. La lengua de mi amante inició un lento recorrido por mi vientre y se detuvo en el ombligo, lo penetró de tal manera que parecía querer llegar a mis entrañas, me deshice de las manos de Cristian y con ambas manos le sujeté la cabeza apretándola contra mi vientre. Aunque no lo había hecho nunca deseé que no parara ahí y continuara recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi coño empujando su cabeza hacia mi pubis pero se resistió, muy lentamente su boca tomó el camino de regreso hacia la mía. Separó aún más mis piernas y suavemente su polla tomó posesión de mi coño sin ninguna dificultad pues estaba totalmente lubricado. Lentamente entraba y salía dándome un placer indescriptible, temblé y sentí como todas las neuronas de mi piel gozaban de placer por el primer orgasmo. Ninguno de los dos amantes había hablado hasta que pedí a Cristian que tuviera cuidado de no correrse dentro de mí. Se detuvo en seco, sin moverse de encima de mí extendió su brazo, abrió el cajón de la mesita de noche y a tientas saco una cajita. Con la misma mano extrajo un condón envuelto en un sobre. Lo abrió ayudándose de los dientes y con dos dedos lo sujetó, arqueó su cuerpo, su polla salió de mi coño y después de un breve instante que para mí fue un respiro lo volví a sentir dentro de mí. Jadeábamos cada vez más fuerte y nos regalábamos el aliento uno al otro. El placer me inundaba y los cuerpos sudaban como en una sauna. Nuestras miradas se cruzaban desafiantes luchando por ser el último en llegar al éxtasis. El mete y saca cada vez era más rápido, los dos teníamos convulsiones incontrolables. Mi mente estaba puesta en disfrutar cada segundo del acto y en hacer disfrutar a mi amante. Por fin Cristian agotado se dejó caer sobre mí totalmente agotado , quedando durante unos segundos inmóvil , su peso no me molestaba, más bien lo contrario. Se levantó de la cama y quedó de pie a mí lado. La polla mantenía la erección y cuando se disponía a quitarse el condón alargué mi mano impulsivamente y fui yo quien se lo quitó. Su semen mojó mi mano que acerque a mi cara para olerla. Fue al lavabo y volvió pasados unos minutos. Yo me había tapado con la sabana y la colcha, se estiró a mi espalda abrazándome por la cintura. Miré el reloj, marcaba las 5,50. Nos quedamos dormidos
Unos suaves rayos de sol entraban entre las cortinas y se confundían con la luz que daba la lámpara de la habitación. Hace unas horas estábamos tan cansados que no tuvimos fuerza para apagarla. El reloj cantaba tic-tac y pensé que en otro lugar y momento me hubiera molestado pero aquí y ahora no. Eran las 12,20. A mi lado estaba Cristian que dormía dejando ir unos suaves ronquidos o más bien una fuerte respiración. Me incorporé lentamente para no hacer ruido y fui a hacer un pipi. Volví a la cama y antes de estirarme detuve mi mirada en mi compañero de la noche. Era delgado tanto que las costillas se le podían contar perfectamente y el abdomen formaba un tobogán que caía hasta una mata de pelo de la que salía un pene que en aquel momento reposaba descansando entre la juntura de los muslos. En aquella posición parecía uno de los cristos que salían en procesión en mi ciudad. Reí la ocurrencia. Me arrodillé encima de la cama y lentamente dejé caer la cabeza sobre su vientre hasta que mi mejilla rozó su piel. Mis ojos veían un primer plano de la mata de pelo rizada de la que brotaba el miembro que hacía unas horas me había dado tanto placer. Era la primera vez que podía ver un pene tan cerca e incluso olerlo pues cuando hacía el amor con el novio universitario siempre estábamos a oscuras. Podía sentir el mismo olor que tenían mis manos después de quitarle el condón. Pensé en el tiempo pasado sin sentir placer que no me provocara yo misma y no sé cuántos pensamientos más tuve durante aquellos instantes. Cristian dormía profundamente y su miembro también, me incorporé lentamente y con sumo cuidado con los dedos pulgar e índice lo puse en posición vertical acercando mis labios a escasos centímetros. Durante un rato dudé en meterlo en mi boca pero no me atreví. Mis dedos dieron inicio a subir y bajar la piel que lo cubría muy lentamente. Noté como perdía la flacidez y tomaba fuerza hasta quedar vertical sin mi ayuda. Cambió el color y la piel que lo cubría por completo parecía haber desaparecido. Ahora era mi mano entera la que se movía arriba y abajo. Noté como mi entrepierna se humedecía lentamente y pensé en cubrirla con mi boca pero levante una pierna, la pasé por encima del cuerpo de Cristian de forma que quedé sentada sobre su vientre dándole la cara, la polla totalmente erecta rozaba mi vientre, el glande rozaba mi ombligo, alargué el brazo y cogí la caja de preservativos de en encima de la mesita de noche, saqué uno, abrí el sobre y se lo puse con delicadeza, alcé una de mis rodillas y noté como me penetraba hasta que mis nalgas toparon contra sus muslos. Empecé a cabalgar lentamente pensando solo en darme placer, quería volver a sentir lo mismo que hace unas horas pero sabiendo que era yo quien controlaba la situación, a cada sube y baja tenía que hacer menos esfuerzo pues la polla rozaba la pared de mi vagina con más facilidad, disfrutaba siendo consciente que estaba a punto de llegarme el primer orgasmo e intenté retrasarlo al máximo para disfrutar el momento y resarcirme de los años pasados sin sexo, en ningún momento pensé en mi amante, quería ser yo, solamente yo. Cristian jadeaba y sus manos apretaban mis tetas. Llegó un orgasmo y luego otro hasta que esta vez fui yo la que caí agotada sobre su cuerpo. Abrí su boca con mi lengua y la fundí con la suya.
Desperté y busqué el despertador, eran las 3,15. Estaba sola en la cama, me levanté y fui al lavabo a asearme, oí la puerta del piso que se abría y cerraba. Era Cristian que llevaba una bolsa de plástico en la mano, la dejó sobre una mesa, vino hacía mí y me besó tiernamente en los labios ofreciéndome una toalla de baño. Cuando salí del baño sobre la mesa había una botella de vino blanco y cuatro bocadillos. Nos sentamos uno frente al otro y comimos con calma. Cristian me miraba fijamente y yo sentía rubor hasta que preguntó si confiaba en él a lo que contesté que no entendía la pregunta. Me cogió de la mano y me llevo hasta una silla sentándome frente a una pared, solamente llevaba puestas las braguitas y el sujetador y mi espalda al tocar el respaldo metálico sintió sensación de frio, Cristian me pidió que cerrara los ojos, lo hice y comencé a escuchar el sonido de unas tijeras que trabajaban sobre mi melena que cada vez notaba más ligera. Los dos estábamos en silencio y cuando la tijeras dejaron de trabajar Cristián me pidió que abriera los ojos. Él estaba frente a mí aguantando un espejo que reflejaba mi rostro que me costó reconocer pues había desaparecido la melena que siempre me había llegado a la mitad de la espalda y ahora el cabello no tenía más de cinco centímetros de largo. El cuello y la cara parecían haberse alargado y los ojos se habían hecho más grandes. Volví a ducharme, me vestí y Cristian me acompañó a la calle, llamó un taxi, se despidió de mí con un tierno beso en los labios y marché. Durante el viaje pensé que en las últimas horas apenas habíamos hablado ninguno de los dos como si nos tuviéramos vergüenza. Ya en mi casa fui directa a la cama, me tendí y sin desvestirme me quedé dormida. No deseaba recordar ni pensar en nada de lo sucedido durante ese domingo.
El lunes llegué tarde al despacho, nada más entrar llamé a Elisenda y le pedí que me facilitara el teléfono de un ginecólogo del que ella hablaba constantemente porque según ella era tan guapo como buen médico. Pedí hora y conseguí la visita el mismo día a primera hora de tarde. Cuando salí de la consulta en mi bolso llevaba una receta de anticonceptivos: Neoginona recuerdo.
Los días siguientes esperaba la llamada de Cristian, yo no tenía su teléfono. El viernes quien me llamó al despacho fue Luis que me pidió si podríamos vernos el domingo para hablar de trabajo ya que por sus constantes viajes solamente disponía de ese día. Como no tenía nada previsto que hacer, accedí.
Habíamos quedado a las 12 en la puerta de la oficina. Puntual me recogió con su coche, nada más entrar me dijo que estaba preciosa y el nuevo look me favorecía muchísimo, después preguntó si conocía Sitges a lo que respondí que sí. Fuimos directamente a un restaurante en primera línea de mar que disponía de terraza. Durante el viaje habíamos hablado de cosas banales. Hasta que no terminamos la comida Luis no habló de trabajo y empezó diciéndome que estaba muy satisfecho con mi labor en la empresa haciéndome saber que un asesor fiscal externo le había comentado que por primera vez en muchos años todo funcionaba perfectamente. Después de muchas más alabanzas me dijo que ese no era el motivo de la reunión. Yo estaba expectante y Luis por sorpresa me preguntó que me había parecido Cristian. La pregunta me extrañó, Luis sonrió y dirigiéndose a mí fijamente me dijo que unos días antes Cristian le había comentado que yo era la modelo idónea para hacer un catálogo de joyería que nos había encargado un cliente muy importante. Apenas había estado atenta a la explicación pues no me había repuesto de la pregunta sobre Cristian. Luis intuyendo mi falta de atención repitió la explicación y le contesté que yo era de administración. No tuvo en cuenta mi comentario y me dejó claro que el opinaba exactamente igual que Cristian. Después dijo que si yo lo creía conveniente contratara una persona para reforzar mi departamento, le contesté que lo pensaría y así dimos por terminada la comida de trabajo. Regresamos a Barcelona a media tarde y para no estar sola y distraerme de mis pensamientos me metí en un cine.
Era finales de Junio y en el tiempo transcurrido había hablado en varias ocasiones con Luis por cuestiones de trabajo y no había vuelto ver a Cristian, hasta que un viernes el primero me citó en su despacho, fui a verlo y me propuso si tenía inconveniente en repetir la comida en Sitges. Como no tenía ocupación alguna acepté. Aquella noche tardé en conciliar el sueño, sin saber porque recordaba constantemente el encuentro con Cristian y acabé masturbándome hasta conseguir un placentero orgasmo. El sábado lo pasé comprando ropa
La propuesta de Luis no había sido diferente a la primera en que fuimos solamente a comer pero despertó en mí cierta intuición. El domingo me recogió al mediodía, yo me había vestido con bermudas y una camiseta ajustadísimas y debajo llevaba la ropa interior comprada el día anterior. Esta vez Luis paró el coche, me abrió la puerta galantemente y me besó en la mejilla diciéndome que estaba muy guapa. Durante el viaje apenas hablamos, sonaba música de Lionel Ritchie. Al llegar a Sitges observe que en lugar de dirigirnos al centro del pueblo nos desviábamos hacia lo que parecía una urbanización, después de innumerables curvas y subidas detuvo el coche delante de una casa y una puerta se abrió lentamente, pregunté que donde estábamos y contestó que hoy comeríamos en su casa . Bajamos del coche y en el porche esperaba una mujer algo mayor y muy gruesa que saludó y al mismo tiempo se despidió diciendo: “buenos días señor, todo está preparado si no desea nada más el señor me voy”. Luis le dio las gracias y le dijo que ya podía marcharse. Mientras yo miraba la casa, era un edificio de una planta, obra vista de color blanco y desde donde yo estaba se veían tejas árabes que cubrían un porche bastante grande. Parecía una obra bastante nueva. No había mucho jardín y el terreno estaba ocupado por una piscina rectangular muy grande.
El interior estaba decorado con muebles en los que abundaba el vidrio y las sillas y sofás eran de un blanco luminoso. Luis me propuso tomar algo diciéndome que él iba a prepararse un Martini blanco, contesté que ya me estaba bien. Salimos al porche y ocupamos una hamaca tipo mecedora dando inicio a una conversación de trabajo que duró bastante tiempo, hablaba Luis y yo escuchaba aunque no con mucha atención pues pronto llegué a la conclusión que pretendía decirme que todo funcionaba muy bien en la empresa. Recordé los días que no podía dejar de pensar en él y por un momento pensé que tal vez me había llevado a su casa para seducirme momento en que recordé las horas que pasé con Cristian, la voz de Luis interrumpió mis pensamientos con un: “Estas ausente”. Como una idiota conteste: “no gracias”. Luis miró su reloj y dijo que era hora del almuerzo.
La mesa estaba parada con esmero y mucho lujo llena de viandas frías que tenían un aspecto exquisito, daban la impresión haber sido preparadas por una persona con conocimientos culinarios. Sin llegar a preguntar nada Luis alabó a Isabel como cocinera. En el centro de la mesa una gran cubitera de plata mantenía entre trozos de hielo tres botellas de champagne. Mientras comíamos Luis me hizo saber que pasado el verano se haría el catálogo de joyería y habló sobre proyectos que tenía en mente para hacer crecer la empresa. Al acabar la comida, que duró más de dos horas las botellas de la cubitera estaban totalmente vacías y yo algo mareada. Salimos al porche y volvimos a ocupar la mecedora, agradecí sentir una brisa en mi cara y observé como Luis encendía un cigarro, momento en que pensé que lo encontraba muy atractivo a pesar de que ya tenía cuarenta años. Durante unos largos minutos los dos nos mantuvimos en silencio, él degustaba el puro y yo dormitaba.
El silencio se rompió cuando Luis me preguntó sobre mis amores, pensé la respuesta y con descaro conteste que los buscaba pero no los encontraba. Contestó que no buscaba lo suficiente o en lugar adecuado, le sonreí y justo en ese momento noté su mano se sobre mi pierna, mientras acercaba su boca a la mía. Cuando nuestros labios contactaron tembló mi cuerpo y escuché claramente como Luis decía: tranquila. El beso se alargaba primero suavemente apretándonos los labios el uno contra el otro hasta que yo impaciente le abrí la boca con mi lengua buscando la suya. Nos intercambiamos la saliva, nos mordíamos los labios e intentábamos llegar cada uno a tocar el paladar del otro con la punta de la lengua. Una mano se mantenía quieta sobre mi muslo y la otra acariciaba mi nuca. Yo con mis manos me sujetaba a la mecedora que se balanceaba tímidamente. Luis se incorporó y me arrastro tras él cogiéndome de la mano, llagamos a un dormitorio y suavemente me dejó caer sobre la cama, volvimos a besarnos de tal manera que nuestros dientes se rozaban y en momentos parecían estar a punto de rasgar nuestras lenguas. Las manos de Luis luchaban por quitarme los pantaloncitos y cuando lo consiguió me incorporó para hacer lo mismo con la camiseta. Quedé en ropa interior, él mismo se desvistió hasta quedar totalmente desnudo, buscó mis tetas con su boca y comenzó a chuparlas encima del sujetador pasando de un pecho al otro mientras con los dedos jugaba con mis pezones, me hacía daño pero me gustaba. Yo apretaba su cabeza con fuerza contra mis pechos. En un momento levantó algo mi espalda y desabrocho mi sujetador sin mucha dificultad, mis tetas se liberaron y por la dureza señalaban al techo, continuó lamiéndolas nerviosamente. Yo notaba que mi piel se erizaba y continuaba sujetando fuertemente su cabeza. No sé si fui yo quien tomo la iniciativa o fue él pero mis manos comenzaron a empujar su cara hacia mi vientre, entretuvo su lengua durante un buen rato en mi ombligo y entonces recordé la vez que Cristian me había hecho lo mismo decidiendo que esta vez no permitiría que volviera a tomar el camino de regreso. Me tranquilicé cuando noté que su lengua se acercaba más a mi entrepierna hasta pararse justo encima del triángulo de mis braguitas. Yo estaba a punto de sentir, mi vagina expelía líquido sin parar y notaba como las braguitas se humedecían por los dos lados de la tela. De tanto en tanto arqueaba el cuerpo para facilitar que la lengua de Luis empujara más adentro de mi coño y en una de esas veces las bragas pasearon a lo largo de mis piernas ayudadas por el tirón de las manos de Luis hasta que quedaron colgando en uno de mis tobillos. Entonces la lengua ya tomó posesión de mi vagina sin que nada lo impidiera, el placer que sentía era indescriptible cada vez que rozaba el clítoris o golpeaba los labios vaginales, Mis manos seguían apretando la cabeza de Luis mientras que rogaba que aquello no terminara nunca. Mientras me corría no sé cuántas veces miraba fijamente la cabeza cada vez más roja que tenía entre mis manos. Luis se arrodilló sobre la cama, con una demostración de fuerza alzó mis piernas de modo que yo me apoyaba sobre mi espalda y mi coño quedó a la altura de su pene, me atrajo hacía él y sentí como me penetraba de un solo golpe y hasta el fondo. Sentir piel con piel me emocionó pues era la primera vez, los dos nos movíamos al mismo ritmo. Yo levante mi espalda haciendo fuerza con mis manos sobre la cama con lo que conseguí que la polla todavía entraba más dentro de mí. El torso y la cara de Luis estaban cubiertos de sudor al igual que yo mientras el mete y saca continuaba. El placer tapaba el dolor que producían las manos de mi amante sujetando mis muslos. Los dos jadeábamos constantemente, gritábamos a cada embestida totalmente ajenos a que nadie pudiera oírnos pues sabíamos que no había nadie cerca. Por fin sentimos un orgasmo juntos que fue el definitivo. Noté que mi coño se llenaba de líquido caliente que aumentaba todavía más la humedad. Luis no se movía y aún no había acabado de eyacular intento sacar la polla pero yo empujé mi coño hacia él y entendió que le estaba pidiendo que aguantara más tiempo. Cuando ya no notaba más descargas de semen me deje caer y quedé tendida sobre la cama. Sentía dolor en los brazos, Luis buscó mi boca con la suya, nos besamos tiernamente. Se me escapó un: te quiero y su reacción fue besar con más fuerza para no tener que decir nada.
Descansamos un buen rato sobre la cama abrazados hasta que Luis propuso ir a bañarnos a la piscina, comente que no tenía bañador y contestó que estábamos solos en la casa. Completamente desnudos y descalzos llegamos a la piscina, comprobé que nadie podía observarnos desde alguna casa vecina. Luis se tiró de cabeza y yo entré por una escalera metálica. El agua estaba fría. Luis se desentendió totalmente de mí y comenzó a hacer largadas, pasado un rato busque un punto de la piscina que haciendo pie el agua no me cubriera, miraba como Luis nadaba con cambiando de estilo a cada largas. Cerré los ojos y pensé en lo ocurrido hacía unos momentos, pensé en el placer que había sentido, mis reacciones y las de mi amante, rememoré los momentos de máximo placer sobretodo el momento que Luis se dejaba ir en mi interior y cuando estaba recordando el instante en que solté el “te quiero” noté que la boca de Luis besaba mi coño debajo del agua. Su cuerpo salió del agua y nos unimos en un largo beso.
Volvimos a la casa y Luis me facilitó un albornoz y unas zapatillas. Él se vistió de la misma manera e iniciamos una larga conversación sobre diferentes temas pero en momento algunos hablamos de sentimientos. Había oscurecido y Luis no decía de volver a Barcelona, yo hice la propuesta y me contestó que no había prisa. Preparó la mesa con y dimos buena cuenta de la cena pues teníamos bastante apetito. Bebimos champagne con más moderación que en el almuerzo. Volvimos a salir al porche y nos sentamos en el mismo balancín cogiéndonos de la mano y manteniendo un profundo silencio. Yo pensaba en cuales serían los pensamientos que ocupaban la mente de Luis. El silenció era casi total y solamente se rompía por algún que otro avión que pasaba por encima de nuestras cabezas. Luis me preguntó si tenía sed, contesté que no, se levantó y al cabo de un rato apareció con una botella de champagne y una sola copa. La descorchó y la lleno hasta que la espuma se desbordó. Dejó caer su albornoz al suelo, liberó el mío del cinturón quedando nuestros cuerpos desnudos, separó mis piernas, se arrodilló entre ellas acercando su boca a mi coño. Yo miraba la acción dejándole hacer. Su lengua se abrió paso dentro de mi coño y comencé a sentir placer, de repente noté sensación de frio entre mi ombligo y el coño que me estaban comiendo. La copa de champagne se vaciaba muy lentamente sobre mi piel hábilmente sujetada por la mano de Luis que no necesitaba apartar su cara de mi entrepierna. El líquido ya mojaba todo el pubis y comenzaba a entrar en mi vagina de manera que se confundía con los jugos vaginales que yo desprendía. La lengua de Luis recogía el sabor de los dos líquidos. Volví a cerrar los ojos dispuesta a concentrarme en disfrutar de tanto placer, pasaban los momentos y no dejaba de caer champagne sobre mi vientre, abrí los ojos y Luis ahora tenía la botella en la mano que vaciaba con un fino hilo de líquido. Yo abría las piernas tanto como podía y Luis apretaba su cabeza entre mis muslos tanto como era capaz. Venía un orgasmo tras otro. El champagne debió acabarse pues mi vientre no notaba ya frio pero Luis continuaba a lo suyo hasta que grité que no podía más. Nos incorporamos y fuimos hasta la cama, allí Luis hizo que me sentara en el borde de la cama , permaneció frente a mí de pie, paso una de sus manos por mí nunca y empujo mi cabeza hasta que su polla entró en mi boca casi completamente. Era una sensación nueva para mí pues nunca antes había sido follada así y me gustó, era yo quien decidía el ritmo y la profundidad de la penetración, yo lo controlaba todo y eso me producía un inmenso placer. Sin que nadie me hubiera enseñado me comportaba como lo haría la más experimentada de las putas dando placer a un hombre que sentía mi lengua húmeda acariciándole el glande y mis dientes mordiéndoselo suavemente. En momento alguno alcé la vista para mirar la cara de Luis que respiraba cada vez más fuerte y repetía constantemente dos palabras: dios y más. Me sentía la reina de las putas. Cuando no aguantó más no hizo nada por sacarla ni yo le hubiera dejado, se relajó y noté que su caliente semen corría por mi garganta. Nos estiramos ambos en la cama y yo volví a dejar ir: “te quiero”. No hubo respuesta.
Al día siguiente no fui a trabajar hasta la tarde, cuando llegué a la oficina me esperaba Luis que me llamó a su despacho. Me recibió con un morreo y me citó en su domicilio aquella noche. Mientras esperaba impaciente que llegara la hora de la cita pensé en lo ocurrido el día anterior y no sentía vergüenza por nada, estaba dispuesta a entregarme a Luis para toda la vida a pesar de sus silencios y me propuse ser paciente hasta que me declarara su amor. Aquella noche repetimos lo vivido el día anterior. A partir de ese día cuando Luis no estaba de viaje compartíamos techo y las noches eran de pasión y lujuria. Incluso pasamos parte de las vacaciones juntos en Ibiza excepto los días que fui a ver a mis padres que pasaban una temporada en Andalucía. Los meses iban pasando y aunque nos entregábamos mutuamente al placer de nuestros cuerpos y yo no dudaba en hacerle partícipe de mis sentimientos Luis jamás fue capaz de expresar sentimiento alguno por mí aparte del deseo físico.
Llegó septiembre y el día de hacer el catálogo. Las sesiones de fotografía se realizaban en un estudio de un fotógrafo llamado Macario cercano a las oficinas. Reencontré a Cristian al que no había vuelto a ver desde nuestro encuentro, nos besamos castamente sin hacer referencia a tiempos pasados. Durante las sesiones estaba siempre presente el empresario que había hecho el encargo del catálogo y era él quien indicaba las posturas en que las joyas lucían más en mí rostro. Era un hombre guapo, aparentaba tener pocos años más que yo, más alto que yo, y con una expresión en su rostro de tristeza que se podía confundir como si estuviera ausente. Luis, antes de partir durante diez días de viaje, insistió en que le atendiera durante esos días lo más cordialmente posible ya que era uno de sus mejores clientes además de amigo. Eras tú, Alberto.
El primer día al acabar la sesión de trabajo me ofrecí a acompañarte a tomar una copa y aunque te costó decidirte acabaste aceptando. Fuimos a una cafetería cercana y nos pedimos ambos una copa de vino blanco. Hablaste sobre vinos y yo escuchaba atentamente tus comentarios . Hablabas en tono pausado apartando tu mirada de la mía siempre que las cruzábamos, deduje que eras un hombre triste como si llevaras el peso de una pena. Acabamos la copa y marchaste a tu hotel y yo a mi piso.
Al siguiente día a la hora del almuerzo decidimos ir a juntos la totalidad del equipo a un restaurante. Durante el ágape las conversaciones eran informarles, Macario explicó varios chistes sobre cornudos que reímos con ganas. Observé que no reaccionabas al igual que el resto de los presentes llamándome la atención. Al terminar la jornada te propuse nuevamente lo mismo que el día anterior y esta vez la negativa fue tajante. No di más importancia y nos despedimos.
El tercer día quedamos para almorzar solos los dos, pues el resto del equipo debía cambiar la decoración y la iluminación del estudio y no disponían de tanto tiempo. Propuse ir a un restaurante más íntimo que el del día anterior. Durante la comida te pregunté el porqué de la tristeza que a ratos reflejaba tu semblante. Los ojos se te nublaron, bajaste la voz y hablaste de amor perdido, de abandono, desengañó pasión, confianza. …... Alzaste la vista, clavaste los ojos en los míos y te disculpaste por haberte desahogado ante mí. Busque tu mano y la apreté con la mía. No supe que decir. Acabamos el almuerzo y volvimos al trabajo. Aquella tarde era la última sesión de trabajo y querías partir inmediatamente. Me despediste con un beso diciéndome que envidiabas la suerte de Luis por estar conmigo.
Sola en casa no dejaba de pensar en lo sucedido, te había visto casi llorar y eso me hizo recapacitar sobre mi situación, yo amaba a Luis pero era consciente que él a mí no. Sabía que se acostaba con tantas mujeres como deseaba, engañándome a mí misma esperando ser capaz de tenerlo algún día para mí sola. Luis regresó y volvimos a hacer el amor pero ya no era como antes, pues algo impedía que yo pusiera pasión en nuestros encuentros. Yo pensaba que yo le hacía el amor y que él me follaba aunque al final el placer físico fuera el mismo una cosa no tenía nada que ver con la otra.
El sábado por la noche estaba en casa de Luis que había regresado ese mismo día. Conversábamos esperando la hora de cenar y me preguntó por el catálogo, le contesté que todo había ido bien y sin pausa le hablé sobre tu comportamiento durante esos días. Luis me cortó a media explicación y textualmente hizo el siguiente comentario: “todo lo que le haya hecho esa puta a ese gilipollas le está bien, se la follaba todo dios y él sin enterarse”. Me dolió la desconsideración de Luis y tras la cena me excusé diciendo que no me encontraba bien y marché a mi domicilio, ni se inmutó
El domingo no salí de casa, mi cabeza no paraba recordar los últimos tiempos vividos e intentaba descubrir si era realmente feliz, tenía un buen trabajo que me permitía vivir en un mundo de lujo, tenía un hombre que me satisfacía en todos mis deseos y al que yo amaba pero……. Aquí dejé de pensar y me hablé a mí misma en voz alta diciendo: “pero no me siento amada”. Lloré, busqué un rincón de la habitación y me acurruqué tapándome el rostro con mis manos
El lunes llegué la primera a la oficina lo que no había ocurrido jamás. Me encerré en mi despacho, limpié la mesa de papeles y deje exclusivamente el teléfono. Llamé a Elisenda por la línea interior y le ordené que no me pasara llamadas, no estaba para nadie. Después de cuatro horas sin hacer absolutamente nada sonó el teléfono, era Elisenda haciéndome saber que se iba a comer, contesté que estaba bien. Busqué el número de teléfono de tu oficina del que encontré en una factura archivada, marqué las teclas del aparato que había estado mirando toda la mañana, esperé varios tonos de llamada y una voz contestó: “dígame”. No esperaba que me contestaras tú mismo y me quedé en silencio, el “dígame” se repitió varias veces hasta que colgaste. Me fui a casa y dediqué la tarde a reflexionar.
El martes a primera hora llamé al fotógrafo que me confirmó que las fotos estaban reveladas, sin necesidad de buscar el número pues lo había memorizado lo marqué: Oí un“dígame”…..
- hola Alberto, soy Marta, las fotos están reveladas y antes de imprimir el catálogo me gustaría que las viéramos conjuntamente para que des el visto bueno.
-No creo que haga falta, vosotros mismos podéis hacer la selección y llenáis las ochenta páginas como en años anteriores.
-Este año yo he sido la modelo y me haría ilusión que fueras el primero en verlas y eligieras las mas apropiadas
-Los otros años lo habéis hecho bien y este año no será diferente, además tengo mucho lio aquí porque estoy haciendo entrevistas para contratar un gerente ya que tengo la oficina muy abandonada ya sabes porque.
-No hay problema, yo misma me desplazo a tu oficina y las vemos allí.
Soltaste una carcajada y recordaste que estábamos a estamos a unos 500 kilómetros.
No es problema, mañana estaré en tu oficina.
-Bien, no hace falta, ya iré yo a Barcel……… Colgué el auricular.
Llamé a Elisenda que apareció rápidamente y le dije: Varias cosas, Luis está de viaje cuando llame le dices que estaré dos días fuera, voy a llevar las fotos al empresario del catálogo para que haga una selección y también llama a Macario que esta misma mañana quiero las fotos en mi despacho.
Después de comer inicié el viaje de 500 kilómetros acompañada por la música a todo volumen de Lionel Richie pues era el único CD que tenía en mí coche. Llegaba a mi destino pasadas las nueve de la noche. No había hecho ninguna reserva y a la entrada de la ciudad pregunté a un transeúnte donde estaba el mejor hotel de la ciudad que se encontraba en el centro urbano. Subí a la habitación, me duché, me vestí y salí a dar un paseo. La noche era más fresca que la noche anterior en Barcelona pero era agradable caminé hasta un restaurante y cené como una reina, bebí un gran reserva apurando la botella. Regresé al hotel y dormí plácidamente.
Desperté a las 9,15 de la mañana. Desde la habitación marqué el número de tu empresa y escuché tu voz: Estoy aquí, si te parece bien en media hora nos vemos para ver las fotos, tu respuesta fue: joder, perdón, ¿donde estás?. Te di el nombre del hotel y quedamos que en una hora me recogías. Mientras me arreglaba pensaba como explicarte mi presencia allí si no era suficiente el asunto de las fotos.
Me saludaste con un tímido beso y preguntaste por Luis al que te referiste como gran amigo. A tres quilómetros de la ciudad a pie de carretera y a la entrada de una urbanización estaba tu oficina que ocupaba la segunda planta de una nave no muy grande. Mientras cruzábamos la puerta comentaste que ahí estaba el centro de tu vida. El despacho era una sala de más de 50 metros cuadrados elegantemente decorado con muebles rústicos y en las paredes numerosas vitrinas con muestras de bisutería y dos grandes fotos de paisajes. Antes de tomar asiento explicaste que la bisutería era una muestra de cada pieza que habías diseñado desde el comienzo del negocio y las fotos eran de la urbanización donde estaba la nave y la otra los campos anteriores a su construcción. Con orgullo hablaste de tu padre que era el propietario de los terrenos y fue quien construyó la urbanización.
Miramos las fotos y todas te parecieron adecuadas para el catálogo, repitiendo constantemente que la modelo era guapísima, debías seleccionar aproximadamente las noventa mejores y propusiste que yo opinara también. El motivo del viaje estaba cumplido a las dos de la tarde y yo no te había dicho cuantos días pensaba estar en la ciudad y tú tampoco lo habías preguntado. Propusiste que fuéramos a comer a un asador cercano
La comida fue distendida, hablaste del negocio y yo del de Luis. Reconociste el momento difícil personal que había pasado y que estabas superando gracias al trabajo y que encontrar un gerente te ayudaría a superar el trauma ocasionado por el abandono de tu novia que ejercía aquella función. Yo te recordé que era modelo ocasional y te detallé mi auténtica responsabilidad en la empresa de Luis. Ya tenías conocimiento de ello por él mismo En algún momento pensé que nuestro encuentro había servido para cambiar tu semblante y parecía que la tristeza te había abandonado. Al terminar la comida preguntas que cuando pensaba regresar a Barcelona y contesté que tenía una noche más reservada la habitación. Te excusaste porque tenías que estar en el despacho a las cinco y te ofreciste a acompañarme al hotel. Me estiré en la cama y dormité unas horas con la mente en blanco.
Pasadas las ocho sonó el timbre del teléfono, me proponías ir a tomar unas copas e ir después a cenar. Acepté y media hora más tarde me recogías. Visitamos dos bares y tomamos unas tapas. Eran casi las diez y me habías hablado de la casa que habías hecho construir sobre una casona del siglo dieciséis. . Te dije que me encantaría verla. Estaba situada en lo alto de una colina que deduje reinaba sobre la urbanización que había construido tu padre cuando pasamos delante de las oficinas. Era de piedra que estaba iluminada por grandes focos de luz amarilla. El interior estaba compuesto por amplios salones decorados con muebles de madera de castaño y roble. Directamente me llevaste al sótano donde había una gran sala amueblada con una gran mesa de madera con bancos del mismo material. La llamabas la bodeguilla. Al fondo tras unas rejas cientos de botellas de vino perfectamente colocadas y al otro una chimenea repleta de troncos de madera. Detuve mi mirada en una vitrina repleta de relojes y dijiste ser aficionado a coleccionarlos pero no tenían gran valor económico. De un armario tipo despensa sacaste queso y embutidos caseros, cenamos copiosamente mientras hablábamos un poco de todo. Comentaste las entrevistas de la tarde para buscar un gerente, hablaste de vinos, relojes, tu ciudad, tus viajes y tus correrías con Luis en algún viaje que habíais hecho juntos. Yo escuchaba y pensaba que a pesar de hablar tanto no demostrabas prepotencia más bien una gran humildad y que el aire de tristeza había desaparecido de tu rostro. Bebimos dos botellas de un vino exquisito y un reloj de pared dio las doce. Miraste tu reloj de pulsera y te excusaste pues mañana debías estar en la oficina a las ocho, me acompañaste al hotel. En el momento de la despedida preguntaste hasta que hora estaría en la ciudad e inventé que no lo sabía con certeza pues dependía de varias gestiones. Me diste la mano, rozaste mi mejilla con la tuya y miré como tú coche desaparecía a lo lejos.
Ya en la cama reflexioné que había sido una velada agradable pero lentamente me fui cabreando sin conocer el motivo. Desperté y me asaltó la duda de que hacer, bajé a desayunar y de camino pedí la cuenta en recepción. A la vuelta la chica de recepción me dijo que había tenido una llamada y habían dejado recado que volverían a llamar en media hora. Deduje que eras tú pues nadie más sabía mi paradero. Subí a la habitación y esperé la llamada que se produjo al cabo de un rato. Eras tú para decirme que si antes de marcharme podía pasar por el hotel para entregarme unas cajas de vino para Luis y para mí. Estuve a punto de enviarte a la mierda pero me contuve y te di por respuesta que no había prisa pues mis obligaciones exigían quedarme un día más en la ciudad. Te propuse ir a comer juntos esta vez invitaba yo, quedamos en que me llamarías al mediodía, avisé en recepción, y me tumbé en la cama, recordando todo lo vivido junto a Luis: el trabajo, los mutuos sentimientos, los viajes, las velada íntimas con o sin sexo, y llegué a la conclusión que a pesar de tener dinero y poderme permitir todo tipo de caprichos me faltaba algo que no era otra cosa que sentirme amada, jamás alguno de mis amantes me había dicho un “te quiero”, ni el novio estudiante, ni Cristian, ni Luis. Tuve el presentimiento que algo iba a cambiar en mi vida a pesar que en mí alrededor nada se movía.
A la una en punto sonó el teléfono de la habitación, te propuse ir a comer al mismo asador del día anterior y recordé que en la entrada había un cartel que decía: “menús para llevar”. Durante el trayecto comenté que me haría ilusión volver a la bodeguilla pues me había gustado el lugar ya que me recordaba la casa de mis padres en Andalucía. Pasamos por el asador y fuimos a tu casa.
La comida estaba exquisita y durante la misma dialogamos distendidamente, después propusiste tomar un café que debías hacer en la planta de arriba Cuando marchaste fisgonee los CD’s que estaban junto al equipo de música. Nos sentamos el uno frente al otro, nos separaba una mesa baja de madera de nogal y serviste el café. Ofreciste tomar una copa de licor y preferí seguir tomando vino, te incorporaste, abriste la reja que nos separaba del botellero y desde el fondo preguntaste mi año de nacimiento, apareciste con una botella en cada mano. Mientras tomabas asiento dijiste que eran cosecha de mi año de nacimiento añadiendo que una la beberíamos esa tarde y la otra me la bebiera con Luis. : ¿ por qué con Luis?, contesté, no contestaste.
Bebimos media botella de y te dije que sentía algo de frio, propusiste encender fuego en la chimenea Mientras preparabas la lumbre observé tu manera de moverte, tu delicadeza al ordenar los troncos me cautivaron y recordé en silencio que hacía muchos días que no hacía el amor. Quizás el amor no lo había hecho jamás, simplemente había follado.
Cuando la llama se había avivado te dije que el ambiente invitaba a bailar y pusiste cara de sorpresa, sin pedirte permiso me dirigí al equipo de música y coloque un CD que había visto anteriormente y que era el mismo que había escuchado durante el viaje, la música sonó y juntamos nuestros cuerpos dando inicio al baile al compás de lentas baladas. Sentía tu aliento en mi rostro y tu palpitar en mi pecho, poco a poco nos estrechábamos con más fuerza y nuestras manos acariciaban la ropa que nos cubría, mi ropa interior se humedecía y note el roce en mis muslos con tu polla que estaba dura. Sonaba “”Love, oh, love” te dije que te deseaba, tu hiciste no haberlo oído, te llevé hasta la mesa, te obligué a sentarte en el banco, me quité la falda y la blusa que llevaba quedándome en ropa interior, subí a la mesa y me senté, abrí mis piernas y empuje tu cabeza hacia mí haciendo, tu rostro chocó violentamente entre mis muslos y tu boca se abrió camino en mi coño con un lento movimiento iba abriéndolo cada vez más. Busqué la botella de vino y la fui vaciando lentamente en el canalillo de mis pechos. Un hilo frio recorría mi vientre y los pelos de mi pubis se inundaron de vino que lamias con una sed insaciable. Tu lengua se movía delicadamente a ratos y en otros con gran violencia justo cuando rozaba mi clítoris. Me esforzaba por retrasar el orgasmo al máximo pues quería disfrutar del momento con plena conciencia. Miraba el fuego que ahora ya era una llama que bailaba al ritmo que marcaba el sonido de mis jadeos. Una catarata de líquido inundó mi vagina, estallé en un orgasmo que abrió todos los poros de mi piel, dejé caer la botella que rodo lentamente sobre la mesa hasta que se rompió al tocar el suelo. Sonó como la última explosión de unos fuegos artificiales
Desnudos me llevaste a tu dormitorio, cuando vi la cama se me escapó la risa pues era muy antigua y alta. Mi cama era un tatami a un palmo del suelo. Nos abrazamos y unimos nuestras lenguas hasta que inicié el recorrido buscando tu polla, alargué el camino pues me entretuve en tus pezones hasta que se pusieron duros, seguí el viaje y fui a buscar tu pene que estaba erecto. Lo engullí hasta donde pude y apreté mis labios para retenerlo dentro de mí. Ante mis ojos tu vientre subía y bajaba al ritmo o de tu respiración que escuchaba con claridad. Yo sentía placer por estar dándotelo a ti, tus espasmos eran cada vez más seguidos y movías la piernas de forma descontrolada mientras repetías: dios….dios…Estabas a punto de correrte y esperé a sentir el primer chorro de semen en la garganta para liberar el pene de mí interior y dirigirlo hacia mí rostro. Ráfagas de líquido espeso me mojaron el rostro, me limpiaste con tu mano y me regalaste un dulce beso en los labios. Clavaste tus ojos en los míos y dijiste: Te amo.
Te abracé y puse mi cabeza sobre tu pecho, estábamos en silencio que rompiste para susurrar que no sabías que decir a lo que contesté que no tenías que decir nada. Te pusiste sobre mí sin darme peso pues te apoyabas en tus fuertes brazos, mantuvimos la mirada unos segundos y poco a poco nuestras bocas se encontraron abriéndose mutuamente por el empuje de las lenguas. Fue un beso larguísimo, de minutos. Me liberé de debajo tuyo se giraste y pase una de mis piernas por encima de tu cuerpo de modo que al hacerlo rocé tu pene con mi pierna, estaba duro. Me senté sobre tu cuerpo y sin más miramiento metí tu polla en mi coño iniciando un sube y bajo con suaves movimientos circulares. Mis nalgas golpeaban violentamente contra tus testículos, tus manos apretaban mi cintura y nuestros cuerpos se hundían en el colchón. Entre los suspiros de placer y jadeos se oía claramente el chirriar del somier que a mí me parecía música celestial. La sensación de placer subía lentamente por mi columna vertebral y bajaba por el interior de mies entrañas liberando más y más humedad en mi vagina. Luchaba por mantener el control y marcar el ritmo del acto. Tenías tu mirada clavada en la mía y solamente cerrabas los ojos cuando te esforzabas en retardar una nueva corrida. Cada vez los jadeos eran más acelerados y la humedad más abundante en nuestro punto de contacto. Decidimos mutuamente que había llegado el momento de sentir el placer último y mis movimientos se hicieron más violentos y tú aceptaste el reto cuando resoplando te dejaste ir con un orgasmo que recorrió todo nuestros sistemas nerviosos hasta quedar totalmente agostados. Mi vagina se inundaba de tu semen que descargabas con fuertes chorros que golpeaban su interior. Pasamos algunos segundos inmóviles, yo seguía encima de ti y me mirabas fijamente buscando palabras para decirme hasta que tú boca encontró la mía y se fundieron en un largo beso mientras repetías: te amo……. El orgasmo que dormía en mi cerebro despertó. Había sentido contigo tanto placer como me habían dado Luis o Cristian pero lo había disfrutado de manera diferente pues no solo mí cuerpo sino mí mente había alcanzado el éxtasis. Nuestros cuerpos descansaban entre húmedas sábanas sin apenas fuerza para seguir dándose placer, yo pensaba como podía sentir de una manera que no hubiera sentido antes y recordé las veces que me negué a ser follada por detrás cuando Luis lo intentaba, decidí darte lo que jamás había dado a nadie.
Saqué fuerzas de donde pude, alcancé tu polla con mi boca y la cubrí con saliva hasta que volvió a estar erguida, coloqué mis rodillas y manos sobre las sabanas ofreciéndote mis nalgas, yo no te veía pero pronto entendí que habías aceptado la invitación pues sentí tus dedos acariciar mi coño y como esparcían la humedad por toda la zona, después tu boca busco mi ano y tu lengua comenzó un suave masaje, por un momento se hizo el silencio roto por el crujir del somier, sentí que tu polla había comenzado a abrirse paso dentro de mí y un dolor recorrió mi cuerpo pero me gustaba porque sentí un suave placer. Cuanto más penetrabas más dolor sentía pero también más placer hasta que llegó el momento que la polla estaba totalmente acomodada dentro de mí. Notaba que tus huevos rozaban mis nalgas y comencé a moverme en un suave balanceo de mi cuerpo de atrás a delante procurando que el pene que me embestía no abandonara del todo mi cuerpo. Resoplábamos como dos animales en larga carrera, el somier crujía produciendo música celestial y nuestro sudor mojaba aún más las sabanas. No sé cuánto duro pero si sé que el placer cubrió cada milímetro de mi cuerpo mientras te escuchaba repetir que me amabas. Volviste a llenarme de semen, te dejaste caer sobre mi espalda y esta vez sí tu peso me derribo quedando los dos extendidos sobre la cama, tu respiración se entremezclaba con tu voz que claramente decía que me amabas y que sería para siempre. Disimulé un llanto que inundó mis ojos de lágrimas. Lágrimas de felicidad.
Hasta aquí este relato que me has pedido que escribiera. Nada de lo que he escrito es nuevo para ti, excepto algún pequeño detalle que he esforzado en recordar, pues muchas veces te he contado lo que no habíamos vivido juntos. Miro la bodeguilla como tú la llamas y veo que está exactamente igual que aquellos días, solamente nuevas vitrinas con más relojes y algunos collares de la nueva colección que comenzaste hace años, por cierto falta colocar un collar y un reloj. Hoy es tu cumpleaños y como tantas veces lo celebraremos un momento u otro tu y yo a solas en esta sala. Encenderemos el fuego, abriremos una botella de vino y brindaremos. Por cierto no hace falta que pongas copas sobre la mesa. Tú mismo decide si borras el relato o lo das a conocer. Te amo.
Respuesta: Gracias, me ha gustado y lo envío para que cuando lo leas me pidas que es hora de descorchar un gran reserva del año que quieras, seguro que apuraremos la botella. Yo también