Regalo de bodas

Sorpresa en la noche de bodas con el inesperado regalo de su suegra...

Tengo veintiocho años y siempre me ha gustado la dominación femenina y el fetichismo de los pies, he fantaseado con ello y a veces lo he llevado a la práctica pese a mi carácter tímido.

El relato que os envío empieza el día de mi boda, hace unos meses con Patricia, una preciosa mujer de 24 años, rubia con el pelo corto, buenas medidas y algo más alta que yo (1, 70 cm), y bastante dominante.

En fín, una vez llegamos a casa tras la fiesta de la boda, algo bebidos pero en perfectas condiciones para lo que fuera, empezamos quitandonos la ropa y ella se quedó como una diosa, con sus bragitas blancas transparentes, ligas, zapatos de tacón de aguja de 12 cm y sus redondas y firmes tetas al aire.

Yo ya estaba completamente desnudo y con una gran erección, cuando empecé a besarla y tocar su culo hermoso y bonito, cuando de repente de apartó de mí y me dio un fuerte bofetón que me hizo tambalearme y casi caer, y me dijo con voz seca y dura : "Ponte inmediatamente de rodillas", mientras ella se sentaba en el borde de la cama cruzando sus piernas.

"Hoy has firmado que serás de mi propiedad, y así será.Te educaré para seas mi sumiso y fiel esclavo, con el privilegio de presentarme como tu mujer.Para ti a partir de ahora no soy Patricia, sino Ama".

Todo esto venía de antes, ya que yo le había confesado mi gusto por el fetichismo de los pies y la dominación femenina, y ella aunque en principio no dijo nada, con el tiempo lo aceptó.En un principio me pasaba ls tardes de rodillas antes ella adorando y lamiendo sus pies descalzos, y de ahí pasaron a los insultos y algún que otro cachete en el culo, siempre a mi instancia, proponiendoselo por lo cual pensaba que ella no le gustaba demasiado.

Por eso quedé atontado ante la reacción de ella en nuestra noche de bodas, y así, de rodillas me hizo lamer sus pies ya que estaban cansados y sudados de tanto bailar.

Me hizo tumbar en el suelo mientras lamía uno de sus pies, mientras con el otro resfregaba y pateaba mi polla y los huevos que estaban a reventar.

En eso señaló al otro lado de la habitación donde había una especie de banqueta de dos metros de largo por uno de ancho, con una muñequera en cada esquina con sus candados de acero, colgando de una de ellas un látigo, y me dijo "¿Has visto el regalo de bodas de mi madre?, cuando le pregunté que para que servía, me respondió que se lo preguntara a mi nueva suegra, a la que de una voz de indicó que ya podía entrar, y allí estaba ella atravesando la puerta de nuestro dormitorio, lo cual me dio una gran vergüenza al estar yo allí desnudo con un pie de su hija en la boca y otro en los huevos, sin poder hacer nada para evitarlo.

Mi suegra, Claudia, tiene 44 años, y se conserva bastante bien a base de gimnasio diario, es Profesora de Instituto, divorciada de mi suegro desde hace años, solo tiene esta hija y un gran don de mando, y de físico muy parecido al de su hija.

Se acercó a donde yo estaba y se dijo en tono firme "Mi hija me lo ha contado todo sobre ti, y he pensado que sería una lástima no aprovechar tus gustos, y ya veo que lo has entendido", y dicho esto se sentó a lado de su hija.

Mi ama-mujer me ordenó, ponerme de rodillas, descalzar a su madre y adorar sus pies, por lo que me incorporé con gran vergüenza, sintiendo mi erección cada vez mayor, lo cual fue objeto de burla por las dos, y una vez descalzada empecé a besar y lamer sus pies, mientras mi suegra con el empeine de uno de sus pies me golpeaba los huevos y la polla, cada vez más dura, comentaba a la hija que cuanto más se le humille mejor resultado se le saca, y que a partir de ahora iban a vivir como reinas, enseñandole buenas maneras a este cabrón.

Cuando se cansó de golpearme los huevos, me soltó mi suegra un fuerte bofetón (pegaba más fuerte que la hija), y me hizo acompañarlas a cuatro patas a la banqueta, indicandome que me iba a enseñar para lo que sirve su regalo, haciendome levantar y colocandome boca abajo me ató manos y pies a las muñequeras, quedando inmovilizado con las piernas abiertas, manipulandome el pene para situarlo en un agujero que tenía la cama en su centro, tras atar una cuerda alrededor de mis huevos, y colgar de ella una peso, por lo que mis huevos y polla sobresalían por la parte inferior de la cama, estirados y listos para ser latigados, cuando quisieran. Mi suegra cogió el látigo y fue azotandome por la espalda y culo, mientras le decía a su hija "A partir de ahora, cada vez que no estén contenta con tu esclavo, lo podrás dejar aquí durante toda la noche, verás como a la mañana siguiente te lo agradece, ja, ja, ja…"

Mi ama-mujer se acercó a ella, y tras darle un beso le agradeció el regalo y le indicó que esa sería mi segunda cama, y las dos me miraron orgullosas y satisfechas.