Regalo de aniversario

Una pareja celebra su aniversario de una forma muy poco particular.

Los aniversarios son fechas especiales para las parejas, pues recuerdan la razón por la que dos personas han decidido pasar la mayor parte de su tiempo juntas, y para Andrea esta no era la excepción.

Andrea, una morenaza de largo cabello negro y sensuales ojos avellana, tenía tetas más bien pequeñas, pero su culo compensaba ese pequeño detalle y si alguien fuera capaz de ver por la ventana, corroboraría esta información, porque en ese momento Andrea caminaba desnuda por las escaleras de su casa.

Pero no era la única que iba con “su traje de cumpleaños” en ese momento, detrás de ella iba un hombre alto, de cabello corto y una constitución más bien atlética, tapando los ojos de Andrea y guiándola por el camino hasta que llegaron a una de las recámaras de esa casa y una vez se detuvieron frente a la cama, el hombre le quitó las manos de los ojos mientras decía:

—Feliz aniversario —y le dio un cariñoso beso en la mejilla.

Andrea por su parte primero se mostró sorprendida y luego no pudo evitar reír un poco.

—Beto… ¿qué…? ¿Qué es esto?

Y su sorpresa no era de extrañar, pues sobre la cama y de rodillas se encontraba una muchacha de piel blanca y cabello negro, tenía la mirada perdida y la boca parcialmente abierta, por la que ya escapaba un hilo de baba que, a juzgar por cómo escurría por sus tetas hasta una gran mancha de humedad en la colcha, ya llevaba un buen rato así.

Antes de responder, Beto se acercó todavía más a Andrea, con lo que su erecto pene se acomodó entre las nalgas de ella, mientras sus manos jugueteaban con sus tetas y él le besaba el cuello.

—Un regalito de aniversario —respondió Beto—. Se llama Clara y es una esclava hipnotizada.

—¿Es en serio? —preguntó Andrea como si eso fuera una broma de mal gusto.

—¿Por qué no la pruebas? —preguntó Beto aceptando el desafío—. Vamos, pínchale uno de sus pezones.

Andrea bajó la mirada a las tetas de Clara y vio que para estar muy tranquila, los pezones de la chica estaban muy erectos, como si de verdad toda esa charada la estuviera excitando. Se decidió, estiró la mano y con sus dedos tomó uno de los pezones de la muchacha, apretándolo con fuerza; no hubo reacción, ni Clara soltó un sonido, ni su cara cambió, ni una lagrimita escapó de sus ojos, la chica se mantuvo igual, con sus ojos clavados en el infinito y con la boca parcialmente abierta por donde ese hilo de saliva continuaba escurriendo a sus tetas y de ahí a la colcha.

—Vaya… —dijo Andrea soltando el pezón de la muchacha, el cual ahora comenzaba a hincharse un poco y a adquirir una tonalidad rojiza—. Sí está bastante ida.

—Hipnotizada —le corrigió Beto tomándola de los hombros—. El termino es hipnotizada.

Andrea rió un poco y luego preguntó:

—¿Y de dónde la sacaste?

Beto torció un poco la cabeza y respondió:

—Es algo que me traje del trabajo.

Andrea se giró a verlo, mostrándose incrédula. En respuesta, el hombre rió y dijo:

—Oh vamos, ¿a poco no te encanta? ¿Tener a una chica tan sexy como esta bajo tu completo control? Sólo escúchala: Clara, preséntate.

A la orden de Beto, un poco de vida regresó a los ojos de Clara y esta dijo:

—Mi nombre es Clara y soy una esclava hipnotizada. Úsenme como ustedes deseen.

Al escuchar la forma tan monótona en la que Clara había dicho esas palabras, la vena sádica se hinchó en el interior de Andrea y sintiendo cómo su coño se empezaba a humedecer dijo:

—Bueno… si ella insiste en que la usemos, sería mal educado de nuestra parte no complacerla y también… es bastante bonita, sería una pena desperdiciar algo como esto.

Y tras decir eso, comenzó a acariciar las tetas de Clara sin que esta diera señal de que le importara en lo más mínimo.

—Buena chica —dijo Beto dándole un beso en la mejilla a Andrea—. ¿Qué quieres ponerla a hacer primero?

Andrea se relamió los labios, lo pensó un poco y dijo:

—Ya sé. Clara, acuéstate boca arriba.

Nada más escuchar la orden, el cuerpo de Clara recuperó la movilidad y comenzó a acomodarse hasta quedar boca arriba en la cama, mirando al techo, con las palmas apoyadas en la colcha y las piernas un poco abiertas, dejando una buena vista de su coño coronado por un poco de vello negro.

Ni tarda ni perezosa, Andrea se apuró a hacer lo que tenía en mente: se trepó sobre la cama y se sentó en la cara de su esclava.

—Cómeme el coño, puta.

La orden fue inmediata y los labios y la lengua de Clara comenzaron a moverse, ya fuera masajeando esos labios morenos, chupando el clítoris y metiendo la lengua lo más profundo que se pudiera en esa pequeña cueva húmeda y salada.

El efecto fue inmediato. Nada más sentir ese tratamiento, los ojos de Andrea se abrieron, de su boca salió un “¡Ooooh!” que era una mezcla de sorpresa y placer y su espalda se arqueó un poco. Le habían comido el coño muchas veces en su vida, pero esa chica estaba a otro nivel y mientras le agarraba las tetas a Clara y jugueteaba con ellas, se preguntó si esa chica sería tan buena en eso por práctica natural o si la hipnosis tendría algo que ver con que fuera tan experta en eso.

El placer era tanto que pronto Andrea terminó de doblarse y su cuerpo cayó sobre el de Andrea, con su cabeza apoyada en su entrepierna. Ahí estaba bastante cerca del coño de la esclava, por lo que el olor de sus fluidos vaginales le dio de lleno en la nariz, lo que aumentó su excitación y la obligó a hacer el siguiente paso: acercó su boca a esos labios rosas y primero los besó, para después comenzar a lamerlos y después a chuparlos. No era su idea original, pero ahora ambas mujeres estaban en un 69 bastante sensual.

Beto por su parte se había limitado a ver el espectáculo mientras se masturbaba, pero al sentir que ya había sido espectador por mucho tiempo, decidió participar. Se acercó a la cara de Andrea y la golpeó en la cabeza con su erecta verga, esta entendió la orden y dejó de chupar el coño de la esclava para comenzar a chupar el miembro de ese hombre y cuando Beto sintió que su pene estaba lo bastante lubricado, lo sacó de la boca de Andrea y lo metió en el coño de Clara, el cual por el servicio de la morena, estaba tan bien lubricado que Beto se metió de lleno sin ningún problema.

Durante los siguientes minutos la dinámica fue bombear un poco a Clara y después sacar su verga para bombear la boca de Andrea y después regresar al coño de la esclava, mientras que por su parte, Andrea tenía que aceptar que el miembro de su macho bañado en los fluidos de Clara tenía un muy buen sabor.

Pero luego de un rato, Andrea fue la primera que se cansó de ese juego y decidió que quería probar algo más.

—Yo también quiero follarme a esta puta —dijo acariciando el vientre de la hipnotizada joven.

Beto sonrió, sacó su miembro del interior de Clara y limpiándose el sudor apuntó al closet y dijo:

—Hay un strap on y un dildo ahí.

Andrea comprendió la instrucción y se puso de pie yendo al closet, mientras que Clara se quedó ahí, moviendo la lengua tratando de complacer un coño que ya no estaba sobre su cara. Beto mientras tanto se acostó boca arriba al lado de Clara y dijo:

—Clara, móntame.

La lengua de Clara se detuvo, su cuerpo empezó a moverse y se puso por encima de Beto, tomó su verga roja e hinchada por la excitación y poco a poco se fue clavando en ella, y cuando llegó lo más fondo que pudo, comenzó a cabalgarla dándole el aspecto de una majestuosa valkiria.

Mientras tanto, Andrea ya regresaba, llevaba puesto el strap on y en el un dildo de longitud y anchura considerable el cual ya estaba bañando en lubricante. Se montó en la cama y se puso en posición, con Beto teniendo que abrazar a Clara para que dejara de saltar y acostarla sobre él para que Andrea tuviera entrada libre al ano de la muchacha hipnotizada, en el cual poco a poco comenzó a introducir el dildo hasta el fondo, tarea nada difícil considerando todo el lubricante que había usado. Y así, una vez ambos estuvieron dentro de su esclava, empezaron a follarla por ambos agujeros.

Pronto la habitación se lleno de los gemidos de placer tanto de Beto como de Andrea, pero aunque Clara era la que estaba siendo follada por dos de sus agujeros como si no existiera el infierno, se mantenía en silencio, después de todo, era una esclava hipnotizada y si no le habían ordenado reaccionar a esa cogida, no tenía porqué hacerlo.

Finalmente luego de varios minutos, como si fuera una cuidada coreografía, los tres actores tuvieron un fuerte orgasmo: El coño de Andrea se sacudió embarrando la colcha con sus fluidos, Beto bañó con su semen el útero de Clara y este sintió como las paredes vaginales de la esclava se contraían, indicando un fuerte orgasmo.

Andrea entonces sacó el dildo del culo de Clara y cansada, se desplomó a la derecha de Beto mientras que este, arrojó a su izquierda a la esclava hipnotizada.

Se dieron un momento para recuperar el aliento, hasta que Andrea al fin habló:

—Eso… eso fue… increíble… —dijo jadeando pero con una gran sonrisa en el rostro.

—Sí —dijo Beto también recuperando el aliento—. Creo que necesitamos un descanso.

Lo que hizo después tomó a Andrea por sorpresa: llevó su mano frente a los ojos de esta y entonces… chasqueó los dedos.

El efecto fue inmediato: primero Andrea levantó las cejas por la sorpresa, después sus ojos rodaron hasta el interior de su cabeza dejando en su lugar unas cuencas tan blancas como su mente y su cabeza cayó inerte sobre la almohada mientras su boca se quedaba abierta y un pequeño hilo de baba ya comenzaba a escapar por la comisura de los labios.

Beto sonrió por la escena, se giró a Clara y también llevó su mano frente a los ojos de esta.

—Tres… dos… uno… ¡despierta!

El efecto también fue inmediato. Los ojos de Clara recuperaron la vida y su pecho comenzó a subir y bajar rápidamente para recuperar el aliento.

Se miraron a los ojos y Beto preguntó:

—Entonces… ¿Te gustó tu regalo de aniversario?

Por toda respuesta, Clara lo tomó por la cabeza para acercarlo a ella y besarlo en los labios. Cuando el beso terminó, la muchacha dijo:

—¡Me encantó! ¡Fue increíble ser ahora yo la muñeca hipnotizada para variar!

Beto rió.

—Lo que sea por ti, bebé —dijo y se besaron de nuevo.

Cuando el beso terminó, miraron a Andrea quien no se había movido ni un poco.

—¿Y a esta de dónde la sacaste? —preguntó Clara. Beto rió y respondió con otra pregunta:

—¿A caso importa? Fue solo una putilla que me encontré en la parada del autobús, apenas sí sé su nombre.

Clara rió. Claro que no, nunca importaba. Pero no podía negar que a veces le daba un poco de curiosidad la vida de esas muchachas que Beto traía a casa para jugar con ellas.

—¿Hasta cuando la tenemos? —preguntó Clara mejor.

—Oh, eso me recuerda —dijo Beto y tomó un teléfono que yacía en la mesa de noche, se lo pasó a la esclava y le dijo:

—Haz lo que te ordené.

Andrea tomó el teléfono, marcó un numero y se llevó el aparato al oído. Cuando alguien contestó, comenzó a hablar con una voz tan normal que no iba para nada con la expresión idiotizada que tenía en su rostro en ese momento.

—Hola mamá… sí… mira, te llamo para decirte que me voy a quedar con Ana hoy, para que no me esperes. Sí… sí… yo también te quiero mami, ¡bye!

Y colgó, para que su cuerpo regresara a su estado inerte.

—Toda la noche entonces —dijo Clara burlona.

—Entonces —comenzó Beto mirando a Andrea—. ¿Qué haré ahora con su pequeño cerebro de chícharo? ¿Quieres que la convierta en una ninfómana, una stripper, una vaca, una gatita? ¿O la hago una maid francesa y la hago que nos prepare algo de beber antes de un segundo asalto? ¡Tu elige mi amor! Ella es tu regalo de aniversario.

Todas esas opciones se veían tentadoras, pero Clara sabía que quería para esa noche tan especial.

—¡Quiero que me vuelva a tratar como un objeto sexual sin mente!

Beto rió. Clara sabía lo que quería y él estaba más que lista para complacerla.

—Como digas mi amor —dijo y la besó en los labios, luego puso su mano frente a ella lista para chasquear sus dedos y continuó: —Cuando llegue a tres y chasquee los dedos, regresarás a estar en un trance muy profundo. 1… 2… 3…

¡Snap!