Reformas en mi culo IV
No me hizo falta respuesta. Empecé a lamer su rabo gordo con todas mis ganas intentando meterlo todo en la boca pero me dolía, era bastante ancho
El tercer equipo en reforma fue tan solo un hombre. El carpintero. Era de media estatura, de unos 45 años, moreno y con algo de barba. No era especialmente guapo, pero a mi los bajitos fortachones me ponen. Y este se le veía bastante fornido. Trabajaba a destajo, supongo que para tenerlo todo a tiempo, así que le di de margen dos días. Pero al tercero empecé mi ritual. Me vestí con tanga de color lila y un batín corto, dejando mi pecho al aire. Mientras mi carpintero cortaba maderas yo me tomaba un café en el balcón semi desnudo. En uno de esos salió al balcón para dejar maderas y bingo! Me miró y me remiró. No sé si con cara de extrañado o de deseo. Pero no me hizo mucho caso más. En una de esa que salió al balcón le pregunté
- Perdona? Tendrías un hueco para mirar una cosa que quiero hacer en casa? – me lo inventé claro.
- Pues igual al mediodía puede pasar.
- OK.
Y sobre las 14h allí estaba plantado en mi puerta mi carpintero fornido. Pude comprobar su fortaleza cuando entró en casa y rozó su cuerpo con el mío.
- Quiero hacer un mueble a medida en esta habitación – le dije mientras no dejaba de provocarle moviendo mi batín.
- No veo ningún problema, tienes espacio. Te tomo medidas y te hago un presupuesto.
Y así quedamos. Al día siguiente picó a mi puerta con el presupuesto. No me pareció caro 2000€ por el armario. Me dijo que cobraba un 20% por adelantado por el tema de materiales y que no podría empezar hasta dentro de una semana. Le dije que sin problemas.
- Espera un segundo que voy a por dinero – me fui a la habitación, cogí 1000€ y me desnudé llevando tan solo unas braguitas negras de encaje. Cuando el carpintero me vio aparecer se quedó boquiabierto.
- Te doy 1000€ por adelantado, pero tienes que darme una garantía que volverás.
- Tú dirás.
- Quiero sexo – le propuse y no se lo pensó.
- Por 1000€ te hago una casa de madera.
- El armario me la sopla, solo quiero me folles – me giré y me puse de rodillas en el sofá. Cogí el fajo de dinero y me lo puse en una nalga. El carpintero de acercó, cogió la pasta y empezó a desnudarse. Dejó a la vista un abdomen y pecho fuertes junto con unos brazos grandes. Sus piernas también eran fuertes y su bulto se veía gordito también. Yo mientras movía mi culo y me azotaba las nalgas. Lo invité a hacerlo y me dio dos hostias con ganas, dejando mi culo rojo. Yo separé el hilo del tanga y le mostré mi agujero.
- Sabes comer culos? – le pregunté. Ya lo creo que sabía. Movía su lengua con arte mientras agarraba bien mi culo. estuvo lamiéndomelo durante un buen rato haciendo que dilatara bien. Después se puso en pie y se quitó el gayumbo mostrando una polla gorda, gordísima, pero no larga. Era como una botella de vino.
- Tú sabes comer pollas?
No me hizo falta respuesta. Empecé a lamer su rabo gordo con todas mis ganas intentando meterlo todo en la boca pero me dolía, era bastante ancho. Aun así hice disfrutar a mi carpintero, poniéndosela bien dura. Le dije que fuera con cuidado que eso era muy grande. Me dejó hacer a mí, sentándome sobre sus rodillas, metiendo poco a poco su rabón en mi culo. Era delicioso subir y bajar sobre su polla gorda. Estuve cabalgando mucho rato. El tío tenía aguante y no parecía molestarle que llevara yo las riendas.
- Te gusta?
- Mucho mucho, no pares.
Así que seguí y seguí en esa posición hasta comprobé que mi culo se había adaptado bien a su polla.
- Dame fuerte – le pedí.
- Estás seguro?
- Mucho! Destrózame – me salí de encima.
- Ponte a 4 patas – me ordenó. Así de pie aun se veía más fuerte. Yo me coloqué en 4 encima del sofá. Él volvió a comerme el culo.
- Qué bien lo haces, joder – yo me retorcía de gusto.
- Es como un coño – siguió comiendo. Me escupió tres veces y metió sus dedos, dilatando más mi culo. Cuando me lo dejó bien abierto empezó a empujar su rabo dentro de mí. Entró con facilidad hasta el fondo. Empezó un mete saca muy placentero. Haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera de placer. Me notaba lleno de su carne y no quería que parara. Aquel rabo era especial, como una lata de refresco, tibando todas las paredes de culo, haciendo que doliera y a la vez me matara de gusto.
- Qué polla más gorda tienes! – le dije.
- No todas lo aguantan.
- A cuantas zorras te has tirado.
- A muchas que me han pedido cosas a medida – y me dio un fuerte empujón haciendo que me saltaran las lágrimas de placer.
- Pero pocas lo aguantan como tú – me dio otro empujón. Y otro más. Y otro. Hasta que se vio listo para empezar a bombear fuerte. Yo me retorcía de gusto pidiendo más y que a la vez que parara, pero el carpintero fornido no tenía intención. Empezó a sudar y a bufar avisando que se corría. Sacó su rabazo de mi culo y depositó toda su lechada en mi espalda y culo, chorerando por la raja…
Sin duda fue la mejor reforma de mi vida.