Reflexiones y confesiones de un macho beta

Reflexión de un macho beta sobre la dificultad de acceder al mercado sexual en la sociedad actual y confesiones sobre el deseo y fantasías de aceptar el nuevo rol de sumisión frente a la mujer y el macho alfa

Reflexiones

Soy un macho beta. Pertenezco al conjunto de hombres que las mujeres no consideran para una relación con fines sexuales o amorosos. Me ha costado mucho, pero con el tiempo lo he terminado asumiendo y aceptando.

¿Qué significa ser un macho beta? La división de los hombres entre alfas y betas se dio durante toda la Prehistoria, hasta que con la llegada de las civilizaciones se atenuó esta división. Sin embargo, durante las últimas décadas ha resurgido esta división.

Analicemos los motivos. De cara a la reproducción, los hombres tratamos de esparcir nuestra abundante semilla entre el mayor número posible de mujeres. Para concebir un hijo, nuestro esfuerzo es reducido y nos recuperamos fácilmente antes de tratar de reproducirnos de nuevo. Buscamos principalmente cantidad, reproducirnos con el mayor número posible de mujeres.

La situación de las mujeres es distinta. Para ellas, tener un hijo supone primero un embarazo de 9 meses, en los que necesitará cuidados y será más vulnerable. Después su cuerpo normalmente queda perjudicado tras cada embarazo, y por tanto disminuye su probabilidad de encontrar nuevas parejas sexuales. Para ellas es importante la calidad antes que la cantidad.

Dada esta situación, los hombres aceptarán reproducirse con una alta proporción de las mujeres, pero ellas ante la posibilidad de hacerlo con cualquiera aceptarán únicamente a los que consideren más atractivos. Esto implica que un pequeño grupo de machos alfa, en torno al 20% de los hombres, acaparará el mayor número de encuentros sexuales, dejando al resto de hombres casi sin posibilidad de hacerlo.

De cara a la reproducción de la especie, esta estrategia es poco conveniente. Las mujeres durante el embarazo y la mayor parte de la infancia del hijo necesitan una ayuda y unos cuidados que el hombre que la dejó preñada no siempre le dará, ya que como ella habrá muchas más que hayan sido concebidas por el mismo macho alfa, y este no puede ni quiere atender a todas. En un mundo sin sanidad pública, servicios sociales ni recursos del estilo, la mujer embarazada por el macho alfa se encuentra desamparada.

Las mujeres que se encuentren en tal situación de desamparo tienen como última opción tratar de que uno de los machos beta que antes no consideraron les ayude con la cría del bebé, normalmente a cambio de concederles la posibilidad de su reproducirse, aunque con menor probabilidad debido al deterioro de su cuerpo tras embarazos y edad. El macho beta podría, o no, estar dispuesto a proveer a la cría del otro con la esperanza de una posibilidad de reproducirse él también.

Con la mayoría de civilizaciones llega la institución de la familia y la monogamia. En este escenario, hombres y mujeres se emparejan con miembros del sexo opuesto con un nivel de atractivo similar. Este sistema social se podría denominar betarcado u omegarcado, pues los que logran un mayor beneficio individual son los machos betas.

Cada hombre renuncia a la posibilidad de tratar de reproducirse con muchas mujeres a cambio de disponer de una con la que asegurarse la descendencia. Como dice el refrán, más vale pájaro en mano que ciento volando.

En cuanto a la mujer, ella renuncia a la posibilidad de reproducirse con un hombre de atractivo superior al suyo a cambio de asegurarse que la descendencia esté protegida tras el apareamiento.

Como se puede ver, ambas partes renuncian a parte de su prioridad con el fin de lograr una descendencia asegurada a largo plazo. Gracias a esto, la especie humana ha podido reproducirse y las civilizaciones han prosperado en los últimos milenios mucho más que en toda la Prehistoria.

Esta tendencia se ha visto amenazada durante las últimas décadas. En el mundo occidental se ha popularizado el libertinaje sexual, según el cual la monogamia y la familia están obsoletas y es preferible promover los encuentros sexuales sin buscar estas restricciones. Y a diferencia de la prehistoria, el sexo ha pasado de tener un fin reproductivo a únicamente la búsqueda de placer.

Esto ha tenido como consecuencia que en las últimas décadas la tendencia es que cada vez un menor número de hombres consigue tener pareja sexual. Volviendo a la Prehistoria, las mujeres mantienen relaciones únicamente con los machos alfa y descartan a los beta, con la diferencia de que ahora durante los años de mayor fertilidad no buscan la reproducción, únicamente el placer carnal.

El macho alfa ve de nuevo cómo puede recurrir a un amplio número de mujeres, de mayor o menor atractivo, con el fin de obtener placer de ellas permitiéndose incluso el lujo de seleccionar con cuáles tener sexo en cada momento.

Las mujeres son conocedoras de la competencia que existe por acceder a los machos alfa y saben que si quieren acceder a ellos deberán mostrarse más atractivas que las demás. Para ello tratan de mejorar su imagen sexual propia a partir de ropa que muestre sus atributos, fotografías en las redes sociales y cualquier elemento que incremente su atractivo frente al de la competencia.

Otro aspecto al que recurren es el de la complacencia en el acto sexual. Una mujer de alto atractivo no tendrá que realizar esfuerzos excesivos para mantener relaciones de forma repetida con un macho alfa, pero otra con una menor belleza deberá recurrir a aceptar prácticas que le den placer únicamente al hombre. Felaciones, sexo anal, eyaculaciones en la cara o el pecho… Un macho alfa estará dispuesto a mantener relaciones en caso de tener acceso a estas prácticas que las mujeres más atractivas pueden permitirse vetarles.

Confesiones

¿Y en qué posición quedan ahora los machos beta? En muchas ocasiones, debido a su reducido atractivo sexual, trata de ofrecer a las mujeres su capacidad afectiva, que suele ser elevada, pero por desgracia para él inútil en una pareja en el siglo XXI, en el que la reproducción ha pasado a un segundo plano. La mujer verá al macho beta como un amigo al que recurrir como apoyo emocional, por ejemplo para encontrar consuelo cuando se ve rechazada por un macho alfa que después de haberla encandilado ha preferido a otra. Quizá más atractiva, quizá más complaciente, quizá simplemente quería mayor variedad.

Este hombre vive durante su juventud un rechazo tras otro, viviendo una frustración que posiblemente le acabe haciendo disminuir su interés en buscar pareja al considerarlo un esfuerzo inútil. La única forma de sentirse realizado con su vida es aceptar el rol que le corresponde como proveedor de afecto pero no sexualidad.

Subconscientemente, el macho beta ya ha asumido su nueva posición. Está muy extendida la figura del pagafantas, el hombre que trata de cortejar a la mujer que desea sirviéndola y haciéndole todo tipo de favores, mientras ella solo contempla la amistad con él. La mujer sabe que el macho beta no tiene un potencial sexual como el alfa, pero sí afectivo y como proveedor.

Como macho beta, creo que la mejor forma de realizarme sentimentalmente es someter mi sexualidad y anteponer el interés de la mujer, llámese amiga, pareja o novia, en hombres más válidos para este propósito, y enfocarme yo en aspectos afectivos en los que pueda ser más útil. Pero de este papel ya os hablaré en otro momento.


He comenzado este relato con unas reflexiones y el inicio de mis confesiones. Si veo que gusta esta temática continuaré explicando algunas de mis fantasías y deseos relacionados con este tema.