Reflexionando... la promiscuidad (2)

Sin sobresaltos esta vez, una reflexión sobre este tema nada más

Visto lo visto y oído lo oído, he dejado por un lado mi "amor" por las definiciones de la RAE y, aprovechando mis días de vacaciones, me he ido a una librería y me he adjudicado un nuevo diccionario. Un diccionario escolar para estudiantes de secundaria y bachillerato (siendo domingo, en mitad de días festivos, me doy con un canto en los dientes por haber encontrado esto y haber pagado a penas 15 €).

No cabe duda de que la primera palabra que he buscado en mi nuevo juguete ha sido promiscuo/a:

Que está mezclado de forma confusa o indiferente.

Que denota promiscuidad sexual.

Que actúa con promiscuidad sexual.

No es que aclare mucho porque lo que quiero es que me dé una definición más clara. Por suerte la palabra que está un poco más arriba es promiscuidad:

Mezcla o confusión desordenada de cosas diversas.

Conducta o comportamiento de la persona que cambia con frecuencia de pareja sexual buscando únicamente el placer.

Hay que ver, carallo, ¿Qué les hubiese costado a "mis viejitos decrépitos" de la RAE haber puesto esta sencilla parrafada? Pero hoy me voy a contener… lo prometo. Me voy a ceñir a la reflexión que realmente quiero hacer.

Ser o no ser (promiscuo), esa es la cuestión. Aunque, para que engañarnos, no siempre es cuestión de serlo o no serlo, si no, poder llegar a.

Si empiezo por mi misma he de reconocerme como promiscua a tiempo parcial. Efectivamente, es harto complicado ser mujer de vida licenciosa por temporadas (breves pero intensas), echando mano de esta actividad lúdico-festiva en aquellos momentos en los que mi vida de pareja era inexistente, pero es muy divertido (sobre todo para mi).

Es como cuando vas de vacaciones. Vas a sitios diferentes del tuyo, ves caras nuevas y conoces diferentes costumbres. La promiscuidad es lo mismo pero centrado más en cada individuo: conoces a las personas (íntimamente), así como sus costumbres, pero en un ámbito más "profundo".

Si le damos un punto de vista romántico al acto (porque se puede), es como perder la virginidad cada vez, pero sin lo que ello conlleva.

Pienso que, dependiendo de cada uno, la promiscuidad puede tener diferentes significados según quien la practique. Desde mi punto de vista, el acto de ser casquivano es tan sano como el beber agua (siempre que se tomen precauciones, claro). Es un juego entre dos personas que buscan dar y recibir placer a cambio de lo mismo. Sin más pretensiones, sin más ataduras, sin mas y punto.

El problema que tiene esta lúdica práctica es el mal entendimiento de las partes (a nivel emocional) y el estigma que es impuesto por el resto del mundo. Está mal visto ser promiscuo, aunque yo tengo una teoría sobre eso: la envidia.

Como decía al principio, a veces no es cuestión de ser o no ser por iniciativa propia, a veces depende de que se pueda ser promiscuo. Me refiero a que hay personas a las que les gustaría serlo y no pueden por los motivos propios y ajenos que sean. Entonces nace la envidia de lo que queremos y no podemos tener, por lo tanto, estigmatizamos a aquel que logra nuestro añorado reto.

Reconozco que se escapa de mi conocimiento el "arte" de inmiscuirse en las vidas de otros y juzgar, con premeditación y alevosía, sus actos. No lo entiendo.

En muchas ocasiones se confunde la promiscuidad con la ninfomanía y su equivalente masculino la satiriasis (si es que este diccionario es la leche) y, aunque sus definiciones son similares (y, a veces, sus actos también), la promiscuidad no es ni una patología ni una necesidad, si no, una manera de entablar relaciones interpersonales sin lazos afectivos ni ataduras.

Pero, como en todos los juegos, no siempre se empata, no, a veces hay ganadores y perdedores. Normalmente gana el promiscuo y pierde la persona que compartió aquel momento de fogosidad.

Yo, como ser promiscuo, soy consciente de que les he hecho daño a algunas mujeres. No a propósito, por supuesto, pero si inevitablemente.

Como mujer me gusta que me traten bien y como lesbiana siento la imperiosa necesidad de tratar de manera especial a mis compañeras de juegos, lo que, en más de una ocasión, ha sido confundido con un sentimiento por parte de aquella que creyó en princesas y castillos y se encontró, finalmente, con un Shrek en su versión más huidiza.

Reconozco que nunca me he encontrado en la situación de haber salido perdiendo ante otra mujer promiscua. En esos casos de toparnos dos mujeres con la misma idea hemos salido ganando ambas, pero si he perdido en otros campos del amor y de pareja y se lo doloroso que es. Así que, entono el "mea culpa" y pido perdón. Pero no me pidáis que jure que no lo volveré a hacer (mentiría como una bellaca).

Creo que la promiscuidad bien entendida es una práctica genial y también creo que, el hecho de no serlo, es una decisión (o imposición) igualmente genial.

Actualmente estoy viviendo un momento de monogamia y me parece la situación más maravillosa del mundo, pero lo mismo me parecía hace un año largo cuando era monógama cada noche con una mujer diferente.

*Notilla sin importancia: No he hablado de grupos ni de tendencias. Independientemente de los gustos de cada uno, en el fondo, la promiscuidad no deja de ser una búsqueda de felicidad (envuelta en placer) y esta búsqueda no es encasillable en ningún "gremio".

Como dicen las tarjetas sorpresa: Sigue buscando. Todos sabemos que en alguna hay premio pero, mientras no aparece, disfrutemos de las recompensas de seguir rascando