Reflexionando... el miedo

Una reflexión a cerca del miedo en las relaciones.

Miedo: Inquietud y angustia causados por un peligro real o imaginario. Recelo de que suceda lo contrario de lo que se desea.

Esta es la definición, según un diccionario de miedo. Peligro real o imaginario. Y, ¿acertamos a la hora de tomar decisiones guiados por esto? Me explico: ¿Cuántos miedos reales tenemos? O mejor aún ¿Por qué nos dejamos influenciar por los miedos imaginarios si no sabemos si serán así? Recelo de que suceda lo contrario de lo que se desea… pero tampoco estamos seguros de que sea realmente así. ¿Cómo vamos a saberlo si nos da miedo equivocarnos y sufrir? ¿A caso no sufrimos igualmente dejando de hacerlo?

Opino que si, que al ser humano le gusta sufrir por naturaleza. Y muchas veces tomamos decisiones absurdas y sin sentido por esos miedos infundados y ficticios. Echamos a correr hacia atrás en lugar de caminar con pasos pequeños hacia delante. ¿Qué mas da si hay una o un ciento de piedras a lo largo del camino? Así es la vida, llena de baches, como la mayoría de las carreteras españolas. Pero hemos de reconocer que este paso nuestro por el mundo sería muy aburrido sin todos esos altibajos y socavones que nos atacan.

El miedo solo es una excusa mas para no afrontar la realidad de los sentimientos de uno mismo para con otro. "Tengo miedo de que me haga daño" "Tengo miedo de que salga mal" "Tengo miedo de que me engañe" "Tengo miedo de reconocer lo que siento" "Tengo miedo de la reacción del resto"… en fin, como buenos seres pensantes a lo que realmente tememos es a ser felices. Si señoras y señores. "Tengo miedo a ser feliz".

Estamos demasiado acostumbrados a los quebraderos de cabeza, a las discusiones, a los gritos, a las peleas, al estrés, a pasarlo mal… pero no sabemos ser felices y no sabemos alcanzarlo. Nos da miedo. Tememos acostumbrarnos a compartir algo especial con alguien. Tememos amar porque nos hace sentir vulnerables. Tememos dar lo mejor de nosotros y también que otra persona nos entregue lo mejor de si misma. Entonces comenzamos relaciones partiendo de la base mas radical, esa que dice que nada dura eternamente.

Y puede que sea así, ¿Quién dice que no? ¿Quién ha dicho que no hay nada que dure para siempre? Seamos francos, tenemos miedos que no sabemos ni de donde vienen. Tenemos miedo a cosas que no han pasado nunca. Y hacemos conjeturas sobre casos hipotéticos que lo mas probable es que nunca llegaran a pasar. Pero nuestra mente siempre va mas allá y nos plantea cuestiones que, realmente, no tienen sentido alguno.

Así como el amor nos lleva a dar lo mejor de nosotros mismos, el miedo nos hace sacar una parte sumamente imaginativa de nuestra cabeza. Si, a ese miedo, le sumamos el no querer dañar a la otra parte implicada de nuestro sin vivir, nos convertimos en verdaderos actores (unos buenos y otros malos) y mentirosos. Y esa otra parte implicada que mencionábamos antes se convierte en una gran interprete de signos y símbolos, así como una experta en dobles sentidos y dobles raseros.

Entonces entramos en ese sinfín de teorías de dichos y hechos que se contraponen para, al final, no llegar a ningún acuerdo coherente. Hasta que llega un punto de no retorno en el que se tira para un lado o se tira para otro. O te dejas guiar por el miedo o te dejas guiar por lo que realmente quieres.

"Me dice que no me quiere querer mientras me toma la mano y luego me besa". "Me dice que no quiere estar conmigo y me pide que me quede a dormir" "Me dice que solo quiere ser mi amiga pero no podemos evitar mirarnos como antes" "No quiere estar conmigo pero tampoco sin mi"

"Dice que no le atraigo porque soy mujer pero nunca ha disfrutado tanto con nadie como conmigo" "Dice que le gustan mucho los hombres pero que se casaría conmigo" "Dice que no sabe lo que siente pero que es algo muy especial que nunca ha sentido por nadie, no es simple amistad" "Dice que no va a funcionar porque nunca seré un hombre pero me quiere".

Y si, podríamos pasar así el resto del día. Tenemos miedo de sentir y tenemos miedo de interpretar el resto. Miedo al que dirán, miedo al que diré, miedo a como reaccionarán y miedo a como será mi vida si digo que si. Como es mi vida con el no ya lo se, ¿Por qué voy a cambiarlo? Se que es horrible, pero es mas cómodo.

Somos idiotas y cobardes. Insensibles y crispantemente débiles. No sabemos ser felices y somos felices siendo desgraciados por costumbre.

No es que nos sea indiferente lo que ocurre a nuestro alrededor, es cierto. Pero también es cierto que, la mayor parte de las veces, anteponemos cosas y sentimientos de los demás a lo que realmente necesitamos y anhelamos, al mismo tiempo que hacemos que la persona que realmente necesitamos se aleje. Y después siempre nos queda la duda de lo que pudo haber sido y no fue por falta de valentía.

Tampoco es exactamente valentía lo que se necesita para seguir hacia delante, más que eso es ser coherente con uno mismo. Sinceramente, quien tiene que vivir con uno mismo no es otro mas que uno mismo. Y, si no te llevas bien contigo… poco puede hacer el mundo para acercarse a ti.

No se, muchas veces tendemos a un autoengaño poco creíble a cerca de nuestros sentimientos. Nos gusta complicarnos… y de que manera. Es como cuando no puedes comer algo que te gusta mucho y tratas de auto convencerte de que no te gusta, pero sabes que, realmente, adoras esa comida. Ves a esa chica que te vuelve loca, que amas, que extrañas y te dices a ti misma y a los demás: "Que va, es agua pasada, no siento nada por ella". Y no nos damos cuenta de que, del dicho al hecho, hay un gran trecho y resulta estúpido decir esas cosas.

Vamos a analizarlo. Si, es una opción lo de mentir y crear una historia que, aunque poco realista, es lo mejor que se nos ha ocurrido para tratar de paliar esa carencia que tanto desearíamos no tener. Pero también lo es el inflar los pulmones y decir: "Si, la quiero, estoy enamorada de ella. Pero es extraño y no se como afrontarlo".

¿Por qué no somos capaces de soltar lo que realmente necesitamos? Sin embargo, y sin cortarnos un pelo, somos capaces de herir profundamente lo que adoramos con mentiras y engaños que, ni nosotros mismos nos creemos. Ni nos podemos creer que lo hayamos dicho. Ni la persona que recibe tales comentarios se cree que seamos capaces de desatar tan gratuitamente nuestra crueldad.

Por eso decía antes que nos volvemos actores y mentirosos. Es como si todos llevásemos dentro un político.

Luego nos refugiamos en nosotros mismos, en nuestros brazos y en nuestra cabeza y nos sentimos doblemente mal: primero por no realizar nuestros deseos y segundo por herir lo que amamos. Somos patéticos. Sabemos hacer sufrir y sabemos sufrir.

Entonces volvemos al principio. No sabemos ser felices. Tememos a la perfección de algo y le buscamos siempre el lado negativo aunque no exista. Y todo eso por miedo y porque necesitamos crear complicaciones donde no las hay. O como dice el refrán de mi tierra "haberlas hailas" el caso es encontrarlas. Aunque no existan.

Somos solidariamente tontos: solidarios porque hacemos bien a la sociedad que nos rodea, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros compañeros de trabajo… y así sucesivamente, al tiempo que somos tontos por no hacer ese mismo bien a la persona que realmente queremos y por no hacer lo que nosotros mismos necesitamos.

Y yo lanzo una pequeña reflexión mas: ¿hacemos realmente bien a nuestro alrededor ocultando una parte existencialmente importante para nosotros? Porque, no nos engañemos, si nosotros queremos el bienestar de los que nos rodean, estos quieren lo mismo de nosotros. Seguimos empeñados en unos criterios surrealistas del mundo sin darnos cuenta, en ningún momento, de que, la vida, es bastante mas sencilla si realmente nos lo proponemos.

¿Qué es mas traumático: pasar el trago de que tu familia se entere de que eres lesbiana o casarte con un hombre al que no quieres y con el que nunca llegarás a ser feliz, para luego sufrir un divorcio y la consecuente pelea en los tribunales por la custodia de los dos niños, el perro y el Ford Focus? Pienso que se hace mas daño haciendo lo difícil, aunque el trago llegue mas tarde.

Realmente tenemos unos miedos muy extraños y muy infundados. Y, aun así, casi siempre complicamos las cosas hasta puntos en los que la solución se convierte en lo que no queríamos que nos pasara.

Y ahora nos vamos a la otra parte. Si, a esa mujer que, sin comerlo ni beberlo está al otro lado de este cúmulos de cositas. A esa santa paciente, a esa que no sabe como tratar todo el asunto, porque, al fin y al cabo, no tiene poder de decisión. O eso es lo que cree.

Ella ama a una persona. Ni siquiera le da importancia al hecho de que sea otra mujer. La quiere así, tal cual. Vale, ayuda el hecho de que le gustaban las mujeres ya de antemano. Pero independientemente del hecho de que tenga un sexo u otro, es feliz a su lado y quiere hacer feliz a ese ser que ha hecho de su vida un mundo mejor. Pero, de repente, sin contar, ese pequeño individuo se acuerda de buscar algo extraño para poner la zancadilla a algo que no iba mal.

¿Qué ha pasado? ¿Qué he hecho mal? ¿No me quiere? ¿Por qué juega así conmigo? Pero, si estábamos bien. Había maripositas a nuestro alrededor cuando estábamos juntas… ¿Cómo fue que cambió? ¿Qué hago para que volvamos a estar como antes?

Nada, no puedes hacer nada. No es tu decisión el que ella no quiera estar contigo, ni tampoco está en tu mano hacerla recapacitar y hacerle entender que todo va a salir bien, que contigo será feliz. No, no puedes porque ya lo sabe. Y también sabe lo que siente por ti aunque te mienta y te diga lo contrario.

¿Por qué me dice que no me quiere si luego me demuestra que si? ¿Por qué me dice que rehaga mi vida si después se enfada? No lo entiendo. Yo la quiero y se que quiero estar con ella, aunque tenga que renunciar a muchas cosas. La amo y estoy dispuesta a

No lo digas, lo se, lo se, y ella también lo sabe por mucho que niegue lo evidente. Y también se que no lo entiendes porque tu no eres así, porque tu no tienes miedo a sentir, no te da miedo sufrir un desamor tardío y, aunque te de miedo, vas a plantarle cara y tirar pa’lante.

Cuando nos vemos en el caso en el que somos parte, pero no juez, de este juicio interno, sientes una gran gran gran impotencia, además de las consecuencias que ello conlleva, como, por ejemplo la rabia, el dolor, la pena, la ira y una gran auto culpabilidad que no es cierta. Pero, como no lo entendemos, tendemos a sentirnos culpables de eso que nos hace sufrir y que hace que nuestro partner sufra también.

Y entonces pasa el tiempo y te das cuenta de que no es culpa tuya. Que ese "ni contigo ni sin ti" tiene que acabar. Que, quizás, seas tu y no la otra persona la que tiene que tomar la decisión. Tal vez eres tu la que tiene que tomar las riendas y decir: "Eh, nena, hasta aquí hemos llegado". O conmigo o sin mi.

Entonces, claro, llega ese miedo real para ambas partes (y esta vez si que es real). Por una parte es el miedo a saber a ciencia cierta que esto se está acabando, y por otra parte entran las dos resultas o posibles soluciones para un y único problema real para la relación de dos:

Que diga que si, que quiere estar contigo, que tu la haces feliz y que no te quiere perder, pese a quien le pese.

Que diga que no, que no quiere estar contigo, que no se atreve a enfrentarse al mundo y que no quiere ser feliz. Y una vez aquí (porque somos así de tontos) volvemos a tener dos opciones de nuevo:

a. Nos retiramos con dignidad y sufrimos por lo que pudo ser y no fue (esto le pasa a ambas partes). Una sufre por falta de valor y otra sufre por la impotencia de tal hecho. Está última logrará superarlo algún día, mientras la primera nunca te olvidará.

b. Nos comemos nuestra dignidad y volvemos a las andadas buscando más oportunidades de luchar por eso que nos parece que merece la pena y que creemos injusto para con nuestra persona.

Una pandilla de testarudos, eso es lo que somos.