Reflexión tardía de un arrepentido.
No se cómo resumirlo... Pero te invito a leerlo...
Estimado lector. Tengo el deber de advertir que esta vez no hay contenido sexual. De igual modo no se si calificar esta publicación como un relato o un desahogo.
A veces el corazón necesita expresarse y la razón no es capaz de dominarlo. A veces, los sentimientos son acumulados tanto tiempo que pierden el sentido y su lugar en el espacio; y cuando quieres liberarlos sólo caen como trozos de cartas que no se escribieron y fotos que no se tomaron siendo arrojadas al viento.
Hoy, una prosa al sentimiento.
Espero te guste
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Entre mis dedos se fuga sin permiso
Llevándose mis años con él.
Dejándome todo lo que me ha quitado
Dejándome este amor en la piel.
Quien me hizo cobarde es el que me abandona
De quien me hizo tan frágil es de quien me voy
Con sabor a sal y a sueño en la boca
Sin mirar mañana los rayos de sol.
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No te diré mi nombre. Tampoco intentes darme uno de forma arbitraria como si no sintieras respeto por mí y sólo trataras de hacerlo fácil… No me llames Rafael por que no soy sanador, no me llames Gabriel porque no soy mensajero, ni menos Miguel porque no soy un luchador… Dar un nombre es una tarea difícil y llevarlo es aún más arduo… Sin embargo, tienes el derecho a querer llamarme de alguna manera, por lo que puedes imaginar uno, alguno que no exista, alguno extraño, de pronto asonante y sonoro, o consonante y mas bien mudo… Invéntalo… Imagínalo. Ahora toma mi mano. Por favor, no me dejes con la mano tendida. Ya tienes mi nombre, que nos pertenece a ambos y como lo he aceptado como un caballero al mismo tiempo eres el nuevo dueño de mi alma.
No trates de ponerme un rostro ni de darme un cuerpo, porque el nombre que me has dado no va con la realidad… Entonces mi existencia tampoco y no puedo simplemente ser de una manera u otra. Me diste un nombre. Ahora imagina mi rostro, imagina mi cuerpo, imagina todas mis sonrisas y miradas y juega con ellas, imagina que son contigo… Que son para ti. Si sientes algo en tu pecho cuando me imaginas riendo gigante, con los ojitos chiquitos mientras te abrazo o me abrazas y nos divertimos, vamos por buen camino. Si has suspirado una o dos veces imaginándome con los ojos cerrados mientras mi pecho sube y baja como indicio de que sigo vivo, mientras mis labios se abren y suspiran contigo, entonces estamos cerca. Y si puedes, si quieres, al imaginar que tomo tu mano, te sonrojas y me regalas una tímida sonrisa, entonces lo hemos logrado.
Ya me tienes, ya sabes como soy, y al saber como soy, sabes como es él. Al sentir lo que sentiste, sabes lo que siento yo… Y de pronto ya no quieras leer más…
Te pediría que imagines que estoy frente a ti contándote esta historia, o que te sientas libre leyendo estas palabras en tu ordenador, en el papel impreso o en la pantalla de tu móvil o tu iPad, De pronto si mi corazón quisiese ser un poco manipulador te pediría imaginarme en mi casa, en mi sofá, seguro, o en un bosque, una playa… Un lugar bonito. Pero no hace falta porque desde aquí, viendo lo pequeñita que es la vida y a la vez contemplando su inmensidad, entiendo que no hay nada más bonito. Creo que fue Miguel Ángel quien dijo que la máxima expresión de la belleza nace al quitar el exceso. Pues tenía razón. Desde donde estoy solo veo el mar, veo el cielo, una luna tímida que sólo muestra una mitad amarillenta y unos cuantos cientos de estrellas que me hacen sentir satisfecho sin ninguna explicación… Que pequeñita es la vida… Pero cuan inmensa…
Le hablé por primera vez hace treinta años, cuando todo era fácil, cuando todo era perfecto… Cuando éramos niños. Hoy que han pasado ya treinta años y aun así no nos hayan llamado viejos yo siento su compañía como un recuerdo nostálgico de antaño aunque siga presente en mi vida, y lo celebremos como si aún tuviéramos seis. Yo era inocente y solitario… quizá él lo era más que yo…
Amarillento, como esta luna, se yergue como una espiga de trigo, desfilando su cuerpo filoso, recto, tosco y amplio… En una danza interminable que lejos de ser elegante sigue luciendo hermosa e hipnotizándome. Dejando que sus pecas se asomen por sus desgastadas camisas y que tanto ama, de pronto sin saber que me muero por besarlas una a una… Pero él… es mi amigo. Y aunque sabe que lo amo, como él piensa que sólo puede amar un hombre a una mujer y viceversa… Y lo acepte… Le debo respeto… Además, que lo sepa no significa que lo entienda… No entiende los sentimientos de un hombre por otro, pero como hombre entiende lo que es amar, y tener que dejarlo así, sin recompensa… o con premio de consolación. De pronto por eso somos amigos y lo seguiremos siendo. Porque aunque no podamos hacer nada para completar el corazón del otro, sabemos como nos sentimos. Aunque en este momento no me creo capaz de afirmar eso… Y quizá él tampoco.
Imagina ahora que este hombre esté en tu vida y tu vida sea como la describo… Seguro te sientes inmerso en un pantano de confusión. Yo puedo decirte que mi corazón se siente convulsionado, por sentimientos intensos pero tan opuestos como la luz y la oscuridad. Hay felicidad, hay orgullo, hay arrepentimiento, hay emoción, hay una profunda tristeza y hay mucho miedo.
Le revelé mi condición cuando ambos teníamos 16 años, acostados en su cama, hablábamos de mujeres como si a mí me interesaban igual que a él y asumiendo que nuestra amistad adolescente era diferente a la de los demás le pedí parar y le pedí que me describiera, que dijera quien era yo, que dijera como llenaba yo un espacio en su vida… Y cuando lo hizo no dude en preguntar:
-¿Y si yo fuese… si yo… si fuese homosexual?-
Su cara no cambió mucho, de igual modo nunca había sido muy expresivo; sin embargo si habían cambios produciéndose en los pocos centímetros que nos separaban… Se volvieron muchos, su mirada se alejó, el silencio se adueñó de largos minutos que no alcancé a soportar y entonces me alejé yo con toda mi existencia… Sólo unas horas después, en clases, todo fue casi normal, hablábamos, reíamos, como si hubiese decidido ignorar mi pregunta… Pero ese no era el motivo. Sus abrazos no volvieron más, no volvimos a compartir las conversaciones en su cama y no volvió a preguntarme sobre quién me gustaba del salón de clases… ¿Cómo no iba a doler?
-Deja de verme como tu amigo gay. Soy tu amigo, eso nada más, el amigo que he sido siempre. Y casualmente, también soy gay… No soy un pervertido…-
Recuerdo que le dije un día al verlo vestirse despavorido cuando irrumpí en su habitación. Fue el mayor insulto… La mayor manifestación de desprecio. Y pensé jamás retomar el contacto con él, ni siquiera dentro del salón de clases. Y traté… Él trató lo contrario a su muy extraña manera… Pero ni él ni yo nos salimos con la nuestra, fue la vida la que ganó, haciéndonos necesarios, haciéndonos crecer, haciéndonos honestos.
Como disfruté la conversación de ese reencuentro, haciéndome olvidar que ahora todo era mucho más complicado, la universidad, las pruebas, los primeros amores, los segundos y el resto… La preciada y desperdiciada virginidad, la estresante búsqueda de sueños y oportunidades… él con sus planos y yo con mis planificaciones… De alguna manera seguíamos conectados. Aunque sin abrazos ni intimidades.
Él me llamaba hermano y yo me sentía conmovido… Yo lo llamaba igual y el hinchaba su pecho tratando de ser mayor que yo en más de una manera… lo veía crecer recordando que habíamos sido pequeños y me sentía confundido. No sé exactamente cuando comencé a verlo de otra manera… Pero ocurrió y como la primera vez, la sinceridad me ganó.
-Enamorarse de ti, cuando te conozco como lo hago yo, aunque sea una locura simplemente pasa-
Fueron mis palabras exactas. Y esta vez fue diferente. Me agradeció. Y suspiró… No era por mí ni por mi culpa. Era por una mujer y entonces deseó que fuese ella quien sintiese lo que yo. Y también por un momento yo tuve el mismo deseo.
Tuve un largo periodo de depresión en el que aluciné quela vida era diferente y que él me correspondía dejándome besar sus labios rojizos y delgados, donde quizá el vibraba y suspiraba como yo, mientras se permitía la entrega igual que yo lo hacía.
Un beso delicado, suave… temeroso… Que poco a poco se llenara de necesidad. Un abrazo pausado, tímido pero que al igual que el beso cobrara fuerza y con ella la vida reclamando espacio en nuestras espaldas. Un camino de besos por su cuello, un recorrido de caricias por su piel… Un romance imaginario me torturaba cada noche y cada día cuando lo veía.
Incluso, traté de lograrlo, traté de besarlo y el rechazo aunque no me aniquiló me hizo despertar un momento.
Conocí otros hombres, tuve sexo no demasiadas veces pero tampoco fueron pocas. Incluso hice el amor una vez. Pero la fantasía siguió en pie. Y es que ¿cómo se renuncia a una fantasía? La realidad está ahí, tangible, amenazando con no ofrecer nada más. A veces, riéndose de tu capacidad de soñar… Uno insiste, y es masoquista. Yo fui masoquista… Y decidí una vez quedarme a su lado aunque me hiciese daño. Decidí seguir amándolo aunque no debiese y decidí ayudarlo a encontrar su felicidad al lado de la mujer que él había escogido… Después de todo eso decían que era el amor.
El tiempo pasó, como por costumbre no sé si buena o mala, siempre lo hace. Y él se nota feliz con la vida que ha logrado y sobretodo junto a ella. Yo también me siento bien, por él y por mí, y por el hombre que me acompaña tan incondicionalmente… y seguimos siendo amigos… Y reconozco que sigo sintiendo eso dentro de mí cuando nos sentamos a comer, a mirar fotos del pasado, cuando se peina con sus dedos y cando me mira fijamente sonriendo… Se me sigue partiendo el corazón cuando lo noto triste… Y sigo teniendo alguna erección involuntaria cuando su piel se asoma por casualidad.
Aún no te he dicho por qué estoy en este lugar, hablándote sin conocerte y contándote esta historia que quizá no te interesa… Hoy estuve con él… Me contó que se casará con ella y no lo niego, sentí alegría, mucha emoción… Sobretodo cuando me pidió ser su padrino como tanta veces lo habíamos conversado sin imaginar que un día se hiciese verdad… Sin embargo en los pequeños momentos que me quedé sólo en todo su espacio, sentí celos y tristeza. Finalmente perdería a mi amigo con el que aún fantaseaba una posible vida.
La emoción volvía cuando lo veía reír contándome todos sus planes. Y hasta tener que irme, de la emoción, le di ese abrazo que había esperado tanto años por invadir su espalda y dejarlo sin aire… Él lo recibió sorprendiéndome y me devolvió la misma fuerza con sus brazos… temblorosos… Yo disfruté cada momento, cada corriente imaginaría que se cruzaba entre nuestros cuerpos que se conocían a la perfección y aún así eran completos extraños. No sé si fue porque mantuve mis ojos cerrados pero sentí correr largos minutos una vez más en silencio y al reaccionar, en mi corazón que creía que aún era posible, quise alejarme, escapándoseme un beso sobre una de esas pecas en su cuello… y uno en su mejilla… Y cuando lo tuve frente a mí, cara a cara, sin entender su mirada… Dejé un beso en su boca que se extendió por otro instante de eternidad… Una simple aproximación a su boca… Un simple roce que se mantuvo y se mantuvo sin pedir nada más… Un momento perfecto extraído de la cinta imaginaria de amor y ficción que traía grabada en mi cabeza. El escalofrío, lo suave de sus labios, lo caliente de su piel, la fuerza de sus manos que aún no se apartaban de mí y el placer que sentí… mi cuerpo, mi boca y espíritu.
Me atreví a un poco más y deslizando mi lengua por el pliegue de sus labios por un breve momento sentí la suya, su sabor y me embriagué… Sensaciones completamente desconocidas me recorrieron por todas partes mientras recorría su espalda con tanta necesidad de memorizarlo y llevarme un poco de él para cuando despertara… Y comencé a despertar… Mi lengua no volvió a encontrar la suya y no volvió a aventurarse entre sus labios. Y me retiré con los ojos cerrados con más miedo que nunca. Lo vi serio. Clavando sus ojos en mí. Volviendo a atraparme con un abrazo igual al anterior pidiéndome disculpas al oído en un hilo de voz.
Yo no entendí por que disculparse… Yo era el abusador, el desubicado y aún así había sido recompensado antes de llegar al final de la historia…
-Gracias-
Susurré yo mientras las lágrimas comenzaban a salir.
Simplemente me fui tratando de entender. Intentando pensar. Pero sin saber que pensar. Sin saber específicamente que entender. Tenía la cabeza llena de información y al mismo tiempo estaba en blanco…
Ahora.
No sé más que reflexionar.
Amo a mi amigo, más allá de cualquier cosa.
¿No lo amarías tú?
Estoy sentado en esta horilla tratando de apagar todo un sentimiento y de borrar la historia mas larga… más bonita… Y más absurda de mi vida… Rompiendo cada foto como si entregara cada recuerdo a una hoguera de sal marina. Rompiendo todas las cartas que escribí y nunca logré volver a leer para no recordarme lo tonto que pude llegar a ser.
Si mi nombre fuese Valentín habría vuelto a tomarlo y reclamarlo como mío. Si mi nombre fuese Gustavo lo habría hablado antes de huir. Pero mi nombre es otro y sólo tú lo sabes. Mi cuerpo que es tu cuerpo no sabe como sentirse más allá de lo que tú conoces. Y me muero por sus labios y quitar su camisa, y acariciar su piel de trigo con la suavidad que el viento hace bailar sus espigas… Y besar sus pecas como si con cada una me regalara más vida que vivir con él… Y conocer su desnudez y besarla toda, y lamerla toda, y poseerla toda…
Y me dan ganas de arrojarme al vacío y no arruinar su vida. Pero es mi amigo y no puedo dejarlo sólo. Pero lo amo, y debo dejarlo libre… Pero no será libre si su corazón me ama a mí, como lo sentí en su abrazo.
Y ahora que dejo volar cada trozo de papel y en ellos todo lo que he vivido a su lado, veo un desfile de momentos alumbrarse con esta luna que tanto me recuerda a él. A ese amigo que aunque no tenga a mi lado, sigue presente en mi mundo, en el trigo que se peina con el viento, en la luna amarillenta, en las estrellas de sus pecas, en la sal marina de sus labios…
Y ahora cayendo al vacío entiendo que siempre ha sido mío. De esta parte de mí que no tiene nombre, que no tiene cuerpo, que no tiene rostro. Ha sido mío cuando nunca ha sido de nadie más. Y lo llevo aquí, cayendo conmigo, acompañándome siempre en cada carcajada infantil que él me enseñó a disfrutar, en la sensación de libertad que él me enseñó a descubrir, en el deseo descontrolado, el respeto, en la confianza, en la lealtad, en los sueños, en la compañía, en el amor… este amor que no sólo puede sentir un hombre por una mujer… Y viceversa… Y que él ya sabe.
Tú, que eres el único que sabes que ya no volveré a él… Y que al saber como soy yo, sabes como es él. Y que al sentir lo que sentiste te sentiste como yo, y que al estar frente a mí, hoy, antes de este final… Si lo encuentras alguna vez… Abrázalo y no lo dejes ir.
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Tiempo que te fuiste sin decirme cuando
Pude yo tomar aquello que era mío
Y ahora me desplomo desde mis delirios
Porque es tanto amor, que no sabría como.
Que tu trigo adorne sus campos cuando tu cuerpo la ame
Que tu sal sazone sus mares cuando calmes tu sed
Y que esta luna incompleta te lleve un recuerdo mío
Y me des tus sonrisas haciéndome renacer.
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Quizá si ha sido largo, y confuso lo escrito… Quizá no ha sido lo mejor o si has entendido quizá ahora te sientas triste.
Me disculpo por todo sea cual sea el caso.
A veces hay que escribir y escribes, y cuando lees te encuentras con esto, y entonces te preguntas -¿Y de donde salió esto?- -¿Y que hago con estas palabras?-
A veces, algún susurro te responde y entonces lo publicas… Y entonces alguien lo lee, y lo entiende… Y todo tuvo sentido.
Gracias por leerme.
¡Un abrazo enorme y sincero!