Reflexión de un aspirante a putita
Nunca he tenido macho que me enseñe y me adiestre, pero mis fantasías e imaginación si han llegado, al menos, a escribir esta reflexión.
Sentir la fuerza de un buen rabo, toda su dureza presionando tu indefenso hoyito, ser consciente de todo el poder que desprende sintiéndolo a través de cada fibra muscular de tu anillo de carne al ser deformado, ensanchado, para aceptar y cumplir su función de albergar un poderosa polla, una candente barra de carne hecha para adiestrar y entrenar hoyitos a dilatarse y recibir pollas para hacerles conscientes de su papel, para que no se le olvide a tu agujerito que esta hecho para dejarse, para recibir, para servir, porque un hoyito solo es el alojamiento, lo importante, lo poderoso es el cipote del macho al que un buen culito tiene que aprender a adaptarse, a copiar su forma, sus venas, su cabeza, como si se tratase de un molde, intentando darle más calor al rabo de su macho que el que tu macho te da a través de su magnifico rabo, complementando la extraordinaria dureza de un miembro hinchado por la sangre con la flexibilidad de las paredes internas de tu hoyito para hacer sentir a tu macho a través de su pollon la comodidad de tu agujerito y tu aceptación de tu papel y tu función. Sentir el poder, la superioridad, la fuerza de tu macho transmitida por su rabo dentro de tu dócil culito, mientras tus nalguitas también te transmiten latigazos de fuerza, de poder, de seguridad por cada terminación nerviosa con cada nalgada que tu macho te da con la mano abierta a la vez que tu oídos reciben las palabras del macho que te esta enseñando, oyendo en palabras lo que esta aconteciendo en hechos, que te esta adiestrando, demostrándote cual es tu función, amenazándote con todo lo que te va hacer y toda la admiración y devoción que le debes a su rabo…son sensaciones que recorren todo tu cuerpo, toda tu voluntad, entran por tu agujerito, por tus nalgas, por tus oídos y se pasean a sus anchas por todo tu ser, llegan a tu cerebro y se instalan, lo desconectan y te empiezas a sentir a gusto con tu papel, cumpliendo tu función, sintiéndote orgulloso de lo bien que tu hoyito recibe todo el rabo de tu macho, duro, caliente, palpitante, poderoso, superior. Sabiendo que tu deber y tu obligación son las pollas, y demostrar agradecimiento al nabo de tu macho ocupándote de él, lamiéndolo, calentándolo, tenerlo entre tus manos, dejar que te lo meta por la boca y tu aprovechar para ensalivarlo bien, para hacerle sentir a tu macho el delicioso resbalar de tu saliva por todo su tronco y aprender a poner el culo para que cuando el quiera pueda darte bien a fondo que es como les gusta y se merecen los machos.
Sentir todo eso y aceptarlo es el camino de toda putita para sentirse realizada y orgullosa, orgullosa de sus manos por saber menear una polla, de su boca por tragar un buen nabo, de sus nalgas por recibir unos buenos azotes de su macho y transmitir esa sensación a todo el cuerpo, de su culito por aceptar dócilmente la invasión de un buen rabo duro, caliente que desprende poder erguido y firme.
Yo todavía no he sentido todo eso en plenitud, tan solo unas pinceladas ya que nunca he tenido macho que me enseñe y me adiestre, pero mis fantasías e imaginación si han llegado, al menos, a escribir esta reflexión.