Reencuentro mágico
qué húmeda estaba podría follarme ahora mismo y su polla se deslizaría por mi túnel sin ningún tipo de impedimento.
Era una noche de invierno, en la calle los árboles se movían de un lado hacia otro, el viento hacía insoportable la estancia fuera, demasiado frío, por lo que decidí despedirme de mis amigas y regresar a casa. Estaría sola pero la imaginaba muy caliente, era lo que necesitaba.
Al llegar, abrí la puerta y pude ver todo un ambiente espectacular, incitante, mi novio había vuelto antes que yo y se había tomado la delicadeza de recibirme como a una princesa. Observé cientos de velas encendidas por todo el salón, la chimenea también alumbraba y desprendía un intenso calor muy agradable, y desde la puerta se abría un pasillo lleno de pétalos de rosas rojas.
Era un ambiente cargado de sensaciones, los olores que desprendían las velas, todo lo que veía era especial y algo sonaba de fondo, era música muy relajante. Mis sentidos estaban alborotados, me sentía muy especial y todo era gracias a él. Yo aún permanecía inmóvil en la puerta, hasta que apareció él y se acercó a mí. Le di un enérgico beso de agradecimiento y me cogió en brazos llevándome hacia un colchón que había preparado en medio de toda su encantada preparación romántica, y junto a la chimenea. Me dejó tumbada sobre el acomodado colchón y comenzó a quitarme la ropa. Entré helada de frío pero nada más cruzar la puerta todo ese frío se evaporó y se convirtió en algo que no sabría ni explicar. Fue tan cuidadoso con cada detalle, mientras se deshacía de mis prendas iba besando mi delicada piel, pudiendo sentir mi placentero olor, mi fragancia estaba mezclada ya con un olor de mujer con deseo de tener sexo.
Yo sabía que ya estaba húmeda, mientras pasaba su larga lengua por mi cuello e iba desabrochando mi camisa, mi pulso se aceleraba y mis duros pezones podían excitarse cada vez más al rozar con mi sostén cada vez que respiraba. Y mientras él observaba mis blancos pechos, besaba mi vientre y me acariciaba entera. Empezó a lamer mis turgentes pechos y a mordisquear mis pezones. Mis caderas se movían disfrutando de sus jugueteos. Le desnudé la parte de arriba mientras me desabrochaba la de abajo para que mis pechos rozaran con sus pectorales, él podía sentir la dureza de mis pezones frotándose contra él. Por fin llegó, sus dedos ya estaban rozando ese órgano tan sensible y que tanta excitación me provoca, estaba tan mojada que sus dedos se deslizaban con extrema facilidad.
¿Pero por qué paró? Yo estaba con los ojos cerrados y noté como dejó de estimularlo. Ah!, ya continúa, es que sus dedos habían ido a parar a mis pechos otra vez pero era su lengua la que los sustituyó ahí abajo. Buf! qué bien la mueve, no perdonaría que parase. Es capaz de lamer sin cesar mi clítoris y meter a la vez, cuando quiere, los dedos sin que deje de estimularme constantemente. Su lengua se mueve tanto que mi vagina late con fuerza queriendo reventar, mi clítoris permanecía muy duro, erecto y empapado y sin ningún tipo de ganas de que esa lengua traviesa se separara ni una milésima de segundo de él. Joder, qué húmeda estaba podría follarme ahora mismo y su polla se deslizaría por mi túnel sin ningún tipo de impedimento, entraría hasta el fondo tan rápido que sólo notándolo ya me correría dejando mi pequeño agujero más mojado aún. Sólo de pensarlo ya estaba gimiendo como una loca, sus movimientos de lengua me hacían gritar sin cese alguno e imaginarme su poya navegando dentro de mí me hizo estallar en un mágico instante. Su cara se llenó de mí, y a él le encantaba tener ese olor tan cerca, lo guardaba en su cabeza para sentirlo cada vez que estábamos lejos el uno del otro.
Me dejó tan satisfecha que parecía que había entrado en el paraíso del placer y no había salido aún de él, sólo de recordarlo volví a correrme cuando vi su erecta e interminable verga colgando sobre mi ombligo y rozándolo.
Nos quedamos tumbados sobre la espontánea cama preparada en el suelo y yo notaba cómo su dura verga no podía más después de todo lo que me había visto disfrutar, él necesitaba desprenderse de algo. Comenzamos a follar sin parar y con mucha pasión, la notaba latir dentro de mí, frotándose contra mis paredes y saliendo y entrando sin parar. Estaba tan gorda que mi túnel quedó inundado completamente en unos segundos.
Permanecimos desnudos y abrazados sobre el colchón y mi piel ardía de calor, en contraste con la temperatura escalofriante de fuera. Creo que nos quedamos dormidos un tiempo, pero fue pequeño porque no lo recuerdo. Lo que nunca olvidaré fue el encuentro perfecto que me preparó y que siempre le agradeceré.