Reencuentro con Sneider Parte III

Cuatro chorros de leche saltaron en mi boca, escapándose apenas unas gotas. Sentía cómo esa espesa esperma bajaba por mi garganta. Era todo lo que pedía.

Su cara es muy tierna cuando está dormido. Sus ojos un poco achinados, con pestañas negras, no tan largas; sus labios grandes, un mentón y nariz masculina. Me gustaba verlo, sentirlo vulnerable, aunque no tuviera intención de hacerle daño. Me gustaba. ¿Si lo oyeron? Dije, me gustaba. Por fin podía ponerle un nombre a todo esto. A la sensación de escalofríos cuando lo veía, o a los nervios que me daban las expresiones de cariño en público, o la leve tristeza que me daba al estar acostados en la cama, de noche, sabiendo que estos momentos no serían eternos... aunque quisiera que lo fueran. Habíamos viajado dos horas. Cuando llegamos nos dirigimos al hotel, que quedaba en el centro de la ciudad. Cerca donde sería la inducción. Llegamos muy temprano en la mañana, por lo que dormimos un poco y luego salimos a desayunar. Esta vez era evidente que quería sentirme especial para estar con Sneider.

Salimos a las 8:00 a.m. y llegamos a un restaurante. Nunca asocié ese olor de la mañana con Sneider. Café, pan recién hecho, un calor que me brindaba una comodidad hogareña. Me gustaba voltearme y verlo más. Se notaba cohibido, pero lo comprendía. No esperaba que fuera esta la situación más normal para él. Siempre había sido el chico hetero que sale con su novia a cualquier lugar. O, en consecuencia, un hombre más que las chicas pueden valorar. No era el hombre más atractivo, pero me gustaba. Que fuera más alto que yo, siempre fue un hecho que me gustó; me hace sentir protegido. Su cuerpo, bastante marcado por el deporte. Sus labios más oscuros que su cara, piel morena, cabello liso. Sí, me gustaba.

Nos sentamos y cada uno pidió su orden. La luz del lugar era tenue, lo cual combinada con el cielo azul claro que hacía afuera. Veníamos hablando del viaje, de cómo nos parecía la ciudad, rutina básicamente. Me gustaba poder sentirme como alguien normal. Pues, la mayor parte de mi vida la pasé sin muchos amigos, y bueno lo que tenía con Sneider, no era exactamente amistad. En el sentido estricto de la palabra. Pero era lo que había. En el último año me estaba encontrando con tantas emociones con las que no estaba relacionado.

  • Bueno, creo que aún tenemos un día antes de la inducción. ¿Qué planes tienes?

  • Pues, creo que podemos hacer un paseo por el centro, hay varios museos que podemos visitar

  • ¿Museos? Jajajaja, pensé en algo un poco más divertido.

  • No tengo planes ahora, pensé que saldrían con el tiempo.

  • Sí, no te preocupes- dijo Sneider con una sonrisa leve.

Cuando terminamos de comer, salimos. Hacía mucho frío. Creo que era una de las cosas que me gustaba de la nueva ciudad, su clima siempre frío. Caminamos un poco, mientras tomábamos un taxi. Cuando llegamos al centro, empezamos a dar un paseo por las calles. Los edificios eran bastante altos, bonitos, me gustaba verlos. Sneider hablaba de cómo quería que le enviaran su mensaje de aceptación de la universidad. Bueno, por lo menos el fútbol le ha traído algo bueno. Cuando conocí a Sneider, él no era el mejor estudiante y tenía algunos conflictos con sus padres. Sobre todo con su madre. No era lo que uno esperaría. Trabajaba todo el día, y las pocas veces que estaba en casa, no era le mejor experiencia. Lo comprendía. Una vez la conocí, pero no pasó de un hola, por ambas partes. Su padre no era tan agrio, pero agradable no sería u adjetivo que usaría para describirle. Sin embargo, sí que era el más montador de la clase. Alardeaba de su masculinidad y cualidades en la cama con las mujeres. Aunque con algunos comentarios referidos a sus compañeros, y en unos casos, a mí. Es curioso que en algún punto llegué a tocarme pensando en él. En cómo sería ver lo que cargaba en esa pantaloneta que mojaba en cada partido. Sí, qué rico. Y ahora tenerlo para mí, para servirlo. Me encantaba la idea. Sin embargo, quedaba muy poco de ese chico tan extrovertido. Y hay muchas otras cosas que descubrimos durante el tiempo que estuvimos separados. Yo por mi lado... mi estrecha relación con las drogas.

La primera vez que lo hice, fue con unos amigos de mi curso. Nos reunimos con cinco de ellos y lo pegamos. Fue una experiencia demasiado buena. Aún recuerdo lo relajado que me colocaba inhalar ese porro, cómo se sentía todo lo que escuchaba, lo que sentía, sí. Pero no estaba muy seguro de que Sneider lo hiciera, o si estuviera de acuerdo. Solo, lo tomaba como un dato personal, a nadie más que a mí le importaba. ¿Además, cómo no iba a drogarme? Por favor, es que mira mi vida. No drogarme sería un sinsentido. Pero tal vez hablarlo con Sneider no fuera el fin del mundo.

  • ¿Sabes de qué me dan ganas este clima?

  • A ver - dijo Sneider con una sonrisa pícara.

  • De un porro.

Sus cejas se estrecharon un poco, cambiando levemente su expresión.

  • Okk... No sabía que lo hacías.

  • Bueno, la gente no sabe que lo hacemos. Cada uno tiene sus secretos.

  • Aunque me hubiera gustado saberlo antes.

  • Lo sabes ahora. ¿Te molesta?

  • No, solo que no sé mucho del tema.

  • Jajaja no hay que saber nada Sneider. Es solo recreación. Aunque podemos dejarlo para otro día.

  • Dudo que podamos conseguir hierba ahora. No conocemos a nadie.

  • Nunca dije nada de comprarla.

  • ¿Cómo es que pasas drogas por el aeropuerto? - dijo, mientras negaba con la cabeza.

  • Lo importante es que, si quieres, quiero.

  • ¿Esperas que lo hagamos acá?

  • Sí, podemos ir caminando mientras hablamos de lo que... dos amigos hablen.

  • Ya no uses esa palabra... creo que entre nosotros si podemos llamarnos...

  • ¿Novios?

  • Sí - respondió Sneider mientras se agachaba para darme un beso que duró muy poco.

Dispusimos a caminar aún más, mientras tratábamos de fumar disimuladamente por la calle. Ese humo comenzaba a entrar en nuestros pulmones, mientras los sentidos se soltaban y una expresión risueña adoptaba nuestros rostros. Podía sentir cómo fluía más nuestra conversación, aunque no quería estar lo suficientemente alto para decir algo inapropiado. Por eso, siempre trato de controlarme.

  • Bueno, para nada eres un novato Sneider.

  • No creo que se necesite de mucha experiencia.

  • Bueno, esperemos.

  • Ahora, quiero que me digas por qué esta ciudad, por qué esta carrera.

  • ¿Enserio quiere un tema aburrido para este momento?

  • La verdad, solo quiero que me digas porque tan lejos de mí.

  • Ah, Sneider, yo...

  • Sé que no te gusta la idea de ser tan discretos, pero aún la pasamos bien, babe. Digo, aún te gusto, ¿no?

  • Claro que me gustas, solo que yo quiero que las cosas cambien. No contigo, sino, mi vida.

  • ¿Qué hay de malo con ella?

  • ¿Qué hay de malo? Vamos, no es como si fueras nuevo con todo esto. No me gusta mi vida y estoy cansado de solo aceptarlo sin más.

  • No sé por qué todo esto me suena tan personal.

  • No es por ti, lo juro. Es por mí. Pero nunca dije que quería que esto se acabara, yo solo quiero que funcione.

  • Pues, hubieras podido pensar un poco en mí... así como yo pienso en ti.

  • ¿Pensar en mí? Por favor, como si tuvieras otras opciones más que una universidad de la ciudad.

Ay dios, creo que lo arruiné.

  • Entonces así me ves. ¿Como el descerebrado que te coge fuerte, ah? ¿Eso soy para ti? ¿Una fantasía por cumplir?

  • Yo, no... de verdad no quería...

  • Sabes, alguna vez escuché que la marihuanna amplifica tus emociones. Y por tu comentario, estoy empezando a pensar que es verdad.

  • No, yo no creo eso, solo que no sé por qué dije eso...

  • Creo que será mejor volver al hotel- dijo Sneider rotundamente, mientras buscaba un taxi para parar.

  • No, Sneider, escúchame por favor... Yo no creo que seas un descerebrado, solo fue un comentario sin sentido.

  • Lo tuvo para mí.

  • No tomo esta decisión por alejarme de ti, solo que no creo que haya otra opción para que las cosas sean diferentes.

  • Diferentes sin mí. Me quieres como parte de tu pasado.

  • Te quiero más que a nada...

Vi cómo, a pesar de estar dándome la espalda, me miraba de reojo.

  • Me gusta lo que hemos formado, sea como se llame, y lo he aceptado, aunque muchas de las cosas que pasan en todo esto no me favorezcan. Pero quiero que funcione, como lo ha venido haciendo hasta ahora.

  • Ok, aunque aún no te perdono del todo.

  • Bueno, será mi tarea convencerte... en el hotel

  • ¿No es esa la policía?

Cuando vi la policía venir, un sudor frío comenzó a bajar por mi cabeza. Aún no habíamos acabado con el porro completamente, y no quería botarlo.

  • Ven, caminemos rápido.

  • Creo que vienen detrás de nosotros.

La moto de la policía se acercaba más y más. Sentía la presión de la sangre en mi cabeza.

  • ¡CORRE! - le dije a Sneider, tomando ventaja.

Las sirenas comenzaron a sonar, la policía aumentaba su velocidad y yo me quedaba atrás de Sneider. Bueno, el físico de nadador no me estaba sirviendo de nada, mientras Sneider alcanzaba lo de tres pasos mío en una sola zancada.

  • ¿Qué te pasa? Corre más rápido.

  • Perdón, señor futbolista - dije entre suspiros. El aire se me iba de los pulmones. Creo que no era el mejor momento para estar en una calle llena de edificios. No tenía salida.

  • Por acá! - dijo Sneider, mientras tomábamos una intersección con una gran pared.

Me alzó en sus hombros, de forma que pude subirme al muro. Pero estaba tan agitado, que caí al otro lado, de espalda. ¡Pac! No sentía la espalda y podía notar cómo perdía la coordinación en el suelo. Vi a Sneider en la cima del muro. Cuando bajó, empezó a preguntarme cosas.

  • ¿Estás bien? Yo... ah, creo que la policía no podrá seguirnos por acá, pero hay que irnos.

Me levanté con dificultad, caminando por el suelo envejecido de lo que parecía era... ¿Una casa vacía?

  • Bueno, creo que estuvimos cerca - dijo Sneider suspirando. Tenía su cabeza bañada en sudor.

Entramos a la casa y todo era muy deplorable. No había luz, solo unas cosas dentro de la sala, como un colchón, una mesa con un soporte roto y una caja. Sneider se sentó en el colchón y empezó a hablar.

  • Creo que podemos terminar acá lo que empezamos - dijo, mirándome profundamente.

  • Bueno, si tú lo pides.

Saqué el porro una vez más. Estaba quemado y algo doblado, pero serviría. Después de una maratón con la policía, bueno, no podía ser muy exigente. Lo prendimos y ahora sí llegábamos al máximo de nuestra traba. Me acerqué al colchón, sentándome al lado. Pasó su brazo sobre mi hombro. Me hacía sentir lo caliente que estaba el cuello de mi chaqueta. Protección, de nuevo. Esa sensación volvía a mí.

  • ¿Me gusta verte, sabes?

  • A mí también - dije, con los ojos chinitos y con la mirada más ida que nunca.

Nos besamos lentamente. Sus labios eran suaves y delicados, los cuales hacían un match perfecto con lo afilado de sus dientes. Sentí cómo me transmitía ese lívido preponderante. Viril. Sí, quería que me tratara así. Sin embargo, no podía dejar de pensar en mis comentarios anteriores. No quería ser una mierda con él. Quería que funcionara y con esos comentarios, dudo que fuera a ser así. Mi mano empezó a recorrer el abdomen cubierto por su camiseta. Quería esto, sí. Lo deseaba.

  • No creo que sea un buen lugar para iniciarnos.

  • Vamos, Sneider. ¿No quieres?

  • Claro que quiero, solo que no quiero tener que huir de la policía con mis pantalones abajo.

  • No nos atraparán, solo, relájate, déjate ir.

Metí mi mano en su pantalón, descubriendo su miembro, duro y jugoso para mí.

  • Amor, creo que tengo que ir a...

  • ¿Sí?

  • Creo que tengo ganas de ir al baño, debo orinar.

  • Bueno, tienes un patio entero.

Sneider se levantó y fue al patio, era muy amplio, aunque alcancé a escuchar cómo las gotas de su meada caían en el suelo. Vaya si recordaba ese sonido, el cual una vez fue contra mi cara. Aún recuerdo cuando Sneider se ponía sucio y me meaba la cara en su casa. Sí, lo recordaba. Hace mucho no lo hacíamos, por lo que pensé que sería interesante. Caminé suavemente atrás de él. Cuando está más cerca, pude escuchar con todo detalle su meada. Mi macho. Lo abracé por su espalda, mientras ponía mi cara en su espalda y mi mano a su paquete. Me encanta lo caliente que estaba, mientras dejaba caer ese chorro dorado. Vaya sí tenía que ir a orina. Ya llevaba mucho con esa meada y aún no acababa. Procedí a arrodillarme, siguiendo mi sumisión, para recibir ese nectar del falo de mi hombre. Ese chorro caliente cayó en mi boca, haciendo poner en un dos por tres. La cara de Sneider era de pura sorpresa, no se imaginaba que su perrita suplicaba porque la trataran como la sucia que es. Sí. Eso me gustaba, ser humillada por el hombre que lo folla. La meada salía por las comisuras de la boca, por lo que solo podía tragar un poco, mientras lo demás se escurría por mi pecho, mojando mi camiseta.

  • Bueno, me encanta que lo pidas. Y pensándolo bien, creo que es momento de castigarte mucho.

  • Sí... quiero.

Procedí a chuparle su verga, la cual aún se mantenía con el sabor salado de la meada. Lo llevaba al fondo de mi garganta, haciendo lagrimear los ojos. Sí, mi garganta babeada su punta, la cual se colocaba más tiesa. Sus manos comenzaron a dirigir la mamada, haciéndome atragantar. Me encantaba tenerla cada vez más profunda. Esta vez tuve pocas oportunidades de admirar su polla, estaba ocupado en recibirla violentamente en mi boca. Sí, eso era lo que me merecía. Una vez terminó de follarme la boca, me dejó olfatear sus bolas. Me encanta lo pesadas que se sentían en mi cara. Sí amo. Me encanta tenerte así, mío. Metí un testículo en mi boca, mientras Sneider se masturbaba. Me ponía demasiado esar complaciéndolo mientras se encargaba de su polla. Tomó mi cabeza y la enterró más entre sus piernas. De forma que pudiera lamer su culo. En estos días no lo había visto depilarse, y ahora lo comprobaba. Sentía esos pelos gruesos, que me hacían sentir como una perra más sucia.

  • Ohhh sí... me gusta, dámelo...

No pude continuar hablando, porque volvió a tomar mi cabeza, obligándome a seguir chupando su culo.

  • Vamos, menos palabras y más trabajo.

Duré varios minutos lamiendo su ano, hasta que sacó mi cabeza y me dejó mamar su verga de nuevo. Ya estaba en su máxima erección. Su longitud podía tapar toda mi cara. Puse mis ojos concentrados en su mirada, esperando la siguiente orden. Me llevó arrastrado al sofá donde nos habíamos sentado hace un momento. Me puso en cuatro, con la cabeza abajo. Me encantaba que mi culo estuviera a su disposición. Siempre. Su lengua se clavó furiosa dentro de mí, invadiendo mi agujero, haciéndome gemir. Ahhhh sí, eso era lo que quería, que me sometiera. Su lengua comenzó a recorrer mis bolas hasta mi ano, nalgueándome de vez en cuando. Puso su bulto en la entrada de mi culo. Lo deseaba, lo anhelaba. Mi culo palpitaba del placer, de que me penetrara.

Ya estaba acostumbrado al tamaño de mi hombre. Ya no pasábamos por la etapa de dolor/placer. Ya era solo placer. Y cómo facilitaba las cosas para que yo le sirviera. Su pene entró con fuerza, llegando a mi próstata en la primera embestida. Mi espalda se arqueó instintivamente. Mi ano atrapaba ese tubo de carne que se apoderabas de mis entrañas. Esa presión que se colocaba en la parte de mi espalda. Sí, era lo que quería. Me tomó de las manos jalando de ellas, mientras el ritmo de su cadera casi no hacía pausas. Sus caderas golpeaban mis nalgas con cada embestida, sentía esa fueria que se descargaba en mí.

Después de varios minutos estando ensartado por Sneider, me sacó su verga de mi culo sin darme cuenta. Me tomó del pelo, mientras seguía masturbándose rápidamente. "Quiero que te lo tragues todo". Ohhh sí, dámelo. Dame la leche de papá. Ahhh sí. Cuatro chorros de leche saltaron en mi boca, escapándose apenas unas gotas. Sentía cómo esa espesa esperma bajaba por mi garganta. Era todo lo que pedía. Traté de ver su rostro, pero la noche se hacía cada más oscura para nosotros; pero lo oía, sus suspiros que se iban ralentizando. Sí, podía sentirlo, había triunfado. Había complacido a mi macho.

  • Creo que es hora de irnos.

-Sí, uff. Creo que es hora.

Nos pusimos la ropa y mientras nos vestíamos, le pedí disculpas.

  • No fue justo como te traté hace unas horas... No eres mi fantasía, Sneider. Es decir, antes sí, pero ahora, después de lo que hemos pasado, sé que no lo eres más. Que es algo que va más allá de ello.

  • No dijiste nada que no fuera cierto.

  • No digas eso. Para mí, eres uno de los mejores hombres que conozco, y creo que puedes tener todas las oportunidades que busques - dije, mientras me acercaba a su mejilla - Fue enteramente mi culpa. Prometo que nunca más trataré de hacerte sentir así.

  • Igual te vas. Eso también me hace sentir así.

  • ¿Y dejar ir una oportunidad?

  • ¡¿Y si no es una oportunidad?!

  • ¿De qué hablas?

  • ¿Has leído la letra pequeña de a lo que te estás presentando? ¿Eres conscientes de que podrías fallar, como cualquiera? O es que tu ego no te deja ver más puntos de vista.

  • ¿No confías en mí? ¿Es eso?

  • Ay, por favor. No todo tiene que ver directamente contigo. La gente falla, ¿sabes? Comete errores, vive su vida, en fin. Tú no consideras eso y tu financiamiento tampoco.

Nunca lo había imaginado de esa forma. Y no porque nunca me hubiera imaginado un mal panorama para mí y de mis acciones. Solo que tenía miedo... Quería que fuera mi impulso de lucha, más que otra cosa. Y ahora Sneider...

  • Claro que lo sé, solo que no es la forma en que esperaba que me lo dijeras.

Odio cuando no me doy cuenta y empiezo a llorar. Lo odio. Y odiaba ese momento porque estaba pasando. Mis lágrimas caían cálidamente en mis mejillas. Aunque quisiera aguantarme, ya estaba ahí.

  • Y creo que tienes razón, espero la aprobación de TODOS INCLUYÉNDOTE PORQUE NO SÉ MÁS CÓMO LUCHAR.

  • No dije que no fueras capas, solo entiende...

  • No me digas que entienda. Tú lo viste, viste lo difícil que fue para mí sobrevivir a esa escuela de mierda. TÚ MÁS QUE NADIE LO SABE. ¿Y JUZGAS MI FORMA DE SEGUIR ACÁ?

  • Nunca lo juzgué. Solo no quiero que sea el miedo lo que apoye algo que no quieres, que ni te gusta. Te traicionas a ti mismo y no lo sabes.

  • Me traicioné a mí mismo en el momento que acepté que fuéramos novios después de tanto tiempo de maltrato. No me hables de traicionarme a mí mismo.

  • No me culpes así... A TI TAMBIÉN TE GUSTABA. No todo es mi culpa.

No podía verle la cara, pero sentía su respiración, tensa. Ambos estábamos de pie, pero yo estaba tan molesto. Tan... ofendido. Pero entendía. Entre toda la confusión entendía que decía la verdad.

  • Yo sólo quería que lo pensaras, porque creo en tí, en que puedes hacer lo que de verdad te gusta a tú manera, sin la presión de nadie. Y yo... quiero ver cuando eso pase.

  • ¿Quieres que vaya a mi casa y les diga que echaré todo por la ventana? ¿Que se acabó, antes de que iniciara?

  • Quiero que seas Feliz, Oscar. Solo eso - me abrazó mientras me daba un beso en la frente. Nunca me había sentido tan vulnerable como en este momento. Su camiseta se empapaba de mis lágrimas.

  • Qué locura todo esto. Quiero volver al hotel.

Salimos de esa casa y pedimos un taxi. Ambos estábamos bastante desarreglados y notaba un ardor en los ojos de Sneider. Muchas preguntas surgían en mi cabeza. Sobre todo, porque no sabía qué tanto me estaba aportando todo esto a mi vida. Si es que aún me importaba algo de ello. Lo siguiente que supe era que tenía que hablar con mi madre.