Reencuentro con Paula Capítulo 5.2

La tarde del lunes. Visita a la clínica para ver la evolución de Paula.

Recomiendo leer las partes anteriores de esta historia para poder entenderla, próximamente iré subiendo más partes.


Lunes por la tarde, a la hora de la comida, en un bar próximo al bufete en el que trabajo, comida con Lucía.


Llegué al restaurante, Lucía estaba en la puerta, esperándome, se había vestido de manera informal, con una falda larga, y una camiseta blanca, con un mensaje de algo relacionado con las Matemáticas.

Tras saludarnos, Lucía, me dijo al oído, que, desde que nos despedimos la noche anterior en el bar cercano a mi casa, no había parado de pensar en mí, y no podía ni quería esperar hasta la noche para verme.

Pasamos al restaurante, nos sentamos en torno a una mesa, y pedimos cosas del menú del día, para ir rápidos, tomamos lentejas e hígado encebollado, de menú.

Mientras esperábamos a que llegara la comida, tomando una Coca-Cola (Yo, porque tenía que regresar al trabajo), y una cerveza (Lucía), ella me confesó que, por la noche, le había costado dormir, y se había estado masturbando con fuerza, pensando en mí, y en lo que podría hacerle, en como pensaba follarla.

Le tuve que explicar a Lucía que, si había querido quedar conmigo, solo para follar, o que me la follase allí mismo, en el baño del restaurante, por ejemplo, había pinchado en hueso, aunque sí le di la oportunidad, de quedar por la noche, si no le importaba coincidir con Sara y con Alicia en la cena, y, quizás, allí, en mi casa, sí que habría la opción de follar.

Lucía se sintió un poco decepcionada, pues me dijo que no le hubiera importado que me la hubiera follado en ese baño, pero aceptó la propuesta de vernos en mi casa, aunque tuviera que follar delante de más gente, ya lo había hecho en alguna ocasión, y le excitaba la idea.

La camarera, una dominicana con algo de

sobrepeso,

pero con unas tetas naturales de buen tamaño, nos trajo los primeros platos, Lucía, no pudo evitar mirarle las tetas, y yo, aproveché para preguntarle, si le gustaba lo que veía, Lucía, me respondió que sí, porque también le gustaban las chicas, en especial, las latinas y las de países caribeños.

Se me ocurrió la idea, de pedirle a Lucía, que intentara ligar abiertamente con la camarera, a ver si tenía suerte y lograba algo; Lucía, con algo de miedo, pero mucho morbo también, me dijo que, al menos, lo iba a intentar, aunque no prometía nada.

Cuando la camarera regresó con los platos de hígado, Lucía, se arrancó, y con total naturalidad, le preguntó a la camarera, si tenía algún plan cuando acabara su turno, y si le apetecía ir a la casa de Lucía, a hacer alguna cosa.

La camarera, sin sorprenderse, le dijo a Lucía que, su turno, acababa a las 17:00, cuando acabara de recoger las comidas de los clientes, y, hasta el día siguiente a las 09:00, no tenía otro turno en el restaurante, por lo que podían quedar.

Una llamada al móvil de Beatriz, para resolver otro asunto urgente en el bufete, me hizo tener que despedirme de Lucía con algo de prisa, aunque conseguí tomar el flan de postre; antes de despedirme de Lucía, con un rápido beso en sus labios, quedé con ella a las 21:00 en mi casa (Con la idea de poder follármela antes de que llegaran Sara y Alicia), y le pedí que se divirtiera todo lo que pudiera con la camarera del restaurante.

Regresé a la oficina, para mi sorpresa, Beatriz y Patricia estaban juntas, esperando a la puerta de mi despacho, a que llegara, para plantearme más problemas en el caso que me había presentado antes Patricia, pues, Beatriz, había encontrado alguna cosa mal en la contabilidad, y había que revisarla.

Estuvimos cerca de dos horas, hasta las 17:30, más o menos, revisando el tema, hasta que dimos con una solución al conflicto; tardamos tanto porque, Beatriz y Patricia, se pusieron a discutir de tonterías, que no tenían que ver con el trabajo, y perdimos el tiempo, “jugando al teto”, como diría Don Simón.

Tenía una hora libre, antes de tener que agarrar el coche e irme a la clínica donde estaba Paula, para hablar con Carolina y que me contara cómo iban las cosas con Paula, sobre su estado de salud.

Iba a ponerme a trabajar en el caso planteado por Isabel, cuando me llamó mi padre, y me pidió que le pidiera permiso a Don Simón, si hacía falta, para salir ya del bufete, e ir con él a tomar algo, porque quería hablar conmigo de algo importante.

Quedamos en que nos veríamos en un bar próximo a su despacho, en una de las oficinas de las 5 Torres que hay en Madrid ciudad, avisé a Don Simón de la situación, que no puso pegas, porque ya mi padre le había dicho algo sobre el tema, de hecho, se habían visto para comer, ese mismo día, y, Don Simón, justo estaba de regreso de esa comida cuando le vi y le expliqué.

Bajé en el ascensor hasta el garaje, agarré mi coche y fui hasta las inmediaciones del bar donde había quedado con mi padre, mientras iba hacia allí, llamé a mi madre, para saber cómo estaba y si sabía de qué me quería hablar mi padre; pillé a mi madre con sus amigas de la urbanización, tomando el té en casa de una de ellas, y no me quiso decir el motivo, aunque, me dio a entender que sí lo conocía, y que, quizás, no me iba a gustar demasiado.

Aparqué el coche en un parking cercano, y caminé los doscientos metros que separaban el parking del bar en el que había quedado con mi padre.

Mi padre tardó unos 10 minutos en llegar, pedí un café mientras esperaba a que llegara, y, finalmente, él llegó, acompañado como siempre de su personal de seguridad, que, se sentó en torno a  una mesa del bar, y, discretamente, le protegía de cualquier posible amenaza.

Sin muchos rodeos, tras saludarnos y pedir sendos cafés, mi padre, fue al meollo del asunto.

Mis padres se estaban empezando a preocupar por el hecho de que no consiguiera encontrar una mujer en condiciones para poder casarme con ella y tener hijos, darles nietos, así que, habían decidido pasar a la acción, y presentarme a alguien que me pudiera gustar a mí, y con quien poder dar esos pasos.

Sin darme ni siquiera la opción de protestar ni de decir nada, mi padre me dijo que, al día siguiente, habíamos quedado para comer con Alexandra, una arquitecta que trabajaba en una de las empresas de mi padre desde hacía algún tiempo, que era de ideas muy conservadoras y de buena familia, y con la que, sin duda, me iba a llevar muy bien y sería la mejor influencia para mí.

Yo no estaba muy convencido del asunto, pero, decidí dar un voto de confianza a mis padres, al fin y al cabo, si no acertaban, siempre podría decirlo con calma, y parar la relación, antes de que las cosas se fueran de madre.

Mi padre tenía que regresar a sus empresas, a su despacho, me dio los detalles del restaurante, de estilo asador y que ya conocía por haber comido allí los dos o los tres juntos (Mi madre, a veces, también iba; otras, era comida padre/hijo), y quedé en que estaría allí, al día siguiente, a las 14:45, para conocer a Alexandra.

Fui a buscar el coche, pagué el parking, y me dirigí a la clínica, situada a las afueras casi de Madrid, por la zona de Las Tablas.

Llegué con algo de tiempo a la cita que tenía, faltaba un cuarto de hora, así que, tuve que esperar en una agradable sala de espera a que, Carolina, se quedara libre y me pudiera atender, para hablarme del estado de salud de Paula.

Finalmente, vi a Carolina, ya con visión total, iba vestida con el uniforme de médico, que le quedaba bastante bien, me hizo pasar a su despacho, amplio, y en el que ponía que era la jefa de cirugía plástica, algo que no me esperaba por su juventud.

En el despacho, Carolina, me pidió que esperásemos unos minutos porque, Almudena, la neurocirujana, estaba a punto de llegar para explicarme lo que le habían hecho ya a Paula, porque, la situación de su postura, era algo peor de lo previsto inicialmente.

Carolina sí que me contó que, por suerte, de estado general de salud, no estaba mal Paula, pero que, con la idea que había tenido Almudena, iba a mejorar incluso, se iba a poder mantener.

Almudena llamó a la puerta del despacho de Carolina, y entró, me saludó sin muchas ganas, como si nos estuviera haciendo un favor que no quería hacernos en realidad, y se sentó en una silla, a mi lado.


Breve descripción de Almudena

Bajita (Algo menos de 1.65), rubia, guapa, pero no me atrajo demasiado, un poco de morbo sí que me dio, pero no era el tipo de mujer que me follaría, mal carácter, pero sabe mucho de Medicina, y trabaja muchas horas al día en la clínica, le encanta su trabajo.


Almudena me estuvo explicando los procedimientos médicos que le habían realizado a Paula, un análisis completo de sangre, con buenos resultados, una prueba en la espalda, con resultados solo regulares, y un par de ideas que, Almudena, había tenido, para humillar más a Paula.

Para resolver el problema de la espalda, la mejor solución, para evitar una cirugía, era la colocación de dos collarines, uno en el cuello con apoyo de mentón, y, el otro, en la cabeza, me dijeron que se llamaba Halo o algo así, y que, durante 3 meses, Paula, no tuviera ningún movimiento brusco.

Carolina le interrumpió a Almudena, que se quedó con la palabra en la boca, y me dijo que, Marta, ya sabía todo, estaba de acuerdo con el procedimiento y podría alojar a Paula en su casa, con cama de hospital y todo, a partir de que dieran de alta a Paula en la clínica, lo que pasaría el siguiente lunes, si todo iba según lo previsto.

Las otras dos ideas, se le habían ocurrido a Almudena, al enterarse del resumen que, Carolina, le había hecho de lo sucedido desde el viernes hasta ese momento.

La primera idea, era la de solucionar el tema del pis de Paula, al tener que estar tres meses en la cama, la mejor solución, iba a ser que usara pañales, pero, pasados los 3 meses, cuando ya pudiera usar el baño otra vez, al moverse, se le pondría una sonda vesical, con la que se podría controlar su pis, abriendo y cerrando la sonda a voluntad de Ana, que se tendría que encargar de ella, y de la bolsa de pis; según me explicaron, era el mismo sistema que llevaban las asistentas de Marta.

La segunda idea, tenía que ver con la alimentación de Paula, teniendo en cuenta el ritmo de clientes que iba a llevar, casi sin poder parar ni a comer, al estar 24/7 follando con los clientes.

Almudena pensó que, al acabar los 3 meses de inmovilización, se le colocaría a Paula otra sonda, en este caso, nasogástrica, de forma que, con una sola toma de comida al día, con una comida especial, habría suficiente; de nuevo, Ana, se encargaría de todo.

Aunque pedí a Carolina y a Almudena, poder ir a ver a Paula, para darle ánimos para la cirugía, programada para el día siguiente, ambas me dijeron que, Paula, estaba llena de vías, sedada y durmiendo, para que ya se despertara cuando acabaran las cirugías, por lo que no les parecía buena idea que me pasara ni siquiera a verla.

En torno a las 19:45, me despedí de Almudena, que regresó a su trabajo, aún le quedaban varias horas de turno en la clínica, pero, Carolina, me pidió que me quedara unos minutos, porque ya tenía un plan para saber si, a Beatriz, le gustaba yo o no.

Carolina me explicó el plan, ya había configurado con Sara una llamada que me haría, mientras estábamos los dos, tomando algo con Beatriz en alguna terraza, de modo que, Carolina y Beatriz, se quedarían a solas, tras irme yo a atender la llamada de Sara, y, Carolina, le intentaría sonsacar algo de información a Beatriz, sobre si le gustaba yo.

Llamé a Beatriz, que se sorprendió un poco de que estuviera invitando a eso, pero aceptó de buen grado, la cité en el mismo bar donde había visto a Lucía por primera vez, y, después, Carolina, me pidió que la esperase, que se iba a cambiar, y, con rapidez, nos veríamos en la sala de espera, para ir hasta el bar, cada uno, en nuestro coche.

Ya en el garaje, con Carolina cambiada con ropa de calle (Un cómodo vestido negro algo escotado y unas botas, sin nada de ropa interior, porque, Carolina, me dejó ver que no la llevaba, al subirse el vestido y mostrar su coño al natural), fuimos a los coches, yo me subí en el mío y, Carolina, en el suyo, un Volkswagen Tiguan.

Llegamos a mi casa, aparqué mi coche en el garaje y, Carolina, aparcó en el mismo parking donde, Claudia, había dejado su coche el sábado, y quedamos en que nos veríamos en el bar, haciendo como si fuera una casualidad muy casual, nada previsto ni pensado.

Llegué al bar, Beatriz ya estaba allí, con la misma ropa de ir a trabajar, no le había dado tiempo a cambiarse, nos sentamos en torno a una de las mesas de la terraza, para poder fumar, la misma en la que se había sentado Lucía el día anterior, pedimos un par de cervezas, pues ya no íbamos a regresar al trabajo hasta el día siguiente, y hablamos de temas de trabajo, mientras miraba mi móvil y le enviaba a Carolina un mensaje de

Whatsapp

, para que empezara el plan.

Carolina pasó por delante de la terraza, con total normalidad, y con una bolsa de una tienda de ropa, como si hubiera estado de compras por la tarde y, el destino, hubiera hecho que pasara por allí.

Saludé a Carolina, poniendo cara de sorpresa, y, tras hacer las presentaciones de rigor, fue Beatriz quien le dijo a Carolina que se sentara con nosotros, Carolina, dijo que no en un primer momento, pero, finalmente, aceptó.

Sara no tardó en llamar, estaba hablando con su hermana, pero ya estaba a punto de terminar, por lo que podía ir ya a mi casa, y esperar allí, a Lucía y a Sara con Alicia, para la cena; para esa cena, Sara me pidió que encargara sushi, lo que más le gusta a Alicia, con la idea de tenerla contenta desde el principio.

Llegué a mi casa, eran las 20:30, tiempo de sobra para encargar ya la cena, que la fueran preparando y recibirla sobre las 21:20, y, también, a las 21:00, recibir a Lucía, y que empezara a disfrutar de sus habilidades a la hora de hacer felaciones.

Me senté en uno de los sofás del salón, y, con el móvil personal, encargué la cena para los 4 que íbamos a estar presentes (Alicia, Sara, Lucía y yo), en un restaurante japonés que ya conocía y que ofrecía buenos productos.

Lucía llegó a las 21:05, se disculpó por llegar tarde, pero, la camarera dominicana, la había entretenido y, por poco, ni llegaba a la cita conmigo, porque se habían quedado dormidas después de haber estado comiéndose el coño la una a la otra, durante una buena parte de la tarde.

Lucía llevaba un pantalón corto y una camiseta, la misma que por la mañana, y deportivas a modo de calzado, pues había salido a la calle, con la excusa de que iba a salir a dar una vuelta (Para no levantar sospechas con la compañera de piso con la que vivía).

Le pedí a Lucía que se desnudara, y, ella, un poco dubitativa, accedió, estuve cerca de tener que repetírselo, pero, poco a poco, fui descubriendo su bonito cuerpo, no llevaba

sujetador,

pero sí un tanga negro, que se quitó, y dejó tirado debajo del sofá, haciendo antes una especie de bola con él.

Lucía me empezó a besar, una vez que ya estaba desnuda, e iba a comenzar a bajarme el pantalón (Me había puesto ya cómodo, a pesar de la visita de Alicia a quien no conocía), cuando sonó el timbre, y nos interrumpió.

Le pedí a Lucía, que fuera a abrir la puerta, era Sara, que iba acompañada de dos mujeres, a una, para mi sorpresa, ya la conocía (y vosotros, también), era Isabel (nieta), que, curiosamente, era la hermana de Sara, algo que me sorprendió, pues no me lo esperaba porque no había ningún parecido físico entre ellas.

Alicia era la otra mujer que acompañaba a las dos hermanas.


Breve descripción de Alicia:

En torno a los 40 años, con pinta de ejecutiva agresiva, rubia, con un tatuaje en un brazo que le cubría toda esa zona, toda la manga, muy atractiva, tetas de buen

tamaño,

pero naturales, y unos abdominales mejores casi que los de Carolina.

Iba vestida con una falda de tubo de cuero y una camisa blanca, que no le quedaba nada mal y le hacía un culo casi perfecto, sin duda, curtido en el gimnasio.


Pasamos al salón de mi casa, aunque, Isabel, al ver el panorama, se puso seria y prefirió irse ya a su casa, según dijo como disculpa, tenía al chofer esperando, y quería irse ya (el chofer), a su casa a descansar unas horas.

Así que, nos quedamos Alicia, Sara, Lucía (A la que, Alicia, le pidió que se quedara tal y como estaba, sin vestir) y yo, en el salón de mi casa, hablando, y esperando al repartidor del sushi, para poder empezar a cenar; por suerte, todos los presentes fumamos, así que, esperamos fumando sendos cigarrillos.