Reencuentro con Paula capítulo 4.3

Domingo por la noche. Visita a la mazmorra de Ama Marta. Conozco a Cristina, una switch amiga de Ama Marta.

Recomiendo leer las partes anteriores de esta historia para poder entenderla,

próximamente

iré subiendo más partes.


Domingo por la noche en el ático de Ama Marta.


Al acabar la cena, Marta, me tomó de la mano y empezó a hacerme un recorrido por su espléndido ático de Aravaca.

La primera parte de su casa, para poder recibir a cualquier persona sin dar a conocer los verdaderos gustos de Marta (A pesar de las dos sumisas que recibían las visitas vestidas con el uniforme de látex, en casos concretos, bastaba con esconderlas, a la hora de recibir ciertas visitas), y, ya más dentro de la casa, una mazmorra para juegos BDSM de unos 250m2, algo menos de la mitad de la casa, dedicada a esos juegos.

Aunque Sara y yo, cada uno, tenemos una habitación para ese tipo de juegos de temática BDSM, en realidad, es más un vestidor, en el que guardamos los elementos de juego, que una sala en sí misma.

Pasamos por la habitación donde duerme Marta, una impresionante suite, con un vestidor aún más impresionante, todo lleno de ropa de cuero, de látex y una gran colección de prendas de piel (En especial, abrigos de visón), así como de zapatos y calzado (La mayoría botas), a todo lujo.

Cuando pasamos por la habitación de Susana, por privacidad, no entramos, aunque yo, ansiaba que llegara el momento de entrar con Susana y follármela, para que me demostrara si de verdad se le daba tan bien como hacer mamadas.

Antes de dirigirnos a la mazmorra para practicar BDSM, fuimos a la terraza de la casa de Marta, de casi 300m2, con vistas a todo Madrid, y con varias zonas de ocio, casi se podía montar una discoteca allí para los meses de verano, también había 4 casetas para perros, 2 para una pareja de pastores alemanes, y 2 para otra pareja, en este caso, de rottweilers; Marta me dijo que, algunos

sumis@s

, los pedían para jugar con ellos.

Atravesamos un pasillo y llegamos a la joya de la casa, la mazmorra, para entrar, Marta tuvo que abrir con una de las llaves que llevaba al cuello, la puerta de acceso a la mazmorra.

Lo que vi nada más entrar, me impresionó, a pesar de que soy difícil de impresionar.

La mazmorra estaba dividida en dos partes muy bien diferenciadas, una que parecía una clínica médica, perfectamente equipada, Marta me explicó que, cuando había algún cliente, algún

sumis

@ a quien le gustara los juegos de tipo médico, alguna de las doctoras a las que conocía, acudían a ayudarla para poder aplicar correctamente y de forma médica y profesional, distintos tratamientos, algunos tan extremos como escayolar por completo el cuerpo del

sumis

@.

La otra parte, más oscura, me sorprendió todavía más, pues en ella había dos mujeres, una de ellas, Rocío, adiviné que se trataba de ella, por la descripción que me había dado Marta de ella (Pelirroja natural y llena de pecas por todo el cuerpo), a la otra, no la conocía, pero, Marta, me la presentó, me dijo que se llamaba Cristina, y que le estaba echando una mano con el castigo de Rocío.


Breve descripción de Cristina:

Pelo castaño, un poco más bajita que yo (1.75 más o menos), muy guapa, una mirada penetrante, piel bronceada, parece la típica niña pija con un carácter complicado, un poco mandona, pero, muy excitante y

follable

.

Ese día, Cristina, iba vestida igual que Marta, también con un

catsuit

de látex, al que añadía una máscara del mismo material, pero con aberturas en los ojos, la nariz y la boca.


Rocío estaba, por su parte, completamente desnuda, salvo por unas botas iguales a las que llevaba en los pies la asistenta con la máscara, y un corsé de látex muy apretado, según Marta, tanto las dos asistentas como ella, llevaban corsé siempre, solo se lo quitaban para la ducha.

Rocío estaba atada de pies y manos a una mesa, algo inclinada, de forma que no se pudiera masturbar, pese a tener el coño chorreando, y estaba muy sudorosa, como si no se hubiera duchado en varios días, además, llevaba una sonda para el pis, conectada a una bolsa, que estaba casi llena con su pis.

Enfrente de Rocío, había una TV de gran tamaño, en la que se veía una película porno, de temática BDSM, en la que salía una mujer siendo follada por dos negros con pollas enormes.

Marta se encargó de hacer la presentación de rigor, y le preguntó a Cristina, cómo le había ido con Rocío, si había protestado mucho.

Cristina le respondió que, Rocío, se había comportado, y que estaba segura de que había aprendido la lección y nunca más volvería a hacer lo que hizo.

Movido por la curiosidad, pregunté cual había sido la causa que había motivado que, Rocío, fuera castigada y, por primera vez, pude escuchar la voz de Rocío, que, tímidamente, y poniéndose roja, tras darle permiso para hablar tanto Marta como Cristina, dijo que había roto uno de los platos de la vajilla de Marta, la semana pasada, y, como consecuencia, se había tenido que pasar una semana atada y sin poder servir a Ama Marta como se merecía, siendo su sumisa/esclava doméstica.

Marta me estuvo enseñando los diferentes aparatos que había en la mazmorra, desde una jaula en la que cabían dos personas fácilmente, hasta la colección de látigos, palas e instrumentos de castigo de los que disponía para pegar a los

sumis@s

que se lo merecían o lo demandaban.

Al acabar de mostrarme la mazmorra, Marta le dijo a Cristina, que se encargaría ella de la fase final del castigo a Rocío, y que me acompañara a mí al salón, antes de que me fuera a mi casa.

Marta se despidió de mí dándome un beso en la mejilla, y me dijo que, al día siguiente, nos veríamos en el hospital, cuando fuera a ver a Paula, que estaría ya ingresada allí para someterse al preoperatorio y, si todo estaba bien, también a la primera fase de las cirugías para modificar su cuerpo y poder ser una puta en condiciones y recibir clientes en el apartamento de Chueca, una vez recuperada de las cirugías.

Antes de salir de la mazmorra de Marta, ella sacó de uno de los cajones, un antifaz, y se lo colocó en los ojos a Cristina, encajaba perfectamente en la parte de la máscara que, hasta ese momento, le permitía ver.

Marta me dijo que no guiara a Cristina, que ella ya estaba acostumbrada a no poder ver, conocía la casa de memoria y no iba a tener problemas en ir ella sola a ciegas por la casa.

Salimos de la mazmorra, Cristina y yo, Marta, se quedó castigando a Rocío, y, sin mucha dificultad, conseguimos regresar al salón y que, Cristina, se sentara en uno de los sofás.

Cristina me sirvió un vaso de whisky, con mucha destreza, pues no derramó ni una sola gota, y, mientras me lo iba bebiendo a sorbos, para disfrutarlo, se ofreció a que le hiciera lo que quisiera, se iba a dejar, por orden de Marta, hacer lo que a mí me apeteciera.

Como ya era un poco tarde, y tenía que madrugar al día siguiente, decidí que era mejor probar a que me la chupara solamente, ya habría otro momento en el que me la pudiera follar con calma, si Marta me la cedía.

Cristina se puso de rodillas, y, palpando, empezó a bajarme el pantalón y el calzoncillo, mi polla ya estaba dura, deseando ser introducida en la boca de Cristina, que comenzó a chupar con ganas, sin prisa, como si tuviera toda la noche por delante.

No llegaba al nivel de Susana, pero no lo hacía nada mal, estuve unos minutos disfrutando de la pasión que, Cristina le ponía a la mamada, pero, la tuve que interrumpir al recibir la llamada de Sara.

Sara me llamaba para saber si iba a pasar por mi casa a dormir, me había estado llamando al timbre de mi apartamento, no respondía nadie, como era lógico, y por eso me llamaba al móvil, según me dijo, a pesar de haber pasado un buen día, quería rematarlo sintiendo mi polla en su coño, así que, me pidió que, cuando llegara a mi casa, llamara a la suya, y follásemos un poco, antes de dormir.

Al colgar la llamada con Sara, decidí dejar a Cristina con las ganas de seguir chupándomela, así que, ella, con cierta voz de pena, y suplicando casi seguir, preguntándome si no me estaba gustando cómo me la estaba chupando, me ayudó a subirme el calzoncillo y el pantalón, para poderme ir a mi casa, y follarme a Sara.

Salí de la casa de Marta, y lo primero, fue llamar a un taxi para que pasara a recogerme, y me llevara a mi casa, donde me estaría esperando Sara; ya sé que os preguntareis el porqué  de priorizar a Sara frente a cualquier otra mujer, a la hora de follar, pero, ella, ha hecho muchas cosas por mí, en otros ámbitos (En especial, en el financiero y económico, por su trabajo en el fondo de inversión), y, de algún modo, se lo debo recompensar, siendo ella la primera a la que me follo, cuando estoy entre dos opciones, como era el caso en ese momento. (Al conocernos y saber nuestras profesiones y gustos, quedamos en eso, ella me ayudaba y me priorizaba a mí en el tema de los pisos de banco y a nivel económico, y yo, la priorizaría a ella a la hora de follar).

El taxi no tardó en llegar, me subí en él, y fuimos hasta las inmediaciones de mi casa, aboné la carrera, y caminé unos pocos metros hasta el edificio en el que está mi casa, subí en el ascensor hasta el piso y llamé a la casa de Sara, que ya estaba sobre aviso de mi llegada porque, durante el trayecto en taxi, fuimos hablando por mensajes de

Whatsapp

, y le iba avisando de por

dónde

me encontraba.

Llamé al timbre, me abrió la puerta Pilar, para mi sorpresa, pues me esperaba que fuera Sara quien me recibiera, Pilar iba como siempre, desnuda salvo por los dos elementos de castidad y el calzado, me dijo que pasara al salón y que, Sara, estaba ya a punto de salir, se estaba acabando de arreglar para mí.

Pilar se fue a su habitación, la de servicio, porque ya era su hora de irse a dormir, y me dejó a solas en el salón de la casa de Sara.

Me senté en uno de los sofás del salón de la casa de Sara, y, ella, apenas tardó un par de minutos en aparecer, llevaba un set de lencería de color negro, con aberturas en las tetas y en el coño, junto con unas botas que nunca antes le había visto, y que me recordaron a las de Marta, simplemente, iba espectacular.

Antes de empezar a follar, Sara y yo, estuvimos hablando (Y bebiendo un poco de vodka, con vasos de chupito), de cómo nos había ido el domingo, Sara me contó lo bien que le había ido con el cliente, y me mostró su culo, algo rojo, porque, el cliente, le había dado varios azotes, que se lo habían dejado así; al mostrarme su culo, Sara, también me dejó ver su

plug

anal, que estaba allí incrustado.

Cuando ya habíamos tomado unos cuantos chupitos, y estábamos alegres, por así decir, Sara me tomó de la mano, y subimos a su habitación, de camino a ella, Sara, me dijo que, esa noche, se iba a dejar hacer lo que yo quisiera hacerle, porque había pasado el día follando, y lo quería acabar de la misma forma, pero, conmigo.