Reencuentro con Paula 6.2
Martes por la tarde. Visita a la clínica a ver a Paula. En mi casa, primer encuentro con Isabel.
Recomiendo leer las partes anteriores de esta historia para poder entender bien este capítulo; próximamente iré subiendo más partes de esta historia.
Martes por la tarde, después de la comida en el restaurante
Llegué a la clínica, justo estaba aparcando en el parking cuando llegó un Mercedes Clase S nuevo, con apenas 15 días (Por la matrícula que, en España, puede decir, si la sabes interpretar, la fecha de matriculación del coche al que pertenece), de ese coche, se bajaron Susana, que iba conduciendo, y Marta, que iba de copiloto.
Marta llevaba un vestido de cuero negro, que, en realidad, era más un corsé de cuero algo largo, pero que apenas tapaba lo mínimo, y unas botas altas, con bastante tacón, y sin plataforma.
Susana, por el contrario, aunque llevaba una falda, una camiseta y unas botas, iba mucho más discreta a su lado, al verme, me sonrió, pero con cara de cierto disgusto, como si supiera ya lo que iba a pasar, con la presencia de Marta allí.
Se podría decir que, desde ese instante y hasta que salimos de la clínica tras ver a Paula, Marta, se pegó a mi culo, y ya no me soltó en las dos horas que estuvimos en la clínica, entre esperas, charla con Carolina para que nos explicara todo bien, y la visita a la UCI para ver a Paula, con un cristal por delante.
Tuvimos que esperar en una sala de espera en torno a 30 minutos a que, Carolina y Almudena, nos llevaran al despacho, a contarnos cómo estaban las cosas con Paula, si tuvimos que esperar, fue porque, ambas, estaban atendiendo a Paula en la UCI, para comprobar que, todo, estuviera bien tras las cirugías.
Mientras esperábamos en la sala de espera, pude hablar un poco con Susana, que ya sabía que yo, quería saber cómo se le daba a ella follar, así que, logré quedar con ella, al día siguiente, para comer, con la promesa de, al acabar, llevarla a mi casa, y, allí, poder follar con ella.
A las 17:45, Claudia, apareció en la sala, y nos pidió que pasáramos al despacho, como éramos muchos allí, fuimos hasta una especie de sala de reuniones, donde nos sentamos, y esperamos allí a que aparecieran Carolina y Almudena, que entraron sonrientes, aunque, Almudena, al verme a mí, se le borró de golpe la sonrisa, y se puso seria.
Carolina nos comentó todo lo que se le había hecho a Paula, lo primero, y era la sorpresa que estaba pendiente de descubrirse, le habían colocado a Paula un balón gástrico, para que no agarrase peso en estos meses en los que iba a estar en la cama, o con poco movimiento, debido al post operatorio y a los dos collarines que iba a llevar, para solucionar el problema de la postura y de la espalda.
Debido al balón gástrico, Paula apenas iba a poder comer pequeñas cantidades de comida, al cabo de 6 meses, se le retiraría el balón, y se le pondría la sonda nasogástrica, para que comiera a través de ella, y no perdiera casi tiempo en sentarse a comer, y, de ese modo, se centrara solo en los clientes, y en ser puta, casi de modo 24/7.
Por otro lado, las dos cirugías, las de las tetas, y los abdominales, habían ido bien, solo iba a ser necesario hacer las curas y comprobar que, todo, estuviera en orden, como se iba a contratar una enfermera, para que cuidara a Paula en la casa de Marta, esa enfermera se encargaría de vigilar esos cuidados, y de acudir al médico si fuera necesario, si se complicaran las cosas.
Carolina nos explicó que faltaba una segunda fase, que se haría pasados unos 3 meses después de esta primera, en la que se operaría el culo de Paula, y, más tarde, se le colocarían a Paula las dos sondas, las del pis, y la nasogástrica, de la que ya habíamos hablado antes.
Para ver a Paula, nos tuvimos que vestir con la ropa de protección, la vimos a través de un cristal, llevaba los dos collarines, que le impedían mover el cuello por completo, en la nariz, llevaba un vendaje que le impedía respirar por completo y que, casi, le tapaba también la boca, que era por donde respiraba, y, el esparadrapo, casi llegaba también a los ojos, aunque, su visión, no estaba alterada.
Carolina fue la única que pasó a la habitación donde estaba Paula, le pidió que nos saludara con la mano, para que comprobáramos que se encontraba bien, a pesar de todo, Paula, lo hizo, lo que me tranquilizó bastante.
Carolina bajó las sábanas, para enseñarnos el cuerpo de Paula, sus tetas estaban vendadas, pero, era evidente que habían crecido un montón, por la cirugía, en la zona abdominal, también llevaba algunos vendajes, tapando las heridas de la cirugía de los abdominales, y, lo más humillante para Paula (Eso, me lo dijo días más tardes, cuando ya pudimos hablar, desde la cama de su habitación, ya en planta), llevaba un pañal, para que no se tuviera que levantar, para ir al baño; Carolina se lo quitó para que pudiéramos ver sus nuevos piercings, con su coño algo hinchado, pero le habían colocado un montón, aprovechando la anestesia general.
Además, llevaba un par de vías, y, un monitor cardiaco vigilaba que todo fuera bien en su corazón y en el resto de su cuerpo.
Regresamos a la sala donde nos habíamos reunido antes, Almudena se
disculpó,
pero tenía que seguir trabajando, Carolina, antes de despedirnos, nos dijo que, si todo iba bien, el lunes por la mañana, Marta se podría llevar a Paula a su casa, ya con la nueva enfermera allí instalada desde el domingo por la tarde, y lista para atenderla a la llegada de Paula.
Marta, Susana y yo, regresamos al parking, nos despedimos, a pesar de que, Marta, me insistió en que fuéramos a tomar algo los 3, a algún local, a tomar una copa, pero, me tuve que negar, porque tenía a Isabel pendiente de un mensaje mío de
, para ver la hora a la que nos veríamos en mi casa, para hablar, y, con suerte, comenzar su adiestramiento como sumisa. (Lógicamente, y para guardar la confidencialidad que, Isabel, me había pedido, le dije a Marta que tenía planes y ya no podía irme con ellas).
Arranqué el coche, y, conduje hasta algún lugar seguro, en el que aparqué el coche unos instantes, me bajé del coche, me encendí un cigarrillo, y le envié un mensaje a Isabel, en el que le dije que, en una hora a partir de ese momento, estuviera en mi casa, y, si no estaba, daría por hecho que se rajaba y que no quería en realidad ser entrenada/adiestrada por mí.
Isabel me dijo que, en 55 minutos, llegaría, o incluso menos, ya estaba casi vestida tal y como le había ordenado, solo faltaba algún detalle, más complicado de ponerse, y que había dejado para el final, por ser algo molesto.
Regresé al coche y fui hasta mi casa, por el camino, me llamó mi madre, que quería saber mi opinión sobre Alexandra, si me había gustado o no, en fin, ese tipo de cosas, cosas de madres; le respondí a mi madre que, cuando tuviera una cita, al día siguiente, a solas con ella, con Alexandra, ya le podría dar una mejor respuesta (Sí, en el fondo, le di a mi madre la misma respuesta que le había dado antes a Sara).
Llegué a mi casa, me puse cómodo, pues ya no pensaba volver a salir a la calle, en principio, hasta el día siguiente, y fui un momento al apartamento de Sara, porque había un fleco que quedaba por ver, antes de que, Isabel, llegara a mi casa; tenía que hablar con Pilar y pedirle que fuera muy discreta y que no dijera nada a Sara de lo que iba a hacer con Isabel, y que, incluso, me sirviera de ayuda o de distracción para Sara, si, en algún momento me encontraba con Isabel y no podía atender, por tanto, a Sara.
Pilar me dijo que no me preocupara de ello, pero que, su silencio y ayuda, no iban a ser gratis, evidentemente, no me iba a cobrar dinero, pero sí que me pidió poder hacerme felaciones, en función de las veces que me tuviera que salvar el culo con Sara e Isabel.
Yo acepté, así que, Pilar, fue hasta su habitación, agarró el antifaz que usa para dormir, se lo puso en los ojos, y regresó, como pudo, al salón, y, palpando, me fue desvistiendo lo suficiente como para poder agarrar mi polla y comenzar con la primera felación con la que, de algún modo, firmaríamos el contrato de confidencialidad.
Era la segunda vez que, Pilar, me hacía una felación, la primera, fue unos meses atrás, Sara premió a Pilar con eso, por algo bueno que había hecho, y, era lo que, Pilar, había pedido como premio; sin embargo, era la primera vez que me la hacía sin poder ver, lo que le hizo mejorar y mucho en esa práctica, según me explicó después, porque, Pilar, se esforzaba más si no podía ver y, de algún modo, desconectaba del mundo exterior.
Faltaban apenas 15 minutos para que llegara Isabel, por lo que tuvo que ser una mamada rápida, al acabar, me corrí en la boca de Pilar, después, ella, me limpió bien mi polla, y nos despedimos con rapidez, cuando, Isabel, me envió un mensaje de
, en el que me indicaba que acababa de bajarse del taxi y ya estaba casi en la puerta. (Como iba a escondidas de su familia, ni siquiera había utilizado el chofer para que la llevara a mi casa).
Llegué a mi casa con el tiempo justo para aparentar cierta normalidad y poder abrir la puerta del apartamento a Isabel, como si estuviera ya allí, esperando, desde hacía un buen rato, y no apenas un minuto, como era el caso.
Isabel había cumplido con lo que le había ordenado con la ropa, llevaba un top muy escotado, que dejaba casi ver por completo sus tetas, se le marcaban bien los pezones, y una minifalda de cuero, que era casi más un cinturón ancho, se le veía el tanga negro; llevaba también unas medias de red, y unas botas idénticas a las de Marta en su mazmorra; además, tal y como le había ordenado también, se había maquillado excesivamente, llevaba un porrón de maquillaje en su cara, y, en el ojo izquierdo, un apósito, que le impedía ver con claridad por ese ojo, y que era evidente que le molestaba.
Dejé pasar a Isabel, que estaba algo nerviosa, y le costaba caminar por la altura de los tacones, a los que no estaba demasiado acostumbrada, al menos, no tan altos, unido a que no veía nada por el ojo izquierdo, le pregunté a Isabel si quería tomar algo, me pidió una Coca-Cola, así que, pasé por la cocina y agarré un par de esos refrescos, con sendos vasos, y, ya sí, pasamos al salón de mi casa los dos, y nos sentamos para hablar.
Le pregunté a Isabel por el motivo de querer ser entrenada, adiestrada como sumisa; Isabel me contestó que, ella, creía que, su lugar, era ser una puta, pasarlo mal, sufrir, y dedicarse solo a temas sexuales; pensaba así porque, en realidad, Isabel, había sido adoptada por los padres de Sara, cuando, Sara, tenía unos 6 o 7 años, e, Isabel, en torno a los 8, para darle una compañía a Sara, que se sentía un poco sola al ser hija única.
La primera parte de la infancia de Isabel, no había sido nada agradable, su madre biológica era puta, y murió por culpa de alguna ETS que contrajo, su padre biológico, era algún cliente de su madre, del que, ella, ni se acordaba por los muchos que pasaban por su coño cada día, así que, al quedarse en desamparo, había vivido en centros de acogida hasta que, un día, los padres de Sara, se la llevaron a su casa, y, claro está, el cambio, fue radical. (Aunque, a nivel de estudios, no le fue demasiado bien, apenas sí logró sacarse la ESO y con dificultades).
La idea de que, Isabel, tuviera algún posible trastorno mental, me hacía plantearme si era buena idea seguir con el entrenamiento, comenzarlo, de hecho, pero, decidí, al menos, darle una oportunidad, al igual que habían hecho los padres de Sara, años atrás.
Le pregunté a Isabel, por las experiencias sexuales que había tenido, según me contó, sí que había follado, en la época del colegio, de hecho, la habían expulsado por ser pillada follando con uno de sus compañeros, de un curso superior al suyo, y me dijo que sabía hacer mamadas, aunque, en realidad, lo que ella quería, era difícil de encontrar, de ahí que quisiera ser entrenada/adiestrada, por alguien que supiera de BDSM.
Tomé la palabra a Isabel, le pedí que se desnudara y se quedara solo con las botas, las medias y el apósito que, por cierto, le expliqué que, desde ese momento, lo tendría que llevar siempre puesto, y que, para que su familia no sospechara, le tendría que decir que, el oculista se lo había mandado para solucionar algún problema de visión.
Isabel comenzó a desnudarse, y, mientras se quedaba con las tetas al aire, me sonó el móvil del trabajo, la llamada, era de Javier, que quería saber si tenía algún plan o si me apetecía ir a cenar acompañados de dos de las putas que trabajaban para él, y, después de la cena, cada uno, se follaría a una de las putas, algo que ya habíamos hecho más veces.
Le expliqué a Javier que estaba algo ocupado pero que, si quería, podía pasarse por mi casa un rato, junto con las dos putas, y montar el plan en mi casa; Javier me dijo que, en 20 minutos, estaría allí (Ya sabe dónde vivo, porque, aparte de follar con sus putas en alguna ocasión, también vemos en mi casa, algún partido de fútbol).
Isabel se quedó ya medio desnuda, y comencé a acariciar su cuerpo, toqué y examiné sus tetas, le metí mis dedos por su culo y por su coño, que empezaba a humedecerse por la excitación, y, después de examinarla, ya sí, le ordené que comenzara a chuparme la polla, para ver cómo se le daba.
Se notaba que, Isabel, tenía algo de experiencia, chupando pollas, a pesar de que era la primera vez que lo hacía con la visión limitada, cuando me corrí, lo hice sobre el ojo que iba sin apósito, por lo que, cuando sonó el timbre y le ordené a Isabel que abriera la puerta, tal y como estaba, ella, por poco se cae, al ir prácticamente a ciegas y con los tacones tan altos.
Javier se sorprendió un poco al ver a Isabel, iba acompañado de dos de sus putas, una rubia y la otra morena, ambas con grandes tetas, operadas en la clínica de la que, Javier, era accionista (Solo ponía el dinero que ganaba de la prostitución, a modo de blanqueo de esos capitales).
Ambas putas, llevaban idénticos vestidos, cortos, negros, y con botas al muslo, con tacones de aguja; también llevaban sendas chaquetas de cuero negro, por si la noche les pillaba y hacía algo de frío.
Pasaron los 3 al salón, con Isabel por delante, que a punto estuvo otra vez de caerse en el mismo sitio de antes, y nos sentamos en los sofás de mi casa, les ofrecí una copa o algo para tomar, Isabel se ofreció, antes de que dijera nada, a ir a la cocina y preparar las copas, así que, cuando le di el visto bueno, Isabel se levantó y se fue a la cocina, se le había estropeado un poco el maquillaje, pero se notaba que estaba algo más contenta que antes, al llegar.
Javier les pidió a las dos putas, que comenzaran a besarse y que se liaran entre ellas, con nosotros dos delante, simplemente viendo cómo lo hacían, según me dijo Javier, lo que él quería, al ver a Isabel, era follársela, si yo se lo permitía, le di vía libre, porque quería que me diese su experta opinión, antes de empezar a adiestrarla yo como sumisa.
Isabel tardó unos minutos en regresar al salón, con la bandeja en la que puso la botella de ginebra que, Javier le había pedido, junto con algunos vasos y unas aceitunas y unas patatas, a modo de aperitivo.
Al dejar la bandeja, Isabel le sirvió una copa de ginebra a Javier, y, mientras se la daba, Javier, empezó a agarrar y a manosear las tetas de Isabel, que estuvo cerca de derramar la ginebra sobre el traje de Javier, lo que hubiera podido suponer todo un problema.
Las dos putas estaban besándose, a lo suyo, haciendo lo que, Javier les había ordenado, y yo, como espectador de ambas escenas, aunque con ganas de que, alguna de las mujeres allí presentes, me hiciera algo, a mí también.
Javier quería follarse a Isabel así que, le ordenó que le empezara a desnudar, de cintura para abajo, y, cuando ya estaba Javier con su polla al aire (De tamaño normal, tampoco era para tanto), Javier agarró por la cintura a Isabel, y se la comenzó a introducir y a sacar del coño de Isabel, que solo era capaz de gritar de dolor, al principio, pero, con el paso de los minutos, el dolor, se convirtió en gemidos de placer, hasta que, pocos minutos después de empezar, Javier, se corrió en el coño de Isabel, que le agradeció inmediatamente a Javier que se la hubiera follado, después de que, Javier, le tuviera que dar una bofetada, al no recibir el agradecimiento, y tenerle que explicar que era el protocolo, después de haber empleado unos minutos de su vida, que ya no iban a volver, en follársela.
Le pregunté a Javier, si iba a querer cenar algo, Javier me dijo que sí, pero que eligiera yo la cena, que no le importaba, lo que fuera, estaría bien, así que, pedí unas hamburguesas, para todos menos para Isabel, a quien le pedí solo una de las guarniciones, con la idea de darle de cenar directamente a la boca, como hizo Alicia con Pilar la noche de antes.
Estaba ya pidiendo la cena con un móvil, cuando, me sonó otro, la llamada, era de Carolina quien, tras un día de intenso trabajo en el quirófano, operando a Claudia, quería celebrar conmigo que, todo, había salido bien, así que, aunque le dije que estaba ocupado, a Carolina, no le importó, dijo que estaría en mi casa en unos minutos, lo que tardara en llegar desde la clínica en Las Tablas, hasta las cercanías de El Retiro.
Le pregunté a Isabel, si conocía a Carolina, ella me lo confirmó, de hecho, se habían visto en varias ocasiones con Sara, tomando algo en alguna terraza; debido a su respuesta, para cumplir su petición de que nadie se enterase de su presencia allí, le tuve que pedir a Isabel que se arreglara un poco, y que se fuera, o que esperase, si quería, a Sara en su casa, con Pilar, que era la única que sabía los verdaderos motivos de la visita, y era de total confianza.
Isabel, algo apenada, se empezó a vestir, con la misma ropa de casi puta con la que había llegado, y me preguntó cuando sería la siguiente vez que nos veríamos; le respondí que estuviera atenta a su móvil, porque avisaría con el tiempo justo para que se arreglara y pasara por mi casa o fuera al sitio que le indicara, y, por supuesto, de no presentarse o no poder atenderme, lo interpretaría como que no estaba ya interesada en el tema, y se acabaría todo.
Javier y yo, nos despedimos de Isabel, que se fue en taxi a su casa de La Moraleja, con cierta cara de felicidad, aunque, hubiera preferido haber pasado más tiempo follando en mi casa.
Apenas unos minutos después, sonó el timbre, era Carolina, que había tardado poco en llegar, porque, por lo cansada que estaba, había dejado conducir a Claudia, que se había ido ya a su casa de El Bosque, con el coche, a descansar, y la había dejado allí.
Carolina no llegó sola a mi casa, una amiga suya, dentista de profesión, llamada Alejandra, la acompañaba porque tenía una propuesta que hacerme, después de haber visto la dentadura de Paula.