Reencuentro con Paula 5.3
La cena del lunes por la noche. Conozco a Alicia en profundidad. Celebrando algo importante con Sara.
Recomiendo leer las partes anteriores de la historia, para poder entender este capítulo; este es un poco más breve porque apenas he tenido tiempo libre para redactarlo, los siguientes, serán más largos, estad atentos.
En mi casa, lunes por la noche en torno a las 21:30.
Mientras estábamos los 4 fumando y esperábamos al repartidor del restaurante de comida japonesa en el que había encargado la cena, Alicia, le ordenó a Sara que también se quedara desnuda por completo, como esta Lucía, de modo que, así mismo, cuando llamara al timbre el repartidor, fueran las dos a atenderlo y a recibir los paquetes con la cena, y le ofrecieran hacerle una mamada.
Sara no dudó ni un segundo, estaba ya medio desnuda cuando sonó el interfono de la calle, y ya desnuda del todo, salvo por el calzado, cuando sonó el timbre de la casa, ya con el repartidor de la comida, un chico muy joven, con apenas 18/19 años, que se quedó muy sorprendido al ver a las dos desnudas, y, más aún, cuando le ofrecieron una mamada gratis.
El repartidor dijo que le encantaría, pero tenía que seguir repartiendo cenas, y no podía quedarse, así que, Sara y Lucía, se quedaron un poco decepcionadas al no haber podido cumplir la orden de Alicia.
Alicia le sugirió a Sara, que llamara a Pilar, para que nos ayudara con la cena, a servirla, Sara le mandó un mensaje de
y, a los pocos minutos, ya estaba allí Pilar, ayudando a Sara y a Lucía a servir la cena para los 4.
Cuando nos sentamos en torno a la mesa, Sara, que tenía el culo rojo y con varias marcas, se sintió un poco dolorida al sentarse, pero, cada vez que le entraba el dolor, se acordaba de porqué le había llegado, y veía una media sonrisa de gusto en su cara, en su rostro.
Mientras íbamos cenando, Pilar se puso de rodillas, entre Sara y Alicia, que le iban dando algún trozo de sushi, directamente a la boca, y que, Pilar, iba recogiendo, como si fuera una perrita.
Alicia nos contó a Lucía y a mí, al ser los dos que no la conocíamos, que era totalmente lesbiana y que, de hecho, convivía con una perra de raza Pitbull y con una mujer de Venezuela, de apenas 20 años de edad, a la que había traído desde allí, aprovechando la mala situación de ese país, y que estaba modificando a su gusto; Alicia nos enseñó una foto de su pareja, hecha el día anterior, y se veía a una muñeca, con casi todo el cuerpo tatuado, y con unas tetas de gran tamaño, que, en palabras de Alicia, “aún eran pequeñas”. (Del perro, también nos enseñó fotos).
Así es que, las posibilidades de follar con Alicia, se desvanecieron, aunque, por supuesto y a pesar de considerarme conservador, considero muy normal la homosexualidad, y la
respeto,
aunque no la comparta, ya que solo me gustan las mujeres.
A la vez que cenábamos, también estuvimos hablando de los gustos sexuales tanto de Sara (Aunque, Alicia, ya los empezaba a conocer), y de Lucía, que siempre había tenido curiosidad por probar el dolor, por alguna película muy conocida que había visto y que se había quedado con las ganas de experimentar ella misma.
También estuvimos hablando de los trabajos de cada uno, digamos, en la vida real, Alicia, al saber de los conocimientos en temas de Informática de Lucía, y que, ella, tenía las tardes libres, porque solo impartía clases por la mañana en el colegio en el que es profesora, le ofreció que trabajara, en horario de tarde, echando una mano con sus conocimientos, en el fondo de inversión.
Cuando acabamos de cenar, Alicia, le pidió a Pilar que recogiera todos los platos sucios de la cena y los restos, y, nosotros 4, pasamos al salón, a hacer la sobremesa.
Me sonó el móvil, la llamada, era de Carolina, que ya había acabado la conversación con Beatriz, tenía novedades muy importantes, y me las quería contar lo antes posible, así que, quedé con ella en que se pasaría por mi casa, en ese mismo momento, de hecho, estaba apenas a dos minutos caminando ya de mi casa, y me contaría a mí, en la privacidad de mi despacho, lo que le había dicho Beatriz.
Sonó el timbre, Lucía, desnuda como seguía, fue a abrir la puerta, Carolina se sorprendió un poco y pensó que se había equivocado de piso, pero, al verme a mí, ya se tranquilizó un poco, le dio a Lucía la tarta que había traído, del bar donde había estado cenando con Beatriz, para que nos la tomáramos todos juntos a modo de postre, y pasamos al despacho, a mi despacho, para hablar los dos con calma del asunto que teníamos entre manos en ese momento, llamado Beatriz.
Nos sentamos en un sofá que tengo en mi despacho y que utilizo para leer, y, Carolina, me comenzó a contar lo que le había dicho Beatriz.
Al parecer, a quien se follaba Beatriz, junto con una compañera del bufete, con Patricia, era a Don Simón, incluso hacían tríos y lésbico entre ellas, con Don Simón haciéndose una paja mientras las veía, en plan voyeur.
Aliviado en parte, y algo asqueado por otro lado, me acordé de Don Simón, al que veía capaz de eso y de alguna guarrada más, teniendo en cuenta su forma de ser.
Carolina, ya más tranquila, tras decirme eso, me sugirió que regresáramos ya al salón con las demás chicas, aunque, antes, a ella, le apetecía chupármela un poco, pues hablar con Beatriz de las cosas que hacía con Don Simón y con Patricia, la había dejado bastante caliente y con ganas de sexo o de hacer algo en ese sentido.
Sin darme casi tiempo a reaccionar ni a decir nada, Carolina, se puso de rodillas en el suelo, me bajó el pantalón cómodo que llevaba, y también el calzoncillo, me agarró la polla y comenzó a chupar, con muchas ganas, se notaba que estaba caliente.
Carolina llevaba una coleta, pues no se la había quitado después de acabar el turno en el hospital, así que, le tiré un poco de la coleta mientras me la iba chupando, para ver cuál era su reacción, por lo que vi, le gustó.
Cuando llegó el momento, me corrí directamente en su boca, Carolina se tragó todo mi semen, y se quedó bastante satisfecha, aunque dijo que, lo que le faltaba, ya lo intentaría al llegar a su casa, con Claudia.
Salimos del despacho de mi casa, regresamos al salón donde, Lucía, le estaba comiendo el coño a Sara, con la mirada atenta de Alicia, quien se estaba comiendo un trozo de tarta con total tranquilidad y que era también quien se lo había ordenado, para ver qué tal se le daba a Lucía, teniendo en cuenta que presumía de ello, y de lo que había pasado por la tarde, con la camarera dominicana del restaurante donde habíamos comido los dos a mediodía.
Carolina decidió quedarse a ver el espectáculo, agarró dos trozos de tarta, los dos que quedaban, se quedó con uno de ellos, y, el otro, me lo dio a mí, que, poco a poco, me lo fui comiendo, mientras veía también lo que estaba pasando.
Mientras veíamos a Lucía comerle el coño a Sara, Carolina, me recordó al oído que, al día siguiente, en torno a las 17:00, pasara por el hospital, porque, Paula, aunque estaría en la UCI un día por precaución y para poder estar al pendiente de ella por completo, estaría con ganas de recibir visita; también me habló de una sorpresa, en forma de cirugía para Paula, pero no me podía dar más detalles por el momento.
Pasados unos minutos, Sara, hizo un
squirt
y se corrió con pis en toda la cara de Lucía, que se quedó manchada con lo que salió del coño de Sara, pero con la sensación de haber hecho su cometido, bastante bien.
Nada más acabar, Alicia, al ver que, Carolina, se iba a marchar, le preguntó a ésta, si disponía de coche; Carolina asintió y, Alicia, le pidió que llevara a Lucía a su casa, una vez que se vistiera, pero con todos los restos de pis de Sara sin limpiar, en su coche.
Carolina, aceptó sin problemas, Lucía, aún con la excitación en su cuerpo, agarró su ropa, se vistió en menos de 1 minuto, y, Alicia, Carolina y Lucía, se despidieron de nosotros dos (De Sara y de mí), dejándonos a
solas,
pero, a Sara, con ganas de más fiesta.
Apenas se escuchó el sonido de la puerta de mi casa, con el cierre de Lucía, cuando, Sara, me pidió que la acompañara al sofá, a uno de los sofás de piel que tengo en mi casa, y que me sentara, porque tenía que contarme algo sobre el apartamento de Chueca en el que, Paula, iba a recibir a los clientes cuando estuviera recuperada de las cirugías.
Sara me confirmó que, lo primero que había hecho por la mañana al llegar a la oficina, era reservar, con su dinero, el apartamento de Chueca, de modo que, ya era nuestro, a falta de firmar arras y ante Notario para oficializar así la nueva propiedad.
Tal y como le habíamos dicho a Paula (Yo se lo dije en el paseo por El Retiro del sábado), la idea era que, con el dinero generado por los servicios sexuales con los clientes de Paula, se fuera pagando la deuda que, Paula, había generado con nosotros dos (Con Sara y conmigo), por el piso de Chueca y las cirugías que iban a tener lugar en su cuerpo.
Sara estaba muy contenta por ello, aparte de que seguía muy caliente, y con ganas de más sexo, como quería celebrar, cuando, Sara, quería celebrar algo con sexo y conmigo, significaba tener que usar una máscara especial de cuero, con un único agujero en la boca para respirar (Una mordaza que se puede quitar para, por ejemplo, dar de comer a la persona que lleva la máscara, con total normalidad), y con un collar que le dificultaba a Sara mover el cuello.
Subimos, Sara y yo, tomados de la mano, la escalera hasta mi vestidor que hace las veces de sala de juegos BDSM, y agarré la máscara y lo necesario para la capa que va debajo de la máscara, para asegurar que no hay ninguna visión por parte de Sara ni entra nada de luz ni de audio, de sonido, para asegurar el total aislamiento de Sara, que es lo que le gusta.
De hecho, Sara me dijo en alguna ocasión que, si por ella fuera y no tuviera que trabajar ni salir de casa, no le importaría vivir con esa máscara a tiempo completo, salvo lo que, por higiene, fuera necesario.
Le coloqué a Sara los tapones en los oídos, que impedían casi por completo escuchar nada de sonido exterior, en los ojos, unos apósitos, asegurados con esparadrapo, para que ni siquiera pudiera abrirlos, y alguna tirita en los agujeros de la nariz, para que la respiración, fuera solo por el agujero de la boca.
Después, le coloqué a Sara la máscara, me aseguré de que estuviera cómoda dentro de lo posible, le coloqué unas esposas en las manos y en los pies, que le restringían bastante el movimiento a Sara, y comenzó la fiesta.
Con un vibrador con forma de micrófono, se lo fui pasando, (Una vez que lo conecté a la corriente, para que funcionara), por el coño a Sara, que emitía un leve gemido de placer, poco audible por la máscara, que camuflaba bien el sonido.
Primero lo fui pasando con suavidad, retirándolo a los pocos segundos, casi dando pequeñas pasadas, como si fueran pequeñas sacudidas, y, después, ya se lo dejé conectado continuamente, hasta que conseguí que se corriera tres veces seguidas (Más o menos, lo dejé una hora seguida puesto, dejando el coño de Sara bastante perjudicado, y chorreando y con ganas de más, pese a todo).
Miré el reloj, eran las 00:30, el día había sido bastante intenso, así que, aprovechando que, Sara, no iba a poder quejarse ni reclamar follar más, decidí que era mejor dejar a Sara, tal y como estaba, e irme a dormir unas horas, a la espera de tener que levantarme a la misma hora, a las 06:00, al día siguiente para ir a trabajar, en otro día que se avecinaba intenso y que, próximamente, os iré contando.