Reencuentro con Paula 5.1
Noche del domingo al lunes. En mi casa con Sara. Primer día de trabajo tras un fin de semana de mucho follar.
Recomiendo leer las partes anteriores de esta historia para poder entenderla, próximamente iré subiendo más partes.
Noche del domingo al lunes en el apartamento de Sara.
Ya en la habitación de Sara, que conocía a la perfección, por haberme follado a Sara allí muchas veces, comenzamos a besarnos y a tocarnos, a pesar de que, Sara, quería follar salvajemente y ser empotrada, pues eso fue lo que me dijo antes de comenzar la sesión de sexo, para acabar el domingo de la mejor manera posible.
Empecé follándome su coño, pues era lo que, Sara, me había dicho, deseaba sentir todo mi semen dentro de ella, así que, comprobé, metiendo un par de dedos en su coño, que ya estaba lo suficientemente húmedo como para poder meter mi polla allí, y, tras notar el chorreo de los flujos de Sara en su coño, se la empecé a meter y a sacar, con fuerza, con ganas de que, a Sara, le doliera un poco y sufriera y gozara, a partes iguales.
Para tratar de evitar movimientos de Sara, agarré los dos pares de esposas que, Sara, había dejado sobre su cama, y le esposé las manos al cabecero de la cama, usando un par de esposas en cada una de sus manos (Una esposa, en la mano, la otra, atada al cabecero).
Sara había dejado también preparada una mordaza de bola, por si acaso deseaba usarla, al principio, no se la puse, pero, a la mitad, más o menos, del primer polvo, follándome su coño, Sara, me suplicó, casi llorando, que se la pusiera, porque íbamos a despertar a Pilar con sus gritos, si no lo hacía, por lo que tuve que amordazar a Sara.
Las embestidas en el coño de Sara, fueron yendo cada vez a más, y con mayor velocidad, hasta que me corrí dentro de su coño, dejándolo inundado con mi semen.
Acto seguido, le quité la mordaza a Sara, para que me pudiera chupar la polla, sin darle tiempo a que se repusiera del polvo que acabábamos de echar, y, en eso estaba Sara, cuando, me sonó el móvil, y, a pesar de eso, Sara, siguió chupando y lamiendo.
La llamada era de Paula, que estaba algo nerviosa, a la vez que muy excitada, por lo que iba a suceder a partir del día siguiente, la transformación que iba a sufrir, y su nuevo trabajo como puta, recibiendo clientes.
A pesar de que estaba hablando por teléfono, Sara, no paró de chupar y de lamer mi polla, por lo que, el mensaje para Paula, de que estuviera tranquila y confiara en nosotros y en que, todo, iba a salir bien y en que iba a disfrutar mucho, en su nueva vida como puta, salió un poco entrecortado.
Colgué la llamada de Paula, antes de pedirle que tuviera fuerza de voluntad y, al día siguiente, se levantara a las 06:00, tal y como le había ordenado Carolina, para que tuviera tiempo de sobra para arreglarse, antes de que, a las 07:30, Carolina y Marta pasaran a recogerla por su casa, para llevársela a la clínica y empezar las pruebas de preoperatorio.
Sara me la siguió chupando, me corrí en su cara, dejándosela toda llena con mi semen; como era ya un poco tarde, y yo, me tenía que levantar a las 06:00, al día siguiente, para ir a trabajar y empezar una nueva jornada laboral y una nueva semana, dudé entre irme ya a dormir y dejar el follarme su culo, para otro momento, o si, por el contrario, follarme su culo antes de irnos los dos a dormir.
Sara prefirió que me follase su culo, a pesar de lo rojo que estaba por los azotes que le había dado ese cliente durante su encuentro dominical.
Sin embargo, se me ocurrió una idea mejor, darle a Sara más azotes en el culo, para que sufriera un poco, y se le enrojeciera un poco más ese bonito culo, natural, pero cuidado a base de deporte y de gimnasio, sin hablar del
plug
anal, que también ayudaba lo suyo.
Salí de la habitación de Sara, y fui hasta la pequeña sala de juegos, que hacía también las veces de vestidor, donde, Sara, aparte de guardar sus abrigos, bolsos, zapatos y demás prendas de ropa, guardaba las cosas para BDSM, y saqué una pala, la favorita de Sara, con la que podría azotar su bonito y rojo culo.
Regresé a la habitación, pillé a Sara masturbándose, así que, como castigo por hacerlo sin haberme pedido permiso, lo que, en principio iban a ser 10 azotes con la pala, en su culo, se convirtieron en 15, como mínimo.
Preparé el cuerpo y el culo de Sara para darle los azotes, la volví a esposar a la cama, me encendí un cigarrillo, y le pedí a Sara que, como siempre hacíamos cuando había algún castigo, contara en voz alta el número de azote que le daba, y me lo agradeciera.
Comencé a dar los azotes a Sara, los dos primeros, fueron bien, Sara no se equivocó al contar, y le dolieron un poco, pero me los agradeció con ganas.
En el tercer azote, Sara, riéndose, me intentó engañar y dijo que era el nº4, cuando, en realidad, era el nº3, así que, tuve que volver a empezar desde el principio, y añadir 5 azotes más, por su fallo al contarlos en voz alta.
Al final, fueron necesarios 42 (3+14+25) azotes porque en el azote número 14 de esa segunda tanda, a Sara le sonó su móvil, era un asunto urgente de su trabajo, tuvo que atender la llamada, y, al colgar, tocó empezar de nuevo desde 0.
El culo de Sara, estaba más rojo que al principio, pero, Sara, seguía igual de caliente que al inicio de la sesión sexual, y no quería irse a dormir, me suplicó que la volviera a follar, pero, apenas iba a dormir 5 horas, y era algo que necesitaba hacer, le prometí a Sara que me la follaría en la ducha por la mañana, al día siguiente, antes de irnos los dos a trabajar a nuestros respectivos trabajos.
Así es que, en torno a la 1 de la madrugada, nos fuimos a dormir, Sara, durmió boca abajo, para no tener que sentarse de algún modo con el culo, que le dolía un poco, por todos los azotes que había recibido; tardamos poco en dormirnos, a pesar de la excitación que, ambos, llevábamos.
Lunes por la mañana en la casa de Sara.
A las 06:00 en punto, llamaron a la puerta, me levanté, dejando a Sara en la cama, y fui a abrir la puerta, era Pilar, con la misma
induentaria
con la que se había ido a dormir, que llevaba una bandeja con dos cafés, Pilar tenía la costumbre de despertar a Sara, cada día, a la misma hora (Al menos, en la semana laboral, los fines de semana, no), y llevarle a la cama un café bien cargado, para comenzar el día de la mejor forma posible.
Sara comenzó a despertarse, al oler el café, me dio un beso de buenos días en la boca, se encendió un cigarrillo, y empezó a beberse el café, yo, hice lo mismo, Pilar, bajó a la cocina, a empezar a preparar nuestros desayunos. (Antes de irse, Pilar, nos preguntó lo que queríamos desayunar).
Cuando nos acabamos los cafés, dejamos las tazas en la bandeja, sobre la cama, y fuimos a la ducha, antes, Sara, le mandó un mensaje de
a Pilar, para decirle que ya estábamos en la ducha y pedirle que subiera a recoger las tazas de café.
A Sara le costaba un poco moverse, tocar su culo, era hacer que gimiera de dolor, así que, durante la ducha, me centré en tocarle el culo todo lo que pude, en especial, mientras me la follaba por el coño, tal y como le había prometido que iba a hacer, antes de irnos a dormir. (Yo acostumbro a cumplir mis promesas, siempre que puedo, a no ser que sea por fuerza mayor, es algo que me enseñaron mis padres desde pequeño).
La ducha, fue en mi casa, para que me pudiera vestir yo, de manera adecuada e irme a trabajar, Sara, se llevó la ropa que se iba a poner al acabar de ducharse, y, cuando la ducha acabó, nos secamos el uno al otro, como era costumbre, y nos vestimos; yo iba con traje, de algún modo, el uniforme de trabajo, y, Sara, se puso una mini falda, yo se lo ordené, muy apretada, que le marcaba bien el culo, con la esperanza de que, alguna compañera de trabajo se lo tocara y, Sara, disfrutara cada vez que eso pasara.
Una vez ya vestidos, dejé todo en mi casa listo para la llegada de la asistenta, que no tardaría en aparecer allí (Iba por las mañanas, unas 4 horas, de 8 a 12), y regresamos a la casa de Sara donde, Pilar, ya tenía casi listo un rico desayuno, contundente.
A Sara, le dolió sentarse, entre la falda, el
plug
anal, y su culo rojo, cada movimiento, suponía un leve gemido, o, en algunos casos, un gesto en su cara, mezclado entre dolor y una media sonrisa de excitación.
A la mitad del desayuno, me llamó Marta, desde su coche, conducido por Susana, para indicarme que ya tenían a Paula consigo, les había costado un poco que, Paula, se despidiera de sus padres, lo hizo con lágrimas en sus ojos, pero, al final, estaban ya de camino a la clínica para comenzar con las pruebas de Paula, antes de las cirugías.
Acabamos de desayunar, nos despedimos de Pilar, que se quedó recogiendo el desayuno, y fuimos hasta el garaje donde teníamos los coches aparcados, Sara se fue a su trabajo en el fondo de inversión, en su Volkswagen eléctrico de esos nuevos que han sacado, con el que se mueve Sara por Madrid (Apenas tenía un mes, el coche), y yo, me fui en mi
Touareg
, a mi oficina, al bufete de Don Simón.
Con Sara, quedé en que nos veríamos, con suerte, por la noche, en función de cómo iba la jornada, y de lo que ocurriera con Lucía, durante el desayuno, le hablé a Sara de lo que había pasado con ella, con Lucía, porque, otro de los puntos importantes de nuestro acuerdo, era avisarnos si conocíamos a chicas que fueran
follables
.
Llegué al bufete, situado en la calle Almagro, en Madrid ciudad, aparqué el coche en el garaje, al lado del Audi A8 de Don Simón, que es donde tengo mi sitio para aparcar, y subí en el ascensor, desde el garaje, hasta el bufete, situado en la tercera planta del edificio, en una oficina enorme, de algo más de 1000m2.
Al entrar en mi despacho, me encontré con Beatriz, que me estaba esperando en la puerta, para darme la murga con más errores contables que había descubierto, nos tomamos un café mientras me los contaba, y yo, a pesar de no estar permitido por la Ley antitabaco, me encendí un cigarrillo mientras trataba el tema con Beatriz, provocando su cabreo.
Carolina me llamó mientras estaba hablando con Beatriz, así que, le tuve que pedir a Beatriz que me dejara un rato tranquilo, porque tenía que atender el teléfono.
Paula ya estaba vestida con la ropa de hospital (Carolina, me envió una foto para que la viera), e iban a empezar a realizarle las pruebas; Carolina me dijo que, sobre las 19:00, me pasara por el hospital, para que viera a Paula y supiera, de primera mano, el resultado de las mismas.
El resto de la mañana, transcurrió entre papeles, Don Simón, mi jefe, apareció por mi despacho sobre las 11, con su cara habitual de cabreo, y me invitó a tomar un café, a modo de desayuno, en un bar cerca del bufete, no le podía decir que no, para evitar que pagara conmigo su permanente cabreo.
Breve descripción de Don Simón
En torno a los 55 años, 1.85 de altura, tripa, pelo corto y negro, casi siempre cabreado y de mal humor, con mala educación, le gusta utilizar expresiones malsonantes, y suele vestir como un hortera, con corbatas llamativas.
Aunque llevaba años siendo abogado, presumía con orgullo de sus malas notas en la carrera, pero, a pesar de todo, había llegado bastante alto en la profesión.
Casado y con dos hijas, en más de una ocasión me ha ofrecido a alguna de ellas como pareja, pero, me he negado porque ninguna me atrae lo suficiente.
Recuerda a algún personaje famoso, ya fallecido, dueño de un equipo de fútbol muy conocido, y más ahora por los éxitos recientes, de este país. (Equipo del que, Don Simón, es hincha y, a mí, no me gusta nada porque soy justo del equipo rival).
Bajé con Don Simón, en el ascensor, se subió una anciana, casi nonagenaria, que se asustó al escuchar a Don Simón, hablando a voz en grito por el móvil, casi ni siquiera lo necesitaba para hablar con la persona, a pesar de la distancia; como de costumbre, Don Simón, estaba cabreado, y le dijo a su interlocutor, al otro lado del teléfono, que dejara de “Jugar al teto”, y se pusiera a trabajar.
Ya en la calle, mientras caminábamos hacia el bar para desayunar, me sonó el móvil, era Lucía, que también estaba haciendo un descanso entre clases, en este caso, y quería que quedáramos para comer; le dije a Lucía, que tendría que ser algo rápido, porque tenía trabajo, le di la dirección de un discreto restaurante con menú del día, próximo al bufete de Don Simón; quedamos en vernos a las 14:30 en ese discreto restaurante.
En el bar, Don Simón, me dijo mientras tomábamos café, que quería que le acompañase a ver a una clienta, a la que teníamos que ir a ver a su domicilio, porque ya era algo mayor, y no se podía mover demasiado de su casa.
Acabamos los cafés y fuimos hasta el garaje, nos subimos en el Audi A8 de Don Simón, que conducía él mismo, debido a su permanente cabreo, ir en su coche, era algo insufrible, pues se peleaba con el resto de conductores a la mínima que pasara algo reseñable.
Fuimos hasta la zona de La Moraleja, de algún modo, rival de Somosaguas, en cuanto a riqueza; Don Simón, detuvo el coche a la puerta de una imponente mansión, con parcela de 1 hectárea, y enorme en cuanto a construcción.
Nos bajamos del coche de Don Simón, que, antes de llamar al timbre, el muy cochino, se sacó un moco, y, tras mirarlo como si fuera un tesoro valioso, lo tiró al suelo, y una asistenta venezolana, con unas tetas enormes que parecían a punto de salirse del escueto uniforme, parecido al de las asistentas de Marta, pero algo más normal, que llevaba, nos abrió la puerta y nos dejó pasar al interior de la enorme mansión.
En el salón, nos encontramos con dos mujeres, una, de unos 80 años, que usaba una silla de ruedas para desplazarse, y que estaba sentada en un sillón de relax, y, la otra, mucho más joven, era su nieta. Ambas, tenían el mismo nombre, Isabel.
Descripción de Isabel (La nieta, que es la que interesa en esta historia, aunque a alguno le pueda poner también la abuela).
En torno a los 30 años, con gafas, rubia, cuerpo natural, salvo las tetas, que eran demasiado grandes como para ser naturales, en torno a 1.7 de altura, mal carácter, al estilo del de Don Simón, no le caí bien al principio.
En cualquier caso, me daba cierto morbo, es algo que me ocurre con las mujeres que se me resisten o que no quieren follar
Isabel nos estuvo contando el motivo que nos había hecho tener que ir hasta allí, una estafa de unos 15.000€ en valor económico, por unas máquinas para el dolor que, la abuela, había comprado para toda la familia, con toda su buena intención, pero que no servían para nada en realidad.
Don Simón y yo, nos entretuvimos en la casa de Isabel durante una hora, más o menos, llegado ese momento, Don Simón, se disculpó y dijo que nos teníamos que ir, porque había más clientes esperándonos (Lo cual, no era cierto, aunque sí que había trabajo pendiente), y regresamos al coche, para ir de nuevo al bufete.
Durante el trayecto en coche hasta el bufete, Don Simón, hizo algún comentario sobre lo buena que estaba Isabel y que, si por él fuera, se la hubiera follado allí mismo, pero, no lo había hecho por respeto a la abuela.
Al llegar de nuevo a mi despacho, me puse con más papeles y cosas que tenía pendientes, estaba redactando un documento importante cuando llamaron a la puerta de mi despacho, dije a quien fuera, que pasara al interior, y apareció Patricia, otra de las compañeras del bufete, muy eficiente en el trabajo y con quien me llevo muy bien, pero que, físicamente, no me atrae nada de nada, porque no es especialmente guapa ni tiene buen cuerpo, a pesar de que está delgada, pero no se saca nada de partido ni es demasiado femenina; curiosamente, con Beatriz, se lleva fatal, no se soportan la una a la otra.
Patricia quería consultarme algunas dudas sobre un caso que estaba llevando, de Derecho Mercantil, unos contratos que había que revisar para que estuviera todo en orden antes de enseñárselos al cliente.
Yo notaba que, Patricia, cuando estábamos a solas, me miraba con ganas, pero yo, evitaba llevar las cosas más allá, por eso, cuando al acabar, Patricia, me ofreció la posibilidad de ir a comer los dos juntos, le dije que no (No solo porque ya tenía plan con Lucía, aparte, de no haberlo tenido, hubiera preferido comer cualquier cosa yo solo (Cosa de comer, no penséis mal), antes que dar esperanzas a Patricia, porque a saber lo que hubiera podido pasar en la comida a solas con ella).
Eran las 14:15, debía darme prisa, para no hacer esperar a Lucía, bajé en el ascensor y salí a la calle, fui caminando hasta el restaurante, por el camino, llamé a Sara, para ver cómo le iba el día, y si tenía muy dolorido el culo; Sara me contó que, una de sus jefas en el fondo de inversión, le había tocado el culo, al verle la falda que llevaba, y le había hecho ver las estrellas, por el dolor, así que, en su despacho (En el de la jefa), Sara, le había tenido que comentar a su jefa el motivo de tener el culo rojo y con marcas, la jefa, lejos de sorprenderse, ya sospechaba de los gustos de Sara, por lo que le había dicho que, desde ese momento, se preparase, porque quería sumarse a la fiesta, y dominar a Sara, con mi ayuda.
Le pedí a Sara, que citara a Alicia, que así se llama la jefa, en mi casa, para cenar los 3 esa misma noche, y ver qué podríamos hacer para dominar ambos a Sara, que se mostró contenta con la idea, y dijo que haría lo posible por cumplir mi petición, si Alicia no tenía nada mejor que hacer esa noche. (Es lo que tiene, citar con poco tiempo, a una persona ocupada por sus compromisos profesionales).
Más tarde, Sara, me confirmó la cita para la cena, que sería en torno a las 21:30, porque, antes, su hermana había llamado y tenía que atenderla, hacía tiempo que no se veían, al parecer.