Reencuentro con Paula 1
La historia comienza; recomiendo leer primero el capítulo 0 para que sepáis de qué va la historia y como llegué hasta aquí.
Recomiendo leer antes el capítulo 0 de esta historia, en el que me describo y os cuento cómo soy y cómo llegué a la situación en la que me encuentro en la actualidad.
La comida con la que comenzó todo
El dueño del bufete en el que trabajo, Don Simón, me había pedido que fuera a comer ese día, un viernes, con un cliente del bufete, de larga trayectoria en él, a un restaurante conocido de Madrid, situado a las afueras, en un antiguo concesionario de coches, ahora reconvertido a restaurante pijo y de cierto éxito.
Salí del bufete a las 13:45, con la idea de ir con tiempo, por si me perdía o me pasaba algo con el coche, poder llegar a tiempo a la cita con el cliente.
Llegué al restaurante a las 14:15, con tiempo pues, hasta las 14:30, no estaba prevista la llegada del cliente con el que iba a comer, aparqué en el parking del restaurante y esperé en la terraza exterior, a que llegara el cliente.
Apenas me estaba sentando, y, el camarero, ya me había preguntado si iba a querer tomar algo mientras esperaba, le pedí una Coca-Cola, cuando, me sonó el móvil, pude ver que era el cliente con el que iba a comer.
Adolfo, que así se llamaba el cliente, me pedía que lo disculpara, pero, había tenido un problema urgente en su empresa, y no iba a poder acudir a la comida, y quería que la pospusiéramos a otro día.
Yo no me enfadé, decidí con rapidez que, me tomaría la Coca-Cola, y regresaría al bufete, aunque, antes, pasaría por algún bar próximo al bufete, para comer, aunque fuera, un bocadillo.
Estaba ya a punto de irme, cuando, una voz femenina, me llamó por mí nombre, yo estaba mirando el móvil, levanté la mirada de la pantalla, y vi a alguien que, me sonaba, pero, tardé unos segundos en reconocer y en acordarme de quién era.
Se trataba de Paula, una chica a la que conocía por haber sido compañeros en el colegio, y a la que hacía, al menos, 12 años, que no veía.
Paula había cambiado un poco, pero, a mejor, iba muy bien vestida, muy elegante, poco escotada y algo abrigada para el día que hacía, pero, para mi gusto, casi perfecta.
Medía en torno a 1.65, pelo liso y castaño y ojos algo achinados, me recordaba a una presentadora de TV de uno de esos programas de marujeo que, alguna vez, por aburrimiento, había visto o había sido forzado a ver por alguna de las mujeres con las que follaba.
Paula me preguntó lo que estaba haciendo allí, si había quedado a comer con alguien, le expliqué que me habían dado plantón, y, Paula, me dijo que, a ella, le había ocurrido lo mismo, al parecer, de camino al restaurante, también la habían llamado por teléfono, para anular la comida, así que, decidimos aprovechar y comer juntos, para no perder la reserva de Paula, y, de paso, ponernos al día, tras pasar varios años sin vernos.
En estos años, Paula, había estudiado ADE, y, estaba acabando Psicología a distancia, aunque, en ese momento, estaba sin trabajo y se estaba centrando en acabar los estudios de Psicología.
A nivel sentimental, Paula, me confesó que no tenía pareja, porque no encontraba la persona que buscaba, alguien que supiera llevarla y con quien poder experimentar a nivel sexual, sin decírmelo, me dijo que le atraía el dolor, el sufrimiento, y las prácticas de BDSM, algo de lo que se había dado cuenta, al estudiar las parafilias en la carrera de Psicología.
Estuvimos disfrutando de las hamburguesas que nos habíamos pedido, y, de postre, compartimos un trozo de pastel de chocolate, al acabar la comida, nos tuvimos que despedir, pero quedamos en que, por la noche, nos veríamos para cenar, en mi apartamento, y, con suerte, poder seguir hablando, y haciendo lo que pudiera surgir.
Fuimos Paula y yo, hasta el parking del restaurante, yo me monté en mi Volkswagen
Touareg
y, regresé al bufete, a seguir trabajando, y, Paula, se fue a su casa, en su Mercedes Clase A.
Pasé la tarde redactando un escrito que tenía que presentar en el juzgado el lunes, y estuve en el bufete, hasta las 20:00, a esa hora, acabé de recoger y me dirigí en mi coche hasta mi casa, para preparar las cosas para la cita con Paula para cenar, y, con suerte, follar con ella, si las cosas se daban bien.
La cena con Paula y una invitada inesperada
Llegué a mi apartamento sobre las 20:30, aparqué el coche en el garaje y, antes de subir a mi casa, pasé por un supermercado cercano, y compré cosas para la cena, aperitivos y un poco de salmón, para hacerlo a la plancha, de postre, tiramisú y helado.
Quizás no suene muy machista que yo cocine, pero, al vivir solo, es lo que me tocaba; para la limpieza, sí dispongo de asistenta que me deja la casa limpia.
Ya en mi apartamento, guardé las cosas en el frigorífico, y me puse a preparar el salmón, para tenerlo listo cuando, Paula, llegara; abrí también una botella de vino tinto y me serví una copa.
Paula llegó a las 21:15, se había retrasado porque le había costado un poco aparcar su coche, al llegar, nos besamos en la mejilla, aunque, estuvo cerca la opción de besarnos en la boca directamente.
Paula iba vestida con una falda muy corta, que dejaba poco a la imaginación, y una camisa blanca, casi parecía una secretaria, algo que me puso muy cachondo.
Decidí que era más cómodo y más romántico, de algún modo, cenar en el salón, en lugar de en el comedor, así que, le pedí a Paula que me ayudara a llevar los platos con la cena al salón, y, ella misma, se sirvió también una copa de vino.
Ya en el salón, y mientras tomábamos los aperitivos, le pedí a Paula que me explicara lo que quería experimentar a nivel de BDSM, y que me hablara, en primer lugar, de sus límites.
Paula me dijo, mientras se encendía un cigarrillo, porque me había visto fumando y tenía ganas también ella de fumar, que quería seguir manteniendo su esencia, quizás sí que estaba dispuesta a operarse las tetas, por ejemplo, o a fumar mucho más, e, incluso, a llevar algún tatuaje o piercing en sitios discretos que no se vieran mucho.
Sin embargo, ya en privado, lo que le pasara, de algún modo, le daba igual, estaba dispuesta a hacer lo que fuera, siempre y cuando, no dejara marcas en la cara, que pudieran llamar la atención de personas no deseadas o meterme en líos a mí.
Le pregunté a Paula si estaba dispuesta a pasar una primera prueba, para ver si le gustaba realmente ser sumisa, o era una simple fachada o una broma; Paula, se sorprendió un poco, pero, me dijo que sí.
La prueba, iba a consistir en que me la tendría que chupar, y dejar que me corriese en su boca, cuando llegara el momento, y, Paula, se tendría que tragar mi semen.
Paula se relamió, solo de pensarlo, y, sin decir nada más, comenzó a bajarme el pantalón y el calzoncillo, dejando mi polla al aire, y comenzó a chuparla y a lamerla, con ganas.
Estuvo un buen rato dando lametones a mi polla, logré que se la metiera entera en la boca, a pesar del tamaño, y, Paula, estuvo muy cerca de vomitar en un primer momento, pero, al final, consiguió dar con el ritmo adecuado, y no paró de chupar, hasta que consiguió que me corriera, y, toda mi corrida, fue a parar a su cara y a su boca, tragando Paula lo que pudo.
Al acabar, le ordené a Paula que me dejara bien limpio, pero, no permití que, ella, se limpiara, con la idea de que, de algún modo, se sintiera un poco humillada.
Mientras Paula me acababa de limpiar la polla, sin dejarse nada, llamaron al timbre, le pedí a Paula que fuera a abrir la puerta, y, ella, obedeció, a pesar de que llevaba la cara llena con los restos de mi semen, de la corrida.
Quien había llamado, era Sara, una vecina con quien, de vez en cuando, me veía y me la follaba, con todo el jaleo del encuentro con Paula, no me había acordado de que, había quedado con ella, días atrás, en que, cuando Sara tuviera tiempo, me haría una visita por sorpresa, para follar.
Físicamente, Sara, a sus 29 años, era morena con las tetas operadas, piercings en los pezones y en el coño, y le gustaba vestir de manera conservadora, para ir a la oficina, pero, para follar conmigo, acostumbraba a vestir mucho más provocativa, dejando poco o nada a la imaginación; de hecho, en muchas ocasiones, era yo quien le decía lo que se tenía que poner para ir a mi casa y follar.
Sara quería follar, estaba muy caliente, había pasado todo el día en el fondo de inversión en el que trabajaba, pensando en cómo iba a ser nuestro encuentro por la noche, y no le importó que, Paula, estuviera presente, viendo como follábamos.
Fuimos hasta mi habitación, con una cama enorme, y, antes de comenzar a follar con Sara, ella le ordenó a Paula, que se quedara de rodillas, a los pies de la cama, como si fuera una perra en celo, simplemente, mirando como follábamos.
Sara usaba su propio método anticonceptivo, de modo que, follábamos a pelo, sin miedo a embarazos, porque no eran posibles.
Antes de comenzar a follar, Sara le ordenó a Paula, que estuviera muy atenta a lo que iba a ver, porque pretendía darle una lección de lo que era echar un buen polvo, y, de algún modo, retó a Paula, para que lo igualara más adelante.
Le introduje a Sara un par de dedos por su coño, que estaba muy húmedo, según me dijo Sara, llevaba así desde por la mañana, y, aunque se había estado masturbando a lo largo del día, no había logrado calmar sus ganas de follar.
Antes de empezar a meterle a Sara mi polla en su coño, Sara comenzó a masturbarme, me la agarró, y, con la mano, comenzó a tocarla, dando también algún lametón con su lengua, en la que llevaba un piercing y un aparato dental.
Cuando Sara logró que me corriera, al igual que Paula, aunque ya era una costumbre para ella, se tragó todo lo que pudo del semen que le cayó en la boca, y yo, le ordené a Paula, que limpiara a Sara, a pesar de las reticencias de ambas.
Paula y Sara, estuvieron cerca de besarse, al tener que limpiar la cara de Sara, pero, al final, Sara, se quedó presentable y, Paula, parecía una puta con el cliente recién corrido en su cara, además, el maquillaje se le había echado a perder.
Aunque Paula me pidió beber un vaso de agua, se lo negué, para no echar a perder el buen ritmo que llevábamos, le dije a Paula que, al acabar la noche, podría beber todo lo que quisiera
Sin más dilación, empecé a introducir mi polla, en el coño de Sara, que estaba deseando ya recibir esa visita, y comencé, suavemente, a embestir a Sara con mi polla.
Tuve que parar casi al empezar porque, Paula, había comenzado a subirse la falda que llevaba, con la idea de masturbarse, y le ordené que no lo hiciera, porque, de momento, nadie le había dado permiso para ello; Paula, bajó la cabeza, y, obedeció, más que nada, porque no le quedó más remedio y, también, por miedo a recibir un castigo, por mi parte, o por parte de Sara.
Reanudé el proceso con Sara, cada vez con más fuerza, Sara empezaba a gritar, pero, de nuevo, se produjo otra interrupción, en este caso, por mi culpa, porque me sonó el móvil, la llamada era de trabajo, y tuve que contestar.
Mientras hablaba por teléfono, les pedí a Sara y a Paula, que se fueran de nuevo al salón, y me esperasen allí, porque yo, iba a tardar un poco en atender adecuadamente la llamada de trabajo urgente.
La llamada, duró cerca de una hora, al acabar, fui hasta el salón, y, para mi sorpresa, me encontré a Sara y a Paula, fumando y a punto casi de besarse, y con la sensación de que, si hubiera tardado unos pocos minutos más en llegar al salón, las hubiera pillado follando, con total seguridad.
Sara reaccionó al verme, se disculpó, y dijo que, como ya era muy tarde, se tenía que ir, pero me pidió que, al día siguiente, por la tarde, estuviera en la casa, porque teníamos pendiente echar el polvo que, no habíamos podido echar por culpa de la llamada.
No era la primera vez que me ocurría un incidente de este tipo, con Sara, era sencillo agradarla, la siguiente vez que follábamos, había sesión doble, para pagar lo que se había quedado a medias.
Sara se fue y, de nuevo, Paula y yo, nos quedamos a solas; Paula ya había podido beber agua, así que, antes de irse a su casa, me dijo que, quería profundizar más en el entrenamiento como sumisa, y me propuso quedar al día siguiente, sábado por la mañana, para ir a pasear por El Retiro, y discutir las normas que iba a tener que cumplir, para convertirse en mi sumisa, que era lo que quería.
Paula también se fue, me dio un beso en la boca, antes de irse, y quedamos en que, al día siguiente, nos veríamos directamente en mi casa, para ir a desayunar a VIPS, antes de ir a pasear por El Retiro y hablar allí con calma con ella de sus objetivos como sumisa.
Tenía, por tanto, toda la noche por delante, para pensar en qué cosas le iba a pedir a Paula, y, también, para decidir si, Sara, formaba parte o no, de lo que fuera a pasar en la relación con Paula.
Le escribí por
a Sara, y la cité en mi casa, al día siguiente, por la mañana pronto; con Paula, había quedado sobre las 10, así que, a Sara, la cité a las 8, con tiempo para follármela, y, después, preguntarle si quería usar a Paula de algún modo, ser también su Ama.