Reencuentro con mi perro
Es cierto que son relatos cortos y sin detalles como los que acostumbro, solo quería que supieran que aún existo y sigo igual de puta.
Reencuentro con mi perro
Era sábado, estaba sola, no es que tuviera ganas de sexo, solo que veía a chocolate, mi perro labrador. Estaba en la puerta del patio, como esperando que le hablara. Empecé a recordar como había disfrutado ser penetrada por un perro, y ahí estaba a mi disposición.
Aunque siempre esta limpio, quise hacer algo mas para gozar sexualmente con chocolate, decidí llevarlo a la veterinaria, donde podían darle un buen baño. El perro estaba ansioso, y como pude logré llegar al establecimiento, donde con un dinero extra, se comprometieron a asearlo de inmediato y a llevármelo a casa.
Mientras lo traían, me preparé para mi perro, me puse un liguero color aqua con encaje y medias negros, aunque dicen que los perros son daltónicos, no pensé en eso, solo quería sentirme femenina para mi perro, y quería pensar que vestirme así, podría excitarle más, aunque no sea así, pues lo mas seguro es que no se fije en eso, las mujeres como yo, pueden entender lo que quiero decir.
Apenas entró a casa y trató de tumbarme, como pude cerré la casa con llave y lo llevé a mi recámara, cerré mi habitación, el perro estaba ansioso por cogerme, sin perder tiempo me quité el vestido y me puse en cuatro y de inmediato supo lo que tenía que hacer, su pene se asomaba rojo y jugoso, por debajo de mí veía como sus huevos tambaleaban para atrás y adelante, pero aún no me penetraba. De pronto "zaaz", sentí su verga animal entrar y salir casi al mismo tiempo, y es que la velocidad de un perro no se compara con la de los hombres, creo que eso es una de las cosas que me gustan de un perro.
Sentí sus garras en mi espalda, en eso pensé que había olvidado colocarle unos calcetines para que no me rasguñara, pero me sentía tan feliz que poco me importó. La baba de chocolate caía en mi espalda, mi vagina estaba siendo castigada, mi clítoris frotado tan intensamente que estaba a punto de venirme. Puse mi cabeza hasta el piso con mis nalgas empinadas y el perro detrás de mí cogiéndome de lo más rico, pasé mi mano por debajo de mí para alcanzar y acariciar sus huevos peludos, la velocidad de chocolate aumentaba, y cuando menos pensé, dejé escapar un orgasmo que me llevó a gritar como si me estuvieran matando, y así era, el perro me mataba de placer.
Después de ese orgasmo, trataba de quitar al perro, pero éste seguía con su faena. Como pude me coloqué en la orilla de la cama boca arriba y con mis piernas flexionadas hacia abajo, para que el perro me volviera a montar, nunca lo había hecho así y pensé que tenía que guiarlo, pero no fue necesario, se montó en mí, y con buen tino me ensartó de nuevo, trataba de tomar sus manos para que no rasguñara mi estómago, se las coloqué en la cama, pero el cabrón volvía a ponerlas en mi cuerpo, entonces alcancé la sobrecama y cobijé mi pecho para protegerme. Sentía el aliento del perro en mi cara, su baba caía en mis senos, estaba perdida de placer, el mundo giraba en mi mente, en esos momentos absolutamente nada me importaba, ni siquiera que alguien entrara y descubriera las cochinadas que mi perro me hacía, nada, solo disfrutaba ser la perra de chocolate.
Cualquier mujer que haya sido penetrada por un perro, sabe que no miento, a mí me gusta que me cojan fuerte, es más, no me importa si gozan o no, yo quiero gozar y ser penetrada con fuerza, hace que me pierda como la más puta de las mujeres. Y eso solo podía lograrlo un perro como chocolate, como "terry", o como mi primer amante animal;"kaiser".
Tal vez la posición en la que estábamos, no era ala adecuada, el caso es que chocolate, se salía de mi vagina, entonces me bajé de la cama como una víbora, el perro no dejaba de mover su pelvis, aún con su verga afuera. Le di la espalda, coloqué mi cabeza en la orilla de la cama mientras el perro trataba de entrar en mí, saqué un poco mis nalgas, su pene no podía entrar a mi raja, entonces con mis manos abrí mis nalgas y las hice más atrás para que me penetrara a gusto, no batalló tanto, sentí su glande húmedo y caliente en la entrada de mi ano, cerré los ojos para disfrutar como me penetraba poco a poco con una velocidad increíble, creo que mi ano ya no necesita tanta lubricación, me dediqué a gozar la cogida, ahí estaba dándole las nalgas a mi perro, y les juro que me sentía la más perra puta, le hablaba como si me entendiera y esperaba que me respondiera con palabras sucias, propias de un amante verdadero y atrevido, pero el perro solo jadeaba y cogía.
Después de un buen rato así, el perro parecía que aumentaba su velocidad cada vez más, mis gritos y gemidos aumentaron, estaba trastornada con la cogida, bajé mi mano para evitar la entrada de su bola en mi culo, no quería quedarme pegada porque ya era un poco tarde y mi esposo podía llegar.
Parecía que lo lograba el objetivo pero los movimientos del perro eran tan fuertes que no podía sostenerme, y la excitación ayudaba a soltar por instantes esa bola amenazante, y en esos momentos de deseo, la preocupación desapareció permití lo que fuera, sentía que me desmayaba de tanto placer, aumentaba su calor animal y sus babas en mi espalda. Podía decir que el perro me estaba violando y esa violación me estaba gustando, sin tocar mi clítoris pues mis manos estaban apretando las sábanas de la cama y mi boca mordiendo una almohada, de nuevo me vine, un largo y delicioso orgasmo invadió mis entrañas, yo misma sentía que mi ano presionaba la verga de chocolate en cada contracción de mi orgasmo.
Parecía que el perro no tenía para cuando acabar, yo ya estaba cansada y sin moverme, parecía muñeca de trapo mientras el perro saciaba su apetito sexual, yo ya estaba satisfecha. De repente un gruñido de chocolate me hizo abrir los ojos, ese gruñido ya lo conocía, sabía lo que seguía, y reaccioné excitada empecé a mover mis nalgas y a decir improperios, de esos que me gusta decir y que me digan en esos momentos. Sentí que sus garras se clavaban en mi espalda, los bombeos de mi amante canino aumentaron de velocidad, de nuevo toqué sus huevos, sentí como su semen pasaba e instantes después algo caliente llegó a mis intestinos, cuando el perro se hacía para atrás me jalaba, su velocidad aumento increíblemente y otra vez mi vagina anunciaba un orgasmo, el más placentero del día, las paredes daban vueltas, mi vista se nubló, y terminé desmayada.
Cuando desperté, una de las garras del perro rasguñaba mi muslo, intentaba liberarse, estaba tirada en el suelo, me había arrastrado un poco, estábamos culo con culo, traté de tranquilizarlo, se calmó cuando me escuchó y lamía mi mano que estiraba para calmarlo.
Pasaba ya de mediodía, y empezamos a coger a las 10: 30 de la mañana, y calculé que quedé sin sentido unos diez minutos. Ya tranquilo, fue más fácil que su bola se desinflamara y se saliera de mí, cuando se pudo, de inmediato se dirigió a la puerta tratando de abrirla para salir al patio, a duras penas me levanté para ayudarle, lo saqué al patio y regrese a paso lento a mi recámara. Me acosté boca abajo, mi culo seguía palpitando, lo toqué y sentí algo extraño, el perro casi saca mi esfínter. Entré a la regadera, me bañé con agua muy caliente, salí y me acosté quedando profundamente dormida. Cuando desperté, mi marido estaba en el patio preparando la parrilla para asar carne, lo observé por la ventana, ahí estaba con una cerveza en la mano, y con mi perro a un lado, como si platicara con él, sonreí imaginando lo que pensaría mi esposo si supiera que quien estaba con él, me había dado una de las mejores cogidas de mi vida.