Reencuentro con mi ex
No siempre se vuelve al primer amor... pero volví un rato.
Conocí a Albana hace ya varios años. Fue mi primera novia, y yo su primer novio. Teníamos 19 y 17 años. Nuestra primera vez fue juntos. Y estuvimos de novios casi 9 años. Pero a veces la vida nos cambia de distintas maneras y un día, ya hace 8 años, decidimos terminar.
Pero una relación de tanto tiempo, salvo que hubiera pasado algo muy grave, hace que el vínculo siga existiendo. Primero costaba mucho, pero de a poco fuimos encontrando un nuevo lugar. Siempre seguimos sabiendo del otro, siempre que pasaba algo grande en la vida de uno se lo contaba al otro, siempre saludos para los cumpleaños y las fiestas. Y muy de vez en cuando, y muy por encima, mencionamos a nuestras nuevas parejas.
Los dos tuvimos otras parejas. Ella, por lo que sé, ya lleva unos 4 años con un chico. Yo tuve lindas historias, pero en el momento en que esta historia transcurre estaba solo.
Ahora tenemos 32 y 30 años. Y sin duda hemos cambiado mucho durante todo este tiempo. Pero su cuerpo no cambió jamás. Siempre fue muy hermoso. Pelo negro, ojos claros... y unas asombrosas tetas. Además siempre fue muy flaca y muy chiquita, lo que hace que resalten más todavía.
Cuando éramos novios ella no era muy activa a la hora del sexo. Siempre la buscaba yo, además éramos chicos y no era fácil conseguir que alguna casa estuviera sin padres, y ella no quería saber nunca nada con ir a un hotel. En las vacaciones sí podíamos disfrutarnos más. Pero ella difícilmente me buscaba, a pesar de que en el momento le encantaba.
Al año de cortar tuvimos un encuentro en el que me mostró su casa nueva, se había mudado sola, y me invitó a que conociera su nuevo departamento. Llevé preservativos por las dudas, y por supuesto, pasamos una hermosa tarde juntos. Ella estaba más suelta, mostraba con más alegría su cuerpo que aquella adolescente tímida. Y lo mejor fue que esa vez fue ella la que provocó esa situación. Pero eso no es lo que quiero contar ahora.
Lo que pasó ahora fue mucho mejor. Si bien hemos seguido en contacto, nunca más tuvimos encuentros sexuales, por estar en pareja. Esta vez, hace unos días, fui yo el que la invitó a mi casa, para mostrarle mi nuevo departamento. Mis intenciones eran claras pero ella dudó por estar de novia. Le dije que simplemente quería compartirle mi nuevo hogar, como hicimos otras veces, y propuso vernos un mediodía, como si eso fuera a evitar algo.
Llegó, algo nerviosa, no por miedo a lo que fuera a pasar, sino por temor a tener una pelea conmigo si yo me ponía insistente. Le mostré mi casa y lo que más le gustó fue el balcón, que es lo que más me gusta a mi. Tengo un balcón que ilumina muchísimo toda la casa y es el único edificio en una manzana de casas, por lo que la vista es genial y casi sin obstrucciones.
Después de tomar unas cervezas salió al balcón un segundo a mirar. Yo quería actuar con cuidado. No estaba completamente seguro de buscar algo por respeto a su vida actual, pero lo cierto es que Albana siempre me gustó mucho. Fui al balcón y la abracé desde atrás, ella se puso un poco tensa, pero finalmente no vio malicia en mi abrazo. Pero el abrazo fue seguido por unas caricias muy tranquilas en su panza. Ella apoyó su mano en la mía como para impedir que me moviera mucho, pero yo iba muy lento. Pasé unos 10 minutos sin moverme de su panza. Cuando se relajó un poco subí un poco la mano hasta un poco más abajo que sus tetas. Ella respiró profundo, mezclando exitación con resignación, mostrando que no iba a poder evitar lo que seguiría. Yo soy bastante más alto que ella, por lo que desde mi perspectiva ese respiro fue una fiesta visual, sus tetas se movieron maravillosamente. Y finalmente subí, muy despacio hasta llegar a su teta derecha. Empecé por abajo y fui hacia el costado. Me entretuve un buen tiempo ahí, porque me encantaba y porque recuerdo que la volvía loca. Ella recostó su cabeza hacia atrás en mi hombro y yo bajé la vista hacia sus tetas. Por favor... había olvidado la dureza de sus pezones cuando se exitaba. Se marcaban terriblemente a través de la ropa y del corpiño. Ya no había nada que esperar. Fui hacia su pezón, lo rodeé y llegué hacia él. Ella suspiró y gimió muy bajito. Al escucharse dijo "ay, no tenía que pasar esto..." ya lamentándose por adelantado.
Por supuesto ya mi erección estaba en su máximo esplendor y apoyada en su culo. Bajé un poco la mano para meterla bajo su remera y, en mucho menos tiempo, hice el mismo recorrido que había hecho minutos atrás sobre la ropa, ahora sobre su piel. Qué delicia. Y ella ya francamente relajada tiró su brazo hacia atrás y me acarició la nuca.
Pero el balcón, si bien no hay otros edificios hacía que eventualmente algún transeunte nos viera, así que entramos un rato. En el momento de sentarnos en el sillón, se tiró arriba mío y me comió la boca. Qué sensación genial, descubrir una memoria distinta, cómo mi lengua se acordaba perfectamente de los besos que nos dábamos.
Le saqué la remera y el corpiño y me puse a comerle las tetas. Jugué con toda mi cara, con mi lengua, ella gemía con mucha fuerza mientras me acariciaba el pelo y yo con una mano amasaba la otra teta. No pasó mucho tiempo hasta que le saqué el pantalón y descubrí una pequeña tanga roja. Le di un par de besos por arriba de la bombacha, aunque recordé que antes no le gustaba recibir sexo oral, por pudores. Y pasó algo parecido a lo que pasaba antes... cuando yo insinuaba hacerle sexo oral, ella tomaba las riendas y me lo hacía a mi. Me sacó el pantalón rápidamente y me la empezó a chupar con un enorme entusiasmo para luego decir "hola, tanto tiempo!" mirando a mi verga y seguir, risueña con su faena. Yo me recosté un poco y vi el balcón. Y tuve una idea. No sé ni cómo se me ocurrió, ni por qué me dio mucho morbo ni por qué me lo sigue dando... Pero se lo dije.
Bombón... me parece que quiero pedirte algo...
¿Qué? -me contestó entre bocado y bocado.
Quiero que salgas al balcón y apoyes tus tetas en el vidrio. Quiero verte desde adentro, quiero ver cómo se aplastan tus tetas en mi ventana...
Ella se quedó quieta unos segundos, me miró muy extrañada. No pareció gustarle mucho y me dijo que le daba vergüenza, que para qué quería eso. Le dije que me exitó mucho la idea, que era solamente un segundo... Me dio el gusto. Salió al balcón tapándose con las manos, miró rápidamente que no pasara gente, y se empezó a frotar contra la ventana. No puedo describir la maravilla de sus pezones, cada vez más duros por el frío del vidrio y la exitación, de ver sus tetas enormes de tantas maneras... y de ver cómo se puso ella al hacerlo. Se mordía el labio, estaba toda roja y, por primera vez desde que la conocí, se empezó a tocar adelante mío.
Yo estaba haciendo lo mismo, y ella me miraba con una calentura enorme.
Yo necesité inmortalizar el momento y agarré mi celular para sacarle una foto. Ella, sin mucha seguridad me dijo que no y dejó de frotarse contra el vidrio. Me acerqué a ella y le dije "posiblemente nunca más pasemos una tarde así... dejame hacer esto para recordarlo siempre". Ella accedió y antes de hacer esas fotos saqué varias fotos de sus tetas bien de cerca, o mías comiéndoselas, o de su cara reaccionando a eso. Y finalmente saqué las fotos con el vidrio. No sé cuántas fotos saqué, no podía parar. Y ella tampoco.
Cuando vio que ya había varias fotos entró de nuevo a la casa y ella misma me llevó hasta mi cuarto. Le arranqué la tanga apenas nos acostamos y le metí un dedo, y jugué un rato con su clitoris. Ella gemía y me masturbaba. Yo le mordía el cuello y bajaba a sus tetas.
- ¿Tenés? -me preguntó, refiriéndose a preservativos.
Le contesté directamente agarrando uno y poniéndomelo. Me acosté encima de ella se la metí. Pero en esa primer penetración me impidió salir, me empujó más hacia ella mientras se retorcía y miraba casi asustada: "estoy acabando... ya estoy acabando". Y era comprensible... la exitación era mucha desde hacía un rato. Yo me moría de ganas también, pero quería estirar todo lo posible eso. Estuvimos cogiendo un buen rato y pasamos a la posición que más nos gustaba juntos que era tipo cucharita. Como en los viejos tiempos, mientras la penetraba jugaba con su clitoris con una mano, mientras que con la otra recorría sus tetas. Acabé como un desesperado mientras le mordía el cuello desde atrás y ella temblaba.
Intentamos recomponernos, nos miramos, sonreímos y me dijo que estaba loco. También me dijo, con un poco de nostalgia que, efectivamente, posiblemente nunca más pasáramos tardes así, que ella tenía otra vida ahora y que nosotros siempre seríamos nosotros, pero la vida había cambiado. Lo acepté. Fui a la heladera, le llevé algo para tomar y nos quedamos un rato charlando, desnudos, hasta que llegó la hora en que tenía que irse.
Se despidió con un dulce y corto beso.