Reencuentro caliente

Eramos los mejores amigos hasta que un día se fue sin dejar rastro. Años después, volvemos a encontrarnos...

¡Hola a todos! me llamo Daniel y quiero contaros mi experiencia. Se que no hay forma más típica de comenzar este tipo de relatos, pero es que si no  lo hiciera de esta manera, estaría faltando a la verdad: Yo hasta hace algo así como un par de meses, podía considerarme una persona totalmente heterosexual, nunca me había dado por los tíos y tener sexo con uno, y encima disfrutarlo a tope, era algo que jamás se me había pasado por la cabeza. Pero tras mi encuentro con un amigo al que hacía mucho que no veía, pero a pesar de todo nunca olvidé,  todo eso ha cambiado. Aunque mejor vayamos por partes...

Cuando yo tenía 18 añitos, y recién empecé mis estudios en la facultad conocí al que se convertiría en mi amigo inseparable: Ricardo. Nos sentamos juntos el primer día de clase, nos presentamos mutuamente, y desde ese momento nos hicimos inseparables. Tenía buenos amigos del colegio y conocí mucha más gente en la facultad. Pero nadie como él. Incluso a mí, que era bastante tímido por esa época, me sorprendía haber congeniado tanto y tan rápido con alguien. Íbamos juntos a todos lados, empezamos a quedar después de clase, siempre teníamos un montón de temas de los que hablar, a los dos nos encantaba salir a practicar deporte, los videojuegos...

Yo no estoy mal, ni lo estaba por esa época: Mido 1,80, soy  de constitución atlética, moreno, y las chicas de clase solían decirme (y lo siguen diciendo, las chicas allá donde voy, jeje) que era bastante guapo. Pero tengo que decir que mi amigo Ricardo estaba muy bien y físicamente mejor que yo (bueno, y que prácticamente todos los tíos de la facu, claro): Un tiarrón de 1,85 metros, fuerte y robusto, con unas espaldas anchas de impresión que eran la envidia de todos, pelo corto castaño y con unos rasgos muy varoniles. Y por cierto, como buenos amigos que íbamos juntos a nadar, al gimnasio... debo añadir que tenía un buen pollón acompañado de un par de huevos como no he visto otros (muy típico de estos relatos, pero juro que es la verdad) Vamos, un buenorro en toda regla, que era normal que tuviera a todas las chavalas de clase loquitas... Pero curiosamente, él nunca se aprovechaba de eso, al contrario, se mostraba bastante tímido con el género femenino  y rara vez se atrevía a pedirle tema a alguna chica. Lo que no quita que hablando conmigo en confianza, fuera un poco salidote y me comentara qué buena estaba esta o aquella.

Iba bastante por su casa, y el por la mía, y creo que fue por tercero de carrera o así la primera vez que me puso una peli porno en su ordenador. El tío tenía una buena colección en su disco duro, todo porno hetero por supuesto, y le molaba ver porno conmigo. Pero curiosamente, y por increible que pueda parecer, nunca nos pajeamos juntos, con ponerme ciertas escenas y comentármelas ya tenía suficiente mi amigo Ricardo (la verdad es que era muy cortado para temas sexuales, y es curioso viniendo de un tiazo que podría haber tenido a cualquier tía que quisiera). Por cierto, lo que más cachondo le ponía, como el me contaba, era ver como tíos con pollas enormes se corrían salvajemente en la cara de las guarrilas de turno ¡Vaya pajotes se haría mi querido amigo después con esas escenas¡ Durante este tiempo, ambos tuvimos rolletes con tías, pero nada serio, éramos jóvenes y ambos con estudiar y hacer deporte ya teníamos bastante.

Pues bien, finalmente acabamos la carrera, fuimos teniendo nuestro primeros trabajos... pero no por eso  nuestra fuerte amistad se resintió: seguíamos viéndonos con frecuencia, procurábamos vernos todas las semanas, organizábamos viajes (aunque nunca él y yo solos). Vamos que cada vez estábamos más unidos, aunque ya no veíamos porno juntos, se veía que estábamos madurando. También seguíamos practicando deporte juntos, que por cierto los dos ya éramos tiarrones de 25 tacos con unos cuerpos envidia de muchos tíos (por nuestra grana ficción al deporte), pero lo de él era la leche, sin ser el típico tío musculitos tenía un cuerpazo impresionante, con unos brazos, espalda y pecho capaz de poner cardiacos a cualquiera. (y no, por esa época no pensaba en tíos, pero es que mi amigo estaba muy muy bueno). Ricardo seguía tan viciosete como siempre, y era tanta nuestra confianza que ambos nos contábamos con pelos y señales como nos tirábamos a nuestras novietas y zorrillas varias. La compenetración con él era increíble, hasta el punto que nuestras vidas discurrían por senderos muy paralelos (relaciones con tías que no iban a ninguna parte, trabajos parecidos...) Para mí Ricardo era una persona muy querida y especial, en mi familia le adoraban y me consta que en la suya a mí.

Pero un día...

Ricardo me contó que había encontrado trabajo fuera de territorio español, y que en cinco días se marchaba. A mí me dio mucha pena, pero bueno, es ley de vida y si él estaba contento e iba a tener un buen curro, yo me alegraba mucho. El problema es que tampoco le veía a él muy feliz. Días más tarde, él se marchaba y todo cambió.

Nada volvió a ser igual, él nunca me llamaba y cuando yo le llamaba para ver que tal, siempre tenía prisa y las conversaciones no duraban ni 5 minutos, y eso cuando cogía el teléfono. Apenas venía por aquí, hasta a  sus padres les extrañaba que su hijo estuviera tan distante y que apenas viniera por aquí, muy de tanto en cuando... Por cosas de la vida y que, por motivos laborales, yo también tuve que salir de nuestra ciudad, nuestra relación de amistad se esfumó completamente. Con todo el dolor de mi corazón, pero debo reconocer que estaba dolido con él, sumado a que Ricardo no volvió a ponerse en contacto conmigo. Estuvimos así tres largos años, en los que perdí todo el contacto con él. Yo volví a encontrar trabajo en nuestra ciudad, pero estaba tan mosqueado con él que ya ni me enteraba de cuando iba o cuando venía a ver  a su familia.

Hasta que hace dos meses...

Ricardo se puso en contacto conmigo, me llamó por teléfono. La verdad es que se me hizo raro saber de él después de tanto tiempo y si no le colgué fue porque confieso que me hacía mucha ilusión saber de él y volver a verle. Sin darme grandes explicaciones, me dijo que sentía haber estado desaparecido, que lo sentía pero que había atravesado por problemas varios. Me dijo que había dejado su trabajo y que iba a volver, que lo que quería ahora era encontrar algo por nuestra ciudad o cerca, que en un par de días iba a estar por aquí y que quería verme y hablar conmigo. Yo me comí mi orgullo y acepté, quedamos para unos días después, sábado por la tarde noche. Me iba a reencontrar con aquel a quien tenía por mi mejor amigo pero que desapareció sin dejar rastro.

Y el día llegó.

Hacía unos tres años que no nos habíamos visto, por eso, y por cómo había trascurrido todo, se me hizo tan raro volver a encontrarme con Ricardo. Ahora ya teníamos ambos 30 tacos, no éramos los chavalillos que se conocieron en la facu. Yo no estaba nada mal, había seguido practicando deporte y no estaba nada mal, ¡pero lo de Ricardo es que era la leche! El chaval guapetón era ahora un hombre joven y buenorro. Como digo, yo no había abandonado el gimnasio en todo este tiempo, pero aún así tenía mucho que envidiar de ese cuerpazo de macho fuerte y masculino, con sus rasgos de tiarrón que tanto molaban a todas más acentuados todavía. Nos dimos un fuerte abrazo, y enseguida marchamos a tomar algo y a hablar tranquilamente. Me contó como se marchó porque "quería cambiar de aires" mientras me hacía un conciso resumen de los últimos tres años. Yo notaba algo raro no obstante, pero bueno, había mucho de que hablar. Cuando íbamos por el tercer bar, y ya con alguna que otra cerveza que nos hacía estar a ambos más desinhibidos, le noté como que quería confesarme algo, pero que no sabía como reaccionaría yo, a lo que le respondí que habíamos estado ya bastante tiempo sin saber uno del otro, pero que le seguía apreciando y que me contara lo que fuera sin problemas, que yo le escucharía y le ayudaría en lo que pudiese.

Y ahí Ricardo ya no pudo más.

Casi se me echa a llorar, pero como buen hombretón que es, no llegó la sangre al río. Me contó que no sabe cuanto lamentaba haberse ido así y haber sido tan esquivo y desagradable conmigo. Yo notaba que mi amigo no estaba bien y le ofrecí ir a mi casa (vivo solo) para que pudiéramos hablar más tranquilamente y con intimidad.

Una vez allí, Ricardo me contó algo que me dejó de piedra. Me  dijo que casi desde el principio había congeniado genial conmigo, que nunca se llevó tan bien con nadie en el colegio o el instituto, pero que a la vez me encontraba un tío muy guapo e interesante, que a medida que íbamos conociéndonos más y más, y que hacíamos cosas juntos, más se estaba colando por mí... pero que no sabía que le estaba pasando, él no era un "maricón" (con esas palabras) y no podía aceptar que un tío le pusiera como le ponía yo, que nunca dijo nada para no perder la amistad y seguir viéndome, pero que llegó un momento que ya no podía más. Las pelis porno solo eran la excusa a ver si yo me atrevía a hacer algo más, pero éramos ambos tan cortados, ¡y cómo iba a imaginar yo eso! Pero Ricardo era un tío hetero y bien hetero, a él le gustaban las tías y no podía aceptar el haberse colado de otro machote, de hacerse pajas pensando en su mejor amigo (debo confesar que, cuando me dijo eso, imaginarme a semejante tiazo tocándose conmigo me produjo un inconfesable morbo) y que por ese motivo, puso tierra de por medio e intentó romper todo contacto conmigo, pero que, después de los años y de varias relaciones con tías que no le habían aportado nada ni había disfrutado con ellas, ya finalmente no pudo más y decidió contarme la verdad ¡Y que fuera lo que Dios quisiera!

Yo estaba flipando en colores: Mi mejor amigo, ¡el macizorro de la clase y con el que tantas cosas había vivido, se me estaba declarando!¿Qué podía hacer? Es cierto que nunca había pensado en Ricardo de esa forma, bueno, ni en él ni en ningún otro tío, pero también es cierto que yo le quería un montón y que siempre me había parecido un buenorro de impresión, las cosas como son, no puedo negar que, por primera vez en mi vida, me estaba planteando corresponder los cariños de mi querido amigo, pero... aunque la idea no me desagradaba, ¡yo era un hombre hecho y derecho, sin ningún problema para ligar con chicas!....

Mientras pensaba, la mano de Ricardo agarró mi antebrazo izquierdo, atrayéndome firmemente hacia mi fornido amigo ¿Y yo que hice? Simplemente pensar "¿Y por qué no?", agarrar su antebrazo derecho y atraerle hacia mí al tiempo que me dejaba llevar... En un abrir y cerrar de ojos, sin darme tiempo a pensar más, Ricardo y yo estábamos fundidos en un caliente y apasionado beso. Enseguida el beso se convirtió en un morreo en toda regla, con una de las grandes manos de Ricardo acariciando mi nuca y la otra sobre mi pecho. Yo le abrazaba y le apretaba contra mi pecho mientras nuestras lenguas se fundían. Ya no había vuelta atrás. Ricardo y yo íbamos a follar irremediablemente. Y yo no iba a hacer nada por evitarlo.

Sin dejar de morrearnos y tocarnos, Ricardo y yo empezamos a desvestirnos el uno al otro. Ricardo me quitaba la camisa ansiosamente, se ve que deseaba poseerme cuanto antes, y yo iba a permitírselo, porque estaba bien cachondo y no podía más: ver y sentir a semejante semental tan entregado ¡era algo excitante a tope! Yo ya tenía frente a mi su impresionante torso desnudo... ¡este tío era una bestia! Mientras yo estaba atlético pero más delgadito él daba miedo... esos brazos, pecho, abdomen, me habían cortado la respiración. Tenía ante mí a un toro con el que me disponía a pasar la noche más ardiente de mi vida, ahora estaba convencido que ninguna tía podría proporcionarme nunca el placer que mi amigo Ricardo iba a darme.

Ricardo, por otro lado, no dejaba de acariciar mi cuerpo, y poco tardó en dejarme en boxers. Yo hice lo propio con él, y antes de quedarnos los dos completamente en pelotas, jugamos a restregar nuestros paquetes, que para entonces ya estaban hinchados y enormes, todo ellos mientras el morreo continuaba. El placer fue indescriptible, tenía la polla ya tan dura que me dolía, creo que no la había tenido tan dura en toda mi vida. El jueguecito estaba bien pero ya no podía más. Mientras Ricardo seguía besándome y frotando su paquete contra el mío, mientras sus manos amasaban mi culito (en su caso debería decir culazo, madre de dios, menudo par de nalgas tan redondas y tan duras) liberé mi polla de los boxers para a continuación hacer lo mismo con la suya.  Tengo que admitir que mi polla, de 18 cm y muy gruesa, es motivo de orgullo para mí, pero es que el rabazo de Ricardo, de unos 20 cm y algo más gorda que la mía era de llamar la atención. No era la primera vez que la veía, pero nunca con tan brutal erección. Ricardo, mientras pasaba su dedo índice por la punta de mi glande, me susurró sensualmente al oído:

  • Cuando estábamos en los vestuarios del gimnasio no sabes los esfuerzos que tenía que hacer para que no se me pusiera así cuando te veía desnudo.

  • Me estoy dando cuenta que fuimos un poquito gilipollas - le dije yo con una sonrisa mientra agarraba su pollaza con fuerza, como si me la fueran a quitar.

Una mirada de complicidad precedió a un par de piquitos que acabaron en un morreo todavía más apasionado que los anteriores, mientras que Ricardo me pajeaba a mí y yo le pajeaba a él. Uffff, tener ese pollón tan duro, tan grande y tan gordo en mi mano y poder hacerle una buena paja mientras sus perfectos huevazos subían y bajaban era una verdadera pasada. Igualmente, sentir la mano grande, fuerte y caliente de mi amigo subiendo y bajando por el tronco de mi rabo me estaba llevando al Paraíso.

Ansioso por descubrir nuevas sensaciones, detuve el pajote y me arrodille, ante Ricardo. Tener su pene tieso e imponente frente a mi cara  era algo que jamás en mi vida había pensad que sucedería, como tampoco pensé que acabaría mamando como un poseso la polla de mi mejor amigo, algo que hice con muchas ganas. Ponía verdadero empeño en la mamada, aunque nunca en mi vida había hecho nada semejante, lamiendo el glande como si fuera un rico caramelo. A veces lamía sus pelotas, tan gordas que daban la impresión de ir bien cargaditas, jugueteando con ellas, hasta que volvía a su pollaza, rodeando su tronco venoso y ancho con mis carnosos labios, aun a riesgo de desencajarme la mandíbula en el momento que traté de albergar semejante pollón en todo su esplendor dentro de mi boca. Ricardo flipaba en colores, seguramente no se podía crear que finalmente tuviera a su deseado amigo, tan heterosexual como él, actuar como una putilla y poniendo todo su empeño en practicarle una buena felación mientras le acariciaba los testículos. Yo seguí comiéndosela con ganas mientras él, acariciando mi pelo mientras sentía todo mi amor oral, me decía cuando le estaba gustando y me animaba a continuar el trabajito.

Entonces aumenté el ritmo de la mamada mientras con mis manos agarraba sus dos impresionantes nalgas. Dios, que culo y qué polla tenía mi amigo Ricardo... Estaba claro que no hubiera puesto así en juego mi heterosexualidad por cualquier otro maromo, pero es que este semental me había conquistado. Mientras mamaba y chupaba su pollón, amasaba sus férreas nalgas entre mis manos. Y fue entonces decidí ir un poco más allá: con un par de dedos empecé a masajear su ano. "Sería la leche tenerla aquí dentro", pensé mientras mis calores aumentaban. Él se moría de gusto, estaba berraco perdido, y yo lo podía sentir, iba a correrse enseguida, así que dejé de mamar y empecé a pajearle con vigor, sin dejar por ello de juguetear con su tierno ano. En ese momento recordé que era lo que más le gusta a Ricardo de las pelis porno y quise darle un buen homenaje: En el momento en que exclamó: "¡Dani, me corro tiooo!" apunté su colosal nabo contra mi cara, cerré los ojos y un chorrazo de leche golpeó contra mi rostro. Joder,  vaya mascarilla de lefa me había hecho, me sentía como una de esas guarras de las pelis porno, con esas con las que mi amigo se pajeaba mientras las dejaban la cara hecha un cuadro. Ricardo estaba flipando, me ayudó a levantarme mientras me besaba, en los labios, pringándose él también de su propio semen.

  • Gracias tío, no sabes lo feliz que soy – me dijo Ricardo en un deje de ternura.

  • Ricardo, si alguna vez me cuentan esto... Bueno, creo que le hubiera dado un par de hostias a quien lo hubiera insinuado, jeje- le respondí mientras sensualmente pasaba las yemas de mis dedos por su pecho.

A todo esto, mi polla estaba a puntito de explotar, dura y tiesa como un mástil. Pensaba que Ricardo me correspondería con un buen mamadón con esa boca suya tan de tío bueno, cuando me propuso algo mejor: ¡Me pidió que le follara!¡Se ve que el jueguecito de antes en su maravilloso ojete le había puesto a tono! Y yo por supuesto, acepté encantado su propuesta. Ya antes mientras me entretenía con su entrada trasera me puso muchísimo la idea, pues... ¡Ahora no podía desperdiciar semejante oportunidad!

  • Fóllame tío, llevo muchísimo tiempo pensando en como sería, y me muero de ganas – Decía Ricardo entre gemidos mientras se ponía a cuatro patas, cosa que no me hizo explotar el rabo en ese mismo instante de puro milagro.

  • Ya me has convencido, tío, aunque no hacía falta, ese culazo tuyo está pidiendo a gritos que me lo folle- le dije mientras le dí un pequeño azote.

Me fui al cuarto de baño y volví con un bote de aceite corporal que uso para cuidar mi piel. Con dos dedos fui untándolo sobre su ano. Joderrrr ¿Sabeis lo que es tener a un tío así, un hombre tan guapo, totalmente masculino y fuerte como un toro ofreciéndote su culito de esa manera? Yo creo que todo tío debería probarlo, eso sí, puede que la natalidad mundial disminuyera críticamente. Esparcí previamente el aceite por su culo a la vez que lo extendía en un sensual masaje. Creo que a Ricardo le gustó porque enseguida su pollaza estaba erecta de nuevo. Entonces y por sorpresa, le introduje un dedo, que estuve metiendo y sacando un poquito. Luego fueron dos dedos, que el maravilloso culo de Ricardo engullía con ganas. Y luego no aguanté un segundo más y coloqué mis 18 cm de carne dura en barra a la entrada de la gruta del placer de mi amigo, que  me pidió, no, me suplicó que por favor se la metiera ya. Cosa que por supuesto hice, estaba loquito por Ricardo, como él lo había estado por mí, y no iba a negarle nada.

Era su primera vez, se estaba reservando para mí y quería que disfrutara a tope. No podía fallarme, empecé un metesaca lento mientras, le tenía sujeto por sus poderosas caderas, a las que me aferraba con todas mis ganas ¡Como para soltar a semejante tío macizorro! Ricardo gemía de dolor, pero reunió fuerzas suficientes para pedirme que por favor, le rompiera el culo, que ahora era mío. La petición de mi querido Ricardo fue atendida y en seguida aumenté el ritmo. Sentir mi polla entrando y saliendo de ese agujerito tan estrecho y viginal, unido a la acojonante sensación de sentir mis huevos chocando contra los suyos, se estaba convirtiendo en la mejor experiencia sexual de toda mi vida (y apostaría que también de la de Ricardo) Diossss, de seguir así no iba a durar nada. Entonces se la saqué. Ricardo se sorprendió, pero le dio la vuelta y puse sus impresionantes y musculosas piernas (son una pasada, de verdad) sobre mis hombros.

  • Quiero ver tu cara mientras te follo, Ricardo, quiero disfrutar de este momento y compensarte - Le dije mientras le acariciaba su mejilla derecha.

  • Y yo quiero verte dandolo todo, Dani, eres mi macho tío, sigue follando, no guanto más, te deseo.

-Yo también te deseo, Ricardo. Mucho- le dije mientras le volvía a introducir mi pene, que esta vez se deslizó con sorprendente facilidad a través del ojete enrojecido de miguen amigo, y  volví a la deliciosa tarea de follarle con ganas. Disfrutaba a tope tirándome a un tío más buenorro que yo (¡Aunque por poco! Pero es mi amigo y lo tengo que admitir), más cachas que yo y con la polla más grande que yo. Lo reitero. Todo tío debería probarlo, es la hostia. A mí me ha cambiado la vida. Así estuvimos un rato, mientras me deleitaba con el intenso metesaca al tiempo que me recreaba la vista viendo  su pollón tieso con esos dos grandes cojones bota que te bota, su escultural cuerpazo soportando cada embestida mía y con su cara de vicioso, ruborizado y pidiendo más caña. Después de un rato folla que te folla, ya no pude aguantar más y le avisé que me iba a correr. Ricardo, sonrojado y entre gemidos me dijo:

  • ¡Tío, ya sabes como me gusta, aaahhh, aaaahhh!

Y yo como buen amigo suyo, lo entendí enseguida. Confieso que me moría por vaciar mi carga de leche dentro de su interior, dejar mi semilla dentro de Ricardo. Pero eso ya sería en otra ocasión. Así que me salí de él, me senté sobre su pecho mientras él seguía tumbado, puse mi pollón junto a su cara de tío bueno mientras me pajeaba con una mano y con la otra que pajeaba a él, que ya estaba también  a puntito de caramelo. Dicho y hecho, Ricardo se corrió otra vez como el toro que es, pringando mi mano y mi espalda, y yo me corrí en su cara. Le devolví su corrida con creces, creo que en mi vida me había corrido tantísimo, y viendo a mi amante con la cara pringada de semen y limpiando con su lengua los restos que quedaban en mi polla, casi me provoca otra erección instantanea, pero tal fue la corrida que solté que había quedado exhausto.

Ricardo y yo estábamos para el arrastre. Después de limpiarnos nos acostamos juntos y desnudos en la cama, lamentando lo idiotas que habíamos sido, él por su espantada de hace años y por cómo me abandonó y yo por no haber captado los sentimientos de mi amigo. Le besé con ternura, y le dije que ahora yo le había penetrado a él, pero que me volvía loco, y que quería tenerle y sentirle de todas las maneras posibles, con lo que quería que él me penetrara a mí y que me llenara con su leche, pero que tenía miedo de que me rompiera el culito con su rabazo enorme. Ricardo me dijo que por supuesto que ese culito iba a ser suyo, que no olvidara que él era todo un hombre, pero que no me preocupara, que iba a hacerme disfrutar tanto o más de lo que yo le había hecho disfrutar a él.

  • Creo que nunca nadie me había dicho algo tan romántico, le dije mientras acariciaba su pelo castaño.

  • Pues prepárate para oir cosas así cada día que pases conmigo- Me susurró Ricardo no antes de que nos fundiéramos en un apasionado beso, me atrevería a decir que de dos personas que se desean.

A la mañana siguiente, Ricardo despertó a mi lado, como tantas mañanas más desde entonces.

FIN