Reencuentro

Después de varios meses sin verle, salgo una noche con las chicas y me lo encuentro en un bar con una rubia impresionante.

Suena el timbre. Miro el reloj y es tarde, muy tarde. Con el pelo todavía envuelto en la toalla y en ropa interior, me acerco a la puerta y la abro esperando que sean ellas y no un psicópata con ganas de fiesta.

  • Te lo dije.

Raquel sonríe al ver que tenía razón y Laura pone los ojos en blanco, aunque en el fondo sabía que me encontrarían así.

  • Lo sé, lo siento. Poneos la primera copa aquí mientras me visto.

Entre risas y comentarios obscenos, entran en casa y se dirigen al mueble bar. Cojo la falda de la tabla de planchar y me meto en mi cuarto. Cierro la puerta, pero Raquel me lo impide, entrando con una gran sonrisa y dos copas.

  • Vas tú muy guerrera, ¿eh? - me mira de arriba abajo y me guiña un ojo.

  • Todavía no me he vestido.

  • Lo sé, pero llevas ropa interior muy sexy - intento ocultar una sonrisa, pero sin demasiado éxito. - ¿Ves? Hoy tienes ganas de mambo.

  • ¿Algún día dejarás de conocerme tan bien, mala perra?

  • Cuando me dejes probar ese coñito tuyo.

Laura se atraganta con su copa al escuchar a Raquel y yo me río, no puedo hacer otra cosa, porque sé que va en serio.

  • El día que ninguna de las dos triunfe, te llevaré a mi cama.

  • No te equivoques, morena. Seré yo quien te lleve a la mía.

Sonreímos con complicidad porque las dos sabemos que algún día acabará pasando. Me pongo la falda, el top, los zapatos, pero, en seguida, me doy cuenta de que no me quitan el ojo de encima.

  • ¿Se puede saber por qué me miráis tanto?

  • Está diferente, ¿verdad, Lau? - la rubia asiente mientras sigue bebiendo de su copa.

  • ¿Diferente? ¿En qué sentido?

Me miro al espejo, una y otra vez, intentando descubrir algún nuevo defecto. Pero no encuentro nada.

  • ¿Me lo vais a contar o...?

  • Estás radiante, no paras de sonreír. Estás más segura, más guapa, más sexy, más... De todo.

  • No pongas esa cara -  dice Laura con una amplia sonrisa - porque coincido con Rachel. Estos meses te han venido muy bien. Por fin te has dedicado a ti, a tu mente, a tu cuerpo. Y estás estupenda.

  • ¿Tú también me quieres llevar a la cama, Lau?

Las tres nos reímos y empezamos a recoger para irnos. Hoy es noche de chicas.

Rach nos lleva a un antro de mala muerte donde lo primero que vemos es un futbolín vacío. Laura y yo corremos hacia él mientras Raquel se acerca a la barra a por tres cervezas. Unos minutos después, vuelve Raquel, con tres cervezas y un maromo a su lado.

  • Chicas, éste es Dani.

  • Encantado.

Qué sonrisa, qué ojos, qué piernas, qué cuerpazo. Bebemos las tres un trago largo de cerveza y volvemos a mirarlo.

  • ¿Juegas? - Raquel se ríe por la pregunta. Estaba claro que ella ya se lo había propuesto.

  • Por supuesto.

Laura y Raquel contra Dani y yo. Y el que perdiese...

  • Baila encima de una silla -  propone Lau.

  • Consigue una ronda de chupitos gratis - insiste Rachel.

  • Se quita la ropa interior en el baño y se la da a un desconocido - los tres me miran. Dani asustado, Laura divertida y Raquel con lujuria.

  • Hecho - dicen los tres a la vez.

Empieza la partida. Las muy perras son buenas, así que no tardan en meternos unos cuantos goles. Vamos perdiendo, por mucho. Dani y yo nos picamos y subimos la apuesta.

  • Le da la ropa interior y liga con el amigo.

  • Nosotras elegimos a la víctima -  dice Rach con una sonrisa triunfante.

  • Dirás los ganadores.

  • Claro, claro. Quien gane elige a la víctima.

Rach y Lau chocan las manos y se ponen en posición para continuar la partida. Cinco minutos después, la risa de Laura se escucha por todo el bar.

  • ¡Pringados!

  • Si queréis aumentamos la apuesta - Raquel se lo está pasando pipa a nuestra costa.

  • Esto... Chicas, yo tengo que irme.

Nos quedamos mirando a Dani, pensando que estaba de broma. Pero no. Se acerca a Raquel, le mete la lengua hasta la campanilla y le dice algo al oído. Después, desaparece.

  • Qué cabrón.

  • Deja de quejarte y ve al baño.

Me termino la cerveza y obedezco, una apuesta es una apuesta. Entró al baño esperando que haya mucha cola, pero la suerte no está de mi lado. No hay absolutamente nadie. Entro en el cubículo e, intentando no tocar nada, me quito el tanga. Al tocarlo me doy cuenta de que ya está húmedo. Y todavía no ha empezado lo bueno.

Salgo del baño y me acerco a las chicas. Raquel me pasa un chupito de tequila y se acerca a mi oído.

  • Te va a encantar tu víctima.

Peligro. Esa voz, ese tono, esa sonrisa. Todas mis alarmas se encienden.

  • Como sea un viejo verde, paso.

Las dos se ríen y me hacen una señal para que me gire.

  • Oh, señor.

  • El destino ha querido que sea él.

Seis meses sin saber nada de él. Y ahí estaba. A escasos metros de mí. Y con una rubia despampanante a su lado, riéndole las gracias.

  • Sé lo que estás pensando y no, no vas a huir. Es tu oportunidad para que vea lo que se ha perdido. Y sí, sabemos que te sigue poniendo y que ahora mismo estás pensando mil maneras de torturarle y follártelo.

  • Sal de mi mente, perra.

  • Vas a hacerlo porque lo estás deseando.

  • Lo sé.

  • Espera, ¿me estás dando la razón? - Rach me sonríe con complicidad y luego me da un cachete en el culo. - No te lo pienses más y ataca.

  • ¿A él o a ella?

  • A ella - dicen al unísono.

Me conocen muy bien, pero yo a ellas también. Me bebo el chupito y camino segura de mi misma hacia ellos. Justo llego en mitad de uno de sus chistes.

  • ¿Interrumpo?

Los dos me miran. Ella con una sonrisa y él sorprendido. No le salen las palabras al verme, pero no voy a ser yo quien le saque de ese marrón.

  • Toma.

Le doy el tanga y me dirijo a ella.

  • He perdido una puesta.

  • ¿Ah, si?

  • Aja. Y me ha tocado buscar a la rubia más sexy del local.

Conseguido. Se ha reído. Se toca el pelo de forma coqueta y me sonríe.

  • Gracias por el piropo, pero estaba hablando con él.

Puedo oír su risa en mi nuca. Sabe que acaba de ganar.

  • Lo que te espera esta noche si hablas con él es un montón de anécdotas y chistes malos, un polvo increíble y un post polvo mejor aún.

  • ¿Y si me quedo contigo? - voy por buen camino. Todavía no me ha apartado de una ostia.

  • Jugaremos.

  • ¿Perdona? - me acerco a ella, acaricio sutilmente su cintura y le susurro en el oído.

  • Si te quedas conmigo esta noche, me tendrás a mí y a él. Jugaremos con él, lo descolocaremos, nos suplicará que le toquemos, que le besemos, que le follemos...

Ha cerrado los ojos. Se lo está imaginando. Puedo notar cómo su cuerpo desprende calor. Quiere más. Y yo se lo doy. Sin esperar a que cambie de opinión, le agarro del cuello y atrapo sus labios entre los míos. Primero se sorprende, pero luego se deja llevar.

  • Eres una cabrona, pero no puedes hacerte una idea de lo mucho que me has puesto.

Sí, puedo hacerme una idea. Está tan pegado a mi cuerpo que puedo notarlo. Me alejo unos centímetros de la rubia y puedo ver cómo sus ojos brillan. Quiere más, mucho más. Me doy la vuelta y, por primera vez, me enfrento a sus ojos, a esa mirada tan peligrosa.

  • Estás guapo. - le digo haciéndome la tímida.

  • Y tú estás comestible - me mira de arriba abajo sin hacer desaparecer su sonrisa. - Dios, esa falda...

  • No. Hoy no mandas tú. - Está deseando tocarme, lo sé, pero le freno. Quiero que sufra.

Le guiño un ojo y vuelvo a darme la vuelta.

  • ¿Por dónde íbamos?

La rubia me sonríe y esta vez es ella la que devora mi boca. Sus manos, impacientes, recorren todo mi cuerpo hasta que deciden pararse en mi culo.

  • Un buen culo - me susurra él. - Estoy deseando volver a catarlo.

No le hago caso. Toda mi atención la tiene la rubia. Nos saboreamos, lentamente, tomándonos nuestro tiempo. Mis manos juguetean con su pelo y, sin que ella lo vea venir, lo agarro y tiro de él hacia atrás.

  • Me gusta esta canción. Bailemos.

Me mira sorprendida pero no duda en seguirme. No hay pista de baile, ni siquiera espacio para que nos movamos libremente. Pero me da igual. Cojo su mano y la aparto de él, quiero que nos observe, pero sin poder tocarnos. Nuestros cuerpos siguen el ritmo de la música. Más lento, más rápido, más sensual... Ella no se separa de mí. Sus manos por mi cuerpo. Su lengua por mi cuello. Su culo por mi coño, tentándome, pidiéndome que se lo acaricie, que lo azote. Y yo obedezco. Le doy la vuelta entrelazando nuestras piernas. Él, desde la barra puede vernos perfectamente. Y yo puedo ver cómo se relame. Le muestro el culo de la rubia. Le doy un pequeño azote y ella me sonríe. Le ha gustado y quiere más.

  • Ven a por él, es todo tuyo.

No hace falta que grite, me ha entendido perfectamente. Se acerca a nosotras y agarra el culo de la rubia. Bailamos los tres, intercambiando besos, caricias, azotes. Ninguno quiere alejarse. Estamos tan pegados que parecemos uno. Pero ella no puede aguantar más. Se va al baño y nos deja solos.

  • Ahora mismo siento amor y odio por esa falda. - me está devorando con la mirada.

  • ¿Por? - sé por qué lo dice, pero quiero oírlo.

  • Porque estás muy follable con ella, pero no hay forma de meterte un dedo en el coño y probarte.

  • No se puede tener todo en esta vida.

Le sonrío, juguetona, y él, ni corto ni perezoso, mete su mano debajo de mi top, agarrándome una teta y mirándome con picardía.

  • Si no tengo tu coño, tendré tus tetas.

Me río y él sonríe ampliamente.

  • Al menos todavía te hago reír.

  • Calla, idiota y deja de meterme mano que te está mirando todo el mundo.

  • ¿Desde cuándo te ha importado a ti eso?

  • Touche.

Seguimos bailando hasta que regresa la rubia. Se une a nosotros como si no hubiese pasado nada. Le gusta estar en medio, que "cuiden" de ella. Y mi mente no puede más.

  • Vámonos.

Ella me mira extrañada y él, con una sonrisa perversa.

  • Tu casa está más cerca - me susurra él mientras me coge de la cintura.

  • Veo que te acuerdas.

Miro a las chicas y descubro que las dos están muy entretenidas. No me echarán de menos. Salimos del local y nos dirigimos calle abajo hasta que llegamos a mi portal.

  • Para entrar hay unas normas.

  • ¿Normas? - ahora es él quien me mira extrañado.

  • Sí, solo dos. Cuando me despierte no quiero que sigáis en mi casa. Y la otra es que no vamos a repetir.

  • Vaya - siente curiosidad, lo noto en su expresión. Tiene mil preguntas deseando salir. - Antes no eras así.

  • La gente cambia. - le guiño un ojo y luego me dirijo a ella. - ¿Sigues queriendo entrar?

  • Joder, sí.

La rubia y yo entramos, pero no tardo en darme cuenta de que él no nos sigue.

  • ¿No vas a entrar?

  • Estoy confuso. - Se toca el pelo. Me mira entre preocupado y curioso.

  • No tengo toda la noche. - Me acerco a él, poniéndole todavía más nervioso - Estoy deseando follarte. Mejor dicho, estoy deseando que tú y yo nos follemos a la rubia. ¿Vienes?

Asiente. Está nervioso, pero, también, muy excitado. Entramos en mi portal y nos metemos en el ascensor. Ella se abalanza sobre mí, devorándome la boca. Sus manos están por todas partes. Su respiración es muy agitada. Me mira, sonríe y vuelve al ataque. Él nos observa desde una esquina. Está disfrutando y, por ahora, no hará más que de observador. Llegamos a mi piso. Abro con dificultad la puerta y tiro al suelo todo lo que llevo encima.

  • Vamos a mi cuarto.

Ellos me siguen, aunque él se conoce el piso mejor que el suyo. Dejo que él se acomode en el sillón mientras nosotras nos desnudamos. Qué cuerpazo tiene la rubia, pienso mientras me la como con la mirada. Pero no tengo nada que envidiarle. Estoy orgullosa del cuerpo que tengo después de tanto esfuerzo. Y eso se nota. Él lo nota porque se ha dado cuenta de que estoy comparando nuestros cuerpos.

  • ¿Puedo acercarme? - asiento y él camina lentamente hasta nosotras.

Acaricia sutilmente nuestros cuerpos, tomándose su tiempo. El cabrón sabe cómo torturarme. Soy impaciente y la lentitud me pone nerviosa. De repente, empuja a la rubia sobre mi cama y se detiene delante de mí.

  • Te deseo - voy a quejarme, pero él me lo impide. - Voy a follarte y a reventarte. Te va a doler tanto que vas a estar una semana sin poder sentarte.

Me hace reír, aunque todavía no sé por qué me está diciendo todo eso.

  • Fui un gilipollas y me porté muy mal contigo.

Eso era. Se estaba disculpando.

  • No quiero remover la mierda del pasado. Y por tus normas veo que no me quieres en tu futuro - mis palabras le habían dolido. Ahora me arrepentía un poco de haberlas dicho. - No te preocupes. Voy a respetar tus normas. Pero vas a recordar esta noche el resto de tu vida.

Sonrío un poco melancólica pero no tardo en volver a la acción.

  • Muy bien, perrita. ¿Por qué no te pones un ratito a cuatro patas mientras le como el coño?

Asiente intentando ocultar una sonrisa. Me obedece y aleja un poco de la cama, para poder vernos mejor. Miro a la rubia y me acerco a ella. Se abre de piernas para mí. Sonrío satisfecha, pero me falta algo. Miro a mi alrededor y se me ocurre una idea. Dejo a la rubia desatendida por un momento y me acerco a la cómoda. Abro un cajón y cojo un par de medias. Él, que ve todos mis movimientos, sonríe.

  • Tranquila, es solo un juego. Si quieres que pare, me detendré.

Ella asiente sin una pizca de miedo en su mirada. Todo lo contrario. Está excitada y deseosa de que la ate. Primero una muñeca, luego la otra. Compruebo los nudos, ni muy fuertes ni muy flojos. Lista. Ahora sí que sí. Su coño me espera, abierto, expectante, húmedo y delicioso. Porque lo está. Hundo mi lengua sobre su coño y comienzo a devorarlo. Ella se retuerce de placer y los primeros gemidos no tardan en llegar. Intenta soltarse, quiere agarrarme del pelo, obligarme a ir al ritmo que ella desea, pero no lo va a tener tan fácil. Me separo de sus piernas y le miro a él. Es su turno. Le indico que se acerque y él no tarda ni dos segundos en ponerse en mi lugar. Ella grita, gime, pide más. Y a mí me da dolor de cabeza. Así que me siento sobre su boca y la obligo a que chupe, lama y me haga gozar con su lengua.

  • Joder - tiene una lengua mágica. - Esta puta es mejor de lo que pensaba.

Él ríe y ella intenta quejarse, pero mi coño se lo impide. Cabalgo sobre su boca sin importarme si puede respirar o no. Estoy tan excitada que seguramente no tarde en correrme, pero no lo quiero hacer de ese modo. Me aparto bruscamente de ella y le hago una seña a él para que haga lo que quiera con su cuerpo. Sonríe. Sabe perfectamente lo que quiere. Primero la desata y después la pone a cuatro patas, estampando su cara contra las sábanas. Escupe sobre su culo y no se lo piensa dos veces. Le da igual si está lubricada o no. La embiste como si no hubiera un mañana. Y a ella le gusta, porque le pide más. Se lo suplica.

  • Calla puta. Tú solo eres nuestro juguete. Y los juguetes no hablan.

Ella se muerde el labio intentando ahogar los gemidos. No quiere enfadarme porque en el fondo sabe que, si lo hace, no dejaré que se corra. Y es lo que más desea en este momento. Mientras él penetra ese delicioso culo, cojo un consolador de mi mesilla de noche y comienzo a masturbarla. Ella no puede más. Está al borde del orgasmo. Quiere gritar, suplicar. Quiere más, mucho más. Y, por fin, se lo damos. Los dos aumentamos el ritmo, las sensaciones en su cuerpo. Él la azota, le araña la espalda. Yo muerdo sus pezones y su boca mientras la penetro con el juguete. Todo su cuerpo se retuerce cuando el orgasmo la inunda. Está exhausta y sudorosa. Intenta calmar su agitada respiración. No puede hablar, pero la sonrisa que no desaparece de su rostro, nos dice que ha disfrutado.

Nosotros nos miramos. Está saciada y eso que la noche no ha hecho más que empezar. Le damos un respiro, que recobre fuerzas para un segundo ataque, pero lo que hace nos deja descolocados.

  • Yo también tengo normas -  dice mientras comienza a vestirse. - No dormir en casa de desconocidos.

Nos sonríe y se acerca a nosotros para despedirse.

  • Ha sido un placer.

Sale de mi cuarto y nos deja allí a los dos como auténticos pardillos.

  • Pues al final la rubia no era tan tonta -  dice él mientras se quita la camisa.

  • Sabes elegirlas bien.

Se acerca a mí y me tumba sobre la cama.

  • Tengo buen gusto con las mujeres.

Me besa apasionadamente y después comienza a bajar por mi cuerpo. Su cálida lengua hace que me retuerce y eso que todavía no ha llegado al premio gordo.

  • Sabes mejor de lo que recordaba.

  • Cállate y cómeme el coño de una vez, joder.

Se ríe ante mis palabras, pero no tarda en obedecerme. Su lengua, dios, la echaba de menos. Mis gemidos llenan la habitación. Su forma de comerme y tocarme me vuelve loca. Muerde mis muslos, me retuerzo y le pego un capón. Quiero más, pero no voy a darle el placer de oírme suplicar. Besa mis piernas, se lo toma con calma. Vuelve a mi coño, lo lame, me masturba con los dedos. Una y otra vez. Me está volviendo loca y los dos sabemos que no tardaré en correrme.

  • Pídemelo o pararé.

  • Joder... - intento sujetarle la cabeza contra mi coño, pero él es más rápido.

  • Quiero escucharlo.

  • Cállate.

  • Respuesta incorrecta - besa mis muslos, pero es lo único que hace.

  • Eres un carbón manipulador - él ríe con ganas y me vuelve a morder. - Joder.

  • Suplica, nena.

  • Cabrón.

  • ¿Qué has dicho? No te oigo - no para de reírse.

  • Quiero más Amo. Quiero correrme, lo necesito. Por favor Amo, dale a esta perra lo que necesita.

  • Muy bien, perrita.

Por fin su lengua vuelve a mi coño. Me retuerzo. Me agarro a las sábanas. Le vuelvo a suplicar. Gimo, grito.

  • Ahh, joder...

Me dejo caer, rendida por el intenso orgasmo. Él se tumba a mi lado y me besa.

  • Deberías mirarte la manía de besar después de comer un coño.

Sus carcajadas se escuchan en toda la casa. Quiero pegarle, pero no tengo fuerzas, así que decido apoyarme sobre él y dejar que me acaricie. Los dos nos quedamos en silencio durante unos segundos.

  • Tranquila, no me he olvidado de tus normas.

  • No estaba pensando en eso, idiota- le digo mientras me giro y le miro. - Acabo de darme cuenta de que tú no te has divertido.

  • ¿Cómo que no me he divertido? - me sonríe y, antes de hablar, me aprieta contra él. - Le he comido el coño a una rubia impresionante, he visto cómo se lo comías tú, le he roto el culo y a ti te he llevado al orgasmo con mi súper lengua. ¿Qué más puedo pedir?

  • No te has corrido.

  • Verte otra vez en plena acción ha valido más la pena.

Acepto sus palabras a regañadientes, aunque no me quedo contenta. Intento buscar una solución a pesar de estar muriéndome de sueño.

  • Eh...

  • Que sí, pesada. Me pondré pronto el despertador y me iré.

  • Eres idiota. ¿Puedes dejar de repetirte? No iba a decirte eso.

  • Pues dime.

  • Estoy muerta y quiero dormir, pero no me mola que no te hayas corrido...

  • Pero...

  • Cállate.

  • Sí, Ama.

  • Mañana te compensaré - le miro al decir esto y veo sorpresa en su rostro. - Pero quiero que me traigas el desayuno a la cama.

  • Sí, mi capitán.

Pongo los ojos en blanco y me acurruco a su lado para entrar en calor. Sé que le estará dando vueltas a lo que le he dicho, pero, por suerte, no tardará en quedarse dormido.