Reencuentro
Entras por la puerta, esperando un beso mío que te confirme esa reconciliación que intuyes, que anhelas. Yo sólo abro la puerta para dejarte pasar y te beso rápidamente en la mejilla. Hago caso omiso a tu gesto de enfado...
Entras por la puerta, esperando un beso mío que te confirme esa reconciliación que intuyes, que anhelas. Yo sólo abro la puerta para dejarte pasar y te beso rápidamente en la mejilla. Hago caso omiso a tu gesto de enfado y pasamos al salón.
Paseas de un lado a otro, contemplando las películas, los discos, los libros. Te sirvo la cerveza y nos sentamos. Nos miramos unos instantes, sé que en este momento quieres que te bese, que me entregue a ti. Quieres sentir que de alguna manera me posees, que tienes cierto control sobre la vida. Pero nada de eso es cierto; no soy tuyo más que circunstancialmente, no hay lógica en la vida. Para asegurarme de que lo entiendes, algargo esta situación en la que soy cordial pero lejano y después me levanto. Me acerco a la estantería y sé que me seguirás.
Me inclino sobre una balda y al hacer tú lo mismo te beso bruscamente, abrazándote fuerte, apresándote con mis dedos.
Sin darte tiempo ni a reaccionar ni a protestar, tomo tu mano y la dejo sobre mi erección. Me rozo contigo, para que la sientas. Mientras acaricio los cachetes de ese hermoso culo que tienes. Aprieto fuerte, te muerdo suavemente el cuello y cuando tu respiración se agita, te agarro del pelo y te vuelvo a besar. Susurro en tu oreja que me la saques. No es una petición, sino una orden, como a ti te gusta. La acatas y acaricias mi polla de arriba a abajo.
Tiro de tu pelo hacia abajo, postrándote de rodillas ante mí, obligándote a metértela en la boca. Te contemplo como si fueses sólo una posesión mía, pero la más valiosa. Me gusta contemplar cómo el grosor de mi polla te abre los labios cuando te la metes, tu lengua acariciando mi capullo brillante, los besos que das en la punta, arriba y abajo.
De vez en cuando, mientras tú me lames y acaricias, tomo el control. Empiezo empujando ligeramente la pelvis, pero acelero más y más hasta que no te queda otra que abrir y cerrar la boca cuando te la fuerzo al entrar y salir. Intentas cogérmela para controlar el ritmo, pero te las aparto una y otra vez. Me gusta la sensación de follarte la boca, de poder correrme en cualquier momento y saber que todo mi semen caerá en tu boca sin que puedas ni quieras evitarlo.
Te retiro el pelo para ver mejor cómo lo haces y, sujetándote por la frente, la saco y contemplo tu boca húmeda, tus labios abiertos, jugosos, y tu barbilla húmeda de babas. Agitas la lengua unos instantes esperando que te la vuelva a dar, ansiando su sabor, su tacto entre blando y duro. Te contemplo así, de rodillas y con los ojos cerrados, y casi puedo leer lo que deseas: la cercanía de mi pubis, el capullo abultado y sedoso sobre tu lengua, con esa pequeña gota que se escurre de cuando en cuando junto con tu saliva y que tú saboreas, y el suave prepucio siempre sobre tus labios mientras recorres el tronco y te la metes más y más...
Te agarro de los hombros y acelero el ritmo. Quiero correrme así, sin haberte desnudado siquiera, dentro de ti o sobre ti, porque eso lo decidirás tú. Te aprieto para que sepas que voy a correrme y escucho tus gemidos ahogados, de placer compartido y de dolor. Noto como se acerca poco a poco el momento y te suelto. Sé que no me defraudarás y no lo haces. Sientes que mi polla se hincha más y más entre tus labios, así que chupas con más fuerza, intentando metértela lo más posible mientras mi semen se dispara en chorros sobre tu lengua por toda tu boca. Lo retienes, sin querer tragarlo y sin saber muy bien qué hacer con él, así que se derrama por tus comisuras y gotea el suelo.