Reencuentro

Juan es mi exnovio. Nos conocimos en un chat normal y corriente y después de conocernos estuvimos unos meses saliendo. El problema fue que vivíamos en ciudades distintas, y las relaciones a distancia no siempre acaban bien, así que decidí dejarle. En los últimos encuentros que habíamos tenido, me había sorprendido con alguna cachetada en el culo y alguna insinuación de dominarme que a mí al principio me pareció horroroso

Juan es mi exnovio. Nos conocimos en un chat normal y corriente y después de conocernos estuvimos unos meses saliendo. El problema fue que vivíamos en ciudades distintas, y las relaciones a distancia no siempre acaban bien, así que decidí dejarle. En los últimos encuentros que habíamos tenido, me había sorprendido con alguna cachetada en el culo y alguna insinuación de dominarme que a mí al principio me pareció horroroso

Cosas del destino, en el trabajo me enviaron por un par de meses a trabajar en la ciudad donde él vivía. En cuanto llegué empecé a pensar en él, y me excitaba muchísimo pensar dónde podríamos haber llegado si hubiésemos seguido con nuestra relación, y él con sus insinuaciones morbosas. No pasó un día que no me masturbase pensando en ello. Pasaron casi los dos meses, y el trabajo se iba terminando.

Un día iba caminando hacia el hotel donde me alojaba, cuando alguien puso su mano en mi hombro. Al girarme y ver a Juan me quedé paralizada, no acertaba a articular palabra. Después de las preguntas de cortesía, qué tal va la vida y demás, le invité a tomar un café en la cafetería del hotel, pues en la calle hacía mucho frío y no había otro bar cercano. Él no paraba de preguntarme por mi vida, qué había hecho desde que lo dejamos un año atrás, y empezamos a encontrarnos muy cómodos, como si no hubiese pasado el tiempo. Entonces fue cuando me sorprendió del todo:

Me dejaste muy jodido, Sara.

Bajé la mirada. – Lo siento –, respondí tímidamente. Entonces intenté excusarme con la distancia y demás, pero me cortó:

Cállate, nada de lo que digas va a reparar.

Juan, ¿qué querías que hiciese? Todo se complicó.

Por un momento se quedó callado. Luego añadió:

Me lo puedes pagar todo esta noche.

Me quedé callada. Sabía perfectamente lo que me estaba pidiendo y ya me había mojado.

¿Cómo? – contesté.

Ya lo sabes. Paga esto y a partir de ahora haz lo que te pida.

Pagué y cogí el abrigo para subir a la habitación. Me cogió de la cintura y me dijo al oído:

Todavía no vamos a subir. Nos vamos a dar un paseo por el parque, ¿te acuerdas del parque?

Me puse el abrigo y me cogió la mano. El parque estaba a dos calles, y durante el trayecto no dijo una palabra.

¿Para qué quieres que vayamos al parque?

No te he dicho que hables.

Entendido. En cuanto llegamos al parque se puso delante de mi:

Desnúdate y tira toda tu ropa, excepto el abrigo, en esa papelera. Ponte el abrigo pero no te lo abroches hasta arriba, quiero que tengas un poco de frío mientras paseamos. Vamos a ir a mi casa, que está al otro lado del parque, y luego volveremos a tu habitación. Tengo que coger unas cosas.

Increíblemente, apenas pasé frío por el calentón que llevaba. A medio camino paramos y metió las manos entre los botones del abrigo para ver cómo iba.

Veo que cada vez eres más perra, estás empapada.

Puso los dedos en mi boca y me hizo limpiárselos de la humedad de mi coño. Cuando llegamos a su portal, me quitó el abrigo y me dijo que me escondiese en la escalera, no se me vería. Así no saldría huyendo.

Yo no iba a salir huyendo, estaba que no podía con mi excitación. Pasaron un par de personas y tuve que aguantar mucho la respiración, ya que eso no se me da nada bien. Entonces bajó con mi abrigo y con una mochila al hombro. Cuando fui a coger mi abrigo me dijo que esperase. Primero tendría que ponerme otra cosa.

Cogió un collar de los que se usan para los perros, en el que estaba escrito mi nombre. Al quedarme perpleja dijo:

Tenía muchos planes para los dos, ya lo sabes.

Al collar me ató una correa que pasó por una de las mangas. Me cogió de la mano ya con el abrigo puesto. La correa es la que se usa para los perros, se puede alargar. Cuando llegamos al parque y fuimos a la parte oscura, y no había nadie alrededor. Entonces me dijo:

Vamos al césped, ponte a cuatro patas. Quiero pasear un poco a mi perrita.

Me quitó el abrigo. Estábamos en Marzo, y era un día de frío. Juan tiraba de la correa para indicarme hacia dónde debía ir. A veces la dejaba soltar un poco y entonces le daba el tirón. Se apoyó contra un árbol y me dijo que me acercase.

Bájame la cremallera y quítame el pantalón con la boca. Quiero ver si no has perdido práctica.

Seguí a cuatro patas y él se agachó. Cuando conseguí sacar su verga ya erecta, la mamé como nunca lo había hecho. Me cogió de la cabeza y apretó cada vez más fuerte hacia él. Cuando se corrió, derramó todo su semen en mi cara. Le miré sonriente y me dijo que fuese a lavarme a la fuente más cercana.

Me volvió a poner el abrigo, pero me indicó que se me dejase ver gran parte de los pechos para que todos en el hotel al llegar adivinasen que no llevaba nada puesto debajo.

Continuará….